Socialismo21 » 11 enero, 2014

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Crisis en la eurozona; reseña del libro de Costas Lapavitsas,

images (1)Argumentos a favor de una estrategia alternativa que contemple la salida del euro

Salvador López Arnal

Un libro imprescindible, asegura Alex Callinicos, para todo persona que intente comprender la implosión de la Unión Europea. ¿Exagera el profesor del European Studies at King’s College de Londres? No, no lo parece.

En el mismo sentido de pronuncia Stathis Kouvelakis en la introducción del ensayo: “Esto nos lleva al punto final pero probablemente también el más crucial del material recopilado en este volumen: no satisfechos con ofrecer un análisis pionero de las particularidades de la crisis capitalista dentro de la eurozona, Lapavitsas y sus colaboradores del RMF fueron un paso más allá, proporcionando el guión de una estrategia alternativa.

Este resumen comienza con el impago de la deuda soberana… y se amplía a una salida unilateral del euro por parte de los países que no puedan evitar el impago, lo que les permitiría recuperar el control de una parte de su soberanía nacional y escapar del cataclismo de la devaluación interna impuesta por las terapias de choque diseñadas por la UE.” (p. 25).

Crisis en la Eurozona es una versión revisada de tres informes sobre la crisis de la eurozona publicados online por el Research on Money and Finance en marzo y septiembre de 2010, y en noviembre de 2011 con los títulos “Empobreciéndote a ti y a tu vecino”, “La eurozona entre la austeridad y el impago” y “¿Ruptura? Una drástica salida de la crisis de la Eurozona”.

Puede leerse, si así se estima adecuado, como un documentado comentario crítico a posiciones como la defendida por Yanis Varoufakis -en entrevista realizada por Alessandro Bianchi [1]-, compartida por amplios sectores de la izquierda europea, respondiendo a una pregunta sobre el “actual estado de cosas” en la zona euro y si la mejor solución para los países europeos del sur sería salir de la moneda única. “Si pudiéramos volver atrás en el tiempo, la mejor opción habría sido que los países meridionales, además de Irlanda, hubiesen quedado fuera de la eurozona”. Indudablemente, admite YV, “el comportamiento de los poderes fácticos, tanto en el norte como en el sur de Europa, ha disipado bien de veras la fantasía, que vimos en torno al 2000, de que la eurozona evolucionaría hacia una entidad federal, posiblemente después de que una crisis existencial amenazara su integridad”.

Dicho sin rodeos, prosigue el economista griego, “nuestras élites cometieron un pecado capital metiendo a nuestras naciones periféricas en una versión europea del patrón oro que, como el patrón oro original, primero, dio ocasión a entradas masivas de capital en las regiones de déficit que hincharon gigantescas burbujas y, segundo, provocó una depresión permanente en los mismos países de déficit una vez que reventaron las burbujas tras el 1929 de nuestra generación (es decir, 2008)”.

Aceptado lo anterior, admitiendo la sealado, “salir de nuestra horrorosa unión monetaria no nos devolverá, ni siquiera a largo plazo, adonde habríamos estado si en principio nos hubiéramos quedado fuera”. Una vez dentro, puede que la huida “empuje a nuestras tambaleantes economías por un escarpado acantilado. Sobre todo si se hace descoordinadamente, país por país”. ¿Por qué? Porque “a diferencia de Argentina en 2002 o Gran Bretaña en 1931, salir de la eurozona no es sólo cuestión de romper el ajuste entre nuestra propia moneda y otra extranjera. No tenemos una moneda con la que desacoplarnos”. Se tendría que crear necesariamente “una moneda (una tarea que lleva como mínimo de 8 a 10 meses completar) con el fin de desacoplarla o devaluarla”. Ese retraso entre el anuncio de una devaluación y su efectivo cumplimiento “bastarían para devolver nuestras economías a la Edad de Piedra”.

A la Edad de Piedra es expresión de YV.

