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Aportaciones al debate estratégico

05 2012Miguel Manzanera Salavert, filósofo

 Contestando a Raúl Zibechi

No es la primera vez en la historia que el fascismo toma las calles o imita las formas de lucha de la clase obrera. Sucedió también en el segundo cuarto del pasado siglo, cuando las instituciones obreras construidas por la II Internacional fueron barridas del mapa en la mayor parte de Europa, por la violenta ofensiva de la extrema derecha alentada por las clases dirigentes.

La primera pregunta que debemos hacernos, es entonces, ¿por qué la extrema derecha ha conseguido liderar otra vez la protesta contra la crisis económica? Y en lugar de ignorar la historia, como hacen quienes buscan novedades, la respuesta debe venir de las lecciones que nos llegan del pasado.

Pues en efecto, ¿alguien podría explicar qué tiene de novedad el asalto de Kiev por la extrema derecha ucraniana, respecto de la marcha sobre Roma liderada por Mussolini? Porque a mí me parece que en sus formas externas esos dos acontecimientos tienen muchos puntos en común; y hace falta un análisis muy preciso para distinguir las diferencias que pueda haber entre ambas movilizaciones de la extrema derecha, más allá de los rasgos particulares de cada cultura. ¿No llegaron, en efecto, ambas movilizaciones hasta el control del Estado mediante un violento derribo del poder político legalmente establecido? ¿No han sido apoyadas, tanto la una como la otra, por las elites imperialistas dominantes a nivel internacional?

Y ¿no son resultado de la crisis cíclica del capitalismo liberal? Con una diferencia temporal que bien puede entenderse como resultado de un ciclo económico –una onda larga del desarrollo capitalista, según la explicación de Mandel, explicable por tanto desde las premisas teóricas de El Capital-, los mecanismos de mercado dejados a su libre determinación nos han vuelto a traer un tremendo desastre histórico. Las condiciones objetivas para la superación del capitalismo están dadas en ese desastre económico; pero fallan las condiciones subjetivas.

Por tanto, las similitudes son extraordinarias y no se entiende bien cómo alguien puede hablar de la novedad en esta movilización fascista del siglo XXI. ¿Tal vez porque nadie se lo esperaba ya a estas alturas de la historia? Pero hay más semejanzas; la coyuntura histórica repite cansinamente las mismas pautas evolutivas, apenas perceptibles para el entendimiento de la humanidad a causa del bloqueo ideológico de la conciencia social.

Desde luego: ¿no llegó el fascismo italiano al poder acompañado por un terremoto político mundial, que dejaría el Estado en manos de la extrema derecha dentro de la mayor parte de los países europeos? Del mismo modo, la marcha sobre Kiev tiene por compañía la violencia sectaria del extremismo islámico, el ascenso de la ideología nacionalista conservadora en Europa del Este, y no tan al Este, la violencia de los liberales latinoamericanos en Venezuela, Colombia, Honduras, Paraguay, etc., -una nueva ofensiva imperialista en América Latina-.

Acontecimientos históricos muy similares, identidad estructural en el desarrollo capitalista de la historia; el asalto fascista al poder, ni entonces, siglo XX, ni ahora, siglo XXI, ha consistido en hechos aislados, sino en un ambiente de rebeldía ampliamente generalizado a nivel internacional. ¿Se trata de una moda con profundas raíces en la mentalidad de la especie humana? ¿O es más bien un resultado de los condicionamientos estructurales en los que se mueve la acción humana? O las dos cosas al tiempo: la repetición del fenómeno es índice de que nos encontramos ante un rasgo determinante de la naturaleza humana.

Y sin embargo, si afinamos nuestra vista, en medio de tantos paralelismos tal vez podamos descubrir entre ellos algunas diferencias esenciales. El evidente salto temporal, más de 90 años después, no puede ocultarnos las concomitancias; casi un siglo, la barbarie vuelve a presentarse en el seno de las masas europeas. Pero la diferencia temporal nos aporta una categoría esencial: la experiencia histórica. La subjetividad humana ha cambiado en este tiempo.

Pero entonces, ¿qué ha pasado para que la situación objetiva se mantenga idéntica y el fascismo vuelva a repetir sus gestas?, ¿por qué no hemos aprendido las lecciones de la historia? Decía Hanna Ahrend que no debíamos olvidar los campos de concentración, porque al hacerlo corríamos el riesgo de repetir su horror. Pero ahora sabemos que el horror se repite en nuestro mundo ante la indiferencia de la opinión pública. ¿Es que nos hemos olvidado ya de aquello? Debe haber algo más que eso, cuando ni siquiera un presidente de los EE.UU. –el hombre más poderoso del país más poderoso-, es capaz de cumplir su promesa electoral de cerrar un pequeño campo de concentración en Guantánamo.

Creo que en la reflexión de Ahrend se deslizaron algunos errores básicos; su equivocación fue no haber reconocido que el caso alemán no fue tan excepcional como ella pretendía, haber insistido en su singularidad. Cierto que le tocaba muy de cerca y para ella fue excepcional. Pero los genocidios se repiten en la historia con mayor frecuencia de lo que sería deseable, para afirmar la racionalidad en la especie humana. Echemos un vistazo a la historia. Un genocidio que seguramente Ahrend querría olvidar, fue la conquista de Palestina por los israelitas hace más de 3000 años, tal como nos lo cuenta la Biblia –genocidio que hoy se repite en el exterminio palestino provocado por el Estado de Israel-. Seguramente en ese olvido, tan inconsciente como interesado, está el prejuicio que originó su error en el análisis de la monstruosidad fascista.

Es el prejuicio etnocéntrico, típico de la mentalidad liberal europea. En el debe del imperialismo europeo y liberal está el genocidio americano durante la colonización de aquel continente, la esclavitud de los negros africanos prolongada durante varios siglos, y algunos otros genocidios modernos, incluido el lanzamiento de la bomba atómica.

Ese liberalismo tan racional para incrementar el desarrollo económico hasta límites inconcebibles, es también una ideología de la explotación del hombre por el hombre, puesto que sin explotación, esclavización y destrucción cultural no hay acumulación de capital. El desarrollo económico que impulsa el imperialismo europeo se apoya en la creación de millones de víctimas en aras del progreso; ésa es la matriz del fascismo europeo y olvidarlo es verse condenados a repetir la historia. Frente a la miopía de Ahrend, debemos situar las tesis de la filosofía de la historia de Walter Benjamin.

Se dirá que esos hechos históricos son cosas antiguas; pero siguen pesando en la indiferencia europea ante el cataclismo histórico en el que nos encontramos. Esa memoria cultural pesa en la conciencia deformada de los ciudadanos en los Estados imperialistas. Late en la ignorancia histórica del intelectual progresista, que se pregunta cómo es posible que la extrema derecha esté consiguiendo aprovecharse de la crisis para destruir otra vez los derechos naturales de la humanidad.

Son aquellos intelectuales que, como Ahrend, basan su buena intención en los prejuicios arraigados del etnocentrismo cultural, como parte de su estrategia de acomodación a los poderes hegemónicos. Éstos, como la opinión pública democrática, no se han enterado todavía de que estamos ante una crisis terminal de la civilización liberal; pero todos lo intuyen y la crisis económica lo evidencia. La senilidad del liberalismo, más que la experiencia histórica, es la diferencia que aporta el paso del tiempo. Y como fiera acorralada por el tiempo, el imperio se apresta a vencer a la desesperada lo que podría ser su último mortal combate.

Se podría haber esperado que la Segunda Guerra Mundial hubiera sido la lección histórica que nos redimiera de nuestras más torpes miserias humanas. Ya se ve que no. Por el contrario, el fascismo está ahora más extendido que nunca. A lo largo del siglo XX los europeos perdieron la oportunidad de regenerarse diciendo adiós de una vez al colonialismo y sus nefastas consecuencias históricas para la humanidad. No hubo valor ni decencia suficientes.

Ahora, noventa años después, nos damos cuenta de que no hemos aprendido nada y vemos el fascismo como una novedad histórica, exactamente igual que Ahrend nos contaba que los nazis eran una novedad histórica. Pero no es la primera vez que Ucrania es invadida por el fascismo, apoyado por los europeos occidentales; noventa años después los rusos siguen teniendo razón.

Otra diferencia podría ser la geográfica, espacial; en el sentido de que el fascismo fue un fenómeno europeo en el siglo XX, pero ahora en el siglo XXI es un fenómeno mundial. Durante estas décadas ominosas de comienzos del siglo XXI, el fascismo se exporta fuera, a lugares donde nunca había existido antes ni podía imaginarse su existencia.

Civilizaciones y culturas, hasta ahora pacíficas y pacifistas, parecen inmersas en un frenesí integrista, que estaba lejos de pertenecer a sus señas de identidad. ¿Cómo es posible que la religión musulmana, compendio de sabiduría práctica, haya dado paso a la barbarie wahabita? ¿Por qué las culturas centroafricanas andan exterminándose entre sí a machetazo limpio? ¿A qué fue debido que países latinoamericanos con largas tradiciones liberales y democráticas se convirtieran en Estados dictatoriales durante décadas en el siglo XX?

¿No sucede como si la imagen que el imperialismo exporta, fuera asumida como identidad propia por las demás culturas humanas? Los yihadistas buscan el renacimiento del Islam, mirando a Europa y desconociendo su propio pasado; los negros asesinos de los Grandes Lagos reproducen la imagen del salvaje fabricada por los europeos colonizadores; los fascistas latinoamericanos se reconocen en los colonizadores españoles que organizaron el genocidio de los indígenas en aquel continente. ¿No es, precisamente la Europa liberal el modelo de inhumanidad que triunfa con el fascismo rampante?

¿Y de dónde nace esa inhumanidad europea? La tesis que propongo a discusión: el antirracionalismo forma parte esencial de la ideología imperialista, porque está en las entrañas mismas de la cultura europea. Esas entrañas, constituidas por el cristianismo romano, sus ritos sacramentales y sus mitos absurdos, catequizados pacientemente durante milenios a los pueblos europeos.

