Socialismo21 » 23 febrero, 2013

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Golpes contundentes


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Pedro Montes. Economista. Socialismo 21.

«Ha sido la propia Comisión europea la que ha propinado ese golpe duro  a Rajoy, cuando apenas dos días después de su “triunfante” debate sobre el estado de la nación ha desmantelado las previsiones gubernamentales: en 2013 la recesión será más profunda, el paro seguirá aumentado, será mayor el déficit público y, en general,  más sombrías perspectivas después de más de cinco años ya de crisis».  

Apenas unas horas después de acabar el debate del estado de la nación, del que es justo reconocer que Rajoy escapó vivo, la sombra de Bárcenas ha reaparecido de nuevo,  posiblemente amenazando de muerte política al  Presidente del gobierno y la reata de socios implicados en lo que simplificadamente hemos de entender como la financiación ilegal del PP y los dichosos sobres. Como símbolo del verdadero estado de la nación el caso Bárcenas no tiene parangón.

En ese debate era lógico escuchar con atención el discurso del Coordinador general de IU, Cayo Lara. Sumergido y desacreditado el PSOE, era a Cayo Lara a quien correspondía hacer la verdadera intervención de la oposición de la izquierda. Y cumplió sobradamente con las expectativas, un discurso  coherente -la España oficial y la España real -, de denuncia firme ante la desolación económica y drama social que vive el país, y búsqueda política acertada del cuerpo de Rajoy,  en unos momentos en los que está malherido y anda sin legitimidad alguna. Había que empitonarlo  y dejarlo listo para que la ciudadanía en las calles acabase con él,  y con un gobierno traicionero, cruel, escondido en una mayoría parlamentaria sin legitimidad, sobre todo si se demuestran los fraudes que han podido cometer con la financiación ilegal del partido.

Lara se esmeró en demostrar que cabe otra política para salir de la crisis que no suponga más ajustes y recortes, proseguir con la austeridad y causar tanto daño y sacrificios. Cree encontrar en la reforma fiscal y la persecución coherente del fraude fiscal, muy importante sin duda pero no fácilmente compatible, la fuente de ingresos necesarios para neutralizar la compulsión por reducir el déficit público por la vía de disminuir los gastos públicos, que, por supuesto, también, permiten una redistribución que impida cargar en las partidas de los servicios y prestaciones sociales imprescindibles los recortes que se llevan a cabo. Parecería pues que IU  representa una alternativa  por la izquierda  firme, digna, coherente y sensata. El discurso en la tribuna del parlamento del Coordinador había   sido aprovechado y,  desdibujado el PSOE con el fácil “tú más”, cabe hablar hasta de éxito.

No obstante, hay un punto  débil en la posición de IU que Rajoy aprovecha una y otra vez para mostrarle que la supuesta coherencia falla en el fondo. En tromba saltó Rajoy a la tribuna y le vino a decir esto al dirigente de izquierda unida: usted quiere una política económica más activa y una política social más redistributiva y potente, pero este país está en quiebra y no dispone de los fondos necesarios más que si Europa nos los proporciona, y para ello nos exige  recortes y austeridad. Quien postule otra política no puede reclamarla con autoridad si al mismo tiempo no plantea romper con la zona euro o la Unión Europea.

Sin duda, la reacción de Rajoy es un golpe contundente a la política de IU,  que tendrá que aclarar internamente y dilucidar algo tan sencillo de formular y tan complejo de manejar políticamente: euro si o euro no. Para ello tiene previsto celebrar una conferencia sobre el tema de Europa a lo largo del semestre, imprescindible, pues el destino del país depende de la solución que se dé a la crisis del euro, y arriesgada, por el peligro de que no se adopte la alternativa correcta y se deje nuestro futuro al albur de los mercados y las imposiciones de la llamada “troika”.

