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“El PP, y más aún el PSOE, podrían desaparecer en poco tiempo”

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Alvarez JuncoJosé Álvarez Junco, Catedrático de Historia de la Complutense 

«La verdad es que los partidos actuales da la impresión de que están en situación pre-agónica. El PP, y más aún el PSOE, podrían desaparecer en poco tiempo».

ENTREVISTA DEL PERIÓDICO LA MAREA

Álvarez Junco (Viella, Lérida, 1942) es conocido por muchos por participar en la elaboración de la llamada Ley de Memoria Histórica, pero también ha trabajado sobre el anarquismo en España, el populismo y el nacionalismo. En este campo recibió el Premio Nacional de Ensayo en 2001 por Mater Dolorosa: la idea de España en el siglo XIX. Su último libro analiza la historia de la propia producción histórica.

Tiene fama de historiador serio y riguroso. Ello le ha granjeado respeto y notoriedad también en el otro lado del Atlántico, donde pasó diez años trabajando en las universidades de Tufts y Harvard, convirtiéndose sus trabajos en referencia básica de un emergente hispanismo. Está a punto de jubilarse como docente y jefe del Departamento de Pensamiento Político y Movimientos Sociales en la Universidad Complutense, pero asegura que seguirá investigando y escribiendo.

Contesta serio a las preguntas, sin eludir respuestas firmes pero midiendo las palabras en busca de la frase exacta. Poco atraído por la exposición pública, ha concedido pocas entrevistas en los últimos años, casi todas dedicadas a alguna cuestión concreta. No es este el caso, pues hoy hay demasiados temas de actualidad –crisis de modelo, movimientos sociales, populismo, represión…- que merecen ser tratados desde una perspectiva histórica.

El libro que acaba de publicar se titula Las Historias de España. ¿Por qué este título?

Se iba a llamar La historia de la historia de España lo que es un poco repetitivo pero quizás explique mejor de qué va: se trata de narrar la evolución de los relatos sobre el pasado de esta parte del mundo a lo largo de los siglos. Desde los mitos griegos y romanos (“se llama Hispania porque su primer rey fue Hispano, hijo de Hércules…”) hasta los relatos actuales, que conservan restos míticos.

¿La visión que tiene la gente de la crisis actual está condicionada por estos relatos históricos?

La visión del presente siempre tiene que ver con la manera dominante de interpretar el pasado. En relación con la crisis, nosotros no tenemos recuerdos de crisis similares en el pasado. Solo se le podrían comparar la de los años 30, iniciada en 1929, o los 40, con el hambre de la postguerra. Pero están muy lejos. Las crisis de 1974-83 o de 1992-93 fueron bastante menores.

Lo que sí observo es un mecanismo reflejo y auto-exculpatorio que consiste en echar la culpa a los políticos. Es también bastante infantil. Los políticos actuales son, desde luego, bastante malos, no se me ocurre ninguno al que presentar como ejemplar. Pero en un país donde todo el mundo intenta evadir impuestos, incluso a la hora de contratar a gente, no se puede decir de los políticos otra cosa más que reproducen la forma de comportarse del ciudadano medio, aunque su capacidad de defraudar es mucho mayor. Y al ser ejemplos de comportamiento, son mucho más perniciosos.

En este sentido, han proliferado partidos que se sustentan en el ataque a los políticos. Usted ha escrito un libro titulado Lerroux, el emperador del paralelo, refiriéndose al Partido Radical de los años 20 y 30. ¿Es comparable con el actual UPyD, por ejemplo?

Sí, creo que hay bastante demagogia y oportunismo por parte de estos partidos. Lerroux hizo algo similar especialmente antes de la II Repúbilca. También era un líder populista y españolista en Barcelona, y hacía bandera de estar en contra de los políticos cuando toda su vida fue un político profesional.

Los movimientos sociales que han crecido en España también comparten muchas veces un ataque a los políticos, pero hay algo más. Usted creó la asignatura Historia de los Movimientos Sociales en la Universidad Complutense. ¿Qué semejanzas o diferencias ve con otros movimientos en la historia?

A lo largo de la historia europea, los movimientos de protesta han acabado institucionalizándose y dando lugar a una generación de nuevos partidos políticos. En un determinado momento triunfaron los partidos liberales, que fueron desbordados luego por los demócratas y éstos a su vez por los socialistas y luego los comunistas. Podríamos incluso mencionar a los anarquistas, aunque éstos no llegaron a institucionalizarse y convertirse en un partido político.

En la situación actual, podría ocurrir que los movimientos de protesta se institucionalizaran, y surgiera una nueva generación de partidos. La verdad es que los partidos actuales da la impresión de que están en situación pre-agónica. El PP, y más aún el PSOE, podrían desaparecer en poco tiempo. También podría ocurrir que no supieran hacerlo y sus propuestas acabaran sin concreción práctica. Lo que está claro es que la democracia actual necesita ampliarse y perfeccionarse y que los partidos actuales no son capaces de canalizar las demandas sociales, que debería ser su función principal.

En ese sentido vemos, si seguimos comparando con Italia, que allí la protesta se ha canalizado a través de un partido político, y sin embargo en España no tan claramente. Aquí además se ha dado un fuerte impulso al asamblearismo y las iniciativas de apoyo mutuo. ¿Tiene esto semejanzas con el anarquismo de finales del siglo XIX y principios del XX sobre el que usted escribió en sus primeros libros?

No tanto, porque el anarquismo se planteó como objetivo principal la destrucción del Estado y hoy día es difícil proponer seriamente un objetivo semejante. O, al menos, proponerlo y tener muchos seguidores. Dependemos del Estado para nuestra jubilación, la sanidad, la educación, los transportes públicos. Pensar en una sociedad sin Estado no me parece hoy realista. En la España de hace 100 años, en la que el Estado no hacía más que recaudar impuestos, llevarse a los jóvenes al servicio militar y enviar a los pueblos a la Guardia Civil para que mantuviera el orden, sí era plausible pensar en que se viviría mejor sin Estado. Pero la reivindicación que hoy domina, que no es exactamente anarquista, es de mayor democracia: lo cual es lógico, porque hoy los partidos están rígidamente controlados por las cúpulas y la participación popular a través del parlamento es casi imposible.

Sin embargo, en otras épocas, el movimiento de cambio se ha diluido al venir una recuperación económica. Hoy, que vemos que esa recuperación no llega, no parece que los movimientos sociales vayan a parar, sino todo lo contrario.

Los movimientos sociales han demostrado las carencias de la democracia y de los partidos actuales. Pero los propios movimientos de protesta, si no consiguen concretar un programa de reformas y de vías para que esas reformas se lleven a cabo, pueden quedarse en una manifestación ética y estética, sin consecuencias políticas. Lo que ocurra dependerá también de lo que dure la crisis.

Pero insisto en que es preciso concretar las propuestas. Queremos una “democracia real” o “políticos honestos” no es suficientemente concreto. Dígame usted cómo quiere que se garanticen estas cosas. Los seres humanos no son ángeles. Hay que legislar para individuos reales, que como tengan un gramo de poder intentarán, previsiblemente, aprovecharlo en su propio favor. No digo que todos lo hagan, pero muchos lo intentan, y hay que establecer mecanismos que lo hagan imposible; o que sancionen implacablemente al que lo haga.

Pero, ya que menciona Democracia Real Ya, ellos tenían unas propuestas concretas desde el mismo 15-M, pero chocaron y siguen chocando contra un muro en el Parlamento. ¿Qué hacer entonces?

Con una lista de tres, cuatro, diez propuestas concretas. Recabando las firmas de millones de ciudadanos, utilizando todas las vías posibles, al final gobiernos y partidos tendrán que rendirse.

Esto es lo que está ocurriendo con la PAH, por ejemplo.

Sí, es un magnífico ejemplo.

¿Cree que conseguirán hacer claudicar a los partidos, concretamente al PP?

Sí, creo que sí lo conseguirán, ahí tendrán que rendirse no sólo el Gobierno y los partidos, sino los bancos también.

Ahora que menciona a los bancos, puesto que piensa usted que desde los movimientos sociales se pone demasiado el foco en los políticos, ¿quizá debería desviarse hacia las grandes empresas?

Sí, especialmente hacia los bancos, y los altos ejecutivos responsables de este desastre. En algunos países se han tomado ya medidas para atar en corto a los responsables de la banca y las grandes empresas. Pero aquí no hay manera. Ni siquiera se toman medidas para limitar los salarios o las primas, los famosos bonus, de bancos que están, incluso, subvencionados e intervenidos.

Muchos achacan estos problemas de falta de democracia a una Transición que dejó unos “déficits” y creó el sistema político actual. ¿Hasta que punto en ese momento se hizo lo que se podía hacer o no se hizo lo suficiente para crear una democracia de verdad?

Yo defiendo la Transición, situada en su contexto. En ese momento se hizo lo que se podía hacer. Se reformó radicalmente el sistema político con un mínimo de sufrimiento, evitando la nueva guerra civil que la gente temía que podía estallar al morir Franco. En lugar de eso, se creó una cultura de pactos, lo cual no es malo, pero es cierto que a cambio se pagó un precio muy alto. Se dejó sin depurar la policí, aunque esto no ha causado los mayores problemas después de la Transición. También se dejó sin depurar la judicatura, con los desastrosos resultados que hoy sufrimos. Y se creó un sistema democrático excesivamente rígido, sin controles a quienes ejercen el poder.

Se nos había dicho tantas veces durante el franquismo que las democracias eran ineficaces porque sus gobiernos duraban seis meses, etc., que se construyó un edificio democrático demasiado rígido, con unos gobiernos a los que es imposible derribar en el parlamento, por el voto de censura constructivo, que es prácticamente un dique insuperable, con unos partidos que son monolíticos, sin democracia interna y que controlan a sus propios parlamentarios por medio de las listas cerradas.

Habla de la policía y quizá en las últimas décadas no se ha sabido mucho, pero ahora sí que vemos cada vez más denuncias de maltrato, por ejemplo, en la comisaría de Moratalaz en Madrid, o las propias imágenes de violencia de los antidisturbios contra manifestantes pacíficos. Parece que ahora sí está siendo más visible esta falta de depuración.

Sí, pero ningún cuerpo policial en el mundo se compone de angelitos. Hay que ser relativo en los juicios. La policía del franquismo y de la Transición te daba palizas, o te amenazaba con tirarte por la ventana, y a más de uno lo tiraron. Durante la Transición, la policía y cuerpos parapoliciales mataron a unas 30 o 40 personas. En el País Vasco, sobre todo, el comportamiento policial era brutal: por poner una Ikurriña, simplemente, murió más de uno, lo cual explica bastante cómo se envenenó la situación allí y fue imposible convencerles de que había habido una transformación del sistema político.

La propia Amnistía Internacional ha seguido denunciando torturas a etarras durante prácticamente todo el período democrático.

Hasta muy tarde, sí. Es una de las causas de la prolongación del conflicto.

Prácticamente hasta el final de las acciones de ETA, podemos decir.

