Socialismo21 » 2 abril, 2013

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El legado de Chávez: reflexión mirando a la izquierda española

MonederoJuan Carlos Monedero

«El populismo es el ejercicio de la política que media entre unas estructuras caducas que no terminan de marcharse y una estructuras prometedoras que no terminan de venir (sobre todo, porque son teoría y aún no práctica). Criticarlas desde lo que existe, como hace con frecuencia la izquierda europea (y, en concreto, la española), es una señal más del agotamiento y la falta de ideas de nuestro continente».

Chávez: un espejo para la decadencia de Europa

Un mes antes de la muerte del Presidente Chávez, la oposición peleaba por ver quién iba a ser el candidato que contendiera contra Nicolás Maduro, el Vicepresidente en quien Chávez había depositado su confianza política. Para esa oposición, Maduro no pasaba de ser un “autobusero”, un despreciable trabajador a quien no iban a permitir acceder al Palacio de Miraflores.

Los millones de venezolanos que asistieron a la capilla ardiente cambiaron las tornas del debate. La discusión pasó a protagonizarla una vergonzante huida: todos, en esa oposición que se las prometía felices con Chávez enfermo, leyeron ese masivo apoyo de un pueblo en la calle a su desaparecido comandante como la garantía de una sonora derrota anunciada. Maduro iba a ganar aún más votos que su mentor.

Sólo “in extremis”, Capriles aceptó volver a presentarse, aunque dejando una puerta abierta para retirarse si las encuestas del último momento confirmaban un nuevo revolcón. Como algunos medios recogieron, Chávez, como un Mío Cid caribeño, ganaba una nueva batalla ahora en ausencia.

Uno de los lemas de la oposición en la campaña de octubre en la que Capriles perdió por 11 puntos (“El autobús del progreso”), dejaba paso a un irónico comentario del pueblo de rojo: “Ellos tendrán el autobús, pero el conductor es nuestro”. Como planteó el profesor Iglesias, si Chávez vivo era peligros, muerto era invencible.

En un mundo saturado audiovisualmente, no es sencillo explicar por qué la figura de Hugo Chávez logró abrirse un hueco y generar tanta discusión fuera de Venezuela. Es indudable que el país caribeño, antes conocido solamente por las “misses”, las telenovelas y el “está-barato-dame-dos” de los funcionarios de la petrolera que viajaban por el mundo con aires de nuevo rico, pasó a ser conocido por otro tipo de asuntos sobre los que, sólo con esfuerzo, la izquierda podía abstenerse.

Mientras Europa abrazaba con vergüenza la Tercera Vía, Venezuela se atrevía a resucitar el socialismo; mientras Europa se sometía sumisamente al doble mandato de Alemania y de los EEUU, Venezuela elevaba el tono del discurso antiimperialista y le decía al Bush de la guerra de Irak que iba dejando un pestilente olor a azufre allí donde se paraba; mientras Europa veía declinar su papel en el mundo, una América Latina cada vez más integrada dejaba de ser ese patio trasero que la condenó a la soledad durante doscientos años; mientras Europa veía languidecer su democracia, y sus políticos se convertían en un problema para la población, Venezuela confiaba en su pueblo para hacer una nueva Constitución, crear estructuras participativas e, incluso, inventar una nueva forma de Estado (el Estado comunal) para ir superando los cuellos de botella de las caducas formas políticas estatales liberales.

Mientras Europa se resignaba a votar entre dos opciones políticas cuasi idénticas, cada elección en Venezuela tenía la confrontación que expresa la pugna entre modelos realmente diferentes. Mientras Europa caía bajo el abrazo neoliberal como si de unfaktum divino se tratara, Venezuela convencía a América Latina en el Mar del Plata para acabar con el tratado de libre comercio (ALCA) y comenzar una reinvención postneoliberal y nacional-popular de sus países. Chávez, además, predicaba con el ejemplo. La Europa que hoy clama a Alemania por su favor está bien lejos de la Venezuela que no dudó en ayudar a los países latinoamericanos con problemas (Argentina, Bolivia, Ecuador, Cuba, Nicaragua, el Caribe de habla inglesa). América Latina, hoy, crece. Europa se hunde. Merkel no es Chávez.

Noticia de unos medios todavía libres de toda sospecha

Sólo con la desaparición física de Chávez, parecen haberse volado algunos velos acerca de su persona y de los logros alcanzados durante la última década. La Puerta del Sol de Madrid llena de gente dándole su adiós es una imagen difícil de pensar hace tan sólo 5 años. Igualmente es difícil encontrar una figura pública más insultada, tergiversada y estigmatizada en la historia reciente. Si hubiera que escoger un asunto en el cual los medios de comunicación demostraron por excelencia su condición mercenaria, Chávez sería el ejemplo perfecto. Así fue cuando los medios celebraron el golpe que le dio la patronal en 2002 (y que impidió su pueblo saliendo a la calle a rescatarlo). También cuando se descontextualizaban sus intervenciones para hacerle parecer un excéntrico, o cuando se ninguneaban sus éxitos sociales o políticos (como lograr reunir a todos los Presidentes y Jefes de Estado latinoamericanos en la CELAC o reducir a la mitad la pobreza o alfabetizar a su pueblo).

