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La casta y la revolución democrática.

«Son nuevos tiemimages (2)pos. Tiempos de insurgencia de nuevos sujetos políticos. Esta vez la historia se realizará con la poesía del porvenir . Porque ahora sí que la historia viene preñada de procesos constituyentes y revoluciones democráticas».

Emilio Pizocaro,periodista.

“La revolución social del siglo XIX no puede sacar su poesía del pasado sino solamente del porvenir.”

                               El dieciocho de brumario de Luis Bonaparte , Carlos Marx

Una antiguo adagio griego dice que “ los dioses ciegan a quienes quieren perder “. Esto es exactamente lo que está ocurriendo en España con la clase política-financiera, La “casta” está actuando como un mal jugador de tenis; los nervios le hacen cometer demasiados errores no forzados.

Fue suficiente que Pablo Iglesias de Podemos utilizará el termino “casta” para que la jauría mediática del régimen se lanzara tras la presa. El vamos a esta cacería la dio el socialista más fiel a la corona , un viejo y cazurro político; Don Felipe González Márquez. Como un petardo le siguió rauda, una “piérdete-una”, la condesa y grande de España , Esperanza Aguirre de Bornos.

Como se puede ver y escuchar todos los días la “casta “ se defiende. Sin embargo el espectáculo se ha puesto un tanto esperpéntico con la aparición de algunos personajes que se protegen sin que nadie los haya señalado.

Esta el caso del valenciano Ximo Puig , quien después de unas extravagantes declaraciones, fue rápidamente puesto en vereda por sus jefes y se vio obligado a auto-desmentirse por las redes sociales.

En esta lista, lo inesperado, son las declaraciones del Coordinador Federal de Izquierda Unida que en reciente entrevista afirma no creer «para nada» en el concepto porque “este país no es un país de castas«.

Quienes somos “nosotros”

Al parecer Cayo Lara confunde el “sistema de castas indio” con la castas políticas occidentales. Además, el Coordinador hace gala de mala memoria. Los periodistas recordamos su discurso en las Cortes cuando citando, al liberal Estanislao Figueres, dijo solemnemente “ estoy hasta los cojones de todos nosotros ***

¿A que se refería el líder de IU con ese “nosotros” ? ¿ A los cortesanos, perdón quise decir, a los diputados de las cortes ? ¿ O más bien a la clase política, bautizada ahora como casta? ¿Porqué ese nosotros? ¿ Acaso ese nosotros está referido directamente a la “casta” como se deduce del texto?

Para entender el fenómeno social que mal disimula el Coordinador de Izquierda Unida es útil recurrir a un enunciado clásico de las ciencias sociales.

Fue Marx en su prólogo del libro Contribución a la Crítica de la Economía Política quien definió lo que acontece con la llamada conciencia social, la pertenencia, el nosotros de Cayo Lara . El conocido aforismo de Marx dice ; “No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia”.

Entonces, ¿Cual es el ser social ( el nosotros) de los miembros de la llamada casta o clase política?

Quienes mejor responden a esta pregunta son Peter Mair de la Universidad de Oxford y Richard S. Katz de la Universidad Johns Hopkins. Ambos investigadores han escrito un libro de referencia que explica que pasa con los representantes políticos en la llamadas democracias occidentales.

Mair y Katz lo dicen sin ambages en “El Partido Cartel” *** “…A medida que los políticos llevan adelante largas carreras, ven a sus oponentes políticos como compañeros de la profesión, que están conducidos por el mismo deseo de cobijarse en la seguridad de su puesto…

En su detenido análisis de cómo funciona la democracia representativa y la clase política en occidente, Mair y Katz demuestran que “En las sociedades occidentales, la alternativa es proveer subvenciones y apoyo para todos, permitiendo a las diferentes coaliciones estar en el gobierno en diferentes niveles de la administración o en diferentes puestos”.

El retrato de la casta que pintan es una excelente cuadro de la partidocracia imperante en el reino de España ; “En definitiva, son los partidos en el gobierno quienes conforman el estado y proveen este servicio, y es su propia existencia (como partidos) la que están garantizando cuando dicen defender la democracia”.

En el ensayo se podrán encontrar otros aciertos descriptivos que dibujan con exactitud “la casta política” de estas tierras, donde es fácil encontrar un diputado que repite en el cargo por enésima vez o un alcalde que esta sacrificándose en el sillón durante más de 20 años

Un régimen corrupto

Lo que ha ocurrido es que bajo el alero de la constitución borbónica ha crecido, por más de 30 años, una maraña de empresarios, sindicalistas y políticos que por distintos canales han vivido del régimen en distintos niveles de poder.

Además -y como en otras ocasiones de la historia – quienes se encuentran en el vértice de los poderes políticos se han aprovechado de su posición, compartiendo no solo el asiento en los consejos de administración de la banca, sino que también los mismos intereses con las clases propietarias.

Por tanto, no es necesario recurrir a italianos del siglo XIX como pretendió Ximo Puig para explicar que es “la casta”. La complejidad de la sociedad de clases en los países centrales del capitalismo está más que estudiada. Sociólogos y politólogos coinciden en algo que hoy en España es incuestionable; las clases dominantes usan su poder para coaptar y/o domesticar a parte importante de los cuadros políticos de origen popular.

En este sentido, la subordinación ideológica al régimen – la mayoría de las veces ocultada tras un fingido fundamentalismo – es sin lugar a dudas el método más eficaz utilizado por el poder para impedir la rebeliones populares y los procesos revolucionarios (compañero ,nos han repetidos por años; no están dadas las condiciones para la revolución ).

En el caso español el “maridaje” corrupto entre políticos profesionales, la banca y la especulación urbanística se extendió a través de todo el territorio.

Este verdadero cáncer creció horizontalmente. Lo hizo como un tumor maligno que con su metástasis ha contaminado un amplio espectro que va desde caciques partidarios, izquierdosos de boquilla, sindicalistas genuflexos , hasta llegar a las dirigencias de los clubes deportivos.

Ha llegado a tal nivel la corrupción, que el discurso que solo señala a determinados políticos no explica la corrupción en toda su dimensión , para definirla la ciudanía ha dado su veredicto; es el régimen el corrupto.

Lo comprueban las noticias que nos conmueven cada día. No se trata de una especulación “ideológica” Al revés, es una constatación política absolutamente realista.

Se requiere cirugía mayor

La indignación de la gente crece con cada nuevo latrocinio de la “casta”. Con esta “santa indignación” se abre paso el convencimiento que la corrupción “no tiene remedio sin cirugía mayor y esta operación implica una revolución ética y democrática”.

Encuestas más, encuestas menos, (todas manipuladas en las cocinas de la casta) el sorprendente éxito de Podemos y la aparición de iniciativas como Guanyem Barcelona o Ganemos Madrid son precisamente la respuesta de los ciudadanos a la “casta”. Tras estos procesos están los movimientos sociales que nunca se equivocaron al señalar al enemigo.

Desde el 15M la ciudadanía ya no se traga la hipocresía de políticos, que para defenderse hacen referencia al honesto concejal que no cobra por su trabajo. Ese a militante existe pero no es ,ciertamente, integrante de la casta. El miembro de “la casta” está claramente identificada.

Para encontrarlo basta con echar una mirada al entramado político –financiero que gobiernan por la vía interpósita de sus hombres de paja. Es una realidad que salta a la vista con figuras como Rato, Blesa, Moral Santin, Pujol, Bárcenas, Felipe González, etc, etc.

La “madre de cordero” esta precisamente en ese armazón de intereses que es el sostén último del régimen. Allí se encuentra su estado mayor, el sitio de todas las corrupciones , el territorio de las confabulaciones antidemocráticas.

Hasta el momento la cúpula de Izquierda Unida se ha mostrado incapaz de entender la profundidad del persistente protagonismo popular. Esta gran marejada democrática va firmemente unida a una justificada desconfianza con la clase política .

El propio Cayo Lara habla de “mochila con elementos negativos ”.Sin embargo en su organización, muchos de sus dirigentes máximos todavía no son conscientes de la derrota política que han sufrido. Cuando lleguen a comprenderlo será demasiado tarde. La derrota los colocará en crisis porque ya son la retaguardia de la lucha contra el sistema.

Son nuevos tiempos. Tiempos de insurgencia de nuevos sujetos políticos. Esta vez la historia se realizará con la poesía del porvenir . Porque ahora sí que la historia viene preñada de procesos constituyentes y revoluciones democráticas.

Notas

*** Los interesados en leer el libro El Partido Cartel, lo pueden encontrar en este enlace ; http://respaldo.fcs.edu.uy/enz/licenciaturas/cpolitica/cienciapolitica3/Katz_y_Mair_El_Partido_Cartel.pdf

*** Quisiéramos pensar que Cayo Lara , tiene un mal asesor que le pasa goles en los discursos. Quizás el episodio más bochornoso fue cuando se descubrió que una cita de El Capital de Marx, usada por Cayo Lara , había sido alterada . Nos produjo vergüenza ajena. Era absolutamente innecesario tergiversar a Marx para explicar la profunda crisis que vive el capitalismo.

 

 

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El poder constituyente

images«Estoy convencido de que el capitalismo está en mal estado porque el sistema político que había inventado —que es un sistema político que está bastante bien organizado— ya no se sostiene más: no se sostiene en el plano de la representación, no se sostiene en el gobierno y no se sostiene en el plano de la constitución misma».

Toni Negri. (Charla de sorprende actualidad ofrecida en Sucre, Bolivia, el 3 de agosto de 2007
.)

El tema que voy a desarrollar es el poder constituyente en relación con la definición de su concepto. Quisiera decir que mi experiencia respecto a temas teóricos siempre ha estado profundamente ligada a mi experiencia de lucha y, en general, mis escritos están siempre ligados a la reflexión, mía y de mis compañeros, en torno a las circunstancias de lucha en las que participamos y estábamos insertos.

Lo comento porque el tema del poder constituyente es un tema que también me ha tocado encarar en un libro de fines de los años ochenta, cuando ya estaba en Francia. En él trataba de iniciar y conducir las conclusiones sobre algunas críticas del concepto de insurrección y la temática de la transición como había sido presentada en las obras marxistas clásicas.

El poder constituyente comienza entonces a presentarse como una relación o una forma de expresión que se determinaba en una situación profundamente diversa respecto a la que el movimiento obrero, socialista y comunista había conocido. Entonces, en la base de esta nuestra discusión, alrededor de este tema había un revisionismo fuerte que pretendía mantenerse como revolucionario dentro del marxismo.

¿Qué significa para nosotros el poder constituyente?

El poder constituyente tenía un significado dentro de la temática clásica de la democracia y de la temática del socialismo: la insurgencia de un poder originario, autónomo, que rompía de manera drástica y definitiva con el sistema jurídico preexistente.

El poder constituyente era, entonces, la posibilidad de existir para una clase o para un grupo de fuerzas sociales definidas desde el punto de vista de clase de manera coherente dentro de una sociedad, y de poner la base de un nuevo pacto social, esencialmente como afirmación de hegemonía, es decir, en todas las formas que van desde la hegemonía democrática y pacífica hasta la dictadura del proletariado.

El poder constituyente, por tanto, se ponía como forma de fundación jurídica, de manera que toda la teoría jurídica no lo considera en la teoría de las fuentes jurídicas, de las vertientes jurídicas. Las vertientes jurídicas son en la teoría tradicional el Poder Legislativo y la interpretación jurisdiccional. El poder constituyente se pone como algo que hace nacer, es una forma externa al sistema jurídico, es una suerte de catástrofe que interviene abriendo y marcando posibilidades de una nueva Constitución, es decir, a un nuevo poder constituido.

Hay, evidentemente, interpretaciones amplias de este poder constituyente, en particular donde la Constitución ha sido asumida como un momento de máquina de transformación de los conjuntos sociales por un largo período.

Pensemos, por ejemplo, en la Constitución norteamericana, que ha tenido necesidad de innovaciones continuas. Se ha pensado en una especie de continuación del poder constituyente en la máquina constitucional como poderes latentes que de vez en cuando podían emerger y ser configurados de forma efectiva. En general, pode- mos decir que el poder constituyente se presenta como figura catastrófica, como figura de ruptura, como figura precedente de hegemonía que innova el panorama jurídico.

En la temática marxista, el problema del poder constituyente se liga al menos a dos dimensiones que configuran el campo. El primer problema, que es material, es el de la transición del capitalismo al socialismo, la transformación constitucional de las formas materiales de la convivencia social, es decir, de las formas de producción, de reproducción social, de las formas de distribución de la riqueza producida, de las formas de la política en las cuales esta articulación material viene organizada.

