«En un marco de colapso institucional, debemos comprender que lo más importante es la regeneración de un vínculo subjetivo colectivo, y por tanto emocional, de identidad de pueblo que aspira y tiene proyecto para sustituir el marco institucional quebrado por uno nuevo reconstituido. Este es el potencial discursivo de ubicar en el medio plazo un proceso destituyente/constituyente que diseña y construye un nuevo pacto social sobre el que volver a trabajar la política al por menor».
Antonio Antón, Jorge García Castaño, José Manuel Martín Médem, Israél Mogroviejo, Manolo Monereo y Tania Sánchez. / Militantes de Izquierda Unida.
La X Asamblea de Izquierda Unida posicionó, al menos en las tesis políticas, una clara visión del momento político actual como una profunda crisis de régimen.
La crisis económica y las políticas de austeridad impuestas por la troika para afrontar la misma, han situado a amplios sectores de la sociedad ante la realidad cotidiana de una honda fractura entre las reglas de juego democrático y la realidad de su vida cotidiana. Las condiciones materiales de una cada vez más amplia mayoría social, son percibidas como incompatibles con el cumplimiento de los principios democráticos que han estructurado nuestra sociedad.
A esta realidad, se han venido a sumar como elemento de fractura de los consensos constitucionales en el seno de la sociedad, los sucesivos escándalos de corrupción política no sólo del bipartidismo, sino del conjunto de las élites políticas e institucionales del país.
El remate de estas condiciones de ruptura del discurso hegemónico, lo aporta los dictados del poder europeo. La idea de integración de España en Europa como condición básica para la consecución de la sociedad moderna y desarrollada que aspirábamos a ser, se ha transformado en la pesadilla de un poder supranacional que nos impone un duro presente y augura un nada alentador futuro.
En este marco, IU ha venido reclamando, y lanzando como eje central de su discurso una apuesta inequívoca por una rebelión democrática que señala con claridad el problema sistémico de esta crisis, y la urgencia de la construcción de un contrapoder popular que aspire a reconducir la recomposición de las reglas del juego rotas en esta fase de crisis, hacia un nuevo escenario constituyente en el que situar a las mayorías sociales como poder soberano sobre el que recomponer una nueva institucionalidad que ponga a las personas por delante de los intereses financieros.
Este posicionamiento, junto a una más que digna, a pesar de sus sombras, trayectoria de cuestionamiento de los consensos bipartidistas, especialmente en el marco de la construcción de la Europa que hoy tenemos, abre una ventana de oportunidad con gran potencialidad para involucrar, en un proceso de honda transformación, a una ciudadanía cada vez más desafecta con la política y los políticos.
Las encuestas reflejan esta realidad, el reconocimiento de los movimientos sociales nos acompaña, ha llegado el momento de traducir las consignas de nuestros documentos en un programa de acción.
La ventana de oportunidad que la crisis de desafección institucional nos brinda, no permanecerá abierta para siempre, los peligros de recomposición del bipartidismo para perpetuar el gobierno de los que no se presentan a las elecciones, sobre la base de una profundización del sufrimiento de la gente común son grandes, de nosotros depende, en gran medida, el resultado final de la lucha entre restauración y ruptura democrática.
A la vuelta del verano la urgencia de la agenda electoral puede precipitar un camino de acción política que deje en segundo plano el conflicto social que empieza a sufrir cierto límite político por el cansancio, la intransigencia del poder ante sus demandas, y el agotamiento de la propia dinámica organizativa del movimiento.
No queda otra que afrontar la próxima cita electoral como lo que es; el inicio del ciclo político que culminará en las elecciones generales, y por tanto la primera prueba de fuego para una fuerza política que aspira a ser no solo una alternativa de gobierno, sino fundamentalmente una alternativa de poder, con un programa de profunda transformación social con la novedosa (para este país) concurrencia del soberano en un futuro proyecto constituyente.
Para afrontar en estos términos la cita electoral europea, hemos de diseñar una estrategia que convierta nuestra agenda en una apuesta no exclusivamente electoralista sino de impulso y profundización del conflicto y la organización política del mismo.
Si asumimos que la disputa del poder no parte de un buen resultado electoral, sino de la articulación de la mayoría social afectada por la crisis en mayoría de acción política, pero a la vez entendemos que no hay más camino para demostrar la fuerza de ese bloque que las urnas, no podemos perder el tiempo debatiendo en qué ámbito centrar las fuerzas.
