El nacionalismo de las periferias es progresista siempre y cuando se mantenga antiimperialista, es decir, en conflicto con el orden liberal mundial. Cualquier otro nacionalismo (sólo de fachada) que acepte el orden liberal mundial es un instrumento de las clases dominantes locales destinado a la explotación de sus pueblos y, eventualmente, de otros socios más débiles, actuando, por tanto, como potencias sub-imperialistas.
La confusión entre estos dos conceptos de soberanía nacional y, el rechazo de cualquier nacionalismo aniquila la posibilidad de cambiar el orden liberal mundial. Por desgracia, la izquierda en Europa y en otros lugares, a menudo caen en tal confusión.
Síntesis
El capitalismo global tal como se ejerce hoy en día, es una compleja asociación de estados (soberanos en principio), pueblos, naciones (“homogéneas” o no), y clases sociales moldeadas por el conflicto intrínseco al modo de producción capitalista; la lucha entre el capital y el trabajo . Por tanto, los conflictos entre las naciones y la lucha de clases son parte constitutiva de una relación de interdependencia.
La interdependencia de las luchas sociales y nacionales , depende de cómo los bloques dominantes en cada país proyecta su influencia en el ámbito internacional. El éxito siempre será el resultado de la capacidad de movilización de los proyectos políticos y sociales.
En este artículo se argumenta a favor de la cooperación entre los Estados independientes que participen de un proyecto de Soberanía Popular que comprenda la autosuficiencia industrial, la soberanía alimentaria, y la democracia popular. Se reflexiona, además, que un proyecto de este tipo, es una condición previa fundamental para que los movimientos progresistas superen el actual sistema internacional de hegemonía imperialista.
Cuando no se habla del contenido de clase de la estrategia empleada para aceptar o rechazar del concepto “soberanía nacional” se producen graves malentendidos. Esto ocurre, habitualmente, porque el bloque social dominante en las sociedades capitalistas concibe la soberanía nacional como un instrumento para promover sus propios intereses, es decir, la explotación capitalista en sus respectivos países y, al mismo tiempo, su preeminencia en el sistema global.
Hoy en día, en el contexto del sistema liberal globalizado, controlado por los “monopolios financiarizados” de la tríada (Estados Unidos, Europa y Japón) la soberanía nacional es un instrumento que en manos de clases dominantes les permite mantener una posición dominante en el sistema-mundo.
Los EE.UU. ofrecen el ejemplo más claro: sus poderes dominantes conciben la soberanía como un patrimonio exclusivo del capital monopolista y, en tal sentido dan prioridad a la leyes nacionales de los EE.UU. por encima del derecho internacional. Este comportamiento también fue la práctica habitual de las potencias imperialistas europeas en el pasado y sigue siendo la practica de los estados europeos más fuertes dentro de la Unión Europea (Amin 2013, capítulo 4)
Teniendo en cuenta esta realidad , se entiende porqué el discurso nacionalista que elogia las virtudes de la soberanía esconde los intereses de la clase dominante, y siempre ha sido inaceptable para todos los que defienden a las clases trabajadoras.
Sin embargo, no hay que reducir la defensa de la soberanía a esta modalidad del nacionalismo burgués. La defensa de la soberanía es la alternativa popular en el largo camino hacia el socialismo, y constituye una condición ineludible para avanzar en esa dirección.
El orden mundial (así como el sub- orden europeo) no serán transformados nunca desde arriba por decisiones de las clases dominantes. El progreso en este sentido, será siempre el resultado de ascensos desiguales en las luchas cada pueblo y nación.
La transformación del sistema global (o del subsistema de la Unión Europea) será producto de cambios que operarán en cada estado que, a su vez, modificarán la balanzas de fuerzas entre ellos. El Estado-nación sigue siendo el único marco para el despliegue de las luchas decisivas para transformar el mundo.
Los pueblos de las periferias tienen una larga experiencia de un nacionalismo progresista positivo, anti-imperialista, contra el orden mundial impuesto por los centros, y, por tanto, potencialmente anticapitalista. Escribo sólo en “potencia”, porque este nacionalismo también puede estimular la ilusión de la construcción de un orden capitalista nacional que se “ponga al día” con los capitalismos nacionales de los países centrales del sistema.
El nacionalismo de las periferias es progresista siempre y cuando se mantenga antiimperialista, es decir, en conflicto con el orden liberal mundial. Cualquier otro nacionalismo (sólo de fachada) que acepte el orden liberal mundial es un instrumento de las clases dominantes locales destinado a la explotación de sus pueblos y, eventualmente, de otros socios más débiles, actuando, por tanto, como potencias sub-imperialistas.
La confusión entre estos dos conceptos de soberanía nacional y, el rechazo de cualquier nacionalismo aniquila la posibilidad de cambiar el orden liberal mundial. Por desgracia, la izquierda en Europa y en otros lugares, a menudo caen en tal confusión.
El capitalismo global realmente existente es de naturaleza imperialista
La pluralidad de las condiciones sociales y políticas de los estados que conforman el sistema global, está relacionada con acontecimientos históricos determinados por la expansión global del capitalismo, que ha actuado siempre estimulado por la necesidad de acumulación del centro del sistema.
Por una parte, la historia de la industrialización de cada país – sea dominante o dominado – se ha caracterizado por singularidades nacionales y por la creación de bloques hegemónicos (de clases y de intereses) que le han permitido al capitalismo ejercer su dominio. Por el otro lado; las organizaciones víctimas del sistema – que han luchado por terminar con la dominación – siempre han sido heterogéneas entre un país y otro, y entre un periodo y otro.
