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Pedro Montes explica porqué la reforma a las pensiones es un gran atraco

IMG_2114P_1El derecho a una pensión digna es lo que nos pertenece o debería pertenecernos al final de la vida laboral, pero la situación a la que nos llevan los gobiernos habidos hasta ahora, así sean del psoe o del pp, ha sido y es en cada reforma más regresiva: empeoran constantemente el futuro del conjunto de las clases trabajadoras y favorecen a la patronal y los banqueros, quiere decirse al capitalismo.

images (1)Las pruebas se encuentran en la cimentación de lo que ahora nos hacen. Reforma tras reforma hasta llegar a cambiar la Constitución, y esto último sin tan siquiera cumplir con las reglas que ellos mismos habían escrito. Acuerdos de sindicatos oficiales y patronal han dado con el alargamiento de la vida laboral, los bajos salarios, la facilidad para despedir a trabajadores y trabajadoras, contratos basura, ahora ya ni eso, para terminar en el derribo de las pensiones actuales y dinamitar las futuras, todo en la dirección de sostener el sistema de injusticia para la clase trabajadora.

Entrevista a Pedro Montes por Ramón Pedregal

Hablamos con Pedro Montes, economista y luchador social, miembro del Frente Cívico, que si fue el primero en denunciar la catástrofe que nos preparaban con la entrada en el euro, ahora da la batalla contra el pensionazo del actual gobierno. Pedro Montes es una de las personalidades que han trabajado en el documento de los 24 en contestación a aquellos 12 “especialistas” que colaboran con quienes hoy firman las leyes para terminar en poco tiempo con el resultado de toda nuestra vida laboral. Pedro Montes lleva todas las explicaciones necesarias allí donde se le llame para que se sepa cuál es la situación actual de las pensiones y su futuro.

Nos atiende en una conversación en la que aparecen documentos sobre la mesa; el recorrido en la conversación es desde lo más básico hasta meollos intrincados.

¿Hay alguna duda sobre la subida o bajada de las pensiones?

Cabe poca duda. Reducirlas de modo inmediato a partir de este año y recortarlas continuamente en el futuro. Antes de que esté aprobada la reforma, ya se ha recogido en los presupuestos de 2014, con esa revisión del 0,25%, inferior a lo necesario para que las pensiones mantengan su poder adquisitivo. Por su importancia cuantitativa, las pensiones constituyen un bocado suculento para satisfacer la avaricia del capital.

¿Por qué hablan de “problema” en el aumento de esperanza de vida y la producción?

Lo del problema lo resaltan el gobierno y sus expertos, basándose en un esquema tan sencillo como falso. Dicen, como la tasa de natalidad es baja y la esperanza de vida se prolonga, con el tiempo la relación trabajadores activos/ pensionistas disminuirá a un punto en que será imposible hacer frente al pago de las pensiones. Pero basta considerar la capacidad de generación de renta almacenada en la sociedad para concluir que el “problema” está mal planteado y la solución desenfocada. Con un 26 por ciento de paro, con una tasa de actividad femenina alejada de los estándares europeos y con el crecimiento imparable de la productividad, la renta del país podría aumentar de modo extraordinario y por consiguiente la parte dedicada a sostener a los pensionistas no tendría que crecer significativamente en ningún caso. Destacar, para ver el sinsentido global de la reforma, que el porcentaje en nuestro país dedica a las pensiones, en una situación de economía sufriendo una larga depresión, esto es, con un PIB muy por debajo de lo que podría ser, es del 10% del PIB, dos puntos por debajo de la media de la UE.

¿A qué viene y qué significa la reforma que realizan, cuando habían implementado ya otras?

Tu pregunta suscita la respuesta: un gran engaño, esto es un atraco como se dice en las manifestaciones, un acto de piratería del gobierno contra los trabajadores. Todas las reformas que se han llevado a cabo, desde la primera en 1985 por el gobierno del PSOE hasta la penúltima, hace apenas dos años, también por el gobierno del PSOE, con el lamentable respaldo de las direcciones de CCOO y UGT por la que nada menos se aumentaba la edad de jubilación a los 67 años, han tenido siempre como objetivo recortar las pensiones y siempre también con la coartada de asegurar su futuro. Es evidente que sí era para asegurarlas y luego había que recortarlas de nuevo el argumento de la seguridad era falso. La nueva reforma se acomete sin haber dado tiempo a que la anterior surta sus efectos. Se sabe que los cambios en las reglas de las pensiones hay que valorarlos en décadas, luego la precipitación del gobierno en lo que se refiere a las pensiones no es más que un intento de imponer nuevos recortes de impacto tan rápido como sea posible y de aprovechar la crisis para lograr una redistribución de la renta contraria a los intereses de los trabajadores. Indudablemente además hay intereses relacionados con los fondos privados de pensiones en la medida en que la incertidumbre y la insuficiencia de las pensiones públicas harán que aquellas capas de la población que puedan permitírselo, y subrayo esto porque nivel de los salarios para la inmensa mayoría de los trabajadores no alcanza para ahorrar en fondos, ponga a disposición del sistema financiero nuevos recursos cuyo destino final está todo menos garantizado.

¿Qué buscan todos los “reformadores” que han sido y son, por qué caminos? ¿y la izquierda?

Hay una lucha despiadada por el excedente económico, la plusvalía marxista, que abarca y recorre todos los entresijos sociales. Ningún derecho de los trabajadores está salvaguardado, y es así como vemos la caída de los salarios directos, los salarios indirectos, o sea los gastos en servicios sociales, y los salarios diferidos, es decir, las pensiones. Nada está a salvo en esta época de ofensiva salvaje de la burguesía en la lucha de clases. Y para obtener ventajas económicas sustanciales, hay que previa o simultáneamente reducir el poder político de los trabajadores y la inmensa mayoría de los ciudadanos.

De ahí la reforma laboral, el acoso a los sindicatos, la reforma de las pensiones, la represión contra las protestas: cuanto más inseguridad y miedo sientan las personas mejor se les explota. La izquierda tiene en esa evolución una enorme responsabilidad y detener el curso de los acontecimientos es su tarea prioritaria en estos momentos. La unidad no sólo es conveniente, sino históricamente inexcusable.

Luego las pensiones no son caras, ¿por donde va el futuro?

Lo he indicado antes, en torno al 10% del PIB, cuatro puntos menos que por ejemplo países tan próximos como Francia e Italia. Ese porcentaje depende en el numerador del número de pensionistas y de la pensión media. No hay respecto al número de pensionistas ningún rasgo a destacar con otros países de nuestro entorno, mientras que la pensión media es comparativamente baja con otros países europeos, como son los salarios. El denominador es el PIB, ahora muy bajo como lo revela el 26% de paro, y es fijándose en las posibilidades de crecimiento necesarias para acabar con esta dramática situación del empleo las que permiten afirmar que saliendo de la crisis no hay problema alguno de las pensiones. Este es el nudo de la cuestión y el error fundamental de la política del gobierno: se planea y proyecta a largo plazo el futuro de las pensiones cuando lo que hay que resolver es el futuro del empleo, o lo que es lo mismo, como se sale de la crisis.

¿Son pensiones o no son pensiones lo que suscribe quien paga y lo que organizan los bancos?

No cabe hacer una disputa semántica sobre si las pensiones privadas pueden considerarse realmente pensiones. Lo que sí hay es una concepción global, material y moral, muy distinta entre apoyar y estimular el llamado sistema de reparto, esto es si la sociedad garantiza en su proceso generacional la vida de los pensionistas cuando llegan a serlo después de haber sostenido con su trabajo y sus impuestos a las generaciones que le precedieron, y el apoyar el sistema de capitalización, donde cada uno tiene, como individuo aislado, en base a sus ingresos, si los tiene, que proyectarse su futuro. Como digo, son dos concepciones confrontadas de cómo debe funcionar la sociedad.

