Socialismo21 » 3 junio, 2017

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Conferencia de la Red Socialismo 21 de Cataluña

La lucha es el camino ; el socialismo, el objetivo

Documento Político Asamblea 2017(versión castellano)

La nueva crisis del capitalismo es una oportunidad para el socialismo del siglo 21. En el pasado el sistema alcanzó en los países más desarrollados cierta legitimidad, derivada del alto nivel de vida que después de la Segunda Guerra Mundial se disfrutó en la Triada del sistema (Europa, Estados Unidos y Japón).

Esta calidad de vida derivaba no de la eficiencia y menos de la bondad del sistema capitalista, sino de la derrota del fascismo, de la capacidad de lucha de los trabajadores y la situación creada por el derrumbe del capitalismo en áreas donde revoluciones de orientación socialista amenazaban la estabilidad del sistema. También fue posible gracias a la extensión de la dominación neocolonial e imperialista, que por decenios aportó enormes recursos al sistema a bajo coste, al precio de obstruir el desarrollo del 80 % del mundo.

El capitalismo no es un sistema que tiene como objetivo mejorar el bienestar de la población, su objetivo es el enriquecimiento de los propietarios de los bienes de producción. No lo fue en el siglo XIX en que los trabajadores vieron sus condiciones de vida empeoradas respecto a sus antepasados ​​agricultores, ni lo es tampoco para los trabajadores del centro del sistema desde 1990: colapsada la amenaza del llamado bloque socialista, el sistema ha decidido cerrar la era del Estado del Bienestar en los países del Centro, demostrando que ésta no fue más que un accidente histórico derivado de una coyuntura en la que sintió seriamente amenazada su supervivencia.

Pero su actual soberbia tiene los pies de barro. El capitalismo es un sistema social injusto e insostenible, que destruye la solidaridad social y promueve a sus propios enterradores como sistema: las masas desposeídas, trabajadores que crean la riqueza que se les niega cada día más. La historia del desarrollo humano no tiene un guion escrito, ni un destino inexorable. Que el final del capitalismo abra paso a un mundo mejor (incluso que permita la continuidad de la especie humana) depende de la voluntad y la capacidad de las personas para aprovechar las coyunturas de transformación social para superar este sistema senil y destructivo.

Desde la perspectiva de la experiencia histórica podemos comprobar que a diferencia de lo que Marx consideraba podía ser el proceso histórico más probable, el capitalismo no estalló en los países más avanzados en el siglo XX, sino que colapsó por efectos colaterales de la explotación capitalista (la guerra y el colonialismo) en países atrasados ​​y prácticamente precapitalistas.

Esta oportunidad fue aprovechada por los revolucionarios de estas sociedades para ensayar de abrir una vía al socialismo desde la periferia. Los obstáculos que tuvieron que enfrentar fueron enormes. Indudablemente cometieron errores, algunos trágicos, pero no podemos perder de vista que sus revoluciones surgieron de una reacción a la brutalidad del sistema, que avasalló sin ningún miramiento democrático, ni humanista con la Primera Guerra Mundial contra el pueblo ruso y con la ocupación brutal japonesa de China.

Hoy, por debajo de la propaganda del sistema, tenemos que aprender a ver en perspectiva, la lucha por el socialismo en el siglo XX. Es cierto que nos han dejado un legado muy duro con el colapso o degeneración del proyecto socialista en países atrasados ​​como Rusia o China. Sin embargo, debemos recordar que el progreso de la humanidad no es una línea ascendente y clara, sino que frecuentemente se da con cambios de ritmo y de dirección, que pueden desorientar y hacer perder de vista el sentido profundo de los procesos.

No es nuevo. Podemos imaginar el desconcierto de los protagonistas de la Revolución Francesa con la degeneración de Napoleón y el ascenso de la Europa más reaccionaría después de Waterloo. Pero aquellos que creían que la Revolución Francesa había fracasado totalmente, se equivocaron. Su legado ha llegado hasta hoy. De hecho, todavía nos orienta en muchas cosas, hacia un porvenir de emancipación.

Lo mismo ocurre con las revoluciones de orientación socialista del siglo XX. Una lectura superficial y repetida hasta la saciedad por los medios en manos de los poderosos, podría hacer creer que el fracaso del socialismo real era el fin de la Historia para los de abajo. Que el sistema capitalista era el mejor y el único posible. Que con la globalización desatada el mundo tendría un crecimiento eterno y una hegemonía incuestionable de sus relaciones de producción.

Han bastado 20 años para que el sistema quebrara con la crisis del 2007, después de que durante este periodo las personas pudieran sufrir la devaluación sostenida de sus salarios y el empeoramiento de sus condiciones de vida en EEUU y Europa. Empobrecimiento que ha radicalizado obviamente después de la crisis.

Desgraciadamente como bien señala Samir Amin «El otoño del capitalismo no coincide automáticamente con la primavera de los pueblos». Es la tarea de las personas contemporáneas que aspiran a un futuro de igualdad y paz, establecer los mecanismos que permitan transformar la quiebra del capitalismo neoliberal (el capitalismo senil que conocemos) en construcción del socialismo del siglo 21.

Antes de entrar en un análisis detallado, declaramos cuál es nuestra hipótesis de trabajo y nuestra esperanza. Estamos entrando en una etapa en que la caída de la tasa de ganancia y el agotamiento de los recursos, obliga a degradar las condiciones de vida en el mismo corazón del sistema (el Centro) para sostener las ganancias del capital. Unas ganancias que cada vez son más ficticias: de carácter financiero especulativo por una parte; y por otra, más basadas ​​en el despojo de la naturaleza y los derechos de los trabajadores que en una capacidad efectiva de generar riqueza y mercancías útiles para la sociedad. Ahora, a diferencia del siglo XX es el corazón del sistema (como creía Marx que pasaría mucho antes) donde estallan las contradicciones más graves: la rebelión que expresa en EEUU el surgimiento (aunque no suficiente) del socialismo de Sanders en EEUU o el colapso de la UE, que de ser considerada (incluso para un sector hegemónico de la izquierda) esperanza de progreso, está pasando a mostrarse con toda evidencia como cárcel de pueblos y a avanzar en su descomposición.

La inestabilidad del sistema y las tensiones internas, recuerdan la situación previa a la primera guerra mundial: imperialismo y elevado riesgo de guerra. Un riesgo que aumenta con la acumulación de fracasos de las intervenciones exteriores de EEUU en los últimos 20 años (incapaz de lograr ninguna victoria estratégica para muchas batallas tácticas que haya ganado) el aumento de la factura militar de su ejército mercenario y privatizado. y el intento de seguir destruyendo los marcos estatales de intermediación tal como muestra su última acción unilateral en Siria.

La crisis de hegemonía es compleja y polifacética. Muestra la impotencia y fracaso estratégico del proyecto de un dominio unilateral de los EEUU como expresión política del sistema capitalista mundial. Además, provoca una creciente vulnerabilidad política de las multinacionales, verdadero corazón económico del sistema. Estas empresas tratan de sustituir la hegemonía del EEUU por un entramado de tratados comerciales y de inversión, que les permitan disfrutar de un marco de autonomía y protección al margen de la vieja potencia y por encima de los estados. Pero este proceso no da paso a un mundo más seguro y estable, sino todo lo contrario agudiza contradicciones irresolubles, en un entorno que la pobreza hace más violento y políticamente precario. Una crisis es una oportunidad, pero no la certeza de vencer. Es un momento peligroso en un marco de ofensiva liberal. Ellos buscan dividirnos para mantener su dominio. A sus intenciones hay que oponer de manera voluntarista el proyecto socialista alternativo a la globalización: internacionalismo desde identidades sociales y políticas plenamente soberanas y construidas sobre derechos. Para ello hay que partir de un análisis riguroso de los procesos que se están produciendo.

2.- La globalización neoliberal en crisis

La llegada de Trump a la presidencia de Estados Unidos con un discurso proteccionista, desregulador, anti-stablisment y xenófobo, es la expresión política del agotamiento del periodo de globalización neoliberal, y de los profundos cambios geopolíticos que se han producido desde el mundo unipolar, bajo la dominación imperialista de EEUU, al actual mundo multipolar.

El estallido de la crisis económica internacional con la bancarrota de Lehman Brothers puso en evidencia las contradicciones y fragilidad económica de un sistema sustentado en la desregulación, la libertad de movimientos de capitales y la especulación financiera, pero otros fenómenos de la globalización como la deslocalización de inversiones y producciones a otros países con mano de obra barata o esclava también socavaron paulatinamente la estructura productiva de los países capitalistas desarrollados, incrementaron la desigualdad, el empobrecimiento de la clase trabajadora y clases medias, sin que los beneficios se distribuyeran socialmente o se reinvirtieran de modo suficiente en la economía productiva.

Durante la globalización neoliberal, la relación de perdedores y ganadores no se limita al interior del imperio, de la Unión Europea y del resto de potencias y estados, también se ha producido en la relación entre ellos, dando lugar a la decadencia del imperialismo norteamericano y el ascenso de otras potencias y espacios económicos, fundamentalmente China, India, Rusia, los llamados BRICS.

La presidencia de Trump tiene como objetivos en lo inmediato, el repliegue económico interno aplicando medidas proteccionistas en la producción y el comercio, la inversión en la modernización de las infraestructuras, la construcción de muros para impedir el flujo migratorio y el incremento de las deportaciones iniciada por las anteriores presidencias (cerca de 3 millones de personas bajo Barak Obama).

La retirada de EEUU del Tratado comercial con el Pacífico (TPP) y el abandono de las negociaciones del TTIP han sido las primeras acciones en la senda de recuperar una mayor capacidad en la negociación bilateral y proteger los intereses comerciales e industriales de una fracción significativa del capitalismo en EEUU. Junto a las medidas antiinmigración, busca también consolidar su base electoral entre la clase trabajadora, las clases medias, y las generaciones inmigrantes que adquirieron la nacionalidad norteamericana.

El apoyo de Trump al Brexit y su distanciamiento del proyecto de la Unión Europea tiene como objetivo, abrir nuevos espacios de relación económicas más favorables a EEUU, reequilibrar la relación comercial con Alemania y favorecer un mayor crecimiento entre los países de Europa que facilite su papel de locomotora sobre la economía mundial, y por consiguiente, las exportaciones norteamericanas.

Los métodos autoritarios que emplea, particularmente con los chantajes y amenazas a Méjico para que pague la construcción del muro en la frontera, es un indicador de la voluntad imperialista de la fracción del capital y las finanzas que apoyan la actual presidencia y gobierno americano.  El regreso de la desregulación financiera es otra muestra del poder real de los principales bancos y fondos que respaldan a Trump, que aumenta el riesgo de nuevos estallidos de burbujas especulativas, y del intento de EEUU de imponer un comercio mundial favorable a sus intereses, y una mayor apropiación en su beneficio de la riqueza mundial.

Las consecuencias de las políticas y estrategia de Trump amenazan la paz mundial. Su discurso contra el terrorismo islamista y por el aplastamiento del DAESH, junto a una actitud inicial más amable hacia Rusia, se combina con su agresividad hacia China, y las amenazas a Irán y Corea del Norte. Conflictos que podrían derivar en una reactivación de la confrontación con Rusia, tal como nos ha mostrado el bombardeo unilateral de EEUU de un aeropuerto en Siria como pretendida represalia a la masacre con el empleo de gas sarín en una acción de dudosa o falsa bandera.

Una escalada de la confrontación que podría intensificarse a la luz de los últimos acontecimientos en que parecen haberse impuesto los sectores más belicistas del Pentágono así como los intereses del complejo militar industrial que necesita del aumento de la tensión internacional para justificar abultados presupuestos militares y sus correspondientes beneficios. En este sentido también deberemos tener en cuenta la presión de la administración Trump a los países de la UE para que aumenten el porcentaje de sus presupuestos destinados a gastos militares, lo que directamente perjudica a los gastos públicos con fines sociales, ya agravados por las políticas de estabilidad presupuestaria impuestas por la UE.

Sin embargo, en respuesta a los peligros y amenazas a la paz de la presidencia Trump, no podemos caer en una actitud complaciente o de alineamiento con el discurso y estrategia de los gobiernos y fuerzas políticas que han apostado ciegamente por la globalización neoliberal, que han efectuado o apoyado intervenciones militares desestabilizadoras del Norte de África y Oriente Medio, con enorme destrucción y millones de víctimas, y que ahora se espantan ante Trump, el hijo monstruoso de la globalización neoliberal.

Los problemas del sistema capitalista tienen un origen estructural, que va más allá de la extravagancia de algunos protagonistas. Están fundamentados en la disminución de la tasa de ganancia, que conduce a la desvertebración y agudización de sus contradicciones internas, muy semejante a la producida en vísperas de la Primera Guerra Mundial.

Ello significa que la fuerza armada es cada vez más una herramienta básica para establecer la jerarquía de satisfacciones de las necesidades del sistema. Y de aquí, que cada vez esté más presente, no solamente en zonas como el Oriente Próximo y Norte de África, sino acercándose al corazón de Europa, como demuestra la escalada de militarización que se vive en la frontera oriental de la UE, con el continuo flujo de tropas, blindados y aviones a Polonia y las demás antiguas regiones bálticas de Rusia.

Está claro que, en la medida en que las tendencias de fondo del capitalismo no van a variar en los próximos años, la violencia será el recurso que marcará las relaciones internacionales en la Periferia y, por vez primera en muchos años, en el Centro imperialista[1].

Por último, otro factor a tener muy en cuenta son las inversiones de alianzas que estas nuevas guerras producen y seguirán produciendo. El caso más llamativo es el de Turquía, tras el fracasado golpe de estado impulsado por los Estados Unidos. Esta inversión de alianzas (el giro ruso de Erdogan, reforzado por cosas como el asesinato del embajador ruso en Ankara) puede facilitar una salida del conflicto en Siria, ya que una alianza del gobierno sirio, el ruso, el iraní y el libanés (donde, ahora, el general Aoun preside la República con el apoyo de Hezbollah, por imposible que esto hubiera parecido hace unos años) es muy difícil de enfrentar. Pero no hay que olvidar que los Estados Unidos e Israel (que son los aliados objetivos del Estado Islámico, por antinatural que ello pueda parecer) siguen siendo las potencias con mayor poder de fuego en la región, si bien sus intereses tienen alguna contradicción. Para Israel es vital que la guerra prosiga. Para los Estados Unidos basta con que sus suministros de petróleo estén garantizados. Aunque esto puede hacerse sin que la guerra concluya, como lo demuestra Libia, donde la guerra entre las diversas milicias continúa y los civiles siguen poniendo los muertos, a la par que las exportaciones de petróleo, desde puertos “seguros” para Occidente están aseguradas.

Todo esto, junto a lo que sucede en Extremo Oriente, va a seguir acercando las guerras a nosotros, al tiempo que su parafernalia ya ha llegado. Su influencia en la política de los próximos años será decisiva y hemos de estar preparados para ello.

La alternativa a la globalización neoliberal en crisis y las políticas de Trump, expresión ambas de la decadencia y agotamiento del sistema capitalista, pasa por la recuperación de la soberanía económica de las naciones y estados, y avanzar hacia la transformación socialista mundial, mediante relaciones basadas en la cooperación en condiciones de respeto, justicia, igualdad y defensa de la paz.

3.- El capitalismo es ecológicamente insostenible para el planeta

El capitalismo ha sido capaz de desarrollar enormemente la capacidad productiva de la sociedad y la productividad por su naturaleza competitiva. Pero es un sistema que para aumentar sus beneficios necesita constantemente ampliar la producción (y la población de la que extrae las plusvalías). Este proceso se insostenible en un planeta finito.

Ya, en el estado actual de desarrollo (que condena a la pobreza a la gran mayoría de la humanidad) necesitaríamos disponer 1,5 planetas para producir los recursos necesarios para soportar la huella ecológica del sistema. El sistema extrae un 50% más de lo que la naturaleza puede regenerar, es decir se destruye más madera de lo que los árboles pueden producir, más agua de lo que los acuíferos pueden reponer o emite CO2 más deprisa de lo que la naturaleza puede absorber.

Esto además queda agravado por la obsolescencia programada (es decir el diseño de productos para que dejen de funcionar y provocar más consumo) y la obsolescencia percibida promovida por el marketing y los medios de comunicación, que estimulan un consumo no sólo innecesario sino frecuentemente nocivo. El problema no es que la innovación tecnológica sea negativa necesariamente, el problema es cómo se distribuyen sus frutos. Toda salida progresista al dilema ecológico que atraviesa la humanidad pasa por la redistribución del trabajo y de la riqueza de un lado, y por otro, para restablecer un proceso productivo sostenible y armónico con la naturaleza.