La contundencia de los hechos también ha atrapado a Rajoy. Pintó una realidad económica muy sombría para no dejarse aprisionar por los datos negativos que habrá de soportar a lo largo de este año por lo menos, y al mismo tiempo abrió unas rendijas a la esperanza,  ilusas y sin justificación, con la intención de hacernos creer que su política por dura y cruda que sea acabará por promover la recuperación económica y la creación de empleo, según una coletilla que repiten sin pudor y monótonamente todos los portavoces del PP.

Aprovechó Rajoy  la aparente corrección del déficit exterior,  sin mencionar las condiciones dramáticas en que esto se ha logrado, con los 6 millones de parados como botón de muestra. Y pasó por alto que la desaparición del déficit no reduce ni un ápice la enorme deuda exterior acumulada desde la creación del euro. La economía española soporta unos pasivos exteriores,  públicos y privados, que se eleva a 2,3 billones de euros, que son la causa fundamental de la paralización del país y los problemas que atenazan el futuro.

Del mismo modo,  quiso sacar provecho a supuesta mejora del déficit público (ya veremos si  esa mejora es real o inventada),  pero dejo también sin aclarar que un déficit público  en torno al 7% del PIB  representa un desequilibrio muy agudo y sobre todo, de nuevo, que la reducción del déficit no implica mejora alguna en la deuda acumulada por el sector público. Los graves problemas de la deuda exterior y pública siguen pesando sobre la economía de un modo abrumador y por ello no cabe pronosticar mejoras ni salidas próximas de la crisis.

Ha sido la propia Comisión europea la que ha propinado ese golpe duro  a Rajoy, cuando apenas dos días después de su “triunfante” debate sobre el estado de la nación ha desmantelado las previsiones gubernamentales: en 2013 la recesión será más profunda, el paro seguirá aumentado, será mayor el déficit público y, en general,  más sombrías perspectivas después de más de cinco años ya de crisis.

 

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La hora de la verdad

186530_1280989971_5597357_nMiguel Manzanera, profesor de filosofía

Necesitamos avanzar hacia un orden social que fuera capaz de sacarnos del marasmo en el que nos encontramos empantanados.  Las enormes movilizaciones de los ciudadanos en los últimos años han puesto en cuestión el propio sistema político, pero todavía no está claro que se hayan creado las fuerzas necesarias para la transformación social que requiere la actual coyuntura histórica.  La situación no es insurreccional, ni siquiera pre-revolucionaria.

Muchas cosas están cambiando en este país como consecuencia de la crisis económica.  Por ejemplo, la percepción que tienen los españoles de la realidad en la que viven.  Según el barómetro del C.I.S. (Centro de Investigaciones Sociológicas), en diciembre de 2012 más del 90% de los encuestados pensaban que la situación económica de nuestro país es mala o muy mala.  Es obvio que esa opinión subjetiva se corresponde con los datos objetivos de la economía.

Tomemos algunos datos: 1. el paro registrado por el I.N.E. (Instituto Nacional de Estadística) se situaba en 2011 más del doble por encima del paro del año 2007, y ha seguido aumentando hasta alcanzar valores cercanos a los 6 millones según algunas estimaciones.  2. Como consecuencia, el Estado español, que oficialmente había recibido cerca de 5 millones de inmigrantes en la última década –posiblemente la cifra alcance cerca de 7 millones contando con los ilegales-, ha vuelto a tener un saldo migratorio negativo en el último año.  Por poner ejemplo significativo, algunos jóvenes españoles con preparación universitaria están estudiando inglés para ir a trabajar como camareros en Londres y otras capitales europeas.  3. Otro dato preocupante: el diario Expansión alertaba hace unos meses ‘de una fuga de capitales a gran escala en España’. Etc.

Que los políticos de Madrid no han sabido gestionar la crisis es algo evidente también para muchos ciudadanos.   En la misma encuesta del C.I.S., el 76% de los encuestados consideran que la situación política es mala o muy mala.  La mayoría además es pesimista acerca de evolución de los acontecimientos en los próximos años.  Por eso las manifestaciones y protestas de los ciudadanos son masivas en los últimos años, aunque todavía no haya resultados claros traducidos en el necesario cambio político.