Crisis en la eurozona pretende abonar, pues, la consideración de Vicenç Navarro en su columna “Dominio Público” del pasado 31 de octubre de 2013 [2]. Este escrito, apunta el profesor de la UPF, “señala la necesidad y urgencia de debatir los méritos y deméritos de permanecer en el euro, con el análisis de los beneficios y costes que ello implicaría, comparándolo con los costes y beneficios de mantenerse en él.”

Es urgente que se abra un debate en España sobre el mérito o demérito de salirse del euro. Es muy criticable, señala VN; “que apenas exista debate sobre este tema. Incluso en amplios sectores de izquierda apenas aparecen artículos que cuestionen la permanencia de España en el euro. De ahí que tal debate debería darse con especial énfasis entre las izquierdas, sin insultos, sarcasmos o sectarismos”. Entre nosotros, Pedro Montes o Alberto Montero Soler (y en ocasiones Juan Torres López) apoyan la misma consideración.

Del mismo modo, sostiene el doctor Navarro, “aquellos desde la izquierda que se oponen a salirse del euro, no están indicando cómo el mayor problema económico (además de social) que España tiene, es decir, el desempleo, podrá resolverse en este país”. Las propuestas más avanzadas en este sentido, prosigue VN, “son las propuestas de la CES [la Confederación Europea de Sindicatos], que avanzan políticas públicas de clara orientación expansiva” con las que él está totalmente de acuerdo. Para realizarlas y llevarlas a cabo, concluye, “se requieren cambios sustanciales en el contexto político del establishment que gobierna tanto la Eurozona como el euro”. La arquitectura institucional de la Eurozona es, por diseño y voluntad de sus dirigentes, “liberal, y es dificilísimo que ello cambie, condenando a España a un desempleo y precariedad por muchísimos años”. Si alguien se opone a salir del euro, “debería explicar cómo piensan resolver el enorme desempleo y el gran descenso de los salarios en España”.

No es el único en pensar así. Luciano Canfora transita por la una senda casi idéntica en “Cómo salir vivos de la trampa”, un texto recogido en La historia falsa y otros escritos [3]). Ahora que el proceso se ha completado, señala el estudioso italiano, con la creación del novísimo Sistema Autoritario Europeo y el partido orgánico subdividido en fracciones debidamente “cohesionadas” no tiene motivos para afanarse demasiado en contiendas electorales, la pregunta esencial es saber “sobre qué hombros recaerá la tarea de proponer de nuevo la defensa de la justicia social (art. 3 de nuestra Constitución) contra la lógica de beneficio?”. LC recuerda el comentario del ex ministro Tremonti: una vez escritas las reglas de Maastricht, Jacques Attali, uno de sus autores, comentó: “las hemos escrito de tal manera que nadie pueda intentar salir de la moneda única”. Después de 12 años de todo aquello, y visto que la moneda única, con todo lo que implica de carnicería social, “se defiende con la fuerza pública y con el chantaje, la pregunta planteada anteriormente parece no sólo necesaria son apremiante” en su más que razonable opinión.

En términos sencillos, resume así el estado de la cuestión el gran clasicista italiano: “es indispensable que renazca una izquierda, aun cuando esto corra el riesgo de suceder (si sucede) en el peor contexto posible… Puesto que el problema más grave urgente es cómo salir vivos de la trampa del euro y de los “parámetros de Maastricht”, es evidente que un eventual resurgir de la izquierda debería cimentarse sobre este difícil terreno, proponer soluciones factibles, luchar por llevarlas a cabo”.

Volvamos, pues, al texto de Costas Lapavitsas. No es posible aquí dar cuenta detallada de los contenidos y tesis del ensayo. Como ilustración resumo el contenido del segundo capítulo: “La crisis de la eurozona tiene muchos aspectos, pero es también sin duda una crisis de deuda”. En esta parte del libro, se analizan “las fuentes, la naturaleza y las razones de la acumulación de deuda en la eurozona, especialmente después del comienzo de la crisis financiera global”. Se argumenta subsecuentemente que, ante una enorme y creciente montaña de deuda, “los gobiernos tienen dos opciones: deja de pagar los servicios públicos y reducir el gasto público (austeridad) o dejar de pagar a los tenedores de bonos. La última alternativa significa el impago, que además podría producirse según las condiciones dictadas por el acreedor o el deudor” (p. 115). No hace falta indicar la opción tomada -o la que han sido obligados a tomar- por la mayoría de los gobiernos europeos.