No menos relevante cuando se presentó la impertinencia de un rey en plena digestión postalmuerzo (tuteando al Presidente de otro país a la borbónica manera y mandándole callar con maneras propias de su formación en el entorno directo del dictador Franco) como una hazaña bélica heroica. Sin olvidar el diario que escribió el más exitoso manual de estilo de los periodistas llevando a portada un falso Chávez entubado, o la decena de veces que el diario monárquico por excelencia mató a Chávez, lo enterró en La Habana o anunció la guerra civil que estaba al caer cada semana y a la que todavía, en esos salones, se la espera cierto es que sin mucha prisa.

La lectura socialdemócrata de Chávez

La Venezuela bolivariano no interesó inicialmente a la izquierda española. Principalmente porque no la entendió. El alzamiento de Chávez en 1992 contra Carlos Andrés Pérez fue interpretado en España desde el prisma de un PSOE que había recibido ayuda del corrupto Presidente venezolano (terminaría huido tras ser juzgado en el gobierno de Caldera). Felipe González, que ya estaba preparando su futuro como agente económico de las grandes fortunas latinoamericanas, presentó a Chávez como un “carapintada” y a CAP como una víctima del tradicional golpismo militar latinoamericano.

Aunque -esta era la verdad- su amigo de la Internacional Socialista mandara al ejército disparar contra el pueblo que bajó de los cerros en 1989 en protesta por un ajuste del FMI parecido a los que ahora sufrimos en el Sur de Europa. Además, la mirada española sobre América Latina, incluida la de la izquierda, siempre ha tenido ese sesgo eurocéntrico de quien se ha creído país central y piensa que los países del sur no pasan de repúblicas bananeras. Las que nos recibieron con los brazos abiertos cuando la democracia perdió la guerra civil en 1939. Una forma poco sutil de intentar ocultar nuestra condición, en verdad, de reino bananero.

Chávez comienza cuando la historia se termina

Chávez gana las elecciones de 1998. Las ganas de cambio eran grandes, pero la desconfianza también. Chávez sacó un enorme margen al candidato de la derecha pero la abstención superó el 50%. Al salir de la cárcel por el levantamiento de 1992 –cumplió dos años de prisión que, unido a un famoso “por ahora”,  lo convirtieron en el referente del cambio- convenció a la izquierda venezolana de que la salida era electoral (había una fuerte inclinación todavía hacia la lucha armada).

La transición paradigmática propia de la época también afectó a la Venezuela que encuentra Chávez. Es el momento de la desaparición de la URSS, del fracaso de la lucha armada en casi todo el mundo, de la hegemonía neoliberal, del fin de la historia, de la entrega de la socialdemocracia a los brazos del neoliberalismo bajo la fórmula de la tercera vía, de la crisis del mundo del trabajo y de la constatación de la crisis ecológica.

Sin modelo a imitar y sin hoja de ruta clara, Chávez, a diferencia de Lenin, no va conducir su proceso de cambio sobre los hombres de un teórico. Bolívar -un libertador-, Zamora -un campesino a caballo- y Simón Rodríguez -un pensador comprometido con la transformación social- son las referencias intelectuales de un proceso que, desde el primer momento, va a ir perfilándose más por sus enemigos que por sus teóricos.

El chavismo: un pensamiento nacido de la práctica

Lo que se define como “chavismo” tiene como fondo la identidad nacional-popular leída en Bolívar, el compromiso con los de abajo que define Ezequiel Zamora, el experimentalismo de Rodríguez (“Inventamos o erramos”) y el internacionalismo de Miranda, todo bajo el aire de familia de la emancipación propia de la izquierda clásica. Pero estas lecturas siempre fueron confrontadas con hechos concretos que fueron marcando el pensamiento de Chávez. Del levantamiento de 1992 (y de su fracaso), Chávez sacaría la necesidad de una nueva forma de partido diferente a los que combatía (AD y COPEI).

Igualmente viene de ahí la necesidad de cambiar las estructuras políticas, convocando para ello a un nuevo constitucionalismo (superador del constitucionalismo neoliberal de las últimas décadas). De la confrontación electoral de 1998 vendría la necesidad de nuevas leyes que cambiaran la composición económica de clase del país. El golpe de Estado de 2002 terminó de alentar acerca del imperialismo y de la necesidad de armar alianzas que impidieran agresiones auspiciadas por los EEUU (y en aquél caso, por la España de Aznar).

La constatación de que con el aparato del Estado heredado era imposible pagar la deuda social trajo consigo la creación de las misiones, unas políticas públicas participadas popularmente. Un proceso de cambio radical que se postula pacífico (aunque armado, como exigencia debida al comportamiento secular de EEUU en la región) necesita un pueblo con consciencia. De ahí viene el enorme gasto social en educación, en la construcción de escuelas y universidades, en libros y en informática.