Esta evolución ha dado forma a culturas políticas específicas, originando valores y “tradiciones” con formas específicas de expresión política, organización y lucha. Su diversidad es objetiva, al igual que sus culturas. Por último, el desarrollo de las fuerzas productivas – por medio de revoluciones científicas y tecnológicas – tienen un importante componente dictado por las variaciones en la organización del trabajo y las diversas formas de sujeción a las exigencias del beneficio capitalista. Estas diferencias objetivas impiden reducir los actores políticos solo al conflicto burguesía / proletariado.
El capitalismo se fundamenta en un mercado compuesto por tres dimensiones (mercado de materias primas, mercado financiero y mercado del trabajo). Pero el capitalismo, realmente existente, como sistema mundial, tiene como fundamento, únicamente en la expansión global del mercado de las dos primeras dimensiones. El verdadero mercado global del trabajo es obstaculizado por las barreras políticas estatales en detrimento de la globalización económica; la globalización del mercado del trabajo siempre es limitada.
En la practica , el capitalismo realmente existente conduce – necesariamente- a una polarización a nivel global, a un desarrollo desigual que supone la contradicción más violenta de los tiempos modernos ,y que no puede ser superada en el marco de la lógica del capitalismo.
El desarrollo y » subdesarrollo» son dos caras de la misma moneda: el capitalismo global. No hay ninguna base científica para calificar a los países en vía de desarrollo como «retrasados». En consecuencia, las luchas de liberación nacional de los pueblos de las periferias están siempre, objetivamente, en conflicto con la pseudo-lógica, utilizada por el discurso dominante del capital.
Aunque tengan diferentes grados de conciencia y de radicalidad en sus proyectos los pueblos del sur deberían ser “anti-sistema” (anticapitalistas). El escenario desigual de las luchas de estos pueblos obliga a pensar en una transición de larga duración al socialismo mundial.
El capitalismo ha puesto los cimientos de una economía y una sociedad global, pero ha sido incapaz de llevar la lógica del desarrollo a todo el mundo. Por el contrario el socialismo, concebido como un nivel cualitativamente superior de la humanidad, debe ser considerado como un proyecto universal. Sin embargo, la construcción de un socialismo a nivel mundial tendrá que pasar por una larga transición histórica que disponga de una estrategia que impugne la globalización capitalista.
El principio general de esta estrategia implica que será indispensable una revolución nacional y popular complementada con una economía protegida, auto-centrada y expuesta lo menos posible. Tal transformación es contradictoria, en todos los sentidos con la lógica del capitalismo global, pues las reformas y el cambio social, irremediablemente, entrarán en conflicto con los criterios, instituciones, intereses y modo de funcionamiento del capitalismo global.
Debido a su carácter histórico, las clases gobernantes, formulan sus visiones y aspiraciones dentro de la perspectiva del capitalismo realmente existente y, voluntaria o involuntariamente, subordinan sus decisiones políticas a la expansión capitalista mundial. Esta es la razón del porque las clases dominantes no desean una desvinculación con el sistema global.
Por el contrario, las clases populares para liberarse de las consecuencias inhumanas de la globalización utilizando el poder político para desacoplarse de la expansión de un capitalismo que somete a todos los pueblos. Por tanto, en la evaluación de las estrategias políticas los movimientos sociales del Sur global deben considerar con seriedad la siguiente propuesta; la opción de desarrollo hacia adentro es indispensable .
Históricamente, el desarrollo hacia adentro (“autosuficiencia”) ha sido una característica específica del proceso de acumulación del capital en los países capitalistas centrales y ha condicionado las modalidades del desarrollo económico, las relaciones sociales internas y las relaciones internacionales .
Por otro lado, en las periferias, el proceso de acumulación de capital es producto, principalmente de la evolución de los países del centro, que han buscado siempre conservar la “dependencia” de las naciones menos desarrolladas.
La dinámica del modelo de desarrollo hacia adentro debe cimentarse en la articulación de una políticas que construya, en toda su extensión, una fuerte interdependencia de la producción de bienes en general con los bienes de consumo masivo. Esta articulación es parte de la relación entre los dos bloques sociales del sistema: la burguesía nacional y los trabajadores.
Las economías auto-centradas no son entidades cerradas en sí mismas; por el contrario, deben abrirse de forma agresiva en el sistema global a través de una activa intervención política y económica en el ámbito internacional.
Las economía auto-centradas se deben diferenciar radicalmente del actual capitalismo periférico, dominado por las metrópolis, porque este capitalismo privilegia la capacidad exportadora y la capacidad del consumo de productos importados para una pequeña minoría. Este modelo delimita las diferencias entre lo que llamo “una burguesía compradora” y el carácter “nacional” de determinadas burguesías de las periferias.
Los países periféricos viven una contradicción permanente .Por un lado existe la tendencia de acumulación hacia adentro y, por otra parte las fuerzas de acumulación del capitalista dependiente impiden tal proceso. Las políticas imperialistas fomentan esta tendencia “globalista” interviniendo, con arrogancia, cinismo y con la excusa del “derecho de injerencia” en abusivas “operaciones humanitarias”.
El despertar del Sur
El despliegue del imperialismo se manifiesta a partir de 1492 (no es la fecha del “descubrimiento” de América; es la fecha de su conquista y la destrucción de sus pueblos), y en los cuatro siglos siguientes, con la conquista del mundo por los europeos.
Los pueblos de Asia y África y los indígenas americanos, que sobrevivieron al genocidio, (más tarde las nuevas naciones de América Latina y el Caribe) tuvieron que adaptarse a las exigencias del dominio de los países centrales del sistema.
Tal despliegue del capitalismo / imperialismo global, fue para los personas afectadas, la mayor tragedia de la historia humana, lo que demuestra la naturaleza destructiva de la acumulación de riqueza. El colonialismo producto del capitalismo sólo puede ser un momento de la historia de la humanidad, pues su avance continuo conduce a la barbarie.