Sí. Pero ETA tampoco dejaba de provocar en la medida de lo posible, porque les convenía que esa situación se mantuviera para justificar la “lucha armada”.

Ha mencionado la falta de depuración en el poder judicial. En este sentido, ¿puede tener algo que ver con la sentencia del Tribunal Supremo contra el Juez Garzón sobre el intento de juzgar los crímenes de la Guerra Civil y el franquismo?

Garzón tiene muchos méritos. Es un juez que ha conseguido grandes avances en el potenciamiento de una justicia universal y ha perseguido a terroristas, a mafiosos, a delincuentes de cuello blanco… Y, aunque yo no soy jurista, me atengo a opiniones de juristas de quienes puedo fiarme: parece ser que cometió errores procesales en la causa por la que fue condenado. La única de las tres por las que fue juzgado. Aunque es obvio que la persecución a la que se le sometió estaba inspirada por razones políticas.

La sentencia del Tribunal Supremo sobre el intento de investigar los crímenes del franquismo interpreta la Ley de Amnistía como una ley de punto final. A la vista de que la jueza argentina Servini de Cubría va a investigar estos crímenes, ¿fue efectivamente una ley de punto final?

Repito que no soy jurista y no me atrevo a opinar con solvencia. Pero mi opinión es que esos crímenes tenían que ser sacados a la luz, denunciados en términos intelectuales y morales, pero no juzgarlos penalmente, porque sus autores habían muerto y la responsabilidad penal se extingue con la muerte.

Sin embargo, muchos de los autores de los crímenes franquistas, especialmente los de los últimos años, no han muerto.

Pero no era esos a los que estaba intentando juzgar Garzón. Empezó con los de la guerra, mencionando a los generales que habían dado el golpe de estado, para confirmar que estaban muertos. Era una ofensa innecesaria, porque los hijos y nietos del que cometió el crimen no tienen ninguna responsabilidad penal.

Entonces, ¿qué ocurre en el caso de la investigación de la jueza argentina?

Ese caso es distinto. Quienes cometieron crímenes en el último franquismo, y están hoy vivos, pueden en principio ser perseguidos, si se entiende que la Amnistía de 1977, que se aprobó a propuesta de la izquierda, no lo olvidemos, en el primer parlamento democrático, es una ley de “punto final” y debe ser considerada inválida; y si a eso se añade, por supuesto, que son crímenes contra la humanidad y deben ser considerados imprescriptibles.

¿Una comisión de verdad y reconciliación, como existió en Perú o Sudáfrica, no sería posible?

Esa sería una excelente medida política. Pero no judicial, si el ajusticiado está muerto. Pero, si no se pueden exigir responsabilidades penales, sí se puede, y se debe, aclarar lo que ocurrió, hacer públicos aquellos hechos, explicárselo a las generaciones futuras. Explicarlos como se explica hoy –y se debe seguir explicando durante todo el tiempo que sea posible- el holocausto nazi, para que los ciudadanos actuales comprendan a qué extremos de brutalidad puede llegar el ser humano y lo eviten en el futuro. Por tanto, una comisión de verdad y reconciliación me parece muy buena medida. Aunque los hechos no son tan recientes como para encontrar fácilmente gente viva que pueda recordarlos.

En ese sentido, ahora que menciona el Holocausto Nazi, cuando uno visita Alemania, hay innumerables museos, campos de concentración para visitar, etc. En España ni siquiera hay un museo de la Guerra Civil, por ejemplo.

No, no existe un museo de la Guerra Civil. Tiene razón. Y no sería fácil escribir las explicaciones, si se creara. El tema sigue siendo muy conflictivo.

¿Es posible que no se haya hecho un esfuerzo suficiente en ese campo?

Por parte de las instancias oficiales no se ha hecho un esfuerzo. Salvo en algún caso, como en Cataluña, pero más inspirado por ofrecer una versión nacionalista que por recordar de verdad el conflicto. Por ejemplo: los muchos catalanes muertos a manos anarquistas apenas son mencionados y el número, en muchos casos inferior, de represaliados por el franquismo es subrayado a bombo y platillo. Pero los historiadores sí han hecho todo el esfuerzo posible, a medida que se han ido abriendo los archivos; y ahora están prácticamente abiertos en su totalidad. Por lo que, en conjunto, los hechos básicos de la Guerra Civil y la represión de la post-guerra son bastante conocidos. Eso no quiere decir que no se deba seguir trabajando en el asunto.

Usted participó en la primera fase de elaboración de la Ley de Memoria Histórica. ¿Está de acuerdo con el resultado final?

Quedó un poquito corta, en mi opinión. Pero en conjunto se hizo una ley aceptable. Su intención inicial era cerrar la herida, terminar de una vez con aquella querella, pero el clima de crispación hizo imposible que sirviera para eso. Algunas de las declaraciones iniciales de la ley están bien, como por ejemplo la declaración de ilegitimidad de los juicios franquistas. No hubo una anulación general de las sentencias, porque eso hubiera significado que el Estado se tenía que hacer responsable de indemnizar a los familiares y las arcas públicas hubieran tenido que dedicar buena parte del gasto durante bastantes años a este fin. Se optó, por eso, por la vía intermedia de declarar aquellos juicios ilegítimos, desproveerlos de autoridad moral, pero sin consecuencias económicas. Se concedió, por otra parte, la nacionalidad española a los brigadistas internacionales; se reconoció a las asociaciones de víctimas; se reconoció a las víctimas de la Transición, olvidadas hasta entonces; se creó el archivo general de la Memoria Histórica, que está en Salamanca. Todo eso estaba bien.

Pero la ley se quedó corta en el apoyo a la exhumación de fosas, que se dejó a la iniciativa privada. El Estado debería haber impulsado la creación de un mapa de fosas y apoyado la búsqueda e identificación de los restos. En cuanto a los símbolos, también parece razonable lo de dejarlos como están solo en caso de que no sean ofensivos para la otra parte y estén compensados con símbolos que homenajeen a los del bando contrario.

El Valle de los Caídos planteaba un problema especialmente grave. Intentar reconvertirlo en otra cosa es imposible y destruirlo, sin más, creo que sería un error. Para un historiador, es bueno poder recordar visualmente lo que fue una época. Es algo que no se puede hacer en Alemania, por ejemplo, donde no queda ningún monumento nazi. Por lo que no me parece mal que se optara por dejarlo como está. Pero creo que se debería haber mantenido lo que estuvo previsto en los textos preparatorios de la ley, que era su explicación pedagógica, con fotografías de los prisioneros de guerra trabajando allí vigilados por guardias civiles y textos que explicaran cómo se construyó y cuáles fueron sus finalidades.

¿Por qué desapareció?

En el trámite parlamentario, al negociar el PSOE con IU y Convergencia –pues no tenía mayoría absoluta y, además, en esa ley se quería tener el máximo de apoyos; el PP, desde luego, rechazó desde el primer momento el más mínimo contacto sobre este tema–, acabó desapareciendo aquel párrafo del artículo sobre el Valle de los Caídos. No sé por qué, la comisión preparadora del texto no tuvo ya nada que ver con aquella fase de la negociación.

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Desahuciados y oprimidos

Pedro-Montes1Pedro Montes, Economista

«Hay que golpear la mesa con fuerza y dejar claro que los oprimidos de este mundo, y los desahuciados lo son, tienen legitimidad para protestar como quieran. El como quieran incluye todo, sin perjuicio de aconsejar inteligencia ante el enemigo».

La fuerza política de la izquierda y su moral están debilitadas. Después del enorme sufrimiento infligido a cientos de miles de familias desahuciadas, de las angustias de otras tantas pendientes de ser también desalojadas de sus hogares, la derecha ha logrado imponer un debate sobre el llamado “escrache” como si fueran hechos equivalentes.

Llevar la protesta ante la cara de algunos políticos del PP, dispuestos en el fondo a no hacer nada que paralice la barbarie de los desahucios, se pretende equiparar a los abusos que se cometen contra las víctimas de la especulación inmobiliaria, hipotecas tramposas y un paro desolador.

Sin ningún pudor la derecha habla de abusos, acoso, violencia, prácticas antidemocráticas, de falta de respeto a representantes genuinos del pueblo (elegidos, eso sí, con leyes antidemocráticas y financiadas las campañas con fondos producto de la corrupción), de necesidad de la represión e incluso de amenazas de cárcel contra la gente con conciencia que se manifiesta en la convocatorias de la PAH, para intentar poner coto a tantos desafueros y a tanta ignominia.

Cabe afirmar que los representantes de la PAH en sus declaraciones y en los debates en los que han participado han sido contundentes, claros, convincentes y demoledores. Nada que objetar sino todo lo contrario: resaltar la firmeza y convicción con la que intervienen y participan en esa macabra confrontación dialéctica que ha generado la derecha.

No obstante, falta quizás en las posiciones de la izquierda un ápice de osadía, de vigor moral, de chulería si se quiere, para no tener que recurrir a argumentos para denunciar las trampas de la derecha. Hay que golpear la mesa con fuerza y dejar claro que los oprimidos de este mundo, y los desahuciados lo son, tienen legitimidad para protestar como quieran. El como quieran incluye todo, sin perjuicio de aconsejar inteligencia ante el enemigo.

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Este año tenemos motivos para celebrar el día de la República.

fuera el reyMiguel Manzanera, Profesor de Filosofía

«No se trata ya de pedir un cambio de gobierno sino un cambio de sistema.  El día 14 de abril es una fecha excelente para recordar que la monarquía no es un sistema eterno, y para muchos de nosotros no es ni siquiera ‘el menos malo de los gobiernos posibles’.»   

Faltan días para celebrar el 82 aniversario de la proclamación de la II República.  Este año esa fecha debe revestir importancia especial para la ciudadanía peninsular, ante la profunda crisis social, económica y política que atraviesa el reino de España.  Estamos en un momento histórico de gran importancia, cuando las instituciones políticas vigentes están completamente desprestigiadas ante la opinión pública, y gravísimos problemas económicos afectan a millones de personas en todo el Estado español.

El paro aumenta cada día que pasa, y sube constantemente el número de desempleados que no tienen forma de ganarse la vida; por primera vez desde hace décadas, millones de ciudadanos corren riesgo de carecer de los bienes imprescindibles para la vida.  Pero además el retroceso en los derechos básicos de ciudadanía alcanza a la gran mayoría social del país.

Las movilizaciones ciudadanas se suceden desde hace años, sin que hasta el momento se haya obtenido una respuesta satisfactoria a los problemas sociales por parte de las instituciones políticas.  Las protestas por la situación se intensifican y se vuelven masivas sin tener consecuencias en las decisiones de los gobernantes.

Pero cada situación irresuelta por los políticos oportunistas y cada injusticia perpetrada por las estructuras sociales, deslegitimiza el orden social existente.  Los desahucios provocados por una ley de la vivienda de 1909, las privatizaciones de la sanidad y la educación, la expropiación de bienes públicos por políticos corruptos, la arbitrariedad de los poderosos a la hora de negociar con los derechos fundamentales, etc. están socavando gravemente las normas básicas de convivencia y la legitimidad del actual orden constitucional.

