Socialismo21 » 8 julio, 2013

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Levantamientos aquí, allá y en todas partes

wallerstein
Análisis de Immanuel Wallerstein, principal teórico del sistema mundo.
                                                                     Al persistente nuevo levantamiento en Turquía le siguió uno aún más grande en Brasil, que a su vez fue seguido por otro menos difundido, pero no menos real, en Bulgaria. Por supuesto, no fueron los primeros, sino meramente los más recientes en una serie en verdad mundial de tales levantamientos en los últimos años. Hay muchas formas de analizar este fenómeno. Los veo como un proceso continuado de lo que comenzó como la revolución-mundo de 1968.

Con toda seguridad, cada levantamiento es particular en sus detalles y en la compenetración interna de las fuerzas en cada país. Pero hay ciertas similitudes que deben apuntarse, si es que pretendemos hacer sentido de lo que está ocurriendo y decidir lo que deberíamos hacer todos nosotros como individuos y como grupos.

El primer rasgo común es que todos los levantamientos tienden a empezar con muy poco –un puñado de gente valerosa que se manifiesta en torno a algo. Y luego, si prenden, lo cual es en gran medida impredecible, se vuelven masivos.

De pronto no es sólo el gobierno que está bajo asedio sino, hasta cierto punto, el Estado como Estado. Estos levantamientos son una combinación de aquellos que llaman a remplazar al gobierno por uno mejor y aquellos que cuestionan la mera legitimidad del Estado. Ambos grupos invocan la democracia y los derechos humanos, aunque las definiciones que brinden de estos dos términos sean muy variadas. En general, la tonalidad de estos levantamientos comienza del lado izquierdo de la arena política.

Por supuesto, los gobiernos en el poder reaccionan. Cada uno intenta reprimir el levantamiento o intenta apaciguarlo con algunas concesiones, o intenta ambas respuestas. Con frecuencia la represión resulta, pero en ocasiones es contraproducente para el gobierno en el poder, y atrae más gente a las calles. Las concesiones funcionan con frecuencia, pero algunas veces son contraproducentes para el gobierno, y conducen a que la gente en la calle escale sus demandas. Hablando en general, los gobiernos intentan la represión más que las concesiones. Y, por lo general, la represión tiende a funcionar en un relativamente corto plazo.

El segundo rasgo común de estos levantamientos es que ninguno continúa a gran velocidad por demasiado tiempo. Quienes protestan se rinden ante las medidas represivas. O se ven cooptados, hasta cierto punto, por el gobierno. O los desgasta el enorme esfuerzo requerido para las manifestaciones continuadas. Este desvanecimiento de las protestas abiertas es absolutamente normal. Esto no indica el fracaso de las mismas.

Ése es el tercer rasgo común de los levantamientos. Sea como sea que llegue a su fin, nos brindan un legado. Han cambiado en algo la política del país, y casi siempre para mejorar. Han puesto en la agenda pública un asunto importante, como por ejemplo las desigualdades. O han incrementado el sentido de dignidad de los estratos bajos de la población. O han incrementado el escepticismo en torno a la verbosidad con la que los gobiernos tienden a enmascarar sus políticas.

El cuarto rasgo común es que, en todos los levantamientos, muchos de los que se unen, en especial si se unieron tarde, no lo hacen para profundizar los objetivos iniciales, sino para pervertirlos o para impulsar hacia el poder político a grupos de derecha, diferentes de quienes están en el poder pero de ningún modo gente más democrática o que impulse los derechos humanos.

El quinto rasgo común es que todos se ven embrollados en el forcejeo geopolítico. Los gobiernos poderosos fuera del país en el que ocurre el desasosiego trabajan duro, aunque no siempre con éxito, para ayudar a que los grupos que le son favorables a sus intereses se hagan del poder. Esto ocurre con tanta frecuencia que, por ahora, una de las cuestiones inmediatas acerca de un levantamiento particular es siempre, o debería ser siempre, cuáles serán las consecuencias para el sistema-mundo como un todo. Esto es muy difícil, dado que las consecuencias geopolíticas potenciales pueden conducir a que alguien quiera ir en dirección opuesta a la inicial dirección antiautoritaria.

Finalmente, recordemos que en esto, como en todo lo que ocurre ahora, estamos en medio de una transición estructural que va de una economía-mundo capitalista que se desvanece a un nuevo tipo de sistema. Pero ese nuevo tipo de sistema podría resultar mejor o peor. Ésa es la real batalla en los próximos 20-40 años, y el cómo nos comportemos aquí, allá o en todas partes deberá decidirse en función de esta importante batalla política fundamental a nivel mundial.

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Artículos Debates Internacional

Montoro o Montero vende humo

IMG_2114P_1Pedro Montes,Economista.

