Trinchera de la crisis, asalto a la recuperación

Artículos Debates Internacional

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«La crisis para la inmensa mayoría proseguirá dura y prolongada.Lo de la recuperación es todavía más burlesco, porque se trata de generar ilusiones en una población desesperada, dispuesta en cierta medida a creerse cualquier buena noticia».

Pedro Montes, Economista

Los rasgos de la Gran Guerra, cuyo comienzo tuvo lugar hace cien años, han influido en Rajoy, y así, para referirse a la situación de la economía, ha afirmado que hemos abandonado las trincheras de la crisis y hemos iniciado el combate en el frente de la recuperación. Todo un lenguaje militar propio del aniversario de 1914.

Como es sabido, la guerra ocasionó 16 millones de muertos y otros 20 millones de heridos, y en efecto fue la guerra de las trincheras y de los asaltos. Incompetentes militares, pensando más en su gloria que  en las condiciones reales del combate, ordenaban asaltos temerarios donde los soldados desprotegidos eran arrasados por las balas enemigas.

Rajoy cae en el mismo error de apreciación y se equivoca  completamente, si bien con consecuencias bien distintas en este caso,  puesto que solo se trata de proseguir con la campaña de propaganda del gobierno. Sin embargo, ni ha acabado la crisis ni hay condiciones para la recuperación.

Ante la desoladora situación económica y social del país  dejemos al margen la política- mencionar que la crisis está superada es un atrevimiento irresponsable,  propio de las prácticas de nuestros gobiernos. Si el de Zapatero nunca se enteró de que venía una crisis,  el de Rajoy la da por superada en medio de un gran desastre, con una  incompetencia manifiesta y los perversos objetivos de  justificar tantos desmanes y  engañar a los ciudadanos en la búsqueda de votos.

La crisis para la inmensa mayoría proseguirá dura y prolongada. Lo de la recuperación es todavía más burlesco, porque se trata de generar ilusiones en una población desesperada, dispuesta en cierta medida a creerse cualquier buena noticia. Torturando y escrutando convenientemente a las estadísticas se pueden encontrar aquí o allá algunos datos positivos siempre.

Que si la bolsa sube, que si la prima de riesgo baja, que si  crecimiento intertrimestral del 0,1% o del 0,3% del PIB, que si de nuevo el capital extranjero (hotmoney) está entrando, que si en el mes de noviembre el paro…

Pero, frente a esos datos y contra la consigna de recuperación  gobierno, lo que hay que temer es que la crisis, por cualquiera de las razones que afectan a la inestabilidad económica mundial, la crisis del euro, y la quiebra y degradación financiera de muchas instituciones españolas, se agrave y nos retrotraiga en cualquier momento a la peor de las perspectivas.

Los hechos que atenazan a la economía española

Y esto no es un juego de pronósticos, de agoreros frente a optimistas, sino una hipótesis muy probable basada en los hechos que tienen atenazada  a la economía española.

Cuando estalló la crisis financiera internacional en septiembre de 2008, la deuda acumulada por los agentes económicos y los países fue el principal problema de las economías y la cadena interminable de los activos y pasivos financieros la principal vía por la que se transmitió la conmoción de la quiebra del banco de inversión americano Lehman Brothers.

La liquidez mundial fluye de nuevo pero no sobre la base de sistemas saneados sino para evitar todavía el hundimiento de empresas y sistemas financieros no solventes y horadados. Nuestro país es un caso particularmente grave de esa posición de insolvencia no remediada.

Al final de 2007, la posición financiera  de nuestro país arrojaba unos pasivos brutos frente al exterior de 2,24 billones de euros, una de las cifras más altas del mundo. Descontados los activos o derechos frente al exterior, resultaba una posición neta negativa de 0,82 billones de euros. Pues bien, a pesar de la profunda depresión económica que ha tenido un reflejo importante en la evolución de la balanza de pagos por cuenta corriente, al punto de que en estos momentos se registra un modesto superávit, la posición bruta exterior al finalizar el primer semestre de 2013 era de 2,27 billones de euros y una posición neta de 0,92 billones; unos 100,000 millones  por encima de la 2007.

Sin entrar en más detalles, la dependencia financiera de la economía española con el exterior es tan alta que bastará un resfriado por alguna zona del mundo para que nos veamos atrapados en una peligrosa pulmonía.

Pero si del endeudamiento exterior se pasa al endeudamiento público, los datos son más estremecedores, como para pensar que sin alguna solución milagrosa el país no podrá soportar dentro de muy poco las cargas financieras de la deuda pública, y no tanto por el nivel como por el ritmo vertiginoso de la acumulación de ésta, por una evolución del déficit público que se muestra bastante incorregible en medio de una grave depresión. Los intereses de la deuda, más del 5% del PIB

La popular ya prima de riesgo puede saltar en cualquier momento y por cualquier incidente. Cifras del Banco de España, deuda según el protocolo de déficit excesivo del boletín estadístico: al final de 2007 la deuda de las administraciones públicas ascendía a 382.000 millones de euros, el 36,3% del PIB. Al finalizar el tercer trimestre de 2013 esa deuda se elevó a 955.000 millones de euros, el 93,4% del PIB. Esos millones deben renovarse continuamente y suponen unos pagos públicos por  intereses de más del 5% del PIB.

Caben análisis más desglosados y detallados, pero no son necesarios para respaldar la tesis de que no hay mejora de fondo en  la economía española para justificar una recuperación digna de tal nombre, mientras que hay motivos para temer que  en cualquier momento se desate una nueva conmoción.

La contumacia con la que el gobierno vende que hemos doblado la esquina de la crisis, y la receptividad que parece tener ante una población aplastada por el paro, los ajustes y la austeridad, y ante otras fuerzas políticas deseosas de que todo fuese a mejor para evitar tener que afrontar una realidad que requiere una ruptura con la situación actual, puede durar algún tiempo, meses. Pero para la izquierda que lucha por un cambio profundo del sistema,  el fondo de la crisis seguirá reclamando una intensificación de su actividad defensiva y propuestas de choque.

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