El segundo problema es la dimensión subjetiva, por así decirlo; es la dimensión que se refiere al sujeto, al autor de este proceso. El poder constituyente configurado de manera física es el partido insurreccional, el partido que establece, por tanto, esta continuidad de acción del poder constituyente en la formación del poder constituido, es decir, en la con- formación de una sociedad socialista, en la transición al socialismo.

La reinvención de un concepto para comprender las transformaciones subjetivas y materiales

La pregunta que nos hicimos cuando nos encontramos en una situación de derrota política después de los años setenta, una derrota que no se refería únicamente a nosotros en cuanto a sujetos de un cierto tipo o proyecto de lucha, sino a una situación general en la cual la estructura entera de clase se estaba modificando, en la cual justamente el pasaje de la producción fundamentalmente ligada a la fábrica obrera y el tipo de organización capitalista que ha sido llamada fordista o keynesiana en términos macroeconómicos se había venido abajo.

Por tanto, nos encontrábamos en una situación en la que la idea de poder constituyente tenía que comprender, otra vez, una dimensión subjetiva nueva que no podíamos imaginar, que concebíamos simple- mente en términos de crítica. Por otra parte, teníamos que asumir una dimensión objetiva, material, que prefiguraba nuevas identidades, nuevas consistencias sociales. Por ejemplo, asumir el concepto de dictadura del proletariado como se había asumido en la tradición comunista en la cual nosotros habíamos participado, nos parecía algo imposible, y como buenos marxistas, lo continuábamos pensando.

De igual forma, hoy pensamos en términos de la organización del trabajo y la producción. Precisamente sobre la base de esta nueva composición técnica del proletariado, es decir, de la fuerza de trabajo en toda su complejidad, teníamos que identificar la composición política del proletariado. Esto se traduce en cómo es que las formas en las que se produce la sociedad son interpretadas y organizadas desde el punto de vista político. El poder constituyente es el concepto que se pone en el centro de esta clave para su lectura y no era, evidentemente, algo fácil.

Un concepto que nos parecía esencial, sin embargo, era el hecho de considerar la una transición. Es decir que las reformas capitalistas que con el neoliberalismo iban configurando nuevamente la sociedad en el posfordismo, cuando comenzaba a configurarse el obrero social —un obrero que comenzaba a construir valor o valorización a través, fundamentalmente, de la cooperación social, de la inserción de elementos de inteligencia en el trabajo, de elementos del conocimiento, de recuperación de capacidades científicas de una autonomía subjetiva siempre más alta, y que se configuraba no solamente desde el punto de vista técnico— tenían que ser interpretadas también desde el punto de vista político en una demanda de expresión de singularidad y libertad que se volvía una característica de la fuerza de trabajo en cuanto tal.

La fuerza de trabajo era capaz de transformarse en el mismo momento en que se transformaban sus condiciones de trabajo, por lo que el problema de la transición estaba presente como dimensión del concepto de poder constituyente, complejizándolo aun más.

Entonces, era una situación en la cual el sujeto trabajador, la subjetividad que interpretaba la actividad social, había precedido a esta transformación de las estructuras políticas, dejando como resultado un excedente de fuerza de trabajo que se albergaba en el mundo informal. Su capacidad de resistir y exprimir al poder y la potencia productiva quedaba frente a la capacidad del sistema capitalista de asumirla.

Es cierto que nos encontrábamos en un momento de crisis de organización, de las organizaciones obreras y, en general, de las organizaciones populares. El capital había logrado destruir, junto con la fábrica, la capacidad sindical de negociar el contrato y el salario a nivel social —evidentemente dejaba algunos sindicatos que se volvían cada vez más cooperativos- Esto debilitaba la capacidad corporativa y cooperativa de articular tratativas colectivas del salario.

En realidad la organización social de los trabajadores que había en los años sesenta y setenta estaba en una profunda crisis. Por otra parte, dentro de esta crisis política y dentro de la nueva figura del trabajo, se asistía a los fenómenos de fragmentación de la clase obrera y de socialización de la producción de una inmensa población de estratos de clase media incorporados en servicios y a los que no se los reconocía bajo una dirección obrera, ni tampoco dentro del concepto general de clase obrera.

Pero dentro de esta fragmentación, había un excedente de valor, había el redescubrimiento de que el valor era directamente el producto del trabajo dentro de la sociedad. Había el descubrimiento de que la producción se volvía cada vez más un hecho relacional, lingüístico y cultural, con fuerte presencia de fenómenos informáticos y mediáticos en general, que se insertaban en esta nueva capacidad de producción.

Asimismo, que en la producción emergían elementos cada vez más cua- litativos, que la subjetividad se volvía cada vez más rica. Frente a esto, la jornada de trabajo clásica se destruía; las relaciones duales entre el patrón y el obrero ya no existían más y se determinaba una serie de autonomías difusas que no se podía mantener.

Cuando se habla de poder constituyente o de estos problemas en general, el tema fundamental es siempre el de atacar o destruir al adversario. Pero en esta situación de transformaciones, se verificaba la necesidad de luchar por una nueva organización del trabajo, por una nueva habilidad de reconocer una capacidad de hegemonía del trabajo.

En esta situación se determinaba otro fenómeno profundo: el hecho de que cuando se hablaba de poder no se hablaba de la misma cosa de que se hablaba anteriormente. Ya no se hablaba de la conquista del Palacio de Invierno como en Rusia, es decir, de la forma bolchevique de conquista del poder, sino de algo extremadamente importante, que era la definición de una serie de relaciones humanas en las cuales la libertad, la igualdad y lo común podían ser construidos democráticamente desde la subjetividad, desde la singularidad de un acto en movimiento.

La revolución —a través de esta reflexión sobre la subjetividad del trabajo, que era la base del poder constituyente— se volvía algo que nos mostraba un camino que no iba hacia donde va el poder organizado en policía, ejército, en guerra, en capacidad de producir, de administrar el dinero. Se dirigía, probablemente, a una situación en la que este excedente de subjetividad pudiera organizarse de manera libre y autónoma.

Evidentemente, se corre el riesgo de transitar de la ideología a la utopía cuando se habla de esto y en estos términos. Por tanto, nuestro intento es el de —una vez declaradas estas intenciones— buscar hacer- las más reales, es decir, reconducirlas un poco hacia la realidad. Y ¿cómo se lo hace en este caso?

Antes que todo, se fijan las condiciones en las que están los capitalistas; es necesario determinar si el capitalismo se encuentra en buenas o malas condiciones. Yo estoy convencido de que el capitalismo está en mal estado porque el sistema político que había inventado —que es un sistema político que está bastante bien organizado— ya no se sostiene más: no se sostiene en el plano de la representación, no se sostiene en el gobierno y no se sostiene en el plano de la constitución misma.

Crisis del sistema político capitalista

En el plano de la representación, queda claro que así como ésta ha sido inventada por el sistema burgués capitalista, es un concepto y una práctica que está en crisis. El pasaje de la delegación popular a la representación nacional del bien común, la determinación del mandato representativo, hace saltar la relación con el sujeto social porque, en tanto colectividad, tiende a llevarlos e identificarlos como representantes de la totalidad.

Por eso la representatividad es un proceso que ya no se sostiene. No se sostiene porque nuevas formas sociales, nuevas identidades, nue- vas realidades en movimiento continuo no aceptan abstracciones de su voluntad popular. Esto es algo que también viene mediado a través de las formas de dictadura mediática; no se puede llamar de otra manera el poder capitalista sobre los medios, pero esto también es denunciado como un elemento que es parte de la representación burguesa.

Desde el punto de vista del gobierno, la crisis es una crisis que se vuelve más amplia, como ya todos lo saben. Dentro de la transforma- ción de la fuerza de trabajo que hemos considerado, se ha transforma- do también la organización de la sociedad, la capacidad capitalista de producir mercaderías ha llegado a expandirse al conjunto de la socie- dad —de manera cada vez más amplia— que está subsumida al capital, como se diría en términos técnicos.

Dentro de esta subsunción al capital, las subjetividades combatientes y resistentes ya no pueden ser asumidas dentro de aquellos mecanismos de gobierno que se vuelven cada vez más lineales y burocráticos, y esto vale también para todas las formas productivas.

De hecho, la teoría jurídica burguesa reconoce este déficit de la capacidad de gobierno e introduce justamente el concepto y la práctica de la governance o de la gobernabilidad como una solución de los problemas para el ámbito administrativo, esencialmente como solución de casos concretos frente a una disgregación general y a la abstracción del derecho, que era uno de los puntos absolutamente centrales y fundamentales de la sociedad burguesa.

Por otro lado, los sistemas constitucionales se vuelven cada vez más incapaces de responder a una coherencia autónoma ligada a un terreno nacional-estatal, ya sea en el terreno comercial o en la política internacional. En el terreno de la contratación o del reconocimiento de los derechos civiles, nos encontramos en situaciones de mayor contradicción entre órdenes jurídicos nacionales que nacen e inmediatamente se oponen a una normativa comercial internacional.

Lo que ocurre en el terreno jurídico internacional es clásico: por un lado está la normatividad que se emite para las grandes empresas transnacionales y su capacidad de establecer su derecho; por el otro están las normatividades nacionales y comerciales específicas. Ambas se encuentran en contradicción permanente.

Muchos hablan de constitucionalismo sin Estado, de una fragmentación del derecho como aquellas sociedades más catastróficas, como aquellas sociedades medievales. Este fenómeno, de extrema relevancia, muestra justamente cómo el Estado burgués es incapaz de sostener la estructura general de la producción y, evidentemente, de los conflictos que esos diversos niveles se proponen y, eventualmente, de la lucha de clases.

Por otro lado, si regresamos a lo que mencionábamos anterior- mente respecto a la nueva constitución étnica y social de la fuerza de trabajo, nos encontramos en una situación que se vuelve cada vez más interesante respecto al concepto de capital, que es un concepto que se basaba —según la teoría marxista y, en este sentido, también según la teoría clásica— en la interiorización de la lógica del capital en la clase obrera o, mejor dicho, en la interiorización de la lógica del capital en la fuerza de trabajo.

Era el capital en cuanto capital constante, que subordinaba en forma de máquinas, materia prima y saber o conocimiento al capital variable, es decir, a la fuerza de trabajo.

Si imaginamos una fuerza de trabajo que se vuelve cada vez más independiente desde el punto de vista cognitivo, siempre más capaz de producir con la misma cabeza y dentro de una dimensión de libertad, saber, relaciones, lenguaje, producción, es decir, de interpretar la forma actual viviente de la producción misma, nos damos cuenta de que el capital fijo escapa del capital, la función progresista del capital ya no existe más. El capital se vuelve, en este punto, un instrumento puro de represión y, cuando la represión se vuelve generalizada, de guerra.

La estructura capitalista cobra un sentido dual: el comando se separa del saber y la fuerza de trabajo se aleja del capital constante.

No es una fantasía, es la misma sensación que nosotros tenemos cuando hablamos del poder y decimos que ya no queremos ese poder y que queremos otro. Un poder que no repita la cara de los dictadores más o menos democráticos sobre esta sociedad, algo que no repita el orden del consumo y de la vida que nos han impuesto.

El poder constituyente en la situación política mundial y regional

Regresemos a nuestro tema fundamental: ¿qué es el poder constituyente en esta situación? Evidentemente, es algo que debe comenzar a expresar lo que somos, es algo que se tiene que producir en conjunto a través de las varias identidades que hemos expresado, que pueden ser: la del trabajo, la de hombres o mujeres en el trabajo, la de campesinos en el trabajo, la de mujeres en cuanto mujeres, la de los indígenas en cuanto indígenas.

Lejos de estos paralelismos de lucha, una nueva Constitución no tiene otra cosa que hacer sino reconocer estas identidades como singularidades dentro de lo común, pero estando conscientes de que cada insisten- cia sobre una identidad que niegue lo común se vuelve necesariamente reaccionaria. Sabiendo que en cada forma de identidad al margen de lo común que se pueda construir en lo nuevo, en esa insistencia, se vuelve a un renacimiento de lo viejo, de lo antiguo que se niega a sí mismo, por- que una identidad nueva se transforma permanentemente.

Un poder constituyente, entonces, tiene que ligarse a las nuevas dimensiones de la producción y, por tanto, insistir en el hecho de que la riqueza viene de lo común. La acumulación capitalista hoy ya no es más la organización del trabajo, no es explotación dentro la organización del trabajo.