«Los ciudadanos deben saber que la crisis no está superada y que con mucha probabilidad quedan muchas jornadas siniestras que vivir (la bolsa cayó en la mañana del día 3 de julio un 3%) y muchos años de depresión que soportar».

Nunca se me ha fijado si el apellido del Ministro de Hacienda es Montoro o Montero. Insignificante confusión comparada con la que Montero o Montoro trata de infundir a la sociedad española.

De casualidad, me encontré en la televisión con su intervención en el pleno del Congreso del pasado 2 julio. De repente vi a un energúmeno hablando de la economía española. Iluminado, satisfecho, fatuo, exhibiéndose, condescendiente, descubriéndonos al resto de los ciudadanos y los parlamentarios, análisis y horizontes que sólo él podía vislumbrar. No estoy cargando las tintas. Realmente pensé que me encontraba ante un charlatán de los que en mis tiempos infantiles nos atraían por su incontenible verborrea para vendernos cosas inútiles, que, además, luego en casa no funcionaban. En fin, una teatralización tan ridículamente sobreactuada, que delataba que era un falso discurso y no contenía un ápice de verdad.

Como no es posible que un profesional serio, conocedor de los rudimentos de la economía, razonablemente bien informado, con un mínimo de sensatez y precaución hablase de aquella manera, tengo que concluir, que Montoro o Montero se había disfrazado completamente de político, e, instalado en el atril del Congreso, estaba dispuesto a mentir, confundir, engañar todo lo que fuese necesario para vender contra viento y marea un discurso optimista, al margen de toda lógica, y sin más objetivo que sostener como un éxito una política rotundamente fracasada. Y con ello, seguir justificando la continuidad de la austeridad, los ajustes y los recortes ante los ojos de los sufridos ciudadanos y de los millones de personas que ya son víctimas de la crisis económica.

Con ya más de cinco años de vigencia, sin perspectiva de solución, con temores fundados de agravamiento de la crisis, a los políticos del PP, y por tanto a Montoro o Montero como Ministro de Hacienda no le queda otra alternativa que vender humo hasta que la realidad sea de nuevo aplastante y no haya brecha alguna por la que se vera la luz. Cuando hace poco tiempo vendían el tema del rescate como algo neutral, que podía o no podía convenir sin estigmatizar al país, ahora se ufanan de que la economía española no necesita rescate (ya veremos). Ello, además, mientras la realidad es que está rescatada con los 40.000 millones que llegaron a fin de año, contabilizados como deuda pública, para ayudas al sistema crediticio.

El mensaje fundamental que pretende transmitir el obtuso economista Montero o Montoro o el fulero político Montoro o Montero es que la recesión ha terminado, que se ha dado la vuelta a la esquina de la crisis y que la recuperación se ha iniciado. Ya ha pasado lo peor y sólo nos queda, si somos perseverantes y no nos equivocamos cambiando el sentido de la política económica, esperar una mejora continua, que nos pondrá en una senda de crecimiento y creación de empleo. Vamos, lo de siempre. Como a las estadísticas no sólo se les puede manipular sino también torturar para que confirmen lo que convenga, el ministro ve suficientes datos positivos para sentenciar que la crisis es cosa del pasado.

El talismán de Montero o Montoro

Y de repente, ha encontrado el dato concluyente y básico en que basar su rotundo dictamen. Un talismán que todos habíamos olvidado, decía el ministro, pero que, interpretado correctamente, proyecta una imagen de la economía tan fiable que no hay riesgo de error. El saldo de la balanza de pagos por cuenta corriente (para entendernos fácilmente, la diferencia entre los ingresos y pagos por el tráfico exterior de mercancías, servicios, rentas de inversión y transferencias), por fin, ya es positivo. Una gran noticia, realmente fundamental, la razón de todas las cosas, porque tener un excedente es la señal definitiva que se esperaba para dar por concluida la crisis.

Es la condición imprescindible para poder empezar a reducir la deuda externa, transmitir confianza para su renovación, rebajar la prima de riesgo y asentar nuestro país como una economía equilibrada, con superávit exterior, que será bien tratada por los mercados internacionales. Este es el fondo del entusiasmo de Montoro o Montero. Como vamos a ver, todo es más falso que una moneda de chocolate, que puede ilusionar a los niños pero que no aceptaría el más ingenuo de los adultos, aunque sean ciudadanos españoles.

Es indiscutible que el saldo de la balanza por cuenta corriente es un dato relevante a la hora de valorar la situación económica de un país. Relevante, importante, pero no único ni exclusivo: otros, como el paro, entran a formar parte del elenco de indicadores que un economista escruta al hacer un análisis de coyuntura.

Lo que sí que es sorprende es que, siendo importante, hayan pasado tantos años sin que los responsables económicos españoles se percataran de la negativa evolución insostenible que registraba la balanza de pagos hasta el estallido de la crisis financiera internacional.