Los bancos privados si recogen los ahorros de los fondos privados de pensiones disponen de una masa financiera a la que buscar rentabilidad. Su negocio aumenta, crecen sus beneficios, y no corren riesgos pues estos están asignados a los titulares de los fondos, que son realmente muy altos en las condiciones de inestabilidad financiera existente en el mundo. Y digo mundo porque, como es sabido, muchos de los recursos de los fondos privados están diseminados por los rincones más insólitos creados por la globalización financiera. En nuestro país, esos fondos privados se han estimulado enormemente por el trato fiscal de las aportaciones, que reducen la base imponible en el IRPF, otro rasgo del neoliberalismo imperante.

¿Y cuál debería ser la primera medida a tomar?

Como línea general, cuanto más impuestos paga una sociedad más igualitaria y redistributiva es. Es una forma de expresar que lo colectivo prevalece sobre lo individual. Por eso la derecha siempre está propensa a bajar los impuestos y la izquierda debería por el contrario estar dispuesta a subirlos, pero ya sabemos el desconcierto ideológico en el que se mueve el social liberalismo. Por supuesto, la cantidad no excluye la calidad, en el sentido de que los impuestos deben ser muy progresivos y los gastos públicos muy selectivos en cuanto a su destino. Ahora todo está patas arriba. Se suben los impuestos indiscriminadamente, o peor, regresivamente, y se acometen ajustes y recortes en gastos dedicados a servicios públicos esenciales. Es el signo de los tiempos, con el predominio del neoliberalismo y las exigencias de los poderes económicos, mercados financieros y Troika, que imponen un combate contra el déficit público totalmente injusto y antisocial, con el agravante de que cuanto más restrictiva es la política fiscal más se hunden la economía y la recaudación de impuesto y menos se progresa en el objetivo de reducir el déficit. No es necesario entrar en detalles sobre cuál sería la mejor política fiscal: bastaría tener la voluntad política y encargarle a los expertos que revisasen el sistema para dotarlo de suficiencia y progresividad. La lucha contra el fraude fiscal, desde luego, es un aspecto ineludible de toda reforma progresista.

Los doce “expertos” del gobierno se han visto rebatidos por los 24 que han puesto soluciones que ponen en evidencia su ligazón con los banqueros.

El documento de los 24 expertos independientes, en efecto, ha rebatido el informe de los doce expertos gubernamentales, dejando claro que los cálculos de dicho informe no abordaban el problema de las pensiones correctamente y que toda la visión del tema está distorsionada. Ya he comentado que la cuestión no es hacer proyecciones estáticas de la población sino vislumbrar a la sociedad de un modo dinámico considerando sus posibilidades de crecimiento económico. Por cierto, se suelen proyectar las pensiones del futuro sin tener en cuenta la degradación existente en el mercado de trabajo, de modo que los potenciales pensionistas del futuro lo serán con menos derechos que los actuales, en el caso de que lleguen a tener el privilegio de serlo. En el documento de los 24 se dejan algunos temas muy claros, que invalidan las conclusiones del informe de los expertos del gobierno, que este, ha utilizado tan maniqueamente. Se trata la seguridad social como un compartimento estanco de las administraciones públicas, cuando no cabe considerar aisladamente una quiebra de la seguridad social. Por otra parte, los ingresos específicos de la seguridad social se han utilizado en el pasado para financiar otros gastos públicos, así como en el pasado una parte de los gastos en pensiones que han cubierto con transferencias del estado. Es con esa visión global del papel del Estado como hay que valorar la seguridad social, que puede financiarse con cotizaciones u otros impuestos.

Por consiguiente, hay que impulsar un sector público suficiente para atender, entre otros, los gastos sociales necesarios para garantizar las pensiones -no sé si es una broma referirse a que esto es un derecho fijado en la Constitución, con el desprecio y la ruptura del pacto constitucional llevada a cabo por la derecha por sus intereses y la estupidez del PSOE -. El Frente Cívico no ha tenido ningún papel singular en la elaboración del documento de los 24, salvo un cierto trabajo de coordinación que que he realizado yo, y salvo que son tres las personas, miembros de la Mesa Estatal, que han colaborado en su elaboración. Se trataba de producir un documento solvente y “despolitizado”, en la medida de lo posible, para resaltar el engaño de los expertos gubernamentales. Eso sí, una vez hecho público y presentado en sociedad el Frente Cívico está siendo muy activo en la divulgación de sus contenidos y en torno a él esta tratando de construir un movimiento social de rechazo a la reforma de la pensiones. De hecho, el Frente Cívico, como movimiento organizado, ha hecho suyo el documento de los expertos, y trabaja para clarificar y elevar la conciencia social sobre el tema, y por supuesto para organizar una resistencia efectiva a la reforma que, sin estar aprobada, ya ha impuesto el gobierno en el Presupuesto de 2014.

¿Cuál es el problema para el informe de los 24 y por dónde pasa el camino para hacerlo más efectivo?

Como es sabido, el sistema tiene su coherencia interna, y se muestra bastante impenetrable cuando se trata de atacar los intereses preponderantes. Un documento de la solvencia técnica y la sensatez política que tiene el de los 24 expertos debería haber sido difundido y discutido con una gran amplitud social, pues el tema de las pensiones atraviesa de un modo u otro a toda la sociedad. Pero no ha sido así, hay que admitirlo. Los grandes medios lo han ignorado, si bien hemos tratado de infiltrarnos para darlo a conocer lo más ampliamente posible. El Frente Cívico y otras organizaciones estamos tratando de realizar el trabajo político que corresponde al momento y la gravedad de la agresión a las pensiones. No hay motivos para la desesperanza sino para la ilusión. Los problemas actuales nos brindan una gran oportunidad, que debemos intentar aprovechar.

Lucha contra la reforma de las pensiones ¿y qué más?

No me preocupa tanto los resultados de la lucha contra las pensiones como la lucha misma. El gobierno, por ahora, trata con un desprecio provocativo a los ciudadanos y se nos presenta como un muro infranqueable, pero eso es justo hasta el momento en que esté a punto de hundirse. Seguir golpeando es la tarea de la izquierda y tener la confianza de que si se avanza en la construcción de un poder popular todo es posible. Eso de “el pueblo unido jamás será vencido” hay que tomárselo en serio, no sólo por los ciudadanos de a pie sino sobre todo por los colectivos, organizaciones, movimientos y partido, que deben apostar sin titubeos y generosamente por la unidad. Se viven momentos excepcionales, y la forma de estar a la altura de las circunstancias es enlazar todos los brazos y avanzar unidos, firme y contundentemente.

Añade lo que creas importante y no hemos visto.

Gracias, Ramón. Aprovecho para tocar dos temas que me preocupan de la situación de la izquierda. El primero se refiere a la crisis y los esfuerzos demagógicos del gobierno de hacer creer que ha empezado la recuperación. No debe haber confusión: la crisis proseguirá durante mucho tiempo, es bastante probable que por cualquier circunstancia se desencadene una importante agravación, por todos los factores de inestabilidad existente, y que la ofensiva neoliberal sólo se podrá detener con la resistencia popular. La ingenuidad de caer en las trampas de los mensajes del gobierno se pagarán muy caros. El otro, se refiere a la necesidad de proponer una alternativa económica viable que rompa con la línea de los ajustes y austeridad que se viene imponiendo y que nos conduce a la ruina del país. Es el gran reto que tiene el conjunto de la sociedad y en particular la izquierda. Los lectores que conozcan mis posiciones sobre la cuestión europea entenderán lo que insinúo.