La opinión pública echa la culpa de los problemas a los malos gestores del Estado.  Según indica el barómetro del CIS de febrero, cada día que pasa los españoles tienen una opinión peor de la situación política de nuestro país.  El 56.7% opina que la situación política es muy mala; el 29% que es mala; sólo un 10,1% opina que es regular y un 1,2% que es buena.

Esa apreciación de la situación no hace sino profundizar en una tendencia persistente desde hace un lustro. Nunca se había alcanzado tales grados de insatisfacción popular, desde que existen este tipo de mediciones.[1]  La situación es muy grave desde el punto de vista económico, y la ciudadanía percibe que el sistema político es ineficaz para tomar las decisiones adecuadas.

Si observamos lo que está sucediendo en Grecia, hay motivos para una honda preocupación acerca del futuro que nos espera.  Cada actuación de este gobierno nos acerca un paso más hacia el abismo.  Es, por tanto, hora de que los hombres y las mujeres de este país tomen su destino en sus manos.

No se trata ya de pedir un cambio de gobierno sino un cambio de sistema.  El día 14 de abril es una fecha excelente para recordar que la monarquía no es un sistema eterno, y para muchos de nosotros no es ni siquiera ‘el menos malo de los gobiernos posibles’.

Ese día tenemos que salir a la calle para pedir la abdicación del jefe del Estado y la convocatoria de un referéndum sobre la forma del Estado.  Todas las organizaciones ciudadanas que han nacido al calor de la lucha política de estos últimos años deben unirse en un único clamor para pedir el final del actual ordenamiento e iniciar un proceso constituyente que nos establezca un nuevo régimen político.  Sólo así se devolverá a los ciudadanos la confianza en nuestra capacidad para resolver los graves problemas que tenemos por delante.

 

 

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Manifiesto Socialista: Por un espacio de recuperación del Socialismo en el Estado Español

Carlos_Martinez_presidente_Attac_EspanaCarlos Martínez
Hace ya un año un puñado de compañeras y compañeros comenzamos a trabajar al objeto de organizar a las personas socialistas rebeldes ante el secuestro liberal, neoliberal y empresarial del Socialismo en el estado español y en Europa en general.
Fruto de correos electrónicos y debates surgió la PLATAFORMA DE SOCIALISTAS A LA IZQUIERDA y posteriormente Construyendo la Izquierda, como aglutinantes que se inspiraban fundamentalmente en el Parti de Gauche francés y sus aportaciones socialistas, ecosocialistas y en pro de una Revolución Ciudadana.
Las ideas de Lafontaine y posteriormente de SYRIZA nos ilusionaron y entendimos que había un camino, dificil y ardúo que recorrer, pero valía la pena recorrer.
El 2 de Marzo del 2013 en el Ateneo de Madrid, este espacio socialista, ecosocialista, laico y republicano pero que recogía también las tradiciones del marxismo revolucionario y del Socialismo del siglo XXI, comenzó a caminar con la compañía de Oskar Lafontaine, Dimitris Touskalas y la presencia de AGE ( Alternativa Galaega de Esquerda) así como del Parti deGauche . CLI llamó a ser: Construyendo la Izquierda- Alternastiva Socialista.
Somos una voluntad de acción convergente y un experimento político que huye de la esclerotización de las formaciones políticas del siglo XX, pero recogemos todo lo positivo de la tradición socialista, comunista, federalista y socialdemócrata de clase asi como el austromarxisto. Pero también el espíritu de las Mareas, las asambleas y los nuevos movimientos sociales, es decir el altermundismo.
Ahora a causa de la pudrición del partido único neoliberal de gobierno, utilizando una expresión de Oskar Lafontaine y el desgaste irreversible de la monarquía y la Constitución del 78, violada por su reforma exprés entendemos que nuestro primer manifiesto – de hace un año- tiene más sentido que nunca y por eso lo reproducimos y reivindicamos.
Llamamos a todas las personas socialistas de buena fe  o votantes que creen ser de un partido socialista que hace ya décadas dejó de serlo, así a como a quienes desean desde las izquierdas plurales, ecologicas, indignadas y alternativas a transformar democráticamente la sociedad a acompañar a CLI (CONSTRUYENDO LA IZQUIERDA- alternativa socialista) a trabajar unidos, unidas y agrupadas.
Pero sobre todo gritamos con fuerza la imperiosa necesidad de entre las diferentes sensibilidades y fuerzas sociopolíticas crear una Coalición Ciudadana, Frente Amplio o Frente Social Unido, que nos permita y ya, recuperar la soberanía popular y frenar las criminales políticas de recortes y neoliberales, que desde 2008 nos están empobreciendo, conduciendo a la exclusión social y al empobrecimiento general en beneficio de los bancos, las grandes fortunas y las y los poderosos.
Manifiesto Socialista: Por un espacio de recuperación del Socialismo en el Estado Español
Las y los Socialistas firmantes de este manifiesto, afirmamos que contemplamos con honda preocupación, como en nombre de esta hermosa y combativa palabra – Socialismo-, en Europa en general y España en particular se implementan políticas de clara raíz ideológica neoliberal, que perjudican gravemente a las clases trabajadoras –con empleo o no- y al conjunto de las clases populares.
Las socialdemocracias europeas hace años que caminan erráticas y sin proyecto de futuro, proponiendo tímidas reformas sociales, sucumbiendo a la ideología liberal, con ciertos matices progresistas, máxime desde la aparición de la tercera vía. Las socialdemocracias, son un leve reflejo de lo que fueron y además sucumbieron incluso a la idea de adelgazar el estado del bienestar con la excusa de mantenerlo, en lugar de enfrentarse a la ola ideológica neoliberal y al nuevo capitalismo financiarizado y des-regulado, verdadero culpable de la crisis capitalista y de la deuda. Los mal llamados partidos socialistas y socialdemócratas, aplicaron las políticas de las derechas conservadoras y dellos grupos de presión bancarios y apoyaron la deriva neoliberal de la Unión Europea.
Ante esta situación en diversos países europeos, socialdemócratas y socialistas, iniciaron procesos de reagrupación de las izquierdas reales que militaban en esos partidos e iniciaron desde la tradición socialdemócrata de origen marxista y el marxismo, pero también desde el ecologismo, el feminismo y el enfrentamiento a la globalización ultra-liberal unas nuevas agrupaciones políticas de hombres y mujeres combativos que se enfrentarán a esta situación y a las cúpulas e ideólogos socioliberales, que habían apartado a sus partidos del espíritu y la idea, para la que fueron creados.
En América Latina surgían igualmente nuevos partidos socialistas y hacía el socialismo, que no solo han sido ignorados por la mal llamada Internacional Socialista, sino que está, apoya agrupaciones políticas implicadas en la corrupción y que sustentan a las oligarquías locales y a los intereses de las transnacionales y de la geopolítica dedominación de los Estados Unidos.
La carga teórica tan rica del marxismo, las ideas de igualdad y no dominio republicanas y el reformismo nacionalizador obrerista, fue abandonado y se habla tan solo de un reformismo, liberal, que estallada la crisis de 2007, se transforma en apoyo puro y duro a recortes sociales y apoyo del trasvase de dinero público a la banca privada, además de apoyar e impulsar privatizaciones del Sector Público.
Ante todo esto y el carácter burocrático, elitista y oligárquico de todos estos partidos que fueron socialistas y socialdemócratas, bases conscientes, desde la generosidad y audacia que da el no estar al amparo de ningún aparato han reaccionado. También en el Estado Español, se ha producido esta reacción, de forma a veces individual, a veces en pequeños grupos e incluso en experiencias fallidas. Pero, entendemos que tras el zapaterismo alarmantemente claudicante, tras Davos 2010 y la reafirmación de una suerte de neofelipismo, que no cuestiona un modelo caduco y patrimonial de partido, ha llegado la hora de reagrupar, coordinar y auto-organizarnos las y los socialistas de los Pueblos de España.
No somos más que expresión y voluntad de nuestras propias convicciones socialistas. No renunciamos a nuestras bases ideológicas cuyas raíces se hunden en el marxismo. También en el clasismo obrerista, pero incorporados a las nuevas aportaciones de ciudadanía global consciente y radicalmente democrática, ambientalista y eco-socialista.
Somos profundamente antineoliberales. Creemos en la necesidad de crear y potenciar una nueva sociedad, un nuevo mundo que lejos de la rapiña y autodestrucción capitalista, busque la felicidad y el buen vivir de las personas. Somos republicanos, tanto en luchar por una nueva forma de estado y de régimen, como en la construcción de una democracia real y profunda, que busque la igualdad y la fraternidad e impida las dominaciones oligárquicas que sufrimos, cada vez, con más dureza.
Sabemos que el socialismo, basado en la tradición de Jaime Vera, Pablo Iglesias, Largo Caballero, Fernando de los Ríos, Juan Negrin y tantos otros y otras, pero también en Rosa Luxemburgo y Antonio Gramsci, entre los clásicos, con las nuevas aportaciones que van desde Judt a Ignacio Ramonet, Bernard Cassen, Susan Goerge, a Juan Torres y Vicenç Navarro, entre otras y otros, nos dan un bagaje teórico, del que tampoco hay que olvidar a la teología de la liberación o las aportaciones eurocomunistas.
Es necesaria pues, la búsqueda de la unidad y el encuentro de las y los socialistas críticos con las direcciones neoliberales, o que ya hace tiempo tomaron la determinación deromper con el PSOE, dada su deriva anti-social y liberal, o bien hartos de exclusiones burocráticas decidieron seguir luchando en otras formaciones o movimientos sociales y sindicales. Pero este encuentro, también debe ser una formula para en una segunda fase, buscar la unidad de las izquierdas plurales, identificadas con los de abajo, una nueva constitución y una clara y determinante regeneración democrática. El problema fundamental en estos momentos, es defender la democracia en su plenitud y grandeza. Recuperar la soberanía popular secuestrada por la dictadura de los mercados.
Hay alternativas al neoliberalismo y posibilidades de presentar una crítica al capitalismo, desde la democracia y el republicanismo activo. En el estado español, hay no solo espacio, sino la necesidad de construir un socialismo cívico y participativo, federalista y eco-feminista que posibilite el recuperar las ilusiones de tanta gente y haga frente deforma efectiva y combativa al neofranquismo reinante, en el Gobierno y en el Estado, de manos del Partido Popular y las grandes empresas y bancos que nos imponen su voluntad e intereses particulares.
Sabemos que nuestro papel, es recogiendo la tradición y las nuevas ideas sociales y socialistas, contribuir y acompañar a los nuevos movimientos cívicos y sociales, los sindicatos de clase, así como a las izquierdas transformadoras ya existentes, en la construcción conjunta de una alternativa política constituyente y que se enfrente con voluntad real de gobierno ciudadano y radicalmente democrático a las oligarquías económicas y políticas, que nos dominan.
No se puede estar contra la reforma laboral y apoyar la reforma financiera, son parte ambas de un mismo paquete neoliberal, es más es el poder financiero el que impone ambas y por tanto, solo eso ya es causa más que justificada, de que digamos basta ya y las y los socialistas nos auto-organicemos y reconstruyamos el espacio que aúne a socialistas, socialdemócratas de izquierdas y eco-socialistas en un nuevo espacio político, con vocación plural, estructura democrática muy amplia y voluntad de confluencia y convergencia antineoliberal.
Estamos por:
  • La Nacionalización de las Cajas de Ahorros y la creación de la Banca Pública.
  • La Defensa e incremento de los servicios públicos y su no privatización. La potenciación de la educación y salud públicas y la renacionalización de sectores estratégicos privatizados.
  • Nos manifestamos en contra del Pacto por el Euro, los tratados de la Unión de ideología política neoliberal y el fin del dominio de las transnacionales en la política europea. Reclamamos el fin del protectorado centro-europeo conservador sobre España. Exigimos la anulación de todos los Tratados europeos, que consagran la opción política neolberal en Europa, convirtiendo el capitalismo fuertemente des-regulado en doctrina pseudo-constitucional.
  • Estamos a favor de la restitución total, de la soberanía de los pueblos de España y de su estado. Los tratados internacionales, se deben basar en la libertad y no en la imposición.
  • Somos laicos. Exigimos en fin del Concordato y le pago por parte de la Iglesia Católica del IBI, IVA y de todos sus impuestos.
  • Políticas de justicia fiscal. Fin de las SICAV e impuestos justos, progresivos y redistributivos. Subir los impuestos, en especial a los sectores más poderosos, es lo que es de izquierdas. Decidido apoyo a la economía social y las empresas familiares.
  • Libertad sindical real. Fin de la contrarreforma laboral y restitución de los derechos conquistados en las luchas sociales.
  • Total libertad e igualdad de género e identidades. Lucha contra cualquier discriminación.
  • Control democrático de la justicia. Elección democrática de los jueces y fin de la endogamia de los altos cuerpos del Estado.
  • Democracia Participativa. Creación de Consejos comunales y barriales, con competencias de control y gestión del gasto.
  • República. Reconstrucción del patriotismo republicano, basado en el federalismo y el reparto.
  • Política internacional de paz y frente a los dominios imperiales y neocoloniales. Especial relación con los procesos progresistas y de cambio en Latinoamérica.
  • Justicia Social y Fiscal global. Otro mundo además de posible, es imprescindible.
  • Recuperación y reactivación de los espacios socialistas internacionales en internacionalistas. Hacía el proceso de reactivación del socialismo organizado el 14 deAbril.
CREEMOS UN LAFONTAINE COLECTIVO
 
