Category Archives: Internacional

Salir de la pesadilla del euro

alberto montero» La ruptura con el euro no es condición suficiente pero sí necesaria para cualquier proyecto de transformación social emancipatorio al que pueda aspirar la izquierda».

 

Alberto Montero Soler, profesor de Economía de la Universidad de Málaga

I

Pasan los meses, se convierten en años y las posibilidades de que los países periféricos de la Eurozona superen esta crisis por una vía que no sea una solución de ruptura se alejan cada vez más del horizonte.

Frente a quienes mantienen que existen vías de reforma capaces de enfrentar la actual situación de deterioro económico y social, la realidad se empeña en demostrar que la viabilidad de esas propuestas requiere de una condición previa inexcusable: la modificación radical de la estructura institucional, de las reglas de funcionamiento y de la línea ideológica que guía el funcionamiento de la Eurozona.

El problema de fondo es que ese marco resulta funcional y esencial para el proceso de acumulación del gran capital europeo; pero, también, y es algo que debemos mantener permanentemente presente, para que Alemania consolide tanto su papel protagónico en Europa como al que aspira en la nueva geopolítica multipolar en construcción. En este sentido, pueden plantearse al menos dos argumentos básicos que refuerzan la tesis de la necesidad de la ruptura del marco restrictivo impuesto por el euro si se desea abrir el abanico de posibilidades para optar a una salida de esta crisis que permita una mínima posibilidad emancipatoria para el conjunto de los pueblos europeos.

El primer argumento es que la solución que se está imponiendo frente a esta crisis desde las élites dominantes a nivel europeo es, en sí misma, una solución de ruptura por su parte y a su favor. Las políticas de austeridad constituyen la expresión palmaria de que esas élites se encuentran en tal posición de fuerza con respecto al mundo del trabajo que pueden permitirse romper unilateral y definitivamente el pacto implícito sobre el que se habían creado, crecido y mantenido los Estados de bienestar europeos. Esas élites saben perfectamente que una clase trabajadora precarizada, desideologizada, desestructurada y que ha perdido ampliamente su conciencia de clase es una clase trabajadora indefensa y sin capacidad de resistencia real para preservar las estructuras de bienestar que la protegían de las inclemencias de la mercantilización de los satisfactores de necesidades económicas y sociales básicas. Las concesiones hechas durante el capitalismo fordista de posguerra están en trance de ser revertidas porque, además, en la privatización de esas estructuras de bienestar existe un nicho de negocio capaz de facilitar la recuperación de la caída en la tasa de ganancia.

El segundo argumento es que no puede olvidarse, como parece que se hace, la naturaleza adquirida por el proyecto de integración monetaria europeo desde que se creó y comenzaron a actuar las dinámicas económicas que el mismo promovía a su interior. El problema esencial es que la Eurozona es un híbrido que no avanza en lo federal, con y por todas las consecuencias que ello tendría en materia de cesión de soberanía, y se mantiene exclusivamente en el terreno de lo monetario porque esa dimensión, junto a la libertad de movimientos de capitales y bienes y servicios, basta para configurar un mercado de grandes dimensiones que permite una mayor escala de reproducción de los capitales, que elimina los riesgos de devaluaciones monetarias competitivas por parte de los Estados y que facilita la dominación de unos Estados sobre otros sobre la base de la aparente neutralidad que se le atribuye a los mercados.

Por lo tanto, Europa —y, con ella, su expresión de “integración” más avanzada que es el euro— se ha convertido en un proyecto exclusivamente económico puesto al servicio de la oligarquías industriales y financieras europeas con el agravante de que, en el proceso, han cooptado a la clase política, tanto nacional como supranacional, secuestrando con ello los mecanismos de intervención política sobre la dinámica económica y restringiendo los márgenes para cualquier tipo de reforma que no actúe en su beneficio. En consecuencia, este espacio difícilmente puede ser identificado y defendido por las clases populares europeas como la Europa de los Ciudadanos a la que en algún momento aspiró la izquierda.

II

De hecho, existe una serie de elementos que explican por qué el euro haya sido, desde la perspectiva de los pueblos europeos, un proyecto fallido desde su mismo inicio: por un lado, tanto las políticas de ajuste permanente que se articularon durante el proceso de convergencia previo a la introducción del euro como las políticas que se han mantenido desde su entrada en vigor han restringido las tasas de crecimiento económico con el consecuente impacto sobre la creación de empleo; por otro lado, la ausencia de una estructura fiscal de redistribución de la renta y la riqueza o de cualquier mecanismo de solidaridad que realmente responda a ese principio ha dificultado la reducción de los desequilibrios de las condiciones de bienestar entre los ciudadanos de los Estados miembros; y, finalmente, también debe resaltarse que las asimetrías estructurales existentes entre las distintas economías al inicio del proyecto se han ido agravando durante estos años, reforzando la estructura centro-periferia al interior de la Eurozona y apuntalando la dimensión productiva de la crisis actual.

Si a todo ello se le añade el que las políticas encaminadas a salvar el euro son políticas dirigidas a preservar los intereses de la élite económica europea en contra del bienestar de las clases populares, la resultante es que se reafirma la idea del distanciamiento acelerado de la posibilidad de identificar a la Eurozona con un proceso de integración que los pueblos europeos puedan reconocer como propio y construido a la medida de sus aspiraciones.

Puede concluirse, entonces, que el euro —y entiéndaselo no sólo como una moneda en sí misma, sino como todo un sistema institucional y una dinámica funcional puesta al servicio de la reproducción ampliada del capital a escala europea— es la síntesis más cruda y acabada del capitalismo neoliberal. Un tipo de capitalismo que se desarrolla en el marco de un mercado único dominado por el imperativo de la competitividad y en el que, además, se ha producido un vaciado de las soberanías nacionales —y no digamos de las populares—, en beneficio de una tecnocracia que actúa políticamente a favor de las élites europeas y en menoscabo de las condiciones de bienestar de las clases populares. Y si coincidimos en que para éstas últimas la creación del euro se trata de un proyecto fallido, la cuestión que inmediatamente se plantea es qué pueden hacer, al menos las de los países periféricos sobre los que está recayendo con mayor intensidad el peso del ajuste, frente a un futuro tan poco esperanzador y en el que las opciones de reforma en un sentido solidario se van bloqueando con candados cada vez más férreos.

La respuesta a esta cuestión va a depender de cuál sea la concepción que se tenga de la crisis actual, de las dinámicas que la mantienen activa y de las perspectivas de evolución de las relaciones políticas y económicas al interior de la Eurozona que pudieran revertir la situación actual o, en sentido contrario, consolidarla.

III

A mi modo de ver, la crisis presenta en estos momentos dos dimensiones difícilmente reconciliables y que facilitan la consolidación del status quo actual.

La primera dimensión es financiera y se centra en el problema del endeudamiento generalizado que, en el caso de la mayor parte de los países periféricos, se inició como un problema de deuda privada y se convirtió en uno de deuda pública cuando se rescató —y, por tanto, se socializó— la deuda del sistema financiero. Los niveles que ha alcanzado el endeudamiento, tanto privado como público, son tan elevados que es imposible que esa deuda pueda reembolsarse completa, y eso es algo de lo que se debe ser plenamente consciente por sus consecuencias prácticas. De eso, y del hecho de que, privados de moneda nacional y con unas tasas de crecimiento de la ratio deuda/PIB muy superiores a las de la tasa de crecimiento económico, la carga de la deuda se hace insostenible y se convierte en una bomba de relojería que en algún momento estallará sin remedio.

La segunda dimensión es real y se concreta en las diferencias de competitividad entre las economías centrales y las economías periféricas. Esas diferencias se encuentran, entre otros factores, en el origen de la crisis y el problema de fondo es que no sólo no están disminuyendo sino que se están ampliando. Es más, la lectura de la reducción de los desequilibrios externos de las economías periféricas al interior de la Eurozona como un síntoma de que estamos en tránsito de superación de la crisis es manifiestamente perversa porque desconsidera la tremenda repercusión del estancamiento económico sobre las importaciones.

