Socialismo21 » 14 junio, 2012

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Necesitamos una revolución democrática

«Nosotros somos aquellos a quienes hemos estado esperando”

                                     Profecía Indígena Hopi

Por Emilio Pizocaro

El domingo por la noche un gran número de la población española durmió tranquilamente. Frau Merkel y Europa nos habían rescatado

El sueño duro muy poco. A media mañana del día siguiente la prima de riesgo había vuelto a subir y la bolsa bajaba estrepitosamente; ambas señales inequívocas que la crisis no ha terminado como los soñaron unos cuantos ingenuos.

La realidad es más dura. El rescate de la banca española no ha saciado la voracidad del capital especulativo internacional.

Cada nuevo día la ola de malas noticias amenazan con convertirse en un tsunami; la directora del FMI, Christine Lagarde, declara que hay un plazo de “menos de tres meses” para salvar el euro, la Unión Europea amenaza con provocar un “corralito”, la prima de riesgo bate récords históricos y el New York Times profetiza un rescate total para España.

La actualidad se vive con angustia. Empezamos a tomar conciencia que “el rescate” pone termino a un periodo de nuestra historia caracterizado por la especulación inmobiliaria.

El “reino del ladrillo” ha llegado a su fin. Solo nos quedan las secuelas perversas de un capitalismo rentista y subordinado al dinero de la banca internacional.

¿ Como hemos llegado a este punto?

El origen del actual desastre es producto de una herencia dulce, pero maldita . El profesor y premio Nacional de Economía, José Manuel Naredo, lo documenta en una acuciosa investigación que se puede resumir en esta frase; la transición pactada mantuvo intacta la trama mafiosa del ladrillo que floreció en el tardo-franquismo.

En efecto, la democracia liberal de baja intensidad, que sustituyo a la dictadura franquista, heredó sin reformar el capitalismo mafioso. Los nuevos dirigentes , en vez de erradicar las malas practicas, fomentaron una red política de barones y caciques por todo el territorio.

Por decenios los partidos del sistema se dedicaron a  gestionar una política “clientelar” que estimuló la especulación urbanística desde la estructuras del poder estatal, regional y local.

Los datos indican que el inició de una larga crisis política esta servida. PP y PSOE, empiezan a mostrar abiertamente contradicciones internas, la monarquía vive sus horas más bajas , Carlos Divar, presidente del Supremo esta por los suelos y Rouco Varela pone lo suyo.

La Cadena Ser alarmada habla de “rescatar la democracia” y confirma lo que todos sabíamos, las encuestas certifican que en España hay una casta dirigente desprestigiada.

Un moderado columnista del El País, se atreve; “hay un reforma que nos hemos pasado por alto, la reforma de nuestro sistema democrático“. A continuación expresa sus temores:  “la reforma del sistema político es difícil de emprender porque los encargados de hacerla son sus primeras victimas”. En román paladino, la partidocracia no se rendirá fácilmente.

Orquesta del Titanic o Motín a bordo

Para el profesor de derecho constitucional Albert Noguera la crisis se encuentra entre otras cosas porque, “los partidos políticos ya no son expresión política de los ciudadanos sino que se convierten en meras maquinarias electorales sin identificación de clase, vacías de programa y de contenido ideológico”

”… Se han transformado( los partidos políticos) en meras estructuras burocráticas habilitadoras de políticas de desempleo, de reducción de servicios y prestaciones sociales, de aumento de la desigualdad ”.

El asunto no es poca cosa. Hasta los tertulianos conservadores de la TV, sostienen que el sistema pierde legitimidad a raudales. Los ciudadanos en su despertar saben o vislumbran que los grandes partidos se han financiado empleando su control sobre las Cajas y el urbanismo mafioso.

Para algunos la dimensión de la crisis del capitalismo no es suficiente para cambiar sus opiniones . Como era de esperar el espíritu social-demócrata de muchos intelectuales Europeos se niega a morir.

Al parecer nuestros queridos neo-socialdemócratas olvidan en sus análisis un dato fundamental. El capitalismo realmente existente es el capitalismo financiero.