 
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Barcelona lanza campaña por una ILP de la renta garantizada ciudadana

 

Intervención Ada ColauDiosdadado Toledano

«El grito de ¡Si se puede! se escuchó en la sala de actos en repetidas ocasiones en medio del entusiasmo de las personas asistentes».

La Sala de actos del Centro Cívico de “Fort Pienc” quedó pequeña  y más de 150 personas no pudieron entrar por motivos de seguridad. Una gran parte siguieron como pudieron el acto a través de la cristalera de la sala contigua.

 

En la sala numerosas personas atestaban los pasillos y siguieron de pie un acto que duró cerca de 2 horas.

 

Proyectado en el fondo del escenario podíamos ver el logo y el lema de la campaña de la Ilp “Rescatem les persones!!!”

 

Tras proyectarse un breve vídeo de la marcha  contra el paro y por una renta Ciudadana garantizada del pasado 28 de febrero desde Sant Vicenç dels Horts hasta el Parlament, Sixto Garganté en nombre de la Comisión Promotora saludaba a los asistentes y detallaba el reconocimiento a todas las personas y entidades que han participado en este Proyecto.

 

Acto seguido Diosdado Toledano narró el origen del proyecto de la ILP por una RGC, sus causas y el proceso participativo, plural, que alumbró  por consenso el proyecto de ley de la Renta garantizada de Ciudadanía que desarrolla el artº 24.3 del Estatut d’Autonomía. Contestó el informe de oposición del Gobierno de la Generalitat y dio respuesta a las declaraciones de la Consellera de Benestar Social. Finalmente llamó a todas las gentes que impulsan la ILP a ganar el corazón y la conciencia de la mayoría de la ciudadanía de Catalunya en apoyo de este proyecto de ley.

 

Desde la Mesa se dio lectura al comunicado de apoyo a la PAH ante la campaña de criminalización que sufre  y se dio la palabra a Ada Colau, invitada especial al acto junto a Arcadi Oliveres. Ada expresó su apoyo a la ILP por una RGC y explicó el momento que atraviesa la lucha contra los desahucios, el trámite en el Congreso de diputados del proyecto de ley de dación en pago, finalmente abordó las perspectivas y aportó interesantes reflexiones sobre la experiencia del movimiento social de la PAH.

 

A continuación la Mesa dio lectura al Comunicado de saludo enviado por el invitado especial Arcadi Oliveres que por problemas de agenda no pudo asistir .

 

A partir de este momento se dio la palabra por riguroso orden alfabético a los representantes de las entidades que apoyan el proyecto de la ILP RGC y manifestaron su deseo de intervenir:

 

José María Alvarez por UGT, Oriol Amorós en nombre de ERC, Quim Arrufat por la CUP, Luis Blanco por IAC, Jaume Botey de Cristianos por el socialismo, Jaume Collboní en nombre del PSC, David Companyon por EUiA, Ramón Franquesa por Socialismo 21-XSUC, Antonio Fuertes de ATTAC-Acordem, Joan Carles Gallego por CCOO, el obispo emérito del Perú Joan Godayol, Joan Herrera en nombre de ICV, Ramón Masqué de la Assemblea de trabajadores/as en paro de Barcelona, Silviane de la FAVB, Daniel Raventós en nombre de la Xarxa Renda Básica y cerró la relación de intervinientes Víctor Rios por el Front Cívic .

 

Las breves intervenciones fueron seguidas con interés por la sala y expresaron el compromiso con el objetivo de recoger muchas más de las 50.000 firmas necesarias para que el proyecto de Ley de la Renta Garantizada Ciudadana sea debatido en el Parlament de Catalunya, así como impulsar un amplio proceso explicativo del proyecto de ley para ganar la opinión de la mayoría ciudadana.

 

Los matices de los diferentes discursos ilustraron la pluralidad y diversidad de las organizaciones sociales, políticas, ciudadanas y movimientos sociales que participan y apoyan la ILP de la RGC. Esta amplia pluralidad en un proyecto común por la causa de la dignidad de las personas, especialmente de quienes sufren la pobreza y el desempleo, ha de servir para potenciar y desarrollar un amplio movimiento social y ciudadano que permita alcanzar el objetivo de una Ley de la Renta Garantizada de Ciudadanía que devuelva la esperanza y rescate a las personas.

 

Durante el desarrollo del Acto de apertura Sixto Garganté informó de los próximos pasos de la campaña, de la cita a las 16:00 horas en el Parlament de Catalunya los próximos días 8 y 9 de abril para jurar o prometer la responsabilidad de fedatario/a a las cerca de 290 personas voluntarias. También de la próxima distribución de los pliegos para recoger firmas.

 

El grito de ¡Si se puede! se escuchó en la sala de actos en repetidas ocasiones en medio del entusiasmo de las personas asistentes.

 

Finalmente el pase del video de la campaña cerró el Acto de apertura de la Iniciativa Legislativa Popular de la Renta Garantizada de Ciudadanía.



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La constitución de lo común y las razones de la izquierda

Artículos Debates Internacional

peonesMichael Hard y Antonio Negri

                       

«Los partidos de izquierda se han convertido en partidos de las lamentaciones. En Europa lamentan la incapacidad capitalista para dar trabajo, la destrucción del Estado de bienestar, las intervenciones militares imperiales, y eventualmente lamentan también la corrupción de sus propios representantes y la ineficacia de la propia legitimidad representativa».

¿Puede devenir la izquierda en un poder constituyente? 

Probablemente nuestra discusión debe comenzar con esta pregunta, reflexionando si la izquierda tiene la capacidad de comprender la radicalidad de los problemas a los que actualmente una política democrática debe enfrentarse. Son los problemas de un poder constituyente sobre los que hay que introducir el debate público.

Estamos convencidos de que solo abrir una discusión constituyente puede encontrar nuevamente «razones para  la izquierda.” Comencemos entonces a enumerar los grandes problemas de un dispositivo constituyente en la actualidad.

 1. ¿Qué ha sido la izquierda?

Érase una vez el neoiluminismo académico (Norberto Bobbio por ejemplo) que definía la izquierda como portadora de los valores de la igualdad, mientras la derecha lo sería de la libertad… aunque lo ideal sería tenerlos juntos. Dejemos estas fábulas a Habermas, el único ideólogo a seguir todavía. De todos modos este proyecto de igualdad-libertad ha acabado en nada cuando la  reforma blairiana del Labour lo ha hecho propio. Mejor dicho, en catástrofe.

En este momento, en efecto, nos encontramos frente a una serie de autocriticas generalizadas de las que no sorprende que sean portavoces Pierre Rosanvallon y Anthony Giddens. De hecho, en el neoliberalismo triunfante la distinción entre izquierda y derecha es sutil y flexible. La izquierda defiende el Estado de bienestar hasta que su coste no incida demasiado sobre la deuda pública, es decir, sobre la voluntad de mantener el orden jerárquico de la sociedad; y la derecha lo desmantela mientras el orden público y la seguridad no estén en peligro.

Bajo la máscara de la igualdad-libertad la dimensión monetaria ha devenido fundamental en la gestión de la desigualdad social. En lo militar la distinción entre izquierda y derecha ha llegado a ser todavía más hipócrita: donde la derecha conduce guerras imperiales y ocupaciones, la izquierda contribuye a estas guerras a través de bombardeos humanitarios.

En todo caso, también estas distinciones son superficiales: al trascendentalismo ideológico de la propaganda de la derecha y de la izquierda corresponde una práctica brutal que no hace distinciones. Este conformismo de la izquierda sobre las prácticas de la derecha no es caricaturesco, al contrario, nada más lejos de la realidad.

De cualquier modo el concepto de izquierda no parece tener mucho espacio en la gobernanza imperial. El proyecto de un movimiento “de lucha y de gobierno”, viejo paradigma de la izquierda, no funciona ya porque, cuando nos confrontamos con la gobernanza imperial, el poder de captura de las instituciones es más fuerte que cualquier tentativa de renovar el orden  de la sociedad y de democratizar la administración.

No creemos, sin embargo, que el concepto de izquierda sea inútil e insensato. Al contrario, puede llegar a ser importante cuando es concebido como potencia constituyente.

2. Obama y las ilusiones de la reforma

¿Por qué nos agradaba Obama? Porque tanto en las primarias como en las elecciones presidenciales, había expresado la intención constituyente -no solo como “forma” de su proyecto sino como “fuerza” de su política- de transformar desde el ejecutivo la sociedad americana.