Desde la movilización del 15 M, se está creando una cultura democrática renovada que tendrá que cristalizar en nuevas instituciones políticas.  Pues casi el 30% de los ciudadanos estima que la nula capacidad de nuestros políticos se encuentra entre los tres primeros problemas que tiene nuestro país (11,2% el primer problema) –si bien la mayoría, un 77%, considera que el paro es lo más preocupante-.  En consecuencia, los españoles sitúan la lucha contra el paro como el primer objetivo de la sociedad, seguido por la lucha contra la corrupción política como segundo objetivo (46,7%, casi la mitad de la población, entre primero y segundo objetivo).  Lo que significa que los ciudadanos relacionan la crisis de la democracia con la depresión que está llevando a la miseria a tantas familias, y que ese fracaso económico de nuestro país afecta la estabilidad política de la actual forma del Estado.  Hacía mucho tiempo que las instituciones del Estado -la monarquía y su sistema de representación ante la opinión pública-, no estaban tan desacreditadas entre la ciudadanía como hoy lo están.

La corrupción de los políticos y las instituciones salta continuamente en los titulares de los periódicos; es degradante y nos conduce al borde del abismo.  Pero lo más patético de la política actual es comprobar la desorientación del gobierno español.  Su acción a remolque de los hechos, desmiente su capacidad de gestión y sus ideas trasnochadas; los políticos que dirigen el Estado se muestran carentes de cualquier iniciativa para afrontar los problemas de manera constructiva.  Sus dogmas neoliberales carecen de sentido, y han demostrado su incapacidad para proporcionar una economía productiva desarrollada tanto aquí como en los países vecinos: Grecia, Portugal, Italia.  Pero en realidad eso ya se venía venir.  En Europa se está repitiendo un escenario conocido: el hundimiento de la economía latinoamericana en los años 90, por la aplicación de las mismas políticas neoliberales que ahora nos toca padecer.  Frente a las negras perspectivas de futuro, al presidente del gobierno y sus ministros solo se les ocurre ofrecer mentiras descaradas y jaculatorias bienintencionadas: los papeles de Bárcenas son falsos, tenemos derecho a equivocarnos, lo peor de la crisis ya ha pasado, etc.

Necesitamos avanzar hacia un orden social que fuera capaz de sacarnos del marasmo en el que nos encontramos empantanados.  Las enormes movilizaciones de los ciudadanos en los últimos años han puesto en cuestión el propio sistema político, pero todavía no está claro que se hayan creado las fuerzas necesarias para la transformación social que requiere la actual coyuntura histórica.  La situación no es insurreccional, ni siquiera pre-revolucionaria.  Pues más que un proyecto renovador de la sociedad, la protesta se nos muestra como un movimiento reactivo ante el desmoronamiento de las expectativas sociales en España y en Europa.  El hundimiento de la economía capitalista por las políticas neoliberales ha revelado la verdadera naturaleza del sistema: el sistema político de la monarquía parlamentaria no es capaz de representar los intereses a largo plazo y los deseos de justicia de la mayoría social.  Las instituciones democráticas existentes están desacreditadas –el sistema electoral bipartidista, la monarquía, la judicatura-, o vaciadas de contenido por su subordinación a los poderes fácticos de la burguesía –los sindicatos mayoritarios-.

Pero todavía no se ha visualizado la necesidad de un nuevo orden social, seguramente porque aún no se han constituido las fuerzas que lo harían posible.  Las que pueden servir de recambio, andan en estado embrionario y deben desarrollarse a partir de las actuales luchas políticas –la auto-organización de la sociedad civil-.  O bien se encuentran en un estado de precariedad manifiesta: se caracterizan por sufrir altibajos coyunturales y por pertenecer a ámbitos políticos periféricos al poder del Estado –IU, ICV, ERC, CUP, Anova, Bildu, Compromís, a lo que añadiríamos los sindicatos más radicales y el asociacionismo organizado de los movimientos sociales-.