En la actual Europa no hay espacio político-económico para repetir el llamado estado social de bienestar. No se puede propugnar democracia económica y a continuación sostener que hay que regular el capitalismo. Ambos términos son antagónicos. Es lo uno o lo otro. Capitalismo o Democracia.

Mientras tanto, sale a la palestra un conocido filósofo catalán. Desde su atalaya, promueve una cierta pócima mágica que otros cocinan en semi-secreto. La solución esta a la mano. Hay que crear un nuevo partido social-demócrata. Otro más, me dice un amigo sorprendido.

Las últimas contiendas electorales europeas no ayudan mucho a quienes todo lo ven con el prisma electoral y partidista del vetusto y desprestigiado parlamentarismo de las seudo-democracia liberales .

Un solo ejemplo para no aburrir. Los resultados del Frente de la Gauche de Melénchon, en las parlamentarias francesas (que bajó del 11 al 6 por ciento) confirman que participar en elecciones con las cartas marcadas, solo sirve para eternizar el voto útil y ser el vagón de cola del sistema.

Por otro lado las amenazas al pueblo griego , por si gana Syriza, confirman también que el sistema está blindado para que ganen siempre los mismos. Bruselas lo dice claro; el tope de la democracia liberal se llama mercado financiero.

En Europa solo son “aceptables” los partidos del sistema. Aquellos partidos que logren a gobernar o co-gobernar tienen una sola alternativa; aplicar, con pequeños matices, las políticas neoliberales. Al fin y al cabo lo que tenemos es una dictadura del capital financiero.

Al parecer no hay futuro para ningún sucedáneo de la socialdemocracia. En cambio en España emerge desde las filas de 15M el movimiento de los  “constituyentes” con un discurso diferente. Desde su nacimiento, este proyecto en marcha, se propone romper la baraja de las cartas marcadas y plantea que es urgente construir la democracia del siglo XXI.

Algunas ideas de “los constituyentes” son poco frecuentes por estos lares. Se auto-definen como un movimiento amplio, inclusivo, sin propósitos electorales pero a la vez radical. Son partidarios de una revolución democrática. Su opción es un “Motín a Bordo”, no quieren ser la “Orquesta del Titanic” .

Su declaración de principios no admite dudas; “…Es necesario ejercer la soberanía popular, y poner en marcha un proceso constituyente para construir pacíficamente, desde abajo y con los de abajo, una nueva Constitución, fruto de una Revolución Democrática… “

Si algún mérito tienen “los constituyentes” es que han logrado colocar sobre la mesa un horizonte de carácter estratégico. Este se puede explicar en pocas palabras; “ es necesario un cambio de fondo para salir de la crisis política y económica” .

En realidad el “proceso constituyente” no es más que la intervención activa de los ciudadanos en la discusión y elaboración de las bases de una nueva Constitución. No es necesario ser politólogo para constatar que el actual sistema está corrompido y la Constitución del 78 fue blindada, durante una opaca negociación, para hacer imposible su reforma.

Entre los partidarios de la Revolución Democrática nadie es tan desubicado como para sostener que estamos ante un periodo pre-revolucionario. Lo que esta ocurriendo es que un sector importante de la ciudadanía se ha dado cuenta que el empoderamiento popular es un antídoto eficaz a la partidocracia reinante y al gobierno de la oligarquía financiera .

Es verdad. La historia de la humanidad es incomprensible sin la lucha de los pueblos por la democracia y la igualdad. Así por lo menos lo sostiene Gerardo Pisarello, profesor de Derecho Constitucional de la Universidad de Barcelona.

Pisarello llama a recuperar la definición Aristotélica entre “la “Demoskratía” como el poder del pueblo, y la “Oligarquía”, como el gobierno de una minoría.” . Citando al propio filósofo recuerda:“ la diferencia entre democracia y oligarquía, es que la oligarquía es el sistema donde se gobierne por dinero, y donde gobiernen los pobres habrá democracia.”

