Antonio Rodríguez Avellaneda
Durante los años sesenta y el primer lustro de los años setenta, la frase que pone título al artículo, que significa en castellano “Yanqui vete a casa”, era omnipresente. En prácticamente todas las ciudades del mundo, las paredes y los muros estaban llenos de letreros contra la guerra de Vietnam. Los imperialistas yanquis ni quieren ni pueden ni saben vivir en paz. Un pueblo que se formó tras la independencia de Inglaterra en 1776 ha vivido desde entonces guerreando en los cinco continentes. Sus inmensas riquezas han sido acumuladas a través de las rapiñas y la destrucción. No les importan en absoluto los daños que provocan en aquellos países que agreden. Se creen los amos del mundo y sus ambiciones no tienen límites. Tienen bases militares en los cinco continentes y espías del FBI y la CIA por millones en todos los países.
Cuando surgieron como nación, uno de los primeros presidentes, llamado James Monroe, acuñó una frase que era todo un cúmulo de intenciones. Decía: “América para los americanos”, queriendo decir con ello que todo el continente tenía que ser para los estadounidenses. Añadieron que ellos no consentirían que ningún país europeo se inmiscuyera en sus asuntos internos, pero que en el futuro ellos podrían intervenir allí donde lo consideraran conveniente, como así vienen haciendo desde hace más de cien años.
Han organizado golpes de estado no solamente en Latinoamérica, sino también en África y Asia. Todas las dictaduras que existen hoy en el mundo las han impuesto ellos. Controlan a través de las multinacionales y los gobiernos títeres la mayor parte de las riquezas. Dominan las industrias, la agricultura, las finanzas y las organizaciones financieras como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. En el año 1975 fueron derrotados estrepitosamente en Vietnam por un pueblo que llevaba luchando más de cuarenta años consecutivos y que nadie había sido capaz de dominar. Antes que los yanquis, los vietnamitas habían vencido a los japoneses, a los franceses y, por último, a los EEUU, el país más poderoso del mundo.
El 1961, la joven Revolución Cubana fue invadida en Bahía de Cochinos, y todos los que participaron en la invasión fueron aniquilados o hechos prisioneros. No escarmientan. Su naturaleza agresiva les lleva constantemente a la agresión y a la barbarie. Ahora, después de haber destruido a los países árabes más progresistas y haberles robado sus riquezas energéticas, están preparando la intervención directa en Venezuela. Lo han intentado de todas las maneras posibles, pero no han podido doblegar la voluntad de un pueblo soberano que está dispuesto a todos los sacrificios que sean necesarios para continuar marchando por la senda que en su momento señaló Simón Bolívar, después de muchos años de gobiernos títeres y dictadores como Pérez Jiménez o el ultraliberal, amigo de Felipe González, Carlos Andrés Pérez, que asesinó a más de 2.000 caraqueños en 1988 en el denominado “Caracazo”. Con Hugo Chaves y los jóvenes militares el pueblo venezolano recuperó su dignidad, los sectores clave de la economía fueron nacionalizados y sus beneficios entregados a los sectores más desfavorecidos. Se han construido todos los hospitales y escuelas que el pueblo necesitaba y se han implantado la educación y la sanidad universal.
La derecha venezolana, en connivencia con los imperialistas yanquis, que son los que se beneficiaban exclusivamente de las riquezas naturales del país, no han dejado ni un solo día de conspirar para provocar el caos y el desabastecimiento. Controlan las redes de suministro y el 80% de todos los medios de comunicación, que se dedican a intoxicar y a pervertir la conciencia de la gente más despolitizada. Cuánta razón tenía José Martí cuando decía que para ser libres había que ser cultos. Las personas y los pueblos incultos son esclavos y juguetes en manos de los poderosos. Nos permiten jugar a la democracia, pero no nos dejan ganar y menos aún gobernar. Cuando la izquierda real llega al poder a través de las urnas y empieza a aplicar programas sociales de transformación, el capitalismo y el imperialismo enseguida empiezan a conspirar para provocar todo tipo de problemas a los nuevos gobernantes. Lo vimos en Guatemala con Jacobo Árbenz en 1954, en el año 1973 en Chile, lo hemos visto más recientemente en Argentina y en Brasil. Ahora todos los recursos de los imperialistas yanquis y sus acólitos de la Unión Europea, con Pedro Sánchez a la cabeza, han decidido acabar con la Revolución Bolivariana. Ni siquiera se preocupan en guardar las formas. Pero Venezuela no está sola. Somos muchos millones en el mundo dispuestos a luchar para impedir una nueva barbarie. Los problemas de Venezuela los han creado los de siempre, los que nos permiten participar en los procesos electorales pero no aceptan los resultados cuando ellos no son los ganadores.
Para acabar este artículo quiero expresar mi rechazo y el de millones de votantes de nuestro país a cualquier tipo de intervención o injerencia. Pedro Sánchez no tiene la más mínima autoridad moral para decirle al gobierno venezolano que convoque elecciones presidenciales. Nicolás Maduro es el Presidente constitucional de Venezuela. La derecha no quiso presentarse a las últimas elecciones porque sabía que no podría ganarlas. Ahora tienen que respetar al presidente electo. Eso es lo justo. Eso es realmente lo que deben hacer los demócratas del mundo entero. Cuando se participa en las elecciones y se pierden, no queda más remedio que respetar e incluso ayudar a quienes han ganado.