Evidentemente hay que replantear el modelo de consumo y de vida, para asegurar una vida digna y viable. Pero para el capitalismo es imprescindible seguir impulsando la producción (incluso con destrucción) para que el sistema realice más beneficios que capitaliza una reducida minoría, cada vez más pequeña y poderosa. El sistema capitalista es incompatible y es el mayor obstáculo para un cambio de modelo que permita la sostenibilidad de la vida en la Tierra.

Pero su superación conlleva para los de abajo importantes contradicciones. No es posible defender una reducción de la producción en abstracto cuando una parte importantísima y creciente de la humanidad se encuentra bajo el umbral de pobreza, y amplias regiones del mundo no tienen las mínimas infraestructuras para la salud y educación, para producir y distribuir los servicios básicos de agua, gas, electricidad, para desarrollar la producción agrícola, etc. Si queremos unir a la mayoría para cambiar de sistema, hay que insistir en la necesaria distribución de la riqueza que permita alcanzar una vida digna y feliz a las grandes mayorías, pero al mismo tiempo hay que empezar a romper el relato del crecimiento por sí mismo. De hecho, el crecimiento ha sido una válvula de escape de las tensiones sociales: no hay que redistribuir, basta con que los capitalistas aumenten la riqueza con sus inversiones y así todo el mundo tendrá más ingresos.

En realidad, el crecimiento absurdo e innecesario ha hecho la vida más cara para la mayoría: beber agua sana y consumir alimentos de calidad es cada vez más caro. La saturación conlleva pérdida de la calidad de vida en las megaciudades donde cada vez vive más gente del planeta. En las zonas rurales, la acelerada destrucción de recursos provoca la contaminación de las tierras agrarias, ríos y aguas costeras. Vivir con aire limpio, con acceso a espacios verdes, se convierte en un artículo de lujo reservado a una minoría.

Hay que recuperar la gestión de los bienes comunes por la ciudadanía para asegurar el futuro de la vida en el planeta desarrollando otro modelo de vida que ponga en el centro la calidad de vida para la mayoría. Esto implica minimizar la producción de mercancías, alargar su utilidad temporal, recuperar los ciclos naturales de regeneración, preservar el medio ambiente para las generaciones futuras y retribuir todo trabajo que conlleva bienestar a la sociedad, incluyendo evidentemente los trabajos reproductivos (que probablemente son los que más felicidad concreta aportan a las personas).

El trabajo productivo se tiene que socializar y redistribuir como forma de inclusión social. La reducción del tiempo de trabajo productivo no debe comportar una reconversión de las personas en meros instrumentos de consumo, sino que debe servir para desarrollar su creatividad con el tiempo liberado. Más tiempo a disposición de las personas lejos de incentivarlas a pasar más horas en los centros comerciales o ante los medios de comunicación como consumidores pasivos de ocio alienante, deberían servir para redistribuir las tareas domésticas y de reproducción, de cuidado de la infancia y la gente mayor, de formación no sólo para producir más, sino para enriquecer la vida espiritual y cultural de las personas.

Hoy el enorme aumento de productividad, permite técnicamente no sólo alcanzar niveles de vida dignos, sino multiplicar la felicidad y la calidad de vida, a condición de cambiar el modelo de acumulación y consumo que ha impuesto el capitalismo, aspecto que sólo es posible por medio de la revuelta y empoderamiento de la mayoría. Las minorías que ahora detienen el timón del sistema, nunca renunciarán voluntariamente a sus privilegios.

Una minoría de plutócratas que está mostrando la más absoluta incapacidad para gestionar el planeta ni en sus parámetros más básicos, tal como muestra el fracaso de las conferencias para aminorar el cambio climático en las últimas conferencias de Paris. Destaca en particular la insolencia de las clases dominantes de los EEUU para moderar en ninguna forma el saqueo de recursos que imponen al planeta. De hecho, el histrionismo de Trump, es la perfecta continuidad de las políticas medioambientales de Bush para sabotear los intentos de Río y Kyoto para detener el cambio climático.

Hoy el capitalismo no es sólo una forma de explotación social de la clase trabajadora, sino además un sistema incompatible con la sostenibilidad de la vida en el planeta. También por razones de supervivencia como especie, es imprescindible su superación lo antes posible. Hay que desmontar la argumentación de que la destrucción del planeta es producto de la acción de los seres humanos, por una explicación pedagógica de que es producto de un sistema económico y de la plutocracia que se beneficia en detrimento de las grandes mayorías. Hay que evitar que el sistema explote las contradicciones que las penurias medioambientales pueden generar entre las habitantes de nuestro planeta. Para soslayar las verdaderas responsabilidades tratan de confrontar etnias, países y comunidades, utilizando la crisis ecológica como un argumento más para promover el racismo y acelerar la guerra. Hay que definir con toda precisión los responsables últimos de esta crisis ecológica sistémica, para apuntar correctamente cuál es el camino de su solución. 

4.- Estancamiento y descomposición de la Unión Europea, preludio de su desintegración

El análisis y pensamiento crítico de XSUC-Socialismo21 sobre el proyecto de la Unión Europea ha sido una de las aportaciones distintivas desde su origen, recogiendo la crítica profética de algunos de sus miembros sobre el Tratado de Maastricht y, posteriormente, sobre el papel y consecuencias nefastas de la moneda única, el euro.

Esta brillante y valiente previsión, a contracorriente de la posición dominante pro-UE en el seno de la gran mayoría de organizaciones que se reclaman de la izquierda, ha sido validada por el proceso histórico. El triunfo del NO a la Constitución Europea en los referéndums celebrados en Francia y Países Bajos en 2005 fue un primer test de la enorme desconfianza que suscitaba el proyecto de la UE entre las ciudadanías de estos países, en definitiva, de la ausencia de un “demos” europeo, de una conciencia identitaria europea entre los pueblos de los estados de la UE.

El estallido de la crisis económica internacional en 2007/2008 puso de relieve los gravísimos desequilibrios acumulados desde la implantación de la moneda única que afectaban de manera desigual a los estados de la UE, en función de su mayor o menor competitividad y capacidad exportadora, y por tanto de la acumulación de superávit comercial como Alemania y otros países del Centro y Norte de Europa, o bien del déficit comercial que se transformaba progresivamente en deuda, tanto privada como pública, que afectó principalmente a los llamados PIIGS (Portugal, Italia, Irlanda, Grecia y España).

La ausencia de una Hacienda y una política fiscal común, capaz de corregir los desequilibrios entre los países ganadores y perdedores de la UE, mediante una política redistributiva suficiente y la mutualización de la deuda, produjo la práctica bancarrota de países como Grecia, y la intervención de las instituciones europeas, Comisión Europea, BCE y el llamado Eurogrupo, que impusieron enormes recortes sociales sobre dichos países para asegurar el pago de la deuda, provocando una crisis económica, social y política en Grecia, sin salida dentro de la UE y del euro, o generando una progresiva desestabilización social y política de otros países como Italia o España.

Las políticas de ajuste y austeridad sobre los países más endeudados, además de alargar los periodos recesivos y de estancamiento económico en dichos países, tuvieron un “efecto boomerang” sobre la economía del conjunto de la Unión Europea, arrastrándola a un periodo de recesión, estancamiento y débil crecimiento.

En este contexto, la caída de los mitos e ilusiones sobre los futuros beneficios de la UE, produjo un creciente euroescepticismo entre las ciudadanías de los estados europeos, particularmente entre las clases trabajadoras que sufrieron el deterioro en sus condiciones de vida y la regresión de sus derechos sociales y laborales, como consecuencia de la extensión de medidas liberalizadoras, contrarreformas laborales, la precariedad laboral mediante el incremento de los llamados “minijobs” o los contratos a tiempo parcial.

El déficit democrático de las instituciones europeas, con un Parlamento europeo sin poderes reales, acentuó la percepción entre las poblaciones europeas sobre el carácter ilegítimo de sus decisiones, agravando la creciente desafección al proyecto de la UE que se expresa en el auge euroescéptico, sentimiento que ha sido capitalizado en gran parte por formaciones de ultraderecha o neofascista, ante el discurso repetitivo, ilusorio e inalcanzable de gran parte de la izquierda sobre la reforma de la UE, para dotarla de los instrumentos fiscales redistributivos. La carga de la presión fiscal sobre los países “ganadores” como Alemania hace inviable tal apuesta.

Los episodios intervencionistas de la UE sobre la política española, con la presión del BCE a través de la carta de Jean-Claude Trichet al gobierno español en agosto de 2011, tuvieron como resultado la contrarreforma de la Constitución española con el artículo 135; sobre la política italiana con el nombramiento del presidente del Consejo de Ministros, Mario Monti, en noviembre de 2011 o las brutales intervenciones del Eurogrupo sobre Grecia, que provocaron la rendición de Tsipras, presiones que prosiguen hoy día con un “rescate” interminable, alentando el euroescepticismo en estos países y empujando a la ruptura con la UE y el euro.

En este contexto de crisis de la globalización neoliberal y deterioro rampante del proyecto de la UE, junto al malestar creciente entre las clases trabajadoras, se produjo el triunfo del “Brexit” en el referéndum de junio de 2016 en el Reino Unido. Este acontecimiento ha significado el punto de inflexión en el proyecto de la Unión Europea, a pesar del status particular del Reino Unido como miembro de la UE pero con su propia moneda, la libra. El Reino Unido aportaba a la UE un importante valor en el imaginario europeísta, un importante espacio económico y financiero por su relación Atlántica con EEUU y con la Commonwealth, y un papel de moderación y equilibrio en las relaciones entre Francia y Alemania. Con la salida del Reino Unido de la UE el proceso de descomposición de la UE avanza hacia la desintegración.

El episodio de la derrota de Matteo Renzi en el referéndum italiano del 4 de diciembre y su posterior dimisión, extienden la inestabilidad política a Italia, donde las posiciones euroescépticas son mayoritarias y transversales a derecha e izquierda. El posible “sorpasso” del Movimiento 5 Estrellas al Partido Democrático, en profunda crisis, abre la posibilidad de la salida de Italia de la UE y del euro.

La crisis del proyecto europeo se intensifica por momentos, cualquier decisión que se adopte puede precipitar su crisis definitiva. El resultado de las recientes elecciones en los Países Bajos con el varapalo histórico al partido socialdemócrata PvdA, que pasa de 38 a 10 escaños, confirma la profunda crisis de los partidos socialdemócratas que gobiernan, en solitario o en coalición con partidos de la derecha conservadora, y aplican las políticas que precarizan el empleo y aumentan la desigualdad. La victoria pírrica del partido gobernante de centro derecha VVD, con un importante retroceso en votos y escaños, ha sido presentada con alivio por las élites de la UE ante el temor de una posible victoria de la ultraderecha xenófoba de Wilders. Sin embargo, el drama político es que la derecha conservadora para frenar el ascenso de la ultraderecha ha copiado su discurso xenófobo. No ha sido una casualidad, en esta coyuntura política, el anuncio de las instituciones europeas de la deportación de un millón de inmigrantes. Esta decisión, pone al desnudo el mito de la UE como un espacio abierto, garante de derechos y humanista. El ascenso del partido ecologista de izquierda de 4 a 14 diputados, el ligero retroceso del Partido Socialista (-1 escaño), y la fragmentación del Parlamento holandés, añaden más inestabilidad a la gobernanza de los Países Bajos.

Las recientes elecciones presidenciales en Francia confirman los efectos demoledores de la crisis de la UE sobre los grandes partidos del sistema, el Partido socialista Francés y el Partido Republicano. También han confirmado el ascenso de la extrema derecha nacional-populista de Marine Le Pen, y la irrupción exitosa del movimiento político de los Insumisos liderado por Melenchon. La recomposición política del sistema en Francia y la UE entorno a la figura de Macron, el apoyo de los representantes de la globalización neoliberal a este oscuro personaje de las finanzas, son una expresión del estado de emergencia en que se encuentra Francia y la UE. La aplicación del programa neoliberal de Macron, particularmente de la reforma laboral por decreto ley agravará la contestación social y la crisis de régimen de la V República, también tendrá graves efectos económicos sobre los países europeos como España (y dentro de ella en particular Cataluña) que gozan de un amplio superávit comercial con Francia.

Su rendición de pleitesía a la hegemonía alemana con la inmediata visita a Angela Merkel, agudizará la desconfianza en Francia hacia la dominación de Alemania. El anuncio por Macron de su propósito de refundar la Unión Europea, no irá en dirección de mutualizar la deuda o disponer de un presupuesto suficiente para impulsar un programa de distribución y cohesión social porque el gobierno ordo liberal alemán no lo permitirá, y un proceso de refundación para profundizar en la desregulación laboral y económica agudizará las contradicciones hasta convertirlas en explosivas. La cita en el mes de junio de las elecciones legislativas en Francia será un importante test para la evolución de la crisis política en dicho pais y sus previsibles efectos sobre la UE.

Las próximas elecciones en Alemania, y particularmente en Italia en 2018, incrementan la incertidumbre sobre la estabilidad política de los países de la llamada “primera velocidad” y la supervivencia de la UE.

De los cinco escenarios propuestos en el Libro Blanco por el presidente de la Comisión europea Jean-Claude Juncker, los liderazgos de los principales gobiernos europeos de Alemania, Francia, Italia y España, han apostado por la Europa de las dos o de varias velocidades. Esta decisión, lejos de superar la grave crisis de la UE, acentuará su desintegración. En efecto, en primer lugar los gobiernos del llamado Club de Versalles, autoubicados en la primera velocidad, son muy frágiles al estar afectados en los casos de Francia e Italia por procesos electorales a corto o medio plazo. El gobierno de España no goza de mayoría absoluta y no tiene asegurada la estabilidad,  y las encuestas anticipan un resultado incierto en las elecciones de 24 de septiembre en Alemania; en segundo lugar, una primera velocidad para avanzar en cuestiones como una defensa común, etc., no resuelve el problema de fondo de la crisis de la UE al no abordar la construcción de una Hacienda común y la mutualización de la deuda en el conjunto de la UE, y aporta una grave desconfianza  entre el resto de países de la UE que presienten un trato desigual en las decisiones que les afectan.

El rechazo a la Europa de dos velocidades por el “Club de Visegrado”, formado por Polonia, Hungría, República Checa y Eslovaquia, y que cuenta con el apoyo de los Países Bajos, es un aviso de la crisis imparable en que se encuentra la UE. Los procesos de búsqueda de alianzas de dichos países dentro y fuera de la UE tensarán las diferencias y divisiones dentro de la UE.

El debate sobre la desconexión con la UE y el euro en el seno de las organizaciones de la izquierda, ha tenido desde la capitulación de Tsipras ante el chantaje del Eurogrupo diferentes foros, entre ellos, el encuentro internacional celebrado en Barcelona los días 10 y 11 de octubre de 2015, el Foro celebrado en Cianciano-Terme (Italia) entre el 16 y el 18 de septiembre de 2016, el Foro celebrado en París el 4 de marzo de 2015 y el pasado 16 de febrero de 2017 el encuentro internacional en la ciudad alemana de Düsseldorf con el lema “¡Por la disolución coordinada del euro y la ruptura con la UE neoliberal!«. A lo largo de este periodo las tomas de posición y pronunciamientos en favor de la ruptura con la UE y la salida del euro se han ido extendiendo entre diversas formaciones políticas de la izquierda.

El debate sobre las alternativas ante la crisis imparable del proyecto de la UE, sobre la recuperación de la soberanía popular y los instrumentos económicos para salir de la crisis y avanzar hacia la superación del capitalismo y construir el socialismo es más actual y urgente que nunca. Si el colapso de la UE se anticipa a cualquier previsión, hay que verlo como una magnífica oportunidad y prepararse para el periodo post-UE.

5.- Estado español: el precio de renunciar a la soberanía

El estallido de la crisis internacional puso al desnudo la delicada situación de la economía española, que desde la puesta en marcha del euro había acumulado en 10 años una enorme deuda privada con el exterior de cerca de 2,5 billones de euros. Dicha deuda está relacionada con la suma de los déficits de la balanza comercial o saldo acumulado entre importaciones y exportaciones (en 2006 y 2007 superó el 9% del PIB).

Dicha crisis hizo explotar la burbuja especulativa inmobiliaria española con el resultado por todos conocido, la entrada en recesión desde 2009 a 2013, la destrucción masiva de empleo que superó la barrera de 6 millones de personas en paro en 2013 (EPA) la inflexión desde el superávit público a un déficit público disparado, el incremento de la deuda pública desde el 36,3% del PIB en 2007 al 101,1% del PIB en 2016,  fundamentalmente por la estatización de la deuda del sector bancario, para satisfacer la deuda contraída con el capital alemán y francés.