Esa sopa de letras, representativa de la pluralidad de la izquierda, es también indicativa de las enormes divergencias que anidan en ella y las dificultades para crear un bloque social que ofrezca una alternativa a la podredumbre del sistema.  En el proceso de auto-organización de la sociedad civil pasa lo mismo: hemos visto nacer un buen puñado de organizaciones al calor de la protesta social: Democracia Real Ya, Indignados del 15 M, Constituyentes, Socialismo 21, Frente Cívico, Asamblea de Andalucía, etc.

Si bien es fácil constatar que esos movimientos y su actividad política refuerzan las posiciones de izquierda, no debe ser menos evidente que esos progresos no se harán efectivos a menos que exista un plan general para el combate por el futuro: se hace necesario un acuerdo general entre todos los protagonistas del cambio para avanzar hacia un proceso de transformación social efectivo.  Para ello es imprescindible una clarificación de las distintas fuerzas que constituyen el motor del cambio en el Estado español, de modo que los diferentes actores puedan actuar de forma complementaria, en un frente común para avanzar hacia una democratización más radical de la sociedad española.

La propia intelectualidad crítica del Estado español se muestra desorientada y dividida ante cuestiones tan básicas como el papel que deben jugar las instituciones políticas existentes en el diseño de la transformación social.  El primer problema que nos sale al paso es la definición frente a las desacreditadas organizaciones que han servido para integrar a los trabajadores en el orden social Juancarlista desde hace 35 años.  ¿Son recuperables los sindicatos mayoritarios para un orden político más democrático? ¿En qué condiciones sería posible esa recuperación?  ¿Es el PSOE un cadáver político o puede todavía servir para defender los intereses de los trabajadores y las clases populares?  Ese debate está generando un fuerte conflicto dentro de IU en regiones como Extremadura y Andalucía, ante la decisión de tener que apoyar o no, gobiernos del PSOE con minoría mayoritaria en las cámaras regionales.  Creo que también existe larvado en otras comunidades que no han tenido que tomar la decisión.  No parece posible, pero tampoco sería de extrañar, que ante la pudrición política de la derecha, de nuevo algunas gentes de izquierdas sintieran la tentación de arrojarse en los brazos del PSOE.  No sería la primera vez que pasase; más bien ésa ha sido la tónica en el funcionamiento de la democracia juancarlista.  Pero la crisis es tan profunda que ni esa alternativa parece quedarle al sistema.

Si tengo razón en esto, debemos entonces preguntarnos por la posibilidad de plantear la República como alternativa política, por qué medios sería posible instaurarla y qué clase de República queremos.  En eso también andan las opiniones divididas.  En primer lugar, porque es claro que hay fuertes movimientos fascistas en nuestro país y en Europa, lo que exige actuar con extraordinaria prudencia, sabiendo lo que puede llegar a pasar.  Incluso planteando la alternativa al orden político actual, se haría necesario defender la trinchera parlamentaria.  ¿Podría nacer de nuevo una III República a partir de una transformación del actual orden constitucional, tras unas elecciones decisivas como sucedió en 1931?  Sin duda, merecería la pena intentarlo sin ingenuidad, contando con los movimientos de auto-organización de la sociedad civil en el avance hacia una democracia participativa, y solo como primera fase en la lucha por la transformación del Estado.  Las fuerzas políticas democráticas y los movimientos sociales deben establecer un programa de acción que contemple como primer medida la realización de un referéndum sobre la forma del Estado.

Pero aquí aparece una segunda objeción, y es que los proyectos republicanos presentes en nuestra sociedad son variados y diferenciados.  Existe en el Estado español un republicanismo catalanista, euskaldún, galleguista, andalucista,…, al lado del republicanismo centralista.  Existe también una tradición confederal, el iberismo, además de la centralista y del término medio federalista.  Sin duda, el problema de decidir la forma del Estado puede resolverse mediante procedimientos democráticos formales, fundados en la regla de las mayorías y el derecho de autodeterminación de las nacionalidades.  Para tomar esa decisión es necesario llegar a un compromiso leal entre las fuerzas que representan las diferentes posiciones políticas, y estén dispuestas a avanzar en la profundización de la democracia económica, política y social.

