ALBERT ESCOFET – Memòria

ALBERT ESCOFET – Memòria.                              Antoni Cisteró

Me han otorgado el honor de poder hablar en nombre del Ateneu Dignitat en este homenaje al amigo Albert Escofet. De hecho, mi relación con la entidad vino gracias a él que me invitó la primera vez. Siempre que he participado he contado con su disposición para colaborar.

Cuando un rato antes de cualquier evento llegaba al Ateneu Dignitat, me encontraba ya a Albert, siempre con su sombrero, su pipa, y sus ojos vivos, irónicos y llenos de empatía.

Para él, hombre de firmes convicciones, la preocupación no era el objetivo final, que tenía claro, sino como activar el día a día para llegar a él. Por eso no paraba nunca, tanto si se trataba de presidir un colectivo como de procurar que el proyector y el sonido funcionaran, que las mesas estuvieran en su sitio, poner tal vez algún hoja informativa, que todo estuviera a punto para acoger la gente. Cada sesión era una inyección de energía para seguir adelante.

Con Albert coincidíamos en la necesidad de abrir los planteamientos de izquierda a la ciudadanía en general; de llegar a la gente que sufre el capitalismo más duro, pero que no es consciente de que sólo un compromiso solidario les puede liberar. Por ello, había que abrir las puertas organizando actos suficientemente atractivos: el último fue una cena-cine con reportaje y película sobre el 18 de julio. No era la primera vez que una película servía de motivo para convocar a la gente cercana. Él era un gran amante tanto del mundo del cine como del teatro, ámbitos que conocía muy bien.

Periódicamente, nos encontrábamos con otro amigo común, Enric Urraca, y desayunábamos hablando de la situación política, tan dañada por los nacionalismos rancios, y sobre todo haciendo planes para nuevas actividades que fomentaran la apertura a la ciudadanía. Él ponía el Ateneo, así como sus relaciones y su saber, siempre a disposición de cualquier iniciativa desde una posición de modestia, evitando poner de relieve su larga y meritoria trayectoria de luchador por la justicia y la solidaridad. Nunca tuvo un no.

Su entusiasmo hizo posible otro proyecto mío: el 1er. Encuentro de entidades de Memoria, hecha en abril del año pasado, y en la que veintiséis colectivos se reunieron durante todo un día para hablar de sus experiencias.

Él encontró el local, él imprimió los carteles, él buscó un lugar para comer todos juntos. Iba y venía procurando que todo fuera como la seda, y lo consiguió con eficacia y humildad. Como si no estuviera, con esfuerzo y mano izquierda, hacía que los retos organizativos parecieran fáciles.

Ahora, Albert, descansas después de días de angustia vital. Ya no te indignarás, ya no elaborarás tus siempre acertados proyectos, tampoco nos echarás en falta. Pero nosotros sí, y al recordarte, veremos tu gran trayectoria, que la modestia ocultaba. Huérfanos de ti, mantendremos viva tu memoria, como garantía y estímulo para continuar tu lucha, orgullosos de haberla compartido con un hombre excepcional.

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