El enorme impacto social de las medidas de austeridad y ajuste impuestas por la Troika, los recortes en el gasto social de salud y educación, la reforma de las pensiones bajo el gobierno de Zapatero que aplazó la jubilación a los 67 años cuando al mismo tiempo el paro juvenil se disparaba por encima del 50%, la reforma constitucional del articulo 135, en septiembre de 2011, que prioriza el objetivo de la disminución del déficit público y de la deuda a costa de incumplir los derechos sociales básicos que establecía la misma Constitución, los efectos de las contrarreformas laborales, particularmente la aplicada en 2012 por el gobierno de Mariano Rajoy, que despojó de derechos laborales y forzó una terrible devaluación salarial, provocando la destrucción de empleo de cerca de un millón de puestos de trabajo hasta finales de 2013, extendiendo la precariedad laboral y los bajos salarios que originó el fenómeno de la nueva pobreza laboral (según datos de la Agencia Tributaria, en 2014 una de cada tres personas, el 35%, tenía un sueldo igual o inferior al salario mínimo).

A su vez, la desigualdad aumentó en España hasta convertirse en el segundo país más desigual de la UE tras Letonia, según el indicador de Eurostat 2014, con un 28,6% de la población española en riesgo de exclusión social, según la encuesta de condiciones de vida publicada en mayo de 2016 por el INE, dos años más tarde de la salida de la recesión económica.

Cuando alcanzamos los 10 años posteriores al estallido de la crisis, el discurso de les medios y los gobiernos es de que la economía se está recuperando. Se amparan en el hecho de algunos indicadores efectivamente muestran una recuperación: la balanza comercial se ha estabilizado, el peso de la deuda pública sobre el PIB se ha estabilizado (eso sí, a un nivel altísimo del 100%) los bancos han recuperado sus beneficios (desde 2011) o el desempleo ha empezado a reducirse. Sin embargo, se olvidan de otros aspectos como que la masa salarial (y por tanto la capacidad de consumir y estimular la producción y el empleo) no ha aumentado, que la recesión ha dejado más de 400 mil desahucios y que quedan 3,5 millones de viviendas vacías, que la pobreza infantil aumenta, que una parte de los pobres actuales son personas con trabajo, que las pensiones se han deteriorado, así como todos los servicios públicos que emplea la gran mayoría: salud, educación, dependencia, etc. En realidad, entre ambos registros (lo positivo y lo negativo) no hay contradicción, sino estrecha relación: la mejora de los resultados económicos para una ínfima minoría es a costa del empeoramiento de los derechos y salarios de las amplias mayorías. Este proceso está lejos de detenerse, al contrario, todo apunta a que va a radicalizarse en un futuro próximo por las exigencias del capital, que se reflejan en los dictámenes de Bruselas y la ofensiva de los medios del sistema.

Es en este marco de una larga recesión económica y de progresivo desmantelamiento del llamado estado del bienestar en el Estado español, con su correlato de aumento de la pobreza y la desigualdad, donde se produce un creciente malestar social que da lugar a importantes movilizaciones sociales y cívicas que se organizan, en gran medida, al margen de las fuerzas políticas de la izquierda tradicional y de los sindicatos mayoritarios, el movimiento de los indignados del 15M en 2011 durante el gobierno socialista de Rodriguez Zapatero y las marchas de la dignidad el 23 de marzo de 2014 con la gran manifestación en Madrid, en plena gobernanza del PP de Mariano Rajoy. En la medida que persiste el saqueo social, este proceso, lejos de detenerse, es el motor potencial del cambio político y social.

5.1.- De la crisis social a la crisis de régimen y del bipartidismo

La prolongada recesión económica y las políticas de ajuste y austeridad aplicadas, provocan la crisis social y su correspondiente respuesta en las calles y plazas, y madura políticamente, amenazando el régimen borbónico, y abriendo una grave crisis del bipartidismo fundamentado sobre la alternancia de los dos grandes partidos, PSOE y PP.

Las iniciativas políticas que cuestionan el régimen del 78 nacen del propio movimiento 15M con la convocatoria de la primera asamblea en Sevilla para debatir y promover un proceso constituyente. Propuesta que se extendió entre diversas formaciones de la izquierda que la incorporaron formalmente en su programa, como fue el caso de Izquierda Unida, o afectaron su denominación, como es el caso del movimiento político “Procés Constituent” nacido el 10 de abril de 2013 en Cataluña.

La incipiente crisis de legitimidad de la monarquía se resolvió momentáneamente con la abdicación de Juan Carlos y su relevo por su hijo Felipe. Si bien, el cuestionamiento a la monarquía ha ensanchado su base social y puede resurgir si la inestabilidad política se agrava o la crisis del modelo de estado se agudiza.

La crisis del régimen del 78 avanza por su lado más débil, el que depende en última instancia del voto de la ciudadanía: el bipartidismo. En las elecciones al Parlamento europeo del 25 de mayo de 2014 se produjo la sorpresa de la candidatura de Podemos, que obtuvo cinco escaños y más de 1.250.000 votos, y con menor fuerza, la de Ciudadanos con dos escaños y cerca de 500.000 votos.

El impacto político de estas dos formaciones, especialmente de Podemos, significó un terremoto en el tradicional mapa político español. En las elecciones generales de 20 de diciembre de 2015, y posteriormente en las celebradas el 26 de junio de 2016, estas formaciones emergentes acabaron con las mayorías absolutas fueran del PSOE o del PP, y con el propio bipartidismo, abriendo una grave crisis política en el seno del PSOE, y en menor medida en otras formaciones políticas, como Izquierda Unida.

Ni siquiera la pequeña recuperación electoral del PP en las elecciones de junio, más por errores de las otras candidaturas que por propios aciertos, ha impedido el fin del bipartidismo. El episodio de la formación del nuevo gobierno bajo la presidencia de Mariano Rajoy originó una grave crisis en el PSOE. El golpe de la vieja guardia del PSOE contra Pedro Sánchez, ha producido una colosal fisura entre la Gestora y la base afiliada, abriendo escenarios de una profunda división y de ruptura en el proceso, que ha de culminar en la elección de la secretaría del PSOE o de la candidatura a la presidencia del gobierno en caso de nuevas elecciones.

La frágil situación interna en el PSOE se vuelve contra el intento del gobierno del PP de asegurar su gobernanza durante una legislatura de cuatro años. La acumulación de problemas, como los derivados de los episodios de corrupción, ponen en tensión el pacto con Ciudadanos. La gestión del conflicto en Cataluña, la ralentización del crecimiento económico y las turbulencias financieras y económicas que se dibujan en el horizonte, las presiones de la Comisión Europea para que España cumpla los objetivos de déficit y deuda o la amenaza de recortes sobre las pensiones pueden precipitar la convocatoria anticipada de elecciones generales y por consiguiente nuevas oportunidades para el cambio, siempre que la izquierda emergente consiga superar sus debilidades políticas, que podríamos titular como el “síndrome de Tsipras”.

5.2.- Las características políticas de las fuerzas emergentes

Podemos: El surgimiento de Podemos es el resultado de los aciertos del núcleo de profesores universitarios fundador, de los errores de Izquierda Unida en la gestión del bloque político-social para la candidatura de las elecciones europeas de 2014, y del cruce de intereses de los grandes partidos y poderes mediáticos para frenar en un primer momento a IU (las encuestas pronosticaban un importante avance) y posteriormente debilitar al PSOE para favorecer la gobernanza de la derecha.

Podemos supo recoger el ambiente de indignación que expresó y movilizó el 15M, la rebeldía de la juventud y el malestar social entre la clase trabajadora, también de amplios sectores de la ciudadanía.

Sin embargo, el rápido éxito inicial sin tener una organización mínimamente implantada, forjada y cohesionada, provocó un efecto de aluvión donde se sumaron junto a una mayoría de gente honesta y esperanzada, una oleada de oportunistas procedentes de otras organizaciones que aspiraban a entrar en la carrera electoral para obtener un sillón en las instituciones.

La carencia de un claro diagnóstico sobre el origen de la crisis, particularmente sobre el papel de la UE y de la moneda única, sobre el conflicto entre capital y trabajo, y sobre la metodología democrática para construir la organización, han dificultado su evolución, desde el primer estadio sumamente vertical y cupular, a una organización política de masas basada en el compromiso y actividad militante de su afiliación. La dirección de Podemos cometió un grave error al desestimar la coalición con IU en las elecciones de diciembre de 2015, en las que hubieran acariciado el “sorpasso” al PSOE. Tampoco ha sido capaz, ni ha tenido el valor, de emprender un discurso potente y sencillo sobre la necesidad de recuperar la soberanía popular y salir del euro, discurso que hubiera conectado con la amplia conciencia euroescéptica existente en España, y que le hubiera permitido capitalizar el efecto del triunfo del Brexit en las elecciones de junio 2016.

El triunfo de Pablo Iglesias y su equipo ha sorteado la primera ofensiva del sector “errejonista” potenciado por los medios de comunicación del sistema, pero dependerá de su actuación política futura, de la corrección de las debilidades políticas y organizativas, y del avance inteligente hacia la unidad con otras formaciones de la izquierda transformadora, especialmente con Izquierda Unida, o los sectores más clarividentes de esta formación, para transformar a Podemos en una esperanza real y un instrumento útil para el cambio.

Ciudadanos: El nacimiento de Ciudadanos en Cataluña en defensa de la unidad de España frente a la amenaza secesionista, con una envoltura política falsamente socialdemócrata con la finalidad de recoger el voto del electorado del PSC, descontento con la ambigüedad de su dirección respecto al conflicto en Cataluña, y su notable éxito en las elecciones autonómicas a la Generalitat, fueron la rampa de despegue para su proyección y posterior implantación en el Estado español.

En su último congreso, la careta socialdemócrata ha sido retirada, las posibilidades de atraer a parte del electorado socialista son mínimas. De hecho, el sistema les ha inducido en convertirse en el fusible de recambio del PP, atrapado por escandalosos casos de corrupción en el mismo corazón de su aparato. Flexibles a lo que el sistema les ofrece, ahora apuestan por influir en el electorado de centroderecha mediante un discurso abiertamente neoliberal y seguidista de los poderes dominantes en la UE.

El discurso de la regeneración democrática, especialmente en la lucha contra la corrupción, marca perfil frente al PP y parcialmente ante el PSOE, y se suma a una posición nacionalista española, partidaria de la recentralización del estado sin comprender la naturaleza y complejidad de un estado compuesto por naciones. La evolución de acontecimientos como el colapso de la UE, el conflicto nacional o la crisis económica, puede extender la imagen de muleta del PP y provocar su erosión, o puede forzar nuevas maniobras para preservar su espacio electoral.

5.3.- Los retos de Podemos y la confluencia con IU

La cesión de soberanía a la UE, bajo los gobiernos de Felipe González y Aznar, primero con el Tratado de Maastricht y luego con la puesta en marcha de la moneda única, produjeron la desindustrialización siderúrgica y de los astilleros en España, así como la decadencia de la producción láctea, ganadera y agrícola, con su fenómeno de despoblamiento y empobrecimiento de amplias zonas de España, como Asturias. Ello fue compensado, limitadamente, por los fondos de cohesión europeos y otras ayudas.

Como hemos visto, la implantación de la moneda única disparó los tradicionales desequilibrios comerciales en España, que ya no pudieron ser corregidos a través de la devaluación de la peseta o el aumento de las tasas a las importaciones.

La respuesta del gobierno Zapatero al aumento de la deuda y déficit, y las consiguientes presiones de Berlín y Bruselas, fue la contrarreforma constitucional del articulo 135 con el apoyo del PP, tramitada por vía exprés y sin ratificación por parte de la ciudadanía española. Este hecho significó otra enorme cesión de soberanía, que junto a la firma del Tratado de estabilidad presupuestaria, despojaron a la ciudadanía española de su soberanía para aplicar políticas diferentes a las impuestas por la Troika.

Al renunciar los diferentes gobiernos del PP-PSOE a la soberanía popular, la mayoría social y la clase trabajadora en el Estado español han pagado un terrible precio, incapacidad de cambiar el curso de las cosas con las reglas democráticas tradicionales, acumulación de recortes sociales, paro, pobreza y sus consecuencias de una creciente desafección a las instituciones entre la ciudadanía.

La debilidad política y programática de Podemos respecto a la cuestión central de la recuperación de la soberanía ha impedido que esta formación recoja las aspiraciones de la mitad de la población que se declara euroescéptica. La justificación reiterada por parte de Pablo Iglesias de la capitulación de Tsipras es de por sí elocuente, igual que su incomprensión del fenómeno del Brexit.

La evolución de Podemos, y de su dirección, respecto a esta cuestión será decisiva, especialmente si en el futuro se abre la oportunidad a Podemos de alcanzar el gobierno del Estado.

La confluencia con otras formaciones de la izquierda transformadora, especialmente con Izquierda Unida es una apuesta necesaria. Incluso, la posible y deseable fusión con esta, si se hace sobre un acuerdo de estrategia y programa de transformación social, la defensa de la recuperación de la soberanía popular, la apuesta por un trabajo unitario de movilización social, y la construcción de una organización radicalmente democrática que reconozca la diversidad de propuestas y el derecho democrático a constituir tendencias, e incorpore a la afiliación activa y militante en la toma de decisiones.

Naturalmente, el éxito de la confluencia y de la fusión dependerá de la voluntad del conjunto de organizaciones, especialmente de las mayorías existentes representadas por Pablo Iglesias y Alberto Garzón, y su capacidad de gestionar dicho proceso incorporando a los sectores y colectivos respectivos que expresan una pluralidad y apuestan firmemente por la confluencia y la fusión. El papel de colectivos ciudadanos como el Frente Cívico, etc., pueden ser importantes, tanto en la intermediación, como en el trabajo de ilusionar a mucha gente activa en los movimientos sociales y que se encuentra más allá de las fuerzas primarias.

5.4.-La crisis del PSOE, entre la reconstitución del bipartidismo y la posibilidad de cambio[2]

Tras la maniobra de las fuerzas del régimen para defenestrar a Pedro Sánchez, por su negativa a dar el voto favorable a la gobernanza de Mariano Rajoy, se abrió una profunda crisis en el PSOE que amenaza su propio futuro, con riesgo de ruptura interna o decadencia hacia la marginalidad, como ha sucedido en otros partidos de la socialdemocracia europea.

La apuesta de Felipe González, Rodríguez Zapatero y Rubalcaba por Susana Díaz, es el continuismo del bipartidismo y la alternancia, que acepta la formación de gobiernos de coalición con la derecha para hacer frente a coyunturas excepcionales, la defensa de la unidad de España, etc. Es evidente que están ciegos ante el curso real de la historia, no comprenden las causas de la profunda crisis de la socialdemocracia, de la crisis de la UE, y de la globalización neoliberal. Su prioridad de conservar el régimen o el sistema, y sus privilegios personales, les conduce a liquidar en la práctica al PSOE.

La gestión del nuevo mapa político en España, tras el ascenso de Podemos y Ciudadanos en las últimas elecciones, el profundo malestar social y político que permanece latente en la ciudadanía, las enseñanzas de la crisis de la socialdemocracia europea, especialmente del PASOK griego, el ascenso de Corbyn en el laborismo del Reino Unido, o la experiencia de gobierno en Portugal del PS con el apoyo del PCP y el Bloco, pueden explicar la evolución de Pedro Sánchez y de su círculo más cercano  hacia un discurso que busca recuperar el apoyo de una militancia socialista que se ha radicalizado tras sufrir las políticas de ajuste y austeridad, a causa de la pérdida de derechos laborales y de empleo, así como por el debilitamiento de perspectivas individuales de promoción tras el desgaste de las redes clientelares.

La movilización de la base socialista con un proyecto que promete el cambio y, para que este sea creíble en la actual correlación de fuerzas, va acompañado de una actitud más favorable para formar un futuro gobierno de coalición con Unidos Podemos.

En esta perspectiva, la resistencia del viejo aparato explica la profunda división que atraviesa el PSOE, la mayoría de presidentes de gobiernos de comunidades autónomas del PSOE se alinean con la Gestora, y una gran parte de la militancia del PSOE que rechaza el apoyo al PP, se agrupa en torno a Pedro Sánchez.

El resultado de la contienda entre Susana Díaz y Pedro Sánchez, con Patxi López en trance de ser laminado en la contienda, marcan no solo el futuro del PSOE, sino la propia estabilidad del gobierno del PP.