Muchas gracias, Pedro, por tus palabras.

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Electoralismo: una enfermedad senil de la izquierda institucionalizada.

NOEmilio Pizocaro

Uno puede estar de acuerdo o no con Julio Anguita pero no cabe duda alguna que su figura es reconocida por su valentía , honestidad y coherencia.

En reciente artículo de Mundo Obrero Anguita lanza un dardo que da justo en la diana : el problema en esta hora no estriba en poner los cinco sentidos en procesos electorales”

Lo relevante de esta opinión es que no se puede pretender seriamente que Anguita es anti-partido o anti-política electoral. Lo que dice es simplemente constatar la borrachera electoral que viven sus compañeros de IU.

A nadie medianamente informado se le escapa que el llamado bloque político-social de IU no es más que una delimitada estrategia para ganar los votos de los “indignados”. O que es lo mismo;  juntar escaños en las Cortes para gobernar con el PSOE en la próxima legislatura.

Es un secreto a voces que la élite de la formación saca cuentas alegres. Por lo pronto, en los pasillo de sus reuniones federales se sueña con la formación de gobiernos tripartitos en las autonómicas.

La gran aspiración “estratégica” de IU es repetir a nivel estatal la experiencia de Andalucía. De ahí no pasan.  ¡Que lejos está esta comportamiento político de la famosa consigna de Anguita “primero programa”!

En su tiempo Rossana Rossanda,  denuncio el oscuro destino de los partido  de izquierda que se transforman en “un comité electoral” . Simplemente desaparecen como el PC italiano o deviene en una frankestein social-demócrata.

Una izquierda transmutada en maquina electoralista abre irremediablemente un espacio para todo tipo de demagogias populistas de derechas.

El caso del partido comunista francés es un ejemplo de esta deriva. Desde que gobernaron  con el “socialista” Jospin han perdido casi toda su influencia en la clase trabajadora. Y de paso han pavimentado el camino para que creciera en los sectores populares la ultraderecha del Frente Nacional que hoy amenaza con llegar al poder.

La patología electoralista es siempre una ilusión engañosa: sus partidarios  creen que “tocando” el poder institucional se consigue un atajo que ahorra el largo camino de la lucha de masas. Lo que ocurre en realidad, tal como pasa en España, es que los partidos se transforman en agencias de empleo y sus dirigentes empiezan a gozar de los privilegios del sistema.

El electoralismo es una excrecencia del viejo pragmatismo estalinista. Es una política miope y coja, que no conduce a ninguna parte. Y en el actual escenario español puede llegar a ser letal para los demócratas de verdad .

Hay que ser muy ciego para no ver que el eje de la política española no pasa por las próximas elecciones. Lo que está en juego es mucho más trascendente, la sobrevivencia de la restauración borbónica.

Por el momento el eslabón mas débil para el régimen es el proceso independentista catalán.  Porque las élites no tienen un pelo de tontas mueven ficha todo los días para seguir usufructuado del poder con les confirió la constitución del 78.

Los hechos están a la vista del que quiera ver .

– El Príncipe empieza ejercer de hecho como Rey y se posesiona en defensa de una España mítica.

– Rubalcaba se auto-declara embajador entre la Moncloa y la Generalitat Catalana y logra rápidamente abrir las conversaciones entre CIU, el PP y el PSOE.

– Rosa Diez, figura de recambio, planta cara y exige con demagogia unas Cortes Constituyentes.

Todos estos movimientos tienen como objetivo salvar una institucionalidad agonizante . La clase política empieza a negociar una modificación de la actual constitución desde arriba . Un gatopardismo puro y duro cuyo objetivo es dejar a los pueblos de España mirando a la carnicería.

La “clase política-económica ” trata de impedir que se ejerza la soberanía popular. Doce millones de pobres y una destrucción masiva del estado de bienestar es potencialmente un peligro muy grande.

¿Que dice IU ante en este escenario?  No se oye padre.

Sus grises voceros olvidan reiteradamente que entre sus acuerdos está el compromiso de impulsar un proceso constituyente desde abajo .

Esta idea fundamental esta fuera del discurso de sus lideres.  De hecho no implementan ninguna política que movilice a sus militantes tras un objetivo de cambio revolucionario que podría ilusionar a todos los pueblos de España.

Pareciera que no comprenden que la realidad exige definiciones políticas de fondo.

La única alternativa real es cortar el nudo gordiano de las contradicciones del estado español con un proceso constituyente. Este no es otra cosa que la ruptura con el actual régimen y sus políticos corruptos. No es más ni menos que ejercer el sagrado derecho a decidir de todos los pueblos de España respecto de la forma de estado y los derechos sociales.

Por lo tanto, dice bien Julio Anguita cuando afirma…la  tarea más urgente, más dramáticamente urgente es ayudar a organizarse a la mayoría social, a la Nación, al Soberano como se quiera decir. La recompensa, si la hay, será mucho mayor: construir otra realidad…”.

Otro gallo cantaría sí el esfuerzo de la izquierda institucionalizada se dirigiera a unir a los movimientos sociales y a los sindicatos tras un objetivo mayor que sacar unos cuantos parlamentarios. Peor aún, en unas elecciones que indefectiblemente empujaran la perpetuación del régimen y su secuela de corruptelas .

En medio de este verdadero páramo de mediocridad política los movimientos sociales sacan sus propias conclusiones. Movimientos y mareas ciudadanas se dan cuenta que las elecciones no están a la orden del día. Que lo fundamental es el trabajo anónimo para echar las bases de una nueva forma de hacer política.

Como ha ocurrido en los procesos latinoamericanos , llegará el momento en que los pueblos de España irán libremente a las urnas sin las ataduras que dejo el post-franquismo.  Para lograrlo es necesario una revolución democrática que destierre a la política de los salones devolviéndola al verdaderamente soberano.

 

 

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Siria: la demonización y la izquierda.

images¿Cómo dar soporte a la primavera siria” cuando ésta es apoyada por las potencias imperiales que desean apropiarse del país? y ¿qué decir cuando son los propios “revolucionarios sirios”, al igual que hicieron los “rebeldes libios”, los que piden la intervención militar? ¿Quién es ese pueblo revolucionario que pide el bombardeo humanitario? ¿a quién representan?

«Auferre, trucidare, rapere falsis nominibus imperium, atque ubi solitudinem faciunt, pacem appellant»

«A la rapiña, el asesinato y el robo los llaman por mal nombre gobernar y dónde crean un desierto, lo llaman paz.  Tácito

Eduardo Luque

La izquierda intelectual.

Conseguir que alguien o algo represente el mal absoluto, es, en palabras de Diego Fusaro, un  arduo trabajo de desinformación. El filósofo italiano define ese proceso como “la demonización preventiva”. Cuando las potencias imperiales definen los objetivos políticos o militares, las divisiones blindadas del pensamiento único se ponen en marcha. Todos los diarios, todas las transmisiones televisivas, las webs, ahora You tube o las redes sociales se utilizan en una campaña coordinada.

Como es un pensamiento totalitario, cuyo método es la manipulación organizada, ha de abarcar  tanto a los medios de derechas como a los supuestamente de izquierdas; esto le otorga una pátina de legitimidad, neutralidad política y homogeneidad interclasista. La condición del mensaje es que ha de ser única y uniforme, sin matices ni discusiones. Hoy Siria y su presidente representan la esencia del mal absoluto; no hay matices, no hay análisis de contexto… Armas químicas, violación de los derechos humanos, dictadura, corrupción,… son las acusaciones del coro mediático.