Suponiendo, que se abriera esa vía parlamentaria hacia la regeneración del Estado mediante la República, para lo que sería necesario un acuerdo entre las fuerzas parlamentarias y extraparlamentarias que permitiera iniciar el proceso de cambio, queda todavía el obstáculo más importante para la constitución de ese bloque histórico.  Pues en efecto, la regeneración política exigirá de forma paralela la transformación económica, poniéndonos ante la posibilidad de superar el modo de producción capitalista.  Sin embargo, la legítima aspiración a abolir el capitalismo, se enfrenta al bloqueo histórico que ha sufrido el socialismo en las últimas décadas, de modo que las Repúblicas Democráticas que reconocen la perspectiva socialista como horizonte futuro, han adoptado, provisionalmente o no, formas y valores mercantiles en la organización de la producción económica.  Sirva eso de advertencia ante las tentaciones de correr demasiado en el proceso de la transformación.

Desde Marx y Engels sabemos que el elemento determinante en la construcción de la sociedad futura viene dado por la organización de las relaciones internacionales.  La transformación del modo de producción exige una perspectiva mundial sobre el desarrollo de la humanidad; hoy en día que la economía se ha globalizado, eso es más cierto que nunca.  Elementos importantes para la construcción del socialismo en el siglo XXI vienen dados por la construcción del consenso mundial sobre la protección de los derechos humanos y la asunción de la normativa internacional emanada de la ONU.  Y la cuestión política puede plantearse a partir de ahí, como la búsqueda de mecanismos eficientes para dar satisfacción universal de los derechos humanos, para las generaciones presentes tanto como para las futuras.  En este sentido el fracaso del orden mundial capitalista es palmario y por eso es de justicia aspirar a un orden internacional socialista.  Basta observar la incapacidad del sistema mundial para satisfacer los objetivos del milenio propuestos por la ONU, o la insostenibilidad ambiental del derroche capitalista que pone en riesgo la vida de las generaciones futuras.

Por tanto, plantear la construcción del socialismo equivale a presentar un cuadro de las relaciones internacionales, sobre el que se debe intervenir políticamente.  Y aquí las discrepancias entre las fuerzas políticas del movimiento social se muestran más agudas si cabe; las discusiones y divergencias acerca de la posición a tomar en la arena internacional parecen irresolubles.  Empezando por la actitud hacia la Unión Europea -¿debemos no salirnos del euro?-; siguiendo por las posiciones ante la guerra en Oriente Medio promovida por la OTAN –Irak, Afganistán, Siria, Irán, Pakistán, Turquía, etc.-, y ahora también en África –Libia, Chad, Sáhara, etc.-; añadiendo las discrepancias sobre los rumbos que debe tomar el socialismo en el siglo XXI, a partir de los resultados en América Latina; y además la evaluación que merece la hegemonía china, anunciada para las próximas décadas, por ejemplo en sus relaciones con el continente africano, importante suministrador de materias primas; etc.  Son algunos ejemplos de falta de unanimidad entre las vanguardias sociales y los intelectuales críticos, que indican la existencia de proyectos alternativos en los agentes políticos, y tal vez también importantes oscuridades en la comprensión de los fenómenos históricos.

Ese obstáculo solo se podría salvar con acuerdo de mínimos; y para mí el mínimo es un principio recogido en la Constitución de la II República: renunciar al uso de la fuerza militar y la violencia bélica en las relaciones internacionales.  Esto es renunciar al imperialismo; lo que significaría salirnos de la OTAN.  Creo que ese principio echaría atrás a la mayoría de los españoles.  Por varios motivos.  El primero es lo que la renuncia al imperialismo significaría en términos de riqueza material.  Con suerte, eso significaría vivir como los cubanos: el PIB se situaría por debajo de la actual media mundial, y en esas condiciones habría que sostener, si fuera posible, el Índice de Desarrollo Humano ya alcanzado.

