Socialismo21 » 24 junio, 2016

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Declaración de Socialismo 21 sobre la victoria del Brexit

imagesDespués de una campaña no exenta de los miedos y amenazas que ejercitan los poderes políticos y económicos ante los ciudadanos cuando sienten que sus objetivos corren peligro, el pueblo británico ha decidido con holgura recuperar su plena soberanía y tener en sus manos su destino y su futuro apostando por el Brexit.

No es sorprendente que la consulta democrática sea ahora una recriminación a David Cameron por haber convocado el referéndum, algo justificadamente temido por los dirigentes europeos pues, en casi todas las ocasiones, cada vez que los ciudadanos han sido llamados a las urnas para opinar sobre las cuestiones del proyecto europeo les han dado la espalda a los proyectos de integración, dominados, no por los valores de la democracia, la igualdad, la cooperación y la solidaridad, sino por los intereses del capitalismo crudo y duro, tal como lo expresan los criterios neoliberales. Satisfacción, pues, por la decisión del pueblo británico.

Son inocultables las múltiples consecuencias que tendrá el resultado del referéndum. Desde aspectos geopolíticos -Obama ha participado en la campaña-, hasta los problemas cotidianos que pueden surgir para muchas personas. Pero, sin duda, el impacto más decisivo del Brexit lo ha de sufrir la propia Unión Europea, paralizada, desgarrada, y en un estado caótico en aumento, derivado de un proyecto de construcción mal concebido y desarrollado.

Siempre hemos sostenido que esta Unión Europea, con su principal vínculo, el de la unión monetaria, no podrá sobrevivir. Tampoco, contra muchas ilusiones vacías y elusivas, nunca hemos creído que la Europa de Maastricht sea reformable. Crisis tras crisis, con turbulencias continuas y con los pueblos víctimas de las exigencias de las instituciones europeas y de los mercados financieros, las amenazas de descomposición de la Unión Europea están siempre latentes. La gran aportación de la decisión del pueblo británico es que ahora la hiere de muerte e inicia su desmoronamiento.

La situación de crisis, la desesperanza que se ha instalado en amplios sectores sociales, los sufrimientos que han acarreado las políticas de austeridad y el desapego creciente de los pueblos europeos a un proceso de integración manifiestamente fracasado, hacen que el ejemplo británico pueda generalizarse y repetirse a otros países, con lo cual el rechazo y la condena a esta Europa puede extenderse rápidamente como un fuego con el viento soplando a favor. El llamado efecto contagio es inevitable, cuando además ya existen en algunos países, desde posiciones inequívocamente de izquierdas, núcleos de rechazo importantes y coordinados a escala continental.

La izquierda “europeísta”, al abandonar sus objetivos de transformación históricos, entre ellos, la defensa de la soberanía económica, ha creado un vacío político sobre el cual avanza la extrema derecha populista. Si la izquierda hubiera sido consecuente, oponiéndose a la construcción de la Europa de Maastricht, ahora podría contar con un gran respaldo ciudadano, ejercería su influencia en el desarrollo de los acontecimientos y habría construido un proyecto europeo sólido basado en una moneda única pero también en la homologación de las condiciones y derechos sociales con una fiscalidad común capaz de redistribuir la renta y corregir los desequilibrios económicos entre los estados miembros.

En nuestro país, todas las fuerzas políticas siguen sin tomarse en serio el tema europeo, y elección tras elección eluden la cuestión, como si no existiera el caso de Grecia y no estuvieran sobre el tapete las exigencias de la Troika, lo cual puede convenir a la derecha por un abandono imperdonable en las candidaturas de la izquierda.