La victoria de Susana Díaz agravará las tensiones internas en el PSOE, con una posible ruptura y formación de nuevo partido en torno a Pedro Sánchez, o en su defecto, la fuga masiva de afiliación y votos hacia Unidos-Podemos.

La victoria de Pedro Sánchez (obligará a una renovación de las estructuras y equipos dirigentes del PSOE, y puede abrir posibilidades de entendimiento para un gobierno de cambio real en España. La profundidad y radicalidad del cambio, dependerá no solo de la correlación de fuerzas políticas entre Unidos-Podemos y PSOE, sino muy particularmente de la movilización de la clase trabajadora y las luchas sociales. También de la evolución del contexto económico y político en España, en la UE, e internacional que precipite la adopción de medidas rupturistas con el euro y la UE. 

La defensa del discurso de la recuperación de la soberanía económica, monetaria, y popular, será decisiva para ilusionar y movilizar a la mayoría social.

 6.- Cataluña a la búsqueda de una salida del laberinto

En Cataluña nos encontramos ante un momento histórico de definición, o posible “choque de trenes”. La posible proclamación de la Declaración Unilateral de Independencia (DUI) votada por una mayoría del Parlamento de Cataluña y que contaría con un importante apoyo de la población, se encontrará con la acción inmediata de las instituciones del Estado español y de PP, PSOE y Ciudadanos para impedirlo. Esta posible confrontación, en sus distintas variantes y recorrido, promete marcar la agenda de los próximos meses en Cataluña y se proyectará políticamente en el Estado español.

Más allá de su desenlace concreto, el conflicto entre el Estado español y Cataluña permanecerá mientras no se aborden los problemas de fondo que están en su origen, mientras no se negocie una solución basada en la recuperación de la soberanía popular en España y en Cataluña, que pueda abrir la vía para un pacto entre iguales y permita construir una convivencia entre pueblos y naciones sobre bases democráticas, avanzadas socialmente y solidarias.

Encontrar una solución política a este conflicto histórico hace necesario el diagnóstico sobre las causas de la radicalización y ampliación de la base social de las fuerzas independentistas. En 2006 el 13,9% de la población de Cataluña era favorable a la independencia, diez años más tarde, en diciembre de 2016, estaban a favor el 45,3%, según las encuestas del Centro de Estudios de Opinión de Cataluña. En ese periodo la opción independentista alcanzó su máximo histórico del 48,5% en noviembre de 2013 superando el voto contrario a la independencia. En la pasada encuesta de diciembre 2016, el voto contrario a la independencia se impone con el 46,8%. Estamos ante un práctico empate y una sociedad dividida en dos mitades.

Para explicar esta evolución creciente de la opinión hacia la independencia de Cataluña se ha señalado la sentencia del Tribunal Constitucional de junio de 2010 que declaró inconstitucionales 14 artículos de los 114 que contenía el recurso presentado por el PP. Pero dicha sentencia y las movilizaciones de la ciudadanía sólo explican parcialmente la radicalización independentista.

Otro factor que permite explicar el ascenso del independentismo es la fuga hacia adelante de la dirección de CIU bajo la presión del escándalo de corrupción que se desata con los casos Palau, Pretoria y 3%. En efecto, la apuesta de la dirección de CDC y de Artur Mas en particular por la independencia, rompiendo con la centralidad política autonómica de dicho partido, provocando la ruptura con UDC, perdiendo base electoral y arriesgándose a ser devorado en el llamado “Procés” por ERC, no tiene explicación racional sino se incorpora en el análisis el efecto de la corrupción que mordía la nuca de CDC y de Artur Mas.

El escándalo del caso Pujol y familia en 2014, aprieta el acelerador independentista de CDC, pero como acabamos de ver recientemente con el juicio del caso “Palau de la Música”, ocho años después de la presentación de la querella por la fiscalía de Barcelona, los dirigentes de CDC tenían conciencia que tarde o temprano el castigo de la corrupción acabaría con sus carreras políticas y la existencia de su partido. Apostar por la independencia les permitía tener una carta de negociación con el estado para obtener un resultado parecido al escándalo de Banca Catalana, o bien redimirse con una independencia victoriosa.

Finalmente, el auge del independentismo es inseparable de la larga crisis económica que se inicia en 2007/2008, y de los efectos sociales y políticos provocados por la destrucción masiva de empleo, la devaluación salarial y los recortes del gasto público. El malestar social se ha expresado con el aumento de la desafección a las instituciones políticas, la pérdida de su legitimidad, y la búsqueda de alternativas y nuevos proyectos políticos. En Cataluña la hábil propaganda del nacionalismo independentista con el discurso “España nos roba” facilitó que una gran parte del malestar social se canalizase a través del sueño independentista.

Sin embargo, la falta de rigor de dicho discurso, debido a una lectura parcial y poco rigurosa de la redistribución fiscal, al ignorar el amplio y continuado superávit comercial de Cataluña con el resto del mercado en España, escondía ante la ciudadanía la verdadera causa de la crisis y las políticas austeritarias impuestas por las instituciones de la UE: la renuncia a la soberanía monetaria, económica y popular de los gobiernos y de la clase política en el Estado español, también en Cataluña y el País Vasco, en beneficio de las oligarquías dominantes en la Unión Europea, fundamentalmente de Alemania. El voto de los diputados de CiU a favor de la recentralizante “Ley orgánica de estabilidad presupuestaria” en 2012, cuando el PP tenía mayoría absoluta en las Cortes y no necesitaba su voto, demuestra el verdadero carácter neoliberal y falsamente independentista de los jefes históricos de dicha formación.

La hipocresía de los partidos de la derecha y centroizquierda en Cataluña, de CiU (actualmente PDeCAT) y ERC, supera todos los límites cuando aseguran que una Cataluña independiente será automáticamente miembro la UE, ignorando el contenido de los tratados que obligan al nuevo país independiente a solicitar su ingreso, y cuya admisión se rige por la regla de la unanimidad de los países miembros.

Pero más allá, de la cuestión jurídica, se encuentra el hecho de que ni España ni Cataluña son realmente soberanos o independientes, ni pueden serlo en la actual Unión Europea, bajo el lastre de una gran deuda privada con el exterior y sin margen para otras políticas económicas, al estar sometidos a la moneda única, el euro, el BCE, y en último término el dictado del Eurogrupo bajo el control de Alemania.

Sin recuperar la soberanía monetaria y económica, sin romper con el euro y la actual UE, ni Cataluña ni España pueden ser realmente independientes ni soberanas para impulsar una política económica alternativa que permita superar la crisis, reconstruir los niveles de bienestar previos a ésta, conseguir el pleno empleo, avanzar socialmente hacia una mayor igualdad ni construir una nueva legitimidad democrática ante la mayoría social.

Sin romper con el euro y la UE, obtenga o no Cataluña su independencia formal, la frustración y el malestar entre la ciudadanía en Cataluña seguirá creciendo. Si somos capaces de desarrollar una pedagogía basada en la movilización social, se dirigirá tarde o temprano contra los responsables de la gran estafa política, contra los partidos independentistas pro-UE, pero también contra los “unionistas”, sean de Cataluña o de España. Pero en caso contrario, esa frustración puede derivar en una profunda ruptura en el seno del pueblo de Cataluña, como ya ha ocurrido en otros procesos del Este europeo, cuyos fracasos han desembocado en racismo, exclusión, persecución cultural y fractura social. Puede que esté por ver qué parte nacionalista sería la víctima y cuál el verdugo en tal tipo de escenario, pero está claro quiénes serían los perdedores: las clases populares de Cataluña.

6.1.- Entre el referéndum y las nuevas elecciones anticipadas

Tras la aprobación de los presupuestos antisociales de la Generalitat para 2017, con el voto favorable de la CUP a través de dos de sus representantes, y pendiente del probable recurso de inconstitucionalidad que presentarán los partidos unionistas, decae el posible escenario de elecciones en Cataluña antes del verano, y se abre el periodo de preparación y convocatoria del referéndum unilateral para la independencia.

El conflicto con los poderes del Estado irá “in crescendo” en los próximos meses, con la probable resolución de inconstitucionalidad de la disposición adicional 31 de los presupuestos, que recoge la partida consignada para el referéndum, y la previsible desautorización de los preparativos del referéndum por el Tribunal Constitucional. Falta por ver si el gobierno de la Generalitat responderá apretando el botón de la Declaración Unilateral de Independencia por “vía exprés”, para lo cual debe modificar el reglamento del Parlamento, o frena antes de lanzarse al vacío y convoca elecciones anticipadas en el último trimestre de 2017 o principios de 2018, y de este modo, intenta capitalizar la indignación del independentismo y del sector social no independentista que apuesta por el “derecho a decidir”.

La apertura de un proceso de negociación entre el gobierno de la Generalitat y del Estado español, para encontrar una solución política al conflicto es una hipótesis improbable en la “cresta” del conflicto.

Sin embargo, a medio plazo, la acumulación y conjunción de diversos factores, como la inestabilidad del gobierno en minoría del PP, el agravamiento de la crisis en el seno del PSOE, el posible adelanto electoral en el reino de España con el probable desgaste de los dos grandes partidos y el progreso electoral de Unidos-Podemos y Ciudadanos, el malestar social y político que desembocará tarde o temprano en la movilización social, la crisis de legitimidad del régimen y la monarquía, y  la crisis del proyecto de la UE que abre el debate de la recuperación de la soberanía.

En definitiva, la combinación de estos factores pondrá en primer plano el debate sobre la reforma de la Constitución o el necesario proceso constituyente. Un contexto de crisis constitucional tendrá más posibilidades la negociación de la salida política democrática al actual conflicto entre Cataluña y España.

Naturalmente, esta perspectiva puede alterarse si el pulso entre las fuerzas independentistas y el Estado alcanza un punto de no retorno y su desenlace es una nueva derrota, con mayor o menor épica, del nacionalismo independentista en Cataluña. El fracaso del independentismo puede ser utilizado por las fuerzas centralistas del Estado español para congelar o limitar la autonomía de Cataluña, e imponer una mayor recentralización del estado. En todo caso, esta situación, ya sufrida en la historia de Cataluña, será superada nuevamente, más pronto que tarde, y volverá a plantear la necesaria e inexcusable solución política de un conflicto histórico.

 6.2.- Naturaleza del conflicto nacional, disputas por su hegemonía, soberanía real y proceso constituyente

El marco de los estados europeos presenta tensiones entre nacionalidades, distintas a las situaciones de dominación y opresión que se vivieron en la fase colonialista del capitalismo.

Podemos definir una nación cómo un conjunto de ciudadanos que se consideran a sí mismos como tales, independientemente del marco jurídico establecido. Si aspiramos a un mundo de personas libres e iguales no es posible acallar esa demanda, cuando estalla socialmente.

Una nación, es una realidad compleja en la que hoy convergen múltiples factores culturales y políticos resultantes de una evolución histórica en la que la tendencia dominante es el aumento de la diversidad, aunque no siempre hay una correspondencia estricta entre los factores culturales y los políticos.

La Cataluña de hoy es el resultado de una larga convivencia entre personas autóctonas y otras procedentes de distintos puntos de España, con la incorporación en los últimos años de numerosos inmigrantes de otros países, con intereses objetivos diferenciados en función de la clase social a la que pertenecen, mucho más determinantes que su origen familiar y tradición cultural. Sin embargo, una parte importante de personas de las clases populares de origen inmigrante de primera o segunda generación también se consideran parte de la nación catalana.

La invocación a un vacío jurídico en la Constitución para su reforma al que recurren los unionistas, no resolverá jamás el problema político, sino que probablemente puede conducirlo a un callejón sin salida. En estos términos, el conflicto nacional es un escenario que permite poner en un segundo término los conflictos latentes de naturaleza social. En un contexto de explotación económica y más en particular de agravamiento de la tasa de explotación, las clases dominantes están interesadas en potenciar este tipo de enfrentamiento.

Un subproducto del conflicto nacional, es la fragmentación y división social en el seno de las clases populares. Las clases dominantes en España y Cataluña están interesadas en dicha división para fortalecer sus hegemonías respectivas. En este sentido, el conflicto nacional entendido como incompatibilidad de intereses entre segmentos de la población con tradiciones culturales diversas es de suma utilidad para fomentar dicha división. Hemos de impedir que las clases populares de dentro y fuera de Cataluña, caigan en la trampa de verse identificadas con nacionalidades presuntamente incompatibles y enfrentadas entre sí.

Por el contrario, son las clases populares las más interesadas en encontrar un marco de convivencia aceptable para ambas nacionalidades, que permita situar en un primer plano la garantía de los derechos sociales y laborales. Evidentemente existen situaciones en que la degradación de la coexistencia puede hacer imposible esa vía (por ejemplo, en el pasado en Irlanda y hoy en Palestina) y convertir la secesión en la solución menos mala. Pero hoy no existe un marco real de confrontación social irreversible entre catalanes de distinta opción, ni entre Cataluña y el resto del Estado, que plantee la ruptura como única ni como la mejor posibilidad.

El conflicto nacional entre el estado español y Cataluña, es en esencia un conflicto de poder, dependiente de la correlación de fuerzas. Más allá de razones y legitimidades de la defensa del derecho de autodeterminación, quien consiga un mayor apoyo social, político, administrativo, militar e internacional, y aplique una estrategia y tácticas acertadas para obtener dichos apoyos, es quien puede obtener la victoria.

El conflicto nacional es inseparable de la lucha de clases y de los conflictos sociales. Si quien hegemoniza políticamente la lucha por la independencia es una fuerza de derecha conservadora que aplica políticas en beneficio de los ricos, de la banca y de la gran patronal, y expropia los derechos sociales y laborales empobreciendo a la clase trabajadora y la mayoría social, encontrará cuando ello se evidencie el rechazo de éstas. Por el contrario, si la hegemonía política del proceso de liberación nacional lo tienen fuerzas representativas de la clase trabajadora que luchan por superar el capitalismo en la nacionalidad oprimida, el proceso de liberación nacional puede conducir al socialismo. Sin embargo, este no es el caso en la actual situación política de Cataluña y por dos poderosas razones.

Primero porque la hegemonía del proceso independentista en Cataluña está en disputa entre el PDeCAT, antigua CDC, partido tradicional de la burguesía catalana, en decadencia acelerada por los escándalos de corrupción, y ERC, formación de centro izquierda de la pequeño burguesía y clase medias catalanas que prepara el “sorpasso” a PDeCAT capitalizando el voto de sectores de la antigua CiU y de los sectores más moderados y nacionalistas de la CUP.

La tensión entre ERC y PDeCAT explica los gestos de ERC para mostrar una cara más amable socialmente y atraer sectores de la clase trabajadora. Sin embargo, el balance antisocial del gobierno de Junts pel Sí quita credibilidad a la operación gestual de ERC, a menos que se pase al terreno de los hechos aprobando medidas sociales de impacto. Sin embargo, estas medidas chocan con las políticas impuestas por la UE sobre el déficit público y la deuda. De nuevo, la cuestión de fondo de la recuperación de la soberanía monetaria y económica en España y Cataluña reaparece con toda crudeza.

Y segundo, porque en el marco internacional actual y en especial el encadenamiento al sistema monetario de la UE, requiere para tener una mínima posibilidad de avance hacia el socialismo, de la actuación conjunta y solidaria del conjunto de los pueblos del Estado, no de su confrontación estéril.

En el pulso por la hegemonía, la CUP, fuerza que busca representar a sectores de las clases populares y de la clase trabajadora, con una estrategia de ruptura vinculada a la declaración unilateral de independencia, ha sufrido una fuerte erosión social y electoral en los últimos tiempos como consecuencia de la confrontación interna entre el sector que prioriza lo nacional frente a lo social, y quienes se resisten a dicha capitulación. El voto favorable a la moción de confianza al presidente Puigdemont en 2016 y el reciente apoyo a los presupuestos antisociales, evidencian las enormes debilidades y limitaciones de dicha fuerza política para representar las clases populares y hegemonizar un proceso de liberación nacional.

El conflicto nacional entre Cataluña y el Estado español, adquiere otra dimensión y complejidad dada la integración del Estado español en la UE, y su renuncia a la soberanía monetaria y económica, tras la implantación de la moneda única y de los diversos tratados. La independencia real de las naciones sin estado, como Cataluña y el País Vasco, sólo puede conseguirse mediante la recuperación de la soberanía popular rompiendo con el euro y la UE. En esa perspectiva comparten el mismo objetivo que la mayoría social del Estado español, la clase trabajadora y clases populares, que para defender sus derechos básicos deben acometer la tarea de recuperar dicha soberanía. 