La industria de la propaganda cultural hace ya mucho que está en movimiento. Según los correos de Wikileaks es muy anterior al 2006. La campaña, minuciosamente organizada, pretende «formatear a la opinión pública» para crear las condiciones de una intervención humanitaria, sea ésta «bombardeo humanitario» o ayuda a los rebeldes. De poco sirve el razonamiento, la relación de las múltiples mentiras utilizadas, las pruebas que se acumulan desde fuentes neutrales…. Al-Assad (el demonio sobre la tierra) ha utilizado contra su propio pueblo el gas sarín.

La demonización del gobierno sirio no alcanzaría tal preeminencia si no fuera por la aportación de algunos reconocidos intelectuales de la izquierda. Los ejemplos se multiplican. En un artículo titulado “Contra la intervención militar extranjera, apoyo a la revuelta popular siria” firmado por Gilbert Achcar y publicado en Rebelión el 09.09.2013, el antaño anti-imperialista, ahora dedicado a la justificación de las intervenciones militares en Libia o Siria, afirmaba:

“… Pero el hecho de que el régimen sirio posea armas químicas y los medios para lanzarlas (para montar un ataque con cohetes y artillería de gran envergadura, como ocurrió) está fuera de toda duda, como también lo está su disposición, al modo de un frío asesino en serie, a utilizarlas contra la población civil”.

Es el mismo personaje que en una intervención pública en Madrid, junto a Esther Vivas y Santiago Alba Rico, llegó  a decir que la “OTAN había bombardeado poco en Libia”. Santiago Alba Rico añadió, en aquella conferencia, que la “OTAN había salvado vidas” en ese país gracias a sus bombardeos. Este autor, que en el caso sirio parece imbuido sin duda del don de la profecía, escribía el 01.09.2013:

La de los que pretenden que Bachar Al-Assad no ha usado armas químicas. Un asesino que bombardea y lanza misiles a su propia población, que tortura sistemáticamente a su pueblo y degüella a mujeres y niños, es sin duda capaz de arrojar gas sarín o cualquier otra sustancia letal sobre sus ciudadanos”.

Todo ello mucho antes que los inspectores de la ONU certificaran que se había usado gas. El documento de la ONU se presentó el día 16.09.2013. Sus conclusiones: no sabemos quién utilizó el gas, ni siquiera donde, ni cuantas víctimas hubo, ni siquiera sabemos por qué se manipularon las  imágenes de los afectados. Las únicas pruebas sólidas presentadas, tanto de expertos rusos como de la misma población civil señalan a la “oposición al gobierno”.

Expertos en comunicación han demostrado que algunos de los niños que aparecen en los videos son en realidad las mismas personas en escenarios diferentes. Algunos niños “gaseados” en Ghouta habían sido previamente degollados; incluso algunos cadáveres llevaban en la muñeca la bandera nacional siria, no la colonial. John Kerry, Secretario de Estado, presentó fotos de los cadáveres de la masacre de Ghouta a Senadores y Congresistas de EEUU.

Las instantáneas se habían tomado en realidad hacía 13 años y  correspondían a la matanza del ejército estadounidense en la guerra del Golfo, como denunció su autor Marco di Lauro. Estas mismas fotografías habían sido utilizadas por la BBC tres meses antes para ilustrar otra más de las masacres del gobierno sirio….. Sin embargo, para los referidos escritores, todo esto carece de importancia. Con una capacidad de visualización más allá del tiempo y el espacio, ya han obtenido todas las respuestas, tienen todas las certezas.

Hay también reporteros que desde su neutralidad proporcionan otras visiones de la guerra en Siria. El reputado corresponsal de guerra Robert Fisk autor entre otras obras de “ La Gran guerra por la civilización”, y en absoluto proclive al régimen de Al-Assad describe en una de sus crónicas recogidas por el diario Al-Manar, cómo el documento de más de 100 páginas analizando el ataque con gas en Ghuta, y presentado en el Consejo de Seguridad por Rusia, no ha sido publicado aún por la ONU; como las primeras sospechas de que los rebeldes habían obtenido gas tóxico de Occidente (específicamente de Arabia Saudita e introducido vía Jordania) han dejado de convertirse en hipótesis para tener amplios visos de verosimilitud. François Houtart en un documento analítico y publicado sobre la realidad siria llega  a la misma conclusión[1]

Hay casos de manipulación que son extraordinariamente burdos. Yassin Al-Hajj Saleh, refiriéndose a las manifestaciones contra el presidente al-Assad en el verano del 2011, hace estas afirmaciones en un artículo publicado en Rebelión el 14.8.2013:

“Las protestas siguieron extendiéndose y a lo largo del verano, centenares de miles de personas se aglomeraron en la plaza del río Orontes, en Hama y en Deir Ezzor, y otros cientos de miles y decenas de miles se reunían en distintos puntos de Siria…”.[2]

El autor parece haber recogido la información suministrada directamente por la prensa anti Assad, sin haberse molestado en contrastar ni siquiera las fotografías que ilustraban los comentarios. En esos días, distintos diarios españoles (ABC, El País, El Mundo o Público) en algunas de las ediciones de agosto del 2011 publicaban reportajes haciéndose eco de las manifestaciones contra el gobierno de Al-Assad. La realidad era todo lo contrario.

En esos días, las hemerotecas están llenas de imágenes de manifestaciones a favor del gobierno pero que los titulares señalan que son contrarias: en Hama, Homs en la  Plaza Saadallah al-Jabri, en Damasco… Que el desconocimiento de los reporteros y su parcialidad sea tan evidente no es de extrañar, para eso cobran. Pero que supuestos intelectuales de izquierda se hagan eco de la propaganda y sobre ella construyan un edificio de mentiras, es algo que aterra.

En general, la posición de los intelectuales de izquierda es una política que debilita los sentimientos contra la guerra y pone el acento positivo en una rebelión que Occidente apoya militar y económicamente. Una de las consecuencias de las múltiples declaraciones y peticiones transformadas en gestos vacíos es acabar, como Almudena Grandes, pidiendo y justificando la intervención occidental. El magnífico artículo de Ángeles Diez Rodríguez: “La complicidad  de algunos intelectuales en la guerra imperial contra Siria” es, en este sentido,  clarificador.

Se pierde la brújula y se acaba por perder hasta el sentido común. ¿Es menos dictador Sadam Hussein que Al-assad?, ¿Por qué Almudena Grandes, la conocida escritora, apoyó en su momento el “NO a la guerra” y ahora pide el bombardeo humanitario?… tal vez porque antes había miles de manifestantes en las calles y ahora no. ¿Cómo justifican las matanzas de la oposición yihadista, los coches bomba contra la Universidad de Alepo en pleno período de exámenes? ¿Cómo pueden justificar el saqueo de los impresionantes sitios arqueológicos de Aphamea, Palmira o Bosra, desde donde los “rebeldes” están arrancando los restos arqueológicos con excavadoras para venderlos en Turquía o Jordania?

Obviamente los autores no dirán que ellos «apoyan» a los extremistas violentos. Es difícil justificar los actos de canibalismo de sectores de la oposición. En general, orillarán el tema; sencillamente, no se manifestarán y no lo harán porque es una realidad muy incómoda que no se ajusta a sus teorías. Este pseudo-discurso progresista acaba afirmando que el pueblo sirio se ha quedado sólo aunque, en realidad, el flujo constante de armas y dinero, proveniente de Occidente, se ha visto incrementado a medida que pasaban los meses pasaban.

