Socialismo21 » 7 octubre, 2013

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Sumando para transformar

cartell_confluenciaAsamblea de confluencia Xarxa Socialista Unificada de Catalunya – Socialismo 21

Documento Político (borrador a debate)

Estamos en unos momentos terribles para las mayorías sociales. Cada vez es mayor la tentación de buscar una salida militar al colapso económico (financiero, de recursos energéticos, etc.) del sistema.

Después de la destrucción del Afganistán, Irak o Libia, ahora las viejas potencias coloniales encabezadas por los EE.UU. pretenden intervenir en Siria. Pero en este proceso van quedando al descubierto sus debilidades. Ahora ya ni tan solo pretenden en Oriente Próximo una remodelación de la zona por ponerla a su servicio. Saben ya hace tiempo que no disponen de suficiente fuerza militar y política. Lo que quieren es sencillamente destruir cualquier poder que se les oponga y generar vacíos en la articulación social para seguir drenando recursos e imponer su globalización.

Además, ahora tienen enfrente una opinión pública que sabe que también es una guerra contra las poblaciones del Centro, que se ven abocadas a una creciente precariedad, en Estados cada vez más policiales, desde Nueva York hasta la Plaza de Cataluña. Los montajes mediáticos de las grandes compañías, que han recurrido incluso a la manipulación de sectas de ultraizquierda oscuramente gestionadas, han intentado frustrar los movimientos de oposición a la guerra. Pero los ciudadanos de los EE.UU. y del Reino Unido se han opuesto con firmeza a esta guerra, mostrando el creciente aislamiento del complejo militar-industrial global.

Por cierto, no podemos dejar de denunciar la patética intervención del PSOE para espolear a un temeroso y escaldado PP a implicar a nuestro país en una intervención militar en Siria aunque la ONU no se haya definido. Seguramente éste es el precio a pagar para que ex-ministros de defensa tengan contratos millonarios en universidades americanas. Se trata de una vergonzosa sumisión que ningún compromiso político debería llevar a que fuera pasada por alto desde la izquierda transformadora. Se trata de un motivo adicional para no seguir empleando en el discurso político el concepto de izquierda separado de su praxis concreta. La ciudadanía está ya harta de que en nombre de conceptos etéreos (por ejemplo, “ser de izquierdas”) se la fuerce a acatar por imperativo legal gobiernos enfangados en el proyecto neoliberal. El socialismo francés, con Hollande convocando una vez más a la guerra, ha sido la última muestra penosa de la falta de conexión entre lo que se hace y los principios o las etiquetas que se invocan.

Hay que desarrollar con toda energía una acción continuada contra la guerra y el imperialismo, vinculando esta lucha con la resistencia contra los recortes.

Mientras suenan los tambores de guerra, otra agresión más silenciosa sigue desarrollándose contra nuestro pueblo. Un pueblo que en toda Europa está sometido a un gobierno fáctico que no se presenta a las elecciones. En la Europa que tantas lecciones de democracia pretende dar al mundo, los poderes financieros gobiernan mediante la corrupción de las instituciones políticas, sociales y jurídicas. Desorientada, la población se ve cada vez más agredida dentro de un marco que culturalmente ha aparecido, hasta hace poco, como democrático y legítimo.

Una gran parte de la izquierda ha asimilado el discurso elaborado por los lobbies, mitificando la Unión Europea. Incluso se han convertido en predicadores y apóstoles que sin rigor, con una ingenuidad y fanatismo propios de los conversos a una fe, han vestido esta construcción neoliberal con los términos de progreso, internacionalismo, pacifismo, garantías sociales y democráticas. Pero pese a toda la propaganda europeísta, ahora en la UE hay 115 millones de personas en riesgo de pobreza (23%) y de 100 a 150 más en el umbral de esta situación. La realidad ya no se puede encubrir con discursos y sueños desconectados de la realidad. En cambio, desde 2008 se han dado a los bancos 4,6 billones de euros, mientras que, en los últimos 15 años, los tres millones de millonarios europeos han visto crecer sus activos mucho más que la suma total de las deudas que ahora tienen los países de la UE. Por supuesto que con ese dinero se podría resolver todo el problema de la deuda, pero, como dice Peter Schwarz, “la actual aristocracia financiera tiene tan poca intención de ceder sus privilegios como la aristocracia francesa de antes de la revolución de 1789” .

El desarrollo de la UE que deriva del Tratado de Maastricht es una pieza fundamental de este proceso. Pero la UE está fracasando como proyecto, no sólo porque no evita que caiga el nivel de vida, no sólo porque la gran mayoría de sus Estados miembros han quedado hipotecados por una deuda ilegítima que no es posible reembolsar, no sólo porque su sistema monetario es insostenible, sino porque también se ha colapsado su capacidad de producción y de penetración en los mercados. Todos los sacrificios impuestos en nombre de la competitividad han llevado paradójicamente a que la UE haya perdido en los últimos 10 años peso en el PIB mundial y en el comercio internacional.

Por esta razón en los últimos meses, ante el temor a un estallido del euro, el Banco Central Europeo ha relajado sus normas. En contra de lo que dicen sus propias leyes y los tratados, desde principios de este año el BCE (como hace la Reserva Federal en los EE.UU.) ha comenzado a crear dinero y a inyectarlo en la economía. La particularidad es que presta a los bancos para que compren deuda de los Estados, permitiendo así que los bancos privados obtengan grandes beneficios con el diferencial entre el interés que les cobra el BCE (casi cero) y el que ellos cobran a los Estados para adquirir deuda pública al precio de una inflada prima de riesgo.

Se trata de medidas de último recurso, que no revertirán el colapso productivo ni la destrucción de empleo y riqueza en la UE. Son solamente unos remiendos para impedir de momento el estallido del euro, pero que no generan ocupación. Antes al contrario, cuantos más rendimientos sacan los bancos de esta actividad especulativa, menos les interesa invertir en la producción de bienes y servicios. Es decir, menos dinero prestan a las empresas productivas, y éstas se paralizan y quiebran.

Por lo tanto, de momento se ha evitado el estallido del euro (por un colapso del pago de la deuda de España o Italia), pero la producción sigue reduciéndose y, con ella, el empleo. Los países, pues, no pueden devolver la deuda, la van pagando a base de contraer más deudas. Por lo tanto, es sólo una cuestión de tiempo que el sistema financiero europeo estalle.