No hay más que conocer los supuestos metafísicos de la filosofía de Locke o de la teoría del mercado, para comprender que el liberalismo está contaminado por la misma ideología imperialista que subyace al monoteísmo religioso. Y perteneciendo a los prejuicios culturales de nuestra civilización, habría que preguntar si no contamina también a la mayor parte de la izquierda progresista europea, y sus influencias por el mundo, como agentes inconscientes del imperialismo.

La conclusión es que resulta absolutamente necesario desprenderse de esos prejuicios etnocéntricos, para entrar en el nuevo mundo que ha producido la globalización. Reconozco que después de lo que ha pasado en estos últimos treinta años, tengo muy poca confianza en la capacidad de los europeos para superar esos estigmas de la historia.

Creo que mientras la superioridad militar esté en la OTAN, mal le va a ir al mundo y a la humanidad: el fascismo estará siempre a las puertas del triunfo. Frente a la banal indiferencia con que los pueblos europeos ignoran el desastre humano que provoca su egoísmo, apenas nos queda una terca resistencia, fundada en la memoria de las víctimas, y confiar que las nuevas sociedades emergentes en el mundo sean capaces de encontrar una solución a los problemas radicales de la humanidad moderna.

No me cabe duda de que esas soluciones serán republicanas: construir una sociedad justa requiere reconocer los límites del desarrollo humano, sin renunciar a los derechos fundamentales. En lugar de la expansión imperialista propugnada por el imperialismo capitalista, la sociedad autocontenida fundada en la virtud moral de los ciudadanos.

Donde la política sea entendida como negociación entre los intereses diversos, armonizados en el bien común; y dentro de un Estado fundado en el consenso y no en la coerción, que administre los bienes públicos para satisfacción de los derechos humanos universales. Donde el Estado renuncie al uso de la fuerza en las relaciones internacionales y la ONU sea el foro que determine racional y pacíficamente la solución de los inevitables conflictos intra-específicos. Quizás no estemos tan lejos de ello; pero todavía no sabemos verlo.

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La primavera fracasa en Ucrania

descarga«Putin aplicó Sun Tzu al pie de la letra, y ahora juega EE.UU. contra la UE. Ha dejado en claro que Moscú no necesita “invadir” Ucrania.El tratado de partición de 1997 de Ucrania-Rusia permite específicamente tropas rusas en Crimea».

Pepe Escobar , escritor y periodista de «Asia Times Online»

La promoción de la excepcionalidad estadounidense de “democracia” entra en acción: Washington ha reconocido un golpe de Estado en Ucrania que cambió el régimen de –a pesar de sus evidentes faltas– un gobierno democráticamente elegido.

Y el presidente ruso Vladimir Putin, ya habló el año pasado sobre cómo Rusia y China decidieron comerciar en rublos y yuan, y destacó cómo Rusia tiene que abandonar el “excesivo monopolio” del dólar de EE.UU. Tenía que saber que el Imperio devolvería el golpe.

Ahora hay más: el consejero presidencial ruso Sergey Glazyev declaró a RIA Novosti: Rusia abandonará el dólar estadounidense como moneda de reserva si EE.UU. impone sanciones contra la Federación Rusa”.

Por lo tanto el Imperio devolvió el golpe dando “una pequeña ayuda” al cambio de régimen en Ucrania. Y Moscú contestó tomando el control de Crimea en menos de un día sin disparar un tiro –con o sin brigadas de elite Spetznaz (think-tanks basados en el Reino Unido dicen que participan; Putin dice que no).

La evaluación de Putin de lo que ocurrió en Ucrania es realmente correcta: “una toma anticonstitucional y armada del poder”. Queda abierto un interminable debate, en su mayor parte desagradable, sobre si el Kremlin exageró en su reacción o no. Considerando el historial de una satanización generalizada de Rusia y Putin que ha tenido lugar durante años –y que ahora llega a un nivel febril– la rápida reacción del Kremlin fue bastante mesurada.

Putin aplicó Sun Tzu al pie de la letra, y ahora juega EE.UU. contra la UE. Ha dejado en claro que Moscú no necesita “invadir” Ucrania. El tratado de partición de 1997 de Ucrania-Rusia permite específicamente tropas rusas en Crimea. Y después de todo Rusia es un activo proponente de soberanía estatal; este principio lleva a que Moscú rechace una “intervención” occidental en Siria.

Dejó abierta la puerta para –oh cósmica ironía de ironías– una invención/intervención estadounidense (y eso, predeciblemente, no fue detectable por los medios corporativos occidentales; la R2P –responsabilidad de proteger– de la ONU en caso que los fascistas y neonazis alineados con Occidente en Ucrania amenazaran a civiles rusos o ruso parlantes con un conflicto armado. Samantha Power debe estar orgullosa de sí misma.

No te metas con la inteligencia rusa

“Occidente” ha aprendido una vez más que no hay que meterse con la inteligencia rusa, que rápidamente previno en Crimea una réplica del golpe en Kiev, precipitado en gran parte por UNA-UNSO – una tenebrosa fuerza paramilitar derechista de primera vinculada a la OTAN, que utiliza Ucrania como base, como lo denuncia William Engdahl.

Y Crimea fue una operación aún más lóbrega, porque esos neonazis de Ucrania Occidental trabajaban en tándem con yihadistas tártaros (la Casa de Saud será fuertemente tentada a financiarlos desde ahora).

En los hechos, el Kremlin tiene razón cuando señala que el golpe fue esencialmente realizado por fascistas y “nacionalistas” de ultraderecha – código occidental para neonazis. El miembro del consejo político del partido Svoboda (“Libertad”), Yury Noyeby incluso admitió abiertamente que se utilizó la integración con la UE como pretexto “como medio para romper nuestros vínculos con Rusia”.

Los medios corporativos occidentales siempre olvidan convenientemente que Svoboda –así como los fascistas del Sector Derecho– siguen los pasos del fascista/terrorista de Galicia Stepan Bandera, un agente tristemente célebre de un conjunto de agencias de inteligencia “occidentales”. Ahora Svoboda ha logrado incluir no menos que seis mandamases como parte del nuevo régimen en Kiev.

Además existen los nuevos gobernadores regionales nombrados para el predominantemente rusófono este y sur de Ucrania. Son –qué iban a ser– oligarcas, como ser los multimillonarios Sergei Taruta instalado en Donetsk e Ihor Kolomoysky instalado en Dnipropetrovsk. La gente en Maidán en Kiev protestaban sobre todo –quiénes iban a ser– contra los oligarcas cleptócratas. Una vez más, los medios corporativos occidentales – que hablaron incansablemente de un levantamiento “popular” contra la cleptocracia – no se dieron cuenta.

Una vez más, seguid el dinero

Las reservas de divisas extranjeras de Ucrania, cayeron –solo en las últimas cuatro semanas– de 17.800 millones de dólares a 15.000 millones. ¿Queréis comprar hryvnia? No realmente; la moneda nacional ucraniana se encuentra en una caída cósmica frente al dólar. Es una buena noticia solo para los buitres del capitalismo del desastre.

Y en el momento justo, el Fondo Monetario Internacional está enviando esta semana una “misión investigadora” a Ucrania. Los ucranianos de todo tipo tratarán de escapar pero no se podrán ocultar ante el “ajuste estructural”. Podrán juntar lo necesario para comprar un pasaje con sus despreciables hryvnia (ser un candidato para una visa a la llegada a Tailandia siempre es útil).

Los bancos europeos –que según el Banco de Pagos Internacionales (BIS) se enfrentan a más de 23.000 millones de dólares en préstamos impagos– podrían perder mucho en Ucrania. Los bancos italianos, por ejemplo, han prestado cerca de 6.000 millones.

En el frente del Ductistán, Ucrania depende fuertemente de Rusia: 58% de su suministro de gas. No puede exactamente diversificar y comenzar a comprar mañana de Catar – ¿con entrega mediante Qatar Airways?

E incluso mientras un 66% del gas ruso exportado a la UE transita a través de Ucrania, el país está perdiendo rápidamente su importancia como centro de tránsito. Tanto el gasoducto Nord Stream como el South Stream –desde Rusia por vía submarina– soslayan Ucrania. Nord Stream, terminado en 2011, vincula Rusia con Alemania por el Mar Báltico. South Stream, bajo el Mar Negro, estará listo antes del fin de 2015.

Geoeconómicamente, el Imperio necesita que Ucrania esté fuera de la unión económica eurasiática promovida por el Kremlin – que también incluye a Kazajstán y Bielorrusia. Y geopolíticamente, cuando el Secretario General de la OTAN, el engreído títere Anders Fogh Rasmussen, dijo que un paquete FMI-UE para Ucrania sería un “importante estímulo para la seguridad euro-atlántica”, esto dio el toque final; lo único que importa en todo este juego es que la OTAN “anexe” Ucrania como examiné anteriormente.

Siempre ha tenido que ver con el Imperio de Bases – igual que el cerco de Irán; igual que el “giro” hacia Asia equivalente al cerco de China; igual que el cerco de Rusia con bases y “defensa de misiles”. Pasando por sobre el cadáver colectivo del Kremlin, por supuesto.

Saqueemos ese yermo

La acusación del Secretario de Estado de EE.UU. John Kerry de que Rusia esté “invadiendo Ucrania”, en “violación del derecho internacional”, y “de vuelta al Siglo XIX”, es tan espectacularmente patética en su hipocresía –una vez más, considerad el historial de EE.UU.– que no merece comentarios de ningún observador informado. A propósito, es tan patético como su oferta de miserables 1.000 millones de dólares en “garantías de préstamos” – que apenas pagaría las cuentas de Ucrania durante dos semanas.

El gobierno de Obama –especialmente los neoconservadores del tipo “que se joda la UE”– ha perdido su maniobra agresiva. Y en cuanto a Moscú, no tiene ningún interlocutor en Kiev porque considera que el cambio de régimen es ilegal. Moscú también ve a “Europa” como un montón de plañideros perdedores consentidos – sin una política exterior común para comenzar.