Debemos combinar la construcción de contra hegemonía en la sociedad civil, que cambie la institucionalidad en crisis, con el trabajo electoral que lo traduzca en un resultado que nos sitúe en el imaginario popular como una fuerza con opción de poder.
1.- Un análisis del significado político de las previsiones electorales.
Todas las encuestas, con mayor o menor precisión reflejan tres hechos incuestionables;
a) La pérdida paulatina de respaldo social de las fuerzas del régimen, quedándose por debajo del 50% de apoyo electoral al bipartidismo
b) Un progresivo y constante aumento de respaldo de las fuerzas hasta ahora minoritarias del arco parlamentario, IU y UPyD en el ámbito nacional, y fuerzas soberanistas de izquierdas en territorios como Cataluña.
C) Un amplísimo porcentaje de declarados abstencionistas o no posicionados.
La interpretación clásica del posicionamiento del electorado con respecto a su opción de voto, se ha ubicado en la línea continua de identidad ideológica, en este marco, con los cuatro partidos ahora en liza, podríamos hablar de:
- Un centro-derecha (PP) en rápido (pero no definitivo) declive que se agrava por la gestión de un gobierno incapaz de dar respuesta a ninguna de las demandas políticas, sociales, éticas o económicas de su base electoral; ya sea la del votante tradicional del PP o la que prestó su apoyo confiando en su capacidad de dar soluciones inmediatas a la crisis económica.
- Un centro-progresista, que podría representar UPyD, al que su voluntaria indefinición en un buen número de temas hace difícil, para el electorado, la atribución de una identidad ideológica definida. Más allá de nuestra percepción de su marcado carácter liberal y tecnocrático, éste no coincide con la percepción mayoritaria del electorado
- Un centro-izquierda (PSOE), que está siendo el más castigado por las encuestas. El periodo de gobierno gestor de la crisis, y la opción adoptada en favor del consenso bipartidismo para salvar el sistema, aún a costa del sufrimiento de la mayoría social, le ha situado como incapaz de mantener ni el imaginario claro de sus postulados ideológicos, ni el imaginario de partido de gobierno-gestor “eficiente” de los problemas del país.
- Por último, la posición izquierda encarnada por IU, cuyo mejor dato no es tanto la perspectiva de subida en votos y por tanto representatividad, sino las valoraciones positivas recogidas por algunas encuestas en cuanto a la capacidad de cada uno de los partidos para afrontar los retos de la crisis. A las tradicionales posiciones de ventaja de IU en cuanto a ser el mejor posicionado para la mejora de la igualdad, y el combate de la pobreza, o la defensa de los servicios públicos, comienzan a reflejarse valoraciones muy altas, en cuestiones en las que IU jamás había sido percibida como garantía de gestión. Elementos como la gestión económica que necesita el país, la ética y la honestidad pública e incluso, la política territorial que más le conviene a España, sitúa a Izquierda Unida como el partido mejor valorado de los cuatro en disputa.
Si nos quedáramos exclusivamente con la interpretación clásica del posicionamiento del electorado, y la cruzamos con los movimientos de voto entre diversas fuerzas políticas, podríamos pensar que la clave del éxito electoral (siempre que las condiciones de la crisis no varíen), se centran en consolidar esa imagen de fuerza política capaz de gestionar un país, y centrar nuestros esfuerzos en que a través de esa imagen consolidaríamos a los votantes desafectos del PSOE.
Pero las encuestas reflejan exclusivamente tendencias, debemos ser prudentes ante ellas, y sobre todo, analizar el conjunto de la realidad que reflejan y no exclusivamente la intención de voto declarada, y la traducción de ese apoyo en escaños que auguran las cocinas demoscópicas.
Cobra importancia, por tanto, el tercer elemento que reflejan las encuestas; cerca de un 50% de abstencionistas.
Si ponemos este dato en relación con la realidad diagnosticada en nuestras tesis políticas de la situación de ruptura del “espíritu consensual de la transición”, estamos obligados a introducir elementos de análisis que diagnostiquen esa abstención, que podría ser crucial tanto en el éxito electoral, como para la preparación de la estrategia en clave de acumulación de fuerzas para un ideal de proceso constituyente futuro.