Lejos de reconocer este riesgo, el poder trata de ganar tiempo con la publicación de datos parciales con los cuales intenta seguir recitando la letanía de que estamos saliendo de la crisis. Los intereses electorales empujan al poder a tratar de hacer juegos de manos con las estadísticas. Cierto que algunos indicadores pueden dar la apariencia de recuperación, pero el problema de fondo sigue creciendo. No podemos dejarnos engañar por las cifras. Es cierto que los bancos pueden ganar más, porque el Estado les ha comprado los activos tóxicos a través del “banco malo”, o porque les vende deuda a un alto interés, o porque les regala recursos públicos a precio de saldo con las privatizaciones de urgencia. También la manipulación directa de las cifras contribuye a falsear la realidad, cuando se esconde el paro, o se contabiliza el trabajo a tiempo parcial de pocos días como creación de empleo. Pero la sociedad no mejora: aumentan el paro, la pobreza y la emigración. También las condiciones objetivas para impulsar y sostener una nueva resistencia social.

Mientras el sistema pende de un hilo, el reducido número de oligarcas que se está beneficiando del ataque a los derechos sociales se sienten cada vez más envalentonados ante una respuesta dispersa y poco efectiva de las grandes mayorías. Su osadía es tal que, no contentos con los enormes sacrificios impuestos, este verano reclaman ya otros nuevos: una nueva reducción directa de los salarios del 10%, aumento de los impuestos sobre el consumo (IVA), reducción de las prestaciones sanitarias y educativas, destrucción del sistema público de pensiones acabando con su revalorización con arreglo a la inflación, etc.

Convencidos de su impunidad, se permiten alimentar conspiraciones en forma de denuncias cruzadas que, con el objetivo de lograr una mayor sumisión de los políticos a los empresarios, acaban por poner en evidencia la putrefacción del sistema. También los neoliberales quieren un proceso constituyente. Pero lo quieren en un sentido contrario al nuestro. Y hay que andar con cuidado, porque ellos tratan de desviar de mil maneras el malestar de la gente, para destruir los espacios de participación política y sustraer a las clases populares las conquistas democráticas obtenidas en el siglo XX, a menudo con terribles esfuerzos y sacrificios.

Hoy lo que hace falta es más política, no acabar con la política. El discurso antipolítico es extremadamente peligroso, pues cierra el paso a la posibilidad que tienen los de abajo de cambiar las cosas de forma inclusiva, participativa y pacífica. La antipolítica se expresa también cuando se apela a la irracionalidad, las creencias religiosas, los mitos culturales o las patrias, etc. Es una manera de quitar poder a la ciudadanía para evitar que intervenga de manera racional, inclusiva y democrática. Es una manera de imponer salidas en nombre de intereses abstractos, ya sean patrias o supuestos óptimos técnicos. Se trata de someternos a un poder que, disfrazado bajo banderas o equipos de expertos, sustrae la capacidad de decidir a los de abajo y les impone políticas favorables a los poderosos.

Ante este reto no basta con pedir la dimisión del gobierno de Rajoy o de Mas. Es el sistema el que hay que cambiar. Un sistema que podemos visualizar en la monarquía, que es parte de la corrupción que padecemos, pero no el único elemento. Hay que denunciar el papel del Rey, pero también a la Corte de los 40 empresarios que acompañan a Rajoy y Mas. Todos ellos conspiran, acuerdan o se pelean para tratar de impulsar una refundación conservadora del sistema.

Es evidente que ha acabado un ciclo político. Nuestros adversarios están ya impulsando propuestas de refundación del Estado, para ver de mantener su dominación política. Y eso pasa en todo caso por darle un carácter más liberal, más antidemocrático, más elitista y más injusto.

Hay que alertar a la ciudadanía sobre los llamamientos a falsas refundaciones del sistema que sólo pretenden que todo cambie para que todo siga igual. Dichas propuestas pretenden mantener como sea el dominio de las élites financieras que hoy se expresan en el sistema monetario europeo, creado para asentar ese dominio y arrebatar la democracia política a los pueblos de Europa. Aun así, en un marco social cada vez más inestable, esas élites no acaban de ponerse de acuerdo sobre cómo refundar su dominio.

Unos pretenden modernizar la monarquía con cambios estéticos, otros ya insinúan una república liberal que recentralice el Estado de manera que los gobiernos de las autonomías pierdan capacidad de hacer política social. Otros, finalmente, proponen fracturar el Estado español: unos, los políticos profesionales, para seguir teniendo un discurso que llegue fácilmente a la ciudadanía y obtener un espacio electoral; otros, desde los poderes financieros internacionales, para asegurar más fácilmente su dominio sobre Estados que tengan una capacidad más reducida de negociación con las instancias políticas salidas de Maastricht.

La Constitución de 1978, aun cuando tiene elementos que ahora hay que preservar, ha quedado superada y deslegitimada. Nuestro horizonte ha de situarse en un proceso constituyente que, basándose en el apoderamiento popular, abra paso a otra sociedad, asentada sobre unas bases diferentes, favorables a las mayorías.

Sin embargo, en este proceso de superación, en Cataluña nos encontramos con un problema añadido. Como ya señalamos hace más de dos años, ante la descomposición del Estado de la transición, las clases dominantes ven una posibilidad de legitimarse en el discurso nacionalista. Es un viejo recurso que no teme insistir en fórmulas y eslóganes de triste tradición en Europa. El triunfo de la voluntad fue, antes que lema de un cartel de CiU, el título de una película de propaganda nazi, fundamental en la construcción de su discurso. Las sucesivas secesiones de Yugoslavia llevaron al país a una vorágine de guerras civiles crueles y absurdas, en que salieron perdiendo todos los pueblos ante el discurso irracional de los diferentes nacionalismos, cosa que permitió a los sectores más corruptos hacerse con el poder en todas las nacionalidades, rompiendo todos los compromisos sociales anteriores.

En este proceso, la izquierda tiene una enorme responsabilidad por haber abandonado el discurso propio, la lucha por la hegemonía cultural. Trabajando sólo a corto plazo electoral, se ha colocado a remolque de los medios de comunicación, del discurso dominante, tratando de no salirse de lo “políticamente correcto”. Un discurso marcado por las grandes empresas mediáticas y los medios públicos en manos de las oligarquías, que tienen como prioridad mantener el estado de explotación y, sólo secundariamente, preferencias por una u otra forma política de dominio.

El problema nacional, además, es un tema que divide toda la sociedad por cuestiones culturales y de sentimientos. Incluso nuestra organización, que no está fuera de la sociedad, corre ella misma el riesgo de fracturarse por esta cuestión si no acertamos en el discurso y las formas. No hay, obviamente, una cultura mejor que otra, pero cada persona tiene la suya, que vive con más o menos intensidad y que queda como último referente cuando se diluye el discurso y la esperanza de cambio social.

Por lo tanto, es necesario construir una propuesta, con todo el cuidado pero con toda la energía y sin complejos, para presentar un discurso propio que, sobre la base de los intereses objetivos de las mayorías sociales, nos ayude a salir de la postración y la derrota ideológicas actuales.