Hoy la explotación capitalista no es otra cosa que simplemente expropiación de la cooperación social; eso es hoy el plusvalor, una situación que ya tiene delante de sí a un enemigo. En una nueva Constitución, un poder constituyente —que somos nosotros— tiene que exprimir a ese enemigo que tenemos enfrente.

El poder capitalista es débil. La derrota americana o, mejor dicho, la relativa defensa del poder americano en la intención de tomar el poder basado en la globalización, salta a la vista de todos. La intervención militar que han realizado es un gran error que tiene consecuencias sobre el terreno económico y también sobre el terreno financiero, e incluso abarca el ámbito cultural. Es decir, las grandes dimensiones del poder imperial se expresan en que ni Washington en lo militar, ni Nueva York en lo financiero, ni Hollywood en lo cultural brillan más con esa luz formidable que nos han querido mostrar.

A partir de esta situación, se han abierto posibilidades muy importantes, posibilidades que ciertamente abren nuevos peligros. Por ejemplo, es claro que avanzamos a una situación de gestión que ya no será monárquica ni aristocrática como aquella que se había previsto en el imperio.

Serán fundamentalmente las instancias continentales las que se volverán centrales en la gestión del quehacer mundial. Europa, la China, la India y también Rusia están reapareciendo con mucha importancia a nivel global y, sobre todo, tenemos aquí la gran novedad, la más formidablemente nueva que es América Latina.

América Latina —que por primera vez se encuentra actuando en un espacio de interdependencia respecto a los otros bloques continentales que tenían una dependencia colonial o para-colonial en el ámbito mundial— es importante sobre todo porque los grandes experimentos constitucionales que vienen acaeciendo resultan ejemplares para muchos.

Y esto, por una razón muy simple: porque los que conocemos Europa, la China, la India sabemos que son países en los cuales la consolidación de la derecha capitalista es todavía muy fuerte. ¿Existirá en América Latina, sobre la base de esta formidable primavera de casi 20 años de conquista de la democracia, de reinvención del poder constituyente, la posibilidad de señalar alternativas para el mundo?

 

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¿Por qué quiere demoler el PP a Izquierda Unida? ¡Es la restauración, estúpidos, la restauración!

descarga (1)«El poder constituyente que nosotros defendemos busca construir un sujeto político capaz de definir las condiciones que hagan posible una sociedad de hombres y mujeres libres e iguales. A esto siempre se le ha llamado Constitución republicana y Estado de derecho».

Manolo Monereo

Me asombra que estas cosas sigan asombrando. Veo a tantos compañeros sorprendidos e indignados ante los ataques injustos y cobardes del PP contra IU que me llevan a la conclusión de que muchas veces no sabemos, mejor dicho, no somos plenamente conscientes de las cosas que decimos y hacemos.

Que el PP aproveche su la mayoría conservadora en la Cámara de Cuentas para expedientar a IU no debería asombrarnos, tampoco que medios tan “independientes y objetivos” como El País, nos dediquen, después de tantos meses o años, una pagina impar completa comentando la excepcionalidad del tema. Somos visibles para lo peor. Luchar por la ruptura y por los de “abajo” tiene estos costes.

Que el especialista consumado en financiación ilegal y en corrupción política, el PP, expediente a IU por supuestas irregularidades formales en sus cuentas tiene que ver, como no, con nuestra sistemática denuncia de la corrupción, con nuestra personación en el “asunto Barcenas”, con la querella contra los gestores de Bankia y, mucho más cercanamente, por nuestra petición de dimisión por nepotismo del mismísimo presidente de la mencionada Cámara de Cuentas. La respuesta no se ha hecho esperar: expediente y ventilador. Idea: todos somos igual de corruptos.

Hay que ir, aquí también, más allá de lo inmediato y de lo aparente. El PP, los poderes reales económicos y mediáticos, van contra IU, porque esta no aceptó ni acepta un nuevo pacto, una nueva “transacción”, para impulsar una enésima restauración monárquica, que tenía en su trasfondo el borrón y cuenta nueva con los múltiples casos de corrupción. Al negarse IU, el PSOE, tuvo que pensárselo y actuar con mayor comedimiento como se ha visto en la “dimisión en diferido” de Rubalcaba.

El gobierno sabe —los “cloacas” del “doble Estado” están funcionando a tope— que desde casi siempre IU, sus activistas y militantes, están presentes, son actores destacados (no los únicos, nunca lo olvidamos) en las luchas sociales y en las movilizaciones ciudadanas.

La prioridad ha sido y es el conflicto, para desde él ir trenzado una estrategia unitaria de amplio espectro, muchas veces dando un paso atrás hasta hacernos, si no invisibles, sí opacos. El poder lo sabe y no se deja engañar por las apariencias, más bien tiende a usarlas, contra el movimiento de masas unitarias y mayoritarias que IU intenta impulsar.

IU ha ido, esta yendo, más allá de sí misma. En las elecciones europeas, mejor dicho, de la Unión Europea, ya fuimos en una amplia coalición, pero nos faltó audacia y así ha sido reconocido.

Ahora se trata de dejarse enseñar por la vida y no perder el norte. Este está claro y los ataques de los enemigos nos dicen que estamos golpeando donde más les duele.

Simplemente, tenemos que dejar de ser ingenuos: luchar por la apertura de un proceso constituyente, defender los derechos sociales y laborales, oponerse a la Europa alemana, defender la soberanía popular es luchar contra el poder, el poder de verdad y eso obliga, insisto, obliga a construir un poder “otro”, un (contra-) poder. Todo lo demás es mala literatura y pésimo concepto. No es tiempo de pusilánimes.

Situar a Alberto Garzón al frente de la política unitaria y de la propuesta constituyente es una señal de que aprendemos, de que tenemos ojos y oídos y de que rectificamos, señal inequívoca de una fuerza con futuro. Ante la presencia de Podemos no nos replegamos y no nos equivocamos de enemigo. No hay movimientos sin cuadros y sin organización; necesitamos mucho, muchísimo, de ambas cosas, situando siempre la política en el puesto de mando.

No debemos engañarnos con el cuento de la lechera de los “medios de manipulación social”. La partida es y va a ser muy dura. El nuevo monarca es muy débil y el proceso de transición a un nuevo régimen no ha hecho otra cosa que comenzar.

El peligro es el transformismo. ¿Cómo definirlo aquí y ahora? Se trata de usar el impulso, la demanda de cambio para modificar el sistema político en un sentido contrario a las aspiraciones populares.

Desde el 15M el centro ha sido “democratizar la democracia”, asegurar el autogobierno del pueblo por el pueblo. Pablo Iglesias ha sabido definir eso en el imaginario social: ellos (la casta) y nosotros (el pueblo). Esto es justo: la crisis de régimen es siempre una crisis de representación y la llegada de una nueva clase política. Transformismo, en este contexto, significa cambiar todo y de forma radical hacia peor partiendo de lo mejor. Expliquémonos.

Poner el acento en los procedimientos y no en los contenidos de la democracia conlleva riesgos ineludibles. ¿Cuál es el problema de esta clase política? Que se ha convertido en casta. ¿Por qué? Porque ha perdido cualquier autonomía del poder económico, que son los que mandan y los que corrompen.

La casta es el efecto y no la causa. Por eso el enemigo es algo más que la casta, es el complejo económico-mediático- político que dirige el país, el nuestro y al otro, el que dirige el inefable Cebrián de las cavernas, y que desde siempre nuestro padre Joaquín Costa llamó oligarquía a unos y a otros caciques especializados en conseguir votos.

La propuesta de Rajoy de cambiar la elección de los alcaldes es claramente oportunista, pero tiene mucho que ver con la tentativa transformista. So pretexto de acercar la política a los ciudadanos se defienden circunscripciones electorales uninominales y sistemas mayoritarios, para democratizar el sistema y acabar con los privilegios de los políticos se pone fin a la financiación publica de los partidos y para evitar la corrupción se privatiza lo público y las instituciones económicas pasan a manos de supuestos expertos neutrales y profesionales.

Más allá, para democratizar los partidos, se potencian las organizaciones locales y se liquidan de paso las arcaicas organizaciones ideológicas, sustituidas por políticos funcionales, ligados a los poderes realmente existentes, es decir, las empresas y los grupos mediáticos.

Al final, emerge la (norte-) americanización de la vida pública y el control férreo del poder político por los grupos económicamente dominantes. La supuesta regeneración democrática da paso a la revolución neoliberal. Renzi esta ahí al lado, como quien dice.

Lo que se quiere indicar es que todo proceso de cambio real lleva en su seno, contradictoriamente, peligros restauradores que las fuerzas políticas deben reconocer y evitar. Cuando hablamos de revolución democrática, nos referimos a un proceso de democratización sustancial del poder político, económico, social y cultural.

El poder constituyente que nosotros defendemos busca construir un sujeto político capaz de definir las condiciones que hagan posible una sociedad de hombres y mujeres libres e iguales. A esto siempre se le ha llamado Constitución republicana y Estado de derecho.

Recientemente, con su lucidez habitual, Santiago Alba Rico definía el asunto con mucha precisión: “¿Qué quiere decir Estado de derecho? Quiere decir que toda asamblea ha tenido que decidir previamente, en un proceso constituyente, los límites, éticos y políticos, de cada decisión colectiva. La democracia no es solo decidir en elecciones; es haber decidido ya los principios de nuestras decisiones. Eso se llama Constitución”.

Desde este punto de vista la Constitución a la que aspiramos sería la “hoja de ruta” de la transformación de nuestra sociedad, para realizar aquello de que “Corresponde a los poderes públicos promover las condiciones para que la libertad y la igualdad del individuo y de los grupos en que se integra sean reales y efectivas: remover los obstáculos que impidan o dificulten su plenitud y facilitar la participación de todos los ciudadanos en la vida política, económica, cultural y social.”

Seguramente a algunos le sonará: es el artículo 9,2 de nuestra Constitución, que recoge, suavizada, el artículo 3, párrafo segundo, de la Constitución italiana, la célebre cláusula de Lelio Basso. La realidad constitucional ha cambiado tanto que esto nos parece de otro mundo y sin embargo fue un elemento clave del constitucionalismo social fruto de la derrota del fascismo y del ascenso del movimiento obrero y de la izquierda.

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¿Que es el comunismo jurídico?

descarga«Estamos hablando de un comunismo jurídico como crítica total de la forma-Estado y la forma jurídica, que no se agota en su carga negativa sino que irrumpe con una carga propositiva: la revolución ha de ser una permanente construcción y reconstrucción de la sociedad…»

Carlos Rivera Lugo, Catedrático de Filosofía del Derecho en  Mayagüez, Puerto Rico 

La idea del comunismo, ya no como un Estado omnicomprensivo ni tan siquiera como una ideología a la que debe subordinarse la realidad, sino como el “movimiento real”, al decir del propio Marx, que refuta y supera el estado de cosas actual, ha resurgido en este nuevo siglo de sus aparentes cenizas. No es para menos.

En una reciente encuesta global realizada en 2009 por la BBC, un 89 por ciento entiende que el sistema capitalista y su libre mercado no están funcionando para el bien de la sociedad toda. [1] La lectura de las obras marxistas, particularmente la cimera El capital, aparecen nuevamente entre las favoritas, según los libreros. Los filósofos políticos más prominentes del planeta proclaman el comunismo como la única idea política merecedora de la reflexión filosófica en estos tiempos. [2]

El filósofo francés Alain Badiou insiste en que no ve más ni mejor alternativa en este momento histórico que la “hipótesis comunista”.

Por la “hipótesis comunista” Badiou se refiere a la idea de que hay otra manera potencial de organizar nuestro modo colectivo de vida, centrado en lo común, el bien común, sin las grandes desigualdades que subsisten en la actualidad en la distribución de las riquezas, así como en la organización y las condiciones del trabajo.

Según la “hipótesis comunista”, alcanzar la sociedad basada en el valor de lo común y la asociación libre y mutuamente beneficiosa de todos los que participan de la producción social es algo realizable.