Sobre la situación actual y las apuestas de las clases dirigentes europeas se señala al final del primer capítulo: “No hay señalas de que los capitalistas de los países periféricos sean capaces de tal actuación. Se trata de una tarea especialmente complicada debido a que dichos países normalmente tienen estructuras productivas de tecnología intermedia, mientras que los salarios reales está por encima de sus competidores en Asia y otros lugares”. Por consiguiente, existe el riesgo de que una salida conservadora de la situación sumada a una (neo) liberación conduzca “a un estancamiento prolongado acompañado de episodios de inflación, devaluaciones sucesivas y una lenta erosión de las rentas del trabajo. De ahí que, en la periferia, las clases dirigentes hayan preferido por lo general la opción de permanecer en la eurozona y trasladar los costes a los trabajadores” (p. 109).

La salida progresista de la zona euro –“una salida sujeta a una reestructuración drástica de la economía y la sociedad”- es vista en los siguientes términos (una opción que no se niega que por supuesto supondría un importante choque económico): “se produciría una devaluación, la cual descargaría parte de la presión del ajuste al mejorar la balanza comercial, pero también dificultaría sobremanera el hacer frente a la deuda exterior”. Serían, por todo ello, necesarias la suspensión de pagos y la reestructuración de la deuda. “El acceso a los mercados internacionales se volvería extraordinariamente complicado. Los bancos se encontrarían bajo una fuerte presión y teniendo que hacer frente a la quiebra. La cuestión es, sin embargo, que estos problemas no tienen que ser afrontados de la habitual manera conservadora” (p. 110).

Y no, claro está, no tienen por qué serlo. “La combinación de banca pública y controles sobre la cuenta de capital plantearía inmediatamente la cuestión de la propiedad pública sobre áreas de la economía. Los puntos débiles subyacentes a la productividad y la competitividad amenazan ya la viabilidad de sectores completos de actividad económica en los países periféricos”. La propiedad pública, una vieja identidad de la izquierda transformadora no cooptada por el neoliberalismo, sería necesaria para evitar el colapso. “Los ámbitos específicos que se colocarían bajo propiedad pública e incluso la forma que esta tomaría dependerían de las características de cada país. Pero los servicios públicos, el transporte, la energía y las telecomunicaciones serían los principales candidatos, por lo menos con el fin de respaldar al resto de la actividad económica” (p. 111).

De hecho, tal como se ha señalado, la manera correcta de tratar el tema del euro no pasa por plantearse los costes económicos y sociales de la salir de la moneda única.No, no es este el punto. “Ese es el planteamiento de las fuerzas conservadoras y en particular de los poderes económicos. Tenemos que empezar por analizar los costes de permanecer en la eurozona porque después de aceptar la dura medicina de los recortes salariales, la reducción del gasto público, la subida de impuestos, las privatizaciones y la destrucción del Estado de bienestar seguimos con una perspectiva de estancamiento económico a largo plazo”. Para CL es imprescindible abandonar el euro para evitar este estancamiento, “el aumento de la pobreza, la pérdida de derechos democráticos y de soberanía nacional en los países periféricos”. No hay ninguna duda desde su punto de vista de que el euro es insostenible a largo plazo. “La Unión Económica y Monetaria representa un fracaso histórico gigantesco, que se ha intentado mantener asumiendo enormes costes sociales durante los tres últimos años”. En lugar de seguir adoptando medidas basadas en la austeridad (neoliberal) y contra el interés de los trabajadores y trabajadoras, “hay que tomar el control de la banca y los flujos de capital, lo que es perfectamente posible porque la propia UE lo hizo en el caso de Chipre”. Se puede, se puede. Una medida, añade, que evitaría también los ataques de los mercados y la fuga de capitales, “una amenaza real pero con la que tampoco se debe exagerar”.