Estamos en un momento de grave crisis económica, ante un auge del discurso de diferentes nacionalismos antagónicos, situación en la que sabemos, desde la cultura marxista y desde la mera lógica aplicada a los fenómenos sociales en interés de los de abajo, que:

  • Los trabajadores y, por extensión, la inmensa mayoría de la ciudadanía tienen unos intereses comunes y urgentes en poner freno a los recortes y a la pérdida de derechos.
  • Nuestros adversarios intentan dividirnos y confrontarnos con problemas inventados o agudizando problemas reales a un nivel muy por encima del que objetivamente tienen.

No es nuevo este mecanismo. Como es más fácil ver la paja en el ojo ajeno que la viga en el propio, pongamos un ejemplo. En los países árabes, el problema objetivo de la gran mayoría de la población es el expolio de la renta de los recursos petroleros a manos de las multinacionales y sus intermediarios locales: las oligarquías en el poder. Sin embargo, subjetivamente, para mucha gente su mayor problema es poder ejercer su variante religiosa, sin los límites que suponen las otras sectas. No es un problema totalmente inventado, pues es verdad que hay una larga tradición de persecución de minorías (chiítas, salafistas, etc.). Es obvio que la solución no puede ser renunciar cada uno a sus creencias, y menos después de conflictos que han sembrado de insultos, venganzas e incluso cadáveres aquellas sociedades. Para cualquiera persona que lo vea a distancia, la solución es encontrar un marco social que sea satisfactorio para la inmensa mayoría y haga posible la convivencia entre todas las partes. Es evidente que imponer una solución a favor del 60% de la población contra la cultura del 40% no hará más que perpetuar el sufrimiento de todo el mundo. ¿Cómo actúan las oligarquías? Por medio de la provocación, el terrorismo, el espoleo de los conflictos en el marco de unas sociedades atrasadas en que esta chispa encuentra una gasolina a punto para prender dramáticamente en perjuicio de millones de personas.

Cuando se está dentro de este medio social no es fácil construir un discurso transformador. Sigamos con ejemplos. El partido Tudeh de los comunistas del Irán, que estaba fuertemente arraigado entre las comunidades más pobres del país, se vio arrastrado por el discurso de Jomeini, que explicaba la emancipación en clave religiosa contra los “opresores” ajenos a la versión chiíta del Islam, ampliamente predominante al país. Muchos progresistas, entre ellos los comunistas, pensaron que era mejor apoyar este discurso irracional como medio más eficaz para liberarse de la dictadura del Sha. Suponían que, una vez derribado el Sha, las masas entenderían que el origen del problema era el imperialismo y no el alejamiento de la ortodoxia islámica. Es decir, se dejaba para más adelante que las personas fanatizadas mejoraran su nivel de conciencia y superasen el discurso integrista. Esperaban que después de caer el Sha, después del gran día, aquel proceso se convertiría en un primer paso hacia el socialismo. Sin embargo, como bien sabemos, las cosas no fueron así. Dado que no se realizó un trabajo para lograr la hegemonía cultural, una vez caído el Sha se continuó radicalizando el fanatismo, lo que condujo a una persecución religiosa y cultural de la cual el Tudeh fue una de las primeras víctimas.

Los que creen que la radicalización de ciertos nacionalismos considerados más “progresistas” que otros conduce a la libertad y el progreso no conocen la historia más reciente. Entre nosotros no puede haber ninguna clase de tentación nacionalista, respecto de ningún nacionalismo: ni el español ni el catalán. Nosotros somos una organización de marxistas catalanes, una organización nacional catalana, que busca encontrar salidas aceptables para todas las culturas que conforman Cataluña. Nosotros, por muy de moda que esté la patriotería, no podemos ser sus potenciadores y debemos buscar soluciones aceptables para la mayoría y para las minorías, para todas las culturas presentes en el país.

Partiendo de que queremos el apoderamiento de las personas, debemos defender el derecho a decidir, pero no tal como los nacionalistas lo están formulando en Cataluña, entendido únicamente como derecho de secesión respecto de España y sin ningún contenido social.

Tal como hoy lo ha formulado la Asamblea Nacional de Cataluña, se pretende que el pueblo niegue su capacidad constituyente y se defina únicamente entre la Constitución superada de 1978 o la independencia formal de España, pero bajo la férula de los tratados europeos. Su derecho a decidir se limita a que escojamos entre Berlín y Madrid, pero nunca fuera del marco neoliberal del sistema que nos han impuesto en los últimos decenios.

El eficaz recurso de las fuerzas conservadoras a la movilización social, tradicionalmente característica de la izquierda, ha descolocado a una izquierda sin capacidad analítica. Una izquierda que se mueve sólo entre el electoralismo inmediato y el seguidismo de las manifestaciones públicas de las masas, independientemente de su orientación (“¿Dónde va Vicente? Donde va la gente.”). Olvidan que la gente también puede equivocarse. Que el poder puede engañar a las personas y movilizarlas a su favor. La izquierda tiene claro que el hecho de que gane electoralmente el neoliberalismo no es un motivo para aceptar su discurso. Pero, en cambio, cuando el poder alcanza la hegemonía cultural y moviliza la sociedad en la forma tradicionalmente propia de la izquierda (manifestaciones, cadenas, concentraciones, etc.), parece que no podemos hacer otra cosa que aceptarlo y sumarnos. Y hay que decir que esta resignación la encontramos desde la izquierda más moderada a la más radical: es una enfermedad que ha devenido transversal.

Por supuesto que hay razones que lo explican. El nacionalismo catalán no ha sido un nacionalismo que oprimiese a otros pueblos y ha sido históricamente antifascista. El nacionalismo español ha actuado de forma chapucera e insultante contra Cataluña, ha impugnado su último Estatuto (por cierto, devaluado previamente por la ahora independentista CiU), ha marginado de la cultura del Estado las lenguas diferentes del castellano y las ha perseguido en lugares donde son minoritarias (Aragón, Valencia…), ha obstruido la transparencia en la distribución de los fondos comunes, ha espoleado el anticatalanismo en otros territorios del Estado, etc. Todas ellas son razones que explican la aceptación del discurso nacionalista, pero que no la justifican.

¿Qué hacer en este contexto? Tenemos elementos en nuestra cultura que nos permiten trazar unas líneas orientadoras que, aunque genéricas, marcan unas posiciones que no podemos abandonar so pena de situarnos fuera de la tradición emancipadora:

  • Defender el derecho de autodeterminación de los pueblos.
  • Defender a las minorías nacionales y a las naciones oprimidas. Lo cual incluye el derecho de todas las minorías a ser respetadas e implica oponerse resueltamente a cualquier formación política o Estado que justifique, promueva o haga suya cualquier forma de limpieza étnica.
  • Defender proyectos de convivencia no excluyentes, de carácter federal.