El vínculo de conexión entre ambas dimensiones de la crisis lo constituye la posición dominante alcanzada por los países centrales frente a los periféricos y, en concreto, la posición alcanzada por Alemania en el conjunto de la Eurozona, no sólo relevante por su peso económico sino también por su control político de las dinámicas de reconfiguración de la Eurozona que se están desarrollando con la excusa de ser soluciones frente a la crisis pero que actúan, de hecho, reforzando su hegemonía.

Si a ello se le añaden las peculiaridades de su estructura productiva, caracterizada por la debilidad crónica de su demanda interna —y, por tanto, por la existencia recurrente de exceso de ahorro nacional— y la potencia de su demanda externa —fundamento de sus superávits comerciales continuos—, comprobaremos cómo lo que parecía un círculo virtuoso de crecimiento para toda la Eurozona se ha acabado convirtiendo en un yugo sobre las economías periféricas, principal destino de los flujos financieros a través de los que Alemania rentabilizaba sus excedentes de ahorro interno y comerciales reciclándolos en forma de deuda externa que colocaba en dichas economías.

De esa forma, Alemania ha reconvertido su posición acreedora en una posición de dominación cuasi hegemónica que le permite imponer las políticas necesarias a sus intereses. Esto implica, en la práctica, que cualquier solución de naturaleza cooperativa para resolver la crisis es automáticamente rechazada mientras que se refuerzan, por el contrario, los planteamientos de naturaleza competitiva entre economías cuyas desigualdades en términos de competitividad ya se han demostrado insostenibles en un marco tan disímil y asimétrico como el de la Eurozona.

Y, así, resulta tan trágico como desolador asistir a la aquiescencia con la que los gobiernos de la Eurozona periférica asumen y aplican políticas que están agravando las diferencias estructurales preexistentes y que, por lo tanto, no hacen sino acentuar las diferencias en términos productivos y de bienestar entre el centro y la periferia sin que pueda existir ningún viso de solución a través de las mismas: los procesos de deflación interna no sólo merman la capacidad adquisitiva de las clases populares sino que, además, elevan la carga real de la deuda a nivel interno tanto de la deuda privada (por la vía de la deflación salarial) como de la deuda pública (por el diferencial entre las tasas de crecimiento del producto interior bruto y de la deuda pública), con el agravante añadido de que cualquier apreciación del tipo de cambio del euro se traduce en una erosión de las ganancias de competitividad espurias conseguidas por la vía de la deflación salarial. Se trata, por tanto, de un camino hacia el abismo del subdesarrollo.

Es por ello por lo que, si no se producen cambios estructurales radicales (que pasan todos ellos por mecanismos de transferencias fiscales redistributivas), la Eurozona se consolidará como un espacio asimétrico de acumulación de capitales en el que las economías periféricas se verán condenadas a desenvolverse en alguna de las soluciones de equilibrio sin crecimiento posibles, por utilizar un eufemismo economicista, o, en el peor de los casos, aquélla acabará saltando parcial o totalmente por los aires.

El problema es que esas reformas radicales no sólo no aparecen en la agenda europea, sino que son sistemáticamente vetadas por Alemania. De hecho, creo que es fácilmente constatable cómo en estos momentos, en el seno de la Eurozona, existen tensiones entre los intereses de las élites económicas y financieras europeas y los de las clases populares del conjunto de la Eurozona, más intensas en el caso de las de los Estados periféricos; entre los intereses de Alemania y otros Estados del centro y los de los Estados de la periferia; y entre las propuestas de solución de la crisis impuestas por dichas élites y Estados y la lógica económica más elemental, la que queda expresada en las principales identidades macroeconómicas que recogen las interrelaciones entre los balances de los sectores privado, público y externo de las economías de la Eurozona. Todas esas tensiones, debidamente gestionadas por quienes detentan el poder en los diferentes ámbitos de expresión del mismo, son funcionales a la consolidación de una Eurozona asimétrica, en el sentido ya señalado, y dominada por Alemania.

IV

Pero, además, esas tensiones ciegan la posibilidad de una salida a la crisis para las clases populares que no sea de ruptura, tal y como se apuntó al inicio de este texto. El problema se presenta cuando quienes únicamente están planteando esa posibilidad de ruptura unilateral, de salida del euro, son los partidos nacionalistas de extrema derecha, apropiándose de un sentimiento de insatisfacción popular creciente contra el euro, frente a una izquierda que sigue invocando la opción por unas reformas que confrontan directamente con los intereses de quienes han puesto a su servicio las potencialidades de dominación imperial por la vía económica que facilita el euro. Desde ese punto de vista, sería oportuno dejar de visualizar al euro meramente como una moneda y pasar a asimilarlo a un arma de destrucción masiva que está destruyendo no sólo el bienestar de los pueblos europeos sino, también, el sentimiento europeísta basado en la fraternidad entre esos pueblos que tanto trabajo costó construir.

El problema de credibilidad se agrava para la izquierda cuando, para promover las reformas necesarias, se apela a la activación de un sujeto, la “clase trabajadora europea”, que actúe como vanguardia en la transformación de la naturaleza de la Eurozona. Y es que la situación de la clase trabajadora en Europa nunca se ha encontrado más deteriorada en lo que a conciencia e identidad de clase se refiere, sin que ello merme un ápice el hecho incontestable de que la relación salarial sigue siendo la piedra de toque esencial del sistema capitalista. Como escribía recientemente Ulhrich Beck, vivimos la tragedia de estar en momentos revolucionarios sin revolución y sin sujeto revolucionario. Ahí es nada.

En todo caso, el horizonte se clarificaría si la izquierda fuera capaz de dar una respuesta creíble a una cuestión que se niega a considerar y que, sin embargo, puede manifestarse más pronto que tarde en el escenario europeo y, concretamente, en Grecia: ¿qué podría hacer un gobierno de izquierdas que alcanzara el poder en un único país de la periferia? ¿Debería esperar a que estuvieran dadas las condiciones objetivas en el resto de la Eurozona para proceder a su reforma, siendo conscientes de que eso exige el voto unánime de 27 Estados, o debería aprovechar la ventana de oportunidad que la historia le ha permitido abrir y promover la salida de ese Estado del euro?

Evidentemente, la respuesta no es fácil pero tampoco cabe hacerse trampas al solitario. Para ello es necesario reconocer de partida que, en el marco del euro, no hay margen alguno para políticas realmente transformadoras que actúen en beneficio de las clases populares. Es más, me atrevería a afirmar que en ese marco no hay margen alguno para la política porque ésta ha sido secuestrada por el tipo de institucionalidad desarrollada para dar carta de naturaleza a una moneda que carece detrás de cualquier tipo de proyecto de construcción de una comunidad política integradora de los pueblos de Europa. Resulta, pues, un contrasentido reclamar procesos constituyentes cuando la condición de posibilidad previa para que ese proceso pueda realizarse con plenitud es la ruptura con el marco institucional, político, económico y legal que impone el euro. Una comunidad sólo puede refundarse a través de un proceso constituyente si lo hace sin restricciones de partida previas, impuestas desde fuera y que actúan, para más inri, en detrimento de los intereses de las mismas clases populares que reclaman ese proceso constituyente.

O, por decirlo en otros términos, la ruptura con el euro no es condición suficiente pero sí necesaria para cualquier proyecto de transformación social emancipatorio al que pueda aspirar la izquierda. Por lo tanto, reivindicar la revolución en abstracto y, simultáneamente, tratar de preservar la moneda europea y las instituciones y políticas que le son consustanciales en esta Europa del Capital hasta que se den las condiciones europeas para su reforma, constituye una contradicción en los términos que resta credibilidad ante unas clases populares que parecen haber identificado al enemigo con mayor claridad que los dirigentes de la izquierda.