Puntualiza: “Si tenemos que abandonar esta hipótesis, entonces ya no vale la pena hacer nada en el campo de la acción colectiva. Sin el horizonte del comunismo, sin esta idea, no hay nada histórica o políticamente que pueda ser de interés a un filósofo…Lo que se nos impone como tarea, hasta como una obligación filosófica, es de asistir al despliegue de este nuevo modo de existencia de la hipótesis”. [3]

Por su parte, manifiesta Daniel Bensaïd: “El comunismo no es una idea pura, ni un modelo doctrinario de sociedad. No es el nombre de un régimen estatal, ni el de un nuevo modo de producción. Es el de un movimiento que, de forma permanente, supera/suprime el orden establecido. Pero es también el objetivo que, surgido de este movimiento, le orienta y permite, contra políticas sin principios, acciones sin continuidad, improvisaciones de a diario, determinar lo que acerca al objetivo y lo que aleja de él. A este título, no es un conocimiento científico del objetivo y del camino, sino una hipótesis estratégica reguladora. Nombra, indisociablemente, el sueño irreductible de un mundo diferente, de justicia, de igualdad y de solidaridad; el movimiento permanente que apunta a derrocar el orden existente en la época del capitalismo; y la hipótesis que orienta este movimiento hacia un cambio radical de las relaciones de propiedad y de poder, a distancia de los acomodamientos con un menor mal que sería el camino más corto hacia lo peor”. [4]

Para ese genial pensador marxista boliviano, Álvaro García Linera: “El horizonte general de la época es comunista. Y ese comunismo se tendrá que construir a partir de capacidades autoorganizativas de la sociedad, de procesos de generación y distribución de riqueza comunitaria, de autogestión”. [5] 

Asimismo, Gianni Vattimo señala que “el comunismo ante todo como una salida del sistema capitalista que no produce riqueza y emancipación, es ya evidente”. [6]

El conocido pensador crítico esloveno Slavoj Zizek dice que la idea comunista es la única que merece ser pensada en estos tiempos en que la crisis financiera de 2008 ha matado el utopismo neoliberal.

El futuro será comunista o no será, sentencia. Según éste la necesidad histórica del comunismo se basa en “la buena vieja noción de Marx del comunismo entendido no como un ideal, sino como un movimiento que reacciona a los antagonismos sociales reales, sigue siendo hoy completamente adecuada”.

Para Zizek, estos antagonismos hacen del comunismo una urgencia práctica, particularmente en el contexto actual de la expropiación violenta que se vive de esa sustancia compartida de nuestro ser social conocida como lo común. [7] Advierte, sin embargo, contra toda nostalgia acerca de lo que pudo haber sido y no fue. De lo que se trata es de reinventar, radicalizar y realizar la idea del comunismo a partir de las circunstancias históricas actuales.

Según Jean-Luc Nancy, el comunismo es “una presencia, como sentimiento, como sentido…la cual emerge en tiempos de profundas transformaciones sociales y/o problemas o hasta destrucción del orden social”. Comunismo es ser-con el otro (Mitsein), y por ello tiene algo más que un sentido político. Es más, precede lo político como “la condición común de todas las singularidades de sujetos”.

El comunismo, afirma Nancy, es aquello que “le provee a la política un requisito absoluto: el requisito de abrir el espacio común a lo común en sí –es decir, ni a lo privado ni a lo colectivo, ni a lo separado ni a la totalidad”. Advirtiendo contra el peligro del reduccionismo ideológico, el filósofo francés prefiere ese sentido existencial, ontológico, del comunismo como lo común, es decir, el compromiso con lo común como “preposición o presupuesto universal de cualquier existencia”. [8]

Para Antonio Negri, nos hallamos hoy en “una fase de vasta reconstrucción ecuménica de los fundamentos del comunismo”. “Se trata de una fase en la que lo que se está recuperando no es meramente el elemento revolucionario del comunismo –es decir, todo lo que vincula inmediatamente al comunismo con la lucha, a antagonismos específicos, etc.- sino que también un enorme contexto cultural que incluye extremadamente diversos elementos”. [9] Según éste, “el comunismo es fundación y reconocimiento de vida comunitaria y de liberación de la singularidad”. [10]

En una ocasión, con motivo de una conferencia que dictaba en la sede de la Unión Nacional de Juristas de Cuba en La Habana [11] , le confesaba al conocido jurista cubano Julio Fernández Bulté que si había una experiencia de lo jurídico que concitó la atención y simpatía de muchos hacia la Revolución, por su autenticidad portadora de un nuevo referente históricamente esperanzador, fue precisamente la generada durante el periodo previo a la llamada institucionalización y constitucionalización que culmina en el 1976.

Ella hacía honor a lo sentenciado por el filósofo marxista alemán Ernst Bloch en su obra cumbre El principio esperanza“En sentido primario, el hombre que aspira a algo vive hacia el futuro; el pasado sólo viene después; y el auténtico presente casi todavía no existe en absoluto. El futuro contiene lo temido o lo esperado; según la intención humana, es decir, sin frustración, sólo contiene lo que es esperanza”. [12]

Fernández Bulté y yo coincidimos en nuestra apreciación de que el derrumbe del llamado socialismo real era sobre todo una oportunidad histórica para que el Estado y el Derecho de la Cuba revolucionaria retomaran sus raíces autóctonas, sobre todo ese imperativo ético a favor de la construcción de una nueva sociedad y un nuevo hombre y mujer que supere los asfixiantes e inescapables lastres del orden civilizatorio capitalista.

Sobre esa oportunidad para un relanzamiento renovado del ideal comunista, siguió creyendo hasta el final de sus días, como lo atestigua esta afirmación hecha en uno de sus últimos escritos: “Esa es la enorme alternativa y responsabilidad de los hombres en el nuevo siglo. Y es preciso asumirla a plenitud o, de lo contrario, renunciar a la condición humana. Se presenta de manera inevitable, como una alternativa ética, y requiere una nueva expresión económica y su instrumentación en una nueva axiología y una revalorización raigal del destino del hombre que evidentemente se encuentra en el que llamamos el socialismo del siglo XXI”. [13]

Claro está, otros juristas, desde sus perspectivas formalistas, legicéntricas y estadocéntricas del Derecho, descalificaron ese periodo de la Revolución cubana como el menos jurídico.

Y tal vez tengan algo de razón: fue el menos centrado en torno a la forma jurídica prevaleciente, aún en los países socialistas de ese entonces sobre todo a partir la reconceptualización del fenómeno de lo jurídico más allá de lo que fue la teoría positivista que imperó bajo el llamado socialismo real europeo.

Pero, de paso se olvidan de que históricamente el Derecho le ha pertenecido más a la sociedad que al Estado y no me refiero a la sociedad como abstracción conceptual unitaria sino como realidad compleja integrada por una pluralidad de articulaciones desde las cuales, más allá del Estado, se producen normas y, por ende, Derecho. [14]

En ese momento, al igual que había ocurrido en los inicios de la Revolución bolchevique en Rusia entre 1917 y 1921, la Revolución cubana la emprendió naturalmente contra la ley del valor y su expresión mercantil y monetaria, así como sus principales instituciones reproductoras, desde el gobierno, los tribunales, las prácticas de los juristas y la formación profesional de éstos.

El Derecho se transfiguraba y sus nuevas leyes, como bien decía el Che Guevara, eran “leyes de características especiales” que reordenaban normativamente la sociedad desde una conciencia renovada de sus verdaderos fines comunes y los vertiginosos cambios emprendidos. [15] 

Lo normativo había sido reapropiado por la sociedad nueva que se iba constituyendo, convirtiéndose en sede material de la nueva ordenación normativa de un Derecho vivo, el cual fue avanzando por medio de una proliferante producción fáctica de lo normativo que puso en jaque el fundamento epistémico del Derecho burgués.

Es lo que el sociólogo jurídico bolchevique Pëtr Ivanovic Stucka llamó la “conciencia jurídica revolucionaria del pueblo” que, como expresión del poder social organizado y constitutivo del pueblo, preside sobre el proceso de reapropiación del Derecho para rehacerlo conforme a sus intereses de clase y las transformaciones revolucionarias que se viven. [16]

La Revolución cubana de 1959 no sólo nos devolvió la esperanza de que otro mundo mejor sea posible, sino que además nos potenció la voluntad para soñarlo y, sobre todo, para realizarlo en la práctica.

Nos puso a soñar nuevamente más allá de lo dado y a desear transformarlo todo de raíz. Nos obligó a reconfigurar la conciencia a partir de una ética nueva de vida fundamentada en el valor del bien, de lo justo y de lo común, más allá de la tiránica e inmoral valorización materialista y utilitaria del capitalismo.

La libertad no se conformaba con esos parámetros individualistas estreñidos bajo su versión liberal, sino que afloró como libertad común.

En ese sentido, el Derecho revolucionario estaba más preocupado con la constitución efectiva de un nuevo modo de vida que garantizase efectivamente la justicia para todos y no en la continuada reificación de la forma jurídica por encima del fin ético. Y para ello, la Revolución la emprendió, como era de esperarse, contra el fetichismo de lo jurídico, tras el cual se ocultaban las relaciones sociales y de poder específicas a las que se aspiraban superar.

Se proponía transformar la realidad en su fondo –es decir, esa estructura inhumana e injusta de relaciones sociales y de poder- y apuntalarse de ahí en adelante en ese radical hecho vivo como fuente de su poder constituyente de unos nuevos contenidos y formas normativas. Como muy bien ha señalado Oscar Correas, en la superación histórica de ese fetichismo de lo jurídico radica el mayor reto de la crítica jurídica. [17]

El constitucionalismo material de la Revolución, es decir, el nuevo bloque hegemónico de fuerzas sociales que se erigió en nueva y potente fuerza normativa, fue superior a todas las constituciones formales bajo las cuales Cuba había vivido previamente.

Su nueva democracia no se dejó reducir a las meras formas tradicionales de gobernabilidad, sino que emprendió la reconstrucción o refundación del modo de vida en común que posibilita su verdadero sentido como gobierno de todos, para todos y por todos.

Lo común fue su sustrato ontológico. Se destrababa así de una vez y para siempre ese movimiento real que niega y supera el estado de cosas actual: el comunismo.

Y ahí está la genialidad histórica de la Revolución cubana: haber descubierto que en la constitución de lo común está la única real continuidad histórica.

La genialidad de Marx fue identificar el nudo problemático que explica la persistencia, a través de la historia, de la lucha de clases: la ausencia de lo común. En la sociedad de clases, desde la antigüedad hasta nuestros días, en los contextos metropolitanos o coloniales, lo común se redujo a una sombra de su verdadero ser.

Esta expropiación de facto de lo común se quiso ocultar detrás de algunas representaciones o figuraciones espectrales de lo común. De ahí su crisis permanente. El movimiento real que niega y supera ese estado de cosas está apuntalado en esa búsqueda por reapropiarse, normativamente hablando, de ese umbral históricamente perdido de asociación humana centrado en lo común. [18]

Sin embargo, Cuba padeció el asedio y cerco del enemigo imperial, al igual que en su momento lo sufrió la Revolución bolchevique, lo que en gran medida les obligó a instaurar un orden económico-jurídico de guerra, lo que no deja de incidir significativamente en los debates en torno al carácter del Derecho en la etapa de transición.

En el caso ruso, el jurista revolucionario Eugen Pashukanis intentó advertir contra una comprensión instrumental de lo jurídico como forma estrictamente ideológica, para puntualizar en su naturaleza como representación fetichizada de una relación social específica determinada en última instancia por la forma-valor que permea todas las relaciones sociales de producción e intercambio de mercancías en la sociedad capitalista.

Mientras no se superase esa forma-valor y la fuente material del mercado que le anima, aún bajo el periodo de transición socialista, el Derecho no conseguirá superar en la práctica ese horizonte limitado del Derecho burgués como Derecho de la desigualdad.

Era por ello que insistía en que el comunismo, ese modo de vida centrado en lo común como fuente material y fin normativo, sólo fructificará a partir de la superación progresiva de esa forma-valor que sólo llevaba a la reproducción continuada de una subjetividad privatizada y alienada, subsumida bajo los fines y las lógicas torcidas del capital.

Es lo que Marx presagió como la subsunción o colonización de la vida toda bajo los dictados del capital. Lo jurídico queda absorbido en lo económico, lo que nos obliga a confrontar la realidad imperiosa de un orden normativo de índole económico-jurídico fundado en las relaciones sociales y de poder prevalecientes.

Bajo éste, el capital funciona como forma de control que, mediante una serie de dispositivos de poder, prescribe normas y leyes para que sirvan de marco estructurante de la vida social, impregnado de un conjunto de jerarquizaciones y exclusiones que se nos presentan como naturales o necesarias.

Al respecto señalan Antonio Negri y Michael Hardt:

“El capital también funciona como una forma impersonal de dominación que impone sus propias leyes, leyes económicas que estructuran la vida social y hacen que las jerarquizaciones y las subordinaciones parezcan naturales y necesarias.