En esta línea de pensamiento “los constituyentes”, se plantean crear un poder colectivo para desafiar y sustituir pacíficamente al poder constituido. Por lo tanto, no aceptan supuestas reformas manipuladas por los partidos del sistema en el parlamento o constituciones hechas por “especialistas” y negociadas con el poder constituido.

Cualquier observador atento podrá comprobar, que en el último año, un mismo fenómeno socio-político se manifiesta en muchas y distantes partes a la vez. Nacen “movimientos constituyentes” con sus particularidades y diferencias en numerosos países del mundo.

Lo que hay tras esta oleada de exigencia democrática va mucho más allá de los estrechos limites de las democracias liberales bi-partidistas del siglo veinte. La extensión espacial de los “constituyentes “ tiene directa relación con el uso masivo de las nuevas tecnologías de la comunicación.

Ya no se trata de regenerar una democracia parlamentaria corrompida. La voluntad que germina es  la de construir una democracia acorde al nuevo siglo. Esta es la aspiración que subyace en las plazas, desde el 15M; fundar un régimen político recogiendo el sentido de la democracia griega directa ; participativa y deliberativa.

Los viejos partidos y muchos intelectuales dirán que el ágora griega no es posible en nuestros época. Es una locura, afirman, debido al tamaño de las grandes urbes.

Quienes creen en una revolución democrática responden de manera contundente. No solo es posible sino que es indispensable usar las nuevas tecnologías para el ejercicio de la democracia. No hacerlo es un tic del siglo pasado. Sí no se hace es porque hay una élite política que no cree en la democracia.

Todo indica que en esta lucha entre lo nuevo y lo viejo ganan los argumentos de “los constituyentes”. Con Internet podemos deliberar y aportar a las leyes fundamentales a través de las redes. Y esto puede ser aún más sencillo; el móvil, es una herramienta que nos permite votar y participar directamente en cualquiera consulta o referéndum.

Es probable que en un futuro cercano se instale fuertemente en la conciencia popular la exigencia de una revolución democrática.

Por el momento veremos exactamente lo contrario que cuenta “Esperando a Godot ” la famosa obra Samuel Beckett. Los pueblos de España juntan rabia y se cansan de esperar al salvador.

Todo parece indicar que finalmente el pueblo decidirá confiar en sus propias fuerzas. Se cumplirá la profecía de los indios hopi “ nosotros somos aquellos a quienes hemos estado esperando” .

 

 

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Artículos Debates Internacional

¿Gobierno de coalición? No: Revolución democrática y ciudadana.

Por Manolo Monereo Pérez

En un articulo reciente, comentaba las distintas propuestas reclamando un gobierno de coalición o un «gran acuerdo nacional» para «salir de la crisis» y su fundamento de posibilidad: la existencia de «partidos sistémicos»(garantes del sistema) organizados en torno al bipartidismo político, piedra angular del mecanismo de control y de dominio que ejercen los poderes económicos sobre la soberanía popular.

Quisiera partir de varias premisas que aunque sabidas, teorizadas y hasta comúnmente reconocidas no acaban de convertirse en política, es decir, no se traducen en propuesta, estrategia y sobre todo en una práctica sustancialmente distinta. Una es claramente percibida: la sumisión del poder político a los poderes económicos. Estamos ante un «golpe de Estado permanente» ejercido por la oligarquía financiera. Otra importante sería que el entramado institucional y jurídico del país está en la práctica suspendido, la Constitución del 78 es ya meramente semántica y  solo regula aquello que a los poderes de hecho necesita imponer. El pacto social (tan limitado y militarmente condicionado) lo han roto los poderosos para liquidar el Estado social y los derechos fundamentales de las personas. Todo esto es posible porque la clase política esta sometida a el capital financiero y mediático y acepta sin rechistar sus dictados. El bipartidismo es el modo en que se organiza el poder político para que manden aquellos que nunca se presenta a las elecciones. Y en resumen, que este capitalismo es incompatible con los derechos sociales fundamentales de las personas.

