Socialismo21 » 24 mayo, 2012

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La salida de Grecia del euro podría convertirse en la envidia de la Eurozona

Por Arvind Subramanian

Financial Times

Las consecuencias inmediatas de la salida o expulsión de Grecia de la Eurozona sin duda serían devastadoras. La fuga de capitales se intensificaría, lo que alimentaría la depreciación y la inflación. Todos los contratos en vigor tendrían que expresarse en una nueva moneda y renegociarse, lo que crearía un caos financiero. Aunque políticamente devastadora, la austeridad fiscal quizá deba intensificarse puesto que Grecia todavía tiene déficit primario que tendría que corregir si faltaran los fondos de la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional.

Pero este proceso generaría también un tipo de cambio considerablemente depreciado (¿A alguien le parecen bien 50 dracmas por euro?). Y esto pondría en marcha un proceso de ajuste que pronto daría una nueva orientación a la economía y le colocaría en la senda del crecimiento sostenible. De hecho el crecimiento griego seguramente aumentaría vertiginosamente, posiblemente durante un periodo prolongado, si se adoptaran políticas sensatas con el fin de restaurar rápidamente y sostener la estabilidad macroeconómica.

¿En qué nos basamos para afirmar esto? Durante las crisis financieras de los años 90 hubo países que declararon suspensión de pagos y devaluaron su moneda. Inicialmente todos padecieron recesiones severas. Pero sólo duraron uno o dos años y luego hubo recuperación. Corea del Sur registró nueve años de crecimiento con una media de 6%. Indonesia, que padeció una ola de suspensiones de pago que tumbó casi todos los bancos del sistema, registró un crecimiento por encima de 5% durante un periodo similar; Argentina cerca de 8% y Rusia por encima de 7%. El historial demuestra claramente que hay vida después de las crisis financieras. Esto sería verdad también en Grecia, aun teniendo en cuenta las particularidades de la situación allí. Se dice a menudo que la baja relación entre las exportaciones y el PIB de Grecia excluye la posibilidad de un alto crecimiento encabezado por las exportaciones. Pero dicho argumento no está blindado porque las crisis pueden conducir a nuevas y dramáticas orientaciones de la economía. Por ejemplo, India consiguió doblar la relación igualmente baja entre las exportaciones y el PIB una década después de la crisis de 1991, doblándola de nuevo durante la siguiente década sin una gran depreciación de la moneda.

Además, Grecia experimentaría una mega-depreciación, igual que los países mencionados, no una depreciación modesta. Un cambio de este tipo crearía necesariamente nuevas oportunidades para las exportaciones y convertiría las actividades que son marginalmente no comerciables en comerciables. La naturaleza de estas exportaciones será, por definición, impredecible. Pero las fuertes iniciativas que crearía un tipo de cambio muy competitivo son innegables.

Supongamos que a mediados de 2013 la economía de Grecia se recupera mientras el resto de la Eurozona sigue en recesión. Los efectos para España y Portugal, podridos por la austeridad, e incluso Italia serían poderosos. A los electores de esos países no se les escaparía la mejoría de su vecino griego, hasta ahora desdeñado. Empezarían a preguntar por qué sus gobiernos no siguen el camino emprendido por Grecia y pedirían salirse de la Eurozona. En otras palabras, la experiencia griega podría alterar de manera fundamental los incentivos para estos países de quedarse dentro de la Eurozona, sobre todo si las condiciones económicas siguiesen siendo sombrías. En esta fase, la política de Alemania también se vería afectada. Hoy Alemania hace a regañadientes lo mínimo imprescindible para mantener intacta la Eurozona. Si la salida del euro, para emular a Grecia, se convierte en una proposición atractiva, Alemania se verá en un aprieto y la magnanimidad que demuestre en lugar de su tacañería actual podría ser la última prueba de cuánto valora la Eurozona. La respuesta podría sorprender. Quizá el pueblo alemán se dé cuenta de repente de que la Eurozona dispensa a Alemania no uno, sino dos “privilegios excesivos”: tipos de interés bajos como refugio para el capital europeo y un tipo de cambio competitivo al estar enganchada a socios más débiles, en cuyo caso Alemania tendría que ofrecer a sus socios un trato mucho más atractivo para mantenerlos dentro de la Eurozona.

Un escenario de este tipo sería muy irónico. A Grecia se le ve como el paria que contamina la Eurozona; su expulsión podría convertirla en una amenaza mucho mayor para la supervivencia de la moneda única. Si la salida de uno de los países de la Eurozona crea las condiciones para una recuperación en Grecia, podría resultar un modelo contagioso. La tragedia griega en curso todavía podría no salirles tan mal a los griegos. Pero bien podría ser una tragedia para la Eurozona y quizá para el proyecto europeo.

Arvind Subramanian es miembro sénior del Peterson Institute for International Economics y autor de Eclipse: Living in the Shadow of China’s Economic Dominance

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Artículos Debates Internacional

¿Gobierno de coalición?: De los partidos sistémicos y los diversos modos de mandar.

Por Manolo Monereo Pérez

Se vuelve a discutir en los mentideros de la «villa y corte» de un posible y hasta deseable gobierno de coalición PP-PSOE. ¿Las razones?  La incapacidad del gobierno; el agravamiento de la crisis y la creciente contestación social. Más allá, la perceptible separación entre la «clase política» y la ciudadanía, incluido «la madre de todas las alarmas» el Rey y la institución Monárquica.