Los elementos básicos de la sociedad capitalista –el poder de la propiedad concentrado en manos de los pocos, la necesidad que tiene la mayoría de vender su fuerza de trabajo para subsistir, la exclusión de grandes sectores de la población global incluso de estos circuitos de explotación- funcionan como un a priori. Hasta se nos hace difícil reconocer esto como violencia porque está tan normalizado y su fuerza es aplicada tan impersonalmente. El control y la explotación capitalistas dependen primariamente no en un poder soberano externo sino en unas leyes invisibles e internalizadas”. [19]

De ahí que insisten, al igual que Pashukanis, en que el espíritu de las leyes es el mismo que el espíritu de la propiedad. Si quedaba alguna duda al respecto, la experiencia vivida durante los últimos treinta años bajo el neoliberalismo y la globalización de su hechura, nos ha confirmado más allá de toda duda que en la era de la subsunción real de la vida toda bajo los dictados del capital, el Derecho se ha compenetrado como nunca antes con el hecho económico, lo que impide que lo sigamos comprendiendo como un fenómeno estrictamente superestructural.

El Derecho se ha hecho infraestructural en su maridaje efectivo con la economía. En ese sentido, aún el contexto de lo político pasa a estar completamente permeado, por no decir determinado, por ese orden de lo económico-jurídico. Y dentro de ese orden económico-jurídico, la ley del valor constituye la ley primera. [20]

En ello tendía a coincidir el Che Guevara cuando en el 1964 señalaba: “considero una cuestión de principio fundamental, es decir, el socialismo es para satisfacer las necesidades y necesidades siempre crecientes de la gente, si no, no vale la pena ser socialista. Esas necesidades son de tipo espiritual, son materiales, pero de otro grado, digamos, de la materia…Las leyes económicas en general, considero que deben morir en el comunismo, y deben tender a morir en estos periodos de transición”. [21] 

Por tal razón, el Che insistía que seguir operando bajo los dictados de la ley del valor “era volver hacia atrás”, era “negar el socialismo”. [22] La aplicación de la ley del valor bajo el periodo de transición socialista, es decir, el uso de las lógicas del capital para pretender superar sus fines, sólo conduce a un callejón sin salida: a la construcción en los hechos de un capitalismo monopolista de Estado, permanentemente en peligro de su socavamiento por la privatización de las conciencias de sus productores.

Contrario a lo que se pretendía hacer ver con la ley del valor, el Che subrayaba que no existen leyes que sean independientes de la voluntad política y la conciencia ética de los seres humanos. El comunismo, aún como movimiento real de la sociedad, es un fenómeno que requiere de voluntad y conciencia. La voluntad y la conciencia son las verdaderas palancas del desarrollo.

Decía: “El comunismo es un fenómeno de conciencia, no se llega a él mediante un salto en el vacío, un cambio en la calidad productiva, o el choque simple entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción. El comunismo es un fenómeno de conciencia y hay que desarrollar esa conciencia en el hombre, de donde la educación individual y colectiva para el comunismo es una parte consustancial a él”. [23] Y consciente como estaba que el verdadero espíritu de la ley anidaba en los fines éticos que promovía, no estaba ajeno a la función educativa de ésta en la formación de la nueva conciencia.

Si traigo a colación esta discusión en torno a las limitaciones éticas del cálculo económico burgués y su ley del valor, es con el propósito de llamar la atención sobre la pertinencia que en el fondo tienen dichas ideas para la marcha actual de ese orden económico-jurídico del mundo contemporáneo.

Por ejemplo, a raíz de la crisis que se desató al interior del capitalismo en el 2008, economistas prominentes como Joseph Stiglitz y Amartya Sen han hecho serias críticas a las formas actuales del cálculo económico capitalista para reflejar bienestar común más allá de la mera producción cuantitativa de riqueza.

Según éstos, el cálculo económico tiene que incorporar múltiples factores sobre “calidad de vida” y “bienestar general” que no surgen a partir de los criterios de valoración estrictamente monetarios y cuantitativos que actualmente rigen sobre el mercado capitalista. [24] 

De lo que se trata es del imperativo ético que debe servir de finalidad a la economía como productora de bienestar societal más allá de la mera producción de bienes y servicios, finalidad ésta que no puede ser atendida efectivamente por la forma presente del cálculo económico. [25]

Los cambios más recientes vividos en Nuestra América -en particular, a partir de los procesos de refundación emprendidos en Venezuela, Bolivia y Ecuador, entre otros- han vuelto a poner sobre el tapete la pertinencia de reemprender esa resignificación de la forma jurídica a la que nos invitó Marx, Pashukanis y el Che, sobre todo a partir de la crítica a la forma-valor y el imperativo de refundar lo normativo a partir de la forma-comunidad, es decir, la comunidad como fuente material alternativa al mercado.

Por ejemplo, Álvaro García Linera ha advertido que “la economía es una especie de ‘continuación de la política por otros medios’, parafraseando el dicho de Clausewitz, pero a la vez, la política es economía concentrada, decía Lenin”.

En la política continuamente se están tomando decisiones económicas y, en función de ello, es “importante ordenar la casa políticamente”. En el contexto boliviano, García Linera ha trabajado magistralmente el reenfoque de lo económico-jurídico, aclarándonos como Marx fue capaz de detectar las particularidades que, a pesar de sus contradicciones, asumen esas relaciones comunitarias extendidas en la América nuestra y su fuerza potencial revolucionaria. Dice García Linera:

“Consciente de esto, Marx no se puso a glorificar la comunidad en su estado actual, ni mucho menos se puso a inventar medidas caritativas para pedir al estado burgués que ‘resguarde’ la comunidad. Vio, en cambio, que la comunidad ancestral sólo podía desarrollarse y hacer prevalecer sus rasgos colectivistas en tanto fuera capaz de promover levantamientos generales en contra del régimen capitalista, esto es, en tanto las masas comunitarias llevaran a cabo una guerra revolucionaria como parte fundante de la Revolución Socialista de trabajadores de la ciudad y el campo que pusiera fin tanto a las fuerzas individualistas al interior de la comunidad, como al régimen capitalista que la acosa por todas partes. Entonces, la comunidad no sólo habrá de conservarse, sino que habrá de recuperar sus condiciones primarias de asociación y control de los productores sobre la producción; y lo mejor de todo, lo hará en condiciones nuevas y superiores por la existencia de nuevas fuerzas y riquezas productivas y por la presencia mundial del proletariado, que posibilita la incorporación de esas riquezas y su control social, común, comunitario por los trabajadores directos; por tanto, superación de las antiguas condiciones que por siglos empujaron a la comunidad hacia su lenta disolución”. [26]

Y concluye García Linera: “Estas condiciones revolucionarias previstas por Marx hace ya cien años, son las que en la actualidad empiezan a despuntar con gigantesca fuerza en la lucha y en los preparativos revolucionarios de comunarios y proletarios” a través de la América nuestra. [27]

En fin, la historia de la lucha de clases se coagula hoy en la América nuestra por medio de luchas concretas como ésta en torno a la aspiración de lo común. A partir de éstas, desde Chiapas hasta la Araucanía, surge el pueblo como creador del Derecho. Se trata, según Jesús de la Torre Rangel, de “la defensa que hace el propio pueblo de los derechos subjetivos que se tienen como personas individuales o comunitariamente, en ocasiones reconocidos por el Derecho vigente y en otras negados pero intuidos como naturales al hombre y la comunidad”. Se trata de “la búsqueda de la justicia, el clamor de acceder a lo que les pertenece, a lo que es suyo; y por último, también la práctica jurídico-política del pueblo”. [28]

El nuevo orden se fundamenta en la hipótesis eternamente presente en la humanidad de lo común como apuesta práctica por una organización colectiva alternativa que supere los lastres histórico-sociales impuestos por la división social del trabajo y la distribución desigual de las riquezas.

La emergencia de lo común ha estado avalada por las nuevas tendencias de la producción social como actos productivos de lo común, con sus consiguientes subjetividades autónomas potenciadas por una fuerza de trabajo revalorizada a partir del peso estratégico adquirido por el saber o la información.

A partir de esta hipótesis de lo común hace falta urgentemente que potenciemos una reflexión crítica sobre el comunismo jurídico, es decir, el movimiento real que anula y supera el Estado y el Derecho contemporáneos. [29] 

A partir de ésta necesitamos aprehender el Derecho no como enunciado lógico-formal fijo sino como relación social y de fuerzas en movimiento y cómo desde ésta se va subvirtiendo las estructuras actuales de dominio.

Estamos hablando de un comunismo jurídico como crítica total de la forma-Estado y la forma jurídica, que no se agota en su carga negativa sino que irrumpe con una carga propositiva: la revolución ha de ser una permanente construcción y reconstrucción de la sociedad, a partir de la cual ésta se va reapropiando progresivamente tanto del Derecho como del Estado, más allá de sus actuales formas burguesas. [30] 

Para ello hay que romper con los viejos moldes de la filosofía y teoría del Derecho que prevalecieron bajo el llamado socialismo real europeo e instituir en su lugar un nuevo marco apuntalado en las ideas seminales acerca del Derecho legadas por Marx, incluyendo su análisis de la economía política bajo el cual el capital se presenta como una relación social dinámica y la conceptuación del Estado y Derecho que de ella surge.

Contrario a cierta tendencia maniquea que ha prevalecido al interior del pensamiento marxista, en la que se tiende a aceptar la separación burguesa entre lo político-jurídico y lo económico, Marx veía la íntima imbricación entre ambas.

Por ejemplo, rechazaba esa lógica de separación, tan esencial a la reproducción ampliada del capital, entre el ser humano como fuerza de trabajo, en la que prevalece la desigualdad real, y el ser humano como sujeto de derechos, bajo el cual se pretende fetichizar esa relación social desigual a través de su presentación como ámbito de una igualdad abstracta y formal.

Por ello, la crítica de la economía política es, a su vez, una crítica a la forma del Estado y del Derecho. El Estado y el Derecho son más bien las formas ordenadoras de la sociedad capitalista. [31]

Fernández Bulté se quejó en una ocasión de la falta que hacia un pensamiento iusfilosófico marxista más completo, que superase la mera exégesis doctrinal. Y abogaba por “un sistema normativo capaz de impulsar la sociedad hacia los rumbos que queremos, un sistema con un componente volitivo político importante, un sistema rico, capaz de llevar los intereses de la sociedad adonde la sociedad aspira, con un profundo contenido ético”.

Y concluía que al haber renunciado a elaborar un contenido ético alternativo al capitalismo, se ha reducido la capacidad de reproducción de nuestro Derecho…Hay que buscar un paradigma ético que tiene que tener su reducto en el Derecho”. [32] El compañero ha dado así con la clave del comunismo jurídico en estos tiempos.

Se hace cuestión de vida o muerte hallar las nuevas formas que asumen tanto lo político como lo jurídico en este nuevo contexto. Si hemos de invertir el actual desvarío alienante de valores, mercantilizados hasta más no poder, y detener la presente marcha hacia el caos, hay que deconstruir, para aniquilar, el concepto mismo de la ley con la que el orden civilizatorio actual forcejea desde la Antigüedad greco-romana.

En particular, hay que encarar definitivamente esa condición paradójica de la que siempre ha vivido el Derecho: habitando a la misma vez dentro como fuera de la ley, sujeto a los rigores de lo pre-ordenado así como a las contingencias de la vida, objeto de las determinaciones tanto de la necesidad como de la libertad.

Y en ese afán, siempre ha estado presente la sospecha, cuando no el convencimiento, de que el corazón del Derecho está realmente afuera de las leyes, por lo menos en cuanto a su fin primordial: la potenciación de la justicia.

Por ello, Marx critica la concepción jurídica burguesa reflejada en la idea de que “la sociedad se funda sobre leyes”, cuando en realidad es “la ley la que debe fundarse en la sociedad, la que debe ser expresión de sus intereses y necesidades”.

Como tal el Derecho debe pasar de ser un dispositivo de poder que está por encima de la sociedad, asumiendo una función obstaculizadora del cambio, a estar subordinado a la sociedad como dispositivo facilitador del cambio social. Para Marx, el Estado necesita ser reabsorbido en una sociedad civil autogobernada, es decir, una sociedad civil que bajo la forma-comunidad se reapropia materialmente de su carácter político. El Estado se socializa. [33]

Estamos en plena transición hacia un pluralismo jurídico radicalmente democrático representado por el abandono progresivo de una concepción del Derecho centrada en la forma-valor y el surgimiento de un nuevo paradigma centrado en la forma-comunidad. Se trata de otro modo de lo normativo apuntalado en lo común.