En general no tenemos problemas en la aceptación colectiva de estos principios generales. El gran problema que ahora tenemos es que, en el marco de la renuncia a la hegemonía por la izquierda que se quería transformadora, no hemos concretado aquí y ahora cuál puede ser el proyecto federal de convivencia. En ausencia de este proyecto, el derecho a decidir ahora y aquí queda reducido al ejercicio de la independencia. Y de una independencia muy concreta, la que nos somete a la UE y al neoliberalismo.

En realidad, bajo lo etiqueta de “derecho a decidir” se esconde una propuesta constituyente que, una vez más, se hace de espaldas a la participación de la gente. Con la propuesta de secesión de España y sumisión a la UE como única salida, nos encontramos, después de los aspavientos, celebraciones y discursos, nuevamente delante de una forma de pensamiento único. Que tiene, además, un alto riesgo.

Un conflicto entre nacionalismos en el seno del Estado español puede, en el mejor de los casos, situar este problema como prioritario en la agenda política de España y Cataluña, por delante de la progresiva destrucción de derechos políticos y sociales. En el peor de los casos, puede derivar en la confrontación violenta, donde es evidente qué clases sociales pondrán los cadáveres a uno y otro lado (como en Yugoslavia).

Pero incluso si el proceso fuera pacífico y aceptado por el nacionalismo español y su ejército (cosa que ya es mucho suponer), entrañaría un nuevo nivel de conflictos en Cataluña. Al día siguiente de la independencia tendríamos el mismo grado de sometimiento a Bruselas y Berlín, los mismos recortes, los mismos privilegios para los bancos y los “mercados”. Pero entonces ya no se podría echar la culpa a Madrid y habría que buscar nuevos enemigos para canalizar la frustración. Efectivamente, al día siguiente, Boi Ruiz o su sucesor continuaría destruyendo la sanidad pública, alargando las colas de espera e imponiendo el “copago”; Mas Culell o quien lo suceda continuaría subiendo las tasas universitarias y despidiendo personal del sector público. Si en lugar de CiU gobierna ERC, sometida a la disciplina de los mercados impuesta por la UE, continuará aplicando la misma lógica que ya aplica ahora al dar apoyo a las políticas neoliberales de CiU desde el Parlamento. Se invocará, como ahora, el interés supremo de la patria, las amenazas de los enemigos que nos rodean. Pero como no habrá suficiente con eso, habrá que inventar nuevos enemigos. Y éstos serán los “malos catalanes”, aquellos que ha llegado tarde, que no tienen apellidos adecuados, que no pronuncian de manera ser apropiada la lengua única o muestran poco entusiasmo en los rituales patrióticos. Al día siguiente descubriríamos al enemigo interno, como pasó en las repúblicas bálticas. Ahora en Letonia hay un 21% de la población sin voto ni derecho de ciudadanía porque no habla el letón lo bastante bien. En Estonia es el 10%. Señalemos que ésta es una situación tolerada por la formalmente democrática UE, 20 años después de la independencia de aquellos países. En Cataluña podría ocurrir también que los “xarnegos” de las ciudades industriales se convirtiesen en los nuevos parias, y su situación no sólo los perjudicaría a ellos, sino a todos los trabajadores catalanes, con salarios presionados a la baja por una nueva ola de sin-papeles o de ciudadanos de segunda. Por supuesto, entre las consecuencias políticas estaría el crecimiento del nacionalismo fascista entre unos y otros, y una permanente desestabilización de Cataluña y de la Península Ibérica. Sería nuestro tránsito, no a una Suiza mediterránea, sino a una república “bananera”, semicolonia de Alemania.

¿Qué hacer frente a estos riesgos? Lo que seguro que no podemos hacer es mirar a otro lado y sumarnos a los discursos patrióticos y simplistas promovidos por el poder. Pero a la hora de hacer propuestas, las cosas no son sencillas, no podemos improvisar un discurso propositivo después de años de mutismo y seguidismo.

Hay que articular una propuesta federal que sea aceptable y atractiva para la gran mayoría de los ciudadanos. Una propuesta que pluralice el derecho a decidir, hoy reducido a la opción entre independencia sí o no.

En la vía hacia la emancipación socialista, entendemos que hoy hay que dar contenido a la propuesta de República Catalana Federal y Social. Una república en la que la ciudadanía tenga toda la soberanía para decidir su política económica y su vinculación con los otros pueblos. Una vinculación imprescindible si se quiere disponer de la fuerza suficiente para imponerse a los grandes poderes financieros catalanes, españoles e internacionales.

Esta propuesta ha de abrirse paso en Cataluña, pero también en el resto del Estado español. Es necesario que, a partir de nuestra articulación estatal con Socialismo 21, se impulse el debate y la propuesta concreta federal por todo el Estado. Necesitamos que también al otro lado del Ebro se entienda que España es plurinacional. Que se entienda esta diversidad como una riqueza y no como un problema. Que se entienda que hay que construir desde abajo, respetando y defendiendo la diversidad cultural, respetando la autonomía, estableciendo relaciones fraternales y de solidaridad, que superen las imposiciones o cualquier pretensión de superioridad lingüística o cultural.

¿Cuáles son las bases de este federalismo fraternal y solidario? Podemos formular ya ahora algunos principios:

  • No está limitado por ningún marco anterior, sea la Constitución Española o el Tratado de Maastricht.
  • Da el derecho supremo a decidir a la ciudadanía, entendida como conjunto de personas que habitan un territorio, sin exclusiones ni prelaciones por motivos de lengua, cultura, sexo o religión.
  • Reconoce la libertad de las personas para usar los vehículos lingüísticos y culturales de su preferencia. Reconoce el derecho a la protección de toda cultura y lengua presentes en nuestro territorio. Establece el catalán como lengua de comunicación propia y facilita su acceso, oponiéndose a toda discriminación o exclusión por deficiencias en su conocimiento. Entiende el conocimiento universal del castellano como una riqueza y no como un problema para Cataluña.
  • Busca construir puentes de convivencia entre sus ciudadanos, penalizando toda propaganda que promueva el odio y la confrontación entre lenguas y culturas.
  • Establece mecanismos presupuestarios transparentes, basados en la solidaridad, la capacidad, la progresividad fiscal y la igualdad ante la ley.
  • Articula la organización social sobre la base de la subsidiaridad, consistente en aproximar a la ciudadanía, tanto como sea técnicamente posible, las competencias de decisión. Es decir: todo cuanto sea posible decidir a nivel de barrio o municipio (gasto público local, servicios locales, etc.) se ha de decidir en dicho nivel con la máxima participación de las personas implicadas. Todo aquello que afecte a un ámbito más general (pensiones, sistema fiscal, moneda) ha de decidirse al nivel más alto, asegurando que las instituciones sean controladas por representantes apoderados plenamente por la ciudadanía.

Hay que dar poder a la ciudadanía, para que, desde abajo, imponga formas avanzadas de democracia y articule una nueva solidaridad social que sea capaz de hacer frente a los poderosos adversarios que hoy tenemos.