El 11.04.2013, también en Rebelión,  se publicaba un documento titulado” Solidaridad con la lucha por la Dignidad y la Libertad Siria” y la “Declaración sobre la revolución siria de las fuerzas de izquierda participantes en el Foro Social Mundial” En ambos casos los llamamientos a la solidaridad con la “Revolución siria” son continuos. Pero la pregunta queda en el aire: ¿a quién apoyan? Se menciona a unos supuestos «revolucionarios sirios», que nadie sabe en dónde se encuadran, ni cuál es su nivel de representatividad y especialmente que peso específico tienen entre las decenas de miles de combatientes opositores, la inmensa mayoría extranjeros, que han acudido a la llamada de la «yihad  islámica».

Algunos de los autores firmantes de la petición van más lejos. Valoran como muy positivo que el embajador de Estados Unidos en Siria haya participado en manifestaciones en contra del gobierno, pero muy negativamente que el presidente Obama no haya querido implementar «un corredor aéreo humanitario». Algunos de los autores antes referidos sostuvieron la misma proposición en la guerra Libia sin que los casi 120,000 muertos que ocasionaron las decenas de miles de bombas caídas sobre el país les hayan empujado a reflexionar ni mucho menos a reconocer su enorme error.

Hoy sabemos, porque el personaje alardea de ello, que fue Soliman Bouchuiguir, (actualmente embajador de Libia en Suiza) y ex presidente de la Liga Libia por los Derechos Humanos quién generó el paquete de mentiras que justificaron la intervención humanitaria de la OTAN. Él fue, con apoyo de los medios occidentales, quien inventó que la aviación de Gaddafi estaba masacrando a su pueblo. El inventó las “supuestas matanzas de civiles” en Bengasi. El propio embajador ha reconocido este hecho, aunque a nuestros “intelectuales” no parece preocuparles excesivamente esta incongruencia.

El esquema que se está utilizando es ya clásico; nos lo recuerda el filósofo Domenico Losurdo. Posiblemente el primer caso evidente fue la caída del presidente rumano Ceaucescu. Se justificó el Golpe de Estado por las imágenes brutales de cadáveres desmembrados, atados con alambre de espino… en la ciudad de Timisoara, (1989). Hoy sabemos que en realidad se cogieron cadáveres de la morgue o se desenterraron, para posteriormente mutilarlos, presentarlos delante de las cámaras de las TV y atribuirlos a una represión policial tal, que justificara la destrucción del estado rumano y la privatización de sus recursos.

Para el filósfo Italiano Giorgio Agabem el caso de la ciudad rumana es el “Auschwitz de la sociedad del espectáculo. Incluso se ha dicho que si después de Auschwitz es imposible escribir y pensar como antes, después de Timisoara ya no será posible mirar una pantalla de televisión de la misma manera.»

El esquema desarrollado en la ciudad rumana sirvió de modelo para hechos posteriores. Se repitió en Racak, en enero de 1999 en los Balcanes. Las “supuestas matanzas” de civiles, desautorizadas por los mismos forenses enviados por la ONU que demostraron que había sido un combate entre fuerzas militares enfrentadas, sirvieron para justificar el bombardeo de Serbia y promover la independencia de Kosovo. Gracias a eso EEUU pudo instalar la mayor base militar en Europa en el nuevo país independiente.

El método se perfeccionó en Iraq, Kuwait,  Libia, ahora en Siria… Pero el esquema siempre es el mismo: “la reductio ad Hitlerum” (“la reducción a Hitler”,  término creado por el filósofo Leo Straus como nos recuerda en su artículo Diego Fusaro). Básicamente es construir entorno al objetivo de turno, la imagen de un nuevo “Hitler” rodeado de la aureola de la maldad absoluta. Allí se mezclará todo el mundo, desde Sadam Hussein a Gadafi, de Chávez a Ahmadinejad. Todos son nuevos Hitler y donde aparece el nuevo nazismo, siempre tiene que haber la nueva Hiroshima, es decir el bombardeo «legítimo» y “ético”.

Pasamos así a justificar “la guerra humanitaria”; esta tiene varios objetivos; el primero es autojustificarse; el segundo, de cara a la opinión pública, es arrebatar al enemigo su condición humana, lo que permite hacer aceptable la intervención militar “puntual” tal y como en un principio señalaban Obama, Hollande o Cameron. La falta de alternativas al discurso dominante, la claudicación de los que tendrían que ser referentes alternativos y críticos acentúa esa realidad.

La memoria del ciudadano es corta como la de los peces; cree “a pies juntillas” aquello que ve en horas de máxima audiencia repetido por los medios “ad nauseam”. El objetivo es alcanzar así «el uso estratégico de lo falso». En el 2010 algunos de los papeles de Wikileaks revelaron la preocupación del Departamento de estado de EEUU y los servicios secretos por la respuesta social a la guerra de Irak. Narran los e-mail filtrados, la puesta en marcha de una campaña sistemática de penetración en organizaciones políticas y sociales que permitiera paralizar las protestas. Es un hecho conocido que determinados gobiernos, destaca el israelí, están contratando, mediante subvenciones directas o indirectas a licenciados en informática o blogueros para que, a través de las redes sociales, puedan extender los conceptos y la filosofía de los gobiernos de turno

La izquierda política.

Si, como hemos señalado, la posición de algunos intelectuales “críticos de izquierda” es una mezcla, que transita entre el deseo y la fantasía. Hay en cambio posiciones en sentido contrario muy importantes como la red de Intelectuales y Artistas en defensa de la Humanidad, con figuras tan reconocidos como Pérez Esquivel, Frei Betto, Ramsey Clark o Atilio borón, firmantes de un documento titulado “Frente a la agresión extranjera contra Siria, levantemos nuestras voces”, donde se denuncia la agresión contra Siria.

La posición de las fuerzas políticas progresistas es en general confusa. Tenemos desde partidos políticos de carácter internacional que como el Partido comunista griego (KKE) se posiciona contra la guerra, hasta el Partido Comunista Francés que sostiene las mismas posturas belicista que el presidente Hollande o el Partido Socialista Francés. En paralelo el partido laborista inglés sumando apoyos desde la derecha conservadora, consiguieron  derrotar al primer ministro Cameron que planteaba la intervención militar.

Mientras en España el PCE, IU, Psuc viu o Red Roja se han manifestado contra la intervención, contra la guerra y a favor de la solución política al conflicto. El PSOE, como no podía ser de otra forma, ha dado apoyo a la intervención alineándose con el gobierno del PP y con las fuerzas imperialistas. Otras fuerzas políticas, la mayoría de matriz troskista como Izquierda Anticapitalista o Revolta Global se ven en una situación comprometida, así mismo el PCC, de matriz prosoviética-ortodoxa pero atado por sus dependencias institucionales en EUiA i ICV intenta, sin conseguirlo, mantener una cierta “neutralidad”. Su propia retórica les lleva a condenar la intervención occidental, pero al mismo tiempo siguen criticando al presidente sirio.

Pero los opositores sirios ¿a quién defienden?, ¿dónde están los revolucionarios pro-democracia? Desde el comienzo del conflicto, hace dos años y medio ya, las banderas que ondea la oposición son las de la antigua colonia, ¿cuál es en realidad su objetivo político?