Es por ello que hasta que esa contradicción no sea asumida y superada y los discursos políticos y económicos sean ambos de ruptura y corran en paralelo; hasta que la salida del euro sea percibida no sólo como un problema, sino también como parte de la solución a la situación dependiente de las economías periféricas al abrir el horizonte de posibilidades para recomponerse como economías y buscar su senda de desarrollo en la producción y provisión de bienestar de una forma más autocentrada y menos dependiente de su inserción en la economía mundial; hasta que deje de atenazarnos el miedo a romper las cadenas del euro por carecer de certezas absolutas sobre cómo podría ser la vida fuera del mismo, de la misma forma que atenazaba a quienes se negaban a romper con el patrón oro tras la Gran Depresión de los años treinta del siglo pasado; hasta que todo eso no ocurra sólo me queda pronosticar, con pesar, un largo periodo de sufrimiento social y económico para los pueblos y trabajadores de la periferia europea.

 

 

Published by:

Salir del Euro no es un problema sino la solución.

images

Encuentro Internacional en Grecia «DEUDA, MONEDA NACIONAL Y DEMOCRACIA»

Alvaro Cuesta , corresponsal en Grecia ( Prensa Latina)

Durante el pasado fin de semana (30 de noviembre-1 de diciembre) se llevó a cabo en Atenas un encuentro internacional, organizado por el Frente Unitario Popular (EPAM) de Grecia, en el que una veintena de economistas, miembros de organizaciones sociales, políticos y periodistas de diversos países europeos debatieron sobre la estructura económica y financiera de la Unión Europea, así como del retroceso democrático sufrido, en la medida que las políticas neoliberales fueron ganando terreno.

Pese al silencio mediático sobre la convocatoria y el desarrollo de la misma, el encuentro fue seguido por un buen número de asistentes e, incluso, fue retransmitido a través de internet para que en las ciudades donde el EPAM cuenta con grupos de trabajo los ciudadanos pudieran debatir a medida que se sucedían las intervenciones.

Este es sin duda el principal valor de la iniciativa, abrir el debate sobre las experiencias en los distintos países europeos y la conveniencia, o no, de permanecer en la eurozona y en la UE. Las resistencias a que la opinión pública conozca los términos de planteamientos alternativos son enormes -y lógicas- entre los valedores del sistema neoliberal, pero no resultan coherentes entre esa izquierda europea que antepone cálculos electorales en vez de implicarse con honestidad en las posibilidades que ofrece a los pueblos la salida del euro.

En esa línea se expresó el ex economista delBanco de España, Pedro Montes, cuando pidió a la izquierda que además de oponerse a los recortes y a las medidas de austeridad, defienda de manera clara “la ruptura o el abandono del euro y la inevitabilidad del pago de la deuda”.

Dentro de la zona euro, y despojados de la soberanía fiscal y monetaria, todo se limita a rebajar salarios para mejorar la competitividad y reducir el déficit público, lo que conlleva la desaparición de los servicios públicos más esenciales. “Y así, nos encontramos con una política paradójica y diabólica que consiste en agravar la crisis para superarla”, según explicó Montes. Las consecuencias, añadió, son “el aumento del paro, la caída de los salarios, la precariedad laboral, la subida de impuestos regresivos, familias desahuciadas de sus viviendas y creciente desigualdad, miseria y también hambre”.

Las consecuencias de estas medidas son ampliamente conocidas en Grecia, pero fueron señaladas por muchos de los ponentes sobre sus respectivos países. Todos ellos coincidieron en señalar al Tratado de Maastrich, principio rector de la unión monetaria, y a la estructura decidida por la oligarquía capitalista como responsables del actual dominio de los mercados internacionales y del capital financiero en detrimento de la democracia y los derechos de los pueblos.

Así el analista italiano Antonino Galloni explicó que “el euro no es un verdadera moneda, pues nunca se orientó hacia el desarrollo del equilibrio territorial de la UE, sino para servir a la producción y a las exportaciones de Alemania”. Mientras, en los países de la periferia, “los flujos de capital se dirigieron hacia la especulación financiera, abandonando las inversiones productivas, y llegando a alcanzar un volumen 50 veces mayor que lo destinado a la economía real”.

Su compatriota Francesco Ruggieri, miembro del grupo Economistas para los Ciudadanos, fue más crítico con los países ricos del norte al definir la situación actual como “una guerra de clases en Europa, un conflicto entre dominantes y dominados que se está saldando con una enorme pérdida de capital humano, social y económico para los países del sur”.

En esa línea también se expresó Dimitris Kazakis, economista y presidente del EPAM, al decir que “la crisis de la deuda es un régimen de colonización sobre los países del sur”, a los que se les ha privado de su soberanía y sus derechos fundamentales, “haciendo a los ciudadanos esclavos de las instituciones financieras internacionales, y llevándolos a una nueva Edad Media”. Y añadió que “no hay ningún ámbito social o económico que no haya empeorado para los griegos, desde los derechos laborales hasta el aumento de la pobreza, pasando por la masiva emigración de los jóvenes”.

También el analista político Alexandros Kutsomitopulos denunció la política colonialista hacia Grecia, convertida de facto en un protectorado de la UE (como Bosnia-Herzegovina y Kosovo), donde un viceministro alemán, Hans-Joachim Fuchtel, y un grupo de asesores se encargan de fiscalizar y presionar al gobierno griego en el proceso de reformas que tienen que realizar.

Incluso el líder político finlandés Antti Pesonen reconoció que “dentro de la UE no somos estados soberanos, los organismos supranacionales, las instituciones financieras internacionales, se convierten en entes de dominación y sometimiento” al beneficio de unos pocos, mientras que los pueblos demandan el control político para “abandonar las políticas de desigualdad y avanzar por la vía de la sostenibilidad, la democracia y la redistribución de la riqueza con una perspectiva social”.

Ese tipo de cambios de paradigma, seguidos durante la pasada década por varios países latinoamericanos, fue explicado por Alberto Montero, presidente del Centro de Estudios Políticos y Sociales (CEPS). Citando los casos de Venezuela, Bolivia y Ecuador, Montero trasladó sus experiencias al continente europeo. Planteó una doble ruptura: desde el espacio de la política mediante la “renovación del pacto social”, lo que significa la refundación del Elstado y la reescritura de las constituciones; y del orden económico, poniendo fin al modelo neoliberal pues “dentro del euro no cabe ningún proceso de emancipación social para los pueblos europeos”. En este punto remarcó que “hay que dejar de pensar en la salida del euro como un problema y empezar a pensarla como la única solución”.

Montero, que ha sido asesor de diversos gobiernos latinoamericanos sobre cuestiones de deuda, criticó que la construcción del proyecto europeo se realizara en torno a una moneda y no a valores humanos y mostró la antítesis de la UE en el modelo de integración seguido por los países de la Alternativa Bolivariana para la Américas (ALBA), donde “manteniendo la soberanía nacional, y bajo las premisas de complementariedad y cooperación, se trabaja en la recuperación de los derechos y las condiciones de bienestar de los ciudadanos, al contrario de lo que sucede en Europa”.

Al término del encuentro se presentó un comunicado final en el que, entre otras cuestiones, se planteó la posibilidad de crear un organismo que coordine las iniciativas surgidas en los distintos países encaminadas a la recuperación de la democracia, la soberanía económica y política de los Estados y la justicia social.

 

Published by:

Crece malestar entre los indignados con las cúpulas de CC.OO y UGT

imagesEditorial de la Revista Digital www.madrilonia.org

«No necesitamos que nos representen, gracias. Los sindicatos mayoritarios son una sombra de lo que fueron los sindicatos de los siglos XIX y XX. Desde que estalló la crisis no se han plantado ni una sola vez de forma completa y firme. Tienen miedo de perder la legitimidad frente al poder. No han entendido que el poder es la gente y a ella deberían responder.