Es importante saber que el pasado no volverá y cualquier proceso de democratización social y política exigirá un cambio de Régimen Político. La utopía que va quedando (superada ya la del capitalismo popular «a la española» que comenzó con Franco) es la del carácter temporal de ajuste: hay apretarse el cinturón unos años y después volveremos a los años a la década prodigiosa, se piensa. Eso no va a  ocurrir. Las clases dominantes están aprovechando esta crisis (la «doctrina del shock») para liquidar los derechos y conquistas históricas de los trabajadores después de dos guerras mundiales, crueles dictaduras y luchas sin cuartel contra los «comunes y corrientes» que dejaron enormes sufrimientos humanos: muerte  tortura, humillación, imposibles de enumerar.

Todo aquellas conquistas están siendo sistemáticamente destruidas.  Estamos ante la planificación consciente de una enorme catástrofe social.

Lo que pretenden las clases dominantes es cambiar a fondo el modelo social, mercantilizar el conjunto de las relaciones humanas, desposeer a las personas de sus derechos para «crear» seres sin vínculos sociales, desarraigados y sumisos a los señores del capital  y la guerra . Para ello necesitan incrementar radicalmente la tasa de ganancia en un ajuste permanente sobre le salario directo, el indirecto (prestaciones sociales)y el diferido (pensiones). La lucha de clases es siempre una relación de poder; para su «salida a la crisis» necesitan derrotar a las clases trabajadoras. A ello dedicaron y dedican sus mayores esfuerzos.

No queda demasiado margen para la maniobra y las duda. Frenar la ofensiva de los poderosos y defender los derechos sociales y políticos pasa aquí y ahora por construir un bloque histórico-social capaz de impulsar un proyecto democrático, republicano y federalista. En el centro la necesidad de una constituyente, de un proceso de movilización social y de hegemonía popular, que permita definir colectivamente un nuevo marco político-institucional, nuevas reglas y un nuevo orden económico-social. En definitiva, una asamblea constituyente que elabore una constitución-programa-proyecto, autentica «hoja de ruta»para la transformación de la sociedad, del Estado y de de nuestra inserción en Europa.

Esa Constitución-programa-proyecto sería (auto) instituyente en un doble sentido: constituye una comunidad (ideal) de hombres y mujeres libres e iguales y define un plan colectivo de futuro. La Res pública surgiría así como expresión del poder constituyente de la ciudadanía, esa es la clave. Imprescindible para ello,  son unos ciudadanos y unas ciudadanas movilizadas, conscientes de su fuerza y capaces de autogobernarse.

Los ejes de una propuesta constituyente e instituyente, en el sentido de constructora de poder ciudadano e instrumento de autonomía colectiva, podrían organizarse en torno a principios, normas y valores que garanticen: (a) soberanía popular como fundamento del poder constituyente del pueblo, originario, permanente y no delegable; (b) subordinación de la economía a las necesidades de las personas y a los requerimientos de una relación armoniosa con la naturaleza; (c) democracia económica, social y cultural que asuma el conflicto, estructural y permanente, entre las necesidades básicas de las personas y el modo de producir y vivir del capitalismo; (d) derechos sociales para todas y todos como prestaciones exigibles y garantizados por los poderes públicos; e) equidad entre los géneros (f) la paz como fundamento desde una oposición resuelta a cualquier forma de imperialismo, de militarización de las relaciones internacionales y de presencia de bases extranjeras; (g) federalismo político y reconocimiento del derecho a la libre autodeterminación.

Seguramente propuestas como estas serán tachadas de utópicas cuando no de desestabilizadoras. Sin embargo mi convicción más profunda es que solo el protagonismo popular hará posible que la involución social no se acabe convirtiendo en fascismo en cualquiera de sus acepciones  viejas o nuevas  y lo quimérico sería pensar que nuestros derechos y libertades se pueden defender sin democratizar sustancialmente la economía, la sociedad y el poder político. Una cosa a no olvidar: la partida se gana o se pierde en el imaginario y la consciencia de las clases subalternas y eso esta por decidir.

 

 

 

 

 

 

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