Hoy nuestro instrumento principal es la agitación política y cultural contra aquellos que imponen la dictadura del capital mediante formas cada vez menos sutiles. Hay que generar otro relato de futuro posible contra el Leviatán que nos espera si nos resignamos.

Además, es necesario que este discurso alternativo tenga estructura organizada. Sin ella nada es posible en un mundo controlado por los sistemas de comunicación en manos de los monopolios y por unos órganos de seguridad y control al servicio de los poderosos.

En tercer lugar, esta organización ha de ayudar a consolidar las resistencias, a darles cuerpo orgánico y a enlazarlas transversalmente con otras resistencias.

Hoy, el Frente Cívico – Somos Mayoría es un movimiento en esta dirección que hay que impulsar, una vez se ha constituido formalmente a nivel estatal el pasado mes de julio. Ahora hay que desarrollarlo en cada localidad y sector de Cataluña. Y hacerlo de manera inclusiva, implicándolo y vinculándolo a los movimientos sociales emergentes. El FCC ha de crecer en su acción social, liderando la convergencia entre movimientos, promoviendo la resistencia y asociando a miles de personas en defensa de un programa de oposición activa a los recortes, para hacer posible una salida de la crisis favorable a la mayoría.

Esto implicará realizar un gran esfuerzo en el impulso de las campañas que la Mesa y Coordinadora del FCSM vaya promoviendo en los próximos meses a nivel estatal.

Pero aquí en Cataluña debemos continuar además actuando en los movimientos sociales donde estamos presentes para impulsar la respuesta social.

En particular, hay que dar un último impulso a la ILP por la Renta Garantizada, que ya ha sido un éxito al denunciar al nacionalismo conservador, extender la solidaridad con los excluidos y ayudar a organizar los parados. Una vez acabe la recogida de firmas, habrá que continuar proponiendo medidas de movilización para ir impulsando la construcción de tejido social sobre propuestas concretas y condicionar la decisión del Parlamento de Cataluña.

Además es necesario que abramos un nuevo frente en el ámbito de la defensa de las pensiones. Hemos creado la Sectorial de Personas Mayores de XSUC-S21 y hemos promovido un importante contrainforme que denuncia las falsedades del discurso neoliberal. Ahora hay que pasar a alzar la resistencia de manera creativa e imaginativa, procurando que el millón de pensionistas de Cataluña se ponga en pie y pare las agresiones contra el sistema público de pensiones.

Finalmente, debemos reforzar nuestro trabajo en el seno de EUiA e ICV. Sabemos que son organizaciones que tienen un débil latido interno y que están muy condicionadas por su deriva institucionalista, que las ha ido convirtiendo partidos clásicos de profesionales de la política. Pero aún hay cientos de miles de personas, básicamente de izquierdas, que las consideran su opción electoral. Las encuestas en este sentido muestran un aumento notable (especialmente de IU en el resto del Estado) en las proyecciones de futuras elecciones.

Que situemos como prioridad el impulso de los movimientos sociales no nos debe hacer perder de vista la necesidad de intervenir también en el plano electoral e institucional. En este ámbito, nuestro objetivo no es tanto intervenir en las listas (aunque no todas las personas son iguales y no es indiferente quién tiene la proyección pública en cada momento), sino condicionar el máximo posible el discurso, el programa y las formas de intervenir. Hay que sacar dichas formaciones políticas a la calle, hacer que se “mojen” sus cargos institucionales en otra dinámica, condicionar sus decisiones para que no queden fácilmente secuestradas dentro de alianzas o gobiernos de concentración. Y que, si lo hacen, sea con la máxima contestación desde fuera y desde dentro.

Mucha gente aún cree, o quiere creer, que basta con un cambio de voto para cambiar las cosas. Deshacer esta ilusión nos obliga también a irrumpir en el ámbito de aquellas formaciones políticas con propuestas, crítica e iniciativa. Por lo tanto, en la medida en que nuestros activistas tengan el convencimiento, la fuerza y la posibilidad de intervenir, hay que actuar también en este frente de lucha ideológica y política.

Estamos a las puertas de momentos de gran convulsión económica y social. Se abre una oportunidad de cambio con la que no podemos dar al traste. Pero, además, existe una necesidad objetiva de crear esperanza en un sentido emancipador, porque, en el terremoto social que estamos viviendo, o abrimos una salida hacia la fraternidad y el socialismo, o los poderosos condenarán la sociedad a la destrucción, la violencia y la tiranía. Desde este reto hay que llamar a las personas más conscientes, los mejores activistas sociales, todos aquellos y aquellas que entienden la dimensión de la tragedia que vivimos y están dispuestos a trabajar de forma solidaria y creativa, a dar un paso adelante. A todas ellas las convocamos a ocupar su lugar en nuestra organización para la reflexión, la organización y la lucha.

Documento organizativo

La XSUC y S21 hemos dado un paso adelante formalizando nuestra organicidad y constituyéndonos como asociación con fines políticos y de carácter alternativo al sistema. Sabemos que sin sujeto revolucionario organizado no hay posibilidad de cambio. Sabemos que es necesario un instrumento orgánico para el debate y la configuración del proyecto transformador de carácter socialista, pero queremos hacerlo sin fracturar más el rompecabezas de la izquierda transformadora.

El 26 de mayo de 2012, en su IIIª Sesión Plenaria, la Asamblea de la Xara Socialista Unificada de Catalunya acordó la constitución del Comité de enlace con Socialismo21. Por otro lado, en la IIª Asamblea Estatal de Socialismo21, celebrada en Málaga entre el 2 y el 4 de noviembre de 2012, se acordó iniciar un proceso de confluencia entre las dos organizaciones. Proceso del que ahora cerramos una etapa.

Con el proceso de confluencia que cerramos el 13 de octubre de 2013 damos un paso más para forjar el tejido de un nuevo sujeto revolucionario, que tenga capacidad teórica, política y organizativa para impulsar la superación del sistema. Pero no cerramos el proceso, que continúa en construcción y que necesita de la complicidad y el compromiso de muchas más personas.

Hemos decidido constituir una organización que no se propone intervenir a corto plazo en el espacio electoral y que, en cambio, sitúa su prioridad en desarrollar la actividad allá donde otros han renunciado prácticamente a estar presentes. No queremos crear fracturas abriendo nuevos espacios electorales, porque entendemos que falta un trabajo previo de construcción de tejido social. Entendemos que es mucho más fácil construir una organización para el cambio si superamos debates contaminados por intereses personales y desprovistos de perspectiva transformadora. Pero que quede claro que no fracturar no significa no intervenir y que, por lo tanto, nos reservamos el derecho a intervenir activamente en el seno de la izquierda transformadora para promover o criticar las propuestas en el ámbito institucional, sin ninguna clase de sumisión ni hipoteca.