 

Desde el pasado mes de septiembre de 2011 con el nacimiento de la Marea Verde, la posición de los sindicatos CCOO y UGT con respecto a las movilizaciones ha sido ambivalente, cuando no directamente reactiva. La Marea Verde nació como una superación de forma y tono de las mediaciones sindicales que habían venido rigiendo los conflictos educativos en los últimos años: superó el discurso corporativista centrado exclusivamente en los salarios y los derechos de los trabajadores, y emplazó a la movilización por un derecho de todos, el derecho a la educación, que también afectaba y defendían padres, madres, alumnos y muchos otros.

Se impuso una forma de funcionamiento mucho más abierta que entraba en tensión con la propia estructura sindical; dicha tensión se vió reflejada principalmente en la negativa a convocar una huelga indefinida en el sector educativo. Sin embargo, la cualidad y la potencia de la Marea, aún con sus problemas internos desbordó las movilizaciones, tomó colegios, hizo huelgas de toda la comunidad educativa, incluyendo a la Ampas, y devolvió al conflicto educativo al centro de la lucha política por los derechos colectivos.

Meses después, con el nacimiento de la Marea Blanca, esa posición del sindicalismo tradicional estuvo ya ampliamente superada por una estructura hiper-compleja de asambleas de hospital y centros de salud, colectivos, asociaciones gremiales, sindicatos más variados y con más capacidad de conflicto, etc. Sin tener la batuta del tempo político, en Sanidad se ha dado la paradoja de que esa “debilidad del sindicalismo” ha abierto la movilización en el tiempo y el espacio. La Marea Blanca sigue teniendo hoy una potencia enorme.

Tras esos desplazamientos, CCOO y UGT necesitaban un mecanismo de legitimación social que se pareciera a las Mareas sin llegar a serlo del todo. Demostrando que van un paso por detrás en imaginación política lanzaron la “Cumbre Social”, una imitación de los Foros Sociales convocados desde 2001 por el movimiento alterglobalización. Es este caso, un espacio aglutinador de sindicatos, organizaciones sociales, ONGs e Izquierda Unida. Bajo ese paraguas se convocaron dos huelgas generales.

El pasado 23 de febrero, un pequeño grupo de distintos espacios ligados a las Mareas en Madrid convocó una Marea Ciudadana siguiendo el mito de la “Unidad” y apelando a que una convergencia de las distintas Mareas supondría un crecimiento en la lógica de conflicto. La movilización fue un éxito espectacular que dejó de nuevo a las cúpulas sindicales fuera de cuadro mientras sus bases se dedicaban a mover de forma autónoma la convocatoria. No parece que las hayan escuchado.

Esta experiencia se iba a reeditar este sábado en una manifestación convocada en primer lugar por el grupo Tribunal Ciudadano (que ha recogido y analizado miles de hipotecas para poner un querella por sobretasaciones y cláusulas abusivas a los directivos bancarios) que había invitado a sumarse a Mareas Ciudadanas, asambleas de barrio y otros espacios.

La Cumbre Social entonces, inició un acercamiento a dicho espacio para, siguiendo con la retórica de la unidad, tener más fuerza; querían retirar de los lemas de la manifestación “Juico a la Banca” y dejar solo “Salvemos lo público” y “Salvemos las personas”, como si se pudiera salvar lo público y a las personas sin un juicio a la banca. Este intento de retirar a la banca de la agenda pública muestra con quién están los sindicatos.

El Tribunal y las Mareas rechazaron la integración de los sindicatos como tales (podían acudir como individuos a apoyar la manifestación) y fueron a legalizar la manifestación; su sorpresa fue mayúscula cuando descubrieron que los sindicatos ya habían legalizado una manifestación para ese día. Esa es la forma de colaborar y cooperar de CCOO y UGT con los movimientos: restar fuerzas convocando el mismo día y rebajar los contenidos sacando a la banca de la ecuación.

El resultado es que el sábado habrá en Madrid dos movilizaciones. Una, convocada desde abajo, por Mareas, asambleas del 15M y el Tribunal Ciudadano, saldrá el sábado 23 a las 12 horas de Plaza de España hasta Sol, con los lemas de “Juicio a la banca”, “Salvemos lo público”, “Salvemos las pensiones” y “Salvemos a las personas”

La otra (Atocha-Alcalá a la misma hora con los mismos lemas copiados excepto el de la banca) solo sirve para que las cúpulas de CCOO y UGT salven mínimamente la cara tras meses de absoluto silencio y, sobre todo, para intentar redibujar el mapa de la situación del eje Abajo-Arriba (no somos mercancía en manos de banqueros y políticos) al eje Izquierda-Derecha (la derecha recorta los servicios públicos y es mala -aunque la “izquierda” también lo haría); han intentado convertir la convergencia que se produjo a partir de una ilusión colectiva, la del mito de las Mareas Unidas, en un mecanismo de aparatos institucionales buscando recuperar hegemonías, poniéndose delante de miles de personas que luchan día a día y de forma horizontal en sus barrios y lugares de trabajo.

Ponerse delante para presentarse como los interlocutores con el gobierno, negociar en nuestro nombre y seguir cobrando por representarnos. Por su parte, IU ha convocado también esta movilización con el lema “2 años de Gobierno del PP”. En agosto, cuando ya se había convocado la manifestación del 5 de octubre por la dimisión del Gobierno de Rajoy, Cayo Lara añadió confusión al anunciar que para ese mes IU preparaba una movilización “unitaria” por la retirada del Ejecutivo, sin que en ningún momento se haya hecho público quién estaba participando en ese espacio unitario. Ahora vemos lo que había detrás: nada.

No necesitamos que nos representen, gracias. Los sindicatos mayoritarios son una sombra de lo que fueron los sindicatos de los siglos XIX y XX. Desde que estalló la crisis no se han plantado ni una sola vez de forma completa y firme. Tienen miedo de perder la legitimidad frente al poder. No han entendido que el poder es la gente y a ella deberían responder. Pero claro, la sorpresa es pequeña. Es difícil no recordar el papel que jugaron CCOO y UGT (e IU) aceptardo y manteniendo en el modelo financiero de las Cajas de Ahorros, con Bankia a la cabeza; es dificil olvidar que entre los 33 de Bankia hay cargos de dichas organizaciones o que el congreso de administración de Bankia era una de las monedas de cambio y pacificación de la ciudad.

La Unidad no es buena per se, depende de la materialidad que construya. Quizás por eso el 15M se protegió tanto y tan bien declarando de forma continua su apartidismo. Lo que algunos vieron como indefinición o como hacerle el “juego a las derechas” ha resultado ser el mejor mecanismo contra la manipulación.

Madrilonia

 

Published by:

El reino de España de dictadura de los mercados a dictadura política

Carlos_Martinez_presidente_Attac_EspanaCarlos Martínez

«Hay que echar al basurero a tantas y tantas personas que se han aprovechado de nosotras, nosotros y nuestra buena fé así como de usurpar ideas nobles y buenas, para medrar, hacer carrera y a su vez hacer la carrera con los principios, que ellos ni conocen, ni defienden».

El poder está mercantilizado, la política privatizada. Los banqueros mandan. Botín comparte jefatura del estado con el Borbón. Todo eso lo sabíamos. Lo que ahora ocurre es que la dictadura mercantil en el reino de España, necesita más dureza para someter a un pueblo que puede comenzar a rebelarse. Los esclavos necesitan también el látigo y el PP comienza a fabricarlo.

Son tantos los recortes, las amenazas sociales, el empobrecimiento generalizado y la destrucción del tejido social, que los pueblos pueden comenzar a hartarse y a rebelarse. Las huelgas sectoriales están aflorando cada vez con más fuerza y la respuesta ciudadana también, por tanto en la lógica de la derecha lo que ahora toca es represión. A más pobreza más dureza, más insulto, más dominio, más ostentación de poder.

