Interesante y polémico análisis de las recientes elecciones de Rafael Escudero , profesor de Filosofia del Derecho e integrante de la Fundación Europa de los Ciudadanos perteneciente a Izquierda Unida.
IU: razones y lecciones de una derrota
Se miren por donde se miren, los resultados de Izquierda Unida en las elecciones europeas son un tanto decepcionantes. Aunque considerable, la subida de votos y escaños sólo ha dejado satisfecha a la dirección federal. “Estamos triplemente satisfechos”, se escuchó decir al cabeza de lista durante la noche electoral. Frente a esta valoración, muchos militantes y simpatizantes sienten lo contrario: que IU ha perdido una ocasión de oro para crecer y hacer crecer a la izquierda en el Estado español; y, lo que puede ser todavía peor, que su dirigencia no parece haber captado el mensaje que muchos votantes de izquierdas lanzaron el domingo.
Me encuentro entre quienes piensan así. Resulta cuanto menos frustrante que IU no haya sabido aprovechar el descrédito del bipartidismo y el creciente desencanto de la ciudadanía -especialmente, de la más joven- con el régimen nacido de la transición y de la Constitución de 1978. Tampoco ha sabido poner en valor el trabajo de su militancia en la PAH, el 15-M o las distintas mareas, es decir, su diaria y continua participación en las luchas por los derechos y la dignidad de las personas. En esta línea, es sorprendente que tampoco haya sabido destacar -dado que de elecciones europeas se trataba- su larga trayectoria contraria a este modelo por que que discurre el devenir de la Unión Europea. Recordemos lo que le costó a IU (escisión incluida) su negativa a Maastricht y recordemos también los calificativos que se dirigieron desde el establishment a economistas, politólogos y juristas cercanos a la formación que denunciaron la deriva y efectos que produciría esta errada forma de dirigir la “construcción” europea. Hoy, años después, cuando la UE se dirige hacia lo que IU pronosticaba entonces en solitario y la realidad ha venido a darle la razón, Izquierda Unida ha sido incapaz de recordar y reivindicar su trayectoria. Me temo que las “condiciones objetivas” empiezan a estar hartas de esperar a IU.
Acostumbrada a mirar al PSOE o a sí misma, IU ha dejado de mirar a otros lados. En concreto, a las demandas de cambio de métodos, estructuras y formas de hacer política que mucha gente venía expresando desde tiempo antes de las elecciones del pasado domingo. Y que no sea porque la dirección no estaba avisada. En el interior de la propia organización, muchos militantes advirtieron que esto podía pasar. Sin embargo, la dirección federal hizo oídos sordos a estas llamadas de atención. Prefirió enrocarse y optar por un método de selección de la candidatura propio del pasado. Al final, la lista europea se configuró por un “comité de sabios” que actuó (como de costumbre) sin transparencia y siguiendo las viejas prácticas de reparto de cuotas de poder -en este caso, de escaños- entre familias, sensibilidades y grupos varios. Todo, con tal de no abrir las ventanas de la organización y escuchar lo que desde la calle se demandaba.
En política los métodos determinan los resultados. Así, de un mal método no podía salir una buena candidatura. Se eligió como cabeza de lista a un experimentado europarlamentario, pero desconocido para buena parte de la población. Sobre todo, para el sector de la misma a la que IU debiera dirigirse con mayor atención; un sector muy identificado con las demandas y formas del 15-M y que conecta mucho mejor con un perfil y un modelo de liderazgo distinto. Dado que esta organización cuenta con personas que dan muy bien ese perfil (incluido el mediático), parece claro que la única razón de la elección del cabeza de lista es la mera supervivencia de esa generación de políticos de IU que se resiste a dejar paso a otras personas y formas de hacer política.
Y es que en IU todavía persisten restos de la cultura de la transición. Aunque la mayoría de su militancia tiene muy clara la opción por un proceso constituyente y una ruptura democrática con el régimen de 1978, su dirección no desdeña los acuerdos de mesa camilla con los partidos del régimen a cambio de prebendas o puestos de poder. Como sucedió, por ejemplo, cuando IU entró en el juego del reparto de los miembros del Consejo General del Poder Judicial con el PP y el PSOE. Este tipo de pactos desconcierta a la propia militancia y hace difícil atraer hacia IU a esa parte de la ciudadanía (que existe, como se pudo ver el domingo) que denuncia el bipartidismo y apuesta clara y rotundamente por el proceso constituyente como única forma de enfrentarse al proceso destituyente de democracia y derechos que en la actualidad sufrimos.
Volvamos a la lista electoral. Su problema no residió únicamente en su cabeza. El segundo puesto se reservó para la dirección de Comisiones Obreras (ocupada, no obstante, por una muy buena sindicalista). Extraño mensaje el que se mandó con esta decisión, puesto que, a las críticas que recibe desde buena parte de la izquierda la dirección de CCOO y su forma de enfrentarse a los gobiernos y políticas de PSOE y PP, hay que sumar que en su día el sindicato apoyó ese tratado de Maastricht en el que se sentaron las bases de este proyecto europeo dirigido por la Troika. Y, por si con esto fuera poco, años después CCOO apoyó la llamada Constitución europea, ante la que también se opuso IU. En suma, parece que la lista electoral se ha utilizado más bien como un instrumento con el que la dirección de IU busca asegurarse un apoyo para su futura supervivencia política; en este caso, de la dirección del sindicato.
Además, no terminaron aquí las extrañas decisiones electorales. El tercer puesto de la lista quedaba reservado de entrada para Iniciativa per Catalunya Verds, tradicional aliado en estas lides. Esta decisión tampoco es muy coherente con la posición que ambas formaciones ocupan en el Parlamento europeo. Mientras que IU ha apostado fuerte por el grupo de la Izquierda Unitaria Europea, liderado por Alexis Tsipras, es más que presumible que ICV vuelva a incorporarse al grupo de Los Verdes, cuya posición ante la Europa de la Troika es cuanto menos errática. Esta discrepancia de posiciones políticas dentro de una misma lista no se ha explicado a los electores y esto también ha podido pasar factura. Y hablando de Catalunya, ni la lista ni el discurso de IU ha tenido el punto clave de recoger la relevancia de la cuestión del derecho a decidir e incardinarla en el discurso general sobre el proceso constituyente republicano y federal que mantiene la formación.
Con estos condicionantes, el resto de la lista se veía ya muy lejos. Ni la presencia en estos puestos de candidatos más cercanos a movimientos y luchas sociales ni la enorme movilización de las bases de IU ha sido suficiente para generar la ilusión que también desde la izquierda han generado otros. Si a esto sumamos una campaña electoral mal diseñada, basada en el modelo de “caravana electoral” más propio de los años ochenta y noventa que de la época post 15-M, así como unos cuantos errores clamorosos, como por ejemplo el de preguntar a la Junta Electoral sobre la participación del candidato de Podemos en las tertulias televisivas, el resultado final estaba ciertamente cantado. Y de ahí la decepción que se vivió en muchas sedes de IU el domingo por la noche.
Pero ya no es el momento de lamentarse, sino de cambiar los métodos de hacer política y sentarse a escuchar, dialogar, tender puentes, pactar y construir con quienes estén dispuestos a generar ese frente amplio que cambie radicalmente el curso político en las próximas citas electorales. Incluyendo, por supuesto, con quienes han demostrado que sí se puede movilizar e ilusionar a la gente en un proceso electoral. Por favor, háganlo antes de que sea demasiado tarde.
Rafael Escudero es profesor titular de Filosofía del Derecho
Universidad Carlos III de Madrid