En conclusión, el impulso de un proceso constituyente en Cataluña es inseparable del proceso constituyente en el Estado español. Los ritmos de su maduración pueden ser desiguales, pero los acontecimientos políticos forzarán su articulación en un proceso común para poder culminarlo con éxito.

 La limitación del proceso constituyente a Cataluña, bajo la actual hegemonía independentista y en función de sus objetivos meramente nacionales, solo provocará la división de las clases populares, y unirá su destino al fracaso de una posible Declaración Unilateral de Independencia.

6.3.- La construcción de Catalunya en Comú (CeC)

El probable escenario de adelanto electoral aceleró la constitución de Un País en Comú (UPeC) a partir de la confluencia de Barcelona en Comú, EUiA, ICV y Podem.  La nueva organización, ahora denominada “Catalunya en Comú” tras la votación de sus bases en reciente consulta, deberá afrontar los problemas reales derivados de la acumulación de problemas económicos y sociales a lo largo de los últimos años. También deberá ofrecer una salida política al conflicto nacional en Cataluña.

Desde nuestro inicio hemos venido planteando la necesidad de unir aquellos espacios políticos clásicos y emergentes que confrontan con el corazón sistema político vigente (el de las puertas giratorias, la corrupción, el bipartito ampliado en Cataluña con la complicidad de CiU por 40 años). Hoy la propuesta de Catalunya en Comú es la concreción de un avance importantísimo en este sentido, que ayuda a situar en el centro del debate político la lucha en defensa de los intereses de la mayoría, frente a las continuas presiones del poder ya sea desde Bruselas, Madrid o Barcelona.

Por supuesto que existen límites en un proyecto tan plural, que está lejos de recoger todas nuestras aspiraciones, que pasan por una completa ruptura con la Europa del gran capital y por un proceso constituyente de los pueblos para defender sus derechos de manera cooperativa, concertada, fraternal y empoderada frente a quienes hoy tienen, además de los gobiernos, el poder.

Pero para construir la hegemonía de nuestros planteamientos, sabemos que hoy es imprescindible romper el relato victimista de quienes hoy gobiernan Cataluña, que pretende encubrir su servilismo al sistema global, con retóricas apelaciones al patriotismo. Si desplazar los serviles gobiernos actuales es un paso imprescindible para abrir la esperanza del futuro, en Cataluña es una tarea urgente y posible. Y esto sólo puede construirse sobre acuerdos transversales que acuerden compromisos mínimos de reversión de los actuales recortes.

No aspiramos a que una articulación de esta naturaleza recoja todo nuestro proyecto, sino a que no opere en contra de nuestras aspiraciones, a que en su planteamiento transversal deje las puertas abiertas a una profundización de un cambio de hegemonías. Hoy en las líneas generales del ideario político aprobado en la Asamblea fundacional del 8 de abril de 2017, podemos sentirnos mínimamente cómodos.

La formulación de CeC ante el problema nacional y la demagogia de CiU, consiste en reclamar el derecho a decidir y al mismo tiempo buscar la complicidad con el resto de los pueblos del Estado para abrir un proceso de emancipación solidario. Se busca una nueva unidad y la posibilidad de que la ruptura constituyente se plantee de forma conjunta entre los pueblos de España desde el reconocimiento de la identidad del pueblo catalán. Una identidad que hoy es un elemento objetivo y no reversible democráticamente en Cataluña. Dentro del proyecto CeC persiste una minoría independentista que sin embargo reconoce la prioridad del conflicto social y no formula esa identidad en términos de confrontación con los otros pueblos del estado. Podemos y hemos de convivir con esta pluralidad de gentes que preferirían otro marco de estado, pero que no recurren a la idea de que la causa de nuestra pobreza son los otros pueblos, sino las oligarquías enarbolen la bandera que sea. No es un matiz secundario en el actual debate.

Constatamos la existencia de deficiencias que han aparecido en el plano formal de la articulación de Un País en Comú (ahora Catalunya en Comú). Es evidente que orgánicamente la nueva fuerza en construcción aún debe mejorar la transparencia, la apertura a la sociedad, los mecanismos de participación y de articulación programática a partir de lo que la ciudadanía en lucha ya está exigiendo en la calle. Pero estos límites no pueden ocultar el avance que la construcción de este espacio representa en la realidad actual. Un avance que abre por primera vez la posibilidad de alterar el mapa político de Cataluña. Un avance que ayudara a desarrollar una confluencia en el Estado y a estimular a los movimientos sociales para que sigan ejerciendo presión en el nuevo panorama. Quien por aspectos secundarios de forma o de críticas a cuestiones parciales obstruya este proceso, está ayudando objetivamente a quienes hoy tienen el poder real y tratan desesperadamente de dividirnos y mantenernos sometidos. No podemos permitir que el árbol nos impida ver el bosque.

El sector de Podem que finalmente no ha participado, debe reconsiderar lo antes posible su actitud y debe incorporarse lo antes posible al proyecto. Sus críticas formales que en parte compartimos, proceden de equipos dirigentes que tampoco han sabido resolver satisfactoriamente el problema de la participación. Y por otra parte no responden a expresión de diferencias políticas, que serían legitimas pero que en absoluto se han expresado. La persistencia de la división solo favorece al adversario en Cataluña y el resto del Estado. Además, no aportará ninguna rentabilidad política a medio plazo a quienes van a aparecer como instrumento del poder para restar fuerza a Catalunya en Comú (CeC).

Toda crítica justa debe ser tenida en cuenta y debe servir para mejorar la complicidad, la transparencia y el tejido de resistencia que estamos construyendo. Hemos de hacer un esfuerzo por evitar los enquistamientos personales y por profundizar en los debates políticos y programáticos que nos deben articular y no dejarnos llevar por falsos debates, que sin duda los medios de comunicación hegemónicos van a tratar de producir y estimular.  Hemos de seguir explicando que no basta ganar el gobierno, sino que hay que conquistar el poder que ahora tienen a la sombra de las finanzas nuestros adversarios reales.

Nos hemos implicado en la medida de nuestras posibilidades en el proceso constituyente de Catalunya en Comú. Vamos a tener una enorme tarea en la concreción del discurso político, aún muy ecléctico en esta fase inicial. Para ello es necesario implicar activamente al máximo de personas y dar vida a espacios de organizaciones de base donde sea posible una militancia y un debate de la ciudadanía. Es la única forma de evitar que el discurso del nuevo sujeto sea construido o alterado por los instrumentos mediáticos del sistema.

En esta fase inicial hemos dado apoyo al núcleo que ha permitido desarrollar esta unidad encabezado por Ada Colau y Xavier Domènech. Algunos de nuestros activistas han pasado a formar parte de la coordinación, pero nuestro medio de incidir en este proyecto colectivo se va a basar fundamentalmente en la movilización social, que es el mejor instrumento para modelar desde la base social un discurso y programa acorde con las necesidades objetivas de la mayoría social y con un proceso de ruptura real.

No va a ser fácil. Este proyecto esperanzador, recuerda demasiado la experiencia, con todas las diferencias y distancias, de Syriza en Grecia. Tiene importantes retos a superar, entre ellos, las debilidades programáticas y de estrategia, el abandono de la centralidad del conflicto entre capital y trabajo, y sobre todo, la incomprensión del papel del estado y del sistema económico al idealizar las posibilidades del ámbito del municipalismo. También su desfasado análisis sobre la UE y la ausencia de definición a favor de la tarea de recuperar la soberanía económica, monetaria y popular.

En el plano organizativo hasta el momento el proyecto se ha encerrado en el marco interno de las organizaciones constituyentes y no ha sabido abrirse hacia la calle en la medida que la actual situación permitiría. Ello se agrava por el silencio sepulcral en los medios sobre como implicarse en este proceso, en particular aquellos más vinculados al poder: TV3, grupo Godo, PRISA, etc. Esto no lo podemos cambiar, pero otras cosas sí. Es necesario que en adelante:

1) El proyecto Catalunya en Comú debe abrirse a gentes que nunca han participado en la lucha política, rompiendo valientemente el prejuicio que la política es solo asunto de quienes se dedican a ella profesionalmente. Ha faltado publicitar con más amplitud e imaginación la asamblea constituyente, las presentaciones en los territorios debían haber implicado una mayor pluralidad de activistas de las localidades y sectores (quizás por miedo a desequilibrios entre fuerzas promotoras) etc.

2) Hay que conseguir una mayor sintonía con el conflicto social y en particular con el mundo del trabajo. Sorprende la poca relevancia otorgada a los movimientos sociales, la escasa mención a los problemas del mundo del trabajo, la nula visualización en las intervenciones (que se limitaron puramente al espacio institucional) de los sujetos actuales en conflicto como estibadores, taxi o pensionistas, ni tan siquiera de aquellos con una gran vinculación histórica con el proyecto de Catalunya en Comú como la pobreza energética o la PAH.

Los vientos de la historia, la crisis galopante de la UE, y la crisis del régimen español, empujarán a favor de superar estas debilidades y limitaciones. Pero, como es sabido por otras experiencias de la historia, entre ellas la propia Syriza, ello no está garantizado de antemano y supondrá un esfuerzo de clarificación interna, debate, agrupamiento de posiciones y superación de futuras crisis.

En la tarea de construir Catalunya en Comú, Xarxa Socialisme21 aportará el bagaje de su experiencia y propuestas. Desde su autonomía Xarxa Socialisme21 hará todos los esfuerzos para favorecer y construir la alianza de todas aquellas fuerzas políticas, sociales y cívicas en Cataluña para emanciparse del yugo de la UE y del euro, y recuperar la soberanía popular de Cataluña y los pueblos del Estado español.

7.- La clase trabajadora y los movimientos sociales como sujetos del cambio

Los Movimientos Sociales son hoy el motor del cambio a partir de la lucha concreta por objetivos concretos, que actualmente son básicamente defensivos. Para empoderarnos necesitamos despertar a las gentes y enseñarles a luchar por lo más inmediato. Y también aprender de las formas de lucha creadas espontáneamente por las gentes en defensa de sus derechos. Sin este ejercicio de acumulación no romperemos nunca la actual situación.

Este proceso hoy se produce en el seno de los movimientos sociales, que como sujeto organizado y activo son el mejor mecanismo para que las grandes mayorías tomen conciencia de su situación y de cómo pueden protegerse mediante la defensa cotidiana de sus reivindicaciones. En esta lucha es donde las clases populares pueden asimilar e interiorizar la percepción de que no es posible cambiar la situación sin ir más allá de cambios de gestores en los gobiernos. Es en ella donde van a liberarse las mentes de millones, a pesar de los cantos de sirena de los medios de comunicación. Medios, que en su gran mayoría son un elemento central del sistema económico, político y cultural. Es en su propia experiencia donde las personas pueden percibir por qué y cómo pueden imponerse al poder de las oligarquías financieras.

El proceso de transformación dependerá de la maduración, extensión y movilización de estos movimientos. En este sentido, estamos ante cambios cualitativos en la resistencia que debemos intentar comprender en profundidad y extraer su enorme potencial transformador, frente a las formulaciones teóricas que tratan de reconducirlos a un papel integrable y no contrapuesto al sistema. Formulación que tanto se lanza desde el liberalismo más conservador como desde el posmodernismo que predica la desaparición de las clases, y se extiende entre los sectores que tienen una interpretación más arcaica y dogmática del marxismo y anarquismo, que niegan el carácter emancipador para la clase trabajadora que aportan dichos movimientos, por no ajustarse a los parámetros clásicos del obrerismo del siglo XIX o XX.

En la práctica, por la base, estos movimientos se han ido consolidando en todo el estado, pero muy particularmente en Cataluña con distinta continuidad y ritmos. Su creación responde a procesos frecuentemente espontáneos y desde los mismos afectados por un problema específico, pero su desarrollo se ha inspirado en las tradiciones culturales emancipadoras y se ha facilitado gracias a activistas viejos y nuevos del cambio social.

Este surgimiento ha venido motivado por una necesidad y un vacío. La sociedad en nuestro país ha vivido una combinación fatal de factores negativos o desfavorables, globalización y deslocalizaciones, UE y políticas propiciatorias de la devaluación salarial, desempleo y precariedad, junto a las debilidades manifiestas de las direcciones -en un sentido amplio- de los grandes sindicatos, que no han jugado el papel que la sociedad requería. Estos sindicatos (como parte del sistema institucional que ha gestionado el país) han sido afectados por la corrupción, han sido neutralizados y cooptados por el sistema mediante su dependencia de las subvenciones estatales. Ello ha generado una profunda desorientación que ha conducido a una derrota ideológica, y acabado en traiciones abiertas a los intereses de la clase trabajadora. De ellas un caso paradigmático ha sido la contrarreforma de las pensiones, no disputada ideológicamente desde su raíz e incluso aceptada formalmente en algunos extremos (firma del acuerdo de CCOO y UGT para retrasar a los 67 años la edad de jubilación).

La dejación de los grandes sindicatos ha desmovilizado la capacidad de respuesta de la clase trabajadora organizada en los centros de trabajo, limitando su participación a las pocas huelgas generales convocadas (con vocación casi testimonial y limitadas a una jornada) o limitando su capacidad de acción a los conflictos en las grandes empresas en la negociación de convenios o ante despidos y cierres, pactando ERES’s para facilitar los objetivos de escarmiento y depuración de trabajadores combativos por las empresas (SEAT 2005) abandonando la organización de la solidaridad y la extensión de las luchas. Pero también los grandes sindicatos se han visto afectados por el giro conservador. Lejos de ver premiada su sumisión con un mantenimiento de sus espacios de gestión, se han visto también afectados por agresiones, recortes y ofensivas patronales. Los empresarios han perdido todo respeto hacia ellos, cuando han advertido su debilidad.

Por otra parte, la fragmentación de los sindicatos minoritarios, su implantación en sectores con mejores condiciones para resistir, especialmente entre los empleados públicos, y su incapacidad para coordinarse y actuar unitariamente no han permitido revertir ese déficit.

Finalmente, el que en esta coyuntura haya crecido vertiginosamente el desempleo (cerrando fabricas) o la precariedad (remplazando trabajo estable por precario) ha sido un factor que también ha obstaculizado una resistencia organizada desde el mundo del trabajo. Objetivamente no es fácil crear acción sindical en un país en que la población activa industrial (columna vertebral del movimiento obrero clásico) ha pasado de ser el 28,8% al 18,1% entre 2000 y 2016. A ello debe añadirse el aumento del paro hasta el 25%. Todo ello ha generado tendencias al repliegue y al corporativismo que no ayudan nada a lanzar luchas. Quienes tienen un empleo fijo temen perderlo, cuando la realidad laboral de su entorno es mucho peor: desempleo, precariedad, bajos salarios.

En esta situación hay que analizar detalladamente cada aspecto del problema y considerar todas las vías para movilizar la capacidad de los trabajadores para defenderse.

Hoy el espacio de la acción sindical no va más allá de los trabajadores que aún tienen derechos y salarios dignos, por más que hayan sufrido recortes. Ellos aún participan de la negociación de convenios, por defensivos que estos sean. Es mucho mayor el número de trabajadores precarios, que entran y salen del mercado de trabajo y que no se asientan en ningún sector, lo que imposibilita el uso del arma tradicional del movimiento obrero, la negociación colectiva, ya que no se estabilizan en ningún ramo.

Sin embargo, el núcleo de trabajadores no precarios es decisivo en cualquier huelga, pues ocupan los ramos decisivos: el transporte, los ferrocarriles, los puertos, las comunicaciones, la sanidad, la enseñanza. Sin su concurso no es posible realizar una huelga general. Ni puede perderse de vista que mayoritariamente esos sectores, hoy por hoy, siguen votando a los sindicatos mayoritarios.

Hoy en nuestro país los grandes sindicatos siguen siendo un referente central que debe ser tomado en cuenta. Es verdad que la derrota ideológica y debilidad de sus direcciones les ha empujado a una línea sindical cada vez más timorata y autodefensiva. Una línea en la cual se prioriza el darse a valer como organización, más que la defensa de los derechos de los trabajadores. Y esto hace que, tras un periodo breve en que se emprendieron tres huelgas generales, ahora se muestren muy reacias a movilizar.