La burguesía española no aceptará ese cambio que le despojaría de su poder, y combatirá por evitarla.  Esa oposición no sería muy importante, y el combate político se podría ganar para la República, si el pueblo tuviera claros los objetivos políticos republicanos.  Pero en segundo lugar, pesan importantes motivos culturales: ¿podrá el español medio aceptar ese sacrificio de la tradicional prepotencia imperialista que ha caracterizado el Estado español, desde su fundación por los Reyes Católicos como aspirante al dominio de la Tierra en el nombre del Dios católico?  Desde la amarga experiencia del siglo XX, como colofón de una terrorífica historia de cinco siglos imperiales, no es fácil responder con un sí a esta pregunta.  Esa me parece la causa más profunda de la desorientación de la izquierda española.

Por tanto, la cuestión es que fuera de la República no hay otro camino para avanzar hacia el socialismo para nuestros países ibéricos, y ese camino parece bloqueado hasta hoy.  Es evidente que todavía estamos lejos de que se den las condiciones mínimas que nos hagan emprender esa marcha revolucionaria a los pueblos de nuestra maltratada piel de toro.

 

 

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Los poderes oligárquicos tienen un plan

Carlos_Martinez_presidente_Attac_EspanaCarlos Martinez,Politólogo y activista social. Miembro de Construyendo la Izquierda

Las crisis siempre alumbran cambios. Pero estos pueden ser positivos o negativos.

La derecha y la oligarquía española, tienen su hoja de ruta y su proyecto de estado. Tienen sus cartas en la bocamanga. Algunos se han adelantado y se les ha escapado alguna posible alternativa como le ha ocurrido a Pere Navarro. Uno de los planes pasaría por dimitir a Rajoy cuando este ya no de más de si, quemado por la corrupción y la ineficacia también para con los poderes fácticos. La segunda o primera parte del plan «continuidad» sería hacer abdicar al Borbón heredero en de Franco, en su hijo-por cierto todavía más de derechas, si cabe- junto a su mujer la princesa hiper-operada de estética a nuestra costa -escándalo del que nunca se habla-, en torno a los cuales se está urdiendo toda una campaña propagandística que sustenta esa intención. Al tiempo que tratar de lograr algún cambio cosmético y seguir empujando con la escusa de la competitividad en la destrucción de derechos sociales y laborales. Si Rajoy cae, la solución la pondrán ellos. Por eso hemos de lograr que tengan lugar unas nuevas elecciones generales, previa dimisión del Gobierno. Pero, si no acudimos a ellas con una «SYRIZA» del estado español, el plan de las oligarquías políticas y económicas, puede triunfar.

¿Puede tener problemas la oligarquía financiera que manda y el bipartito que nos gobierna, para imponer su programa? Si y muchos, al menos en el camino. El bipartito está desprestigiado y el nacionalismo catalán de derechas su aliado, también. La falta de credibilidad es tremenda y se agudiza. Además el PP esta muy preocupado digan lo que digan, por el terrible desgaste del PSOE, pues ellos si conservan una suelo conservador y ultra-católico firme aunque en retroceso y tienen ya el recambio de la UPyD. Pero el PSOE esta noqueado e incapaz, sin sustitutos en su dirección. Los posibles relevos en sus cúpulas socioliberales, son tan poco creíbles como su liderazgo actual, pero están mucho menos preparados. El PSOE  a base de cargarse toda disidencia interior ha destilado finalmente una dirigencia de pésima calidad, sumisa y liberal y totalmente desligada de la calle y de sus problemas. Autistas  profesionales de otro mundo ya desaparecido. Pero lo grave es que siguen creyéndose los mejores e imprescindibles ¡Pobre gente! A donde han llegado.