Urge CL a las organizaciones de izquierda que quieran seguir siéndolo a que se replanteen su visión sobre Europa, así como también el papel de los Estados modernos y la forma más adecuada para crear “un internacionalismo más eficaz para enfrentar este ataque, sin precedentes, del capitalismo”. El internacionalismo, otra noción clave de la izquierda. Hace más de treinta años, Manuel Sacristán se expresaba en estos términos:

“El marxismo se ha convertido en un fenómeno universal, más como método de solución a todos los problemas. En estos momentos, la tendencia es hacia una interiorización, hacia una nacionalización de la política… No obstante, el marxismo no ha entendido ni las autonomías, ni los nacionalismos y mucho menos los elementos subjetivos, psicológicos de las sociedades. ¿Cree usted que esta crisis del marxismo es definitiva?” se le preguntó. Su respuesta:

“La nacionalización de la política es uno de los procesos que más deprisa pueden llevarnos a la hecatombe nuclear. El internacionalismo es uno de los valores más dignos y buenos para la especie humana con que cuenta la tradición marxista. Lo que pasa es que el internacionalismo no se puede practicar de verdad más que sobre la base de otro viejo principio socialista, que es el de la autodeterminación de los pueblos… Todo lo demás que dice usted en esta pregunta es pura moda neorromántica irracionalista, efecto de la pérdida de esperanzas revolucionarias”.

En la página final del libro se recoge una cita de David Graeber: “Si la Historia muestra algo es que no hay mejor manera de justificar las relaciones basadas en la violencia, de hacerlas que parezcan morales, que redefinirlas en el lenguaje de la deuda, sobre todo porque inmediatamente hace que parezca que la víctima es quien está haciendo algo malo”. No está mal, nada mal, para cerrar este excelente ensayo ni siquiera esta pobre aproximación que aspira, básicamente, a llamar la atención sobre la importancia de este trabajo de Costas Lapavitsas y de sus compañeros del RMF.

PS: Me permito recomendar como lectura complementaria, más esencial y fructífera por supuesto que este comentario, el reciente artículo de Alberto Montero Soler “Salir de la pesadilla del euro” (http://www.mientrastanto.org/boletin-120/notas/salir-de-la-pesadilla-del-euro), otro de nuestros economistas esenciales, otro de los economistas-más-que-economistas hispánicos que navegan lúcidamente contra la corriente (por el momento) más mayoritaria.

Notas:

[1] www.lantidiplomatico.it , 13 de octubre de 2013 (Traducción parahttp://www.sinpermiso.info: Lucas Antón).http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=6370

[2] http://www.vnavarro.org/?p=9952

[3] Luciano Canfora, La historia falsa y otros escritos. Capitán Swing, Madrid, 2013 (Traducción de Inés Campillo Poza, Antonio Antón y Regina López Muñoz), pp. 33-34.

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ICV, atrapado por la derecha

imagesPactando con CiU, que vota con el PP leyes regresivas, el partido heredero del PSUC abandona el catalanismo popular

Carlos Jiménez Villarejo, jurista

Comencemos por estas palabras. Este “acuerdo”, sobre la Ley de Seguridad Privada, “es fruto del diálogo, fruto de las propias negociaciones en las que han intervenido también desde el propio Ministerio del Interior hasta la Consejería del Interior de la Generalitat de Cataluña (…)”. Son las palabras del diputado de CiU Jordi Jané expresando su apoyo a una de las leyes más regresivas y represivas de nuestra historia. Para CiU, el enemigo de aquí, el PP, es en el Parlamento español el gran aliado. Dos días después, ICV se alinea con CiU y demás acólitos para convocar, con más retórica que otra cosa, un referéndum sobre las relaciones de Catalunya y España.