Entendemos que las encuestas, tanto las puramente electorales, como aquellas que reflejan la opinión sobre la situación general del país y la valoración de las instituciones políticas y sociales heredadas de la transición, nos sitúan en un nuevo escenario de percepción en el que se da la triada entre:
- Los representantes del modelo actualmente en crisis (PP, PSOE y nacionalismo liberal)
- Los que podrían constituir una alternativa a ese modelo (UPyD, IU y nacionalismos de izquierda soberanista)
- La desafección/negación (abstención/voto en blanco)
Manteniendo esta tesis de las tres sensibilidades, a saber la del modelo vigente, la del modelo alternativo y la del desafecto/negación, nos obliga a realizarnos tres preguntas:
- ¿A dónde va a parar la cantidad de apoyos que ha salido del modelo vigente, y que hará este para recuperarlos?
- ¿Qué factores tienen la capacidad de resultar atrayentes en el modelo alternativo?
- ¿Qué opción terminarán adoptando la parte del hoy identificado como desafecto que previsiblemente acudirá a las urnas?
Analizamos cada uno de estas cuestiones en los siguientes tres apartados:
1.1. El impreciso comportamiento del abstencionismo.
Resulta complicado dibujar un perfil preciso de abstencionistas pero, teniendo en cuenta los últimos resultados del CIS con respeto a la opinión de la ciudadanía en temas de corrupción, clase política, periodistas y medios de comunicación, justicia, y las altas instituciones del Estado, empezando por la monarquía, es previsible que mucha de la abstención declarada signifique, más que desinterés por participar en una supuesta cita electoral, la manifestación de un enfado grande que encuentra en el “no a todo” su mejor expresión. Aún más en situaciones percibidas como de “urgencia social”, es muy factible que se incrementen los niveles medios de participación.
Los actuales niveles de abstención, con los que trabajan las encuestas, en torno al 48%, si nada sustancial cambiara, es previsible que regresen a los niveles usuales en torno al 30% pudiendo llegar a ser inferior si aparecieran factores nuevos e ilusionantes en la/las opciones alternativas (liderazgos, procesos unitarios de confluencia, planes de gobierno creíbles, claros, explícitos, transparentes, adopción de formas no tradicionales de acción política institucional etc.)
Podemos diferenciar dos clases de abstencionistas:
- Los que tradicionalmente no acuden a las urnas, que sería el sector más proclive a cambiar como consecuencia de un impulso novedoso desde el bloque político alternativo que le anime a ello. Sus características son similares a lo que originalmente fue el 15M, mayoritariamente jóvenes, apartidistas, de extracción social acomodada, de formación media universitaria, muy descreídos del bipartidismo, creyentes en la capacidad de gestión más que en la ideología y con buen manejo de internet y redes sociales. En su mayoría no son susceptibles de votar a los partidos del modelo tradicional.
- Los que han huido del bipartidismo; ciudadanos que, previsiblemente, aunque hoy se declaren desafectos ante un comicios electoral sólo están ahí como etapa de tránsito para regresar nuevamente al modelo o migrar a la alternativa. Mientras que las salidas del PSOE son proclives a recalar en IU y las salidas del PP, en menor medida, pueden ir a UPyD, una buena parte volverá a su voto habitual y algunos quedarán en la abstención y el voto en blanco, aunque será algo residual. Son sensibles y temerosos de la inestabilidad y la incertidumbre política y económica, de edades medias y avanzadas y con cierto patrimonio; podrían identificarse con el conservadurismo propio de las clases medias familiares creadas en el franquismo de los años sesenta, verdadero puntal sociodemográfico de la España de la Transición, que ahora empieza a flaquear.
1.2. Las oportunidades del modelo alternativo
Básicamente, las vergüenzas del bipartidismo español han aflorado con el estallido de la burbuja inmobiliaria y el agotamiento de un modelo de crecimiento (a crédito) diseñado desde Bruselas con el acuerdo tácito de las élites locales españolas. Ello tiene, como primera consecuencia, el ascenso de las dos fuerzas estatales minoritarias y la irrupción de fuerzas soberanistas de izquierda que, hasta ahora, no tenían representación institucional.