Para esas formaciones trotskistas españolas, el hecho de que la oposición democrática interna haya participado en las elecciones municipales o haya apoyado el Referéndum constitucional es una cuestión absolutamente baladí. Otras organizaciones como Corriente Roja, también de matriz trotskista, van mucho más lejos y piden el flujo continuo de armas a los rebeldes, presentados poco menos que como héroes internacionalistas. Eso incluye a los que bombardean diariamente a la población civil en Damasco, los que practican el canibalismo o aquella otra oposición que se vanagloria de degollar a los herejes…

El movimiento contra la guerra, antes tan activo, hoy se encuentra terriblemente debilitado. La campaña mediática lanzada por los gobiernos occidentales y apoyados en parte por esa «izquierda» proclive al bombardeo humanitario, ha llevado a estas organizaciones a la práctica desaparición como referentes políticos. La posición de alguna de estas organizaciones a favor del bombardeo de Libia las ha llevado a acrecentar sus contradicciones internas, provocando una auténtica parálisis frente al nuevo ciclo de guerra en Siria.

Al margen de las fuerzas políticas antes mencionadas, otras como ICV, en su declaración del  04-09-2013, buscan una especie de equidistancia política. Es el refugio de las buenas conciencias, aunque en la práctica se iguale así al agresor y al agredido. Frente a unos estados que amenazan a otro, nos declaramos neutrales, somos “ni-nis”. La formación ecosocialista basa gran parte de su estrategia política en la guía que le proporcionan las encuestas electorales; su oportunismo político y la presión de los “medios para convertirla en una formación socialmente creíble hacen el resto. Así la declaración de los ecologistas centra su crítica en el gobierno sirio “… ICV condemna la violència del règim d’Al Assad, responsable de l’escalada del conflicte, així com dels altres bel·ligerants…”

En general todas estas fuerzas proclaman su apoyo a los “pueblos revolucionarios” y su rechazo a la intervención imperial. Nuevamente nos hemos de remitir a las hemerotecas. Desde el inicio fueron las potencias neocoloniales las primeras en apoyar esas “revueltas”. Desde el primer día, los gobiernos occidentales, en paralelo a la campaña mediática orquestada, sacaron resolución tras resolución haciéndose eco de su apoyo a los “pueblos oprimidos”.

Para estas formaciones políticas es una contradicción casi irresoluble. ¿Cómo dar soporte a la primavera siria” cuando ésta es apoyada por las potencias imperiales que desean apropiarse del país? y ¿qué decir cuando son los propios “revolucionarios sirios”, al igual que hicieron los “rebeldes libios”, los que piden la intervención militar? ¿Quién es ese pueblo revolucionario que pide el bombardeo humanitario? ¿a quién representan?

La falta de claridad en las propuestas de esta formación, la más importante de la izquierda catalana, se hace más y más evidente. Se critica la acción militar en ciernes de EEUU, puesto que ella se hace sin el apoyo de la ONU pero, si tuviera tal apoyo como en el caso libio, ¿serían justificables las decenas de miles de muertos que ocasionaría tal intervención?

La deriva de la izquierda española, es en cierta medida fruto y consecuencia de los aires que recorren la izquierda europea donde el PCF cabeza dominante en el PIE (Partido de la izquierda Europea) da apoyo a las propuestas del presidente Hollande a favor de la intervención militar. La declaración en el Foro Social de Túnez, apoyando a la “revolución siria” debemos medirla por el rasero de sus promotores, la mayoría, como hemos señalado, de base troskista y algunas, una mera página en internet. La izquierda italiana, a través de sus medios de comunicación como  “L’Unità” o “La Republica”, se alinea con la ideología dominante. Mientras, los gobiernos progresistas latinoamericanos han dado apoyo sin ambages al gobierno de Al-assad, desde el MST

Siria es hoy también la síntesis de las contradicciones de la izquierda intelectual y política. Una izquierda que frente a una situación compleja en lo nacional y lo internacional  tiene enormes dificultades para orientarse en los nuevos escenarios especialmente dinámicos que la decadencia de un Imperio y el ascenso de otros evidencian.

 

 

 

 


[1] http://www.eleconomista.cubaweb.cu/2013/nro456/conflicto-siria.html

[2] Ver fotografía adjunta.

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España y Portugal. Respuesta a Manolo Monereo.

186530_1280989971_5597357_nMiguel Manzanera Salavert

Hay una indudable comunidad histórica entre las naciones que habitan el territorio de la península ibérica; proviene de su proximidad geográfica y sus intereses comunes. Del mismo modo, el Estado portugués y el español han evolucionado de una forma parecida desde su formación, incluyendo los acontecimientos del último siglo: la imposibilidad de una república avanzada en la primera mitad del siglo XX trajo el fascismo, y el agotamiento del fascismo en su segunda mitad llevó a la democracia representativa.  Eso, en términos generales; pero si nos aproximamos con un poco más de detalle a los hechos, aparecen notables divergencias. Conviene tenerlas en cuenta.

En primer lugar, Portugal mantuvo una buena parte de su imperio hasta la revolución de los claveles (1975), situado principalmente en África; España se quedó sin el suyo a fines del siglo XIX (1898), excepto precisamente dos pequeñas posesiones en África. De ahí derivan las peculiaridades del salazarismo, el fascismo portugués; esa diferencia puede explicar el estancamiento del capitalismo portugués, acostumbrado a lucrarse de la explotación colonial.

Y también puede ayudarnos a comprender la radicalidad de los acontecimientos portugueses cuando llegó la democracia: allí había que liquidar las colonias, esto es, ciertas formas de poder político superadas por la historia moderna. Desgraciadamente, no podemos decir lo mismo del fascismo, que vuelve a resurgir continuamente en la evolución del mundo moderno como forma transitoria de dominación capitalista.

En segundo lugar, Portugal acabó con la monarquía hace más de un siglo, en 1910, después de un atentado en el que murieron el rey y su heredero –el otro heredero quedó vivo, pero dimitió al cabo de dos años y se proclamó la República-. Por muy difícil que sea calibrar el valor político de la institución  monárquica –y hay opiniones para todos los gustos-, algunas evidencias pueden ser puestas como fundamento para una argumentación plausible sobre el tema.

En efecto, la institución monárquica tiene un claro carácter conservador, aunque solo sea desde el punto de vista simbólico –en las monarquías nórdicas, por ejemplo-. Pero además, el rey de España es el jefe del ejército, y si bien ese ejército ha intervenido apenas en la actividad política reciente, no menos cierto es que su presencia y su ideología ultraconservadora ha condicionado las decisiones políticas de los españoles.

Mientras que el ejército portugués jugó un activo papel en la revolución democrática, como agente inductor de la transformación social, el ejército español dirigido por la monarquía es profundamente conservador y reaccionario. Añadamos que el rey es inviolable, lo que significa que está más allá de la ley y no puede ser juzgado por los tribunales; esto de por sí solo es ya un atentado contra la democracia. En consecuencia, como una tenia parasitaria del cuerpo social, la corrupción anida en la misma cabeza del Estado español y se propaga por todos sus miembros desde ese centro de difusión.

Cierto que la desigualdad social en el país hermano es similar a la nuestra; que sus índices de desarrollo humano y cultural son un poco inferiores a los nuestros; que el poder burgués es allí tan fuerte o más que aquí. Sin embargo, cuando uno sigue la política portuguesa, puede percibir que la corrupción está vigilada de cerca por las instituciones democráticas; situaciones que aquí pasarían desapercibidas, tienen en Portugal profundas repercusiones políticas.

Aunque solo sea en apariencia, según me indican los amigos portugueses, no menospreciemos el valor de los símbolos. Por otro lado, la productividad del trabajo es mucho menor, porque la explotación del trabajo no se produce con tanta intensidad. Pregunten a los empresarios españoles que intentan operar con mano de obra portuguesa, en el Alentejo por ejemplo.