Por lo tanto cualquier mediación depende de Alemania. Berlín no toma en serio la idea de “sanciones” – el sacrosanto mantra excepcionalista estadounidense; Rusia es un excelente mercado para la industria alemana. Y a pesar de todas las vociferaciones del Economist y del Financial Times, la City de Londres tampoco quiere sanciones; el centro financiero cuenta con los pródigos fondos político/oligárquicos rusos. En cuanto al “castigo” occidental a Rusia al amenazar con su expulsión del Grupo de Ocho, es un chiste. El G-8, que excluye a China, ya no decide nada relevante; el G-20 sí lo hace.

Si se realizara un amplio sondeo, revelaría que la mayoría de los ucranianos no quieren formar parte de la UE – así como la mayoría de los europeos no quieren a Ucrania en la UE. Lo que les queda a los ucranianos son los chupasangre del FMI, recibidos debidamente por “Yats” (como llama al primer ministro Yatsenyuk Vic –“Que se joda la UE”– Nuland).

Ucrania se arrastra hacia la federalización. Los cambiadores de régimen de Kiev no tienen influencia en Crimea autónoma – que es casi seguro que seguirá siendo parte de Ucrania (y, a propósito, Rusia se ahorrará los 90 millones de dólares de alquiler que paga por la base de Sebastopol, que hasta ahora tuvo que pagar a Kiev.)

La jugada final está prácticamente predeterminada; Moscú controlará gratuitamente una Crimea autónoma, y EE.UU./UE “controlarán”, o tratarán de saquear, al estilo del capitalismo del desastre, un páramo occidental ucraniano “administrado” por un montón de títeres occidentales y oligarcas, con algunos neonazis.

¿Qué hará entonces el dúo estratégico magistral Obama/Kerry? ¿Comenzarán una guerra nuclear?

Pepe Escobar es autor de Globalistan: How the Globalized World is Dissolving into Liquid War y de Red Zone Blues: a snapshot of Baghdad during the surge. Su libro más reciente es Obama does Globalistan  

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Recuperar el debate estratégico

images (1) «Nos guste o no, los conflictos no se están resolviendo en las urnas, sino en las calles y en las barricadas, mediante artes insurreccionales que las derechas están aprendiendo a utilizar para sus fines, apoyadas por las grandes potencias occidentales…».

Raúl Zibechi, Escritor y activista

Parece evidente que estamos ante un recodo de la historia. Lo que suceda en los próximos años, sumado a lo que ya está sucediendo, tendrá efectos de largo plazo.

Lo que hagamos, o lo que dejemos de hacer, va a tener alguna influencia en el destino inmediato de nuestras sociedades. Sabemos que es necesario actuar, pero no está claro que seamos capaces de hacerlo en la dirección adecuada.

Los recientes sucesos en Ucrania y Venezuela intensificaron la sensación de que estamos ante momentos decisivos. Esta coyuntura devela que la violencia jugará un papel decisivo en la definición de nuestro futuro. Guerra entre estados, lucha entre clases, conflictos violentos entre los más diversos grupos, desde pandillas hasta organizaciones de narcotraficantes. Como sucedió en otros periodos de la historia, la violencia empieza a decidir coyunturas y crisis.

La violencia no es la solución, y cuanto más tiempo podamos aplazarla, tanto mejor. Sin violencia no podemos lograr nada. Pero la violencia, por muy terapéutica y eficaz que sea, no resuelve nada, escribió Immanuel Wallerstein en el prefacio del libro de Frantz Fanon Piel negra, máscaras blancas (Akal, 2009). Estar preparados para la violencia, pero subordinarla al objetivo del cambio social, es parte de los debates estratégicos necesarios.

Menciono la cuestión de la violencia porque de eso se trata en Venezuela y en Ucrania, en Bosnia, Sudán del Sur, Siria y cada vez más lugares. Nos guste o no, los conflictos no se están resolviendo en las urnas, sino en las calles y en las barricadas, mediante artes insurreccionales que las derechas están aprendiendo a utilizar para sus fines, apoyadas por las grandes potencias occidentales, Estados Unidos y Francia en lugar muy destacado. La llamada democracia languidece y tiende a desaparecer.

No me canso de leer y reproducir la visión que trasmitió el periodista Rafael Poch de la plaza Maidán de Kiev: En sus momentos más masivos ha congregado a unas 70 mil personas en esta ciudad de 4 millones de habitantes. Entre ellos hay una minoría de varios miles, quizá cuatro o cinco mil, equipados con cascos, barras, escudos y bates para enfrentarse a la policía. Y dentro de ese colectivo hay un núcleo duro de quizás mil o mil 500 personas puramente paramilitar, dispuestos a morir y matar, lo que representa otra categoría. Este núcleo duro ha hecho uso de armas de fuego (La Vanguardia, 25/2/14).

Multitudes protestando y pequeños núcleos decididos y organizados enfrentándose a los aparatos estatales a los que suelen desbordar. Lo consiguen por tres motivos: porque hay decenas de miles en las calles que representan el sentir de una parte de la sociedad, que legitima la protesta; porque hay una vanguardia a menudo entrenada y financiada desde fuera, y porque el régimen no está en condiciones de reprimirlos, ya sea por debilidad, falta de convicción o porque no tiene un plan para el día siguiente.

Que las derechas hayan fotocopiado las formas de hacer de los revolucionarios y las utilicen para sus fines, y que cuenten con abundante apoyo del imperialismo, no hace a la cuestión central: ¿cómo enfrentar situaciones en las que el Estado es desbordado, neutralizado o usado contra los de abajo?

Mi primera hipótesis es que las fuerzas antisistémicas no estamos preparadas para actuar sin el paraguas estatal. Casi todos los gobiernos progresistas del continente fueron posibles gracias a la acción directa en las calles, pagando un alto precio por poner el cuerpo a las balas, pero esa dinámica queda demasiado lejos y ya no es patrimonio de los movimientos. Poner el cuerpo dejó de ser el sentido común de la protesta, sobre todo desde que reapareció el escudo estatal con los gobiernos progresistas.

La segunda es que la confianza en el Estado paraliza y desarma moralmente a las fuerzas antisistémicas. A mi modo de ver, la peor consecuencia de esta confianza es que hemos desarmado nuestras viejas estrategias. Este punto tiene dos pliegues: por un lado, no está claro por qué mundo luchamos, toda vez que el socialismo estatista dejó de ser proyección de futuro. Por otro, porque no está a debate si nos afiliamos a las tesis insurreccionales o a la guerra popular prolongada, o sea a las tipologías europea y tercermundista de la revolución.

No quiero detenerme en la cuestión electoral porque no la considero una estrategia para cambiar el mundo, ni siquiera un modo de acumular fuerzas. Entiendo que hay gobiernos mejores y peores, pero no podemos tomar en serio el camino electoral como una estrategia revolucionaria. En suma, no estamos debatiendo el cómo. En tanto, las derechas sí tienen estrategias, en las que lo electoral juega un papel decorativo.

Entre la insurrección y la guerra popular, el zapatismo inaugura un nuevo camino, que combina la construcción de poderes no estatales defendidos armas en mano por las comunidades y bases de apoyo, con la construcción de un mundo nuevo y diferente en los territorios que esos poderes controlan.

Puede argumentarse que se trata de una variable de la guerra popular esbozada por Mao y Ho Chi Minh. No lo veo de esa manera, más allá de alguna similitud formal. Creo que la innovación radical del zapatismo no puede comprenderse sin asimilar la rica experiencia del movimiento indígena y del feminismo, en un punto crucial: no luchan por la hegemonía, no quieren imponer sus modos de hacer. Hacen; y que los demás decidan si acompañan o no.

En este argumento hay una trampa. No se puede luchar por la hegemonía porque sería trasmutarla en dominación, algo que las revoluciones triunfantes olvidaron muy pronto. La hegemonía se consigue naturalmente, por usar un término afín a Marx: por contagio, empatía o resonancia, con modos de hacer que convencen y entusiasman. Me parece que recuperar el debate estratégico es más importante para cambiar el mundo que la enésima denuncia contra el imperialismo. Que sigue siendo necesario firmar manifiestos, pero no alcanza.

 
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La victoria de Mas: la victoria de las 300 familias

images (2)«La profundísima crisis económica que soportamos y soportaremos durante años ha venido a cuestionar el “oasis catalán” revelando lo que auténticamente es: una ciénaga. La corrupción, el sobrecoste de las obras, el robo a las arcas públicas implica directamente al “establishment” nacionalista». 

Eduardo Luque, analista

Se dice, y hay estudios que así lo demuestran, que Cataluña ha sido gobernada históricamente por unas trescientas familias. Siempre tuvieron hijos, sobrinos o primos en todas las esferas del poder. Ganara quien ganara, gobernara quien gobernase, siempre mandaban. Ellos y sus intereses quedaban a salvo.

Fueron furibundos españolistas cuando el control de las colonias cubanas aportaba, a través de la trata de esclavos, algodón barato para la industria catalana[1]. Giraron hacia el catalanismo cuando la relación con Madrid se volvió incómoda. Se volvieron a reencontrar con el gobierno conservador y españolizante de Maura cuando la lucha obrera representó una amenaza para sus intereses. Estuvieron al lado del general Martínez Anido cuando se aplicaba la “Ley de fugas” contra los dirigentes sindicales y estos eran asesinados en las calles de Barcelona. Fueron republicanos con la república, pero poco.

Dijeron defender el país y las “libertades nacionales de Cataluña” aunque, durante la sublevación del gobierno de Companys en 1934, uno de sus representantes más conspicuos, Josep Dencàs i Puigdollers (fundador de ERC y de las JEREC, conseller de gobernació y fundador con Francesc Macià de los “escamots” militares que perseguían a los sindicalistas de la CNT) no tuvo reparos, cuando Companys proclama “L´estat català”, en huir por las alcantarillas de Barcelona rumbo a la Italia fascista.