Si estamos acertados en la previsión del destino de la Unión Europea -ante la mera hipótesis de la desaparición de la unión monetaria y europea- un mínimo ejercicio de responsabilidad de las fuerzas regeneradoras y progresistas sería estudiar y proponer alternativas en cada uno de los países y, al mismo tiempo, tratar de impulsar un proyecto común para el conjunto de los pueblos europeos asentado en los valores históricos de la izquierda y la protección de los intereses de los trabajadores y las capas sociales desfavorecidas. No cabe ponerse orejeras, eludir la realidad, hacer caso omiso de los eventos previsibles y fantasear campaña electoral tras campaña electoral sobre cambios y mejoras económicas y sociales, ignorando el tema esencial de cómo sobrevivir y cómo construir una alternativa económica y social viable fuera del marco de la Unión Europea.

En suma, en lugar de lamentar el Brexit, hay que tomarlo como un serio aviso de lo que puede acontecer

24 Junio de 2016

 

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Brexit (y champán)

descargaJacques Sapir, economista francés

La votación del jueves 23 de junio tiene importancia histórica . Es un gran momento para la democracia. Al votar los británicos en un 51,9% por salir de la Unión Europea han dado una lección de democracia al mundo, y probablemente han cambiado también nuestro futuro.

Una lección de democracia

Esta lección de democracia, se aprecia en varios niveles; en primer lugar en la disposición del primer ministro británico, David Cameron, que admitió que posiciones divergentes se expresarán en su propio partido ( partido conservador) y en su propio gobierno. Del mismo modo hay que saludar la madurez de los votantes británicos, que legítimamente conmocionados por la tragedia que representó el asesinato de Jo Cox, no se dejaron abrumar por la emoción y mantuvieron sus posiciones por la salida de la UE.

Por supuesto, no todo fue perfecto en esta campaña. Ha habido excesos y mentiras, como las del Ministro de Hacienda George Osborne [1] , que con licencia de Bruselas, anunció una catástrofe . Aunque la cobertura de los medios fue sesgada a favor de la «permanencia», fue menos de lo que habría ocurrido si dicha votación se hubiera llevado a cabo en Francia [2] .

Es notable cómo la comunidad financiera realizó una campaña histérica para que el Reino Unido siguiera perteneciendo a la UE. Estos círculos tienen un solo interés, el dinero. Pero los votantes no se dejaron impresionar ni por el dinero ni por los argumentos de autoridad que se vertían en los medios de comunicación.

El éxito de la «salida» en el referéndum, puede ser comparado con el éxito del «no» en el referéndum sobre el proyecto de Constitución Europea en Francia en 2005. En ambos casos, el electorado y los trabajadores resistieron la presión de los periodistas de pago y de las autoproclamadas «élites» . Y el nuevo líder laborista del Reino Unido, Jeremy Corbyn, que hizo campaña para que seguir en la UE, ha sido repudiado por una parte significativa de sus votantes.

Los dos referéndums reflejan la vitalidad de los sentimientos democráticos en ambos lados del canal. Por otra parte, el referéndum británico, es un verdadero golpe para el Presidente de los Estados Unidos, que viajo a Gran Bretaña, hace unas semanas para invitar a los votantes a permanecer en la Unión Europea; este hecho refleja cuál es la verdadera naturaleza de la UE.

Por último, en esta lección de democracia, David Cameron, se ha comprometido a respetar la decisión del pueblo británico, y del procedimiento legal de la salida del Reino Unido de la Unión Europea. Una vez más, este hecho contrasta fuertemente con el comportamiento de las élites políticas francesas que han negado constantemente a ejecutar la decisión de los votantes por el NO a la Constitución europea.

La negación de la realidad

Esta lección de democracia tendrá consecuencias importantes para el futuro. No tanto consecuencias financieras. Las turbulencias en los mercados financieros tendrán una duración de unos pocos días, y luego se calmarán cuando los operadores adviertan que la votación no interrumpirá el flujo de bienes o de servicios. Si uno cree en las estadísticas económicas  observará que a Noruega y Suiza que no son miembros de la UE no les va nada de mal. Las consecuencias más importantes son, obviamente, políticas.

Hay que recordar que esta es la primera vez que un país miembro de la UE (antes Comunidad Económica Europea )toma la decisión democrática de separarse de esta institución. El impacto de esta medida será considerable. El efecto de imitación, ya lo podemos ver que en otros países, como Dinamarca , Francia o los Países Bajos. La votación está dando ideas a los diferentes partidos euroescépticos.

Más allá de la victoria de los llamados «populistas» (el M5S de Beppe Grillo) en las elecciones locales italianas, o el fracaso del candidato del partido de la libertad en las elecciones presidenciales en Austria hay de hecho una forma de rebelión contra la Unión Europea. Este sentimiento está acreditado por un estudio realizado por el Centro de Investigación – PEW- que nos mostró cómo las opiniones adversas a la UE superan a las opiniones favorables en 4 países: España, Grecia, Francia y el Reino Unido [3] .

El voto británico no se produce por casualidad , pone en evidencia la magnitud de la negación de la realidad que practican las élites Europeas, para quienes el resultado de la votación no debería haber sido una sorpresa. La política de la negación, siendo lo que es, cuestiona seriamente a las personas que han llevado a cabo estas opciones.

Por tanto, es probable que estamos asistiendo, en las próximas semanas, una intensa campaña de estas élites políticas. Pero los hechos son tozudos: ningún compromiso hacia una mayor «federalismo» o más opciones «supranacionales » tendrán resultado. Sólo producirán más resistencia por parte de la ciudadanía. Es de esperar que se encuentran una solución rápida, ya que en caso contrario esta resistencia podría tomar formas violentas.

El voto británica nos lleva a la convicción que hay que implementar otro proyecto europeo. La lógica y el sentido común nos dicen que tomemos nota ; es necesario el retorno a formas más respetuosas de la soberanía y de la democracia en las naciones que conforman Europa.

Callejones sin salida y la importancia de la «izquierda» en la lucha por la soberanía

Hay una última lección. La victoria de la «salida» fue posible en Gran Bretaña porque una parte del electorado del Partido Laborista ha votado en contra de las instrucciones dadas por la dirección de su partido . Esto lleva a dos observaciones.

La primera es el grado de ceguera de las direcciones de los partidos socialdemócratas que se niegan a admitir que las consecuencias prácticas de la UE son negativos para las clases populares. Y que los tratados europeos han sido el caballo de Troya de la desregulación y la financiarización de las economías nacionales.

Continuar hoy pretendiendo cambiar la UE desde el interior para mantener un discurso sobre «Europa social» es una mentira como un callejón sin salida. Esta mentira debe ser denunciado sin descanso si queremos que queda un día en un punto muerto.

El segundo punto es la importancia de una votación que se puede llamar «soberanista» de un electorado tradicionalmente de izquierda. Este electorado no se dejó manipular a través de las mediaciones políticas . En Gran Bretaña, los comités de base del Partido Laborista eran críticos con la decisión cupular que apoyaba seguir en la UE . En este caso, hay que destacar la importancia que tienen la autonomía de organización del electorado de izquierda que se expresa por opciones soberanistas.

 

[1] https://russeurope.hypotheses.org/5030

[2] https://russeurope.hypotheses.org/5022

[3] http://www.pewglobal.org/2016/06/07/euroskepticism-beyond-brexit/

 

 

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El ‘Exit’ más allá del ‘Brexit’: el debate sobre la pertenencia a la UE

descarga (1)Albert Noguera. Profesor de Derecho Constitucional, Universidad de Valencia.

Después del 26-J, las izquierdas del Estado español deberán abordar el debate sobre la salida del euro y la Unión Europea 

En el interior de un marco jurídico neoliberal petrificado y sin posibilidad de reforma no se pueden implementar políticas progresistas

 

Mientras los británicos debaten abiertamente sobre su permanencia o salida de la UE, esta discusión no existe, al menos de manera generalizada, en el Estado español. Los partidos de izquierdas se encuentran, en esta cuestión, atrapados en una contradicción: por un lado, se cree que manifestarse públicamente, especialmente en campaña electoral, a favor de la salida del euro y la UE te marginaliza y te impide obtener el apoyo electoral necesario para acceder al Gobierno.

Pero por otro lado, se sabe que la no ruptura y acatamiento de la disciplina presupuestaria y prioridad del pago de la deuda que el euro y/o UE imponen, impiden a la izquierda, en caso de obtener mayoría, cumplir el programa social prometido, derivando, a medio plazo, en una pérdida del apoyo social que te derroca del Gobierno.

La manera de solventar esta contradicción es esperar que pase el 26-J para a continuación, ya sea desde el Gobierno o la oposición, introducir de manera progresiva y abierta esta discusión. Para ello, es importante tener en cuenta el siguiente análisis.

Ninguna institución es ajena a la coyuntura histórico-concreta en la que opera. Estas aparecen como parte integrada de una “época” en cuyo interior adquieren eficacia. La UE no es una excepción. Fuera de su “época” una institución no es útil ni eficaz.

La institucionalización y juridificación de la llamada Constitución económica europea (centralidad del mercado, el pacto de estabilidad, la disciplina presupuestaria, el sistema de Banco Europeo, eliminación de las competencias del Estado interventor, etc.) se consolida a partir de 1993 con la aprobación del Tratado de la Unión Europea (TUE), en un momento de derrota histórica de todas las alternativas sistémicas al neoliberalismo y con todos los Gobiernos miembros, conservadores o socialdemócratas, abrazando el dogma neoliberal.

Fue entonces cuando se procede de común acuerdo: 1. A instituir en los Tratados de la UE los principios neoliberales como pilares sagrados de la integración a los que se tienen que subordinar los Gobiernos y ordenamientos jurídicos estatales a raíz del principio de primacía del derecho de la UE; y, 2. Se procede también a blindar estos nuevos principios mediante el establecimiento de un sistema absolutamente rígido de modificación de dichos Tratados de la UE. Los dos procedimientos de reforma existentes de los Tratados, el ordinario y el simplificado, exigen hoy unanimidad de todos los estados miembros.

En un escenario monocolor de gobiernos neoliberales y con un número reducido de Estados, la unanimidad no era obstáculo para ir adaptando del Derecho de la UE a las necesidades económicas, políticas y sociales del Capital. El Derecho sólo es una institución útil cuando es dinámico, vivo y en continua revisión. No obstante, la crisis de 2007-2008 ha dado lugar a un nuevo escenario político en algunos de los países europeos.

Desde el momento en que fuerzas políticas nacionalistas de carácter antiliberal conservador o de izquierdas pasan a controlar determinados Gobiernos de Estados miembros, la exigencia de unanimidad lleva a un bloqueo del proceso de reforma del Derecho de la UE. Se pone fin al carácter dinámico del Derecho de la UE que deviene un Derecho estático o petrificado. Además, la incorporación, en la década de 2000, de 12 países más a la UE, actualmente 28, dificulta todavía más la unanimidad.

Como nuevo Derecho petrificado, el Derecho de la UE deja de ser útil tanto al Capital como a la izquierda. La imposibilidad de reforma de un ordenamiento jurídico para adaptarlo a las necesidades en cambio continuado del Capital hace que esa estructura jurídica en cuestión no sea útil para los capitalistas. Schumpeter hablaba de un proceso de “destrucción creativa” para referirse a la incesante necesidad que el sistema capitalista tiene de reformar permanentemente sus estructuras económicas, jurídicas, etc. que estarán vigentes hasta que desarrollen su propia crisis, y así sucesivamente.

A la vez, como Derecho petrificado, el Derecho de la UE tampoco es útil a los nuevos Gobiernos de izquierdas que puedan surgir. La imposibilidad de reformar los actuales principios y objetivos básicos del Derecho primario de la UE al que están subordinados les atan de manos para implementar otro tipo de política económica que no sea neoliberal.