En resumen: tomando en cuenta esas diferencias, no es fácil extrapolar las tendencias de la política portuguesa a los posibles futuros de la política española. No es posible afirmar que la relativa victoria del Partido Socialista en las elecciones municipales portuguesas significa que el PSOE se esté recuperando en nuestro país. Pues, las municipales son un tipo especial de elecciones; puede hablarse de una recuperación del PS –que ha vuelto a situarse por encima del 35% de los votos, bajando un punto y medio respecto de las anteriores elecciones municipales-; pero lo más significativo del resultado electoral no ha sido el crecimiento del PS, sino el hundimiento de la derecha. Esto es lo que la izquierda portuguesa ha celebrado, y lo que con seguridad pasará también en las próximas elecciones europeas aquí en España.

Tampoco puede compararse el espectro político portugués con el español. No hay un bipartidismo similar al de nuestro país; esa afirmación es un error político, porque la derecha portuguesa no es un bloque monolítico, sino que está compuesta por dos partidos, PSD (Partido Social-Demócrata) y CDS-PP (Centro Democrático y Social- Partido Popular).

Según los resultados electorales podría pasar incluso que el PS gobernara con el CDS-PP, como sucedió ya en el pasado; o bien, aunque esto es menos probable en la actualidad, podría darse un gobierno del PS con el PSD. Un gobierno de izquierdas del PS con el PCP (Partido Comunista Portugués) significaría una auténtica revolución para la cual el país todavía no está preparado; mucho menos el liberal-socialismo.

El PCP es una formación tradicionalmente mayoritaria en el Alentejo, no baja nunca del 7% de los votos y se mantiene cerca de un 10% en las municipales; acercándose ahora al 12% y ganando alcaldías tan significativas como Beja, Évora y Setúbal, entre muchas otras. Muy diferente la izquierda española ha oscilado entre el 5% al 12% en diferentes elecciones. Similar a ésta el BE (Bloco de Esquerda) ha tenido subidas espectaculares en años pasados, quedándose en resultados más modestos en las últimas elecciones.

Las diferencias son importantes. Téngase en cuenta que el bipartidismo llegó a tener el 85% de los votos en las elecciones generales al parlamento español hace un lustro. Y eso teniendo en cuenta que el nacionalismo periférico -¡menos mal que existe!-, se lleva más de 5% de los votos y un 10% de los escaños.

A menos que consideremos el PCP como un partido representativo del Alentejo, nada parecido a un partido nacionalista existe en Portugal; y fuera de las elecciones a doble vuelta para Presidente de la República, a lo máximo que ha llegado el bipartidismo ha sido al 65% de los votos. Hablar, por tanto, de bipartidismo luso, y compararlo al caso español, es un tanto exagerado y confuso. Ni tampoco la estructura política resiste una comparación: allí no existen naciones en ruptura con el Estado centralista, ni una monarquía que garantice la existencia de un ejército ultraconservador.

En definitiva, no hay que vender la piel del oso antes de cazarlo: esperemos los acontecimientos. Pero si hay que hacer apuestas, la mía está clara: el final de la monarquía borbónica es lo único que puede abrirnos un verdadero camino hacia el futuro. Entiendo que negar eso es fruto de la desconfianza ante las actitudes involucionistas del electorado de clase media, y del temor a la violenta reacción de la ultraderecha española ante el peligro de perder sus privilegios seculares.

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Aprender de Portugal: El tiempo y la piel del oso

43-45-3-e4326-150x150Manolo Monereo 

Una de las cosas que me cuesta más trabajo de comprender es nuestro alejamiento espiritual  y humano  de Portugal y sus gentes. Pudo ser entendible durante las dictaduras de Franco Y Salazar, después de la Revolución de los Claveles no tiene ninguna  lógica. Hemos perdido mucho todos y lo seguiremos haciendo, en momentos en que la complicidad y la alianza de los pueblos ibéricos son algo más que viejas nostalgias. El “tan cerca pero tan lejos” sigue siendo, desgraciadamente, una realidad,  sobre todo, hay que subrayarlo, desde esta lado de la raya.

Recientemente se celebraron  elecciones  municipales y locales en el país lusitano que, a mi juicio, tiene mucha importancia y trascendencia también  para nosotros, al menos, una referencia que pude  ayudar  a entender algunos dilemas  de la izquierda alternativa española. El primer dato, nada sorprendente por lo demás, es la elevada abstención y el crecimiento de los votos  nulos y en blanco. En concreto, dejaron de ir a votar el 47,40 de los inscritos; el 3,87 votaron en blanco y el 2,95 anularon su voto.

Un segundo dato de interés, fue el  fuerte retroceso de las dos derechas en coalición y la clara recuperación del  Partido Socialista. La tendencia es bastante común: se vota contra los gobiernos que aplican las políticas de ajuste neoliberales, con la excepción, bien significativa, de Alemania. Lo de la recuperación del PS es singular: han bastado apenas dos años de gobierno de la derecha para que la ciudadanía se olvide el gobierno de Sócrates  y ponga de nuevo su confianza en el social liberalismo. Ciertamente, el PS  obtiene peores resultados que en las anteriores elecciones municipales del 2009, pero ser de nuevo primera fuerza y alcanzar una votación de entre 35 y 36 por ciento es un dato especialmente sobresaliente. La nueva dirección del PS  se demarcó de las políticas de la derecha gobernante y acentuó, sin demasiada radicalidad, su perfil de oposición responsable. No mucho más.

Un tercer dato fue, hasta la prensa española  ha tomado nota, el ascenso del Partido Comunista Portugués  y el retroceso del Bloque de Izquierdas. Algo más de un 12 por ciento de media dicen mucho del tipo de organización de los comunistas portugueses: un partido-comunidad, sólidamente asentado en sus territorios  e instrumento de las personas en momentos difíciles. Esto es fundamental: las clases trabajadoras saben que los comunistas no les fallarán y que estarán ahí, dando seguridad, sacrifico y entrega a la causa, como siempre.

El Bloque retrocede, moderadamente, en momentos de excepción y de crisis económica y social. Creo que no hay que extrañarse demasiado: desde sus inicios ha representado  a  sectores intelectuales y capas medias urbanas, grupos juveniles y, en general, a una parte de la población que pretendía situarse  más allá del tradicional alineamiento entre socialistas y comunistas.  Las elecciones locales  siempre han sido las más difíciles para ellos, dada su debilidad organizativa  y un  arraigo territorial poco consolidado.

El cuarto elemento, tiene que ver con el surgimiento de candidaturas independientes. El fenómeno no es menor: consiguen  gobernar en la segunda ciudad del país (Oporto) y se extienden en toda la geografía lusa. Se trata de una señal más de la  crisis (junto con la elevada abstención y los votos nulos y blancos) del sistema de partidos imperante. Cabe pensar que se trata más de formas que de contenidos; más  de un difuso rechazo de los partidos dominantes que de una alternativa  sistémica.

Estas elecciones nos dicen muchas cosas a nosotros, a los hombres y mujeres que defendemos la construcción  una oposición para la  alternativa en nuestro país. Lo central: las crisis no significan sin más superación y avance; es más, la historia de nuestro país nos dice mucho, pueden suponer retrocesos enormes  y restauraciones  de lo peor de la etapa anterior. Cuando hablamos de crisis del Régimen  monárquico del  78 estamos diciendo que una forma de dominio político se ha agotado históricamente y que comienza una etapa de transición cuyo centro es  la conservación o la transformación de una determinada correlación de fuerzas que todo  régimen institucionaliza y perpetua. Esta es la batalla real, en este sentido, cabe decir que el pasado no volverá y si lo hace, será para peor.

