España vive una situación de auténtica excepcionalidad histórica. El deterioro económico alcanza cimas difícilmente imaginables. El agujero sin fondo que representa la crisis de Bankia y el rescate del sector financiero muestran, una vez más, la ineficacia de los órganos de regulación; desde el Banco de España hasta el Tribunal de Cuentas.
No es únicamente un problema de descontrol de las cuentas públicas, no es efecto únicamente de una caterva de “facinerosos” sino un proceso perfectamente articulado en las más altas estructuras del poder político y financiero.
La ineficacia, la ineptitud del gobierno Rajoy está alarmando a sectores importantes de la propia burguesía nacional e internacional. Las críticas vertidas por los grandes bancos a la gestión del ministro Guindos en la crisis de Bankia es un ejemplo más. El gobierno del PP, incapaz de articular ninguna respuesta más allá del consabido recorte ya sólo confía en la ayuda exterior. La creencia de que las institucionales financieras dejarían de cuestionar su política si imponía medidas draconianas de golpe, se ha revelado como una fantasía irracional.
Mientras, la protección judicial que reciben los «ladrones de guante blanco» sonroja por su desfachatez. En definitiva en este país nadie era responsable de nada. Muy pocos habían levantado la voz, y, menos aún, la habían querido escuchar. El país está sumido en una enorme crisis moral y ética.
Prácticamente no hay institución estatal, autonómica o local donde no afloren escándalos de corrupción. Los grandes fastos públicos, carreras de coches, campeonatos del mundo, regatas, construcciones públicas faraónicas sin utilidad…..obnubilaron a una parte importante de la población, que pensó que, a su escala, podía aprovecharse de la situación.
Aquellas macro construcciones son hoy los escándalos inmobiliarios que llenan las páginas de los diarios. Fue el momento en que los pequeñísimos ahorradores especulaban con el ladrillo, comprando y vendiendo pisos sobre plano. Esta sensación de “Laissez faire” permitió en muchas comunidades ganar elección tras elección a auténticos delincuentes de cuello blanco.
Nuestro país ha demostrado una y otra vez que no entiende la corrupción como un baldón en lo ético y lo político. España no ha castigado electoralmente la corrupción. Ha sido percibida por la ciudadanía como una “pillería”, el si “…yo estuviera también lo habría hecho…” fue una frase ampliamente asumida. Nada escapa a esta lacra; al bochorno internacional que supuso el caso Garzón siguió la malversación de caudales públicos en la cúspide del Tribunal Supremo.
La corrupción, la evasión de divisas, el cohecho, la posible malversación de fondos públicos en la casa real ha dejado de ser elucubración periodista y convertirse en una realidad palpable. La apropiación del dinero público de forma generalizada en los partidos políticos mayoritarios y su utilización para sufragar las campañas electorales es la guinda en este pastel. El descontrol en las cuentas de los corporaciones locales (hay ayuntamientos que tardarán 7000 años en pagar sus deudas) asombra.
No hay prácticamente actividad pública que no esté siendo cuestionada. El panorama es desolador. Se han roto los mimbres que mantenían unido el proceso de la transición política y el escaso «Estado de bienestar». Nos enfrentamos a una crisis de Estado que evolucionará rápidamente hacia una crisis de sistema. Oteamos que el nuevo modelo que se nos propone será en lo social más individualizado y aún más fragmentado. Por ello la propuesta lanzada por Julio Anguita en Barcelona tiene especial valor. Es necesaria una reconstrucción de los formatos de la acción política.
En paralelo la que habría de ser una alternativa emancipadora por parte de la izquierda adolece de grandes vacíos. El agotamiento de la propuesta de IU se hace cada vez más patente. La falta de respuesta de la dirección federal a la situación andaluza, o la escasa belicosidad en el caso Bankia demuestran hasta que punto es rehén del “lobby” andaluz o madrileño.
Las pocas reuniones del Confederal donde se trató el asunto del gobierno PSOE-IU sumaron una amplísima mayoría de intervenciones en contra de la participación en el gobierno andaluz. Incluso los grandes valedores del acuerdo posterior se mostraron disconformes en un principio.
Es evidente que el apego a la institución ejerce un poderoso influjo, todo ello sumado a las limitaciones en los métodos de análisis y a la falta de coraje político hacen una dirección timorata, paralizada, abocada al trabajo parlamentario e institucional como único referente y objetivo.
El desencanto de la ciudadanía hacia los dos partidos mayoritarios que se observa en las manifestaciones de los funcionarios tras los últimos recortes, abren claramente un espacio social que debería ocupar las fuerzas de izquierda con un claro discurso en contra de esta Unión europea y ésta moneda única. En política no existen los espacios vacíos. Si IU no es capaz de conectar con la realidad, lo harán otras fuerzas venidas desde la derecha o la extrema derecha.
Mientras, la tensión en Andalucía se hace insoportable, más cuando se tiene la sensación de la existencia de nepotismo en la configuración de los aparatos técnicos de la Junta por parte de IU y el PCE. No deberíamos engañarnos pensando que la actual situación es fruto del último escenario electoral, bien al contrario.
La historia de los conflictos de IU siempre ha estado influida por tres grandes aspectos: la primera la dependencia de la IU respecto al PCE, donde la problemática de este partido ha influido en IU y viceversa; la segunda ha sido la política de alianzas y la tercera las dificultades en el análisis teórico y la propuesta alternativa. Estos debates han estado en la base de los problemas de la formación.
Las sucesivas escisiones que ha sufrido IU han tenido siempre como colofón la posición respecto a la otra izquierda, el PSOE. Las anteriores rupturas fracasaron en gran medida porque la dirección apostó por mantener a IU como referente alternativo. La salida de la escena política de Julio Anguita propició una decidida aproximación hacia el partido socialista o formaciones ecologistas de moda en aquel momento.
La victoria de Cayo Lara, pareció dar un cierto respiro a la formación, no olvidemos que el Coordinador General vino encumbrado por su propuesta de Refundación de IU. Hoy, olvidado todo esto. Desde la Secretaria General del PCE y desde el Parlamento Europeo, dan por agotado el proyecto político de Cayo. De hecho la toma de la Secretaria General del partido comunista por parte de Centella y el manejo de las sucesivas crisis que se han presentado en el PCE, Asturias, Extremadura, Cataluña….., muestran sin ambages que la operación gobierno de coalición andaluz, hacía mucho que se había puesto en marcha.
En ese sentido el informe que presentó Julio Anguita en el último congreso del PCE, mostró la radiografía de una organización moribunda, donde la escasa superestructura institucional oculta un enorme vacío de propuesta, de participación y de músculo social. El último Congreso del PCE escenificaba algo así como una liturgia laica, con sus ritos, con sus momentos de exaltación casi mística, pero que no podían ocultar otros designios, menos ideologizados y mucho más pragmáticos.
Podemos afirmar , sin faltar a la verdad, que la actual situación de crisis en el interior de IU y del PCE, es una gran victoria del PSOE que desde el inicio de la transición esperaba incrementar el espacio electoral a costa de la base social de IU. Hoy, por los propios errores y la propia debilidad de esta organización está a punto de conseguirlo. En esta tesitura la articulación de nuevos espacios de confluencia en defensa de lo público se hace imprescindible.
En ese empeño debemos construir colectivamente procesos de unidad política con otras narraciones que nos sean afines. Un discurso sólido, fundamentando en las necesidades individuales y colectivas que se contraponga y contrarreste el lenguaje dominante.
Porque los valores de la izquierda alternativa perviven en el seno de la sociedad española, las huelgas Generales, la resistencia a los desahucios, las movilización en defensa de los pozos mineros, señalan una tendencia aún difusa pero creciente, es necesario recuperar la ética de la solidaridad, de lo colectivo sobre lo individual, es necesario la agrupación de las fuerzas alternativas dispersas en este naufragio colectivo para reconstruir y reencontrar el hilo rojo que nos proyecte hacia un nuevo modelo hacia una nueva realidad colectiva.