Todo esto se revelado una ilusión. Enfrentado a los problemas de la crisis, Obama no ha sabido responder sino renovando la confianza a los organismos financieros que dominan la política mundial y que han provocado la propia crisis; enfrentado a las guerras desencadenadas por Bush, Obama no ha conseguido desmarcarse sino que incluso ha renovado la agresividad militar y policial; en cuanto respecta a la política social, y en particular a la reforma sanitaria, Obama solo ha complicado las primeras medidas reformistas con retrocesos y compromisos paralizantes.

Pero el problema no es Obama –incluso si lo es. El problema es la incapacidad de la izquierda de mantener sus promesas una vez que ha sido envilecida por el poder. ¿Dónde está el límite? La izquierda no consigue reabrir las luchas mientras gobierna. ¿Podemos pensar que las estructuras del poder han llegado en la actualidad a tal nivel de complejidad que no se corresponden ya los plazos electorales con los tiempos de cualquier reforma? ¿O hay otras razones -no solo institucionales- que hacen ilusoria toda propuesta de reforma por parte de la izquierda?

Para responder a esta pregunta, debemos recordar que, tanto en EE.UU. como en Europa, ha habido una fuerte expansión del poder ejecutivo en los últimos treinta años. Por todas partes la burocracia ejecutiva ha desarrollado estructuras que duplican y/o rivalizan con los otros dos poderes: en EE.UU. el ejecutivo domina el poder judicial. La Office of Legal Counsel ha llegado a ser más importante que Attorney General y los expertos económicos de la presidencia dominan sobre el poder legislativo.

En Europa, de un tiempo a esta parte, los gobiernos vacían el poder parlamentario a través de una legislación por decreto y los ministerios del interior escapan a todo control.

La guerra y la gestión del ejército presentan posiblemente el momento más dramático de esta transformación. ¿Por qué dada esta desproporción del poder ejecutivo en contraposición con los otros poderes, Obama no ha sido capaz de desarrollar sus proyectos de reforma? Obama no ha acabado con el uso de los poderes que en la epoca de Bush habían sido identificados como excepcionales ¿Por qué entonces no ha sido capaz de utilizarlos efectivamente? ¿En qué medida el propio Obama es prisionero de la estructura ejecutiva de la que debería ser el padrone? Es cierto que Obama no es un revolucionario pero había llegado al poder con la intención de hacer  algunas modestas y significativas reformas. Lo mismo se podría decir  de la izquierda en Europa: el último ejemplo de fuerte reforma de la izquierda se remonta al primer bienio de François Mitterrand. Después de 1983 la izquierda en el poder no ha conseguido ya renovar la sociedad a través de proyectos reformistas.

Para responder a estos interrogantes, creemos que es necesario subrayar la diferencia entre la eficacia y la éxito de las reformas de la derecha (Reagan por ejemplo) y la ineficacia y el fracaso de las reformas de la izquierda. Creemos que la derecha puede hacer sus reformas porque las constituciones democráticas prefiguran esta posibilidad solo para ella.

Las constituciones democráticas, ya sea las antiguas, ya sea las construidas tras la postguerra, son fundadas dentro un marco liberal. El único ejemplo opuesto, la única reforma radical de izquierda, el New Deal de Roosevelt, no vale para demostrar lo contrario, así como no valen las socialdemocracias triunfantes de la inmediata postguerra europea. En estos casos el desastre de la economía capitalista y la guerra apenas terminada han sido los que impusieron esas reformas, que no eran reformas sino compromisos transitorios y reversibles.

Al contrario, se puede ver que las transformaciones y expansiones del poder ejecutivo de EE.UU. comienzan bajo la administración Reagan, no han sido llevadas a cabo solamente por los republicanos sino incluso perfeccionadas por las administraciones demócratas. Las políticas de la Casa Blanca bajo Clinton y Obama han proseguido en esa concentración del poder en el ejecutivo referida. Tampoco en Europa los movimientos de izquierda han conseguido imponer sobre el poder ejecutivo una fuerza detonante en el sentido de la reforma.

3. Los tres poderes en crisis

Ha habido intentos, y en Italia está uno en curso, de determinar nuevos equilibrios  constitucionales y aperturas reformistas a través del uso y la movilización del poder judicial. También en EE.UU. se han perseguido estos intentos a veces con éxito: la jurisprudencia de la Corte Suprema en los años treinta y en los sesenta ha contribuido a las reformas sociales y a la modificación libertaria y antirracista de la propia Constitución.

Pero, como decíamos antes, esto se debió a condiciones excepcionales de crisis económica o conflictos que ponían radicalmente en peligro el orden social. Las cosas han cambiado actualmente, el poder judicial es nuevamente, y banalmente, reconocido como conservador. Sin recordar el papel crucial de la Corte Suprema estadounidense en la elección de Bush en el 2000, baste insistir sobre la reciente decisión de permitir contribuciones ilimitadas a la campaña electoral por parte de las empresas, estimándolas como protección del derecho constitucional “free speech”.

También en Europa, hay intentos  de considerar a la magistratura como maquina constituyente. Aquí se renueva una antigua utopía jacobina, nunca eficaz y siempre ambigua. En Italia en particular, el poder reformador de los jueces produce una deformación del lugar constitucional atribuido a la magistratura: cuando los jueces funcionan de manera no conservadora, lo hacen en función sub rogatoria del poder político, lo que produce desastres sin fin.

Es terrible después subrayar cómo el lugar designado para las reformas, el parlamento, el poder legislativo, ha sido paulatinamente vaciado de sus funciones. La crisis de la representación democrática parece hoy constituir el punto de mayor debilidad de los sistemas occidentales de la organización del poder.

La capacidad del poder legislativo es ya muy débil, casi inexistente, para proponer proyectos sociales, presupuestarios, y especialmente, para ser eficaz en el control de los asuntos militares. Su rol primario, de hecho, se ha convertido en el de construir apoyos o crear obstáculos a las propuestas del ejecutivo. La mayor actividad de la que el congreso estadounidense es capaz es la de bloquear las iniciativas del ejecutivo y obstaculizar al gobierno. Desde este punto de vista la izquierda, cuando se confía en el poder legislativo -y es el único espacio donde a menudo está presente-, o nos embrolla o nos engaña sobre su eficacia.

Como siempre en estos casos, el sentido de alienación que los ciudadanos sienten ante los partidos políticos, que son la columna vertebral de la representación parlamentaria. sigue creciendo. Sobre todo porque esta desconfianza se centra en los partidos de la izquierda. Algunos se quejan de que el rol de los partidos es extraordinariamente complicado entre los siglos XX y XXI: además de los problemas clásicos de la representación de la sociedad civil, los partidos se enfrentan a la deuda pública, las migraciones, los cambios climáticos, la política energética, etc… de modo que dentro de esta complejidad su capacidad de representación debería extenderse y especializarse. En realidad, se anula.

En este marco, el sistema parlamentario, asediado por los lobbies, parece ser del todo insuficiente. Pero, ¿cómo reformarlo? ¿cómo renovarlo? Serían necesarias nuevas formas de representación, un nuevo terreno civil de discusión y de propuesta, nuevos sujetos constituidos en un proceso constituyente desde abajo, pero ¿cómo abrir este proceso? La izquierda, a la que compete esta tarea, no nos dice nada sobre ello. Los debates sobre las cifras electorales de la representación parlamentaria son incomprensibles e inútiles. En Europa, cuando se afronta el tema de las leyes electorales, ya no se distingue entre la ironía y el cinismo.

En todo caso parece olvidarse que el dinero juega un papel determinante en la política electoral, ya sea a través de las contribuciones de los poderes económicos o a través de sus medios de comunicación. La pretensión de la representación social desaparece dentro del poder del dinero. Y, por tanto, de la corrupción que paradójicamente se convierte, sobre todo para la izquierda, en casi inevitable. En resumen, los partidos de la izquierda se muestran particularmente incapaces de estructurar correctamente la relación con la sociedad civil. Así que de nuevo nos preguntamos, ¿por qué?

4. Conservadurismo de la izquierda, reformismo de la derecha

Los partidos de izquierda se han convertido en partidos de las lamentaciones. En Europa lamentan la incapacidad capitalista para dar trabajo, la destrucción del Estado de bienestar, las intervenciones militares imperiales, y eventualmente lamentan también la corrupción de sus propios representantes y la ineficacia de la propia legitimidad representativa. La única posición que saben tomar agresivamente es la defensa de la Constitución: protegen un pasado imaginario consagrado al antifascismo y un compromiso constitucional con los poderes capitalistas.

Sufren de un “extremismo de centro” que recuerdan como un pasado idílico. Y los intelectuales de izquierda -si es que en Europa todavía existen- lamentan la corrupción  de la Constitución y cómo se han vaciado las estructuras de la representación. Lo mismo ocurre en EE.UU., donde a Bruce Ackerman, por ejemplo, le preocupa que la expansión del poder ejecutivo dé lugar a peligros dictatoriales y Sheldon Wolin sostiene que la capacidad democrática de la constitución americana ha sido vaciada hasta el punto  de crear un “totalitarismo invertido”: donde el estado totalitario controla las estructuras capitalistas, en el “totalitarismo invertido” las estructuras capitalistas controlan directamente las estructuras del estado.

En Europa Rosanvallon, uno de los padres de la “tercera vía”, admite ahora la imposibilidad de control del poder financiero por parte del Estado. Y el mismo Giddens lamenta el exceso de poder de los monstruos mediáticos denunciando sus efectos totalitarios.

Hemos llegado al punto, un tanto paradójico, que solo los movimientos populistas como Tea Party, Lega Nord u otros, plantean el problema de la trasformación o de la reforma de la Constitución. Por lo que respecta al Tea Party, en particular, si una parte ha asumido indudablemente la retórica standard del partido republicano en defensa de la Constitución -interpretaciones literales y retorno a la voluntad de los Padres Fundadores-, la base reconoce que la representación ha dejado de funcionar y que el parlamento ya no la representa, por lo que piden una asamblea constituyente. Los contenidos programáticos del Tea Party son en gran parte reaccionarios y explícitamente racistas, pero sus planteamientos políticos básicos son correctos.

Tal vez podría decirse lo mismo de los principios que sostiene el populismo de la Lega Nord, también a menudo reaccionarios y racistas, pero sin duda eficaces cuando insisten sobre la crisis del sistema constitucional representativo. En cambio, la izquierda institucional no consigue hoy comprender la profundidad de la crisis de la representación, no consigue concebir la necesidad de una reforma constitucional.

La izquierda italiana ni siquiera ha sido capaz de comprender que los recientes referéndums no han sido defensivos sino innovadores en materia constitucional. En fin, uno de las grandes contribuciones de la “revolución española” del 15 de mayo es haber encontrado la energía crítica sobre la crisis de la representación, no para restaurar la ilusoria legitimidad del sistema sino para experimentar nuevas formas de expresión democrática –democracia real ya.

El movimiento Occupy Wall Street lleva adelante esta crítica de la representación y esta demanda de democracia. Los acampados en la Puerta del Sol y Wall Street quieren un proceso constituyente.

5. ¿Puede devenir la izquierda en un poder constituyente?