Las reformas legales que el partido neo-falangista PP prepara son pura y simplemente dictatoriales. La ley Corcuera de “la patada en la puerta”, ya no les sirve. Ya estamos hablando de palabras mayores. Se trata de blindar a una policía represora y de oprimir a cualquier persona que ose en un acto de dignidad protestar.

No podemos ya callar. Esto no solo es un reino corrupto, injusto y neoliberal, es una dictadura. Que hayan parlamentos, ayuntamientos y cargos políticos electos no es suficiente para decir que hay democracia. La mayoría abosoluta del PP y el dominio absoluto del monarca y un grupo de oligarcas, convierte en inútiles a las y los electos así como las instituciones llamadas democráticas. El PP, los banqueros y los ricos, el rey y sus tribunales no van a frenar su deriva dictatorial.

Ante la tiranía rebelión.

Nos roban, nos insultan, nos amenazan. Rebelión democrática y revolución ciudadana. La ciudadanía, la clase obrera ya no deben seguir callando.

Los más jóvenes tienen ya ante ellos la misma oportunidad que sus abuelos y padres tuvimos, cual es luchar contra una dictadura.

El solo anuncio de modificar las leyes de “seguridad” y “protección ciudadana” debieran hacernos saltar como un resorte. Las palabras del ministro del interior hablando con tanto cinismo como poca verguenza de defender la libertad, es sencillamente un insulto y demuestra su calaña.

¿Que más nos tienen que hacer? El PP debe ser arrojado del poder y el bipartidismo que nos ha traído hasta aquí, desaparecer bajo el peso de la indiferencia, la protesta y también el voto democrático.

Es la hora de la política. De la política repropiada por la ciudadanía, de la política seria y honrada en manos de personas que sufren. Hay que echar al basurero a tantas y tantas personas que se han aprovechado de nosotras, nosotros y nuestra buena fé así como de usurpar ideas nobles y buenas, para medrar, hacer carrera y a su vez hacer la carrera con los principios, que ellos ni conocen, ni defienden. Pero también y sobre todo hay que derrotar al Partido Popular, autoritario, injusto, cruel y camino de ser también dictatorial.

Carlos Martínez , Politólogo y activista social

Published by:

El dilema imposible de la socialdemocracia europea

images«La socialdemocracia, sencillamente, no puede volver. Está condenada a un ejercicio de pragmatismo, al haber asumido las reglas impuestas, que la llevará de facto hacia el neoliberalismo. 

Un frasco de izquierda para contener el virus neoliberal. Lo único que puede volver (¡y con qué fuerza!) es el capitalismo salvaje. O su freno racional, el socialismo».

Alberto Garzón, economista

La tradición socialdemócrata suele defender, una vez abandonado el objetivo del socialismo, que es posible vivir bajo un capitalismo de rostro humano. Se acepta que el sistema económico capitalista tiene una lógica interna que provoca que cada cierto tiempo se sucedan las crisis económicas, pero a la vez se asegura que es posible evitar muchas de ellas y desde luego responder ante todas salvaguardando los pilares básicos de la economía y, sobre todo, los derechos conquistados por la lucha obrera. En términos políticos eso significa apoyar la intervención del Estado, regulando la economía a priori o con grandes desembolsos de dinero a posteriori. Desde J. M. Keynes hasta H. Minsky, la tradición teórica de la economía socialdemócrata ha tenido claro que era posible alcanzar un equilibrio entre la lógica del capitalismo y la satisfacción de las necesidades básicas de los seres humanos. En definitiva, la tesis es que es posible domesticar al capitalismo salvaje.

Sin embargo, los partidos socialdemócratas actuales llevan años en una deriva confusa. Convertidos a una suerte de socioliberalismo, no hay partido político socialdemócrata que se atreva a día de hoy a hacer suyos programas políticos como los de la socialdemocracia clásica de O. Palme o F. Mitterrand de los años ochenta. La crisis del llamado capitalismo dorado, o época dorada del capitalismo, se llevó por delante el peso práctico con el que había contado la tradición socialdemócrata.

Lo que algunos sostenemos es que la socialdemocracia no puede sobrevivir en un contexto socioeconómico donde se dan alguna de estas dos condiciones: a) una arquitectura institucional que consolida un Estado de economía financiarizada, y b) un modelo de crecimiento económico dirigido por las exportaciones.

La tendencia hacia la desigualdad

Desde la década de los ochenta, y debido al contexto de aplicación de las políticas neoliberales, uno de los efectos más llamativos en todas las economías ha sido el incremento de la desigualdad medido a partir de la distribución funcional. En concreto, la participación salarial en la renta ha decrecido sistemáticamente en todas partes del mundo, con su inverso en el crecimiento de la participación de los beneficios en la renta. Este fenómeno no es de ninguna forma anecdótico, ya que tiene severas implicaciones en la forma en la que operan las economías capitalistas. De hecho, la economía política siempre se ha preocupado de las cuestiones distributivas no por ánimo moralista sino porque afectan a la dinámica de crecimiento económico y de crisis capitalista.

garzon1

La razón fundamental está en que las rentas salariales son no sólo un coste para las empresas, sino también la principal fuente de demanda. Sin suficiente demanda, los empresarios no pueden vender su producción y el sistema colapsa. Algo que el empresario estadounidense H. Ford supo ver cuando en 1914 decidió incrementar los salarios a sus trabajadores para facilitar que comprasen los propios productos que la empresa fabricaba.

El llamado capitalismo dorado o de posguerra parte de esa premisa: un pacto capital-trabajo en el que ambas partes colaboran cooperativamente bajo unsistema win-win (donde todos ganan). Tal sistema sólo puede funcionar en la medida que se produce un continuado incremento de la productividad, lo quepermite a su vez que crezcan tanto los beneficios como los salarios. Sea por el potencial de crecimiento (debido a la necesidad de reconstruir un mundo destruido por la guerra) o sea por las nuevas capacidades tecnológicas (estrechamente vinculadas a la industria militar), el capitalismo de postguerra permitió un pacto capital-trabajo en las sociedades capitalistas.

Este sistema, con todos sus rasgos internacionales (desde los financieros hasta los geopolíticos), se vino abajo en torno a la década de los ochenta. Algunas corrientes teóricas lo interpretan como resultado del excesivo poder de los salarios, cuyo crecimiento provocó el estrangulamiento de los beneficios y en consecuencia acabó con la inversión y la creación de empleo. Otras corrientes lo achacan a problemas derivados del agotamiento de las expectativas de inversión por razones inherentes a la dinámica capitalista. Se acepte una versión u otra, lo cierto es que el nuevo contexto institucional –las nuevas reglas de juego– quedaron marcadas por una interpretación neoliberal de la crisis. A saber, el problema residía presuntamente en el excesivo intervencionismo del Estado en los mercados y en la fortaleza negociadora de los sindicatos, razón por la cual la solución radicaba en la reducción de ambos aspectos.

El aspecto laboral fue clave. La lucha encarnizada contra los sindicatos, reduciendo su capacidad negociadora, junto con la propia dinámica del sistema (que terciarizaba la economía, dejando en segundo lugar las fuertes industrias con grandes masas de trabajadores afiliados a sindicatos), llevó a un reparto cada vez más desigual de la tarta. El pacto capital-trabajo se deshacía en pedazos. La experiencia del plan Meidner, en la Suecia más socialdemócrata de toda la historia, representó dramáticamente toda la época.