No es la primera vez que se defienden posiciones como estas o, más tímidamente, de unos nuevos «Pactos de la Moncloa», es decir, un gran acuerdo político-social para «salir de la crisis”. El asunto no parece fácil: de un lado, porque las políticas que se viene aplicando muestran la radical incompatibilidad entre el capitalismo que emerge en la crisis  y los derechos laborales, sociales y sindicales de los asalariados. Como recientemente ha dicho el Presidente del BCE, en la Unión el Estado Social está en proceso de desaparición y es poco o nada lo que se puede ofrecer a los sindicatos y a los ciudadanía; de otro, porque una «gran coalición» es siempre la penúltima opción, más allá, no queda territorio donde retirarse: Grecia aporta muchas enseñanzas. Quizás, lo nuevo que emerge es que los que realmente mandan empiezan a dudar de la capacidad de este gobierno para gestionar con cierta eficacia una crisis a la que no se le ve fondo y, lo que es más grave, donde se están agotando los márgenes de maniobra.

La cuestión del bipartidismo emerge así con sus límites y contradicciones. Para que el sistema funcione se debe combinar una acuerdo de fondo en lo básico (tal como lo definen los que mandan) y un imaginario social de disputa y alternancia. Hay un juego (política y mediáticamente construido) donde las estridencias, insultos y feroces desavenencias se combina, sin grandes sobresaltos, con los acuerdos, consensos y diversos requerimientos que la coyuntura política impone. El bipartidismo es y ha sido un modo de organizar el sistema político para que los poderes económicos impongan sus dictados a la soberanía popular.

La crisis ha modificado radicalmente la situación. La alternancia no cambia casi nada y las políticas que realmente se hacen son similares, las hagan quien las hagan. Conforme avanza la crisis se va hablando de partidos sistémicos poniendo el acento, no solo en lo mucho que les une sino en su perdida de centralidad y el peligro que eso supone para el futuro del Régimen político.

El PSOE y el PP (a los que habría que añadir Convergencia y Unión y al PNV) han compartido y comparten, en primer lugar, un mismo modelo de política exterior, estrechamente alineada con la administración Norteamericana y orgánicamente ligada a la defensa de los intereses de Occidente. No hay que olvidar que una de las últimas decisiones de Zapatero fue la participación activa de España en el, así llamado,»sistema de defensa antimisiles» impulsado por los EEUU y ejecutado por la OTAN. Rota se convertirá en un dispositivo estratégico en el nuevo diseño político-militar norteamericano en el Mediterráneo, en momentos donde los equilibrios geopolíticos están cambiando aceleradamente en la zona.

En segundo lugar, ambas fuerzas están de acuerdo con este tipo de  integración europea y ambas han defendido, sin fisuras, sus orientaciones políticas fundamentales y lo siguen haciendo hasta hoy. La Unión ha sido instrumento fundamental en el desmantelamiento del Estado Social y el medio más potente para imponer las políticas de austeridad y recortes de derechos sociales y sindicales a las ciudadanas y ciudadanos europeos.

En tercer lugar, PP y PSOE, defienden, también sin fisuras, el sistema institucional existente y la aplicación  regresiva de la vigente Constitución. Baste para ello tomar nota de la reciente reforma constitucional (realizada a propuesta del PSOE) o del posicionamiento de las fuerzas mayoritarias frente a los escándalos y corrupciones relacionadas con la Monarquía, por no hablar de su oposición real a efectuar cambios democratizadores en el sistema electoral o crear dispositivos jurídicos y políticos capaces de combatir eficazmente las causas y los mecanismo de la corrupción.

En cuarto lugar, ambas fuerzas han impulsado y defendido hasta sus últimas consecuencias el modelo de crecimiento económico hoy en crisis y, sobre todo, el patrón de poder al que está asociado. La supeditación de la entera clase política al dominio del capital financiero-inmobiliario ha sido una constante en este período y lo ha sido mucho más después de que este entrara en decadencia, hasta el punto que la gente se ha dado cuenta que ellos son los que mandan y que el bipartidismo político es su instrumento privilegiado de dominio.

En quinto lugar, lo fundamental, PP y PSOE, han apostado y apuestan por una “salida neoliberal a la crisis del neoliberalismo”. Lo que está haciendo hoy el PP, punto por punto. lo comenzó el gobierno Zapatero, es más, si se hubiese  producido el” milagro” del triunfo de Rubalcaba las diferencia con Rajoy serian mínimas. Ambos, como defendí antes de las elecciones, hubiesen convertido las elecciones en “fundacionales”, es decir, en el inicio de la transición a un nuevo

Régimen político que poco tiene ya que ver con la Constitución del 78.Esto es realmente lo que estamos viviendo ahora.

Moraleja: la defensa  de la democracia social. de los derechos sociales fundamentales, de las libertades públicas y de la soberanía popular nos convierten en “antisistema”. La línea de demarcación es clara: democracia oligárquica o democracia participativa.

Lo diremos en serio aquí y ahora: democracia republicana. Lo otro, los partidos sistémicos y sus ocasionales amigos.

 

 

 

 

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