Probablemente nuestra discusión debe comenzar con esta pregunta, desde la reflexión, es decir, si la izquierda tiene la capacidad de comprender la radicalidad de los problemas a los que actualmente una política democrática debe enfrentarse.

Son los problemas de un poder constituyente sobre los que hay que introducir el debate público. Estamos convencidos de que solo abrir una discusión constituyente puede encontrar nuevamente las “razones de la izquierda.” Comencemos entonces a enumerar los grandes problemas de un dispositivo constituyente en la actualidad.

El primer problema surge cuando nos damos cuenta que las constituciones liberal-democráticas están basadas en la propiedad privada mientras que hoy la producción se da cada vez más común. La innovación y la expansión de las fuerzas productivas se basan cada vez más en el acceso libre y abierto a los bienes comunes, conocimiento e información, mientras que su cierre en manos privadas reduce y obstaculiza su productividad.

La acumulación capitalista está hoy organizada en términos financieros, el capital explota una riqueza socialmente producida y la capta principalmente en forma de renta financiera. Así, cada vez más dramáticamente, la naturaleza social de la producción choca con la naturaleza privada de la acumulación capitalista. Este es el primer marco de referencia de la política constituyente de una izquierda alternativa, la que se determina en relación a la expresión de lo común e intenta fijar de tal modo los criterios de una “producción del hombre por el hombre”.

En este marco, el primer obstáculo objetivo lo constituye la propiedad privada y la renta. El poder constituyente debe organizar la apertura de los bienes comunes a la productividad social y la reapropiación de la estructura financiera de la producción para destinarla a los fines comunes. La reproducción de la vida prevalece sobre la acumulación del capital, el Estado de bienestar sobre la renta financiera.

El segundo problema a abordar por el poder costituente de una izquierda alternativa es hoy el del valor cognitivo del trabajo. Se trata de desarrollar, constitucionalmente, políticas de autoformación y de formación común que invistan todo el marco productivo. Las políticas universitarias y las de comunicación deben superar no solo la actual condición de  miseria privada sino el nivel de organización pública de enseñanza para convertirse en motores de la construcción de lo común y la integración social.

Sobre este terreno la izquierda debe demostrar su presencia y su voluntad política. El populismo de derecha puede ser abatido aquí a través de la expropiación de los instrumentos de producción y de comunicación actualmente en manos del capital privado y público. La libertad de expresión se mide en la capacidad de compartir  la verdad y la libertad de producir compartiendo la vida.

El tercer punto en torno al que una izquierda debe organizar su capacidad constituyente consiste en la superación de la representación política como profesión. Esta es una de las pocas consignas de la tradición socialista que puede mantenerse en el centro de nuestra condición civil.

La ampliación de los instrumentos de la democracia directa es fundamental y no puede sino extenderse a los temas de la seguridad de la vida en común y a las funciones de tutela y control de la privacidad o de las relaciones sociales. Está claro que las funciones de la justicia están relacionadas con la democracia directa, eliminando las ilusiones que una magistratura profesional pueda tener garantizadas, por el privilegio económico y la superioridad social, independencia y prudencia.

Un cuarto punto se refiere al programa federalista, es decir, a la difusión del poder territorial. La crisis del Estado-nación puede resolverse a través de una profundización de las instancias federales de gobierno, cercanas a la base, difusas geográficamente, capaces de intervenir sobre el conjunto de las figuras sociales y productivas, en suma en la gobernanza de la vida común. La soberanía moderna se ha acabado.

La izquierda, como figura interna en la lucha por el poder en la modernidad, simétrica y cómplice de la derecha, también se ha acabado. Si todavía hay “razones para la izquierda”, no tienen que ver a las aspiraciones al poder de grupos dirigentes, elites seleccionadas, sino con la participación democrática de base a partir de un  proceso constituyente siempre abierto.

Un último punto a abordar -para la definición de una izquierda alternativa- es la capacidad hacer corresponder de manera permanente, la gobernanza con las modificaciones del sistema social.

Un sistema de reglas constitucionales debe poder modificarse con urgencia y velocidad. Su problema es seguir las variaciones de la productividad en un sistema económico que asuma como finalidad “la producción del hombre por el hombre” y de estimular y profundizar la participación de los ciudadanos en las funciones de gobernanza.

6. La reapropiación social del común

La fase actual se caracteriza por la crisis de todas las izquierdas que  no son constituyentes. Vivimos en un periodo de luchas contra la crisis económica y política del capitalismo –luchas que revelan ampliamente un espíritu revolucionario. Los movimientos insurreccionales  tanto en los países árabes como en los países europeos se rebelan contra la dictadura política de elites corruptas o contra las dictaduras político-económicas de nuestras falsas democracia.

Ciertamente no pretendemos confundir unas con otras pero  lo cierto es que existe un deseo de democracia radical que traza un “común de lucha” desde varios frentes. Las luchas hoy se presentan de modo diverso pero se unifican por el hecho de recomponer a las gentes contra la nueva pobreza y la antigua corrupción. Luchas que, desde la indignación moral y las jacqueries multitudinarias, avanzan hacia la organización de una resistencia permanente y la expresión de poder constituyente.

Luchas que no atacan simplemente las constituciones liberales ni sus estructuras gubernamentales y estatales, sino que también proponen consignas  positivas como la renta garantizada, la ciudadanía global, la reapropiación social de la producción común. En muchos sentidos la experiencia de América Latina en el último decenio del siglo XX puede considerarse un preámbulo a estos objetivos, también para los países centrales capitalistas altamente desarrollados.

¿Pude la izquierda ir más allá de lo moderno? Pero, ¿qué significa ir más de lo moderno? Lo moderno ha sido acumulación capitalista bajo el signo de la soberanía del Estado-nación. La izquierda ha sido demasiado dependiente de este desarrollo y por tanto corporativa y corrupta. Sin embargo, también ha habido una izquierda enfrentada al desarrollo capitalista, a la soberanía, a la modernidad. Y son las razones de esta izquierda las que nos interesan, al menos las que no se han quedado obsoletas.

Si la modernidad capitalista sufre un estado de crisis irreversible, también las prácticas anti modernas, progresistas del pasado, han perdido su razón de ser. Si todavía queremos hablar de las razones de la izquierda, hoy solo vale hacerlo desde una “razón altermoderna”, capaz de revitalizar radicalmente el espíritu antagonista del antiguo socialismo.

Ni los instrumentos reguladores de la propiedad privada ni los del dominio público pueden interpretar las necesidades de esta alternativa a lo moderno. Lo común es el único terreno sobre el que activar hoy el proceso constituyente  –“lo común” concebido como la tierra y los otros recursos que compartimos , y también, y especialmente, como el producto común del trabajo social. Pero este común debe construirse y organizarse.

Así como el agua no se hace común totalmente hasta que no se instala toda una red de instrumentos y dispositivos para asegurar su uso y su distribución, así la vida social basada en lo común no se presenta inmediata y necesariamente por la libertad y la igualdad. No solo el acceso al común sino su gestión deben organizarse y asegurarse por la participación democrática.

Por tanto, lo común no corta el nudo gordiano de las razones de la izquierda sino que revela el terreno sobre el que debe reconstituirse. La izquierda tiene que entender que solo una nuevaConstitución de lo común –y nunca más la defensa de las constituciones decimonónicas y de postguerra- puede devolverla la presencia y el poder.

Las constituciones existentes, como habíamos ya recordado, son constituciones de compromiso, inspiradas más en Yalta que en los deseos de los combatientes antifascistas, que no han dado justicia y libertad sino que simplemente han consolidado, con el derecho público de la modernidad, las estructuras capitalistas de la sociedad. También en EE.UU. la izquierda sufre el mismo chantaje constitucional que debe superar para ir más allá de la trágica periódica repetición de una izquierda en el gobierno que refinancia a los bancos que han provocado la crisis, continua pagando guerras imperiales y es incapaz de construir un Estado de bienestar digno de un gran proletariado como el estadounidense.

Se exige hoy una constitución de lo común, y esta fábrica de lo común exige un Príncipe. Que nadie piense en un principio ontológico ni en un dispositivo dinámico como lo pensaron Gramsci o los padres fundadores del socialismo. Este Príncipe solo podrá surgir de las nuevas luchas por la constitución de lo común y solo mostrarlo una Asamblea Constituyente dominada por una izquierda más allá de la modernidad.

 

 

 

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En el Reino de la corrupción y la exclusión social. España monarquía bananera

Carlos_Martinez_presidente_Attac_EspanaCarlos Martínez

«Vivimos ya en una perfecta dictadura monárquica, pues tiene la apariencia de una democracia. Con reyes con queridas y negocios familiares la mayor parte de ellos ocultos. Un heredero cuarentón, alto y ultra-conservador en la reserva del poder y en medio de un golpe de salón preparado. Un heredero militar y militarista, pro-imperio yanqui y educado para despreciar al pueblo soberano. Pero cerrando el circulo, el poder de la banca y los grandes empresarios controlándonos a todos y todo».

La Constitución de 1978 fue violada con la reforma exprés que la convirtió en un texto neoliberal y que sitúa los derechos de los bancos y el pago de la deuda ilegitima, por encima de las personas, recortando otros derechos constitucionales para ello.

Pero la Constitución monárquica del 78, es incumplida sistemáticamente de igual forma, otorgándole a la familia reinante y digo familia y no solo el jefe del estado, pues tal y como se está demostrando no son iguales ante la ley, no solo el irresponsable del rey, sino sus vástagos e incluso cortesanos próximos. Una censura fascistoide les protege y una adulación mediática ridícula e inculta, pues los medios le otorgan a los herederos de Franco, prerrogativas que la Constitución no les confiere, les hacen una propaganda vergonzosa.

Las corrupciones, regalos de yates por parte de empresarios, operaciones en clínicas siempre privadas, cacerías de osos borrachos y elefantes, las amantes y queridas con derecho a hacer negocios a costa de la horterada esa de la “marca España” e incluso las múltiples operaciones de cirugía estética de la heredera Leticia Ortiz, son sufragadas a nuestra costa o bien realizadas con total impunidad ante nuestras narices.

Mientras tanto el Gobierno, el rey y los partidos dinásticos del turno o sus colaboradores necesarios como CiU o UPyD, toman medidas de recorte social y empobrecimiento ciudadano para a costa de pensionistas, personas paradas y excluidas, pagar la deuda de forma indiscriminada.

Hace pocos días casi todo el arco parlamentario, PSOE incluido, votó contra una moción de las izquierdas plurales, al objeto de auditar la deuda ¡¡Ha pasado desapercibida semejante traición a los pueblos de España!! Resulta además que solo el 30% del total de la deuda es pública, con lo que esta votación refleja el verdadero cariz del PP,PSOE, CiU, UPyD y otros. Claro que no de todos. El rey, siempre ha apoyado las medidas de recorte y a las grandes empresas.

Ya el colmo, es que los medios corporativos y los empresarios, pero también las instituciones del poder, son felices porqué los sueldos y salarios de las clases trabajadoras en el estado bananero español, están bajando como nunca. Se está produciendo una bestial rebaja salarial y en derechos sociolaborales como nunca y todos tan felices.