La ‘financiarización’ y las nuevas reglas de juego

Una reducción de las rentas salariales en todas partes del mundo provoca un efecto contradictorio. En primera instancia las empresas ven aumentado su margen de beneficio, ya que sus costes laborales se reducen. Eso podría estimular la inversión, y es lo que predice la teoría neoclásica dominante. Pero en segunda instancia, y al ser la reducción de costes laborales un fenómeno generalizado, también se reduce la demanda total y en consecuencia la rentabilidad de la inversión. A una empresa puede convenirle que sus propios trabajadores cobren menos (y así la empresa gana más) pero es imposible que le convenga que los trabajadores del resto de empresas vean igualmente mermados sus salarios (dado que son su fuente de mercado). La contradicción central del capitalismo, la relación capital-trabajo.

El problema que emerge es que faltan fuentes de demanda, y que donde antes había salarios que creaban mercado ahora no hay nada. Las teorías económicas marxistas han situado al gasto militar y a los mercados externos como posibles fuentes sustitutorias y complementarias para este problema. La idea es que si no hay suficientes fuentes, hay que crearlas. Una guerra, un plan de estímulo económico o una colonización permiten ampliar los mercados. También las privatizaciones son una forma de ampliar mercados para la esfera privada (ya que desplazan a los ciudadanos desde lo público hacia lo privado). Las teorías del imperialismo (desde J. A. Hobson hasta V. Lenin, pasando por R. Luxemburgo), o la llamada acumulación por desposesión (de D. Harvey) son resultado de esta interpretación. Y toda la base del keynesianismo se encuentra igualmente aquí.

Ahora bien, en el contexto de la globalización neoliberal, donde se han multiplicado los sujetos económicos que compiten al máximo nivel en el mercado mundial (a diferencia de la época de postguerra), otra fuente de demanda puede emerger también en las finanzas. Efectivamente, la poca demanda existente en la economía real puede ser compensada con las burbujas financieras. Gracias a unas nuevas reglas de juego, resulta mucho más rentable invertir en los mercados financieros (deuda pública, deuda privada, acciones, futuros…) que en la economía real (industria, turismo…), todo lo cual estimula igualmente el crecimiento económico. Con el riesgo, comprobado está, de la inestabilidad financiera asociada y de la emergencia sistemática de crisis financieras derivadas de los estallidos de las burbujas. La crisis de las puntocom, a principios del siglo XXI, o la reciente de las hipotecas subprime son buenos ejemplos de ello.

La financiarización, resultantemente, no requiere la existencia de un pacto capital-trabajo. El capital encuentra rentabilidad en sus propios espacios creados ad hoc, y no necesita de la demanda salarial más que de forma indirecta. En este contexto, la desigualdad está íntimamente asociada a la llamada financiarización (predominio de las finanzas) y a la crisis.

El modelo de crecimiento económico dirigido por las exportaciones

Además, la financiarización de la economía mundial ha permitido a muchas economías capitalistas esquivar la crisis que hubiera provocado, en distinto contexto, la desigualdad creciente. Así, economías como España, Grecia o Portugal han podido crecer económicamente a ritmos elevados a pesar de mostrar cada vez mayores desigualdades en la distribución funcional de la renta. La razón está en que sus fuentes de demanda efectiva han sido virtuales, como demuestra el creciente endeudamiento privado que ha permitido a la burbuja inmobiliaria seguir manteniéndose hasta su pinchazo (y que ha dejado tras éste un enorme reguero de deudas, en gran parte asumidas por el Estado).

Así, el crédito ocultaba una realidad subyacente mucho más dramática a la vez que permitía a la economía crecer a tasas suficientemente altas como para crear un empleo (vinculado, en todo caso, a la propia burbuja inmobiliaria y su dinámica). Surgida la crisis, el modelo estalla y el proceso de crecimiento económico dirigido por el crédito se agota.

Desde entonces, la Troika y los gobiernos europeos están tratando de recomponer al capitalismo a partir de otros fundamentos distintos, con otro modelo de crecimiento económico. Estamos ante otro cambio histórico similar al de los años ochenta, y basado en la agudización de lo que entonces ocurrió. Otra vuelta de tuerca neoliberal.

En este caso la idea pasa por instaurar un modelo de crecimiento económico dirigido por las exportaciones, es decir, donde éstas tengan un papel primordial en el crecimiento económico. Para ello se requiere, en primer lugar, que las exportaciones sean superiores a las importaciones. Y, en segundo lugar, que se alcancen nichos de mercado donde las empresas españolas sean altamente competitivas. El modelo de referencia es el alemán.

Alemania comenzó desde inicios de siglo, y precisamente bajo gobierno socialdemócrata, una política de corte neoliberal que logró modificar el modelo de crecimiento económico hacia un modelo dirigido por las exportaciones, a la par que agudizó la desigualdad interna (todo lo cual ahogó la demanda interna).

Garzon2

En la medida que no todos los países pueden ser exportadores netos, esto es, exportar más de lo que se importa, este modelo no puede ser generalizable. Sólo algunos países, los que más ventaja llevan en el desarrollo capitalista, pueden vencer. Se da lo que llamamos falacia de la composición.

Pero en lo que a este artículo respecta hay una implicación política mayor. En la medida que este modelo implica la búsqueda de fuentes de demanda externas, entonces no es necesario reponer un pacto capital-trabajo para mantener el crecimiento económico. Es más, de hecho cualquier tipo de colaboración entre capital y trabajo es un obstáculo para la consecución y mantenimiento de un modelo que requiere una lucha competitiva en el límite, y fundamentalmente a partir de un incremento constante en la explotación laboral –traducida en incrementos de la jornada laboral, reducciones salariales y otros aspectos propios del neoliberalismo… y del siglo XIX–.

El modelo que se busca, que a veces se etiqueta de neomercantilismo, tiene sustraída la posibilidad de generalizarse y, en consecuencia, aboca a muchas economías a la crisis permanente. Pero en aquellos países donde puede triunfar, aunque sin convertirse ellos mismos en los líderes de la manada, el modelo impone unas transformaciones sociales profundas que, aun permitiendo al capitalismo sobrevivir, no es compatible con los derechos laborales, civiles ni democráticos. Es decir, no hay espacio para el capitalismo domesticado. No hay espacio para la socialdemocracia.

Por estas razones, en este marco y en esta época histórica la socialdemocracia no puede ser socialdemocracia sino, a lo sumo, socialiberalismo. Esto es, una versión difuminada y orientada fuertemente a la derecha de lo que fue el espejismo socialdemócrata de los años de posguerra. La socialdemocracia, sencillamente, no puede volver. Está condenada a un ejercicio de pragmatismo, al haber asumido las reglas impuestas, que la llevará de facto hacia el neoliberalismo. Un frasco de izquierda para contener el virus neoliberal. Lo único que puede volver (¡y con qué fuerza!) es el capitalismo salvaje. O su freno racional, el socialismo.

 

Published by:

Siria: 100 mil mártires para llegar a Ginebra2

imagesimagesdescarga (1)Thierry Meyssan, periodista fránces.

La Conferencia de Ginebra, en junio de 2012, debía sentar las bases de la paz en Siria. En aquel momento, para no entrar en conflicto con Rusia y China, la OTAN había renunciado a desatar contra Siria una campaña de bombardeos, similar a la que había aplicado contra Libia. La Francia de Nicolas Sarkozy había negociado la retirada de sus consejeros militares presentes en el Emirato Islámico de Baba Amro y obtenido la devolución de los oficiales franceses que habían caído prisioneros en aquel lugar. Se podía estimar lógicamente que el Estado sirio había ganado la partida y que el regreso a la normalidad estaba cerca.

Sin embargo, en la noche del 30 de junio, la Francia que acaba de elegir como nuevo presidente al socialista Francois Hollande emitía una reserva sobre la interpretación del comunicado final de Ginebra. Según el nuevo gobierno francés, como el futuro gobierno de transición sirio debía contar con la anuencia de todas las partes, el acuerdo de Ginebra implicaba la salida definitiva del presidente sirio Bachar al-Assad. Una semana más tarde, el presidente Hollande recibía en París a los participantes en la 3ª reunión de los «Amigos de Siria», teniendo como guest star a Abou Saleh –el joven periodista de France24 y deAl-Jazeera que había hecho reinar el terror en Homs. Terminaban allí las promesas de Sarkozy: ante el fracaso de la guerra de 4ª generación (la de las mentiras mediáticas), se decidía pasar a una guerra similar a la desarrollada contra la Nicaragua sandinista a finales de los años 1980 con la intervención de decenas de miles de combatientes extranjeros.