Para superar este bloqueo consideramos varios caminos, que no son excluyentes:

  1. a) la lucha dentro de las grandes organizaciones CCOO y UGT en aquellas empresas en que son hegemónicas para desarrollar una práctica sindical alternativa, que recupere las tradiciones de lucha y asamblearias, la conciencia sociopolítica más allá de los límites de la empresa, la solidaridad, y aborde los temas que las direcciones rehuyen: acabar con las subcontrataciones, luchar por la reducción de jornada y contra las horas extras, defender las pensiones, etc.
  2. b) el desarrollo de sindicatos alternativos allá donde sea viable una implantación efectiva y no meramente testimonial, en sectores donde en negociaciones concretas los grandes sindicatos se han desacreditado (Telefónica, educación, estiba, etc) buscado la unidad de acción sobre cuestiones concretas y evitando el sectarismo y las dinámicas que internalizan el conflicto laboral en luchas sectarias o ideológicas que impiden la unidad de acción.
  3. c) la defensa de los trabajadores desde los Movimientos Sociales con otras formas de lucha basadas en la defensa de los derechos y en formas organizativas basadas en el territorio más que en el centro de trabajo.

No es de extrañar que la conflictividad de clase, se haya desplazado del centro de trabajo al territorio. No estamos en una sociedad que haya superado la lucha de clases, sino que se ha desplazado el espacio geográfico donde se manifiesta. Si la lucha por los salarios en el marco de la empresa era difícil de desarrollar, no puede extrañarnos que surjan los movimientos sociales defendiendo la parte del salario social de los trabajadores. Es decir, el derecho a la vivienda (PAH) la sanidad (Marea Blanca) la educación, las pensiones (Marea Pensionista) las prestaciones a los parados sin prestaciones (ILP Renda Garantida de Ciudadanía) etc.

Contra lo que teóricos postmodernos pontifican, la lucha de clases no ha sido superada, sino que ha cambiado de forma de expresión por el momento.

La conflictividad social provocada por los continuos recortes de derechos laborales y sociales, durante un periodo prolongado, junto a la pérdida de credibilidad y legitimidad de las instituciones, favoreció la irrupción de nuevos movimientos sociales y cívicos, así como de iniciativas de movilización en la calle.

Consideramos que se ha producido un avance lento pero continuo desde las Mesas de Convergencia Social (enero 2011), el 15M de 2011, la llamada a articular el Frente Cívico (setiembre 2012) las marchas de la dignidad (marzo 2014) a las Mareas de Mareas (marzo de 2016) hasta la fundación de CICLO en que los movimientos sociales confluyen de manera natural con sectores del movimiento obrero más combativo en marzo de 2017. Comentemos algunos aspectos de este proceso de articulación de los movimientos sociales.

El movimiento de los indignados 15M, el surgimiento del Frente Cívico o las marchas de la dignidad, expresan la voluntad de lucha de la clase trabajadora y de las capas populares que, al no tener los medios y confianza para actuar en los centros de trabajo, han salido a la calle y las plazas, y han buscado otras vías para defender sus reivindicaciones y objetivos, convocando a la acción a nuevos sectores golpeados y empobrecidos por el sistema, clases medias, profesionales, autónomos, etc.

Sin embargo, el movimiento 15M tuvo su inicio, auge y final, aunque los efectos de su movilización, protesta y objetivos consiguieron la simpatía de una amplia mayoría de la ciudadanía, y sus efectos positivos persisten en la actualidad, a través de otras expresiones sociales y políticas.

De modo parecido las Marchas de la Dignidad supusieron un hito en la contestación de las políticas del gobierno del PP. Pero, una vez que su impacto social fue canalizado por Podemos hacia el plano de la política y de las elecciones, conoció su reflujo hasta el momento actual.

El propio Frente Cívico, que supuso una inspiración en el modo de dirigirse a la sociedad, a la mayoría social, poner en valor la importancia del programa por encima de la identidad partidaria o ideológica, e inspirar la necesaria confluencia sobre bases programáticas, ha visto decaer su primer impulso como resultado del éxito de sus propuestas, recogidas en gran medida por Podemos. Y reorienta en la práctica su función y tareas en la dinamización de los movimientos sociales, articular su acción unitaria y favorecer el avance de las confluencias, o la unidad de sus principales componentes.

Pero, una vez más, el trabajo institucional y las expectativas electorales, si no van acompañadas del empoderamiento de la clase trabajadora y capas populares, muestra sus límites e impotencias. Esta reflexión termina por abrirse camino, estimulados por la necesidad de responder a los continuos ataques del sistema, y ello explica en última instancia, las iniciativas de organización y coordinación de las luchas obreras y sociales.

En efecto, una diversidad de movimientos sociales han surgido y se han desarrollado en torno a la defensa de objetivos específicos. El vacío creado, por la pasividad y pérdida de credibilidad sindical, ha sido cubierto parcialmente por dichos movimientos sociales, y empuja hacia su coordinación y apoyo mutuo, como expresa la iniciativa de la “Marea de Mareas”. Pero la actual debilidad de la clase trabajadora para incidir en la realidad política a través de su lucha organizada, de su poder para cuestionar el sistema a través de la huelga generalizada, la ocupación de los centros de trabajo, etc., puede y debe superarse.

No existe una gran muralla entre buena parte de los movimientos sociales y la lucha de los trabajadores. Podemos ver como en aquellos colectivos que prestan servicios directos a los ciudadanos, como la sanidad o la enseñanza, hay luchas conjuntas. Y también entre los pensionistas.

En realidad, muchos nuevos activistas sindicales expresan en este tipo de movilizaciones una combatividad que no pueden expresar, por muchos motivos, en las luchas sindicales. Estos activistas suelen ser cuadros sindicales de pequeño nivel, pero, por una cuestión generacional, es evidente que pueden llegar a ejercer un gran papel en la defensa de los intereses de los trabajadores con el paso del tiempo. Es importante que este nuevo espíritu no se pierda, lo que es claramente una tarea política que nos toca.

Además, en estas movilizaciones también participa otro tipo de activistas sindicales. No cabe duda de que en la lucha de los pensionistas es fundamental el papel de muchos antiguos cuadros sindicales, de gran experiencia, que aquí tienen una nueva labor. Y, también, es una tarea política nuestra conectar esta experiencia con la de esos activistas más jóvenes, para que el relevo generacional no signifique la pérdida de conocimientos que son patrimonio de todo el movimiento.

Las nuevas luchas desarrolladas por los movimientos, tienen la particularidad de expresarse territorialmente, lo que ayuda a resolver el problema de que la mayoría de los trabajadores precarios no estén ligados a la negociación colectiva. De aquí que sean tan importantes estas acciones para relanzar un nuevo ciclo de luchas de los trabajadores.

Hay que enlazar a los viejos activistas con los nuevos, hay que reforzar la combatividad y hay que extender la organización de manera territorial para acercar a estos movimientos a la acción sindical. Pero aún hay otro objetivo más fundamental: todo esto debe hacerse priorizando la unidad, combatiendo cualquier veleidad antisindical y rechazando todo sectarismo. Estas son algunas de nuestras tareas y de su cumplimiento depende que veamos surgir una nueva leva de cuadros y activistas, como la de hace 50 años, con una clara conciencia política democrática y socialista.

El propio sistema capitalista, a través de sus instituciones de gobierno en la UE, España y Cataluña, crea las condiciones objetivas con sus constantes agresiones sociales y laborales, para la acumulación de fuerzas en la calle y las empresas, de conciencia de clase y política, para la movilización del conjunto de la clase trabajadora, para que avancen las posiciones combativas en el interior de los grandes sindicatos, para que se movilicen y salgan de su caparazón en las empresas, sectores y territorios otros colectivos sindicales, como estibadores, transporte, taxistas; para que se abran debates superadoras del sectarismo y la fragmentación sindical.

La reciente constitución de la “Coordinadora de sindicatos y colectivos por las luchas obreras” (CICLO) promovida e inspirada por la organización de los estibadores en Barcelona, a la que se han sumado un colectivo de los taxistas, de camareros en lucha del aeropuerto, etc., es una iniciativa que marca la orientación de lo que hay que hacer: organizar la solidaridad entre las luchas de la clase trabajadora y las luchas sociales.

El objetivo de reconstruir el movimiento obrero, sobre un programa de clase, recuperando las mejores tradiciones de autoorganización y participación asamblearia, debe abrirse camino para responder con éxito al ataque general del capitalismo contra los derechos laborales y sociales de la clase trabajadora.

El entorno para desarrollar esta propuesta nos es favorable, precisamente por la crueldad con la que el adversario pretende seguir degradando los derechos sociales y laborales.

En el marco de la UE, la división del trabajo y el desplazamiento de sectores de producción hacia los países de menor coste de la mano de obra, ha supuesto en el caso del Estado español el cierre de la mayoría de sus astilleros, de la siderurgia, la deslocalización del textil a Marruecos, la reducción de la producción láctea y ganadera, es decir la desindustrialización de España y la disminución de la capacidad agrícola y ganadera.

Bajo la férula de la UE y sus mecanismos de poder (entre ellos el sistema monetario) nos abocaron a la especulación inmobiliaria y el monocultivo del turismo. Hasta que el pinchazo de la burbuja inmobiliaria, y las políticas de austeridad de la UE forzaron un brusco aterrizaje con la destrucción masiva de empleo superando los seis millones de personas en paro. Tras el colapso del país, impusieron la devaluación salarial, mediante una serie de reformas laborales, en especial la de 2012, que debilitaron todavía más la fuerza de negociación sindical. Ello facilitó la destrucción en poco tiempo de 1 millón de puestos de trabajos, y un impulso a la precarización a través del incremento de los contratos temporales y a tiempo parcial. Como resultado de estas políticas se ha extendido la nueva pobreza laboral, donde más de un tercio de los asalariados tienen un sueldo inferior al salario mínimo.

Su plan es continuar este proceso de empobrecimiento de las mayorías, para enriquecer a un reducido núcleo de empresas y banqueros. Pero no hay que resignarse a esas imposiciones, la resistencia es posible y más factible de lo que piensa hoy mucha gente.

El reciente conflicto entre los trabajadores/as de la estiba y el gobierno del PP, con la derrota del Decreto Ley en el Congreso de los Diputados, ha puesto en evidencia la fragilidad del gobierno de Mariano Rajoy, es una muestra del poder de la clase trabajadora organizada en un sector estratégico y es un indicador, junto al conflicto de los taxistas, que las políticas neoliberales desreguladoras de la UE encuentran resistencias crecientes.

Las amenazas sobre el sistema de pensiones contributivas y la organización de los pensionistas en las Mareas, anuncia otro importante conflicto que afecta no solo a los actuales pensionistas sino a las futuras pensiones de la clase trabajadora.

El conflicto entre el capital y el trabajo ha estado presente en todo este tiempo. Otra cosa es, que se haya resuelto provisionalmente a favor del capital debido a un conjunto de factores y circunstancias. Pero, la acumulación de las contradicciones del sistema capitalista, su incapacidad para abrir un nuevo periodo prolongado de prosperidad y, la proletarización, precarización y empobrecimiento de la sociedad, generan las condiciones para trascender desde las resistencias, a la rebeldía, y pasar a la acción revolucionaria.

Pero todo ello solo es posible trabajando correcta y persistentemente desde lo concreto. Debemos aferrarnos al trabajo social y al impulso de movimientos amplios y unitarios por objetivos concretos y claros, con programas comprensibles y que afecten a las gentes de forma inmediata.

Debemos evitar las exclusiones previas, para poder sumar a desengañados y afectados por las renuncias de dirigentes superados ya por la historia. Debemos articular movimientos con un clima inclusivo, que evite el desprecio o el insulto por supuesto, pero también las malas formas, los comportamientos crispados entre los activistas (muy fáciles de excitar en las redes sociales por provocadores o insensatos).

Si queremos incorporar las grandes mayorías hemos de evitar disputas sobre el pasado (a qué partido se votó hace años, en qué sindicato se estuvo o incluso cuál es el equipo de fútbol preferido) y buscar la unidad sobre la lucha concreta que nos une. Y por supuesto hay que desactivar cualquier atisbo de discriminación por género, lengua, etnia o religión. Las gentes luchando juntas, en lugar de embarrarse en el pasado, construyen futuro de esperanza y complicidad fraternal con quienes se comparte la calle y la esperanza de vencer. Por el contrario, debemos animar la cultura inclusiva, positiva, compartida, la construcción de nuevos ritos culturales (canciones, emblemas, etc.) que hermanen a las gentes en la lucha por un mundo mejor, superando la basura con la que el sistema nos ha envuelto y nos pretende dividir.

Finalmente recordemos algunos de los métodos de trabajo que hemos ido aprendiendo a aplicar para ayudar construir y desarrollar la organización de los movimientos:

  • Los movimientos son una entidad social o socio-política, no jurídica. Debemos evitar el encorsetamiento en largos debates sobre estatutos, reglamentos de funcionamiento, órganos internos, etc. Lo que une a los movimientos es la propuesta, no su registro notarial. Y su cemento es más una carta ética de principios y formas de actuar, que no unos marcos legales que suelen burocratizar y empobrecer su desarrollo.
  • Hay que respetar la autonomía de los movimientos y de los territorios, siempre que se comparta el programa acordado.
  • Hay que garantizar la autonomía de los movimientos de la propuesta política institucional que defendamos e insistir en la idea de que los movimientos deben persistir en su actividad y capacidad de movilización, también cuando las fuerzas alternativas alcanzan el gobierno. En el mundo en que estamos, llegar al gobierno no es tener el poder. Será necesario seguir disputando ese poder desde las instituciones y la calle para no ser arrollados por quienes aún mandan en el mundo. Hay que recordar que la plutocracia que detenta el poder, cuenta con los medios de comunicación a su servicio. Frente a ellos solo el tejido social tiene capacidad de respuesta con un relato alternativo día a día, frente cada provocación o mentira.
  • Hay que incentivar la innovación y estimular la creatividad, para superar a este sistema, pero las propuestas deben ser asumidas por una gran mayoría antes que ejecutarlas. Debemos evitar decisiones que dividan, buscar el máximo consenso evitando imponer acuerdos que incomoden a una parte significativa (aunque sea minoría)

Finalmente hemos de ser radicalmente democráticos, pero operativos. Hay que organizar comités de enlace representativos y efectivos que puedan convocar y desconvocar, que puedan coordinar y dirigir los movimientos sociales en tiempo real. A veces hay que tomar decisiones sin poder consultar (una respuesta rápida, una convocatoria, etc.) a los organismos de coordinación. Pero en estos casos, quienes deciden tienen que rendir cuentas y pueden ser revocables, como cualquier persona que ha asumido temporalmente una responsabilidad en el movimiento.

Los profetas del fin de la historia con el triunfo de la globalización neoliberal y los postmodernistas que anunciaban el declive y desaparición del papel de la clase trabajadora como sujeto de transformación, son desmentidos por el curso de la vida, las crisis y los conflictos que aparecen en el horizonte.

En efecto, la globalización neoliberal y las nuevas tecnologías han supuesto una reconversión sectorial, funcional y espacial de la clase trabajadora, pero no de la naturaleza del sistema que se basa en la explotación de las personas. Hemos de buscar, encontrar e interpretar las nuevas formas mediante las que se ejerce esa explotación, para proponer y construir los instrumentos de emancipación adecuados al siglo 21.

Para vencer, la clase trabajadora no solo ha de luchar y organizarse, ha de tener claro quienes son sus enemigos: la globalización neoliberal, la UE oligárquica, el euro y los gobiernos sirvientes del capital. Y como derrotarlos: construyendo una alianza para emanciparse de dichos poderes, y recuperar la soberanía popular que permita desarrollar las políticas económicas y sociales al servicio de la mayoría social. La clase trabajadora es imprescindible para el éxito de la emancipación y la transformación social, pero necesita reconocer las nuevas claves de explotación social para construir su hegemonía emancipadora.

8.- El programa del cambio en España: Recuperar la soberanía y avanzar hacia el socialismo.

El agotamiento y decadencia del capitalismo se manifiesta en la crisis de la globalización neoliberal. Tampoco aparecen en el horizonte inmediato, nuevos factores de estímulo del crecimiento económico, las famosas locomotoras de la economía capitalista, sea de nuevos inventos o productos que jueguen ese papel, como lo fueron en su tiempo las máquinas de vapor, el automóvil, los ordenadores e informática, o bien, de nuevas zonas económicas del mundo como China o India. Además, la expectativa de crecimiento se encuentra con importantes límites en el agotamiento de las materias primas o los efectos destructivos del cambio climático.

La crisis del capitalismo amenaza la paz mundial. Millones de personas están sufriendo los efectos del intervencionismo imperialista de EEUU y sus aliados de la UE en Afganistán, Oriente Medio, y Norte de África, Ucrania, para controlar zonas estratégicas por su producción petrolífera, y desestabilizar países que escapan a su control, como Irán, Rusia, etc. Los movimientos migratorios en esas zonas son resultado, en última instancia, de las políticas imperialistas.