Vivimos ya en una perfecta dictadura monárquica, pues tiene la apariencia de una democracia. Con reyes con queridas y negocios familiares la mayor parte de ellos ocultos. Un heredero cuarentón, alto y ultra-conservador en la reserva del poder y en medio de un golpe de salón preparado. Un heredero militar y militarista, pro-imperio yanqui y educado para despreciar al pueblo soberano. Pero cerrando el circulo, el poder de la banca y los grandes empresarios controlándonos a todos y todo.

Hay que reaccionar. Pero sobre todo hay que conectar con los estafados, arruinados, engañados y burlados. Mientras en los barrios la gente siga tan solo paseando sus perritos y quejándose en las barras de los bares, pero no en las calles, ellos, los de arriba, nos dominarán.

Tienen preparado un plan diabólico. Van a por nosotros y nosotras. Es la guerra de clases. A pesar de ello, todavía hay ilusos o traidores que piensan que es posible la marcha atrás, el volver a 1999. No. No será posible.

Las respuestas y las propuestas ya están hechas. Por lo pronto, sería muy bueno que este 14 de Abril, fuera unitario, nada simbólico y muy activo. Un 14 de Abril contra la corrupción y por la soberanía popular. Un 14 de Abril sonado.

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El legado de Chávez: reflexión mirando a la izquierda española

MonederoJuan Carlos Monedero

«El populismo es el ejercicio de la política que media entre unas estructuras caducas que no terminan de marcharse y una estructuras prometedoras que no terminan de venir (sobre todo, porque son teoría y aún no práctica). Criticarlas desde lo que existe, como hace con frecuencia la izquierda europea (y, en concreto, la española), es una señal más del agotamiento y la falta de ideas de nuestro continente».

Chávez: un espejo para la decadencia de Europa

Un mes antes de la muerte del Presidente Chávez, la oposición peleaba por ver quién iba a ser el candidato que contendiera contra Nicolás Maduro, el Vicepresidente en quien Chávez había depositado su confianza política. Para esa oposición, Maduro no pasaba de ser un “autobusero”, un despreciable trabajador a quien no iban a permitir acceder al Palacio de Miraflores.

Los millones de venezolanos que asistieron a la capilla ardiente cambiaron las tornas del debate. La discusión pasó a protagonizarla una vergonzante huida: todos, en esa oposición que se las prometía felices con Chávez enfermo, leyeron ese masivo apoyo de un pueblo en la calle a su desaparecido comandante como la garantía de una sonora derrota anunciada. Maduro iba a ganar aún más votos que su mentor.

Sólo “in extremis”, Capriles aceptó volver a presentarse, aunque dejando una puerta abierta para retirarse si las encuestas del último momento confirmaban un nuevo revolcón. Como algunos medios recogieron, Chávez, como un Mío Cid caribeño, ganaba una nueva batalla ahora en ausencia.

Uno de los lemas de la oposición en la campaña de octubre en la que Capriles perdió por 11 puntos (“El autobús del progreso”), dejaba paso a un irónico comentario del pueblo de rojo: “Ellos tendrán el autobús, pero el conductor es nuestro”. Como planteó el profesor Iglesias, si Chávez vivo era peligros, muerto era invencible.

En un mundo saturado audiovisualmente, no es sencillo explicar por qué la figura de Hugo Chávez logró abrirse un hueco y generar tanta discusión fuera de Venezuela. Es indudable que el país caribeño, antes conocido solamente por las “misses”, las telenovelas y el “está-barato-dame-dos” de los funcionarios de la petrolera que viajaban por el mundo con aires de nuevo rico, pasó a ser conocido por otro tipo de asuntos sobre los que, sólo con esfuerzo, la izquierda podía abstenerse.

Mientras Europa abrazaba con vergüenza la Tercera Vía, Venezuela se atrevía a resucitar el socialismo; mientras Europa se sometía sumisamente al doble mandato de Alemania y de los EEUU, Venezuela elevaba el tono del discurso antiimperialista y le decía al Bush de la guerra de Irak que iba dejando un pestilente olor a azufre allí donde se paraba; mientras Europa veía declinar su papel en el mundo, una América Latina cada vez más integrada dejaba de ser ese patio trasero que la condenó a la soledad durante doscientos años; mientras Europa veía languidecer su democracia, y sus políticos se convertían en un problema para la población, Venezuela confiaba en su pueblo para hacer una nueva Constitución, crear estructuras participativas e, incluso, inventar una nueva forma de Estado (el Estado comunal) para ir superando los cuellos de botella de las caducas formas políticas estatales liberales.

Mientras Europa se resignaba a votar entre dos opciones políticas cuasi idénticas, cada elección en Venezuela tenía la confrontación que expresa la pugna entre modelos realmente diferentes. Mientras Europa caía bajo el abrazo neoliberal como si de unfaktum divino se tratara, Venezuela convencía a América Latina en el Mar del Plata para acabar con el tratado de libre comercio (ALCA) y comenzar una reinvención postneoliberal y nacional-popular de sus países. Chávez, además, predicaba con el ejemplo. La Europa que hoy clama a Alemania por su favor está bien lejos de la Venezuela que no dudó en ayudar a los países latinoamericanos con problemas (Argentina, Bolivia, Ecuador, Cuba, Nicaragua, el Caribe de habla inglesa). América Latina, hoy, crece. Europa se hunde. Merkel no es Chávez.

Noticia de unos medios todavía libres de toda sospecha

Sólo con la desaparición física de Chávez, parecen haberse volado algunos velos acerca de su persona y de los logros alcanzados durante la última década. La Puerta del Sol de Madrid llena de gente dándole su adiós es una imagen difícil de pensar hace tan sólo 5 años. Igualmente es difícil encontrar una figura pública más insultada, tergiversada y estigmatizada en la historia reciente. Si hubiera que escoger un asunto en el cual los medios de comunicación demostraron por excelencia su condición mercenaria, Chávez sería el ejemplo perfecto. Así fue cuando los medios celebraron el golpe que le dio la patronal en 2002 (y que impidió su pueblo saliendo a la calle a rescatarlo). También cuando se descontextualizaban sus intervenciones para hacerle parecer un excéntrico, o cuando se ninguneaban sus éxitos sociales o políticos (como lograr reunir a todos los Presidentes y Jefes de Estado latinoamericanos en la CELAC o reducir a la mitad la pobreza o alfabetizar a su pueblo).

No menos relevante cuando se presentó la impertinencia de un rey en plena digestión postalmuerzo (tuteando al Presidente de otro país a la borbónica manera y mandándole callar con maneras propias de su formación en el entorno directo del dictador Franco) como una hazaña bélica heroica. Sin olvidar el diario que escribió el más exitoso manual de estilo de los periodistas llevando a portada un falso Chávez entubado, o la decena de veces que el diario monárquico por excelencia mató a Chávez, lo enterró en La Habana o anunció la guerra civil que estaba al caer cada semana y a la que todavía, en esos salones, se la espera cierto es que sin mucha prisa.

La lectura socialdemócrata de Chávez

La Venezuela bolivariano no interesó inicialmente a la izquierda española. Principalmente porque no la entendió. El alzamiento de Chávez en 1992 contra Carlos Andrés Pérez fue interpretado en España desde el prisma de un PSOE que había recibido ayuda del corrupto Presidente venezolano (terminaría huido tras ser juzgado en el gobierno de Caldera). Felipe González, que ya estaba preparando su futuro como agente económico de las grandes fortunas latinoamericanas, presentó a Chávez como un “carapintada” y a CAP como una víctima del tradicional golpismo militar latinoamericano.

Aunque -esta era la verdad- su amigo de la Internacional Socialista mandara al ejército disparar contra el pueblo que bajó de los cerros en 1989 en protesta por un ajuste del FMI parecido a los que ahora sufrimos en el Sur de Europa. Además, la mirada española sobre América Latina, incluida la de la izquierda, siempre ha tenido ese sesgo eurocéntrico de quien se ha creído país central y piensa que los países del sur no pasan de repúblicas bananeras. Las que nos recibieron con los brazos abiertos cuando la democracia perdió la guerra civil en 1939. Una forma poco sutil de intentar ocultar nuestra condición, en verdad, de reino bananero.

Chávez comienza cuando la historia se termina

Chávez gana las elecciones de 1998. Las ganas de cambio eran grandes, pero la desconfianza también. Chávez sacó un enorme margen al candidato de la derecha pero la abstención superó el 50%. Al salir de la cárcel por el levantamiento de 1992 –cumplió dos años de prisión que, unido a un famoso “por ahora”,  lo convirtieron en el referente del cambio- convenció a la izquierda venezolana de que la salida era electoral (había una fuerte inclinación todavía hacia la lucha armada).

La transición paradigmática propia de la época también afectó a la Venezuela que encuentra Chávez. Es el momento de la desaparición de la URSS, del fracaso de la lucha armada en casi todo el mundo, de la hegemonía neoliberal, del fin de la historia, de la entrega de la socialdemocracia a los brazos del neoliberalismo bajo la fórmula de la tercera vía, de la crisis del mundo del trabajo y de la constatación de la crisis ecológica.

Sin modelo a imitar y sin hoja de ruta clara, Chávez, a diferencia de Lenin, no va conducir su proceso de cambio sobre los hombres de un teórico. Bolívar -un libertador-, Zamora -un campesino a caballo- y Simón Rodríguez -un pensador comprometido con la transformación social- son las referencias intelectuales de un proceso que, desde el primer momento, va a ir perfilándose más por sus enemigos que por sus teóricos.

El chavismo: un pensamiento nacido de la práctica

Lo que se define como “chavismo” tiene como fondo la identidad nacional-popular leída en Bolívar, el compromiso con los de abajo que define Ezequiel Zamora, el experimentalismo de Rodríguez (“Inventamos o erramos”) y el internacionalismo de Miranda, todo bajo el aire de familia de la emancipación propia de la izquierda clásica. Pero estas lecturas siempre fueron confrontadas con hechos concretos que fueron marcando el pensamiento de Chávez. Del levantamiento de 1992 (y de su fracaso), Chávez sacaría la necesidad de una nueva forma de partido diferente a los que combatía (AD y COPEI).

Igualmente viene de ahí la necesidad de cambiar las estructuras políticas, convocando para ello a un nuevo constitucionalismo (superador del constitucionalismo neoliberal de las últimas décadas). De la confrontación electoral de 1998 vendría la necesidad de nuevas leyes que cambiaran la composición económica de clase del país. El golpe de Estado de 2002 terminó de alentar acerca del imperialismo y de la necesidad de armar alianzas que impidieran agresiones auspiciadas por los EEUU (y en aquél caso, por la España de Aznar).

La constatación de que con el aparato del Estado heredado era imposible pagar la deuda social trajo consigo la creación de las misiones, unas políticas públicas participadas popularmente. Un proceso de cambio radical que se postula pacífico (aunque armado, como exigencia debida al comportamiento secular de EEUU en la región) necesita un pueblo con consciencia. De ahí viene el enorme gasto social en educación, en la construcción de escuelas y universidades, en libros y en informática.