España iba bien, todo era inmejorable, en la “champiñón” éramos respetados, pero el déficit de la balanza de pagos por cuenta corriente llegó en el 2007 al 10% del PIB, tras crecer continuamente desde el principio de la década después de la implantación del euro. Los gobiernos de turno no quisieron enterarse de que la economía española estaba horadada. Sin embargo, según Montero o Montero, ahora ya todo ha pasado, visto la taumatúrgica corrección que ha experimentado el saldo exterior.

Es verdad que el desequilibrio externo se ha corregido intensamente desde 2008, porque no hay en nuestra economía un saldo más influenciado por la evolución económica que el exterior, dado el peso que tienen las importaciones. La corrección del déficit ha sido paralela a la terrible degradación de la economía española en los últimos años, como todos los indicadores del gasto, y el paro por otro lado, ponen de manifiesto.

Por tanto, hay poco que celebrar en la mejora de la balanza de pagos ya que, en gran medida, lo que refleja es el profundo abatimiento que padece la economía. Si continúa la crisis, es posible registrar algún excedente en la de balanza de pagos pero será reflejo más que de la mejora de nuestra capacidad exportadora, de nuestra debilidad económica. Los moribundos consumen muy pocos alimentos y las economías muy deprimidas necesitan muy pocas importaciones.

Además y para colmo, es verdad que la balanza de pagos por cuenta corriente ha mejorado ostensiblemente a lo largo de los últimos meses, pero en 2012 ha registrado todavía un déficit de 11.300 millones de euros (el 1,1 % del PIB), luego el milagro al que se refiere Montero o Montoro no ha tenido lugar. ¿Quizás el cambio se ha producido en el transcurso del primer semestre de este año?

Posiblemente, pero las cifras del primer cuatrimestre, de enero a abril, todavía arrojan un déficit de 3.600 millones de euros. Como el Ministro es ministro sabrá un poco más y de ahí la euforia desmedida y, sobre todo, la estúpida significación otorgada a ese superávit -si es que se ha producido-, tanto por estar motivado por la inanición económica como por su insignificancia numérica.

Financieramente, España está en el ojo del huracán

Y por seguir con este asunto de las relaciones externas de la economía española, como es sabido, el principal problema económico de nuestro país es la enorme deuda exterior acumulada desde la creación del euro, que en gran medida es el reflejo de los importantes déficits exteriores por cuenta corriente que se han acumulado desde entonces.

Pues bien, frente a la autosatisfacción del Ministro de Hacienda, resulta que los datos recién publicados por el Banco de España sobre las cuentas financieras de la economía española, los pasivos brutos frente a exterior de la economía española al final de 2012 se elevaban a los 2,3 billones de euros con una elevación todavía de 31,000 millones respecto al año anterior. De dichos pasivos, la deuda externa exigible, pública y privada, representaba 1.75 billones de euros, con un incremento de 150,000 millones entre diciembre de 2011 y 2012.

El que no se consuela es porque no quiere, pero la realidad es que la posición exterior financiera de España sigue siendo una de las más adversas del mundo, sin que se pueda prever una corrección apreciable en el futuro. Cuando se nos dice que las empresas y las administraciones públicas de nuestro país pagan intereses más elevados que las de nuestro entorno, se trata de una afirmación maniquea, pues es normal que los intereses estén en función de la solvencia y el peligro de impago de cada deudor, y España, financieramente, está en el ojo del huracán.

Idéntica reflexión sobre la evolución del déficit exterior y la deuda exterior es aplicable al sector público: Pero Montero o Montoro, con esa insensatez que vengo comentando, también realizó algunos pinitos destacando que la situación financiera del sector público había mejorado como consecuencia de la reducción del déficit público ¿contando o sin contar los 40.00 millones del rescate a la banca), cuando el déficit público sigue siendo cuantioso y así se refleja en el creciente endeudamiento de las administraciones públicas, fundamentalmente del Estado. Si hay más deuda externa y más deuda pública, ¿en qué se basa el Ministro de Hacienda al vaticinarnos el final de la crisis?

El economista no debe ser tan obtuso como el político, pero este sí está mucho más interesado en levantar falsas expectativas entre la población con el objeto, no cabe otro, de aguantar y sobrevivir algún tiempo la insostenible situación en que vive el país, tanto en términos económicos como en términos políticos, con un gobierno constituido sobre una trama mafiosa, con individuos gobernando los asuntos públicos en gran peligro de ser despedazados como personas honorables.

Quizás, Montero o Montoro, que hasta ahora no aparece atrapado personalmente en la conspiración financiera del PP, trasladaba al interpretar la situación económica la euforia personal que puede sentir.

Los ciudadanos deben saber que la crisis no está superada y que con mucha probabilidad quedan muchas jornadas siniestras que vivir (la bolsa cayó en la mañana del día 3 de julio un 3%) y muchos años de depresión que soportar.

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