En ese contexto de crisis del capitalismo, fuga adelante con la especulación financiera, aumento de la desigualdad y la pobreza, pérdida de derechos sociales y retroceso pronunciado del llamado estado “del bienestar”, se origina el profundo malestar social que recorre gran parte del mundo, particularmente en los países de la UE y EEUU, con la creciente deslegitimación de las instituciones de la democracia formal. Este es el caldo de cultivo que alimenta las tendencias autoritarias y xenófobas que nutren el nuevo fascismo; pero también de la emancipación socialista si somos capaces de plantearla de manera enérgica y creativa. El dilema de socialismo y barbarie es más vigente y cercano que nunca.

La ilusión que afecta a amplios sectores de la izquierda sobre la transformación desde dentro de la actual globalización neoliberal hacia una globalización de signo socialista, no supera la prueba de los hechos. Esa ilusión extendida a la UE, como marco ilusorio de su transformación socialista, se desvanece ante la evolución real de la crisis de la UE.

Los hechos demuestran que la UE no es reformable, las oligarquías centro europeas que se han beneficiado no están dispuestas a contribuir con el fruto del saqueo para mutualizar la deuda ni constituir una hacienda común y redistribuir fiscalmente la riqueza. Basta ver el reconocimiento de las varias velocidades, que anticipan el fracaso de dicho proyecto.

La crisis y desencanto en el proyecto europeo agudiza las tensiones entre los estados miembros, entre países ganadores y perdedores, favorece el crecimiento de las tensiones entre regiones ricas y menos desarrolladas en el interior de los estados al grito de “sálvese quien pueda”, los casos de la Lombardía en Italia, Baviera en Alemania, Escocia en el Reino Unido se suman a conflictos nacionales históricos como el de Cataluña.

En esta descomposición, no parece posible sincronizar una ruptura simultánea en sociedades diversas, con ritmos políticos propios e incluso confrontadas entre sí en el marco de la UE. La ruptura, como ya se apuntó con la crisis griega, será en el eslabón más débil de la cadena de lo que hoy constituye la UE. Esa ruptura es lo que puede catalizar la construcción de otra Europa y no la espera eterna de una reforma interna que jamás se va a producir con la actual trama institucional y de juego de poderes en el seno de la Comisión Europea.

Ante un mundo capitalista en desorden y con profundos desequilibrios y conflictos, la esperanza de un nuevo orden con un sistema económico que acabe con la explotación, al servicio de los intereses de las clases populares y de la mayoría social, que asegure el progreso del bienestar, la democracia real,  la superación de la pobreza y desigualdad, a través de la cooperación pacífica y solidaria, que establezca las normas para un comercio justo y ecológico, respetuoso de la soberanía de las naciones política, económica, alimentaria, etc., y que construya un nuevo marco de relaciones mundial que garantice los derechos humanos universales y la paz, este proyecto superador del capitalismo es el socialismo basado en la autogestión, la planificación democrática y la democracia directa de la ciudadanía.

8.1.- La evolución de la situación económica, social y política en España empujan hacia el cambio

Los efectos del crecimiento económico de los últimos años en España, fruto de las políticas de devaluación salarial y de una combinación de circunstancias favorables, como bajo precio de la energía, bajos tipos de interés, políticas expansivas del BCE, no han compensado los efectos antisociales de la crisis, los recortes y el empobrecimiento de las clases populares.

Las políticas de devaluación salarial lastran la demanda interna, y agravan la situación económica y social ante las futuras crisis económicas, sean resultado de las medidas que prepara la Reserva Federal de EEUU elevando el precio del dinero, como de los efectos del Brexit o de las próximas crisis bancarias en países miembros de la UE

El curso previsible de la economía en España no va a facilitar el restablecimiento del bienestar social, la recuperación por parte de la ciudadanía de sus instituciones políticas, la recomposición del bipartidismo, etc. El descontento social va a ir de la mano de la inestabilidad política, agravada por las tensiones del modelo de Estado, que puede arrastrar en su desenlace al régimen político del 78 y la monarquía.

La necesidad del cambio político, económico y social será cada vez más urgente. Pero dicho cambio, se produzca en un clima de ruptura ordenada o de insurgencia política social, para que sea efectivo, exige emanciparnos de las cadenas de la UE y la moneda única, es decir, la plena recuperación de la soberanía popular. 

8.2.- El programa para recuperar la soberanía popular y realizar el cambio necesario

En nuestro proceso fundacional nos dotamos de un programa estratégico que sigue siendo el compromiso compartido por nuestros activistas al incorporarse a la organización.

Hoy este objetivo estratégico hacia el socialismo se concreta en una propuesta de emancipación que se articula en lo concreto, en la recuperación de la soberanía monetaria, salir del euro y la ruptura con la UE. Objetivos que son una precondición inexcusable para el cambio y para superar la crisis que el sistema capitalista ha provocado en nuestra sociedad.

Por supuesto esta ruptura debe contemplar una serie de aspectos que van más allá. Se trata de abordar un conjunto de reformas que acompañen esta salida y que la conviertan en una transformación favorable económica y socialmente a las grandes mayorías.

Entendemos que el programa del cambio debe implementar principalmente las siguientes medidas económicas, sociales, laborales y políticas:

Económicas

  • Soberanía monetaria, salida del euro y recuperación de la moneda propia.
  • Regulación, control y fiscalidad sobre los movimientos de capitales.
  • Control público del comercio y restablecimiento de las tasas.
  • Impago y reestructuración de la deuda.
  • Nacionalización de la banca privada y auditoría para garantizar la devolución de los fondos saqueados por sus directivos y cómplices, así como su castigo económico y penal.
  • Nacionalización de los sectores estratégicos de la economía, especialmente del sector energético, con su correspondiente auditoría y castigo a los responsables del robo a la ciudadanía con el sobreprecio en las facturas.
  • Plan de cierre de las centrales nucleares y progresiva sustitución de las energías fósiles por energías renovables. Apoyar la Iniciativa legislativa Popular de ámbito estatal para impedir la renovación de los permisos de prórroga del funcionamiento de las centrales nucleares, cuyos permisos caducan en 2017, 2018 y 2021.
  • Plan de rehabilitación de las viviendas para reducir el consumo energético.
  • Política fiscal progresiva. Impuesto del 90% a las grandes fortunas. Aplicación de la fiscalidad a los bancos y grandes empresas, eliminación de desgravaciones. Combate y penalización del fraude fiscal, anulación de la prescripción del delito fiscal, prohibición de los paraísos fiscales y penalización a quienes muevan dinero a dichos paraísos.
  • Plan público para promover la industrialización, la agricultura y la ganadería. Recuperación de la capacidad siderúrgica, astilleros, textil, etc.
  • Defensa y regulación de la soberanía alimentaria, puesta en marcha de medidas de protección a la producción agrícola y ganadera, promoviendo su diversidad y calidad.
  • Por un turismo ecológico y de calidad.
  • Inversión pública en infraestructuras necesarias, como el corredor del Mediterráneo.
  • Nacionalización de los puertos, aeropuertos, servicios públicos de transporte, en defensa de la soberanía popular y de los derechos de la ciudadanía y de las personas empleadas en dichos sectores.

Sociales y laborales

  • Garantizar el pleno empleo en condiciones dignas a través de la redistribución de la riqueza.
  • Reducción de la semana laboral a 30 horas sin reducción del salario.
  • Asegurar el empleo a los colectivos con más desempleo, mayores de 45 años, mujeres, jóvenes, discapacitados, etc., imponiendo cuotas en la contratación.
  • Elevación del salario mínimo a 1200 euros netos, en la perspectiva de alcanzar la media de los países más avanzados de la zona europea.
  • Medidas de control y penalización para hacer efectiva la igualdad salarial entre géneros en las empresas.
  • Derogación de las reformas laborales y de la legislación que promueve la precariedad laboral.
  • Reforzar la capacidad de control de las organizaciones de la clase trabajadora en la gestión de las empresas.
  • Derogación de las reformas de pensiones, avanzando la edad de jubilación a los 60 años, actualizando su capacidad adquisitiva con el IPC, y estableciendo una pensión mínima de 1200 euros mensuales netos.
  • Defensa prioritaria de la salud pública. Reversión de las privatizaciones en el sistema de salud, recuperación de los niveles de calidad del servicio público de salud anterior a los recortes, nacionalización progresiva de las clínicas y hospitales privados.
  • Defensa prioritaria de la educación pública. Nacionalización progresiva de la educación privada.
  • Establecimiento de una Renta Garantizada de Ciudadanía para todas las personas y familias cuyos ingresos sean inferiores a los Indicadores de suficiencia de rentas, o el 85% del salario mínimo interprofesional.
  • Garantía de los derechos de las personas dependientes y reforzamiento del sector público que las atiende.
  • Garantía de los derechos de la infancia. Contra la separación injustificada de los hijos e hijas de sus familias y madres, por causa de pobreza u otros motivos reparables sin medidas de separación.

Políticas

  • Recuperación de la soberanía del Estado español a través de la desconexión de la UE y de sus Tratados, “Spainexit”, activando el artículo 50 del Tratado de Lisboa.
  • Derogación inmediata del artículo 135 de la Constitución española.
  • Derogación de la Ley Orgánica de Estabilidad Presupuestaria.
  • Impulso de un proceso participativo y de empoderamiento de la ciudadanía que culmine en un proceso constituyente que contemple:
  • La proclamación de la República democrática, de libre adhesión, solidaria y socialmente avanzada.
  • El papel de la economía al servicio de las personas y el bien común
  • La garantía de los derechos sociales básicos y a la protección social
  • La participación democrática de la ciudadanía a través de consultas vinculantes en los diferentes ámbitos del estado y de las administraciones
  • La proporcionalidad en las convocatorias electorales.
  • La estricta separación de poderes.
  • El derecho de autodeterminación de los pueblos y naciones del Estado español
  • Un modelo de estado que garantice un pacto de convivencia entre naciones en condiciones de corresponsabilidad, igualdad y solidaridad.
  • La defensa de la seguridad y la paz.
  • La desvinculación de la OTAN y el cierre de las bases militares de EEUU en España.
  • La apuesta por la cooperación internacional.
  • La construcción de relaciones de cooperación económica con los países del entorno, particularmente del Sur de Europa y del Mediterráneo, basadas en la justicia y la solidaridad.
  • La defensa de los derechos humanos que establece la Declaración Universal, la apuesta por la desmilitarización y por la paz.

Ante la radicalización de las contradicciones económicas y sociales que se van a ir produciendo en nuestro país, una propuesta de esta naturaleza para materializarse necesita de una amplia alianza en defensa de la soberanía popular. Una alianza que permita abrir paso a un profundo cambio de hegemonía.

En esta perspectiva vamos a seguir trabajando en el despliegue de una pedagogía que permita comprender la necesidad de abordar este camino y de argumentar la viabilidad efectiva de esa senda.

8.3.- El proyecto republicano, una batalla por los valores y por la hegemonía cultural

En el ámbito de la acción ideológica hemos también desplegado un importante esfuerzo en la defensa de los valores republicanos. La crisis económica y política en nuestro país viene acompañada de una falta de legitimidad democrática original por la forma que se produjo la imposición de la institución monárquica en la transición. Su falta de legitimidad se ha reactivado además por el escandaloso modo de vida de la familia real, sus casos de corrupción y la manipulación del sistema judicial para amparar la impunidad de sus delitos.

Frente a la erosión de los derechos de la ciudadanía, la reivindicación del proyecto republicano, basado en la soberanía de los ciudadanos, es más oportuno y necesario que nunca. Nos esforzamos para reivindicar no solo el aspecto formal de la república, sino el sentido profundo de sus principios. Estos se basan en asegurar el poder de la ciudadanía mediante un Estado que esté dotado de medios suficientes para garantizar efectivamente no solo la democracia, el laicismo o la igualdad de género, sino también el ejercicio efectivo de los derechos sociales y humanos básicos tales como el acceso al empleo, educación, sanidad, vivienda y la paz.

Por ello es necesario fundamentar una propuesta alternativa, no solo en los símbolos sino en valores y garantías efectivas en la arquitectura constituyente, para asegurar que las personas recuperen la plena soberanía política y social. Es desde esta perspectiva que propugnamos un proceso constituyente, desde abajo, con un estado capaz desde su sector público suficiente de controlar a los grandes poderes económicos, un estado con garantías democráticas que incluyan el respeto a la voluntad popular de las diferentes realidades nacionales. Un proceso que además de asentarse en valores asumidos colectivamente, debe articularse sobre un movimiento inclusivo de plataformas republicanas, movimientos sociales, sindicatos y formaciones políticas, que apuesten por una nueva Constitución Republicana.

9.- La construcción de la organización para las tareas del cambio y la revolución social

9.1.- Balance de XSUC-Socialismo21

La asociación política XSUC-Socialismo 21 surge de la unificación de la asociación político-cultural Socialismo21 y XSUC en 2013. Socialismo21 realizó su I Asamblea constituyente en noviembre de 2010 en Cataluña y se desarrolla a nivel estatal bajo la inspiración de la revolución bolivariana, agrupando de manera transversal a personas y núcleos de activistas sociales y políticos, con una pluralidad de referencias, el marxismo revolucionario, la tradición libertaria más unitaria o el socialismo de izquierda. La XSUC es el resultado de un proceso de clarificación política y de ruptura en el PSUC-Viu.

Desde su constitución, las personas activistas de Socialismo 21 se han destacado en la defensa de un proyecto de transformación socialista autogestionario, participando prioritariamente en los movimientos sociales y cívicos. Tuvieron un papel destacado en el impulso y gestión de las Mesas Ciudadanas, en el origen del 15M, en la propuesta y difusión de la necesidad de un proceso constituyente que finalmente fue recogido en el programa de numerosas organizaciones, entre ellas IU.

El proceso de unificación de XSUC con la asociación Socialismo21 tuvo importantes sinergias con la creación del Frente Cívico tras la presentación de Julio Anguita de dicho proyecto el año 2012 en Sabadell.

Tras la unificación en 2013, la Asociación XSUC-Socialismo 21 ha jugado un destacado papel en múltiples iniciativas sociales, en la dinamización de diversos movimientos y entidades como el Front Civic, impulsando la creación del movimiento de pensionistas tras el manifiesto promovido por el Frente Cívico, participando en las Marchas de la Dignidad, con iniciativas políticas de gran calado en colaboración con otros colectivos como fue el I Encuentro por la salida del euro celebrado en Barcelona en octubre de 2015 o la constitución de la “Plataforma salir del euro”. En la actualidad XSUC-Socialismo21 apoya la coordinación y acción unitaria de diversos movimientos sociales.

En su acción política siempre ha defendido con coherencia el programa de cambio y transformación, desde la unidad e independencia de clase. Desde el interior de IU se opuso a quienes justificaban su papel de “muleta” en la gobernanza con el PSOE, como sucedió en el gobierno de coalición en la Junta de Andalucía. Defendió con coherencia la necesidad de construir un bloque político social, y desde inicios de 2016 apostó por la confluencia desde el respeto mutuo entre Podemos e Izquierda Unida. Y en la actualidad, apoyando desde su autonomía política la confluencia que representa Catalunya en Comú, y la articulación de un frente amplio por la emancipación y la recuperación de la soberanía.

Ante el conflicto nacional, entre el Estado español y Cataluña, han defendido un proyecto de convivencia de los pueblos en el Estado español, en una república federal de libre adhesión que reconozca el derecho de autodeterminación de los pueblos, a través de un proceso constituyente rupturista con el régimen del 78.

Nuestra organización ha desarrollado una importante actividad en el plano de las ideas desde el Ateneu Dignitat con decenas de conferencias y actos culturales. También se ha contribuido junto con Fil Roig, ACIM y Espai Marx en la reivindicación intelectual de la Revolución de Octubre con una serie de Jornadas[3], para reivindicar críticamente la contribución histórica de la revolución de octubre en su centenario. Una iniciativa de máximo nivel intelectual que confronta con la interpretación sesgada de la historia neoliberal que plantea la imposibilidad del cambio social.  

En este tiempo hemos realizado un enorme esfuerzo en las redes sociales para hacer llegar nuestros posicionamientos y las informaciones en tiempo real de los procesos sociales emancipatorios, manteniendo una activa web (www.xsuc.org) , facebook y twitter a partir del grupo de comunicación de XSUC-S21. Se han producido decenas de videos de actos, concentraciones, luchas o conferencias, que en ocasiones han obtenido una amplia difusión.

La actividad teórica y de divulgación de análisis y propuestas tiene un brillante instrumento a nivel estatal en la web https://socialismo21.net/

También hemos colaborado con diversas iniciativas de desarrollo del espacio comunicacional y cultural alternativo colaborando con SICOM, Radio Rebelde Republicana, la agencia de noticias Presenza y el Colectivo Prometeo.