Nosotros no tenemos una propuesta cerrada ni acabada. Pero sabemos que, si logramos construir tejido social, las grandes mayorías encontrarán la forma de unirse, definir prioridades y establecer caminos para generalizar la desobediencia ciudadana y abrir un proceso constituyente. Es en este marco donde se ha de definir qué modelo de sociedad es el más adecuado para la ciudadanía.

En el marco de este proyecto, reivindicamos la necesidad de reunir a todos aquellos que comparten un horizonte socialista. Sabemos que sin un análisis colectivo de la situación concreta, sin un intercambio de información y propuestas, sin un estudio cuidadoso de las experiencias del pasado y el presente, no es posible confrontar con éxito el sistema. Compartimos la idea de que es necesaria la articulación de un sujeto político revolucionario, que se proponga la superación del sistema vigente. Una organización que, sin esconder su proyecto socialista, haga posible primero la resistencia y después el cambio.

La Xarxa Socialista Unificada de Catalunya y la asociación de ámbito estatal Socialismo 21 compartimos la necesidad de establecer un método orgánico de trabajo que haga viable un proceso de emancipación socialista a partir del proyecto político enunciado anteriormente.

Queremos construir un nuevo sujeto político que asegure tanto una elaboración colectiva en tiempo real como una estructura regular que sea capaz de arraigar en el territorio y en los diversos sectores de trabajadores para impulsar nuestro proyecto de emancipación social. Sabemos que los trabajadores reaccionan contra las agresiones si disponen de instrumentos adecuados, y por eso tratamos de ayudar a construirlos. Pero para ir más allá de la resistencia y abrir los caminos de la emancipación son también necesarios instrumentos de concienciación que ayuden a entender la naturaleza de la explotación a la que estamos sometidos y que permitan descubrir y trazar las vías para cambiar de raíz las reglas del juego, cambiar el sistema social.

Hemos aprendido de la historia del movimiento obrero que una organización de este tipo se caracteriza por atender a la formación de sus afiliados, estimular el debate y la reflexión, estudiar colectivamente, en la práctica, las formas de lucha, proponer iniciativas y acciones, extender las experiencias y las resistencias. Procedemos del hilo rojo del marxismo, una tradición política y cultural que aporta un instrumento teórico extremadamente valioso como método de interpretación de la realidad social. Pero sabemos que ésta se hace en el día a día, a partir del análisis crítico de la realidad y de los intentos de transformación social. Mientras el capitalismo ha entrado en una etapa senil, por más que se presente a sí mismo como la única posibilidad de organización social, nosotros afirmamos que las vías para su superación no están escritas y son diversas. Es por eso por lo que aprendemos de la realidad para transformarla. Es por eso por lo que estudiamos a todos los grandes revolucionarios y pensadores de nuestra tradición y nos inspiramos en su ejemplo, pero sin cerrarnos en ninguna clase de dogmatismo ni esquema preconcebido. Es por eso por lo que buscamos nuevas vías, sin miedo a encontrar nuevos caminos, sin encerrarnos en la lectura de ningún manual ni catecismo, escuchando y considerando todas las voces críticas y evaluando todas las propuestas en el ámbito de la práctica social, con la única finalidad de hacer posible acabar con la explotación de la persona por la persona.

En el siglo XXI, una organización para la transformación social ha de ser altamente participativa y ha de estimular la creatividad y la iniciativa de sus afiliados. No resultan ya útiles las estructuras piramidales en las que no es posible elaborar propuestas sin la aprobación y el control de la dirección, en que muy pocas personas concentran la información y el poder de decisión, en que se separa la praxis cotidiana del proyecto final que se proclama. No hay más que mirar a nuestro alrededor para observar cómo el sistema ha aprendido a neutralizar las viejas organizaciones. Hoy es necesario el uso intensivo de la inteligencia colectiva organizada y potenciada en todas sus capacidades. Éste es el verdadero tesoro de los de abajo: que somos la inmensa mayoría. Pero para que este tesoro pueda hacerse valer, es necesario trabajar en red, activar tejidos orgánicos que tengan al mismo tiempo autonomía y coordinación.

Desde nuestra organización hemos ido construyendo un tejido que hoy está presente a lo largo y ancho de Cataluña en espacios muy diversos. Hemos alcanzado un desarrollo interno que nos ha permitido intervenir, proponer, ayudar a impulsar la transformación y definir un proyecto político de cambio. Ahora bien, aún tenemos una estructura territorial muy débil, pocas organizaciones locales y en los centros de trabajo. Necesitamos dar un salto cualitativo, sin renunciar a nuestro estilo de trabajo.

A partir de ahora conformamos una única organización, federada en el Estado español con Socialismo 21 y con voluntad de incorporar nuevos colectivos, cuadros y activistas de la tradición emancipadora marxista.

Puede parecer complejo que nos propongamos construir al mismo tiempo un nuevo tejido social en los territorios de Cataluña y una propuesta política de Frente Cívico que, articulado en torno a un programa mínimo, genere un movimiento sociopolítico que haga frente a la ofensiva neoliberal, así como un sujeto revolucionario que, aspirando a transformar la sociedad en una dirección socialista, impulse la generación de una conciencia que se proponga superar el actual sistema y cree un tejido orgánico capaz de desarrollar una propuesta política que haga viable el cambio. Pero en realidad son partes de un mismo proceso, que hemos de saber desarrollar simultáneamente. XSUC-S21 sólo podrá ser útil si se proyecta en el seno de nuestra sociedad impulsando, además de la reflexión, propuestas concretas de intervención, en los movimientos sociales en general y en el movimiento obrero en particular.

Además debemos intervenir en el plano institucional, reforzando las opciones electorales más favorables para los trabajadores. Hoy, el marco de EUiA-ICV es el punto de referencia institucional de un sector muy importante de trabajadores y activistas. Hay que mantener la posición en este ámbito de la realidad política, sin perder autonomía ni renunciar a expresar todas las criticas necesarias, pero manteniendo este espacio como un ámbito de trabajo y acción, y saber emplear a fondo las facilidades y complicidades institucionales que podemos encontrar en su seno.

Sólo podrá el nuevo sujeto revolucionario pasar de pretender serlo a serlo de verdad, si al mismo tiempo construimos un tejido social de oposición al sistema actual que incorpore y dé vida a las grandes mayorías. Es en ellas donde nos reforzaremos hasta hacernos invencibles por el sistema que ahora nos ahoga, persigue y amenaza.

La XSUC-S21 ha de tener presencia en los centros de trabajo y ha de poseer, además, núcleos sectoriales de actividad. Pero sin arraigar en el territorio no podremos convertirnos en una fuerza crítica que sea suficiente para impulsar la sociedad en una nueva dinámica que permita, más pronto que tarde, crear otra hegemonía. Por lo tanto, independientemente de las iniciativas que desarrollamos para consolidar los espacios centrales de la organización, tales como comunicación, iniciativa política y organización, los espacios sectoriales de movimiento obrero, movimientos sociales y solidaridad, es necesario que cada asamblea territorial haga un plan de trabajo concreto y gradual para dotarse de un campo de trabajo donde vaya en esta dirección de apoderamiento y socialización ciudadana.