En este proceso han aparecido innumerables casos de corrupción política, institucional y empresarial, a la vez que, en el marco europeo, el mecanismo democrático ha ido quedando vacío de contenido para cada vez más sectores de la población, llegando a ser el concepto de “soberanía popular”, casi un recuerdo del S.XX, sensaciones creciente que los fascismos europeos se apresuran a capitalizar. Se puede decir que estamos en un momento histórico multi-crisis de graves consecuencias sociales/materiales
En este escenario, fijándonos en las valoraciones sociales recogidas en las encuestas y en el ruido de la calle, PP y PSOE se funden en características como:
- Amplia penetración de la corrupción institucional
- Confusión de sus cuadros políticos con las élites económicas locales.
- Estructuras partidarias rígidas hermanadas con sectores empresariales.
- Alineamiento con las políticas europeas de la Troika
- Ausencia de propuestas alternativas para la superación de los efectos de la crisis.
- Insensibilidad a los reclamos de amplios sectores de la población más castigada.
Las oportunidades del modelo alternativo, a parte de las características de la propuesta política concreta, está en la diferenciación profunda y el mayor distanciamiento de las características mencionadas del modelo tradicional, esta línea de trabajo debe centrarse en abanderar con la palabra y la acción conceptos amplios como:
- Lucha anticorrupción y reforma institucional
- Independencia política y mantenimiento de la distancia de los cuadros respecto a las élites económicas tradicionales.
- Democracia interna y transparencia.
- Soberanía popular y profundización democrática frente a la Troika.
- Medidas concretas frente a la urgencia social y contundencia en la defensa del sector público y la política impositiva que garantice el reparto de la riqueza.
- Contacto permanente y apego a los movimientos sociales y a los reclamos de la sociedad civil organizada como masa crítica de los cambios.
1.3. Las Esperanzas del Modelo tradicional.
El bipartidismo, no es un modo de funcionamiento de un sistema específico de partidos, es la forma en que se organiza el poder para que los que no se presentan a las elecciones manden.
No es casual que se busque recuperar los consensos perdidos entre los grandes partidos en los llamados temas Europeos, como si éstos fueran distintos a las cuestiones españolas. Recuperar la idea de consenso, para retener al sector del electorado descrito como susceptible de regreso a las posiciones del modelo tradicional, será el primer paso de la estrategia que el bipartidismo tratará de imponer de cara a las elecciones generales próximas. Si mantienen una sangría moderada de apoyo electoral en la cita Europea, reforzaran su negativa al adelanto electoral que les permitan confiar en factores de cambio que permitan recuperar su electorado tradicional, sus esperanzas se centran en:
- Una moderación de los niveles de desempleo hasta alcanzar, al menos los niveles de noviembre de 2011.
- La mejora de las cuentas macroeconómicas del Estado (balanza comercial, inflación, prima de riesgo, índice de confianza-país etc.)
- La flexibilización de las directrices europeas en austeridad y recortes sociales para implementar medidas de urgencia asistencial y proceder a una rebaja de impuestos.
- La previsible ayuda de los medios de comunicación comerciales, que buscará afianzar el debate político en los términos propios del modelo tradicional (excluyendo a la alternativa)
- La inexperiencia, o contradicciones de las fuerzas políticas de la alternativa en labores de gobierno, poniendo en juego el factor de inestabilidad e incertidumbre que eso genera.
En definitiva, la viabilidad discursiva de una idea marco en los términos de “gracias a esta dura pero responsable gestión, por fin hemos salido de la crisis, se ha acabado la pesadilla y ahora trabajaremos para que todo vuelva a ser como antes”.
Un intento más de que el bipartidismo, núcleo duro del régimen y los grupos de poder económico, se perpetúe sobre nuevas bases que bloquearían las posibilidades de la alternativa.
1.4. Concluyendo el análisis
Ante este análisis, IU no puede desligar las elecciones próximas del problema central, la lucha entre restauración o ruptura democrática.
Estas elecciones son singulares, y debemos interpretarlas como la posibilidad de convertir las tendencias que reflejan las encuestas, en la apertura cierta de un nuevo escenario político.
Comenzar el ciclo político-electoral, que se abre el próximo año y culminará con las elecciones generales, con un avance significativo electoralmente, resultado de un proceso de preparación del mismo, de articulación social e ilusión popular, sería la señal de que las cosas están cambiando y que se puede pensar, con fundamento y realismo, en una alternativa democrática y ciudadana.