Las movilizaciones ciudadanas son muy positivas y cada vez más numerosas y contundentes, pero hace falta precisamente ahora, algo de análisis y de sosiego para sin abandonar las calles, seguir movilizando en Marzo y proponer una nueva huelga general verdaderamente total y contundente. Estudiar cuales son los próximos pasos a seguir. Dado que el proceso que vivimos tal y como afirman diversos autores como Manuel Monereo entre otros, es un proceso destituyente, la conclusión sería que estamos viviendo tiempos revolucionarios. Pero o lo hacemos bien, con inteligencia y sobre todo siendo muy inclusivos o los que si saben ya lo que quieren,- las oligarquías- vencerán.

Tiempos convulsos y de constante sobresalto, pero en los que necesariamente se ha de forjar una alianza antineoliberal sobre la marcha. No tenemos mucho margen ya. No podemos seguir divagando. El problema que vislumbro, es que todas y todos creemos tener razón y la solución en nuestras manos. Surgen movimientos como churros, plataformas como setas y en casi todas ellas, con pocas diferencias los actores sociales son los mismos. Hay incluso quienes son el perejil de todas las salsas. Pero esto es lógico en estos meses de cambio profundo. Por lo que sabiendo lo que socilógicamente está ocurriendo habrá que pensar que hacemos al objeto de no malograr tanta energía y tanta ilusión. Es decir hay que dotarse de una estrategia política.

Tampoco pensemos que será posible una unidad total. Hay quienes afilan cuchillos para clamar traición. Hay quién habla en nombre de las clases populares o del pueblo, como un cura de los feligreses de su parroquia. Pero eso no obsta para buscar la mayor coalición posible de ideas y de personas. Además no será fácil. Hay factores internos que conocemos como los grupos empresariales, los banqueros, los oligarcas, el bipartito, que se opondrán. También el odio por la política, que las derechas y los oligarcas apoyan y hacen fliuir, pues saben que eso a ellos jamás les afectará. Pero también factores externos como la Unión Europea, Alemania, los EE.UU, Gran Bretaña etc que tratarán de influir, sino de intervenir directamente, asfixiando cualquier iniciativa verdaderamente progresista y constituyente.

Es por ello que insisto con pesadez. Pero junto a los ejemplos latinoamericanos de que y como hacer -todos ellos muy interesantes y útiles-, también hay un ejemplo europeo, el de SYRIZA, que conviene conocer y tal vez seguir. Porqué no hay nada semejante en el estado español, aunque la Alternativa Galega de Esquerda se le aproxime mucho. A ver si desde Galicia se puede hacer algo que influya en Madrid. Porque en la Villa y Corte no paran de inventar. Tal vez sería bueno que los «periféricos» que es la nueva forma de llamar los alternativos a los que somos de provincias, podamos desde nuestras naciones y nacionalidades aportar y bastante, puesto que estamos construyendo y mucho. Por tanto sería bueno también estudiar numerosos experiencias locales que se están dando, muy positivas e inclusivas, de las que se habla poco, por lo que a lo mejor y por ejemplo transcurren en Murcia.

Emplazo, a que pensemos pero con mucha rapidez en la construcción de un programa tan destituyente, como constituyente y tan democrático como social y de reparto. Pensemos que hacemos con Europa y que Europa queremos. Europa es determinante en nuestras vidas seamos o no partidarios de la UE, pero siempre sus víctimas. Por tanto ¿Que vamos a hacer ante las próximas elecciones europeas? ¿Lograran imponer los aparatos su división, basada en encuestas? ¿Podremos impulsar una candidatura popular y antineoliberal, que nos permita ganarlas e incluso ser la fuerza política más votada?

No solo escribo. Muchas personas estamos actuando en esta dirección, pero no somos más que activistas. Por lo menos, podemos sugerir y tenemos la obligación de proponer y advertir. También de exigir, aunque solo sea por sentido de la responsabilidad. Necesitamos que la calle sea nuestra y frenar las estafas, atracos y engaños que estamos sufriendo. Pero también necesitamos un triunfo político. Demostramos que si se puede. 

 

 

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