Finalmente, hay que recordar que la propuesta socialista siempre supone una perspectiva internacionalista que permita articular la resistencia general al sistema desde nuestro espacio concreto. Hay, por lo tanto, que impulsar una cultura internacionalista y de paz, promoviendo una visión antiimperialista que incluya el movimiento por la paz, fortaleciendo los organismos de solidaridad con Latinoamérica y reforzando la relación transversal con los movimientos políticos y sociales europeos de cariz anti-neoliberal. Hay que impulsar, por lo tanto, un Espacio de Solidaridad en nuestra organización.

Para asumir las tareas propuestas necesitamos un funcionamiento más regular, estructurado y organizado. Para hacer frente a los retos que se nos vienen encima, hay que adaptar XSUC-S21 mediante algunas reformas organizativas que nos permitan cubrir satisfactoriamente estas tareas a partir de la experiencia de los últimos meses de trabajo del la Comité de enlace. Proponemos adoptar en esta Asamblea de confluencia las siguientes medidas:

  • Constituir a todos los niveles en el ámbito de Cataluña una única organización bajo la denominación “XSUC-S21”. La organización mantendrá la publicación de FARGA en Cataluña y la pagina web XSUC.CAT vinculada al Estatal de S21.
  • Incorporar XSUC-S21 al Comité Permanente Estatal de Socialismo21.
  • Asumir el programa de XSUC-S21 como un elemento de compromiso e identidad colectiva de toda la afiliación.
  • Constituir los organismos de la nueva organización con las personas más adecuadas, por su capacidad y disponibilidad, de las dos organizaciones anteriores.
  • XSUC-S21 contribuirá financieramente al sostenimiento estatal de Socialismo21, proporcionalmente a su peso organizativo.
  • Dotarnos de un modelo orgánico articulado en Asamblea de activistas, Consejo y Junta. Esta estructura se dotará, para el trabajo cotidiano, de asambleas territoriales, comisiones y sectoriales.

Pasamos en seguida a examinar las funciones y propósito de cada elemento de la estructura:

La Asamblea de activistas comprende el conjunto de los afiliados y expresa su soberanía para abordar toda cuestión relevante y toda decisión estratégica de la organización. En ella se debate la situación política y se establece la estrategia y las líneas generales de trabajo. Vista la experiencia, proponemos celebrarlas normalmente de forma más espaciada en el tiempo que lo que era costumbre en la anterior XSUC y acercar su frecuencia a la habitual en Socialismo21, es decir, con periodicidad anual. El método de trabajo ha de dar prioridad al consenso por encima del recurso a las votaciones mecánicas, garantizar el respeto al disenso y la pluralidad, pero también la operatividad y la cristalización de acuerdos que orienten un trabajo práctico en el marco de la realidad social en la que estamos inmersos. La Asamblea escogerá los miembros permanentes de la Junta, que serán responsables delante de la misma de la ejecución de sus acuerdos.

El Consejo de activistas está compuesto por los coordinadores de las comisiones y sectoriales, los responsables territoriales y los miembros de la Junta. El Consejo tendrá una frecuencia ordinaria bimestral. Sus sesiones estarán abiertas a la participación de todos los activistas siempre que sea técnicamente posible. Se levantará acta pública de sus acuerdos. Tal como hemos ido haciendo hasta ahora, cuando una persona no pueda asistir, hay que asegurar la participación de otro miembro de su comisión. Si hay un tema particular que tratar, deben asistir los cuadros más implicados, tanto en la Junta como en el Consejo. En caso de que una persona abandone su responsabilidad por el motivo que sea (enfermedad, agotamiento, imposibilidad laboral, etc.), la Junta cooptará otra persona para cubrir aquella responsabilidad hasta la siguiente Asamblea.

La Junta, escogida en la Asamblea, se reunirá cada semana de manera ordinaria. Estas sesiones estarán abiertas a todos los miembros del Consejo. Se levantará acta pública de sus acuerdos. Proponemos conformar inicialmente la Junta con las siguientes personas: Xavier Bernat, Miguel Candel, Rosa Cañadell, Empar Cogollos, Carme Conill, Eva Duran, Albert Escofet, Ivan Escofet, Ramon Franquesa, Anna Gabarró, Ernesto Gómez de la Hera, Pedro Jiménez, Eduardo Luque y Diosdado Toledano.

Las asambleas territoriales agruparán de manera regular a los afiliados de un territorio. Se constituirán en el ámbito geográfico que los afiliados consideren más útil para su intervención cotidiana (barrio, ciudad o comarca). Tendrán como tarea llevar al territorio el desarrollo de nuestro proyecto. Para cumplir estas tareas conformarán los equipos de trabajo que les permitan continuidad y coordinación. Desde Organización hay que establecer progresivamente un censo de responsables territoriales y comisiones permanentes de las asambleas territoriales.

Las comisiones asegurarán, en el marco de un trabajo colectivo, el desarrollo del trabajo en las siguientes áreas como mínimo: comunicación (Farga, web, comunicación 2.0, propaganda, relación con medios de comunicación), iniciativa cultural (impulso político del Ateneo), formación (cursos, conferencias y material de apoyo argumental), movimientos sociales (impulso y apoyo de los movimientos y sus iniciativas), mundo del trabajo (análisis, impulso y apoyo frente el conflicto laboral), organización y finanzas (administración de los recursos económicos y actualización de censos), solidaridad internacional (impulsar la coordinación con los movimientos emancipadores de todo el mundo y, muy en particular, de Europa y América Latina) y relaciones políticas (relaciones con otras fuerzas e impulso del proceso de confluencia del socialismo revolucionario).

Las sectoriales aseguran la coordinación de los activistas implicados en frentes de lucha homogéneos, para elaborar propuestas a partir del intercambio de información, así como ayudar al impulso de las respectivas luchas sectoriales. Se plantea actualmente la conformación de las siguientes áreas, como mínimo: educación, salud, personas mayores, universidad, solidaridad y jóvenes.

Acabamos con algunas reflexiones más concretas:

Esta Asamblea no cierra la posibilidad de incorporar otras organizaciones, colectivos y personas a un proceso que, como la dinámica política, está muy lejos de haberse cerrado. Con la proyección de nuestra imagen pública hay que ser cuidadosos para no caer ningún comportamiento de exclusión ni de soberbia.