A partir de éste, el Derecho ya no habitará tanto en la forma de la ley como en la sustancia del fin ético común que le sirve de fundamento y le legitima. Estamos pues en los albores del fin del legicentrismo o lo que Paolo Grossi llama“la hipervaloración de la ley, el culto a la ley y la reducción del ordenamiento jurídico a un conjunto de leyes; leyes que se mantienen como mandatos autorizados que merecen respeto con independencia de su contenido”.

Esta depreciación de la ley está acompañada por una potenciación exponencial de actos constitutivos. [34] Se constituye así una comunidad capaz de actividad normativa independiente del Estado, expresión inesperada de la hipótesis marxista acerca de la progresiva extinción del Estado y su sustitución por la comunidad.

Bajo esta proliferante facticidad productiva de lo normativo va volado en cantos el fundamento epistémico del Derecho moderno y van saltado todas las mediaciones, especialmente la del derecho objetivo y derecho subjetivo, lo público y lo privado, sociedad política y sociedad civil.

Se compenetran en los hechos. En la era del despertar del poder constituyente, la decisión soberana del pueblo, como lo demuestran los procesos de cambio que se viven en Bolivia y Ecuador, ya no necesita del Derecho formal ni del Estado para crear Derecho en su sentido más amplio. [35]

Este fenómeno fue anticipado por Fernández Bulté en una reflexión suya sobre su impacto sobre el estado-centrismo, particularmente en el contexto cubano: “Yo he pensado, y sigo pensando, que se abre paso indefectiblemente una nueva normatividad. En esencia lo he planteado así: por una parte se produce un estrechamiento o reducción del ámbito de creación de derecho por el Estado”. Ahora bien, advirtió que, por otra, de manera concomitante, “la sociedad civil asume, de manera creciente, un papel autorregulador, que, sin embargo, puede devenir en ‘disfunción’.”

Y abundó al respecto: “Esto no es una mera alternación circunstancial o de proporciones en las denominadas fuentes del conocimiento del derecho. Es la forma misma de gestarse y expresarse el derecho lo que está mutando. Y ello trasciende de forma necesaria a lo que vamos a reconocer –y aplicar- como tal”. [36] 

Habrá que “abandonar determinadas verdades” y reconocer la centralidad en las nuevas circunstancias de eso que hemos llamado el derecho del pueblo a darse su propio Derecho en el marco de su derecho a la autodeterminación en una sociedad radical y efectivamente democrática.

En ello, como jurista visionario que era, Fernández Bulté no dejó de advertir la huella de la revolución que permanentemente irrumpe para potenciar lo nuevo que lleva la sociedad en su seno.

En fin, como magistralmente ha advertido Michel Foucault, el Derecho, como cualquier otra relación social y de poder en estos tiempos, los modos de lo jurídico se enfrentan a rupturas paradigmáticas. [37] 

El Derecho parece moverse más allá del Derecho, aunque en realidad lo que hace es reflejar las luchas, transformaciones y reestructuración de nuestro modo de vida, junto con sus nuevas relaciones de poder y saber. Es el fantasma del comunismo real del siglo XXI, como le llamó Fernández Bulté [38] , que ha emprendido su marcha para abolir y superar el Derecho actual.

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* El autor es Catedrático de Filosofía y Teoría del Derecho y del Estado en la Facultad de Derecho Eugenio María de Hostos, en Mayagüez, Puerto Rico. Es, además, miembro de la Junta de Directores y colaborador permanente del semanario puertorriqueño “Claridad”.

NOTAS

1] Marcelo Justo, “Capitalismo: ¿Fin de una ilusión?”, BBC Mundo, 9 de noviembre de 2009.

[2] Esa fue la premisa y la conclusión básica de la importante Conferencia sobre la idea del comunismo celebrada en el Birbeck Institute for the Humanities de la Universidad de Londrés, 13-15 de marzo de 2009.

[3] Alain Badiou, La hipótesis comunista, 2009. Verso, 2008.

[4] Daniel Bensaïd, “Potencias del comunismo”, Viento Sur, Madrid, Número 108, febrero de 2010.

[5] Pablo Stefanoni, Franklin Ramírez y Maristella Svampa, Las vías de la emancipación: Conversaciones con Álvaro García Linera, Ocean Sur, México, 2009, p. 75.

[6] Gianni Vattimo, Ecce Comu, Editorial de las Ciencias Sociales, La Habana, 2006, p. 103.

[7] Slavoj Zizek, “El futuro será comunista o no será”, Perfil, Buenos Aires, 28 de febrero de 2010.

[8] Jean-Luc Nancy, Communism, the Word. Notes for the London Conference on the Idea of Communism, The Birbeck Institute for the Humanities, University of London, London, 13-15 March 2009.

[9] Cesare Casarino & Antonio Negri, In Praise of the Common. A Conversation on Philosophy and Politics, University of Minnesota Press, Minneapolis , 2008, p. 107.

[10] Felix Guattari y Antonio Negri, Las verdades nómadas & General Intellect, poder constituyente, comunismo, AKAL, Madrid, 1999, p. 23.

[11] Se trata de la conferencia “La resurrección de San Ernesto de La Higuera”, pronunciada en el marco del Segundo Seminario Internacional sobre la enseñanza del Derecho, celebrada en La Habana en marzo de 1998. Esta fue editada y publicada más tarde en Carlos Rivera Lugo, La rebelión de Edipo y otras insurgencias jurídicas, Ediciones Huracán, San Juan de Puerto Rico, 2004, pp. 251-274.

[12] Ernst Bloch, El principio esperanza, Editorial Trotta, Madrid, 2004, p. 27.

[13] Julio Fernández Bulté, “El socialismo del siglo XXI”, Revista Jurídica del Ministerio de Justicia, La Habana, Tercera época, Año 1, Número 1, enero-junio 2008, p. 12.

[14] Paolo Grossi, La primera lección de Derecho, Marcial Pons, Madrid, 2006, pp. 28-25.

[15] Ernesto Che Guevara, Apuntes críticos a la Economía Política, Ocean Sur, Melbourne, New York, La Habana, 2006, p. 363.

[16] P. I. Stucka, La función revolucionaria del Derecho y del Estado, Ediciones Península, Barcelona, 1974, pp. 263-266 y 281-285.

[17] Oscar Correas, Introducción a la crítica del Derecho moderno, Fontamara, México, D. F., 2000, p. 44.

[18] “Para nosotros, el comunismo no es un estado que debe implantarse, un ideal al que haya que sujetarse la realidad. Nosotros llamamos comunismo al movimiento real que anula y supera al estado de cosas actual.” Carlos Marx y Federico Engels, La Ideología Alemana, Ediciones Pueblos Unidos, Montevideo, 1971, p. 37.

[19] Michael Hardt y Antonio Negri, Commonwealth, Harvard University Press, Cambridge , 2009, p. 7.

[20] Sobre esta primacía de la ley del valor dentro del Derecho burgués, véase a Correas, ibid, pp. 29-45.

[21] Ernesto Che Guevara, ibid, p. 363.

[22] Ibid, pp. 347-348.

[23] Ibid, p. 296.

[24] Véase al respecto Joseph Stiglitz, Amartya Sen and Jean-Paul Fitoussi, The Measurement of Economic Performance and Social Progress Revisited. Reflections and Overview , Paris, 2009. Dichas reflexiones se hacen a raíz de los interesantes y pertinentes hallazgos y recomendaciones de un estudio encomendado en febrero de 2008 por el presidente francés Nicolás Sarkozy a raíz de la crisis financiera global de ese año.

[25] En su Discurso sobre la economía política, el filósofo ginebrino Juan Jacobo Rousseau afirma que el problema central de la economía es, en esencia, político: proveer para el bienestar general. Como tal, su objetivo es la administración del poder con el fin de proveer justicia para todos y no la mera producción y reproducción de riqueza. De esa forma Rousseau supera el reduccionismo del pensamiento económico liberal neoclásico, bajo el cual la economía se preocupa sólo marginalmente del bienestar humano. Propone en la alternativa una economía política centrada en procurar un bienestar general éticamente responsable y democráticamente incluyente.

[26] Álvaro García Linera, La potencia plebeya, CLACSO/Prometeo, Buenos Aires, 2008, p.38.

[27] Ibid.

[28] Jesús A. de la Torre Rangel, El Derecho que nace del pueblo, Fundación para la Investigación y la Cultura, Bogotá, 2004, pp. 14-15.

[29] Hago mío el concepto de “comunismo jurídico” elaborado en Antonio Negri y Michael Hardt, El trabajo de Dionisos, AKAL, Madrid, 2003, pp. 10-13.

[30] Antonio Negri y Michael Hardt, ibid.

[31] Véase al respecto Alberto Bonnet, John Holloway y Sergio Tischler, Marxismo abierto, Monte Ávila, Caracas, 2006, Vol. I, pp. 39-64.

[32] Raudilio Martín et al, “¿Qué esperar del Derecho?”, Temas, La Habana, Número 8, pp. 80-94, octubre-diciembre 1996.

[33] Sobre este particular, véase a José Rubio Carracedo, Paradigmas de la política, Anthropos, Barcelona, 1990, pp. 124-127.

[34] Antonio Negri, “Philosophy of Law Against Sovereignty: New Excesses, Old Fragmentations”, en Law Critique, Vol. 19, pp. 335-343 (2008).

[35] Giorgio Agamben, Homo Sacer: Sovereign Power and Bare Life, Stanford University Press, Stanford, 1998, pp. 16-19.

[36] Tomado de Narciso A. Cobo Roura, “Filosofía y Derecho: Notas de clase”, en Andry Matilla Correa (Coord.), Panorama de la Ciencia del Derecho en Cuba, Estudios en homenaje al profesor Dr. C. Julio Fernández Bulté, Universidad de La Habana y Lleonard Muntaner Editor, La Habana y Palma de Mallorca, 2009, pp. 206-207.

[37] Véase a Alan Hunt & Gary Wickham, Foucault and Law: Towards a Sociology of Law as Governance, Pluto Press, London , 1994, pp. 56-58.

[38] Julio Fernández Bulté, “El socialismo del siglo XXI”, Revista Jurídica del Ministerio de Justicia, La Habana, Tercera época, Año 1, Número 1, enero-junio 2008, p. 7.

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Podemos: las ‘cloacas’ del Estado como instrumento central de la restauración borbónica

descarga (1)«El brutal ataque a Pablo Iglesias hay que verlo en este contexto. Los poderes no escatimarán medios para conseguir sus objetivos; nada los frenará y usarán todas las armas disponibles para imponer una Restauración que signifique regresión social, involución democrática e incremento sustancial de las desigualdades». 

Manolo Monereo

Se veía venir, quizás, sorprende la rapidez y la ferocidad del ataque. Todo es bueno para denigrar y demonizar a Pablo Iglesias. El formato es muy conocido; como dicen en el Perú, es un psico-social, que conecta servicios de información, medios de comunicación seleccionados y estructuras gubernamentales conocidas.

La idea es simple y se repetirá, junto con otras que saldrán muy pronto, una y mil veces: Pablo (Podemos) colaboró y colabora con el entorno de ETA, luego es partidario de la violencia armada, consecuencia natural de su filiación bolivariana-chavista.

Para demonizar al personaje se genera odio y se espera que de él surja la violencia reparadora y salvífica que aísle socialmente a las bases de Podemos. Atemorizar, asociar Podemos y violencia, denigrar a sus dirigentes, criminalizarlos desde los medios de comunicación y convertir cada acto o presencia pública de Pablo en lío, en tumulto y en desorden público. Lo dicho, crear un imaginario que engarce Podemos y violencia.

El objetivo es claro: impedir que Podemos se convierta en alternativa de gobierno generando desconfianza y temor en los sectores más moderados de sus votantes, precisamente aquellos donde el movimiento de Pablo Iglesias, más afecta al electorado de las fuerzas bipartidistas.

Nada es casual y se ha ensayado decenas de veces. Es una vieja página, puesta al día, del manual de estilo de La Escuela de las Américas que los norteamericanos regentaban y donde se forman avezados torturadores y demás especialistas en contrainsurgencia.

A lo que hay que añadir los siempre bien engrasados mecanismos contra terroristas de los diversos servicios del Estado español y sus conexiones con los medios de desinformación y calumnias varias.