El brusco cambio de actitud de Francia estuvo determinado, al mismo tiempo, por las ambiciones de un grupo de miembros de la clase propietaria y por la corrupción del nuevo equipo dirigente.
-  Para algunos capitalistas, la crisis económica de 2008 se caracteriza por la imposibilidad de obtener grandes ganancias en Francia debido al empobrecimiento de las clases populares. Así que empujaron al entonces presidente Sarkozy a preparar la guerra en Siria, proyecto cuya aplicación prosiguieron mientras aquel presidente negociaba la retirada francesa. El representante de los intereses de aquellos personajes en la sede de la presidencia de Francia era el jefe del estado mayor particular del presidente de la República, el general Benoit Puga, a quien el nuevo presidente Francois Hollande mantuvo en ese cargo.
-  La campaña electoral de Francois Hollande estuvo financiada fundamentalmente –y también ilegalmente– por Qatar. Este minúsculo emirato, antiguamente vinculado a Francia, estaba gobernado por el ambicioso jeque Hamad desde el golpe de Estado de 1995. En 1999, el emir Hamad autoriza Exxon-Mobil a explotar de forma ilimitada los yacimientos de gas de Qatar. En pocos años, el pequeño emirato se convierte en un gigante mundial del gas y en propiedadde facto de la familia Rockefeller. A su llegada a la presidencia de Francia, Francois Hollande escoge como ministro de Relaciones Exteriores a Laurent Fabius, quien había servido de intermediario entre él y el emirato. Pero Fabius es ante todo lo que se ha dado en llamar «un amigo de Israel». Actuando como tal, Fabius empujará Francia a «desangrar» Siria.

El ataque comenzó el 18 de julio de 2012 con un atentado que costó la vida a los miembros del Consejo de Seguridad Nacional de Siria. Siguió a ese atentado una guerra de año y medio que dejó más de 100 000 muertos. En este momento, ya se ha llegado a la conclusión de que esta guerra no tendrá solución militar, dado que los Contras eliminados son rápidamente reemplazados por otros.

Moscú y Washington hablan en este momento de una Conferencia Ginebra 2. En efecto, el Reino Unido se vio oportunamente obligado a retirarse como resultado de un voto de la Cámara de los Comunes; el emir de Qatar fue obligado a abdicar por presiones de Estados Unidos; Francia no ha podido mantener su presión militar después de su intervención en Mali; Turquía está demasiado dividida para poder embarcarse en ningún tipo de operación de gran envergadura. No queda, de hecho, más que un solo jugador: Arabia Saudita.

Riad instaló a su ministro adjunto de Defensa en Amman –la capital de Jordania– para formar allí una fuerza de 50 000 mercenarios. Lo previsto era que el ataque químico perpetrado en la Ghouta por los Contras y con material proveniente de Turquía daría un giro a la situación. Los comandantes aliados se reunieron en Amman para preparar la operación de cambio de régimen… pero no pasó nada.

En realidad, al igual que cuando Washington obligó al emir de Qatar a salir del escenario, toda la excitación sobre los anunciados bombardeos estadounidenses contra Siria no tenía más objetivo que forzar la retirada de Arabia Saudita. Después de lanzar aullidos de dolor y de anunciar que se vengaría de Estados Unidos, los Saud parecen haber bajado la cabeza cuando John Kerry se fue hasta Riad para recordarles que si todavía se mantienen en el trono es porque Occidente así lo quiere. Resuelto ese problema, la Conferencia Ginebra 2 debería tener lugar a principios de diciembre o a finales de enero. De esa manera, los aliados de Estados Unidos concretarían por fin el acuerdo secreto pactado entre Moscú y Washington hace año y medio.

Published by:

Democratizar es desmercantilizar

descarga«Lo destacaba bien Marx, al decir que cuando las constituciones liberales enuncian que  “Todos son iguales frente a ley”, ahí empieza la desigualdad. Pero mientras sea desigualdad económica, social, cultural, el liberalismo las soporta, con tal de que sus cánones para calificar a un país como democrático sigan vigentes: separación de los poderes, elecciones periódicas, multiplicidad de partidos, prensa libre (“libre “quiere decir “privada” en el vocabulario liberal)».

Emir Sader
Profesor de la Universidade de São Paulo (USP) y de la Universidade do Estado do Río de Janeiro (Uerj)

La fragilidad de las democracias liberales quedó confirmada conforme pudieron convivir con el neoliberalismo y, más que eso, ser funcionales a ese modelo de exclusión social. La brutal penetración del dinero en todos los poros de la sociedad llegó de lleno a la política, con la financiación de campañas electorales, con loslobbies en los Parlamentos, todo absorbido por las democracias liberales, revelando su inmensa elasticidad. Así como, a la vez, han convivido y siguen conviviendo con modelos económicos neoliberales, de concentración de renta, exclusión social, expropiación de derechos fundamentales, aumento exponencial de la pobreza y miseria.

Lo destacaba bien Marx, al decir que cuando las constituciones liberales enuncian que  “Todos son iguales frente a ley”, ahí empieza la desigualdad. Pero mientras sea desigualdad económica, social, cultural, el liberalismo las soporta, con tal de que sus cánones para calificar a un país como democrático sigan vigentes: separación de los poderes, elecciones periódicas, multiplicidad de partidos, prensa libre (“libre “quiere decir “privada” en el vocabulario liberal).

La era  neoliberal representa el máximo de realización del capitalismo en su afán de transformar todo en mercancia, en mercantilizar todo. Libre de las trabas de las reglamentaciones estatales, el capital fluye sin limitaciones, realizando la utopía de que sea un mundo en que todo se compra, todo se vende, todo tiene precio. En nuestros países, esos procesos han trasformado profundamente a nuestras sociedades, destruyendo la escasa red de protección de nuestros Estados, trasfiriendo hacia el mercado lo que eran derechos: a la educación, a la salud, a la cultura, al transporte, a la vivienda.

Gobiernos postneoliberales tratan de revertir ese brutal proceso de mercantilización, reponiendo en la esfera pública lo que fue llevado a la esfera mercantil. Frenando los procesos de privatización, revirtiendo en algunos casos empresas privatizadas a la esfera estatal. Pero, en lo fundamental, reconociendo y ampliando derechos de la gran mayoría de la población, víctima de la expropiación de derechos de parte del neoliberalismo.

La polarización fundamental en la era neoliberal se da entre la esfera mercantil y la esfera publica. Aquella, la esfera del mercado, del consumidor, de la selección social por medio del dinero. La esfera publica, a su vez, es la esfera de los derechos, de los ciudadanos, de la inclusión social. El Estado es un espacio de lucha hegemónica entre la esfera publica y la esfera mercantil, pudiendo ser tanto un Estado financiado, cuanto un Estado refundado alrededor de la esfera pública. En el Estado, decía Pierre Bourdieu, siempre hay  una mano derecha y una mano izquierda.

El neoliberalismo destroza al Estado e intenta imponernos la opción entre estatal y privado. Es decir, entre un Estado desarticulado por ellos o el mercado —que es lo se esconde detrás de lo que ellos llaman de espacio privado—. Mientras que la disyuntiva es distinta: donde el neoliberalismo habla de esfera privada, lo que hay es la esfera mercantil. Y la esfera contrapuesta no es la esfera estatal, sino la esfera pública. La polarización que articula el campo teórico en la era neoliberal es la que se da entre esfera pública y esfera mercantil.