Es un sistema insostenible en el largo plazo (no es el “fin de la historia!”), no sólo por razones ecológicas, sino también, por los efectos devastadores del mercantilismo de personas y pueblos enteros. La catástrofe de la expansión capitalista destruyó pueblos y etnias enteras reduciendo la proporción de la población no europea del 82% de la población mundial en el año 1500, a un 63% en 1900.
La acumulación mediante el despojo no sólo derramó riquezas en las clases dominantes en el “viejo mundo”, sino también precipitó el crecimiento administrativo y militar de los países europeos. La revolución industrial de finales del siglo XVIII, no podría haberse producido sin este primer período de despliegue imperialista. La supremacía militar de la Europa moderna, alcanzada, en el siglo XIX, aumentó la brecha Norte-Sur. La relación de riqueza a favor de los europeos en 1800 era del 1 a 1,3 (ver Bairoch, 1993) En la actualidad la diferencia es de un aplastante de 1 a 40. Los datos ponen de relieve la verdad de la llamada “ley de pauperización del capitalismo” formulada por Marx.
Hoy en día, esta página de la historia está cerrada. Los habitantes de las periferias ya no aceptan el destino reservado para ellos por el capitalismo. Este cambio fundamental es irreversible. El capitalismo ha llegado a su etapa de decadencia, su ocaso se inició por la Revolución Rusa de 1917, y fue seguido de las revoluciones de China, Vietnam y Cuba y por la radicalización de los movimientos de liberación nacional en el resto de Asia y África. La concomitancia de estas diversas formas de transformación no ha sido casualidad.
Esto visión no excluye la persistencia de enajenaciones y desvíos : reformas para dar un rostro humano al capitalismo (algo que nunca a ocurrido para la mayoría del pueblo), un “ponerse al día” con el sistema (sueño de las clases dominantes de las naciones “emergentes”, entusiasmadas por un éxito momentáneo) y, un tradicionalismo que admira un pasado mítico que predomina en parte de los “excluidos” en las ultimas dos décadas .( de origen pseudo-religiosa o pseudo-étnico).
Tales ilusiones persisten debido a que estamos pasando por un mal momento coyuntural. La ola de revoluciones del siglo XX ha terminado, la del radicalismo moderno del siglo XXI está aún por llegar. Y como escribió Gramsci, hay monstruos en el crepúsculo de las transiciones. El despertar de los pueblos de las periferias se manifestó a partir del siglo XX, no sólo por su crecimiento demográfico, sino también por su determinación de reconstruir sus países y sus sociedades destrozadas por el imperialismo en los cuatro siglos anteriores.
Bandung y la primera globalización de las luchas (1955-1980)
En 1955 en Bandung, los gobiernos y los pueblos de Asia y África expresaron su intención de volver a construir un sistema mundial sobre la base del reconocimiento de los derechos de los países que anteriormente estuvieron bajo la dominación imperialista. Tal “derecho al desarrollo” constituyó la base de una “globalización” que se negoció en un marco multipolar y, en consecuencia el imperialismo se vio obligado a adaptarse a esta nueva realidad.
El proceso de industrialización iniciado durante el período de Bandung no fue el resultado del despliegue imperialista, fue impuesto por las victorias de los pueblos del Sur. Tal progreso, sin duda, fue para “ponerse al día”, una ilusión que estuvo alimentada porque el viejo imperialismo , estuvo obligado a adaptarse al desarrollo de las periferias. Pero esta ilusión fue transitoria pues la explotación imperial fue recomponiéndose paulatinamente mediante nuevas formas de dominación.
El antiguo conflicto entre naciones imperialistas y naciones dominadas, sinónimo del conflicto países industrializados / países no industrializados, poco a poco dio paso a una nueva forma de la contradicción principal , esta vez basada en la centralización de los beneficios de los “cinco nuevos monopolios de los países imperialistas” (el control de las modernas tecnologías, el dominio de los recursos naturales, un sistema financiero global, el monopolio de los medios de comunicación, y las armas de destrucción masiva).
El período de Bandung también fue la época del renacimiento africano. El Pan-africanismo debe situarse dentro de esa perspectiva. No es casualidad que los países africanos estuvieran involucrados en proyectos de renovación “inspirados” de los valores del socialismo, porque la liberación de los pueblos de las periferias debe ser, en realidad, anticapitalista. Denigrar los numerosos intentos fallidos en el continente africano a veces es innecesario porque no explica la realidad en su totalidad: aunque parezca increíble, pero los treinta años de horrible dictadura, Mobutu sembró un capital educativo en el Congo cuarenta veces mayor que lo que hicieron los belgas en ochenta años.
Nos guste o no, los países africanos están formando verdaderas naciones. Las opciones trans-étnicas impuestas las clases dominantes favorecieron tal cristalización. Los conflictos étnicos, llegaron más tarde, provocados por la erosión de los modelos nacionales de Bandung, esto ha conducido a la pérdida de legitimidad de los poderes estatales y lo étnico es un recurso político utilizado por aquellos que desean el poder en beneficio de sus intereses particulares.
Nueva era y nuevos desafíos
Aunque la dicotomía centros / periferias ya no es sinónimo de países industrializados y no industrializados, la polarización centros / periferias que marcó el carácter imperialista de la expansión del capitalismo global está todavía en curso, incluso está ganando terreno con la colaboración de los “cinco nuevos monopolios” de los países imperialistas.
En estas nuevas condiciones, los proyectos de desarrollo acelerado de las periferias emergentes, que han tenido un éxito indiscutible (especialmente en China, y en otros países del Sur), no suprime la dominación imperialista. Esta opresión se despliega otra vez, estableciendo nuevos centros / periferias. El imperialismo no se puede conjugar en plural como en fases anteriores de su expansión; ahora es el “imperialismo colectivo” de la “tríada” (Estados Unidos, Europa y Japón).
De esta manera, los intereses comunes de los oligopolios que tienen sus raíces dentro de la tríada triunfan sobre los intereses que quienes puedan oponerse a su dominio( “intereses mercantiles”).
El carácter colectivo del imperialismo se observa con claridad por el control del sistema global mediante los instrumentos comunes utilizados por la tríada; en el plano económico la OMC (Ministerio Colonial de la tríada ), el FMI (Agencia Colonial de la gestión monetaria colectiva), el Banco Mundial (Ministerio de la Propaganda), la OCDE y la Unión Europea (configurados para evitar que Europa salga de liberalismo); en el plano político, el G7, las fuerzas armadas de los EE.UU. y sus instrumentos subordinados representados por la OTAN . La marginación y domesticación de la ONU completa el cuadro.
El imperialismo colectivo ha confiado los medios bélicos a los Estados Unidos en compensación por sus carencias económicas, a través del control militar del planeta (esto implica, entre otras cosas, la abrogación de la ley internacional por el derecho que Washington se asigna para sí mismo, llevando a cabo “guerras preventivas” donde sean necesarias para sus intereses)
Objetivos y Medios : Una estrategia para desarrollar la convergencia en la diversidad
Los habitantes de los tres continentes (Asia, África y América Latina) se enfrentan hoy con un proyecto de expansión del sistema imperialista (descrito como neoliberalismo globalizado) que no es otra cosa que “ un apartheid a escala mundial.”
¿ Será impugnado el nueva orden imperialista en un futuro cercano? ¿Quién podrá oponerse a él? ¿Cuál será el resultado de tal desafío? ¿ La imagen de la actual realidad admite abrigar la idea de un desafío inmediato?
Las clases dominantes de los países del Sur han aceptado su posición de burguesía “compradora” subordinada; las personas comunes en su impotencia luchan por la supervivencia diaria ,y por lo general tienden a aceptar su destino o incluso peor , se alimentan de nuevas ilusiones esperando que las clases dominantes luchen por ellos (el Islam político es el ejemplo más dramático).
Sin embargo, desde otro ángulo, el auge de los movimientos de resistencia y la lucha contra el imperialismo, los éxitos registrados por nuevos gobiernos de izquierda en América Latina y Nepal (cualesquiera que sean los límites de las victorias), la progresiva radicalización de estos movimientos y las posiciones críticas tomadas por los gobiernos del Sur dentro de la OMC, son una prueba de que “otro mundo” mejor es posible. Una estrategia a la ofensiva es necesaria para la reconstitución de los pueblos del Sur. Se requiere la radicalización de la resistencia social frente a la ofensiva imperialista del capitalismo.
Las clases gobernantes en algunos países del Sur han optado, de forma visible, por una estrategia que no es ni de sumisión pasiva (a las fuerzas dominantes del sistema global) ni de oposición declarada: es una estrategia limitada “de intervenciones activas” con el fin de acelerar el desarrollo de sus países.
Afirmándose en la construcción nacional producida por la revolución y el maoísmo, conservando el control de las divisas y del capital, negándose a impugnar la propiedad colectiva de la tierra (la principal conquista revolucionaria de los campesinos), China ha demostrado estar mejor equipada que otras naciones para explorar positivamente esta opción y perfilar incuestionables exitos.
¿Esta experiencia puede ser imitada en otros lugares? ¿Cuáles son algunas de las dificultades para su implementación? Un análisis de las contradicciones que presenta esta opción me ha empujado a la conclusión que el proyecto de un capitalismo nacional independiente de las potencias dominantes del sistema global es en gran medida una ilusión.
Las condiciones objetivas heredados de la historia no permiten la implementación de un compromiso social histórico del capital con los trabajadores y los campesinos que garantice la estabilidad del sistema. Por esta razón, este tipo de experiencias se enfrentan a la siguiente disyuntiva, sí es dirigida por la derecha afrontará un creciente rechazo de las clases populares o si es dirigida por la izquierda – con la construcción de un “socialismo de mercado”- este deberá ser solo una primera etapa en la transición al socialismo.
Las opciones – aparentemente similares- encabezadas por los gobernantes de otros países “emergentes” son todavía muy frágiles. Ni Brasil ni la India han experimentado revoluciones radicales como China y son incapaces de resistir eficazmente la presión combinada del imperialismo y las clases reaccionarias locales.
Mientras tanto, las naciones del Sur, por lo menos algunas de ellas, tienen ahora los medios para reducir el “monopolio tecnológico” de los países imperialistas. Tales naciones son capaces de desarrollarse, sin caer en la trampa de la dependencia.
El “potencial dominio de la tecnología” puede permitir a estas naciones utilizar sus propios recursos para el desarrollo. Recuperando sus recursos naturales, adaptando la economía a un consumo menos perjudicial y, si deciden a salir de la globalización financiera pueden restringir el peso político-económico del Norte.
Estas naciones ya han comenzado a desafiar el monopolio de las armas de destrucción masiva que EE.UU. tiene la intención de conservar para si mismo.
Nadie podía imaginar en 1955 – cuando a estos países se les privó de industrias y de tecnología- el actual potente desarrollo del intercambio Sur-Sur – de bienes, servicios, capital y tecnología. Ahora más que nunca, la desvinculación del imperialismo está en la agenda de lo posible.
¿Pueden estas naciones lograrlo? ¿Quién lo hará? ¿Las clases burguesas que rigen en el lugar? Lo dudo mucho. ¿Las clases populares que han llegado al poder? Esto probablemente podría comenzar con regímenes transitorios de naturaleza nacional / popular.
La cuestión agraria está en el centro de los problemas a resolver y es cardinal para “la cuestión nacional”. La opción capitalista de la apropiación privada de la tierra por una minoría con la exclusión de la mayoría de los actuales campesinos es ya una opción decidida por Europa. Pero, para que ocurra debería producirse una emigración masiva de la población rural.
El capitalismo es incapaz de resolver el problema campesino de las periferias que abarcan la mitad de la población de la humanidad. Para que el capitalismo tengan éxito, en estas naciones, tienen que existir a lo menos cuatro Américas para emigrar! La única alternativa es un sistema basado en el acceso a la tierra para todos los campesinos.
De hecho, la posibilidad de progreso sobre esta base es potencialmente superior al sistema capitalista. Un sistema campesino desarrollado con una “orientación socialista”, para citar a los chinos o la fórmula vietnamita, es el único garante de solidaridad para la construcción nacional. ( Analicé en detalle este tema en mi artículo “Las reformas de tenencia de la tierra en Asia y África.” Amin, 2013, capítulo 5).
Estados Nacionales: ¿Cuál es el camino a seguir hoy?
De acuerdo con lo que se dice hoy en día, los estados nacionales ya no tienen sentido. Los partidarios del sistema sostienen que producto de la “globalización de la economía moderna” las decisiones que determinan la evolución de la vida económica, social e incluso política de las comunidades ya no está en manos de las naciones. “No hay alternativa”, como solía decir la señora Thatcher . En realidad, siempre hay alternativas para los margenes de acción del Estado Nacional dentro del sistema global.
No hay una “ley de expansión capitalista”, que actué como una fuerza sobrenatural. Las tendencias de la lógica del capitalismo están enfrentados permanentemente por las fuerzas de resistencia que no aceptan sus consecuencias. La historia real es producto del conflicto entre la lógica de la expansión del capitalismo y las luchas sociales de sus víctimas contra los efectos de esa expansión.
La historia no está determinada por un despliegue infalible de leyes de una supuesta “economía pura”. La respuesta de las pueblos y las naciones afectadas por “estas leyes económicas del capital ”, definen las relaciones sociales en el que operan estas leyes.
Por tanto “las fuerzas anti-sistémicas” deberían desarrollar una organización coherente y enérgica contra la subordinación a las llamadas leyes del mercado; leyes que simplemente son las leyes de la ganancia privada y que no son más que la historia real de la acumulación capitalista.
El futuro de las grandes transformaciones se construye por medio de cambios en la correlación de fuerzas en el ámbito social y político; cambios producidos por el combate y cuyos resultados no se conocen de antemano. Un análisis reflexivo – cuyo propósito sea contribuir a la cristalización de proyectos liberadores coherentes y posibles – ayudará a los movimientos sociales a superar “soluciones ficticias”, donde se corre el riesgo de empantanarse.
Por supuesto, son variados los intereses y las visiones de las fuerzas sociales y políticas que entran en conflictos durante la historia de la humanidad. En la actualidad, predominan las elites representantes de la transnacionalización dominante ( los países de la tríada imperialista) y sus aliados subordinados de la burguesía “compradora” (en los países de la periferia).
Por esta razón el papel de la mayoría de los gobernantes se ha reducido al mantenimiento del orden interno, mientras que la superpotencia (los EE.UU.) ejerce su poder como una suerte de estado “pseudo-mundial.” Solo Estados Unidos dispone de un margen mayor de autonomía mientras que los otros estados, en realidad ,no tienen independencia.
Al parecer, el desarrollo de las luchas sociales y los compromisos entre intereses sociales diversos (y divergentes) pueden llevar al poder a bloques hegemónicos diferentes al orden neoliberal globalizado vigente . En tal situación, el estado nacional tendría más posibilidades de emanciparse del control imperial.
Hay “intereses nacionales” que exploran, legítimamente, el establecimiento de un orden mundial multipolar. Estos “intereses nacionales” son usualmente expresadas por determinados gobiernos para justificar sus propias opciones políticas. Los expertos de la “geopolítica” justifican esta posición como “intereses invariables” que han sido heredados por la geografía y por la historia. De hecho, la geometría de alianzas y los conflictos internacionales juega un papel que aumenta y limita ,al mismo tiempo, la actividad de los estados.
En los antiguos sistemas-mundo siempre ha existido la multipolaridad. La hegemonía total ha sido más una ambición que una realidad . Estas hegemonías, cuando existieron, fueron relativas y temporales. Los socios del mundo multipolar del siglo XIX (extendida hasta 1945) eran exclusivamente “las grandes potencias”. En el mundo actual de “la tríada”, las naciones imperiales del pasado todavía acarician recuerdos de ese período y esperan el retorno a un sistema de “equilibrio de poderes”.
Esta no es la multipolaridad deseada por la inmensa mayoría del planeta (85% ).
El mundo multipolar provocada por las revoluciones rusa y china, y más tarde por los movimientos de liberación en Asia y África, fueron de una naturaleza diferente. Al decir esto, no estoy analizando el período posterior a la Segunda Guerra Mundial en los términos convencionales de la “bipolaridad” y de la “Guerra Fría”, porque desde mi punto de vista la ideología dominante no ha reconocido los progresos alcanzados por los países del Sur durante ese período.
Hay que analizar la multipolaridad dentro de los términos de un conflicto que va más allá de las distorsionadas manifestaciones ideológicas dominantes, que solo se han ocupado de un trance histórico en que el capitalismo pudo ser erosionado por el socialismo.
Multipolaridad es, pues, sinónimo de un “margen real” de autonomía para los estados. Este margen debe utilizarse para definir el contenido social del estado/nación. El período de Bandung (1955-1980) permitió a los países de Asia y África forjar nuevas maneras de desarrollo auto-centradas coherentes con las capacidades de las fuerzas sociales que apoyaban proyectos nacionales-populares de liberación nacional. Ciertamente, hubo una relación entre las condiciones “internas” definidos por la amplitud de las alianzas de liberación nacional y las condiciones “externas favorables” definidas por el conflicto Este-Oeste que de hecho neutralizo la agresividad del imperialismo.
Hablo aquí de la autonomía ( definición semejante a independencia) pero que esta delimitada por las deficiencias determinadas por la naturaleza del proyecto nacional y por los márgenes de acción posible dentro del sistema global. Esta limitación es una de las consecuencias de un “globalismo” muy presente, dominante y opresivo (la globalización no es una cosa extraña!).
En las escuelas de Economía Política Internacional y de Economía -Global- se resta importancia de los márgenes de acción y de autonomía , y reduciéndolo prácticamente a la nada. Dentro del sistema de globalización (en todos los tiempos) el “total” determina las “partes”. Yo prefiero un análisis en términos de complementariedad /conflictividad, que resitúa todas las competencias en relación con la autonomía de las luchas sociales y políticas nacionales e internacionales .
Las secuelas de la guerra fría (1945-1980) ya es historia. El proyecto del imperialismo colectivo de la tríada está siendo desarrollado actualmente con la hegemonía de los EE.UU., que suprime la autonomía de los países del Sur y reduce la autonomía de los países asociados a Washington.
El momento actual se caracteriza por el despliegue de la hegemonía norteamericana en el plano internacional. Este proyecto es el único que ocupa el centro del escenario actual y no está limitado a las áreas sometidas al control de los EE.UU. como fue durante el período bipolar (1945-1990). Entre otras factores relevantes y más allá de sus ambigüedades, el propio proyecto europeo se está desvaneciendo a marcha forzada.
Los países del Sur (el grupo de los 77, los No Alineados), que tenía ,durante el período de Bandung, (1955-1980) la decisión de articular un frente común contra el imperialismo occidental han renunciado a ello; la propia China, actualmente actúa sola, y esta únicamente interesada en su proyecto nacional (en sí mismo ambiguo) y no es parte activa del proceso de transformación del mundo.
El imperialismo colectivo de la tríada es el resultado de una evolución real del sistema de producción de los países capitalistas pero no ha producido el surgimiento de un capitalismo “transnacionalizado” (como lo sostiene Hardt y Negri ), sin embargo los acuerdo entre los oligopolios nacionales de los países imperiales tienen un propósito de “control conjunto” del mundo en beneficio de sus propios intereses.
Pero si “la economía” (entendida como la expresión unilateral de los sectores dominantes del capitalismo) reúne a los países de la tríada, la política divide a sus naciones. El despliegue de las luchas sociales pueden cuestionar el papel que el Estado juega al servicio exclusivo del capital , en particular en Europa.
Dentro de esta hipótesis, se podría esperar la aparición de un policentrismo con un margen considerable de autonomía para Europa . Pero el actual “proyecto europeo” esta fuera de ese empeño político . Es apenas “una parte europea del proyecto estadounidense”.
El proyecto de Europa se implanta con caras: una neoliberal y otra atlantista. La capacidad de un proyecto propio de Europa se ha reducido entre otras cosas por los partidos políticos socialdemócratas europeos son partidarios del atlantismo y del social-liberalismo. Este ultimo término es contradictorio en si mismo; el liberalismo por definición no puede ser social, incluso es antisocial y muchas veces reaccionario.
China y Rusia son los dos principales rivales estratégicos del proyecto de Washington.
Los gobiernos de turno de Rusia y China son cada vez más conscientes de la rivalidad estratégica con Estados Unidos . Sin embargo, dan la impresión que quieren operar sin lesionar directamente a la administración de los EE.UU., incluso “aprovechando la amistad de los EE.UU.” en conflictos donde no se oponen directamente.
El doble juego de Washington es claramente visible en el “frente común contra el terrorismo”. Los EE.UU., apoya a los movimientos islamistas en Argelia, Egipto, Siria , a los Tchetchens, a los Ouigurs, a los tibetanos! Con la bandera del terrorismo islamista Washington pretende poner detrás de su hegemonía a Moscú, Pekín y Delhi.
¿Pueden los países del Sur desempeñar un papel activo en la derrota de los proyectos militares de los EE.UU.?
Las personas agredidas son actualmente los únicos antagonistas activos capaces de poner freno a los desmanes de Washington. Pero, lamentablemente ,como sus métodos de lucha son cuestionables, se ha retrasado la solidaridad de los pueblos del Norte con una lucha que podría ser abiertamente antimperialista.
Por otro lado, el análisis que he hecho de la “compradorización generalizada” de las clases dominantes en el Sur deja la conclusión que no hay grandes cosas que puedan hacer los regímenes “fundamentalistas” (islamistas, hindúes, o de grupos étnicos). Sin duda estos gobiernos se instalaron en el poder como réplica a la permanente arrogancia de Washington y preocupados por la hostilidad (por no decir el odio) de sus pueblos hacia los EE.UU. ¿Hay algo que se pueda hacer? ¿ No queda otra cosa que aceptar el destino?
Por el momento, el Sur (en general) ya no tiene un proyecto propio como acaeció en la era de Bandung (1955-1980). Sin duda, las clases dominantes de los países calificados como “emergentes” (China, India, Corea, el sudeste de Asia, Brasil y algunos otros) tienen objetivos solo para sí mismos y trabajan en ello.
Estos objetivos se pueden resumir en la maximización del crecimiento dentro del sistema de la globalización. Estos países tienen, o creen tener, un poder de negociación que les permite beneficiarse con lo que llamo una estrategia “egoísta” más que constituyendo un “frente común” con países más débiles.
Pero las ventajas que podrían obtener de esta situación son específicas y no se oponen a la estructura general del sistema. Por tanto, no son una alternativa real y estos proyectos crean la vaga ilusión de construir un “capitalismo nacional”, que es lo contrario a la idea de “fundar una comunidad de bienes para todos sus habitantes”. Los países más vulnerables del Sur (el “Cuarto Mundo”), ni siquiera tienen proyecto y han sustituido un “proyecto propio” por el fundamentalismo religioso o étnico, que no merece ser calificado como tal.
Por otra parte, el Norte es quien toma la hipócrita iniciativa de “ un por ellos” (debería decirse “en contra de ellos”) como el “diálogo europeo-mediterránea”, el “Gran Oriente Medio” o la asociación Unión Europea-ACP ( “acuerdo económico” ,que reemplaza los Acuerdos de Cotonou, con Proyectos estadounidenses e Israelíes en el Oriente Medio, África, el Caribe y el Pacífico),
Los desafíos que enfrenta un mundo multipolar fiable son más graves que lo podrían imaginar los movimientos “antiglobalización”. Por el momento, existe la necesidad imperiosa de derrotar el proyecto militar de Washington. Esta es una condición indispensable para abrir los márgenes de libertad que tanto se requieren. Sin esta libertad no habrá ningún progreso social y democrático y cualquier construcción multipolar seguirá siendo muy vulnerable.
Dada su naturaleza desmesurada, el proyecto de los EE.UU. esta condenado al colapso, pero podría tener un costo humano aterrador. La resistencia de sus víctimas- los pueblos del Sur- deben recorrer un largo camino, pues los estadounidenses continuarán siendo empantanados en numerosas guerras en que se verán obligados a participar.
Tal resistencia va a terminar derrotando al enemigo y quizá despertará la oposición en el propio EE.UU., como fue en la guerra de Vietnam. Sin embargo, es necesario detener la catástrofe rápidamente; una buena diplomacia internacional puede ayudar, siempre y cuando Europa asuma su responsabilidad como un actor responsable.
En un plazo más largo, “otra globalización” deberá disputar las opciones dominante del capitalismo liberal del imperialismo colectivo de la tríada atlantista. Un mundo multipolar fiable sólo será una realidad cuando se hayan cumplido las siguientes cuatro condiciones:
Europa debería tomar realmente el camino de la “ Europa social ” (y, por tanto debería comprometerse con la larga transición al socialismo a nivel mundial). Además debería disociarse de su pasado/presente imperialista. Esto ultimo sería posible simplemente saliendo del atlantismo y del neoliberalismo extremo. De hecho, en Europa existe una variedad de burguesía nacionalista, neo-fascista, y determinadas reacciones al neoliberalismo están más en línea con estas fuerzas de clases subyacentes, que con el internacionalismo socialista.
En China, el “socialismo de mercado” necesita triunfar sobre las fuertes tendencias de una ilusoria construcción de un “capitalismo nacional”, esta ilusión seria desestabilizadora del país ya que excluye a la mayoría de los trabajadores y de la población rural.
Los países del Sur (las personas y los estados) precisan construir un “frente común”, que no solo “haga concesiones”, a las clases sociales populares, sino que produzca una transformación de la naturaleza de los gobiernos de turno, sustituyendo el dominio de la burguesía “compradora por gobiernos “nacionales, populares y democráticos”.
En la reorganización de los sistemas de derechos nacionales e internacionales, son necesarios progresos en el respeto a la soberanía nacional (pasar de la soberanía nacional a la soberanía popular) y a los derechos individuales, colectivos, políticos y sociales.
El renacimiento del espíritu de Bandung y la reconstrucción de un frente de los países No Alineados
La primera ola soberanista de los estados y las naciones de Asia y África (que produjeron cambios importantes en la historia de la humanidad) se organizó en el espíritu de Bandung con países que NO estaban alineados con el colonialismo y el neocolonialismo, ni tampoco con el patrón de la globalización en ese momento. Una primera evaluación de Bandung no excluye un análisis crítico de la iniciativa debido a la variedad de visiones de los países involucrados y a las relaciones de subordinación (en algunos casos) al imperialismo occidental.
Ahora, las mismas naciones, junto con América Latina y el Caribe, son golpeados nuevamente , esta vez es por la globalización neoliberal. Por lo tanto, para enfrentar los desafíos con éxito, estos países deben unir esfuerzos ,como lo hicieron en el pasado. En esa perspectiva, es necesario fomentar a una nueva ola soberanista y de progreso en los tres continentes.
El Movimiento de Países No Alineados (NOAL) reunía sólo a las naciones de Asia y África. Los estados de América Latina, con la excepción de Cuba, se abstuvieron de unirse a la organización. Las razones de ese fracaso son: (1) los países de América Latina eran formalmente independientes desde principios del siglo XIX y no compartieron las luchas de las naciones de Asia y África para reconquistar su soberanía; (2) la dominación estadounidense del continente a través de la Doctrina Monroe no fue cuestionada por los estados al mando, con la excepción de Cuba. (La OEA fue calificado con razón por Cuba como “Ministerio de colonias de los EE.UU.”); (3) las clases dominantes de origen europeo miraban a Europa y los EE.UU. como los modelos a ser copiados.
Por estas razones, el intento de construir una “Tricontinental” no tuvo éxito; el movimiento de Bandung fue acompañado solamente por los movimientos que luchaban, armados a menudo, y fue rechazada por los Estados en de América Latina en ese momento.
Las cosas han cambiado: (1) los países de América Latina y el Caribe han establecido recientemente su propia organización (CELAC ; Comunidad de América Latina y el Caribe), excluyendo a los EE.UU. y a Canadá, y han, por tanto, formalmente rechazado la doctrina Monroe ; (2) los nuevos movimientos populares han creado una conciencia del carácter plurinacional en sus sociedades ( personas con origen Indígenas Americanos, Europeos y Africanos ); (3) estos movimientos también han iniciado estrategias de liberación del neoliberalismo, con cierto éxito. Por lo tanto, la reactivación de un movimiento de los pueblos del Sur debe ahora incluir a los pueblso de América y así convertirse en un frente Tricontinental.
Es posible crear un eje alrededor del cual, estados y naciones de los tres continentes se organicen solidariamente en un frente común contra un globalización desequilibrada, neoliberal, imperialista.