En 2005, Chávez entendió que el dibujo de todos los problemas anteriores se llamaba capitalismo. Y ahí perfiló su propuesta, que no fue el “chavismo” sino el “socialismo”, trascendiendo a su persona y evitando, en un gesto de enorme generosidad, que, como ocurriera con el peronismo, hubiera seguidores de todos los colores: aunque hubieran podido existir chavistas de derechas, no puede haber socialistas de derechas. Esta condición vivencial del “chavismo”, es decir, el no depender de ninguna teoría o de la interpretación de la misma, es también un elemento que refuerza el mantenimiento del proceso aún en ausencia del líder.

Chávez: mito, realidad e identidad de Nuestramérica

Es evidente que Chávez siempre ha sido mito. En un país roto por las medidas de ajuste (multipliquen los tres años de crisis que lleva España y Portugal por seis y sabrán el estado de Venezuela cuando Chávez llegó al poder), el pueblo sólo estaba dispuesto a creer en alguien que pudiera prometer y, por alguna cualidad extraordinaria (por ejemplo, haber participado en un levantamiento y haber asumido toda la responsabilidad), cumplir.

Si la España actual presenta a los políticos como el principal problema del país, ¿no es entonces normal que los líderes alternativos salgan de la necesidad de superar esa política? Eso explica la mala prensa de Chávez ante los políticos tradicionales (Chávez representa la promesa de que tendrán pronto que buscar trabajo), pero no explica por qué el pueblo cansado de las mentiras ha comprado las que hacen referencia a Chávez.

La racionalidad, tan europea, es una reflexión sobre la muerte, sobre la tragedia de nuestra finitud, sobre el devenir del ser hacia la desaparición. La racionalidad no suele convocar políticamente (recordemos el fracaso del patriotismo constitucional que quiso popularizar Habermas) porque morir por adelantado no convoca. El mito, por el contrario, invita a superar la muerte, incorpora los superpoderes de la trascendencia, niega el final de la vida y abre todos los horizontes.

El mito es el combustible por excelencia de la esperanza, especialmente para los que habían perdido toda esperanza. Europa sigue sin entender a la América mestiza, golpeada por el saqueo de dos continentes -el indio y el negro-, construida sobre la cercanía del hermano y el amigo y no sobre la condición abstracta e impersonal del funcionario. Una América barroca y mágica, turbulenta, apasionada, excesiva, traviesa y sensual, que vive al día –sin futuro- porque se le despojó de la posibilidad de la previsión social. Europa no entiende la otredad del continente y, por eso, siempre lo ha despreciado con la autosuficiencia del que siempre ha puesto nombres y no se ha dado cuenta de que también ha sido nombrado (ahí están, en nuestro país, los “hispanistas”, junto a los problemas de España para encontrar su propio nombre).

Chávez, poeta popular (de joven ejerció de rapsoda en los llanos, una suerte de versolari en el campo venezolano), puso nombre a muchas cosas. Por ejemplo, cambió el nombre a Venezuela y pasó a denominarla República Bolivariana de Venezuela (Nada muy distinto hizo la república española cambiando la condición de reino del país en 1931). Nominó el ALBA, la CELAC, la UNASUR.

También a Mr. Danger o al azufre de la tribuna de Naciones Unidas. Construyó igualmente una identidad incluyente para un pueblo que había renunciado a la identidad del país para abrazar una identidad local propia de las nuevas comunidades (producto del desarrollismo petrolero de los sesenta). Los barrios pobres que rodean Caracas armaron una práctica política y social parecida a la de los movimientos chabolistas de España en las postrimerías del franquismo.

La diferencia está en que en la transición española, esos movimientos fueron incorporados a los ayuntamientos democráticos, olvidando su lógica comunitaria y su identidad barrial, asumiendo finalmente la lógica vertical y autoritaria del Estado posfranquista. En la Venezuela de Chávez, esos barrios no perderían su identidad local, sino que influyeron en la propuesta de Estado comunal que está definiéndose  en el país.

Así, la participación propia de los barrios se configuró en la reconstrucción de la política chavista frente a la representación propia de la política institucional. La formación popular –el saber nacido de la vida comunitaria- se confrontó con la universidad elitista que, de tanto creerse “superiores”, se alejaron del pueblo y vivieron, como los falsos sabios de Swift, en las nubes.

La propiedad social se defendió frente a la propiedad privada e, incluso, frente a la propiedad estatal. Por último, el control social, en forma de “contraloría social”, se haría valer frente a las formas tradicionales de delegación política. En definitiva, fueron las organizaciones comunitarias las que emplazaron al Estado para que la identidad de la nueva Venezuela coincidiera con la identidad de los barrios: la lucha por la desigualdad, la apelación a la patria grande de Bolívar y el socialismo, cementos de ese encuentro que crece de abajo a arriba. ¿Puede entender la izquierda española que lo que desprecia como “populismo” es, en verdad, la posibilidad de reinventar la política entre un momento destituyente que no termina de triunfar y un momento constituyente que no termina de llegar?

El legado de Chávez y los retos de Nicolás Maduro: la reinvención de la izquierda en América latina

¿Qué pasó para que la democratización iniciada en Venezuela y propagada por el resto de América Latina no fracasara? ¿Qué elementos actuaron para que la suerte del continente y de los líderes alternativos no se repitiera? ¿Por qué en esta ocasión ganaron los indios?

Es indudable que el azar tiene su parte en esta historia. Porque es una historia impulsada por una persona capaz de poner detrás de él a todo un pueblo. Si algo le hubiera ocurrido a Chávez en algún momento de estos 14 años, la historia se habría escrito de otra manera. Mientras España sigue anhelando convertir en política el extraordinario impulso del 15M, Venezuela se rearmó políticamente con un referente claro.

En el proceso venezolano se dieron los tres elementos lógicos que señala Maquiavelo para el cambio social: condiciones objetivas, liderazgo y consciencia popular de la necesidad del cambio. Las condiciones objetivas estaban maduras hacía tiempo. La consciencia popular era un malestar prepolítico. El líder Chávez referenció al país y terminó de politizar al pueblo para que adquiriera la conciencia necesaria.

Pero al lado de lo azaroso y de la figura del líder, hay otros elementos ausentes en otros momentos de la historia y que marcan la pauta. En primer lugar, el cambio político se ha hecho con redistribución de la renta, lo que ha ampliado considerablemente la base social. En segundo lugar, la transformación, lejos de prescindir de la democracia, la ampliaba, tanto en términos electorales (terminaba con el fraude, una constante hoy en México o Colombia, pero también en la España que incumple los programas electorales), como en participación popular horizontal. En tercer lugar, los cambios venían acompañados por cambios similares en otros países del entorno.

Hasta la fecha, la connivencia sólo se había dado entre fuerzas de la derecha o dictatoriales (recuérdese el Plan Cóndor). En cuarto lugar, el cambio de régimen se ha hecho sin la existencia simbólica de un enemigo que radicalice a las clases medias, como hizo el comunismo y la URSS en los años treinta. Por último, el cambio ha venido acompañado de la entrega de una nueva identidad que, al tiempo que ha sumado las existentes con arraigo popular, ha engarzado a los nuevos sujetos en una aventura política de mayor calado que, de momento, ha contaminado a todo el continente latinoamericano.

Conclusión: Chávez como poder constituyente

La mirada displicente de la izquierda española a Chávez se ha armado desde la ignorancia. El “Chávez no me gusta” ha sido construido con frivolidad, como si los medios tradicionales merecieran esa influencia. La izquierda española no ha podido debatir el proceso venezolano, llena de prejuicios históricos trasladados y demasiado rehén de la arrogancia eurocéntrica propia del pensamiento colonial que cree que lo que vale para su entorno es directamente exportable y universalizable.

Esto no significa, en modo alguno, que Venezuela deba ser un modelo para la Europa en crisis. Sería repetir, ahora en la dirección contraria, el error que cometió la izquierda latinoamericana en el siglo XX. Copiar las respuestas es, cuando menos, perezoso.

Pero ignorar las preguntas es aún más descabellado. Venezuela ha salido del neoliberalismo, ha inaugurado un nuevo constitucionalismo, ha sacado a la mitad del país de la pobreza, ha logrado la menor desigualdad del continente, ha construido en el último año 200.000 viviendas, ha incorporado al derecho de pensión a dos millones de ancianos, ha llevado médicos a donde nunca estuvieron, ha colocado al país en la franja de alto nivel del Índice de desarrollo humano del PNUD, es el quinto país del mundo en estudiantes universitarios, ha incorporado a las mujeres a la vida social y política (y ha dejado de promover que sean simplemente misses), ha impulsado una integración regional basada en la complementariedad y no en la competencia, ha ayudado a los países del entorno a superar problemas económicos puntuales (lo que hoy, como decíamos, le pide Europa a Merkel)… Chávez ha sido un Presidente con una espectacular capacidad para desarrollar el pensamiento crítico y la práctica alternativa, para superar el abandono histórico de las diferentes culturas latinoamericanas, para avanzar hacia la superación del colonialismo, para alejar el peligro de la guerra y para ayudar en la lucha contra el cambio climático (es un país exportador de petróleo que, a diferencia de EEUU, ha firmado y cumple con los Protocolos internacionales).

El populismo es el ejercicio de la política que media entre unas estructuras caducas que no terminan de marcharse y una estructuras prometedoras que no terminan de venir (sobre todo, porque son teoría y aún no práctica). Criticarlas desde lo que existe, como hace con frecuencia la izquierda europea (y, en concreto, la española), es una señal más del agotamiento y la falta de ideas de nuestro continente.

No hay mayor hipocresía que la acusación a Chávez de haber polarizado el país –de haber politizado a los pobres- ignorando que también estaba polarizado cuando casi siete de cada diez carecían de futuro. Hipócritas que sólo ven la lucha de clases cuando es el pueblo el que muestra su fuerza.

El equilibrio entre el “hiperliderazgo” –necesario para reinventar al pueblo fragmentado y salir del modelo neoliberal- y la devolución del poder al pueblo consciente y organizado era la tarea central de Chávez. A veces caía del lado del poder personal (y así se lo criticamos desde el Centro Internacional Miranda). Pero, por lo general, la apuesta que se consolidaba era del pueblo. Si otras revoluciones fracasaron por acallar las críticas, la revolución bolivariana apostó por la crítica y la autocrítica. Por eso es una revolución alegre.

Chávez impulsó a su país a las puertas de algo nuevo. No le dio tiempo. Ahora es el momento de Nicolás Maduro y de todo un pueblo al cual le dijo su Presidente antes de despedirse: “Ya todos son Chávez”. Durante un cuarto de siglo, dijimos, desde la derrota, que la última utopía la había construido Thatcher haciendo posible lo imposible. Hoy España vive la utopía neoliberal de la contrarrevolución. Chávez, por su parte, ha roto todos los conjuros que condenaban a América Latina y ha construido otra utopía: salir del neoliberalismo en nombre de un socialismo diferente. Va siendo hora de que la izquierda española mire con humildad lo que ha construido la Venezuela bolivariana.

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Construir la alternativa

am1Agustín Moreno

«Para que esta alternativa política ciudadana cristalice, tienen que participar los ciudadanos comunes. Pero el mayor riesgo no es la radicalidad del proyecto sino los sectarismos y contra ellos hay que  vacunarse».

“La democracia, toda democracia es un proceso
en construcción” (
Paco Fernández Buey)

                                                                  Realmente vivimos tiempos sombríos, que diría Brecht. Aquellos que todavía ríen ignoran el posible despido que les puede afectar, los recortes que sufrirán, las nuevas subidas de impuestos, el deterioro de los servicios públicos, los años que tendrán que seguir trabajando más allá de lo razonable y la merma futura de su pensión. Ya no hay muchos jóvenes que rían porque sufren el brutal paro, conocen la inseguridad laboral y quizá estén haciendo las maletas. Los griegos han sido empobrecidos un 40%; en España vamos, de momento, por el 22% y el paro es mayor, la desprotección aumenta y se convierte en humillante en muchos casos.

El problema de España es sobre todo político. Las crisis económicas y financieras se repiten periódicamente, pero son la consecuencia de las equivocadas políticas que se han aplicado durante mucho tiempo: modelo especulativo, dependencia tecnológica, subvenciones a los empresarios, mercado de trabajo degradado y con bajos salarios, excesivo gasto militar… Y la rampante corrupción: se repartieron comisiones delincuentes metidos a concejales y políticos, se financiaron los grandes partidos, se enriquecieron los sinvergüenzas. Acabó la fiesta del ladrillo, nadie pagó la cuenta y ahora nos la pasan a todos nosotros.

La crisis tiene un carácter político que presenta rasgos más importantes incluso que la crisis económica. Desafección política y electoral, desconfianza hacia partidos, instituciones y casta política. Deslegitimación que se resume en  el “No nos representan” como metáfora del alejamiento de los ciudadanos de lo que consideran  un simulacro de democracia.

Cuánto vamos a aguantar, se preguntan muchos, conscientes de que la política de ajuste nos lleva al abismo, a levantarnos cada día con un nuevo recorte de derechos. En Grecia resisten, y algún día de huelga y de protestas ardieron bancos y edificios en Atenas. En algunos barrios sublevados contra la injusticia como la Exarchia los vecinos y los jóvenes anarquistas se autoorganizan en la solidaridad y en la lucha: no entra allí la policía. Aquí se han quemado cuatro papeleras con un alto coste de detenciones y el Ministerio de Gobernación, dirigido por un tipo del Opus Dei, quiere criminalizar a la PAH por los escraches, porque consideran que no entra en el sueldo de los políticos que actúan contra el pueblo que les llamen sinvergüenzas y ladrones. La vía para cambiar las cosas no es la violencia. La violencia suele ser el recurso que ejerce el poder para mantener inmutable la injusticia y en ese terreno llevamos las de perder.

Si tras la Transición había quien hablaba del desencanto por la quiebra de expectativas, hoy podríamos hablar del tiempo de la desesperanza.  O de la simple espera a que llegue algún día el final de esta pesadilla. Y esto es lo peor. El desánimo y la pasividad son los aliados cruciales para que el poder imponga sus políticas. Aquí nada va a cambiar a mejor por sí solo. Cuando una parte importante de la sociedad no es capaz de armarse de esperanza y juntar un volumen importante de optimismo y de energía transformadora, el horizonte se nos cierra más a todos y la vida se vuelve más angustiosa.

Ha empezado a haber un importante proceso de movilización. Pero la pregunta que se hace todo el mundo es si va a servir para algo. O si al final, a pesar de tanta calle y huelgas, acaba ganando de nuevo las elecciones la derecha, un gobierno que se protege de los ciudadanos, o los que también harían políticas económicas liberales. Por todo lo anterior, los ciudadanos tenemos la responsabilidad de cambiar las cosas. De lo contario, la movilización sin expectativas de cambio se convierte en una rutina de manifestaciones. Y acabarían teniendo razón los que dicen que cada pueblo tiene el gobierno que se merece, por odioso que nos pueda parecer. Y, en este caso, estaremos más cerca de ser súbditos políticos y esclavos del mercado, que ciudadanos libres.