Es la hora, con prudencia y radicalismo, de la audacia y el compromiso con el proyecto aprobado en la última Asamblea; de resolver mediante la acción política el problema de fondo de IU, la elección estratégica entre alternancia y alternativa, entre proyecto autónomo con vocación de mayoría y poder o proyecto aliado del poder de otros.
Esta dicotomía, no se resuelve en documentos escritos, debe resolverse en la conversión de IU en fuerza organizada que conquiste la hegemonía social y cultural construyendo frentes políticos y electorales solventes e ilusionantes, y no tenemos todo el tiempo del mundo, hay que hacerlo ahora.
2.1 Nuevas identidades por construir
En el modelo planteado de análisis de la tendencia reflejada en encuestas, del triángulo entre modelo, alternativa y desafección, debemos recalcar que hay una conexión íntima entre modelo y desafección, que no sólo afecta a las instituciones actualmente existentes como tal, sino que implica una crisis de la propia institucionalidad (entendida como el modelo de relación del individuo con las instituciones de la sociedad en la que se integra), y las consecuencias de esta ruptura en las identidades colectivas.
La descomposición del régimen implica el derrumbe de un sistema de reparto de identidades. A diferencia del canovismo, el régimen del bipartidismo se ha sustentado sobre un reparto de los imaginarios políticos y sociales de la gran mayoría de una sociedad que se sabía poseedora de derechos sociales y políticos, los ejerciera en la práctica o no.
El bipartidismo, por tanto, no es la mera alternancia en el poder de aquellas opciones partidistas que han defendido los intereses de las élites de la sociedad, sino que también ha sido un reparto binario de identidades socio-políticas de aquellos que, sin ser élite, formaban parte de una mayoría social consentidora del modelo de reparto de poder, mientras éste no amenazara sus condiciones materiales.
Ante esta identidad colectiva en crisis, la alternativa no romperá la tónica de la desafección reinante mientras no sea capaz de crear referentes subjetivos nuevos, o al menos, el ideal de una perspectiva futura de recuperación de las condiciones materiales y los derechos sociopolíticos que han de sustentar un nuevo escenario de consentimiento social, desde luego la perspectiva subjetiva del discurso no puede basarse en la perpetuación del conflicto, sino que ha de referenciar un ideal de salida del mismo que garantice una paz social con bases nuevas de reparto del poder.
En un marco de colapso institucional, debemos comprender que lo más importante es la regeneración de un vínculo subjetivo colectivo, y por tanto emocional, de identidad de pueblo que aspira y tiene proyecto para sustituir el marco institucional quebrado por uno nuevo reconstituido. Este es el potencial discursivo de ubicar en el medio plazo un proceso destituyente/constituyente que diseña y construye un nuevo pacto social sobre el que volver a trabajar la política al por menor.
Mientras que no haya un nuevo discurso que instituya un nuevo vínculo, un espacio donde los antiguos votantes del bipartidismo puedan colocarse a la hora de juzgar la situación de excepcionalidad, y le permita visualizar las opciones alternativas como una opción con la capacidad de devolverle una imagen coherente y completa del modo en que vive su posición en la sociedad, sólo se podrá conseguir un breve viaje de ida y vuelta al modelo de desafección o a la senda del bipartidismo.
2.2 Alianzas y dificultades
Las ideas fuerzas a construir, no pueden establecerse como meras cuestiones programáticas que pueden ser alcanzadas con modelos de pactos, reformas, diálogos y apelaciones a instituciones ya en quiebra, si así lo hiciéramos nos estaríamos posicionando como si la crisis tuviera una opción de vuelta hacia atrás que en realidad no tiene, ni en España, ni en el modelo de construcción de Europa.
Referenciarnos sobre ellos como modelos posibles, en un escenario político que niega esa opción, sabotearía el propio proyecto de alternativo antes de poner las bases del mismo.
No es un prejuicio de un sector de IU, ni un posicionamiento inamovible para el futuro, es un prejuicio del sujeto político que está germinando sobre el cadáver del régimen y que nos demanda que no nos abracemos a él, que no planteemos como expectativa la subalternidad política al modelo hoy en quiebra.
Los resultados electorales determinarán si hemos sido capaces de la sentar las bases para la ruptura democrática y la apertura de un tiempo constituyente, pero el punto de partida debe ser de la máxima aspiración a crear ese escenario.
En la conquista de ese sujeto político que germina en oposición y desafección del modelo tradicional, no podemos ignorar que también UPyD está ubicada en el marco del modelo alternativo, ambas fuerzas políticas somos consideradas ajenas al modelo bipartidista en crisis, pero mientras IU se enmarca ideológicamente con claridad y tiene un público objetivo específico, UPyD es una formación con menos historia, con menos tiempo de exposición pública y que se ubica, conscientemente, en la ambigüedad ideológica.
No parece necesario, ni aconsejable confrontar políticamente con esta opción, sino trabajar por diferenciarse de las características del modelo tradicional de manera más inteligente, consecuente y coherente de lo que puedan hacer sus cuadros políticos, lo que no quita que se siga trabajando por identificar las debilidades de su discurso, así como los resortes e intereses que hay detrás de su maquillaje y doble o triple discurso.
IU cuenta con una trayectoria que nos acerca más a las posturas de cambio profundo que ya ha calado en los movimientos sociales, el movimiento obrero, los trabajadores del sector público movilizado, la izquierda soberanista, y en definitiva, las clases más duramente castigadas por las reformas, lo que nos posiciona muy cerca de las grandes mayorías silenciosas.
2.3 Ruptura vs restauración; traduciendo la idea en proyecto
Si aceptamos nuestras propias tesis, el elemento crucial de disputa política sobre el que construir nuestra estrategia, no puede ser otro que la lucha entre la ruptura democrática y la restauración de las bases sobre las que se constituyó la transición política del 78 (un proceso constituyente al margen del soberano).
El objetivo estratégico es la superación del bipartidismo; las elecciones europeas deben ser planteadas como un ejercicio democrático, como un verdadero referéndum contra el bipartidismo y contra la troika, en el que predomine una agenda y temas nacionales, que tienen una deriva secundaria sobre la política europea. Tácticamente partir del temario nacional, conectándolo con la realidad de la Periferia del Sur de la Unión Europea, para abordar medidas generales que implican, como ideario, la unión del sur para la transformación de Europa y sus realidades nacionales.
Planteémonos el reto de preparar las elecciones de un modo no electoralista, impulsando el conflicto y la organización política del mismo, a pesar de la sensación de agotamiento de la movilización, el contenido de negación a las imposiciones europeas no dejan de potenciarse y crecer, entendamos que el movimiento, más que agotado, se encuentra buscando sus formas de construcción de alternativas futuras, por tanto, nuestro papel no es rescatar y revitalizar la protesta existente, sino incorporarnos a la propuesta de futuro que proyecten una percepción alternativa de lo que supone ejercer una ciudadanía con plenos derechos.
La cuestión de la Renta de Ciudadanía, como base material de la verdadera democracia que distribuye la riqueza, y por tanto el poder, puede ser ejemplo de un dispositivo que tendrá valor como ideal de sociedad futura asentada en nuevas bases.
Para ello, será crucial la alianza con los movimientos y el trabajo colectivo y participado desde abajo en la construcción de la propuesta electoral, y esa apuesta, no puede desligarse de la construcción de una candidatura que de imagen real de que nosotros somos los primeros que estamos dispuestos a cambiar las reglas del juego.
Apertura de las candidaturas, y referentes de liderazgos que transmitan por si mismos unidad para la alternativa, pluralismo, solvencia y juventud serán claves en la credibilidad de la apuesta.
Con todo lo dicho, no podemos obviar que las condiciones subjetivas no están maduras, poner en tensión a toda la organización (especialmente a los cuadros medios y cargos públicos) mediante la definición de objetivos claros y medibles, y el desarrollo de un plan de capacitación en la tarea de organización desde las bases de proyectos de acción que cuenten con los recursos y herramientas apropiados, y que se orienten discursiva y efectivamente sobre la estrategia marcada es la tarea inmediata y urgente de la construcción progresiva de una cotidianidad alternativa.
Ya lo hemos dicho, no tendremos todo el tiempo del mundo, hay que ser audaces, y hay que serlo ahora.