Los estados que se reunieron en Bandung tenían diferentes puntos de vista del como derrotar la dominación imperialista y en el modelo de construcción de sus sociedades; sin embargo, fueron capaces de superar esas diferencias para enfrentar con éxito el desafío común. El mismo enfoque es necesario hoy en día.
Los gobernantes en los tres continentes, así como los movimientos populares difieren cuando se trata de las formas y los medios para hacer frente a los mismos desafíos, hoy renovados. En algunos países, los proyectos “soberanos” se han desarrollado, asociados a políticas estatales activas destinadas a la construcción de un sistema nacional coherente, integrado y moderno de producción, respaldado con una capacidad exportadora agresiva.
Los puntos de vista, el grado, el formato, y la eventual regulación de apertura al capital extranjero y a los flujos financieros (inversiones extranjeras directas, inversiones de cartera e inversiones financieras especulativas) difieren de un país a otro. Las políticas con respecto al acceso a la tierra y otros recursos naturales también reflejan un amplio espectro de opciones y prioridades.
Encontramos diferencias similares en los programas de los movimientos populares que luchan contra los regímenes oficiales en el poder. Sus prioridades cubren un amplio espectro: los derechos democráticos, los derechos sociales, el cuidado ecológico, el género, las políticas económicas, el acceso a la tierra, y más. En algunos casos, se han hecho intentos para unir estas diferentes demandas en un plan estratégico de acción común. En la mayoría de los casos, poco se ha logrado en esa perspectiva.
Esta amplia variedad de situaciones y actuaciones crea problemas para todos, incluso puede generar conflictos entre estados y / o entre asociados en la lucha. Entonces, ¿qué hacer?
Proyectos de soberanía en la perspectiva de una globalización negociada
Un proyecto soberano implica el concepto y la aplicación de un conjunto de políticas nacionales coherentes destinadas a “caminar sobre las dos piernas”: (1) la construcción de un sistema industrial integrado y auto-centrado; (2) el desarrollo de políticas para revivir y modernizar la agricultura campesina; y (3) la articulación de estos dos objetivos en un plan coherente e integral de acción.
La construcción de un sistema industrial integrado y global de la producción implica que cada industria esté concebida con el fin de convertirse en un proveedor de insumos y en un importante recurso básico para otras industrias. Ese concepto entra en conflicto con el dogma neoliberal, que esta basado exclusivamente en la rentabilidad de cada industria en particular, separada del resto del tejido industrial.
Este concepto neoliberal ha llevado al desmantelamiento de algunos sistemas industriales construidos con anterioridad (en la antigua Unión Soviética, Europa del Este y algunos países del Sur global) y ha subordinado, lo que queda de ellos, a la condición de subcontratistas para la expansión mundial de las corporaciones transnacionales (dominadas por el capital financiero de EE.UU., de Japón y algunos países de Europa occidental).
Mi concepto alternativo implica la intervención del Estado, es decir, la planificación estatal, la gestión de un sistema financiero nacional independiente con el fin de dar prioridad a la financiación para la construcción de industrias. (habrá que considerar también factores como las limitaciones presupuestarias para evitar la inflación y el crecimiento de la deuda externa). Sera necesario además crear impuestos al capital con el fin de implementar este proyecto. Con el tiempo, la inversión extranjera directa debería estar obligada a negociar condiciones que permitan vigorizar el proyecto nacional en lugar de aniquilarlo.
La definición de las políticas dirigidas a la reactivación de la agricultura campesina debe reducir la migración desde las zonas rurales . Las actuales tasas no permiten que estas poblaciones sean absorbidos por el desarrollo industrial urbano. Este objetivo implica que la tierra no sea considera como una “mercancía”, sino como un “bien nacional común” a disposición de toda la población. Esto implica modelos de propiedad que protegen el acceso a la tierra para todas las familias campesinas, sobre base de mayor igualad que sea posible.
Otro objetivo es garantizar la soberanía alimentaria nacional. Esta visión de nuevo entra en conflicto con los dogmas neoliberales y las políticas del llamado desarrollo agrícola, basado en el despojo masivo de campesinos en beneficio de la agroindustria, de los grandes propietarios, y de una minoría de campesinos ricos.
La creación de industrias deberían apoyar la modernización de la agricultura campesina, proporcionando ayudas y ofreciendo bienes para el consumo. Tales planes para la reactivación de la vida rural deben ser desarrollados en una gran mayoría de países de Asia , África y en América Latina ; la población rural sigue representando una proporción significativa de la población total (30% o más) y debería estar ajustada a las necesidades de cada nación.
El primer gran objetivo de los proyectos de soberanía popular deben garantizar el progreso social para las grandes mayorías de las clases trabajadoras, reduciendo las desigualdades. Como la practica ha demostrado el Estado neoliberal con sus mercados no regulados no genera justicia social y en la practica está carcomido por una creciente e insoportable desigualdad.
El segundo objetivo es crear condiciones favorables para “la invención de la democracia participativa”. La democracia representativa electoral hoy esta asociada al desastre social y ha perdido credibilidad dentro de amplios segmentos de nuestras sociedades.
El tercer objetivo es preparar el terreno para negociaciones globales que ofrezcan a los países del Sur posibilidades para convertirse en socios activos, e iguales en la reconstrucción de un modelo de globalización negociada que resista la hegemonía de las naciones más poderosas.
En términos prácticos, para la consecución de estos tres objetivos es necesario abrir canales para un debate con los ciudadanos, sindicatos y otras organizaciones de la sociedad civil auténticamente populares.
El resultado debería ser un plan de apoyo del estado a proyectos de industrialización integral; y la apertura de canales con las organizaciones populares campesinas para definir un plan de acción que reactive la agricultura campesina rural. Estos son los primeros pasos que podemos dar para lograr los ambiciosos objetivos presentados en este ensayo.
Traducción: Emilio Pizocaro