Ahora bien, hay que ir más lejos. El contexto es conocido y conviene subrayarlo: crisis del Régimen del 78 y proceso de transición hacia otra forma de gobierno. Aparecen dos salidas: enésima restauración borbónica o ruptura democrática. La restauración implicará la institucionalización de una correlación de fuerzas (un nuevo Régimen) que consagre una democracia “limitada” y “oligárquica” al servicio de los poderes económicos garantizada, en último término, por la Europa Alemana del euro.

El dato de fondo, que se olvida con frecuencia, es que esta transición expresa un acuerdo básico entre las diversas burguesías del Estado español y los poderes fuertes de la Unión Europea para configurar un nuevo modelo de acumulación capitalista que haga de España un país subalterno y dependiente del “núcleo” rico y poderoso, sin derechos sociales, laborales y sindicales.

La ruptura implica fortalecer al sujeto popular y convertirlo en poder constituyente. La clave es esta: que el soberano lo sea y que se abra un proceso donde la ciudadanía defina qué tipo de país quiere, sus fundamentos sociales y económicos, sus relaciones con la UE y con los países del Sur, el catálogo de libertades y los mecanismos jurídico-políticos que garanticen los derechos sociales.

Una nueva constitución convertida en la “hoja de ruta” para la transformación social, que genere una nueva unidad entre los diversos pueblos, desde el acuerdo voluntario, para construir una sociedad de hombres y mujeres libres e iguales, que subordine a los diversos poderes (económicos, mediáticos, financieros) a la soberanía popular.

Sin este enfrentamiento, sin esta lucha por y desde el poder no entenderemos lo que está pasando. La huida de Juan Carlos y la entronización de Felipe es una señal clara de la crisis del Régimen y que los que mandan se preparan para una nueva transición. Que aparezcan gentes como Felipe González, Cebrián; fundaciones como FEDEA, FUCAS, FAES o el selecto mundo del Ibex35, cada vez más entrelazados con los grandes medios de comunicación, dicen mucho del “momento” político que vivimos y del sesgo de clase que lo define.

Si tuviéramos que señalar el dato más significativo de nuestra realidad político-social, diría que es la enorme concentración de renta, riqueza y poder en manos de una minoría que se sabe incompatible con los derechos básicos de las personas y que hace de la regresión social el fundamento de su estrategia política. Cuando se escuchan las declaraciones de los grandes empresarios, de las diversas patronales y de los intelectuales orgánicos de los poderosos, no se puede dejar de pensar que estamos ante una sublevación de la oligarquía contra los derechos sociales, laborales y sindicales de los trabajadores.

La mayorías sociales, los comunes y corrientes, las gentes, tienen demasiados derechos, las democracias demasiado poder y las personas demasiadas libertades. Cómo no ver el odio de una clase ante un orden, un desorden, que no reconoce jerarquía sociales y que ha hecho a las personas de abajo sujetos de unos derechos que limitan su poder e influencia social.

Ahora es el momento de la vuelta atrás, al verdadero orden, que ponga a cada uno en su sitio y que ponga fin al poder de la chusma. La Restauración, con mayúsculas, es sobre todo esto: regresión, involución social y política.

Esta concentración de poder está marcando decisivamente la fase política. El Estado retorna en su centralidad: monopolio de la violencia legítima y de la otra, de las otras, que él organiza y dirige.

Cuando la excepción es la regla, el Estado pierde autonomía relativa y se hacen más visibles sus conexiones con los poderes de hecho, con los que mandan realmente. Es también el momento del “doble Estado”, del legal y del otro. La crisis del Régimen tensiona la fuerza del Estado y tiende a centralizarlo y a desplegar todos sus poderes. El autoritarismo crece y las medidas legales represivas se refuerzan. El objetivo: limitar la fuerza de los movimientos sociales, impedir la movilización y la auto organización ciudadana.

El “otro Estado” siempre está ahí y se activa, aún más si cabe, cuando llegan las crisis. Su característica es la carencia de reglas y normas. Es el reino del “Estado de naturaleza”, de la “guerra de todos contra todos” con la diferencia, sustancial, que este “otro Estado” tiene la cobertura, el apoyo y la legitimidad del Estado legalmente existente.

Su presencia cada vez se nota y se notará más: se mezclan poderes legales, servicios de inteligencia e información, públicos y privados, “nacionales” y “extranjeros”, medios de comunicación y los múltiples mecanismos “del complejo corporativo-estatal-mediático”. No es ninguna casualidad que este proceso de centralización y concentración del poder se dé con mucha fuerza en los llamados medios de comunicación y específicamente en las televisiones.

El brutal ataque a Pablo Iglesias hay que verlo en este contexto. Los poderes no escatimarán medios para conseguir sus objetivos; nada los frenará y usarán todas las armas disponibles para imponer una Restauración que signifique regresión social, involución democrática e incremento sustancial de las desigualdades económicas, sociales y de poder en la sociedad. No nos podemos permitir el lujo de la inocencia.

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Las Marchas de la Dignidad. El espacio de encuentro más cabal de la izquierda social y de las personas pobres

Carlos_Martinez_presidente_Attac_Espana«Las Marchas de la Dignidad se constituyen en un elemento clave del proceso destituyente del régimen en crisis que al mismo tiempo vive en un proceso de recomposición gatopardiana. Son un movimiento destituyente».

Carlos Martínez, De Alternativa Socialista 

Las Marchas de la Dignidad van adquiriendo conciencia de su capacidad organizativa y de movilización. Fueron capaces de juntar más de un millón de personas en Madrid y no han muerto de éxito.

Al contrario, las Marchas 22M van asumiendo su responsabilidad en la conformación de un frente socio-político de la izquierda social y constituyente, de clase y de las y los de abajo.

A diferencia del 15M si bien tienen una estructura asamblearia y horizontal, pero sin embargo forman parte de ellas organizaciones sociales y sindicales con mucha experiencia y combatividad junto con asambleas de paradas y parados e incluso secciones sindicales de empresas en lucha.

Poseen una composición de clase obrera militante mayor que el 15M que realmente carecía de ese componente organizado. No excluyen las organizaciones, al revés son su columna vertebral y ello, les garantiza diversidad, pero también soporte social e incluso económico, no exento esta último de grandes sacrificios y esfuerzos.

Son amplias y plurales, pero todavía lo deben ser más. Su politización es paulatina e in crescendo en el sentido de que adquieren conciencia de que su realidad propia les hace ser hoy por hoy el único espacio en el que convergen todas las izquierdas transformadoras y alternativas y numerosas organizaciones populares de base y que han tenido ya éxitos, bien sea de lucha, mediáticos o en el discurso.

Las Marchas de la Dignidad se constituyen en un elemento clave del proceso destituyente del régimen en crisis que al mismo tiempo vive en un proceso de recomposición gatopardiana. Son un movimiento destituyente.

Todas sus acciones se ejecutan al objeto de erosionar y denunciar el régimen. Los gobiernos troika tanto estatal como autonómicos, son señalados claramente y se denuncia a los enemigos de la clase obrera y las clases populares, mediante la acción y la pedagogía.

En este sentido sus acciones deben ser y lo son, claras y fáciles de entender por la gente humilde, pobre y que sufre de forma que se señalen los causantes de su sufrimiento y se propongan alternativas. Hay soluciones y hay otras formas de hacer política.

Todo esto ha provocado que Las Marchas si han conectado con barrios obreros, personas pobres y excluidas, gentes ya en la marginación, o bien expulsadas del trabajo y de los servicios públicos.

Es por eso que con sus manifestaciones, ocupaciones y escraches señalan con el dedo a los causantes de la crisis y a los gobiernos troika, que salvan bancos e indultan a banqueros corruptos o que han provocado quiebras de las que se han lucrado, mientras que a ellos les expulsan de sus pisos o del subsidio de desempleo.

Las Marchas comienzan a vislumbrar la necesidad de confluir con otros movimientos y plataformas europeas al objeto de quebrar el neoliberalismo continental. Las Marchas son internacionalistas y su acción se sitúa en el estado español, siendo este Europa.

La Unión Europea es sin embargo la enemiga de las clases populares pues impone las políticas troika. Se enuncia el debate del euro, pero no se entra en él, pues puede dividir a las Marchas y por tanto se enuncia pero, no se manifiesta posición.

La discusión sobre el euro y la propia UE apenas ha comenzado, pero por lo pronto si se observa que las imposiciones negativas de la UE nos perjudican gravemente, al igual que los gobiernos se aprovechan también de estas políticas para imponer su modelo neoliberal.

No obstante las Marchas 22M o Marchas de la Dignidad si se han dado perfecta cuenta de que el sur de Europa, preferentemente Portugal, Grecia y España son el eslabón débil de la estrategia neoliberal y el punto por donde machacando de puede romper la cadena. Al mismo tiempo, las Marchas de la Dignidad van a explorar y procurar un acercamiento a los pueblos europeos en lucha y sus plataformas.

Las Marchas de la Dignidad continúan su proyecto autónomo, pero no independiente de la política. Existe el peligro de que muchas personas piensen que es la hora de delegar mediante el voto su rabia, su desprecio por los políticos del régimen y sus esperanzas de justicia, reparto y República.

Pues bien, siendo muy importante la acción política y el voto, si en este caso, por parte de las fuerzas populares no se ve acompañado de la movilización y la tensión de las clases subalternas, la derecha puede desbaratar ilusiones y comprar conciencias o reprimir los anhelos de construir otra sociedad justa y libre.

Hay pues que educar en la acción y ser consecuentes en política. Pero lo que exigen los pueblos, no son grandes triunfos y meteóricos, sino que conscientes de las dificultades se trata de ir avanzando en lo concreto, resolver lo que a las personas les preocupa y procurarles pan, trabajo y techo seguros, con libertad y servicios públicos y de protección social garantizados.

Todo esto, a pesar de que se sabe que con capitalismo, ni hay justicia, ni hay igualdad, ni hay libertad. Pero si podemos y debemos garantizar la dignidad, la educación, la salud. El empleo y la vejez, gracias a un sistema fiscal progresivo y justo, así como la construcción y la reconstrucción de un sector público bancario, energético, de movilidad e industrial.

Una victoria electoral del campo popular y de las izquierdas reales es imprescindible, pero sin un pueblo empoderado estas fracasarán.

Las Marchas de la Dignidad conscientes pues de todo ello y  por tanto están dispuestas a seguir luchando y para ello han convocado el siguiente calendario de movilizaciones:

A) Apoyo a la diada de Catalunya el 11 de Septiembre como señal del respaldo del derecho a decidir. Como tal derecho a decidir libremente, una u otra opción.

B) Rodear Oviedo el 24 de Octubre entrega de los premios Príncipe de Asturias, señalando a la monarquía y los poderes establecidos como responsables de las políticas de expolio y desposesión del pueblo y del estado. Cercar la mierda y señalarla.

Será una acción estatal y que convocan las Marchas de la Dignidad. Se trata de hacer un cordón sanitario entorno a los que viven a nuestra costa y sin embargo no hacen nada por las gentes humildes y los sin trabajo y sin pan.

De paso que la prensa internacional se entere una vez más, que las personas de este Reino ni se conforman, ni callan, ni aman a sus reyes como si fueran súbditos en lugar de ciudadanas y ciudadanos.

C) el 29 de Noviembre manifestaciones de las Marchas de la Dignidad en todas las capitales de provincia del Estado Español, precedidas de una semana de lucha.

D) En Marzo o Abril marchas contra los Paraísos Fiscales para denunciar que los ricos no pagan impuestos y defraudan y los Paraísos Fiscales son su instrumento. Marcha sobre Gibraltar y Andorra.

También sobre el Paraíso Fiscal encubierto del eje Serrano-Castellana de Madrid. Denuncia contra el masivo fraude fiscal impune de grandes empresas y grandes fortunas y además señalando los dos lavaderos de dinero negro que hay junto a nosotros.

La Marchas apoyaran las luchas contra el patriarcado y la ley del aborto Gallardón.

Crearan comités de Las Marchas en todos los barrios y ciudades.

Apoyaran las huelgas de la clase obrera y sus sindicatos.

Lucharemos frente a la represión. En defensa de los derechos sindicales y el derecho de huelga y manifestación, que están siendo reprimidos. En el Reino de España vuelven a haber presos políticos.

Las Marchas se consolidan y se dotan de cada vez más acerbo programático y llaman a la unidad de las izquierdas y las fuerzas populares ante el régimen en crisis y las políticas de recorte y ajuste.