Previamente hace un llamamiento en Radio Barcelona para que los denostados españoles salvaran la Generalitat de Cataluña, acabando su discurso con un ¡Viva España! Mientras nacionalistas y obreros de izquierdas morían o eran encarcelados. Posteriormente, Gil Robles afirmaría en las cortes españolas que él, Gil Robles, propició el levantamiento de Companys; si eso fuera cierto,

Dencàs habría trabajado para la derecha fascista española. En plena Guerra Civil siguió teniendo fluidas relaciones con la Italia fascista de Mussolini, que le consideraba como un fascista catalán[2]. Gerald Brenan, en «El Laberinto español», le atribuye connivencias muy importantes con la CEDA y el nazismo alemán. Acabó organizando un partido denominado “Nosaltres sols”, con claras influencias fascistas, que adoptó por bandera la actual “estelada nacionalista”.

Algunas de esas trescientas familias no dudaron en financiar al propio general franco. En plena Guerra Civil, voluntarios catalanes organizaron el “Tercio de Nuestra Señora de Montserrat” que combatió contra la República y la Generalitat de Catalunya en Belchite o en el Ebro. Apellidos tan catalanes como Ciurana, Amiel o Sopena fueron condecorados con la Laureada de San Fernando[3].

Mientras, miles de catalanes de la columna Llibertat combatían contra Franco en la defensa de la Ciudad Universitaria de Madrid. Por ello, cuando el establishment mediático y algún renombrado político hablan de la Guerra Civil española como una guerra de España contra Cataluña, no sólo faltan a la verdad, sino que provocan auténtica repugnancia.

Este intento de reescribir la historia y adaptarla a la visión partidista pretende olvidar, como lo hizo el franquismo, a los miles de catalanes muertos en la defensa de Madrid o la de españoles extremeños, murcianos o andaluces defendiendo a Catalunya en el Ebro o en el Segre. Acabada la guerra, se refuerza la alianza entre el franquismo y la burguesía catalana[4], sobre las espaldas del subdesarrollo de otras regiones, en especial la andaluza.

Los méritos contraídos por la gran banca catalana en la previa al golpe militar de Franco y la existencia de una base industrial y comercial, que como hemos dicho tuvo parte de su génesis en la trata de esclavos, le granjearon como premio la industrialización del país con dinero público. Los obreros andaluces, murcianos, aragoneses…, esos que ahora “roban a Cataluña”, pusieron su sudor y su esfuerzo al servicio del país.

Las trescientas familias y sus representantes políticos siempre estuvieron cerca o en el poder, tanto en Madrid como en Barcelona. La democracia no modificó esta realidad: Pujol, Artur Mas, no son sino representantes de ese poder tanto como lo fue, en mayor o menor medida, Montilla o Maragall.

Incluso esa clase adinerada que presume de raíces catalanas nunca tuvo ningún reparo, bien al contrario, en ser ennoblecida por los Reyes de España, como lo fue, sin ir más lejos, el Conde de Güell, el marquesado de Comillas, que también recaló en su familia, o el Conde de Godó, nombrado en el 2008 “Grande de España” por Juan Carlos I.

La llegada del “tripartito” fue un momento de esperanza en un cambio que se hacía imprescindible. Se creyó que representaría un revulsivo. El balance en realidad fue tan pobre para las clases populares, como lo fue la acción conservadora de CiU. Tanto es así que la acción del ejecutivo de Maragall y Montilla acabó perdiéndose en un particular laberinto, que bien pudiera parafrasear a Marcel Proust[5] en la búsqueda de una “entidad nacional” en abstracto.

La situación actual se gesta precisamente en ese momento. La votación del nuevo Estatut de Catalunya el 18 de junio del 2006 fue el “clímax” de la acción del ejecutivo de “izquierdas”. La sentencia del Tribunal Constitucional el 27 de junio del 2010 anulando varios artículos del Estatut, votado por menos de la mitad de la población catalana, insufló nuevos aires al victimismo. El Maragallismo, con la complacencia de ERC y ICV-EUiA, lo habían conseguido, el cambio de modelo económico había quedó abducido por el debate sobre las esencias patrias. Ni Pascual Maragall ni Montilla supieron o quisieron cambiar las relaciones de poder en beneficio de las clases populares; es más, durante su mandato siguió creciendo la corrupción o el nepotismo.

Los medios  de comunicación, en manos de los de siempre, jugaron y juegan un papel central, callaron y ocultaron mientras pudieron. Uno de los casos más curiosos ha sido la evolución de la Familia Godó; de furibundo español, y monárquico por más señas, se transmuta en impenitente independentista, sobre todo desde el momento que el negocio familiar, “La vanguardia”, pierde un 25% de los lectores en el año 2012, con un descenso del 67% de su beneficio operativo. Aprovechando el ERE que ha puesto en la calle a 300 periodistas de la Corporación de Medios Audiovisuales de la Generalitat (CCMA), pretende hacer un pingüe negocio aprovechando la externalización de la publicidad de esa Corporación, puesto al que puja, y está muy bien situado, por un  pelotazo de más de 55 millones de euros.

El estallido independentista es hijo fundamentalmente de la crisis económica, de unas clases medias empobrecidas, temerosas, que pretenden soluciones cuasi mágicas en una vuelta a un irracionalismo romántico de buenos, patriotas catalanes contra malos españoles, de blanco y negro. En 2012, los recortes brutales llevados a cabo por Artur Mas provocan una enorme desafección hacia las políticas de CiU.

La solución para el gobierno conservador es lanzar la pelota hacia delante, e inicia una campaña de exaltación nacionalista. El objetivo era la victoria electoral en el mes de noviembre del 2012, saldada con un enorme fracaso. Ahorquillado por la presión de ERC, incapaz de articular ninguna alternativa más allá de profundizar los recortes, con una población que se manifiesta día sí día también contra las políticas del gobierno, Mas pone en marcha una cortina de humo en la exaltación nacionalista del “España nos roba”.

El tratamiento que se está dando a la Guerra de Sucesión de 1714 es reflejo de este dualismo simplista: se basa en una enorme manipulación histórica que ha contado con la inestimable ayudada de sectores intelectuales a sueldo del gobierno. Dar clase en la universidad y no ser catalanista comienza a convertirse en un riesgo de contraer la enfermedad laboral del ostracismo.

La universidad catalana comienza a mirar con lupa las propuestas de investigación que se presentan sobre temas “candentes” que puedan cuestionar el modelo educativo-lingüístico al uso, la crítica al actual sistema (por cierto, únicamente aplicado en Catalunya) es rápidamente anatematizado y criticado con el baldón de “españolista”, como si el deseo de que nuestros alumnos aprendan más, también lenguas oficiales o foráneas, sea poco menos que un atentado contra las esencias patrias; las invitaciones a rehacer las tesis doctorales o simplemente a no presentarlas comienzan a estar a la orden del día.

La penetración del nacionalismo conservador ha tenido un apoyo fundamental en la escuela catalana. La obligatoriedad del uso del catalán y la marginación real del castellano ha permitido que hoy en la escuela catalana esté mal visto usar el idioma de Cervantes. Poco importa que por esa causa se produzca un empobrecimiento cultural.

Los debates sobre el tema están tan absolutamente sesgados que no se tiene ningún empacho en mentir: tal y como se demostró en sede parlamentaria en el 2013, los exámenes para determinar el nivel de castellano para el Informe PISA se hacían en CATALÁN. Mientras, hasta que se publicitó el tema, tanto la Consellera Rigau como Artur Mas proclamaban que el nivel de castellano de los alumnos catalanes era similar a los de Burgos.

El independentismo se sustenta en una proporción cambiante de factores. Se ha vendido el proceso independentista como una cosa divertida, casi familiar, manifestaciones, cadenas humanas… Son momentos de reencuentro que no implican mayores esfuerzos individuales. Cuando Oriol Junqueras propuso una huelga general política hasta que Madrid cediera, el coro de voces en el interior de Cataluña alcanzó la luna.

Una cosa es asistir a una fiesta más o menos reivindicativa y otra bien diferente cuando la acción puede tener costos personales. La condición básica es vender el independentismo desde la vía democrática, un camino fácil sin problemas.

Cuando Josep Fontana, a raíz de su intervención en el Congreso “España contra Catalunya”, planteó que no conocía ningún proceso independentista que no hubiera pasado por un baño de sangre («Que Cataluña se vaya a independizar sobre la base de un referéndum, eso no lo creo yo ni nadie que tenga tres dedos de sentido común. Es evidente que no lo van a consentir») fue rápidamente acallado. No es eso lo que se quiere vender.

El sentimiento de acoso por parte de un partido en Madrid heredero de actitudes franquistas, casposo e intolerante, ha promovido a su vez una reacción nacionalista excluyente. Todo ello son elementos de este cóctel que pretende, y lo está consiguiendo, romper las estructuras sociales en Cataluña y enfrentarse al resto del país.

El discurso sobre la independencia ha contaminado, tal y como deseaba el conservadurismo catalán, todo el espectro político. Para los conservadores, el proceso nos llevará a convertirnos en semialemanes, en europeos de primera, que podrán dejar de lado finalmente el subdesarrollado sur de Europa. El sueño de Artur Mas sería una Catalunya convertida en “colonia” alemana.

Para sectores de la izquierda radical, con una debilidad teórica inversamente proporcional al resultado electoral, nos llevará de forma mágica a las puertas de la revolución social. Para otra parte de la izquierda, porque es necesario seguir saliendo en la foto y están en juego los cargos e ingresos provenientes del juego parlamentario.