En 2005, Chávez entendió que el dibujo de todos los problemas anteriores se llamaba capitalismo. Y ahí perfiló su propuesta, que no fue el “chavismo” sino el “socialismo”, trascendiendo a su persona y evitando, en un gesto de enorme generosidad, que, como ocurriera con el peronismo, hubiera seguidores de todos los colores: aunque hubieran podido existir chavistas de derechas, no puede haber socialistas de derechas. Esta condición vivencial del “chavismo”, es decir, el no depender de ninguna teoría o de la interpretación de la misma, es también un elemento que refuerza el mantenimiento del proceso aún en ausencia del líder.

Chávez: mito, realidad e identidad de Nuestramérica

Es evidente que Chávez siempre ha sido mito. En un país roto por las medidas de ajuste (multipliquen los tres años de crisis que lleva España y Portugal por seis y sabrán el estado de Venezuela cuando Chávez llegó al poder), el pueblo sólo estaba dispuesto a creer en alguien que pudiera prometer y, por alguna cualidad extraordinaria (por ejemplo, haber participado en un levantamiento y haber asumido toda la responsabilidad), cumplir.

Si la España actual presenta a los políticos como el principal problema del país, ¿no es entonces normal que los líderes alternativos salgan de la necesidad de superar esa política? Eso explica la mala prensa de Chávez ante los políticos tradicionales (Chávez representa la promesa de que tendrán pronto que buscar trabajo), pero no explica por qué el pueblo cansado de las mentiras ha comprado las que hacen referencia a Chávez.

La racionalidad, tan europea, es una reflexión sobre la muerte, sobre la tragedia de nuestra finitud, sobre el devenir del ser hacia la desaparición. La racionalidad no suele convocar políticamente (recordemos el fracaso del patriotismo constitucional que quiso popularizar Habermas) porque morir por adelantado no convoca. El mito, por el contrario, invita a superar la muerte, incorpora los superpoderes de la trascendencia, niega el final de la vida y abre todos los horizontes.

El mito es el combustible por excelencia de la esperanza, especialmente para los que habían perdido toda esperanza. Europa sigue sin entender a la América mestiza, golpeada por el saqueo de dos continentes -el indio y el negro-, construida sobre la cercanía del hermano y el amigo y no sobre la condición abstracta e impersonal del funcionario. Una América barroca y mágica, turbulenta, apasionada, excesiva, traviesa y sensual, que vive al día –sin futuro- porque se le despojó de la posibilidad de la previsión social. Europa no entiende la otredad del continente y, por eso, siempre lo ha despreciado con la autosuficiencia del que siempre ha puesto nombres y no se ha dado cuenta de que también ha sido nombrado (ahí están, en nuestro país, los “hispanistas”, junto a los problemas de España para encontrar su propio nombre).

Chávez, poeta popular (de joven ejerció de rapsoda en los llanos, una suerte de versolari en el campo venezolano), puso nombre a muchas cosas. Por ejemplo, cambió el nombre a Venezuela y pasó a denominarla República Bolivariana de Venezuela (Nada muy distinto hizo la república española cambiando la condición de reino del país en 1931). Nominó el ALBA, la CELAC, la UNASUR.

También a Mr. Danger o al azufre de la tribuna de Naciones Unidas. Construyó igualmente una identidad incluyente para un pueblo que había renunciado a la identidad del país para abrazar una identidad local propia de las nuevas comunidades (producto del desarrollismo petrolero de los sesenta). Los barrios pobres que rodean Caracas armaron una práctica política y social parecida a la de los movimientos chabolistas de España en las postrimerías del franquismo.

La diferencia está en que en la transición española, esos movimientos fueron incorporados a los ayuntamientos democráticos, olvidando su lógica comunitaria y su identidad barrial, asumiendo finalmente la lógica vertical y autoritaria del Estado posfranquista. En la Venezuela de Chávez, esos barrios no perderían su identidad local, sino que influyeron en la propuesta de Estado comunal que está definiéndose  en el país.

Así, la participación propia de los barrios se configuró en la reconstrucción de la política chavista frente a la representación propia de la política institucional. La formación popular –el saber nacido de la vida comunitaria- se confrontó con la universidad elitista que, de tanto creerse “superiores”, se alejaron del pueblo y vivieron, como los falsos sabios de Swift, en las nubes.

La propiedad social se defendió frente a la propiedad privada e, incluso, frente a la propiedad estatal. Por último, el control social, en forma de “contraloría social”, se haría valer frente a las formas tradicionales de delegación política. En definitiva, fueron las organizaciones comunitarias las que emplazaron al Estado para que la identidad de la nueva Venezuela coincidiera con la identidad de los barrios: la lucha por la desigualdad, la apelación a la patria grande de Bolívar y el socialismo, cementos de ese encuentro que crece de abajo a arriba. ¿Puede entender la izquierda española que lo que desprecia como “populismo” es, en verdad, la posibilidad de reinventar la política entre un momento destituyente que no termina de triunfar y un momento constituyente que no termina de llegar?

El legado de Chávez y los retos de Nicolás Maduro: la reinvención de la izquierda en América latina

¿Qué pasó para que la democratización iniciada en Venezuela y propagada por el resto de América Latina no fracasara? ¿Qué elementos actuaron para que la suerte del continente y de los líderes alternativos no se repitiera? ¿Por qué en esta ocasión ganaron los indios?

Es indudable que el azar tiene su parte en esta historia. Porque es una historia impulsada por una persona capaz de poner detrás de él a todo un pueblo. Si algo le hubiera ocurrido a Chávez en algún momento de estos 14 años, la historia se habría escrito de otra manera. Mientras España sigue anhelando convertir en política el extraordinario impulso del 15M, Venezuela se rearmó políticamente con un referente claro.

En el proceso venezolano se dieron los tres elementos lógicos que señala Maquiavelo para el cambio social: condiciones objetivas, liderazgo y consciencia popular de la necesidad del cambio. Las condiciones objetivas estaban maduras hacía tiempo. La consciencia popular era un malestar prepolítico. El líder Chávez referenció al país y terminó de politizar al pueblo para que adquiriera la conciencia necesaria.

Pero al lado de lo azaroso y de la figura del líder, hay otros elementos ausentes en otros momentos de la historia y que marcan la pauta. En primer lugar, el cambio político se ha hecho con redistribución de la renta, lo que ha ampliado considerablemente la base social. En segundo lugar, la transformación, lejos de prescindir de la democracia, la ampliaba, tanto en términos electorales (terminaba con el fraude, una constante hoy en México o Colombia, pero también en la España que incumple los programas electorales), como en participación popular horizontal. En tercer lugar, los cambios venían acompañados por cambios similares en otros países del entorno.

Hasta la fecha, la connivencia sólo se había dado entre fuerzas de la derecha o dictatoriales (recuérdese el Plan Cóndor). En cuarto lugar, el cambio de régimen se ha hecho sin la existencia simbólica de un enemigo que radicalice a las clases medias, como hizo el comunismo y la URSS en los años treinta. Por último, el cambio ha venido acompañado de la entrega de una nueva identidad que, al tiempo que ha sumado las existentes con arraigo popular, ha engarzado a los nuevos sujetos en una aventura política de mayor calado que, de momento, ha contaminado a todo el continente latinoamericano.

Conclusión: Chávez como poder constituyente

La mirada displicente de la izquierda española a Chávez se ha armado desde la ignorancia. El “Chávez no me gusta” ha sido construido con frivolidad, como si los medios tradicionales merecieran esa influencia. La izquierda española no ha podido debatir el proceso venezolano, llena de prejuicios históricos trasladados y demasiado rehén de la arrogancia eurocéntrica propia del pensamiento colonial que cree que lo que vale para su entorno es directamente exportable y universalizable.

Esto no significa, en modo alguno, que Venezuela deba ser un modelo para la Europa en crisis. Sería repetir, ahora en la dirección contraria, el error que cometió la izquierda latinoamericana en el siglo XX. Copiar las respuestas es, cuando menos, perezoso.

Pero ignorar las preguntas es aún más descabellado. Venezuela ha salido del neoliberalismo, ha inaugurado un nuevo constitucionalismo, ha sacado a la mitad del país de la pobreza, ha logrado la menor desigualdad del continente, ha construido en el último año 200.000 viviendas, ha incorporado al derecho de pensión a dos millones de ancianos, ha llevado médicos a donde nunca estuvieron, ha colocado al país en la franja de alto nivel del Índice de desarrollo humano del PNUD, es el quinto país del mundo en estudiantes universitarios, ha incorporado a las mujeres a la vida social y política (y ha dejado de promover que sean simplemente misses), ha impulsado una integración regional basada en la complementariedad y no en la competencia, ha ayudado a los países del entorno a superar problemas económicos puntuales (lo que hoy, como decíamos, le pide Europa a Merkel)… Chávez ha sido un Presidente con una espectacular capacidad para desarrollar el pensamiento crítico y la práctica alternativa, para superar el abandono histórico de las diferentes culturas latinoamericanas, para avanzar hacia la superación del colonialismo, para alejar el peligro de la guerra y para ayudar en la lucha contra el cambio climático (es un país exportador de petróleo que, a diferencia de EEUU, ha firmado y cumple con los Protocolos internacionales).

El populismo es el ejercicio de la política que media entre unas estructuras caducas que no terminan de marcharse y una estructuras prometedoras que no terminan de venir (sobre todo, porque son teoría y aún no práctica). Criticarlas desde lo que existe, como hace con frecuencia la izquierda europea (y, en concreto, la española), es una señal más del agotamiento y la falta de ideas de nuestro continente.

No hay mayor hipocresía que la acusación a Chávez de haber polarizado el país –de haber politizado a los pobres- ignorando que también estaba polarizado cuando casi siete de cada diez carecían de futuro. Hipócritas que sólo ven la lucha de clases cuando es el pueblo el que muestra su fuerza.

El equilibrio entre el “hiperliderazgo” –necesario para reinventar al pueblo fragmentado y salir del modelo neoliberal- y la devolución del poder al pueblo consciente y organizado era la tarea central de Chávez. A veces caía del lado del poder personal (y así se lo criticamos desde el Centro Internacional Miranda). Pero, por lo general, la apuesta que se consolidaba era del pueblo. Si otras revoluciones fracasaron por acallar las críticas, la revolución bolivariana apostó por la crítica y la autocrítica. Por eso es una revolución alegre.

Chávez impulsó a su país a las puertas de algo nuevo. No le dio tiempo. Ahora es el momento de Nicolás Maduro y de todo un pueblo al cual le dijo su Presidente antes de despedirse: “Ya todos son Chávez”. Durante un cuarto de siglo, dijimos, desde la derrota, que la última utopía la había construido Thatcher haciendo posible lo imposible. Hoy España vive la utopía neoliberal de la contrarrevolución. Chávez, por su parte, ha roto todos los conjuros que condenaban a América Latina y ha construido otra utopía: salir del neoliberalismo en nombre de un socialismo diferente. Va siendo hora de que la izquierda española mire con humildad lo que ha construido la Venezuela bolivariana.

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