Como parece que Rajoy no va a dimitir voluntariamente, ni se vislumbra siquiera una moción de censura, hay que mantener la movilización sostenida y toda la desobediencia civil susceptible de generalizarse. También hay que crear y desarrollar espacios de autonomía ciudadana y formular propuestas alternativas para influir en las instituciones y fuerzas políticas. Pero no hay por qué renunciar al espacio político-electoral, el reto es recuperarlo para la ciudadanía. Y para ello es fundamental trabajar de cara a las primeras elecciones políticas que se celebren. No importa de qué sean las elecciones. Hay que convertirlas en un profundo rechazo de la política de saqueo de derechos que se está practicando.

Y en algo más importante si fuéramos capaces: un profundo cambio político que conllevaría un proceso constituyente hacia una democracia real. “La cuestión clave estriba en cómo conseguir que las reivindicaciones aisladas o sobre temas concretos (…) confluyan en un proceso constituyente protagonizado por las mayorías sociales, por las clases populares, por lo que se ha dado en llamar el 99%”, como dice Gerardo Pisarello en un interesante artículo sobre el tema.

Si estamos a un año de las elecciones europeas, no hay tiempo que perder. Hay que seguir en la calle deslegitimando un poder ilegítimo que actúa al servicio de los mercados, que arruina al país, que incumple por completo su programa electoral. La lucha es importante, pero hace falta una alternativa que sea palanca de cambio. Josep Fontana lo expone muy crudamenteQue salgan en manifestación los jóvenes no importa a nadie. Mientras vayan a la Puerta del Sol o la plaza de Catalunya y sus padres voten al PP o a CiU, no hay nada que hacer.

En este país ha habido ejemplos históricos que conviene tener presente. Siempre que se ha producido un cambio político en profundidad: la “Gloriosa” de 1868 (que acabó con el trono de Isabel II), las elecciones municipales de 1931 (que permitieron la proclamación de la II República), hubo previamente un acuerdo amplio y muy plural de las fuerzas políticas de la oposición. El Pacto de Ostende o el Pacto de San Sebastián permitieron que el pueblo español visualizara la alternativa de cambio y se volcara en los levantamientos populares que apoyaron a Prim y  a Serrano, o fueran a votar masivamente por las candidaturas republicanas en una elección de concejales.

Hay que ponerse manos a la obra, a allanar el camino para dar con una alternativa política esperanzadora y viable. Y en este proceso deben de participar todos y todas las personas, movimientos ciudadanos, miembros de organizaciones y sindicatos, partidos políticos que sientan la urgencia de cambiar la situación política, económica y social en España. Hay que arremangarse para la tarea, teniendo en cuenta que, como decía Paco Fernández Buey, la política sin ética es politiqueo y la ética sin política puede ser narcisismo.

No nos sirve el PSOE, si no cambia de programa de forma radical, ya que practica una política que les hace ser parte del problema y no una solución. Lo que podríamos llamar el “socialismo de derechas” que implantó González y que consiste en  una impostura de izquierda para hacer políticas económicas neoliberales que apenas se diferencian de la derecha; no olvidemos el cambio constitucional del artículo  135 para que el pago de la deuda sea la gran prioridad, es decir, la rendición del Estado Social a la deudocracia. Por otro lado, practica la “política de la fruta madura”, esperando que el desgaste del PP por la crisis le permita recuperar el poder y seguir jugando al eterno juego del bipartidismo cómplice. Es decir, esperando no ganar las elecciones, sino que las pierda el gobierno; y para ello no necesitan renovación ni cambio programático de fondo.

No es suficiente el avance que pueda experimentar IU. Las encuestas le pronostican hasta un 15% y es importante y merecido, pero hace falta más presencia política y electoral para cambiar las cosas de raíz. Y se necesita generosidad política para entender que los intereses generales deben de estar por encima de los de la formación, después de tantos años de travesía del desierto.

Habría que crear algo así como “el partido de los honrados”, “el frente por la decencia”, donde se sientan representados esa amplísima mayoría que padece las políticas actuales y que necesita un referente político electoral. Que necesita recuperar la ilusión de que es posible acabar con la falsa política de apaciguamiento de los mercados que conduce al recorte si fin.Para que no se quede la indignación en casa y llegue a las urnas, porque la abstención es un regalo para el poder que seguiría gobernando tan deslegitimado como ahora. Para salir de la actitud de espera, para romper el miedo.

Para ello, haría falta avanzar en una serie de líneas de acuerdo: un programa de mínimos que cuestione la política de ajuste, se plantee la recuperación de derechos expoliados y los objetivos del empleo, la protección social y los servicios públicos; una orientación hacia un proceso constituyente que cambie las bases del modelo político, que resignifique el concepto de democracia y cambie la ley electoral; una elección de candidatos con criterios muy participativos, representativos y plurales (mujeres, jóvenes, afectados, personas con la formación necesaria…); un código ético muy riguroso en el ejercicio de los cargos públicos, la limitación de mandatos y la revocación; así como todas aquellas propuestas de interés que se consensuen. En resumen, un programa alternativo y una bandera ética.

Cómo se llame el movimiento de alternativa (unidad popular, bloque progresista, frente amplio, océano de mareas…) no es lo más importante, aunque debería no tener connotaciones excluyentes ni que produzcan rechazo y que sirva para sumar y construir. Que dispute el poder institucional y combine ésta presencia con la organización en las bases y la movilización social.

Para que esta alternativa política ciudadana cristalice, tienen que participar los ciudadanos comunes. Pero el mayor riesgo no es la radicalidad del proyecto sino los sectarismos y contra ellos hay que  vacunarse. Como decía Paulo Freire, “la radicalidad es tolerante, mientras que el sectarismo es ciego y antidemocrático, aferrado a sus certezas. El radical está al servicio de la verdad, mientras que el sectario está al servicio de su verdad, que además pretende imponer”.  De ahí que el sin duda difícil debate sobre proyecto y propuestas no debe de estar reñida con un funcionamiento amable que permita confluir a muchos y desmontar de forma paciente los sectarismos  bloqueadores.

Si falta la inteligencia necesaria para construir la alternativa, el futuro nos deparará más desigualdad, menos derechos y más represión para imponerlo. Estamos ante la ocasión histórica de acabar con el bipartidismo de esta segunda restauración borbónica, de cambiar de base esta sociedad y abrir un nuevo proceso constituyente. No va a ser fácil, seguro. Pero el 23-F demostró con un gran éxito en la movilización que es posible la unidad de muchas mareas o movimientos sociales, ciudadanos y políticos. Quiero mantener la esperanza de que seamos capaces, pero no tengo la certeza. Si lo conseguimos y luchamos tendremos esperanza, por ello estamos obligados a intentarlo.

(*) Agustín Moreno es profesor de Enseñanza Secundaria en Vallecas (Madrid) y miembro de la Marea Verde.
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El ejemplo gallego

Carlos_Martinez_presidente_Attac_EspanaCarlos Martínez

El ejemplo gallego o Alternativa Galega de Esquerda AGE ¡¡ Vamos a seguirlo!!

Constantemente se nos llena la boca diciendo que cada caso, es diferente y cada territorio algo así como Marte. El pueblo de al lado, es lo menos parecido al nuestro e incluso nuestros cuñados, un mundo aparte. Todo menos aprender de los éxitos del vecino. Mientras las empresas intercambian experiencias y se copian, las personas buscamos nuestro ego y sobre todo inventamos diferencias para encontrar razonamientos divergentes. Si esto se traslada a la acción política, como dice el refrán “apaga y vámonos”.

Conozco a personas que por ejemplo les buscas quien les explique que es SYRIZA-EKM o AGE y con tal de demostrar su razón, te dicen que no, que el griego miembro de SIRYZA que nos lo ha expuesto, no se entera. Que SYRIZA es lo que alguien desde un pueblo de la Andalucía profunda,- por ejemplo- (yo soy andaluz y doy ese ejemplo, por no molestar), dice lo que realmente es y que los de Syriza, no tienen ni idea, aunque sean de El Pyreo. Si no fuera disolvente, arrogante y preocupante, sería cómico.

El 2 de Marzo un grupo de personas inquietas y organizadas, procedentes de las izquierdas plurales y de forma especial de la tradición socialista de clase y antineoliberal, potenciamos un encentro de las izquierdas europeas. Vino Oskar Lafontaine de la Linke y Dimitris Touskalas de SYRIZA y ex PASOK, pero también Yolanda Diaz de AGE, puesto que en el estado español, hay un ejemplo a seguir y un personaje clave como es Xosé Manuel Beiras, con mucho que aportar y que al igual que Lafontaine ha entrado ya en la categoría de maestro político.

El fenómeno gallego de AGE, que incluye  ANOVA, Izquierda Unida, Ecosocialistas Gallegos y Equo, pero también el apoyo de destacados socialistas de dichas tierras, es singular, exitoso y no exento de dificultades, como ninguna obra humana, pero digno de imitar y sobre todo estudiar su trayectoria, no solo parlamentaria, sino social que es lo importante. Como muestra reproduzco una parte de un artículo de Crónica Popular un digital que nos apoyó a organizar el evento CONSTRUYENDO LA IZQUIERDA: LA ALTERNATIVA SOCIALISTA.

 Dijo Yolanda de AGE “Yolanda Díaz: las diferencias nos enriquecen. Meses atrás, cuando se constituyó AGE, un diario dijo de ella que “había mamado  izquierda y sindicalismo desde la cuna”. Hija menor del comunista  Xuso Díaz, sindicalista de ASTANO y ex secretario general de CC.OO. de Galicia, la abogada Yolanda Díaz, es viceportavoz en el Parlamento gallego de la coalición formada,  como dijo en su momento, para descabalgar de la Xunta a “a la troika de Feijóo que nos está expropiando el país”, una alianza integrada por Esquerda Unida (EU-IU) y ANOVA (Irmandade Nacionalista, Espazo Ecosocialista Galego y Equo-Galicia).Nada más tomar la palabra, envió a los asistentes al acto un saludo del veterano Xosé Manuel Beiras, del que valoró muy positivamente que, como nacionalista, hubiera instado al BNG a priorizar “lo social” frente a las reivindicaciones nacionalistas e  hizo un resumen de la experiencia de “la Syriza gallega” como instrumento aglutinador de la izquierda, afirmando que “más allá de las diferencias partidarias, debemos sumarnos a un proyecto común desde la convicción de que estamos asistiendo a la más grave grieta del sistema”, y subrayó que “las diferencias nos enriquecen” y que “el enemigo no está entre las distintas familias de la izquierda, el enemigo está fuera de nosotros y contra él debemos luchar colectivamente”.

 

Y añadió: ”Tenemos que encontrar un acuerdo de mínimos, en el que todos nos sintamos cómodos. Tenemos que organizar a los ciudadanos y recuperar, democráticamente, derechos que son nuestros. Si no lo hacemos, advirtió, la abstención va a seguir creciendo”.Dimitrys Touskalas: lo que dijo Yolanda podría ser un discurso griego. Dimtrys, salió del Pasok en 2009, poco antes de que el entonces primer ministro de Grecia, el socialista Yorgos Papandreu, firmase con “la troika” el memorándum por el que se impuso al pueblo griego los drásticos recortes que, desde entonces, está padeciendo. Rechazó ser cómplice del gobierno formado por el partido al que había entregado muchos años. De este modo, este secretario del sindicato de Banca dejó atrás sus treinta y cinco años de militancia en la socialdemocracia griega y se integró en SYRIZAEKM, “una fuerza política que comprende miembros de diversos orígenes a los que une la necesidad de expresar el deseo de la gente de salir de una crisis y revertir la desastrosa corriente de la sociedad griega”.- Finalizo la reproducción.

Ahora que estamos todas las personas inquietas y activistas comprometidas buscando un lugar de encuentro efectivo, al objeto de enfrentarnos al neoliberlaismo y al genocidio social que la Troika, el gobierno de España y los poderes capitalistas ejercen contra nosotros y nosotras, se hace imprescindible, encontrar un punto de encuentro y de equilibrio, que nos permita construir un AGE a nivel del estado español, tanto para enfrentarnos con éxito a las elecciones europeas ya inminentes en tiempo político, como las elecciones municipales y generales.

Hay personas que desde posiciones personalistas pequeño-burguesas, nacionalistas burguesas o aldeanas, pero también de aparato acartonado, no lo entenderán, es humano. Pero explicado, debatido y puesto en marcha el proyecto, enfrentarse al mismo será no solo estéril, sino ridículo. Harán reír, porque la historia lo que exige ahora es una conjunción de fuerzas y de personas –incluidos los nacionalismos progresistas- . También de ideas ¿O es que acaso el capitalismo, su expresión neoliberal, el ultra conservadurismo, el fundamentalismo religioso occidental, el desarrollismo depredador o el patriarcado no son ideas y por cierto de derechas?

No se puede vender democracia como si fuera una marca de refrescos. Ni corruptos, ni ladrones, ni bromistas profesionales, ni marketing comercial, para lo que son ilusiones y esperanzas de cambio social y de superación de las clases. Ideas, convergencia, organización y auto-organización, todo participado, sí, pero responsabilidad y seriedad también. Son muy serios 6.000.000 millones de paradas, cientos de miles de desahuciados, suicidios por desespero, incremento exponencial de la pobreza y la exclusión social y ataques a las libertades, autoritarismo  e incremento del estado policial.

Algunas ideas para ponernos de acuerdo:

 .Propiciar Frentes amplios y populares locales y provinciales.

.Entrar en contacto en cada localidad con las fuerzas políticas, sociales y sindicales.

.Emprender y/o proponer acciones locales y manifestaciones de desobediencia civil.

.Proponer la creación de una convergencia electoral conjunta y ciudadana.

.Saber que no estamos solos, es decir acompañar propuestas colectivas con generosidad.

.Defender el fin del régimen caduco y corrupto del 78 y acompañar un proceso constituyente.

.Otra Europa es imprescindible. Alianza con los pueblos del Sur de Europa.

.Moratoria, auditoria e impago de la deuda.

. Defensa de la soberanía del Estado Español frente a la injerencia de los poderes financieros y políticos conservadores europeos y de las potencias centrales. Independencia, pero con respeto a la capacidad de decidir de los pueblos del Estado.

.Recuperación de la PATRIA REPÚBLICANA FEDERAL.

.Defensa de la libertad sindical. Derogación de la reforma laboral.

.Cambio de paradigma económico del estado español, con sistema financiero público y una reindustrialización sostenible, basada en las nuevas energías limpias. Soberanía alimentaria.

.Potenciación de un polo socialista antineoliberal, de clase y enfrentado a los socioliberales monárquicos y pro-capitalistas. Socialistas por un frente amplio y de clase, que rescaten millones de votos de la abstención.

.Nuevas alianzas mundiales y fin de la sumisión a los imperios decadentes, egoístas y depredadores.

 

Vamos a trabajar por encontrarnos y también por implementar la AGE del estado español, con otras fuerzas sociales, políticas y sindicales.

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