El argumentarlo independentista es de lo más variado. España nos roba, poco importa que no se haya hecho un debate pausado sobre las balanzas fiscales. Es un argumento simple, general,  creíble para una población que no quiere pensar. Que CiU o Artur Mas estén de acuerdo en los recortes impuestos por la Troika europea no importa: la culpa es de Madrid. Que la derecha catalana vote una y otra vez con el PP (su enemigo) aquellas leyes que perjudican a las clases populares, no importa: la culpa es de Madrid. La lengua esté oprimida, ¿treinta años con gobiernos nacionalistas y aún no han resuelto ese problema? la culpa es de Madrid, y especialmente la opresión de las libertades nacionales.

La debilidad argumentativa de alguno de los principales líderes intelectuales de la propuesta independentista es de tal calibre que provoca sonrojo. Hace unas semanas, la presidenta de la ANC[6] aseguraba en los medios que Cataluña es un país libre y que, por tanto, cualquiera podía decir lo que quisiera, pero añadiendo a continuación y sin rubor que era necesaria la independencia porque Cataluña era una nación oprimida…. Leer para creer.

Frente a una situación compleja de crisis generalizada, que amenaza con romper los delicados equilibrios del poder en Cataluña, se fomenta una campaña que permita aliviar la tensión y desenfocar los objetivos hacia nuevos/viejos enemigos. El fracaso de la campaña electoral de Artur Mas provocó sudores fríos al “establishment” nacionalista conservador. Lo que podría haber sido un momento determinante para romper los esquemas de poder en beneficio de las clases populares fue rápidamente neutralizado por una ERC que antepuso la cuestión nacional, la Independencia, a cualquier otra consideración de orden social.

La debilidad de las otras fuerzas de la izquierda, ICV, PSC, CUP, su miedo a no salir en la foto y los cálculos electorales hicieron el resto. Nuevamente Madrid y España serán el enemigo. El debate sobre independencia o no oculta todos los demás debates. Los medios han recibido las instrucciones de focalizar la actividad política sobre ese objetivo. TV3 se ha convertido en un modelo de manipulación informativa, que suscita comentarios poco favorables de la prensa extranjera.

Para sectores políticos catalanes, la reivindicación contra la opresión nacional no es óbice para envidiar a uno de los países más intolerantes del mundo, Israel. La penetración del lobby israelí en Catalunya viene de muy antiguo.

Algunos dirigentes cercanos a la ANC y próceres mediáticos de TV3 no dudan en defender al Estado sionista. Que éste oprima con la violencia más extrema a un pueblo que reclama sus derechos, Palestina, no importa. ¿Contradicción? No, es el espejo en el que se mira un sector del catalanismo conservador. El otro reflejo es la Liga Norte, una organización con fuertes impulsos fascistas, cuyos “grupos de ciudadanos” persiguen a los emigrantes por las noches. ¿Es un Estado policial el modelo del Independentismo conservador en nuestro país?

Mientras, la izquierda, que habría de funcionar de contrapeso, ni está ni se la espera. La confusión es la norma, la división la regla. Las llamadas a la unidad son la condición para crear más y más chiringuitos. Hoy hasta el más tonto hace relojes. Nuevos grupos de la izquierda aparecen en el escenario, apoyados, curiosamente, por los medios afines a la derecha. Disputan el espacio electoral alternativo amparándose en la visibilidad televisiva de una o dos figuras relevantes. Su discurso es parecido al de todos. ¿Que aportan de nuevo? Confusión y división.

Otros pequeños grupos, que se pretendían diferentes y alternativos, no se plantean la cuestión nacional sencillamente porque divide a la propia organización. Grupos minoritarios anticapitalistas hablan de la autodeterminación basándose, supuestamente, en textos clásicos. Olvidan que el mismo Marx, o Rosa Luxemburg, no apoyaban todas las formas de autodeterminación “per se”, sino aquellas que representaban avances para las clases populares.

Lo fundamental, la respuesta a la cuestión central: ¿qué catalanismo queremos o a qué Catalunya aspiramos? no se aborda, se oculta. Mientras, las fuerzas de la derecha fijan su hoja de ruta en un camino que no conduce a ninguna parte. Ni Artur Mas ni Oriol Junqueras, políticos mediocres sin visión de país pero al frente del proceso, no saben realmente adónde vamos.

El modelo que se dibuja es una Catalunya Neoliberal de recortes, de bajos salarios, inscrita en el euro, dependiente de la OTAN con bases militares en Barcelona y Tarragona. Seremos independientes de España pero dependientes de la OTAN y de la Europa de la Troika. Esta es la propuesta dominante.

No es cierto que el soberanismo gire hacia la izquierda, bien al contrario. Nace y se desarrolla, como hemos dicho, del miedo y de la desesperanza. No plantea respuestas sociales al Neoliberalismo rampante, sino que pretende una solución individual de país (dinero para Catalunya porque España nos roba), no pretende procesos de integración social, sino que se asienta en la exclusión hacia los demás (ya hemos oído a algún prócer económico pedir la expulsión de los inmigrantes para reducir la tasa de paro, aunque el conferenciante se cuidó mucho de definir quién era para él un inmigrante.

El movimiento social que apoya la independencia tiene una base muy conservadora, está dominado por la derecha, que ha visto en esta autoproclamación nacionalista la fórmula para distraer la atención sobre hechos brutales que podrían poner en cuestión su forma de dominación: el “Síndic de Greuges”[7] denunciaba hace unos meses que 50.000 niños en edad escolar pasan hambre, niños rebuscando en las papeleras de nuestros colegios algo para comer es un hecho no por más frecuente menos doloroso.

La respuesta al unísono de CiU y ERC fue pactada: se negaron a que los consejeros respectivos dieran explicaciones en el Parlament. Otro hecho, uno más, fue conocido el otro día: Catalunya es la segunda comunidad autónoma con mayor número de familias sin ningún tipo de ingreso (95.100 familias). Mientras, el decreto de CiU, con apoyo de ERC, impide de hecho que las familias con pobreza energética puedan aplazar el pago de sus recibos. Los “medios”, vienen llenos de la maldad de España y los españoles que nos roban.

Patética es la posición de la izquierda, tanto ERC como ICV-EUiA. No hace mucho, la formación ecologista pretendía diferenciarse de todos proponiendo un “pacto social” jamás explicitado para correr acto seguido a hacerse la foto con Artur Mas, olvidando por el camino la anterior propuesta. Hace pocas semanas, el ex fiscal anticorrupción, el señor Villarejo, siempre lúcido, recriminaba a ICV-EUiA, aunque podría extenderse perfectamente a ERC, un hecho gravísimo: que estas formaciones hubieran apoyado a CiU, un partido que ha votado una las leyes más represivas desde la Transición, la “Ley de Seguridad ciudadana”. De nuevo atrapados por su electoralismo se mueven en el limbo del sí pero no, no pero sí. Todo un sin sentido.

La profundísima crisis económica que soportamos y soportaremos durante años ha venido a cuestionar el “oasis catalán” revelando lo que auténticamente es: una ciénaga. La corrupción, el sobrecoste de las obras, el robo a las arcas públicas implica directamente al “establishment” nacionalista.

Los casos se suceden, tanto en la oposición, especialmente el PSC o ERC, como en el propio partido en el gobierno; al Cas Palau le suceden los escándalos sobre la privatización encubierta de los hospitales públicos, a éstos i al caso ITV últimamente se ha unido la acusación de cohecho, que implica a uno de los hijos de ese que se consideraba el “patriarca”, Jordi Pujol, otro de sus hijos es encausado por evasión de capitales (cerca de 30 millones de €), la propia CiU tiene embargada su sede por orden judicial…

Cataluña vive un momento de excepcionalidad histórica. El deterioro económico, político e institucional alcanza cimas difícilmente imaginables. El desgobierno de un gobierno que no ejerce, que carece de la más mínima alternativa a la situación agónica de las finanzas, conduce al país a un vertiginoso precipicio.

Mariano Rajoy y Artur Mas confluyen en el mismo objetivo, el primero porque puede generar un consenso de las fuerzas más “ultras” entorno a su figura, el segundo porque el enfrentamiento real o imaginario que se avecina le permitirá desviar la atención de los enormes problemas sociales que ha provocado; otros, como Oriol Junqueras, porque pretenden tener un lugar en los libros de historia.

Algunos más observan la situación sin saber qué hacer, palpándose la ropa y buscando permanecer en la foto. La situación social requiere hombres y mujeres con capacidad, inteligencia y visión de país, mientras que sólo encontramos, en la turba actual, alfeñiques y enanos políticos escasamente dotados. La situación del pueblo catalán es en este caso una variable secundaria. Siempre quedará la posibilidad de «echar la culpa a Madrid». Para ello ha sido preciso imponer un auténtico pensamiento único. La idea, la culpabilidad de España, ha sido ensalzada por los medios, por el poder político y económico.

Esta reivindicación independentista permite ocultar las auténticas contradicciones de clase. Bajo el paraguas de la bandera, el conflicto entre los poseedores y los desposeídos queda subsumido y desdibujado. La capacidad de reacción social en Cataluña se está viendo limitada precisamente por el descubrimiento de un elemento unificador. La independencia como proceso, objetivo y finalidad. Mientras, la ciudadanía confundida, abducida por unos medios que pintan un futuro esplendoroso, al que hemos de contribuir ahora con nuestro sufrimiento diario, en una alegoría casi religiosa. El sufrimiento actual nos conducirá a un Parnaso futuro, repleto de “esteladas” y donde correrán bajo las cuatro barras, ríos de leche y de miel.

 



[1] La familia Güell, mecenas del futuro beato catalán Gaudí, es un ejemplo. El mecenas de Gaudí, Eusebi Güell, tenía intereses industriales (minas de hierro) en Marruecos; cuando se produjo la guerra africana, fue una de las personas que más influyeron en la necesidad de la intervención militar en el protectorado. El padre, Juan Güell i Ferrer, había sido el fundador de la fortuna familiar, en buena parte basada en la trata de esclavos, enviando posteriormente su fortuna a Catalunya.

[2] Gran enciclopedia catalana.

[3] La más alta distinción que otorga el ejército español por méritos de guerra.

[4] En este sentido es aconsejable leer el artículo de Laura Freixas («Una generación de catalanes») publicado en la pág. 27 de El País del martes 21

[5] Marcel Proust autor de la ““À la recherche du temps perdu”.

[6] Assemblea Nacional de Catalunya.

[7] Defensor del pueblo en Cataluña.

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Se invierten los papeles en Kiev

images«Mientras los dirigentes de la OTAN se regocijan por el golpe de Estado en Kiev, presentado a la opinión pública de Occidente como una nueva revolución, en el terreno se invierte la situación. Después de desplazar a un gobierno de delincuentes que buscaban el mejor postor entre Washington y Moscú, ahora son los agentes de Estados Unidos quienes se ven obligados –ya en el ejercicio del poder– a enfrentar los disturbios que anteriormente organizaron.».

Tierry Meyssan, Red Voltaire

Durante los Juegos de Sochi, Rusia no reaccionó ante los acontecimientos ucranianos [1]. Mientras se producían los graves desórdenes registrados en Kiev y en otras capitales de provincias ucranianas, la prensa rusa siguió dedicando sus titulares a las hazañas de sus deportistas. El Kremlin consideraba, en efecto, que en cualquier momento los enemigos de Rusia podían tratar aún de convertir la fiesta deportiva en un baño de sangre.

Tal y como estaba previsto, para el momento de la clausura de los Juegos, el poder ya había cambiado de manos en Kiev. Ampliamente desinformada, la opinión pública occidental tuvo la impresión de que se había producido una revolución proeuropea.

Sin embargo, la divulgación de una conversación telefónica entre la secretaria de Estado adjunta, Victoria Nuland, y el embajador de Estados Unidos en Kiev, Geoffrey R. Pyatt, no deja lugar a dudas sobre la existencia del complot estadounidense [2]. A golpe de imágenes falsas, un gobierno de corruptos [3] fue presentado a la opinión como una banda de torturadores rusófilos [4]. Como en todas las demás «revoluciones de colores», misteriosos francotiradores posicionados en los techos dispararon contra la multitud y también contra la policía, y se responsabilizó al gobierno con esos hechos.

En medio de la confusión, la opinión pública occidental tuvo la impresión de que «el pueblo» se había apoderado de los palacios nacionales. La realidad es que, mientras los activistas –en su mayoría nazis– se batían en la plaza Maidan bajo los lentes de las cámaras de televisión, en otros lugares de la ciudad eran los politiqueros quienes penetraban discretamente en los palacios nacionales. Por ese lado, los europeos pueden dormir tranquilos: no fueron los nazis quienes se instalaron en el poder.

Los nazis ucranianos nada tienen que ver con la extrema derecha que se conoce en Europa occidental, por lo general abiertamente sionista (con excepción del Frente Nacional francés). Durante la guerra fría, los nazis ucranianos fueron incorporados a las redes stay-behind de la OTAN para sabotear la economía soviética. Posteriormente, Polonia [5] y Lituania se encargaron de arroparlos. Durante los pasados 3 meses de manifestaciones se les unieron islamistas tártaros especialmente traídos de regreso desde Siria, donde estaban en plena yihad [6]. Habitantes históricos de Crimea, a los que Stalin decidió dispersar por haberse unido a los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, los tártaros viven hoy principalmente en Ucrania y Turquía. En la plaza Maidan demostraron la pericia adquirida en Siria: mutilando policías y sacándoles los ojos [7].

La revolución de la plaza Maidan sirve para enmascarar un golpe de Estado extremadamente clásico [8]. En presencia de «diplomáticos» estadounidenses, la Rada [parlamento ucraniano] violó la Constitución abrogándola sin referéndum. Destituyó, sin debate ni proceso, al presidente en ejercicio y puso los poderes legislativos y ejecutivos en manos del ex jefe de los servicios secretos, Alexander Turchinov.

Este nuevo dictador designó como primer ministro a Arseni Yatseniuk, lo cual coincide –¡Oh casualidad!– con los cálculos expresados desde mucho antes –en la conversación telefónica anteriormente mencionada– por la secretaria de Estado adjunta Victoria Nuland. El nuevo primer ministro conformó un gabinete que fue presentado a los manifestantes en la plaza Maidan. Estos últimos, ahora mucho más numerosos y en una proporción en la que los nazis ya vienen siendo sólo una tercera parte, abuchearon a varios de miembros del nuevo gabinete porque son judíos.

En Crimea, donde está basada la flota rusa del Mar Negro y la mayoría de la población es rusa, el parlamento regional, también presa de una «inspiración revolucionaria», derrocó el gobierno local (fiel a Kiev) y nombró uno nuevo (pro-ruso). Simultáneamente, hombres uniformados, pero sin bandera ni insignias, tomaron el control de los edificios oficiales y del aeropuerto, impidiendo así la posible llegada de fuerzas enviadas por el nuevo gobierno de Kiev.

En Kiev, la Rada denunciaba un acto de injerencia rusa y llamaba a que se respete elMemorándum de Budapest. En 1994, Estados Unidos, el Reino Unido y Rusia firmaron un acuerdo sobre el congelamiento de las fronteras de Ucrania a cambio de su renuncia al arma nuclear [9]. Para Moscú, sin embargo, ese acuerdo perdió toda vigencia desde que fue violado por Washington y Londres en el momento de la «revolución naranja» de 2004 [10] y, con más razón aún, con el golpe de Estado de la semana pasada.

¿Qué va a pasar ahora? El 25 de mayo tendrá lugar la elección del Parlamento Europeo y Kiev organiza una elección presidencial mientras que Crimea realizará un referéndum de autodeterminación. Cuando Crimea sea independiente podrá optar por reintegrarse a la Federación Rusa, de la que formó parte hasta 1954.

Por su parte, la Unión Europea tendrá que ver cómo se las arregla para responder a las esperanzas que tanto se esforzó por suscitar en Ucrania, y tendrá por lo tanto que pagar –no se sabe con qué fondos– al menos una parte de los 35 000 millones de deuda ucraniana. Por su parte, los nazis de la plaza Maidan no regresarán a la clandestinidad sino que van a exigir formar parte del gobierno.

Pero la historia no parará ahí porque todavía quedarán por resolver, para el Kremlin, los problemas de la parte oriental de Ucrania –con una numerosa población rusa y una importante industria de defensa– y también de Transnitria (la antigua Besarabia, que sirvió en el pasado de centro de investigación para la cohetería soviética). Este pequeño país, de población rusa, que no aparece en los mapas porque no es miembro de la ONU–, proclamó su independencia en el momento de la disolución de la URSS pero aún está considerado como parte de Moldavia. Resistió valientemente a la guerra que contra él desataron en 1992 Moldavia, la fuerza aérea rumana y los consejeros de la OTAN [11]. Logró conservar el modelo social soviético, adoptando a la vez instituciones democráticas, y hoy en día una «fuerza de paz» rusa garantiza su seguridad [12]. Como mínimo, una veintena de kilómetros cuadrados de territorio ucraniano podrían sublevarse y unirse a Transnitria, ofreciéndole así una salida al Mar Negro, pero Ucrania se vería entonces separada de su apéndice occidental. En el mejor de los casos, para unir territorialmente la península de Crimea con el territorio de Transnitria habría que tomar varios cientos de kilómetros de costa, incluyendo la ciudad de Odesa.

Por lo tanto, continuarán los desórdenes en Ucrania. Con la diferencia de que Estados Unidos y la Unión Europea se verán ahora en la situación del «cazador cazado» y será su turno de enfrentar el caos. Además de la pesada carga financiera, ¿cómo van a arreglárselas para controlar a sus victoriosos aliados nazis y yihadistas? La demostración de fuerza orquestada por Washington se halla ahora a punto de convertirse en un fiasco [13].

Fuente
Al-Watan (Siria)

[1] «Después de Yugoslavia, ¿le ha llegado el turno a Ucrania?», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 6 de febrero de 2014.

[2] «Conversación entre la secretaria de Estado adjunta y el embajador de Estados Unidos en Ucrania»,Oriental Review/Red Voltaire, 8 de febrero de 2014.

[3] «L’Ukraine brade son secteur énergétique aux Occidentaux», por Ivan Lizan, ОднакоRed Voltaire, 2 de marzo de 2013.

[4] «Imágenes falsas en Ucrania», Red Voltaire, 6 de febrero de 2014.

[5] «Polonia, nueva cabeza de playa en el plan desestabilizador de la OTAN», por Andrew Korybko,Oriental ReviewRed Voltaire, 28 de febrero de 2014.

[6] «Yihadistas dan servicio de seguridad a los manifestantes de Kiev», Red Voltaire, 4 de diciembre de 2013.

[7] «Евротвари выкололи глаз и отрубили руку пленному бойцу», YouTube, 21 de febrero de 2014.

[8] «Golpe de Estado proestadounidense en Ucrania»,Red Voltaire, 24 de febrero de 2014.

[9] “Memorandum on Security Assurances in connection with Ukraine’s accession to the Treaty on the Non-Proliferation of Nuclear Weapons”, Voltaire Network, 5 de diciembre de 1994.

[10] «Moscú y Washington se enfrentan en Ucrania», por Emilia Nazarenko; «Ucrania: la calle contra el pueblo»,Red Voltaire, 24 y 29 de noviembre de 2004.

[11] «En 1992, Estados Unidos trató de aplastar militarmente la Transnistria», por Thierry Meyssan,Red Voltaire, 17 de abril de 2010.

[12] «Tiraspol, base avancée de l’armée russe?», por Arthur Lepic, Réseau Voltaire, 15 de agosto de 2007.

[13] «¿Puede Washington derrocar tres gobiernos a la vez?», por Thierry Meyssan, Al-Watan (Siria), Red Voltaire, 23 de febrero de 2014.

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La izquierda institucionalizada se enroca.

imagesEmilio Pizocaro, periodista

Conversando ayer con un viejo militante me hizo la siguiente pregunta ¿Como vamos a creer a los dirigentes de IU cuando hablan de que son partidarios de un proceso constituyente si ni siquiera son capaces de practicar una democracia participativa en su interior?

Pareciera que se ha abierto la caja de los truenos con la publicación de los nombres que integran la lista de candidatos de IU a las elecciones europeas.  El método utilizado ya está ocasionando decepción entre su esforzados militantes y sus posibles votantes.

Por mucho que maquillen el proceso de “elección” de los candidatos, este fue producto de una intensa guerrilla de intereses entre las familias que dirigen la federación de la izquierda institucionalizada.

Para justificar el mecanismo utilizado, su departamento de relaciones publicas se ha apresurado a llenarlo de palabras biensonantes tales como, “pluralismo” o “representantes de los movimientos sociales”.

La verdad es muy distinta. Encabeza la lista un integrante del equipo de IU que gobierna en Andalucía con el PSOE ; un gobierno autonómico que, a pesar de algunos arranques demagógicos, aplica sin remordimientos las políticas neoliberales dictadas por el estado.

La segunda de la lista es parte integrante de la cúpula de CC.OO. Que nadie se equivoque con las siglas. “Comisiones” ya no es la ni la sombra de la gran organización de Marcelino Camacho.  Hoy es una superestructura incapaz de plantar cara al gobierno de Rajoy, con importantes grados de corrupción y desacreditada entre los trabajadores.

El resto de los candidatos son parte del cuoteo y trapicheo habitual en las formaciones políticas del sistema.

En esta vuelta, IU ha optado una vez más por sus funcionarios políticos, vamos, por la burocracia partidaria. ¿Tenéis alguna duda? Dadle una mirada a los perfiles de los dirigentes en redes sociales como Facebook o Twitter.

La gran mayoría de sus dirigentes no conocen más trabajo que el de funcionarios de CC.OO o de Izquierda Unida. Son muy pocos los que se salvan y menos aún los que estén en el tajo.

Aunque duela esta es la realidad. La opción de la federación de izquierda ha sido por aquellos políticos profesionales que han terminado siendo parte necesaria del régimen del 78. En efecto, IU entra perfectamente en las definiciones que hacen los sociólogos del régimen partitocrático español.

Según estudios de la Universidad Autónoma de Madrid en los partidos políticos se pueden distinguir tres niveles: abajo; la militancia que es fiel a los principios, en el medio; los cuadros intermedios que sirven como  moderadores y finalmente en la cúpula; los oportunistas acostumbrados a utilizar la ideología como un recurso discursivo.

En realidad produce una pena negra la deriva que lleva una herramienta política que fue tan valiosa en el tiempo de Julio Anguita.

Ahora todo parecer indicar que los tiros de la cúpula de IU van por el lado de la socialdemocracia. Con el ejemplo de Andalucía y unas encuestas que le dan un sostenido crecimiento ha llegado tempranamente la hora de los cuchillos por los puestos.

La burocracia partidaria se apronta a gobernar con el PSOE en la próxima legislatura. La ruptura y el proceso constituyente una vez más no está a la orden del día. Será un tema de estudio más que un quehacer político concreto. Claramente la revolución democrática no es prioridad para la dirección de Izquierda Unida.

Sino como se explica el discurso de Cayo Lara en al congreso de los comunistas españoles cuando pregunto ¿ Estáis dispuestos a gobernar?

 

 

 

 

 

 

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¿Puede Washington derrocar tres gobiernos a la vez?

images (1)«Washington trata de demostrarle al mundo que sigue siendo el amo. Para garantizar los resultados, emprendió las operaciones en Ucrania y en Venezuela mientras se desarrollaban los Juegos de Sochi». 

Thierry Meyssan de Red Voltaire

¿ Desde cuando el Imperialismo apoya Revoluciones?

 Washington, después de fracasar en 2011 en su intento de bombardear simultáneamente Libia y Siria, está tratando de hacer una nueva demostración de fuerza: organizar cambios de régimen en tres Estados al mismo tiempo y en diferentes regiones del mundo –en Siria (CentCom), Ucrania (EuCom) y Venezuela (SouthCom).

Para lograrlo, el presidente Obama ha movilizado prácticamente todo el equipo de su Consejo de Seguridad Nacional.

Primeramente, la consejera de seguridad nacional Susan Rice y la embajadora ante la ONU Samantha Power. Las dos son maestras en el uso de la jerga «democrática». Y durante años se han especializado en aconsejar la injerencia en los asuntos internos de otros Estados con el pretexto de prevenir genocidios. Sin embargo, y a pesar de sus generosos discursos, a ninguna de las dos les importan las vidas no estadounidenses, como lo demostró la señora Power en el momento de la crisis de las armas químicas en la Ghoutta de Damasco. La señora embajadora de Estados Unidos, quien sabía perfectamente que las autoridades sirias no habían cometido aquel acto, simplemente se fue a Europa para asistir con su esposo a un festival de cine dedicado a Charles Chaplin mientras que su gobierno denunciaba un crimen contra la humanidad atribuyéndolo al presidente Assad.

Están también los tres responsables por regiones: Philip Gordon (Medio Oriente y Norte de África), Karen Donfried (Europa y Eurasia) y Ricardo Zúñiga (Latinoamérica).

  • Phil Gordon (amigo personal y traductor del ex presidente francés Nicolas Sarkozy) organizó el sabotaje de la conferencia de paz Ginebra 2 hasta que la cuestión palestina se resuelva en función de lo que quiere Estados Unidos. Durante la segunda sesión de Ginebra 2, mientras que el secretario de Estado John Kerry hablaba de paz, Phil Gordon reunía en Washington a los jefes de los servicios secretos de Jordania, Qatar, Arabia Saudita y Turquía para preparar un enésimo ataque contra Siria. Estos conspiradores han reunido en Jordania un ejército de 13 000 hombres, de los que sólo 1 000 han recibido un breve entrenamiento militar para pilotear blindados y tomar Damasco. El problema es que esa columna corre el riesgo de ser destruida por el Ejército Árabe Sirio antes de alcanzar la capital siria. Pero sus padrinos no logran ponerse de acuerdo sobre la manera de defender esa fuerza sin equiparla con armamento antiaéreo, que pudiera ser utilizado después contra la aviación de Israel.
  • Karen Donfried es la ex oficial nacional de inteligencia a cargo de Europa. Dirigió durante mucho tiempo el German Marshall Fund en Berlín. Actualmente se dedica a manipular a la Unión Europea para enmascarar el intervencionismo de Washington en Ucrania. A pesar de la reciente revelación del contenido de una conversación telefónica de la embajadora estadounidense Victoria Nuland, la señora Donfried logró hacerles creer a los europeos que el objetivo de la oposición de Kiev era unirse a la Unión Europea y que estaban luchando por la democracia, cuando en realidad más de la mitad de los amotinados de la plaza Maidan son miembros de partidos nazis y agitan retratos de Stepan Bandera, quien colaboró con la ocupación nazi durante la Segunda Guerra Mundial.
  • Para terminar, Ricardo Zúñiga es nieto del Ricardo Zúñiga que presidió el Partido Nacional de Honduras y que organizó los golpes de Estado militares de 1963 y 1972 a favor del general López Arellano. El nuevo Zúñiga dirigió la estación de la CIA en La Habana, donde reclutó agentes y los financió para fabricar una oposición contra Fidel Castro. Y ahora moviliza a la extrema derecha trotskista en Venezuela para derrocar al presidente Nicolás Maduro acusándolo de stalinismo.

La parte mediática de estas operaciones está en manos de Dan Rhodes, el especialista en propaganda que se encargó en el pasado de escribir la versión oficial de lo sucedido el 11 de septiembre de 2001 redactando el informe de la comisión presidencial. En ese informe, Rhodes eliminó toda huella del golpe de Estado militar que se produjo aquel día (al presidente George W. Bush se le retiró el poder sobre las 10 de la mañana y no se le devolvió hasta la noche, todo su gabinete y los miembros del Congreso fueron confinados en búnkeres, supuestamente para «garantizar su seguridad») para que sólo quedara el recuerdo de los atentados.

En las operaciones organizadas contra Siria, Ucrania y Venezuela, la narrativa estadounidense reposa exactamente sobre los mismos principios: acusar a los gobiernos de matar a sus propios ciudadanos, calificar a los opositores de «democráticos», adoptar sanciones contra los «asesinos» y, en definitiva, concretar un golpe de Estado.

El movimiento comienza siempre con una manifestación en la que mueren opositores pacíficos y ambos bandos se acusan mutuamente de los hechos de violencia. En realidad, fuerzas especiales o elementos a las órdenes de Estados Unidos o de la OTAN, convenientemente ubicados, disparan a la vez contra la multitud y contra la policía. Así sucedió en Deraa (Siria) en 2011, al igual que en Kiev (Ucrania) y en Caracas (Venezuela) en los últimos días. En el caso de Venezuela, las autopsias practicadas demuestran que 2 víctimas –un manifestante de la oposición y otro favorable al gobierno– fueron baleadas con la misma arma.

Calificar a los opositores de «democráticos» es un simple juego de retórica. En Siria, se trata de takfiristas financiados por la peor dictadura del planeta: la de Arabia Saudita. En Ucrania, son unos cuantos proeuropeos sinceros rodeados de un montón de nazis. En Venezuela, son jóvenes trotskistas de familias acomodadas respaldados por milicias a sueldo de dueños de empresas. Y en todos los casos aparece el seudo opositor estadounidense John McCain para proclamar su solidaridad con los opositores locales, sean verdaderos o falsos.

Del apoyo a los opositores se encarga laNational Endowment for Democracy (NED). La NED es una agencia gubernamental estadounidense que se presenta como una ONG financiada por el Congreso de Estados Unidos. La realidad es que la NED fue creada por el presidente Ronald Reagan, en asociación con Canadá, Gran Bretaña y Australia.

La dirigen el neoconservador Carl Gershman y Barbara Haig, la hija del general Alexander Haig (ex comandante supremo de la OTAN y posteriormente secretario de Estado bajo la administración Reagan). Es precisamente la NED –en realidad el Departamento de Estado– quien moviliza al senador «de oposición» John McCain.

En este dispositivo no podía faltar la Albert Einstein Institution, «ONG» financiada por la OTAN. Creada por Gene Sharp en 1983, la NED formó agitadores profesionales a través del CANVAS [1] –en Serbia – y de la Academy of Change –en Qatar.

En todos los casos, Susan Rice y Samantha Power adoptan invariablemente la misma pose de justa indignación antes de dictar la adopción de sanciones –a las que rápidamente se suma la Unión Europea– cuando en realidad son ellas mismas quienes se dedican a orquestar previamente los actos de violencia.

Queda entonces por llegar a concretar los golpes de Estados, lo que no siempre funciona.

Así trata Washington de demostrarle al mundo que sigue siendo el amo. Para garantizar los resultados, emprendió las operaciones en Ucrania y en Venezuela mientras se desarrollaban los Juegos de Sochi. Así garantizaba que Rusia no tomara medidas de respuesta, con tal de evitar que algún atentado de los terroristas islamistas le echara a perder la fiesta olímpica.

Pero los Juegos de Sochi terminaron este fin de semana. Y ahora le toca jugar a Moscú.

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¿Cuándo comprenderemos que la llamada globalización terminó?

43-45-3-e4326-150x150«Lo que está emergiendo ante nuestros ojos es un mundo que vive una decisiva redistribución de poder, el surgimiento de nuevas y la reaparición de viejas potencias que discuten el orden existente y que reclaman un régimen internacional diferente que reconozca las nuevas realidades económicas, culturales y político-militares·.

Manolo Monereo. Politólogo 

No duró demasiado. La llamada globalización fue siempre un proyecto político ligado estructuralmente a la hegemonía de los EEUU: fue el intento apenas consumado por consolidar un nuevo orden internacional  basado en su indiscutible dominio y, lo decisivo, que impidiese la emergencia de una potencia o de un conjunto de ellas que lo pusiese en cuestión. Un mundo ordenado de tal modo que la hiperpotencia norteamericana  nunca tuviera realmente que compartir su poder.

La globalización fue también una ideología mistificadora y encubridora de la realidad. Algunos la confundieron con un Imperio que dejaba atrás al sistema imperialista, liquidaba las arcaicas relaciones Centro-Periferia, ponía fin al Estado Nación y creaba una “multitud” esclarecida capaz de cambiar el mundo de base.

El ensueño no duró históricamente casi nada. Los diversos conflictos bélicos, las recurrentes crisis financieras y la “gran recesión” del 2008 pusieron de manifiesto que estamos entrando en un proceso de bifurcación histórica y que de nuevo  la hegemonía norteamericana  se cuestionaba radicalmente y con ella la globalización capitalista.

Lo que está emergiendo ante nuestros ojos es un mundo que vive una decisiva redistribución de poder, el surgimiento de nuevas y la reaparición de viejas potencias que discuten el orden existente y que reclaman un régimen internacional diferente que reconozca las nuevas realidades económicas, culturales y político-militares.

Retorna la geopolítica, los intereses estratégicos de los Estados, la competencia entre ellos y los durísimos conflictos para ganar influencia y ocupar espacios. Retorna la razón de la fuerza convertida en la fuerza de los Estados.

La verdad es que nunca se fueron y no será fácil situarse bien ante lo que viene, sobre todo, para los que estamos del lado de las clases subalternas y de la liberación de los pueblos.  No hay que olvidar, lo ha señalado recientemente Jean-Pierre Chevènement, que el fracaso de la anterior globalización capitalista costó una guerra de 30 años y millones de muertos.

El mercado autorregulado capitalista, en contextos imperialistas,  genera monstruos que siempre llevan consigo desolación y muerte, inmensos sufrimientos para las personas y los pueblos.

Nada explica mejor esta nueva dinámica política internacional que los conflictos que sufren Ucrania y Venezuela. Cada uno de estos estados vive enfrentamientos internos durísimos, determinados, en gran medida, por los intereses estratégicos de las grandes potencias en su  lucha permanente por  ganar influencia y poder, por recursos y espacios en disputa, por ganar ventaja y desgatar al adversario e imponer sus reglas y mercados para los negocios de sus empresas. A esto se le ha llamado desde hace tiempo imperialismo.

La primera cosa que sorprende y que asemeja ambas situaciones es que son “revoluciones buenas”: tienen el apoyo unánime de los medios de comunicación y sus protagonistas son presentados como valientes y dignos combatientes por la libertad. Los gobiernos no son solo “malos” son algo peor: el “enemigo”.

Poco importa que estos gobiernos sean legales y hasta legítimos según los criterios normalizados por el Occidente “democrático y liberal”. La demonización es tal que lo único posible es su derrocamiento. En un país como el nuestro, donde tanto se usa y se abusa del consenso como modo normal de resolver la contienda y el conflicto político (la Transición es la luz de nuestro mundo) se defiende casi siempre, para ambos conflictos, la solución de “masas e insurreccional “.

Si algo queda claro de los “papeles de Wikileaks” o del “asunto Snowden”  es que el “complejo integrado” comunicacional es un arma de guerra que engarza sólidamente a los poderes políticos, económicos, servicios secretos, los medios en versión completa, y los pone a disposición de las opciones estratégicas de las grandes potencias. Los EEUU han llegado a tal sofisticación, a tal capacidad de actuar en diversos planos y espacios, que convierten al mencionado complejo en un instrumento de poder solo comparable con el dispositivo político-militar.

La segunda cuestión que a nadie debiera extrañar es que Ucrania y Venezuela son objetivos geopolíticos de grandes dimensiones. Ucrania era el segundo Estado en importancia de la extinta URRS, zona de frontera y de tránsito de gas ruso, espacio en disputa entre Rusia y una Unión Europea cada vez más alemana, donde los intereses estratégicos norteamericanos están presentes con enorme fuerza.

Contener a una Rusia recuperada, que empieza a ser de nuevo determinante en conflictos armados (Siria), en un Oriente Próximo en permanente ebullición (Irán) y donde las “primaveras” árabes se han ido convirtiendo en fríos inviernos de restauración.

Más allá, el verdadero peligro: una alianza estratégica ruso-china ampliada a las ex repúblicas soviéticas, a Irán, desarrollando y ampliando la Organización de cooperación de Shangai  hasta convertirla en una alternativa a la OTAN.

Las conversaciones, filtradas, de la secretaria de Estado adjunta para Europa de los EEUU con su embajador en Kiev muestran bien a las claras que han sido y son actores “internos” del conflicto, que lo financian generosamente y que forman parte del Estado Mayor de la insurgencia. Es más, cuando dicen aquello tan ocurrente de que “se joda la Unión Europea” lo que realmente expresan es que esta es una aliada subalterna y que también aquí la administración  norteamericana es determinante, sobre todo, cuando se enfrentan a la vieja Rusia. ¿Para qué sirve sino la OTAN?

Los intereses estratégicos de EEUU sobre Venezuela son tan conocidos y evidentes que casi no merece mucho detenerse en ellos. Solo insistir que el fundamento último de su poder imperial reside en su capacidad para controlar América Latina y sus ingentes recursos naturales de todo tipo, especialmente los energéticos. Venezuela es el país con las mayores reservas de petróleo reconocidas del mundo, representa el esfuerzo más consistente para superar las  políticas neoliberales y es un eje fundamental en la vertebración unitaria de la región, dirigida a conquistar la independencia del vecino del Norte.

Ucrania y Venezuela son sociedades muy polarizadas y con una institucionalidad débil. En un caso (Ucrania) hay una polarización étnica y racial; en otro (Venezuela) es predominantemente social y de clase. Hay dos ucranias claramente diferenciadas, una es fuertemente nacionalista y anti rusa, xenófoba y antisemita, que ha sido capaz en estos años de independencia de crear un imaginario social basado en el odio a Rusia pero, sobre todo, el odio a los rusos de “dentro”, es decir, a la mitad de la población del país.

La otra Ucrania es la industrializada, la obrera, la minera que se considera por lengua, cultura e identidad próxima a Rusia y que se siente crecientemente excluida del país.

La polarización de Venezuela es básicamente social y de clase. Con el chavismo emergen los excluidos económicos, sociales y, sobre todo, políticos. La polarización existía ya  antes, ahora es visible y movilizada en nombre de un proyecto del país que le da voz, protagonismo y que busca su bienestar.

El eje exclusión-inclusión es decisivo desde el punto de vista político y marca toda la fase. Desde el primer día se le combatió sistemáticamente; se usó de todo contra el nuevo régimen: huelgas económicas, boicot, golpes de estado y cualquier tipo de provocaciones. Todo eso después de 18 elecciones ganadas, las últimas hace unos pocos meses.

La clave, en uno u otro caso, es la presencia de una oposición social y política férreamente unida, que nunca da tregua  al gobierno salido de las urnas y que busca permanentemente la confrontación. Lo decisivo es la presencia de una minoría organizada, militante, muy  cohesionada ideológicamente y con gran capacidad de mantener  el cuestionamiento de la legitimidad del gobierno.

El centro del discurso: construir el enemigo y organizar el mal en torno a él. El racismo siempre funciona, bien como el “otro”, bien como el pobre que nos quita el sueño ante su creciente libertad y protagonismo, las clases peligrosas como enemigas.

Ya sabemos cómo ha terminado Ucrania. Ahora desaparecerá de los medios. Nada o poco sabremos. Veremos cuál es la solidaridad real de la Unión Europea con el pueblo ucraniano y veremos lo que dan de sí las próximas elecciones. No será así con Venezuela, continuará la híper visualización de los conflictos, se contarán con pelos y señales los desórdenes públicos y nunca se dirá cual es la política real que se hace en ese país. ¿Hasta cuándo? Hasta que consigan poner fin al gobierno democrático venezolano.

 

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