Por lo que respecta a la cuestión financiera, necesitamos más recursos para ampliar nuestra actividad. Nuestras obligaciones financieras quedan ahora incrementadas por la contribución al proyecto estatal S21. Hay que regularizar las cuotas y hacer un esfuerzo para formalizar la afiliación, cosa que, además, tiene un sentido político y de compromiso. En el caso de parados, pensionistas y personas con dificultades económicas, debemos encontrar los mecanismos de contribución no financiera que les permitan sentirse plenamente implicados en el proyecto. Por otro lado, hay que buscar nuevas formas creativas de financiación de nuestra actividad. Hay que buscar formas de colaboración externa, desarrollando actividades culturales que ayuden a nuestra financiación. En todo caso, debemos seguir con la idea de dirigir nuestros recursos a la actividad política y apoyarnos en el trabajo voluntario y no profesional de nuestros activistas en la medida de sus posibilidades, sea en forma de contribuciones en las reuniones en que participen, sea a través de una cuenta bancaria.

Tenemos pendiente desarrollar un plan de formación y captación que permita mejorar la capacidad de análisis y argumentación de nuestros cuadros y acercarnos a sectores que nunca han trabajado políticamente, especialmente entre los jóvenes.

Hay que regularizar el proyecto del Ateneo Octubre, asegurando una dirección, implicando a más personas que colaboren y reforzando su programación. Esta experiencia ha de extenderse a aquellos territorios donde tengamos más incidencia, creando más ateneos.

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La Marca Malaya. Este reino huele a podrido

Carlos_Martinez_presidente_Attac_EspanaCarlos Martinez 

Uno de los hechos que más contundentemente manifiestan lo que es la “marca España” del PP y su Estado de café con leche en la Plaza Mayor -de Madrid, por supuesto- es el caso Malaya. Desde sus inicios con las mayorías absolutas de un mafioso autoritario llamado Jesús Gil, varias veces condenado y que llegó a la ciudad -ya en esos momentos con una gran población de aluvión- Marbella, a hacer negocios, especular con el ladrillo y de paso construirse un mini-estado a su medida.

Marbella que previamente a nivel local vivió una crisis de sus agrupaciones políticas locales, el desmembramiento de la izquierda y el centro-izquierda con un plan de urbanismo atascado y “tele-dirigido”, adobado todo ello con una mala gestión, lo que  facilitó el acceso en olor de multitudes de un personaje vergonzoso para cualquier persona medianamente normal y con algo de cultura, ya sea popular o política. Marbella, votó en varias ocasiones a Gil e incluso a su ridículo sucesor por amplias mayorías absolutas. El GIL de hecho no fue derrotado en las urnas sino por un juez justiciero, atípico y valiente que instruyó el sumario e inició el caso Malaya. Eso es la marca España.

Pero hay más. La marca España también nos deja una sentencia para este caso conocido como Malaya, que demuestra que la justicia española y la practicada en Sicilia, Regio Calabria, Zelaya o Ciudad Juarez bajo las metralletas de la mafia o el narcotráfico, están al mismo nivel. A personajes como Roca o Julian Muñoz les ha salido muy barato delinquir. Aunque no solo a ellos, sino a su corte de los milagros, constituida por constructores afines y ex-concejalas cómplices. Daba rabia y vergüenza ver salir de los juzgados a un tipo conocido como Sandokan celebrando su triunfo.

El condenado Roca, feliz y su mujer con una sonrisa de oreja a oreja pues su marido no estará ya más de tres años en la cárcel y luego a disfrutar de lo ocultado bajo las losetas y en los paraísos fiscales, que para eso están. Las multas, esas no las pagarán pues son insolventes y lo que les queda “legalmente” no da para nada.

Ese es el panorama de la cutre burbuja inmobiliaria, que ha dejado en el Reino de España un montón de especuladores chulos, incultos y cutres enriquecidos y millones de parados y paradas así como los mismos bancos y cajas de ahorros que les prestaron un dinero que seguramente también pagó extorsiones a políticos y políticas con un gran agujero que ahora los ciudadanos y ciudadanas burlados por una sentencia injusta, miedosa y parcial, pagando la quiebra bancaria y con la deuda de impresentables, ladrilleros y bancarios sin escrúpulos convertida en deuda pública. Pegándola a base de recortes, despidos y pensionazos varios.

No quiero olvidar que Marbella está en Andalucía. A todos los efectos, lo recuerdo.

Este reino de la corrupción esta podrido. Huele mal y el régimen del 78 que no fue capaz de depurar a la Justicia -como carrera- franquista, está igualmente putrefacto. Nada en este sistema es capaz de regenerarse. Pero la corrupción también es capaz de manchar al pueblo. Engañarlo, darle migajas y hacerlo feliz con un puñado de higos. No me meto con la gente, como escape a la incapacidad manifiesta de las izquierdas y los sindicatos, así como los movimientos sociales a conectar con ella, sino porqué un pueblo al que le quitan las becas de sus hijos, le suben la tarifa eléctrica de forma abusiva y ladrona, paga la gasolina más cara de su historia, le roban sus pensiones y no ha reaccionado ya con contundencia, perdonen ustedes pero algo de responsabilidad tiene.

Franco hizo una guerra civil lenta y de exterminio. Practicó una cruel limpieza étnica y dejó el miedo metido en el cuerpo para generaciones. Esto que digo, ni es mentira, ni es una tontería. La derecha heredera de Franco, toda ella, sea política o económica, lo sabe y por eso aquí siguen habiendo muertos en las cunetas y varios gobiernos socialistas no tuvieron el valor, ni la vergüenza para destruir el mausoleo de Franco en el valle de Cuelgamuros. Franco cambió sociológicamente al pueblo y ahora hemos de reaccionar y rebelarnos ya de una vez. En la transición casi lo conseguimos, pero nos frenaron nuestros dirigentes y encima los militares de Franco dieron un golpe de estado de advertencia. Golpe de estado, por cierto, tampoco nunca clarificado.

De esos polvos, estos lodos. Ladrillazos, corrupción, favoritismos judiciales y gubernamentales para la familia real y el partido de la derecha. Esa es la marca España.

Por eso hemos de reaccionar. Hemos de construir el sujeto político amplio, popular y social, profundamente social que nos libere de la oligarquía rentista y cutre que nos domina. Los banqueros que hace más de cien años que nos atracan y los herederos de Franco.

No apostar ahora por frentes sociales para la resistencia y la regeneración. Amplios, convergentes y con un programa que acabe con la reforma laboral, la reforma financiera, la justicia corporativa y conquiste la democracia, la banca pública, defienda y extienda lo público y el sector público, haga una reforma fiscal progresiva y proponga una nueva ley electoral, el derecho a decidir y una nueva Constitución, es un suicidio colectivo. Muchas y muchos, no estamos dispuestos a suicidarnos. Algunos y espero cada vez más incluso propugnamos el tránsito hacía el socialismo en una nueva sociedad más justa, verde y defensora de la madre tierra.

 

 

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