Democratizar nuestras sociedades es desmercantilizarlas, es transferir de la esfera mercantil hacia la esfera pública, la educación, la salud, la cultura, el trasporte, la habitación, es rescatar como derechos lo que el neoliberalismo impuso como mercancia. Esa es la mayor batalla de la era neoliberal: la afirmación hegemónica de la esfera pública en contra de la esfera mercantil. Una sociedad justa es una sociedad centrada en la esfera pública, en la universalización de los derechos, en los ciudadanos, como sujetos de derecho.

Published by:

El PSOE sigue sin enterarse

Carlos_Martinez_presidente_Attac_EspanaCarlos Martínez ,Politólogo y activista social

La solución no es ya de maquillajes o de adaptarse a las modas. No, lo que ocurre es que las personas hartas y el pueblo de izquierdas hemos comenzado a explorar y construir nuevas vías de defensa, resistencia, liberación y auto-organización.

El problema es tener o no tener ya credibilidad. Una encuesta del grupo de poder PRISA a través de cadena SER en “informativos” muy amigos de los socioliberales ya les advierte que la gente sabe que ellos, en la oposición dicen una cosa y en el gobierno hacen otra. Las clases populares europeas no han abandonado a las socialdemocracias de la II Internacional, son ellas las que nos han abandonado.

Susana Díaz en un discurso efectista, que ha interpretado magníficamente, ha errado totalmente en lo esencial. Las personas trabajadoras, excluidas y desempleadas, recortadas y ninguneadas nos hemos organizado en Plataformas y Mareas, puesto que las respuestas a la crisis capitalista y sistémica desde 2008 han sido neoliberales y favorables a sus causantes, los bancos y los poderes financieros. Ante eso nos hemos auto-organizado, si, pues nadie daba las respuestas adecuadas y los sindicatos andaban abrumados y todavía confusos en el rumbo a tomar. Los queremos clara y contundentemente a nuestro lado-a los sindicatos- y de hecho muchas y muchos hemos defendido su necesidad, pero a pasar de ello, no hemos esperado y nos hemos auto-organizado. Sí. Pero ojo, no esperamos que venga nadie, ya estamos.

Siempre la clase obrera, las clases trabajadoras y populares se han auto-organizado según los tiempos y las circunstancias. La lucha de clases existe y con una dureza aterradora para los de abajo. La primera Internacional no fue un producto de laboratorio, sino que unió a expresiones de lucha ya existentes y los primeros socialistas, fueron mayoritariamente obreros indignados que se organizaron ante la revolución industrial. El socialismo fue y sigue siendo un camino hacía una sociedad superadora de las clases y del capitalismo, surgida de la fe de los pobres y los parias en un mundo nuevo. Ahora se dice otro mundo es posible.

Pero las primeras asociaciones y nuevos movimientos, surgimos algunos años antes de que todo estallara en esta enésima crisis capitalista, al descubrir que el capitalismo ha cambiado, es financiero y no productivo en el Occidente cristiano y que está destruyendo y va a destruir todas las conquistas sociales y sindicales o evitar que estas se den en los estados empobrecidos. Esto lo dijimos y advertimos ya en 1999, pero los socialdemócratas con poder, ya convertidos en social-liberales, ni nos creyeron, ni nos hicieron caso, ni nos quieren creer y simplemente nos desprecian o ignoran. Algunas y algunos incluso son educados y nos saludan. Me pregunto ¿Cuánto sufrimiento no se hubiera evitado si los llamamientos de Porto Alegre hubieran sido escuchados por las cúpulas que se decían socialdemócratas en Europa, pues son una fenómeno exclusivamente europeo?

En América Latina y no sin dificultades e incluso errores, sin embargo los socialistas o bien si nos han escuchado o bien están intentando aplicar propuestas de forma cooperativa y participativa. Y sin embargo desde Europa esos sectores que ya no sé ni cómo definir, les siguen ignorando.

Por tanto, nadie se ha ido a una marea para evitar el cierre de un hospital o de un instituto o a una plataforma para evitar que lo desahucien porque el PSOE no sabía estar allí. Es que previamente el PSOE desde 1982 no cambió la ley hipotecaria ni la propiedad inmobiliaria y además en el año 2011 en connivencia con el PP y el aplauso de los bancos españoles, alemanes y franceses cambió la Constitución para poner la deuda y los bancos por encima de los derechos sociales de las personas. Por eso ahora todos los recortes y privatizaciones que hace el PP son legales y están amparados por la Constitución. Son la consecuencia, no de un error, sino de una traición. Ese es el origen de las mareas defensivas y también de la pérdida de credibilidad. Pero afortunadamente en esta vida nadie es insustituible.

Para comprobar si la Conferencia Política del PSOE es o no es puro maquillaje y una operación electoralista más, yo por resumir solo observaría que dicen en tres asuntos:

  1. ¿Proponen o no proponen la derogación del artículo 135bis de la Constitución, que es la madre de todas las privatizaciones y recortes? Si no es así, nada es creíble.
  2. ¿Limitan el poder real de la banca mediante control y han apoyado medidas prácticas y concretas para apoyar la reaparición de la banca pública y una fiscalidad progresiva, que no simples modificaciones de tramos impositivos o simples controles a las SICAV?
  3. ¿Qué dicen de la mal llamada deuda pública? ¿Proponen auditar la deuda y no pagar la deuda ilegitima y la provocada por la economía casino? O lo que sería más sensato, no pagarla e investigar seriamente su composición, origen y juzgar a los culpables de esa ruina. La deuda y su actitud ante ella, hoy, es la madre de todas las batallas sociales.

Seguiría con la cuestión constitucional, pero no solo por el federalismo, sino por el modelo de estado y oponerse a la herencia política de Franco, la monarquía. La monarquía y el resto de las instituciones políticas del sistema constitucional del 78,-que no se lo cuestionan- están carcomidas por la corrupción y la incapacidad. No sirven y esto no es Gran Bretaña, aquí la monarquía borbónica de nuevo cuño, que el dictador impuso y luego la oligarquía mantuvo, es el origen y causa de la actual crisis política y de su incapacidad para regenerarse. Solo hay dos caminos o bien los cambios profundos constituyentes o el autoritarismo y el fascismo.

Nos hemos organizado, un respeto. No somos pobrecitos esperando un pastor o una pastora. No nos insultéis.  Sabemos lo que queremos y cómo hacerlo. Tenemos los movimientos sociales, las plataformas y los partidos de izquierdas transformadoras, incluidos los socialistas antineoliberales y de izquierdas, personas bregadas en la lucha, en el trabajo, en la investigación y el conocimiento, en la universidad del paro y el sufrimiento que tanto enseña. Tenemos alternativas, inteligencia y voluntad de cambio real y por eso estamos creando plataformas y sujetos políticos alternativos. Hoy Pablo Iglesias o Francisco Largo Caballero, estarían organizando plataformas y reorganizando a los socialistas en una fuerza política que creyera en la lucha social y de clases.

Somos un alternativa, desde los inicios en “Activos contra la Crisis”, a la “Cumbre Social”, la PAH o las Mareas Unidas y ahora” Suma, la gente primero” estamos luchando y creando las herramientas al objeto vencer. Vencer porque hay que derogar y ya, las reformas laboral, financiera y el articulo 135bis de la Constitución. Hay que redactar una Constitución plenamente democrática y en primer lugar hay que dejar claramente establecido que necesitamos otras políticas y no políticos profesionales, sino luchadoras y luchadores con inteligencia colectiva, capaces de enfrentarse a las oligarquías, las plutocracias, los banqueros e instaurar un nuevo sistema de valores y la democracia con solidaridad y participación.

Si alguien quiere transformar la sociedad y cambiar las políticas públicas, tiene que  poner a la política por encima de los mercados y su inmenso poder, aquí estamos para ello.

 

Published by: