Es noticia la voluntad de muchas fuerzas políticas y sociales, así como de grupos de personas, acerca la imperiosa necesidad de construir un bloque social de progreso y de avance al objeto de frenar las políticas noeliberales y austericidas que las clases populares en el Reino de España, soportamos y sufrimos.
La historia nos enseña que en tiempos de graves crisis y posibles cambios las fuerzas progresistas y obreras del Estado Español, siempre, al menos desde que existen sindicatos y partidos se han unido. Así ocurrió con la Huelga General de 1917, primera huelga general española y que sumó a CNT y UGT, pero también al PSOE de entonces, muy diferente del actual y a fuerzas republicanas, que constituyeron una especie de frente político de apoyo, ante la profunda crisis social y lo podrido del corrupto régimen monárquico, del Pacto del Pardo. Posteriormente en 1931 las fuerzas republicanas burguesas y las obreras volvieron a unirse, no sin algunos problemas, al objeto de alcanzar la implantación de la II República, en el llamado Pacto de San Sebastian.
Con el Frente Popular de 1936, nuevamente surgió esta alianza y convivieron partidos burgueses republicanos, los socialistas y los todavía muy minoritarios comunistas. Tras el fracaso del movimiento insurreccional de 1934, que en Asturias fue una revolución, había que lograr ahora en la urnas frenar a una derecha antirepublicana y protofascista. La República no podía seguir en manos de la CEDA. En ese Frente convivieron liberales de la época, republicanos burgueses y fuerzas obreras. Por eso cuando ahora hay personas que plantean un Frente Popular y/o Amplio y lo plantean desde la hegemonía de tal idea, grupo o fuerza, se equivocan. Un frente popular se construye desde la igualdad y la inclusión, no desde la exclusión. El frente de 1936, lo fue de republicanos y de antifascistas. El de hoy pienso, lo debe ser junto a fuerzas politicas de izquierda transformadora, de antineoliberales y también de demócratas y de alternativos al régimen y por supuesto de republicanos.
En 1936, había una situación, ahora otra, pero en el fondo la misma idea de defender la libertad, la justicia, el reparto y el progreso social. La frontera debe ser el oponerse a la corrupción y al régimen corrupto de 1978 que a estas alturas, incluso nada tiene que ver ya con la transición inicial. Debe ser el bloque unitario, amplio cómodo e inclusivo, si, pero coherente también. Lo único pues que debe ser cumplido, respetado y obligatorio, es el programa. El programa debe ser la base y el acuerdo previo y en el hay temas clave como el de la deuda o el fin de las políticas de recorte social así como de subvención de los bancos privados. Pero también de construir un nuevo paradigma económico, la prioridad del empleo y la profunda y verdadera reforma fiscal y financiera, pero al objeto de controlar la economía y las oligarquías que dominan el reino. Es decir debe ser un programa antioligárquico y de reparto, con la inmediata supresión de las contra reformas que tanto el PSOE como el PP han implementado a lo largo de la llamada crisis.
Sin olvidar los aspectos políticos que pasan por recuperar las libertades e iniciar un nuevo pacto constitucional destituyente y dotarnos de una nueva ley electoral.
Pero no lo lograremos si de por medio hay descalificaciones. El invento nefasto de que querer gobernar para introducir cambios reales, es un paso al centro, es sencillamente suicida. Además todas y todos tenemos el mismo derecho a reclamar el frente amplio. Todos tenemos derecho a proponer la unidad ante las elecciones europeas, concretada en una candidatura unitaria ya. Unas elecciones que serán una oportunidad maravillosa para agrupar fuerzas y tener una victoria moral incluso efectiva frente al bipartidismo.
Para construirlo -el frente amplio- no dañarnos será bueno. No decir y tu más. Tampoco, lo de vamos a unirnos en la calle y ya veremos, dicho eso por personas que ocupan puestos de responsabilidad en gobiernos presidios por el PSOE resulta cómico. Es decir, vamos a no meter el dedo el ojo y a agrupar e incluir. Partiendo del hecho de que nadie deseamos ser compañeros de viaje y sabiendo que ciertas bolsas de votos en la abstención solo podrán ser recuperadas por personas que sean de la confianza de ese voto de defraudados y defraudadas.
No estoy dando consejos a nadie. Estoy y a las claras expresando mi opinión, con libertad como siempre. Pero como persona de izquierdas, permitaseme que también exprese desde las ideas de clase y de transformación social y socialista lo siguiente:
Desde tiempos de la primera Internacional, las fuerzas del movimiento obrero y lo que ahora llamamos también ciudadano o de las clases subalternas, tienen un programa máximo, es decir el socialismo o lo que es lo mismo, la sociedad sin clases y ni explotados, ni explotadores, hecho este el el que los socialistas -que lo somos- (no confundir con socioliberales) y todas las familias procedentes del tronco común de la primera internacional coincidimos. Así como un programa mínimo. Este programa, lo es de transición y al objeto de solucionar los males y la explotación que la clase obrera sufrimos y las clases populares en su conjunto igualmente.
Ahora, en estos tiempos, este programa se define mayoritariamente como antineoliberal. Nuestro principal problema es la desconfianza y el sectarismo. También las peleas entre hermanos y hermanas proletarias, que según Marx es un concepto también de ideas y de alianza, no solo de cuna. Resulta curioso como muchas personas en lugar de alegrarse de que surgan iniciativas tendentes a engrosar las filas de los dispuestos a enfrentarse al sistema, aunque sea solo comenzando por un programa mínimo, se enfaden y les recriminen siempre algo. Les exijan algo así como el programa de perfección. Había gente que criticaba a Salvador Allende, un socialista, por ser decían muy moderado y la derecha le organizó un golpe de estado y Allende murió defendiendo la legitimidad de la Unidad Popular. No es pues el que se cree más radical el que lo es, sino el que con su acción y difusión de las ideas provoca al opresor y consigue mejoras sustanciales para las clases pobres, como hizo Hugo Chávez, con un programa de tránsito hacía el socialismo.
Por tanto en lugar de dudar construyamos. Además no podemos decir que nosotros -ciertos movimientos y ciertas personas- somos lo nuevo y otros lo viejo. Lo viejo es el liberalismo y lo nuevo lo que está por llegar el socialismo.
También hay que ser impacientes, si , pero para organizarnos frente al régimen corrupto que sufrimos en el estado español y frente a la dictadura de los mercados -que muchas llevamos más de doce años denunciando, siendo Ramonet el autor de este término- así como frente a la tiranía de la deuda y el objetivo de déficit, preceptos ambos que el articulo espuriamente modificado de la Constitución, impone, es decir el 135. Todas y todos no podemos pensar igual, pero si estamos de verdad por un frente popular, por un frente de izquierdas deberemos coincidir. Las victimas de la crisis, no podemos esperar más.
Tampoco olvidemos el internacionalismo y la ubicación de este Estado en el panorama internacional. Posición de fuerza ante la Unión Europea y debate sobre el euro y sus profundas negatividades. Alianza social y antineoliberal con el Sur de Europa. Defensa de la soberanía tanto popular como estatal. Mirada hacía América Latina, pues entre otras muchas consideraciones de tipo político y afinidad ideológica, Los necesitamos. Eso, programa.