Mientras en Madrid CiU negocia y acuerda con el PP la aprobación de una ley antidemocrática, aquí, en Catalunya, consigue el apoyo de ICV que legitima la incorporación de la izquierda a sus planes soberanistas. Naturalmente, ICV, en la medida en que apoya esa consulta, va perdiendo posición como partido de la izquierda para la defensa de los intereses populares y de clase. Pues resultará engullido por los intereses de los partidos, como la coalición gobernante en Catalunya, claramente derechistas y corruptos.

El primer ejemplo lo acabamos de describir. ICV no presenta reparo alguno en pactar con una coalición que acaba de aprobar la ley que privatiza la seguridad pública hasta límites muy graves. Una ley que viola el artículo 17 de la Constitución sobre el derecho a la libertad personal y suspende la vigencia del régimen democrático de la detención de las personas contenido en la Ley de Enjuiciamiento Criminal. Un verdadero atropello a las garantías democráticas de los ciudadanos.

Pese a todo ello, ICV pacta con quienes están de acuerdo con ese atropello. Y no parece querer enterarse del reciente Informe del Tribunal de Cuentas que atribuye a CiU un “patrimonio neto negativo” superior a diez millones de euros, es decir, un elevadísimo grado de insolvencia. Lo que quiere decir que ambas formaciones, que se proponen salvar a Catalunya de una supuesta catástrofe financiera, están sumidas en un cataclismo económico a causa de su desastrosa gestión de la que solo salen adelante gracias a su privilegiada alianza con los poderes financieros. ¿Estos son los aliados de ICV?

El problema es que hace tiempo que ICV sufre una grave desorientación. Un día de estos, Joan Herrera se refería al derecho a decidir “como elemento troncal del catalanismo”. ¿De qué catalanismo? O es que el catalanismo de ICV es el mismo que el de ERC y CiU? Con independencia del escaso rigor con que hablan del derecho a decidir, es inadmisible que un partido que se define de izquierda, ante la crisis colosal que sufren las personas y familias de las clases medias y bajas, anteponga, por razones tácticas, su alianza con los partidos responsables de esa crisis a la creación de una nueva identidad catalana, que debe tener su eje en las clases populares y que se fundamenta en la solidaridad con los pueblos de España que padecen la misma crisis que los trabajadores catalanes.

En su página web se define como una opción política “compromesa amb totes les persones que volen transformar el món, superar el capitalisme i que comparteixen els valors de la justícia social, la pau, la igualtat, la radicalitat democràtica, la llibertat, la laïcitat i la solidaritat i que vol construir una societat basada en la democràcia i el socialisme”. El pacto identitario, que acaban de suscribir y que va a condicionar plenamente su política, nada tiene que ver con ese programa. Luego, al menos, han obrado deslealmente con sus principios.

Creo que es un buen momento para rememorar a quienes, dirigentes del PSUC, formularon otro catalanismo que ICV ha olvidado. Nos referimos al ‘catalanismo popular’ tan bien definido por Antonio Gutiérrez Díaz en 1980, sí, hace mucho tiempo, pero mucho mas coherente con una política de izquierdas. Por otra parte, ¿no estamos releyendo a Marx?

Decía así: “La Catalunya de hoy es la Catalunya de todos y no dejaremos que nos la arrebaten aquellos que con nacionalismos extremos y provocadores quieren utilizar la bandera catalana para esconder sus intereses de clase. (…) No debemos caer en la trampa de dejarla en manos de aquellos que la quieren para disimular que las tienen sucias. (…) Y frente al catalanismo instrumental de la derecha opondremos un catalanismo popular de progreso. (…) Frente a la retórica gesticulante y vacía de la derecha catalana — una derecha estrechamente ligada con la derecha española— haremos avanzar Catalunya por la vía de un catalanismo popular que evite las divisiones de nuestra colectividad, que acabe con las provocaciones interesadas del ultranacionalismo chauvinista”.

Esta es la senda que ICV debe recuperar urgentemente. Para dicho fin, debe plantearse seriamente abandonar el pacto suscrito, mas que discutible democráticamente y, en cualquier caso, claramente independentista.

Carlos Jiménez Villarejo es jurista y miembro de Federalistes d’Esquerres

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