9.2.– La necesidad de la organización transformadora para impulsar el cambio

El conjunto de tareas que se desprenden de los diferentes apartados de este documento político las podemos resumir en:

  • La articulación de un frente de fuerzas sociales, cívicas y políticas para conseguir la emancipación del euro y la UE, y recuperar la soberanía popular.
  • El impulso de un Proceso Constituyente rupturista con el régimen del 78 en el conjunto del Estado español, que tenga en cuenta la desigualdad de los ritmos de maduración de dicho proceso en los diferentes territorios, y busque unificarlos.
  • La defensa de una salida política democrática en el conflicto nacional en Cataluña. Conflicto que es el resultado de la confrontación entre el inmovilismo de las fuerzas políticas centralistas que renunciaron a la soberanía del Estado español y la demagogia del nacionalismo independentista catalán que apoyó también dicha renuncia de soberanía, cuyo objetivo real es perpetuarse en el poder en su exclusivo y corrupto beneficio.
  • La construcción de una fuerza política de masas que sea resultado de la maduración de las actuales confluencias y que se dote de un carácter transversal y emancipador, capaz de sumar fuerzas y sinergias que permitan revertir los recortes sociales y laborales, mediante el empoderamiento social que abra paso un proceso constituyente que permita la recuperación de la soberanía popular y avanzar hacia el socialismo.
  • La movilización de los sujetos sociales del cambio. Promoviendo la reconstrucción y unidad de acción del movimiento obrero organizado sobre bases clasistas, participativas y de lucha solidaria. Promoviendo el desarrollo de los movimientos sociales, su coordinación solidaria y de apoyo mutuo.
  • La defensa del programa de medidas económicas, sociales, laborales y políticas enunciado en el apartado 8.2 de este documento político y en el programa fundacional de XSUC-Socialismo21
  • El desarrollo y articulación de una amplia coordinación entre plataformas y agrupaciones que defienden la salida del euro, de la UE y de la OTAN en los países de la Unión Europea. Apoyando la actual coordinación europea por la salida del euro y tendiendo puentes hacia otras iniciativas que evolucionan y maduran hacia objetivos similares.
  • Oponerse a la ratificación del CETA y a la reactivación de negociaciones para el TTIP que pretende el Eurogrupo.
  • Defender la paz, oponiéndose a ser instrumento de los nuevos imperialismos, reforzando la campaña por la salida de España de la OTAN y exigiendo el cierre de las bases militares de EEUU. Tarea urgente teniendo en cuenta los graves riesgos sobre la paz de la impredecible presidencia de Trump.

Este conjunto de tareas, para desarrollarlas con éxito, necesitan de una organización más fuerte, con un funcionamiento más regular de su estructura organizativa, que facilite una mayor socialización de la información, las experiencias, y las propuestas de acción. Se necesita un trabajo organizativo que extienda la implantación social y territorial; para conseguir en definitiva una mayor capacidad de acción e influencia.

Hoy es necesario construir un nuevo discurso que permita proponer vías efectivas de emancipación hacia el socialismo. Ello precisa formación y organización, pero sin perder de vista que ese proceso debe vincularse y construirse desde la lucha. Es preciso desterrar la creencia que conduce a la interiorización, al sectarismo y a la impotencia; de que las condiciones para la revolución se crean desde un grupo de vanguardia que se autogenera a partir de una doctrina teórica. Por supuesto es necesario articular una organización que se proponga ser vanguardia, y es necesario disponer de una teoría para fundamentar la acción estratégica, pero el cambio solo puede construirlo una organización que en su práctica dialogue con la realidad, que se construya sobre las preguntas y las respuestas que genera el propio movimiento de resistencia a la opresión.

Esta organización requiere unos atributos particulares para ser efectiva en su propósito de transformación:

  • Democrática, pero con capacidad de acción conjunta y por tanto con compromiso militante. Es decir, una organización democrática, de militancia y compromiso con los acuerdos adoptados. Para decirlo en términos modernos, de compromiso democrático. Ello implica elementos como presencialidad, cotización, coherencia y solidaridad entre militantes.
  • Arraigada en la sociedad y el territorio, con voluntad de incidir para transformar, vinculando la realidad social en movimiento con la representación institucional; supeditando la segunda a la primera.
  • Socialista en un sentido clásico de voluntad de superación del capitalismo, pero con una forma moderna vinculada estrechamente a las condiciones actuales e inspirada creativamente en el marxismo revolucionario de los siglos XIX y XX, así como en otras corrientes emancipadoras que han apostado por un cambio de civilización que supere el capitalismo como las tradiciones revolucionarias del movimiento libertario, feminismo, ecologismo, antimperialismo, antimilitarismo, etc.

La forma de asociación cultural ya no es adecuada a la situación actual y por tanto en esta Conferencia asumimos una transformación en la manera de organizarnos. Queremos superar el primer estadio de asociación para convertirnos en una organización política más eficaz e influyente. Una organización basada en un mayor compromiso militante, que se apoye en una participación más activa y regular. Ello puede implicar un cambio en el nombre[4] evitando denominaciones que puedan dificultar acceder a las nuevas capas y generaciones de trabajadores que están pasando a confrontarse con el sistema. Proponemos la denominación Xarxa Socialisme 21, que expresa con claridad y sencillez la voluntad de acción compacta colectiva arraigada a la contemporaneidad, pero hija de las tradiciones revolucionarias.

Entendemos este cambio como una refundación en que pretendemos conservar nuestro carácter transversal y de integración de una rica pluralidad, que debe intervenir en diferentes ámbitos políticos y sociales con un discurso coherente y cohesionado. No consideramos necesario cambiar nuestro marco legal y jurídico, pero vamos a proponer dotarnos de un reglamento de régimen interno que adecue nuestra organización a la nueva etapa (propuesta de reglamento anexo).

Las tareas que nos proponemos requieren una enorme energía militante, que sólo podremos reunir si somos capaces de incorporar más personas a nuestra tarea. De un lado a las personas que han trabajado en el ámbito de la izquierda alternativa con honestidad y perseverancia en las formaciones clásicas de la izquierda transformadora, por otro de aquellas personas que ahora se han incorporado con una voluntad de cambio profundo a las nuevas formaciones políticas y las personas más combativas de los viejos y nuevos movimientos sociales, que desde el estallido de la crisis están confrontándose con el sistema. Toda persona luchadora, creativa y solidaria con las viejas y nuevas luchas es necesaria y está convocada a formar parte de este esfuerzo colectivo.

La incorporación a un proyecto transformador de estas personas luchadoras, requiere un proceso de elevación de su formación y conciencia. Hay que desplegar una lucha teórica en paralelo a una práctica de lucha cotidiana, que convenza de la necesidad (y posibilidad) de una transformación socialista como única vía que asegure las conquistas, que los de abajo cada día ensayamos de asegurar. Y que convenza en consecuencia de la necesidad de ir más allá de cada lucha sectorial en una dirección de superación del sistema capitalista, por medio de una organización que necesita de cada persona que sea capaz de vislumbrar esta perspectiva desde su lucha cotidiana.

Xarxa Socialisme 21, se propone ser una organización política abierta, amable a la incorporación de colectivos y personas activistas que comparten las bases de su programa e ideario, abierta a considerar la fusión con otros colectivos que comparten dichos objetivos y un modelo de organización similar.

Esta Conferencia política de Xarxa Socialismo21 en Cataluña, es también el primer paso hacia la III Asamblea estatal de Socialismo21, con el objetivo de relanzarla como organización política en la actual situación.

Más que nunca, ante las notables debilidades políticas de los proyectos en confluencia, ante el agravamiento de las diversas crisis que se ciernen sobre los trabajadores y la ciudadanía, que plantean nuevos retos y oportunidades futuras, Xarxa Socialisme 21 debe dar un paso adelante para promover el debate de ideas y propuestas, convirtiéndose en un laboratorio del pensamiento crítico por la transformación social, para dinamizar los movimientos sociales y favorecer su unidad de acción, para tender puentes entre las diferentes organizaciones políticas, sociales cívicas que permita construir el frente amplio por la emancipación y la recuperación de la soberanía popular.

[1]               No obstante, tenemos que ser cuidadosos y rigurosos, al analizar esta perspectiva, pues limitarnos a enunciarlo no nos permitirá hacer frente a algo que tiene muchos rostros. Por lo tanto, siendo esto la base estratégica de nuestra línea, tenemos que saber cómo se desenvuelve en el día a día, para poder estar preparados tácticamente.

Debemos tener en cuenta factores como el uso político-publicitario de la guerra. El hecho de que ésta afecte a otros países, pero aún no haya llegado al Centro, más allá de lo que representa la presencia de los refugiados o el impacto fiscal de la escalada armamentística, es algo que beneficia extremadamente a los gobiernos, pues pueden seguir explotando en su propaganda el hecho de que la huida se produce hacia nosotros y no desde nosotros.

Otro factor táctico importante es que las guerras en curso consumen muchos recursos materiales, pero necesitan pocos recursos humanos. En efecto, las batallas que están ahora ocurriendo tienen pocos participantes y el escaso número de bajas directamente militares contrasta con el altísimo número de víctimas civiles y el alto grado de destrucción que originan. Podemos concluir que el poder de fuego de los actuales combatientes es muy superior al poder de ocupación, de crear guarniciones y estabilizar, que tienen. Seguramente por esto las guerras del presente y del futuro tienden a ser continuas. Seguramente por esto la política norteamericana en Oriente Próximo, ya desde finales del siglo pasado, se preocupa únicamente de destruir. Pues es consciente de su incapacidad de crear gobiernos títeres (Israel es otra cosa, tiene entidad propia, aunque saben que están condenados a que los Estados Unidos sean su único aliado estratégico) y el más formidable de los que tienen hoy, Arabia Saudí, está entrando en una profunda crisis creada, principalmente, por su incapacidad militar en la guerra yemení.

[2]               El día de la celebración de la asamblea general de Xarxa Socialisme21 tenía lugar la elección de la secretaría general del PSOE, con el triunfo de Pedro Sánchez, superando el 50% de los votos emitidos. Sánchez venció al aparato de los líderes históricos del PSOE Felipe González, Alfonso Guerra, Rodríguez Zapatero, Rubalcaba, y de los medios de comunicación encabezados por El Pais, que habían apostado por la candidatura de Susana Diaz. En el caso que el próximo 39 Congreso del PSOE previsto para el 16-18 de junio, confirme la amplia mayoría de Pedro Sánchez y su equipo, y la renovación de los equipos dirigentes en las diferentes organizaciones territoriales, se abre la posibilidad descrita en las conclusiones de este apartado.

[3]               Después de producir diversos videoclips va permitir generar una colección de 4 libros en conmemoración del Centenario en un esfuerzo por el relanzamiento de ideas y alternativas para construir el socialismo del siglo XXI.

[4]              Pensamos en denominaciones del estilo Movimiento al Socialismo (Bolívia) Slovoda (libertad en Ucrania) etc….

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La batalla total por la precarización del trabajo: El neoliberalismo rampante ahora quiere precarizar los puerto

«Resulta indecente que un partido corrupto que nos gobierna haga un decreto y logre validarlo, para la “reforma” de la estiba que la única consignación presupuestaria que tiene es para bajas, jubilaciones anticipadas y  despidos. Es decir un ERE con toda la cuerda dada. Un gobierno de corruptos que no hace nada por crear empleo digno y de calidad, sino que se dedica a destruir el que hay o a liquidar a las y los trabajadores con salarios decentes. Todo lo cual y hay que decirlo bien fuerte pone en peligro, nuestra sanidad y educación pública, nuestros servicios públicos, pero sobre todo nuestras pensiones.

Los y las trabajadoras precarias jóvenes cuando se jubilen (y todo llega) recibirán miseria y serán viejos pobres con hijos pobres. Por eso hay que dejarse de monsergas y apoyar la lucha de los estibadores portuarios. La precariedad es la nueva esclavitud».

Carlos Martínez* , ex-portuario y politólogo

Pensar que las cosas son por casualidad en este mundo controlado, todo él, por las grandes corporaciones económicas y grupos de poder vinculados a ellas, fortalecidos por las puertas giratorias de la política a los consejos de administración y viceversa es tan infantil que nadie lo cree ya. Sucumbir al fatalismo y buscar acuerdos negociados con ese mundo autoritario y que no respeta las reglas democráticas es  tarea imposible. Ellos y ellas han diseñado su mundo y van a imponerlo. Ante esto solo cabe la resistencia, la organización del Trabajo y el empoderamiento ciudadano. Sí, pero la única herramienta seria en mi opinión es la lucha de clases, puesto que en lo fundamental todo se basa en algo muy simple, la organización de la economía para obtener más beneficio y controlar a la gentes al objeto de que el planeta sea su gran centro de producción, finanzas y de su propiedad.

La precarización del trabajo es la lucha de la contra-revolución conservadora desde sus inicios con Reagan y Thatcher en los años ochenta del siglo XX. Acabar con los sindicatos, privatizar todo y libre circulación de capitales y mercancías, eso sí controlado todo por grandes bancos y multinacionales.

Trabajo cada vez más barato, en peores condiciones, para ganar más. Así de simple y así de sencillo. No hacer falta tener un doctorado.

Los sectores más combativos del movimiento obrero, deslocalizados, amenazados o bien precarizados. Los mineros británicos fueron la primera víctima.

En el estado español la Unión Europea desmontó la industria pesada y está cerrando la minería. La “reconversión industrial” le llamarón a despedir miles de obreros cualificados y sindicalizados, siderometalúrgicos en su inmensa mayoría.

Años después llegaron las reformas laborales y tras la de Rajoy la precarización se impone. Los nuevos sectores económicos compiten en precio y calidad, con personal joven tan cualificado como mal pagado. La pujante industria hostelera basa gran parte de sus beneficios en pagar mal a sus trabajadoras y trabajadores, además de tenerlos atemorizados con contratos temporales y sin derechos, gran cantidad de ellos en fraudulentos chanchullos de horas y días.

Ahora les toca a las estibadoras y los estibadores. Hay que precarizar los puertos, venderlos a grandes multinacionales y ofrecerles una nueva mano de obra precaria que esperan formar en cinco años (Véase el decreto Serna, que no es sino una reconversión salvaje) al objeto de imponiendo las ETT en los puertos ofrecer a las mafias y las grandes empresas del sector mano de obra barata. Como si en una actividad económica que amasa grandes cantidades de dinero y trabaja en paraísos fiscales y banderas de conveniencia, que es la marca de la casa, no pudiera pagar jornales decentes a trabajadores especializados y con grandes riesgos laborales.

Hace tiempo que se desarrolla una feroz campaña contra la clase trabajadora portuaria. Campaña mentirosa pagada por privilegiados capitalistas que tratan de convertir en “privilegiados”, valga la redundancia a los estibadores. El problema es que haya papanatas pobres que crean a los ricos y ven en la estiba su enemigo. La huelga de la estiba portuaria, no se puede perder, pues si ganan las multinacionales, las ETT y el gobierno, todas y todos sufriremos sus consecuencias.

Margaret Thatcher sabía que debía vencer a los mineros británicos para doblegar al sindicalismo. En el estado español la resistencia emblemática que le queda por vencer al PP y los neoliberales es derrotar a los estibadores y precarizarlos. Precarizados ellos todos sufriremos. Por eso su huelga es nuestra huelga.  Por eso esa huelga la debemos ganar.

Resulta indecente que un país que paga espléndidamente a sus directivos, grandes gestores bancarios y empresariales, futbolistas y pedorros improductivos de la salsa rosa profesional, vea mal que hayan obreros que reciban salarios dignos.

Resulta indecente que un partido corrupto que nos gobierna haga un decreto y logre validarlo, para la “reforma” de la estiba que la única consignación presupuestaria que tiene es para bajas, jubilaciones anticipadas y  despidos. Es decir un ERE con toda la cuerda dada. Un gobierno de corruptos que no hace nada por crear empleo digno y de calidad, sino que se dedica a destruir el que hay o a liquidar a las y los trabajadores con salarios decentes. Todo lo cual y hay que decirlo bien fuerte pone en peligro, nuestra sanidad y educación pública, nuestros servicios públicos, pero sobre todo nuestras pensiones. Los y las trabajadoras precarias jóvenes cuando se jubilen (y todo llega) recibirán miseria y serán viejos pobres con hijos pobres.

Por eso hay que dejarse de monsergas y apoyar la lucha de los estibadores portuarios. La precariedad es la nueva esclavitud.

*Carlos Martínez es ex portuario, politólogo del secretariado de Alternativa Socialista

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