Carlos Martínez

De Alternativa Socialista y asistente a la Asamblea de Mérida

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Acerca del Libro de Monereo: Restauración o ruptura.

yo2-300x300«La baraja europea podría romperse, más que por ningún otro país, por España. Y se trataría, si se nos permite, de una ruptura doble, a nivel de dialéctica de clases y de dialéctica de Estados».
Santiago Armesillo Conde, Doctor en Economía Política y Social

 

La dicotomía presentada por Manolo Monereo, politólogo y miembro tanto del Partido Comunista de España como de Izquierda Unida, uno de sus más excelsos miembros, y miembro del Consejo de Redacción de Crónica Popular, podría resumir perfectamente lo presentado el día 25 en el Club de Amigos de la UNESCO (CAUM) en Madrid.

Lo presentado fue su último libro, “Por Europa y contra el sistema euro” (El Viejo Topo), una conversación-entrevista con Enric Llopis prologada por Héctor Illueca, donde se tratan un montón de temas polémicos y de actualidad en la España de la crisis económica y la depauperización de las condiciones de vida.

Durante la mesa que presentó el libro los compañeros y amigos de Monereo que hablaron desgranaron temas que, aún en apariencia inconexos, se entretejían entre sí.

Desde la defensa del Estado-nación (la nación política, que no es otra que España) como elemento fundamental para Javier Couso y Manolo Monereo de lucha frente a los embites imperialistas de la “Europa alemana del euro” hasta la necesidad para Íñigo Errejón de recuperar la pasión y cierta “espiritualidad” en la estrategia y la acción política sin desconexión con la Razón, pasando por la teorización acerca de la acumulación por desposesión (David Harvey), la necesidad de lecturas de autores no relacionados con el marxismo (tanto anteriores como posteriores a él, Tania Sánchez señaló de manera especial a José Ortega y Gasset) o el planteamiento continuo de la excepcionalidad histórica que los españoles vivimos en el momento presente.

Para el autor del libro no cabe duda alguna: la baraja europea podría romperse, más que por ningún otro país, por España. Y se trataría, si se nos permite, de una ruptura doble, a nivel de dialéctica de clases y de dialéctica de Estados.Respecto a la dialéctica de clases, en tanto que los (contra) poderes ascendentes desde abajo de la sociedad política han conseguido, a través del voto y la movilización, poner en solfa tanto a la institución monárquica como al Partido Socialista Obrero Español, la pata más débil actualmente de la mesa política que ha dirigido el Régimen de 1978.

Para no repetir los errores del pasado durante la Transición, en esta Tercera Restauración Española (ver nuestro artículo: http://www.cronicapopular.es/2014/06/la-tercera-restauracion-espanola/ ) Monereo ve necesaria articular una ruptura democrática radical, socialista y conectada con el “empoderamiento” de las clases trabajadoras españolas, hacia un modelo republicano de Estado sin privilegios jurídico-administrativos de ningún tipo, precisamente para tratar de evitar que el “proceso constituyente” que las izquierdas (Izquierda Unida, Podemos, etc.) defienden “desde abajo” no se produzca “desde arriba”, algo tradicional en España desde el siglo XVIII.

Por su parte, respecto a la dialéctica de Estados, Monereo es partidario, como muchos, de la salida de España del “sistema euro” y de la Unión Europea. No obstante, es consciente de los problemas que ello provocaría a corto plazo en la economía nacional e incluso de las dificultades anteriores.

Señaló que el origen del europeísmo en la década de 1920 siempre tuvo un horizonte económico-político de corte liberal donde la bicefalia franco-alemana fuese siempre la dominante.

Bicefalia que se volvió plenamente germánica en cuanto Hitler y el NSDAP llegó al poder en Alemania en 1933. Protegida y controlada por el Imperio Estadounidense, Alemania logró convertirse en un gigante económico exportador de mercancías al resto de “Europa”, como pilar fundamental geopolítico frente al temido expansionismo comunista soviético.

Tras el derrumbe del Imperio que empezó a forjar Lenin entre 1989 y 1991, la reunificación alemana fue el puntal sobre el que Mäastricht, la balcanización de Yugoslavia y la Unión Soviética, la apertura de la Unión Europea al Este, el acuerdo de Schengen, el Plan Bolonia y el Tratado de Lisboa (más tarde el TAFTA, grandísimo tratado de libre comercio que creará el área libre de limitaciones aduaneras más grande de la Historia entre la UE y Estados Unidos, frente a los BRICS), han sido pasos fundamentales para entender el monstruo germánico que domina una Unión Europea que, como acertadamente señaló Monereo, está unida al mismo tiempo que es débil frente al imperialismo estadounidense.

Por ello señaló dos caminos que en el libro desarrolla un poco más. En primer lugar, una vía no de ruptura total directa con el euro y la UE que evite posibles terremotos económico-políticos que algunos considerarían catastróficos para España.

Ante el posible triunfo de Syriza en las próximas elecciones generales griegas, Monereo advirtió del posible bloqueo institucional y geopolítico que Grecia sufriría ante un giro anti-Troika y anti-deuda en la nación helena, quizás para poner otro Gobierno distinto en Atenas, consecuencia de algo tan simple como la debilidad de Grecia como Estado ante los grandes del Norte.

Por ello, además de señalar la “estrategia Podemos” de no irse de la UE sino de que “nos echen”, sugirió una vía consensuada con otras naciones europeas de regreso a un tipo monetario anterior tipo ECU, es decir, de moneda común europea para el comercio exterior mientras que se retorna a la moneda nacional (peseta en España) que permita el control devaluador nacional y cierto retorno a la soberanía económica. Si esto no ocurriese, quizás sí habrían de plantearse caminos de ruptura más radicales.

Por lo visto, mientras que la ruptura a nivel de dialéctica de clases se postula como más que imperiosa (aunque Monereo es absolutamente consciente de sus limitaciones), a nivel de dialéctica de Estados no se ve la cosa tan diáfana y cristalina. Monereo apuesta, no obstante, por postular otra Europa posible, confederal y “radical-democrática” mirando hacia Rusia y China (Eurasia).

Alguien del público -un servidor- le señaló otro camino frente a la talasocracia (gobierno de los mares) anglosajón: la talasocracia iberoamericana de unión de España y Portugal con las naciones hermanas iberoamericanas, que, mal que bien sí han iniciado un camino de unidad política y económica muy viable, aún siendo virtual en la actualidad.

Monereo no renegó de esta posibilidad, aunque señaló sus dificultades principales: las políticas económicas en forma de acuerdos comerciales entre las naciones hispanoamericanas y las empresas españolas más potentes, que tienen en Iberoamérica sus montos de ganancia más importantes.

En todo caso, el debate que el libro abre está ya servido. Y por eso el debate entre Restauración y Ruptura es doble. A nivel de dialéctica de clases, o Tercera Restauración Monárquica o Ruptura Republicana. A nivel de dialéctica de Estados, o Restauración del orden anglogermánico internacional, donde España es un mero peón, o Ruptura del mismo.

El gran problema, que todos en la mesa vieron con claridad, es que los caminos de ruptura siguen estando empedrados y en su horizonte solo se divisa espesura. Aún así, ciertas grietas que el libro abre son siempre de agradecer.

 

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Los movimientos sociales de Cataluña exigen al Parlamento Renta garantizada

PresentacionresoluciónDECLARACIÓN

Las personas de los movimientos y organizaciones sociales y cívicas reunidos como Parlamento Ciudadano para tratar de la proposición de ley “Renta Garantizada de Ciudadanía”, en la sesión que tiene lugar en la plaza del Rei de Barcelona, el 28 de junio de 2014, teniendo en cuenta los informes y debates realizados, una vez oídas las razones y testimonios expresados en este debate, exponemos:

1. El Parlament de Catalunya desde que fue aprobado el Estatut d’Autonomia no ha cumplido con su obligación de desarrollar el artº 24.3, relativo a los derechos en el ámbito de los servicios sociales. La ausencia de esta Ley ha impedido que cientos de miles de ciudadanos y ciudadanas de Catalunya alcanzasen los mínimos de una vida digna, y superaran la pobreza ocasionada por un sistema económico injusto.

2. Ha sido la ciudadanía quien ha asumido la responsabilidad de desarrollar dicho artículo del Estatut a través de la Iniciativa Legislativa Popular por una Renta Garantizada de Ciudadanía. Esta iniciativa ha obtenido el aval de 121.191 firmas, la colaboración de 69 organizaciones sociales, cívicas y políticas, y el apoyo de mociones en 45 ayuntamientos de Catalunya, representativos de una gran mayoría de la población.

3. Por diversas vicisitudes políticas, la tramitación de la ILP ha sufrido un importante e inexcusable retraso, siendo una proposición de ley que por su naturaleza es de urgencia social.

Oídas las intervenciones de los ponentes y los testimonios en esta Asamblea, llegamos a las siguientes conclusiones:

A. La proposición de Ley “Renta Garantizada de Ciudadanía” cumple el enunciado del artº 24.3 del Estatut de Autonomía. Garantiza el derecho subjetivo de todas las personas y familias a una renta que garantice los mínimos de una vida digna, con el requisito para quienes se encuentran sin empleo y estén en condiciones de trabajar de aceptar una oferta legal de ocupación.

B. La cuantía de la renta es de 664 euros al mes y deriva del indicador de suficiencia de renta de Catalunya periodificado en doce mensualidades.

La injusta congelación que desde hace años sufre este indicador hace necesaria su actualización y la puesta en marcha de mecanismos de control ciudadano.

C. La aplicación de la Renta Garantizada devuelve la esperanza de una vida digna a los ciudadanos y ciudadanas sin empleo que han agotado prestaciones y subsidios, complementa las pensiones de jubilación que se encuentran por debajo del indicador de suficiencia de renta, evita una parte importante de los desahucios de viviendas a causa de la falta de ingresos por desempleo y situación de pobreza, y beneficia al conjunto de la ciudadanía al garantizar un derecho frente a las incertidumbres de la vida y del trabajo en esta época de crisis. Tiene, además, un efecto estimulante sobre la demanda y la superación de la crisis económica.

D. La proposición de ley de una Renta Garantizada de Ciudadanía es una prioridad social junto al derecho a la salud y la educación. Ello debiera ser suficiente para justificar su viabilidad económica.

Los estudios de cualificados economistas que han colaborado con esta proposición de ley demuestran que si se considera:

–       El coste económico de la pobreza.

–       La cuantía, la complejidad y el coste administrativo de las ayudas sociales existentes que serían sustituidas en gran medida por la Renta Garantizada.

–       Que la implementación de la Renta Garantizada tiene un retorno a la sociedad a través de la demanda de productos básicos que impulsa el desarrollo económico y los impuestos consiguientes.

–       Que el incremento de la desigualdad va unido al enriquecimiento de una minoría, y que una actuación fiscal progresiva en el tramo competencial de la Generalitat generaría ingresos para financiar dicha Renta.

–       Que la acción contra el fraude fiscal, la aplicación de impuestos sobre los intereses abusivos de los créditos de fondos y bancos a la propia Generalitat, aportaría más ingresos. etc., etc.

Sin enumerar de manera exhaustiva otras actuaciones fiscales, podemos concluir que la proposición de ley “Renta Garantizada de Ciudadanía” es viable y solo depende de la voluntad política del Parlament y el Gobierno de la Generalitat hacer realidad un derecho y cumplir con el Estatut.

ACUERDOS:

El Parlamento Ciudadano, como conclusión de sus trabajos, acuerda requerir al Parlament de Catalunya:

1. La aplicación efectiva de la vía de urgencia en la tramitación de la Proposición de ley de la Renta Garantizada de Ciudadanía, iniciando de manera inmediata las comparecencias y habilitando los medios para que se resuelvan en breve plazo.

2. El respeto a los contenidos de la proposición de ley.

3. La aprobación de la proposición de ley antes que finalice 2014 para que pueda aplicarse a comienzos de 2015.

El Parlamento Ciudadano adquiere los siguientes compromisos:

Los representantes de los movimientos sociales y cívicos nos comprometemos a continuar la movilización por el proyecto de ley de una Renta Garantizada de Ciudadanía, en el caso de que el Parlament de Catalunya no cumpla con las expectativas y esperanzas depositadas en él.

Organizaremos las iniciativas y acciones necesarias para hacer realidad dicha proposición de ley. Si es preciso, impulsaremos una consulta a la ciudadanía de Catalunya para que esta decida.

 

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