En general, cuando un sistema jurídico es incapaz de ser modificado, de adaptarse y estar en sintonía con las necesidades de sus destinatarios y, por tanto, de ser útil para ellos, éstos empiezan a operar al margen de las estructuras formales del mismo. Y esto, precisamente, es lo que ya han empezado a hacer los grandes capitales.

El estallido de la llamada crisis financiera y la imposibilidad de varios países (Irlanda, Grecia, Portugal), desde 2009, de sostener la deuda pública, llevó a la necesidad de tomar medidas urgentes para facilitar financiación a estos Estados y obligarlos a adoptar programas de ajuste. Uno de los mecanismos para este fin fue el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE). Resulta interesante ver el cómo éste se aprueba y por qué.

Existían dos vías posibles dentro del Derecho de la UE y sin necesidad de modificar éste para la adopción de un tratado donde se estableciera el mecanismo de estabilidad para la concesión de préstamos. Uno era la vía general del art. 122.2 TFUE a través de la cual se había adoptado, años antes, el MEEF y la FEEF. Otro camino era su instrumentación mediante la técnica de la cooperación reforzada, en este caso entre los Estados de la eurozona, regulada en el art. 20 del TUE y los arts. 326 a 334 TFUE. Nada impedía la utilización de alguna de estas dos vías, sin embargo, la UE usó una tercera vía, concretamente, inició un proceso de reforma del art. 136 del TFUE. ¿Por qué se usó esta tercera vía y no las otras?

La diferencia de adoptar el tratado MEDE por esta tercera vía y no las otras dos es que de esta manera el nuevo tratado no puede encuadrarse dentro de un mecanismo de la UE sino de un tercer tipo de cooperación singular autorizada por el derecho originario, pero ajena al mismo.

El MEDE se constituye como una institución financiera internacional integrada por los países de la eurozona que, a pesar de tener relaciones institucionales fuertes con la UE, tiene personalidad jurídica propia y autónoma y un sistema institucional y de toma de decisiones propio diferente del de la UE. Además el hecho de que el MEDE se conforme como una institución autónoma de la UE permite evitar el requisito de la unanimidad para su ratificación, entrada en vigor y adopción de decisiones en su interior. El tratado del MEDE establece un mecanismo propio donde sólo se requiere los votos de Alemania, Francia, Italia y España para su entrada en vigor y toma de decisiones.

Vemos pues como la creación del MEDE se inserta dentro de una estrategia del Capital de desplazamiento y creación de nuevas estructuras de derecho económico fuera del Derecho de la UE que, al requerir unanimidad y ante la incertidumbre de que surjan nuevos Gobiernos que bloqueen la adopción de decisiones en el interior de las instituciones de la UE, ya no les es útil para llevar a cabo el proceso de adaptación continuo y dinámico de las normas jurídicas a los intereses o necesidades cambiantes del Capital.

Este es el escenario en el que la izquierda deberá abordar el debate sobre el euro y la UE. En él hay dos grandes posicionamientos: o ser “más papistas que el papa” y continuar defendiendo la pertenencia al euro y la UE incluso, cuando los mismos grandes capitales se han dado cuenta que un Derecho de la UE petrificado ya no es útil para adaptar la estructura jurídica a sus necesidades y han empezado a crear instituciones de derecho económico externas a la UE para operar de manera mucho más eficaz desde ellas.

O explicar a la gente que en el interior de un marco jurídico neoliberal petrificado y sin posibilidad de reforma no se pueden implementar políticas progresistas y empezar a trabajar con el resto de la izquierda del sur de Europa para construir un nuevo espacio de integración monetaria alternativo con capacidad de repudiar parte de la deuda y renegociar el resto.

Albert Noguera. Profesor de Derecho Constitucional en la Universitat de València. Miembro del grupo Ruptura. Autor de diversos libros sobre teoría constitucional, derechos sociales e igualdad, participación política y poder constituyente.

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