Es que a una fuerza material solo cabe oponerle otra fuerza material y a ser posible vencedora. Cuando comenzó la “Gran Recesión” se dijo que el neoliberalismo estaba en crisis y hasta se habló de “refundar el capitalismo”. Hoy sabemos que lo que realmente se iniciaba para los países del sur de la Unión Europea fue la “gran regresión” producto de una ofensiva brutal  de los poderes económicos  apoyada por la derecha y la izquierda de la derecha. Si la izquierda no construye una alternativa social, cultural y electoral al neoliberalismo dominante este no se hundirá y las poblaciones pagarán, como ya lo están haciendo, un altísimo precio. Se trata de  una verdadera regresión civilizatoria.

Crisis de Régimen pues, pero no hundimiento; sí conflicto, sí disputa durísima por la hegemonía en  el proceso y sí lucha entre conservación-restauración, por un lado, y avance-ruptura democrática, por otro. Este es  el contenido sustancial de la fase política que vivimos y, no se debe olvidar, que tendrá  ganadores  y perdedores. Lo fundamental es discernir,  aquí y ahora, lo que realmente  está en juego.

La peor de las actitudes posibles es pensar que estamos ante una discontinuidad pasajera y que pasados unos años todo volverá a ser  lo que fue. Se quiere ignorar, no se quiere afrontar,  que el  pacto social y político que hizo posible la llamada Transición Democrática ha sido roto unilateralmente por los poderes económicos, políticamente representados por lo que se conoce por la Troika y apoyado por la clase política española (incluidas la burguesía vasca y catalana).

Lo que dicen también las elecciones portuguesas es que el bipartidismo ha sufrido reveses  muy serios, desgastes  especialmente fuertes, pero de ahí concluir que está en su etapa terminal es un error que hay que evitar; el bipartidismo no caerá por si solo por mucho que se le denuncie y critique: hay que crear una alternativa política y electoral, una fuerza material, que lo derrote, iniciando así el cambio en nuestro país. El bipartidismo ha sido y es un modo de organizar el poder para que los intereses de la oligarquía dominante no  fuesen cuestionados ni puestos en peligro por la soberanía popular, por eso sigue siendo el fundamento del Régimen monárquico. No entender esto es  equivocarse mucho y generar las condiciones para una transición que signifique la enésima Restauración borbónica y la derrota de las clases populares.

Derrotar el bipartidismo, construir la alternativa democrático-republica y reivindicar el poder constituyente de la ciudadanía es un mismo proceso. Repartirse la piel del oso del bipartidismo antes de tiempo es un grave error, lo primero es cazarlo y sabemos que será una tarea extremadamente difícil,  por mucho que las encuestas señalen tendencias y que los tertulianos de turno insistan una y otra vez que se termino el predominio del PP y del PSOE. Lo que está en juego es el poder de los que realmente mandan: no los dejarán caer sin una lucha feroz.

La otra cuestión clave es el tiempo, el tiempo histórico social. La transición ha comenzado y las fuerzas de la restauración siguen trabajando a fondo. Andan liados ahora con las (contra) reformas económicas y sociales e inician ya las políticas. Las señales son claras: usar la “anti política”, que ellos han creado, contra la política democrática, con el objetivo de domesticar y anular la soberanía popular, empezando por el sistema electoral. La llamada “cuestión catalana” será clave.

Lo que no se haga ahora es posible que mañana  no se pueda hacer: el tiempo cuenta y mucho.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Una educación abocada al subdesarrollo

images (1)Héctor Illueca

Doctor en Derecho e Inspector de Trabajo y Seguridad Social

Adoración Guamán
Doctora en Derecho y Profesora de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social

La reforma del ministro Wert ha conseguido unir a toda la comunidad educativa alrededor de un objetivo común: detener el desmantelamiento de nuestra educación pública y denunciar la naturaleza profundamente injusta de una reforma que se opone frontalmente a los criterios científicos y de justicia social vigentes en el campo de la educación. Tal y como sucedió con la reforma laboral aprobada en febrero 2012, la denominada Ley Orgánica de Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE) ha desencadenado un conflicto entre el Gobierno y los intereses de la mayoría social que se prevé largo y complicado.

Ambas reformas, junto con las ya iniciadas o anunciadas por el Gobierno en muy diferentes ámbitos (Código Penal, pensiones, aborto, etc.), configuran una estrategia ultraconservadora orientada a la ablación de los derechos sociales y políticos de la inmensa mayoría de la sociedad. Una sociedad condenada por quienes ostentan el poder político a la precariedad laboral, a la inseguridad social, a la insuficiencia en la formación y a la limitación de los derechos que atañen a la esfera íntima de libertad personal.

En el epicentro de la batalla contra la LOMCE, entre huelgas y manifestaciones, es preciso evidenciar y argumentar está la relación de continuidad entre las distintas reformas y en particular entre la reforma laboral y la educativa. Para ello debemos aludir, en primer lugar y de forma preeminente, a la profunda transformación operada en el seno de la Unión Europea a raíz de la implantación del euro.

Como es sabido, la existencia de la moneda única ha beneficiado a Alemania y a otros países ricos de Europa, reforzando su posición en el esquema europeo como exportadores netos de bienes de equipo y de consumo y como importadores netos de demanda general. O, por expresar la idea con otras palabras, la unión económica y monetaria ha permitido que los países centrales, especialmente Alemania, acumulen crecientes excedentes comerciales en su espacio vital europeo, bloqueando cualquier posibilidad de devaluación competitiva y alimentando una intensa redistribución del trabajo en perjuicio de las modestas economías de la cuenca mediterránea. Como vamos a comprobar enseguida, las reformas a las que nos referimos se inscriben en este contexto, que explica y moldea sus características fundamentales.

Veamos. El aspecto más notable de la zona euro ha sido la aparición de una nueva división del trabajo favorable a los países centrales, que han aprovechado la brecha de competitividad con la periferia para controlar porciones cada vez más grandes de los flujos comerciales en el interior de la Unión Europea. Mientras Alemania, Holanda o Finlandia orientaban sus economías hacia la fabricación de bienes de alto valor añadido, los países de la periferia se especializaban en la producción de bienes de bajo valor añadido, animando a base de crédito el consumo de productos fabricados en el Norte rico. España, por ejemplo, se entregó a una vorágine urbanizadora que, en apenas una década, transformó profundamente el territorio de nuestro país.

El virus de la especulación, que se extendió rápidamente por todo el cuerpo social, provocó un aquelarre inmobiliario que ha estimulado a la economía española durante algo más de un decenio, convirtiendo el sector de la construcción en la verdadera industria nacional y otorgándole una importancia económica muy superior a la de otros países europeos.

Partiendo de esta base, no parece exagerado afirmar que el proceso de construcción europea ha provocado una situación de naturaleza colonial, caracterizada por la hegemonía alemana y la subordinación de las economías periféricas a partir de una específica división del trabajo que convierte a los países pobres en una reserva de mano de obra barata.

Ciertamente, esta situación no se deriva de una guerra de agresión, sino de una estrategia competitiva encabezada por Alemania y plenamente aceptada por las clases dirigentes de los países periféricos, que de este modo asumen su incapacidad de afrontar un camino independiente para sus respectivos países. Sin embargo, el resultado no ofrece lugar a dudas: una relación de subordinación y dependencia semejante a la que se produce en el proceso de colonización clásico, caracterizado por la desposesión sistemática de las economías periféricas y la sobreexplotación de sus trabajadores.

En este contexto, la reforma laboral aprobada por el Gobierno del Partido Popular constituye un paso decisivo en la acelerada transición hacia el subdesarrollo que ha comenzado en nuestro país. Este proceso, que supone un importante retroceso en la protección legal de los trabajadores, se desarrolla al margen del turnismo político mediante diversas fórmulas legislativas: el abaratamiento del despido, la contratación temporal no causal o la desarticulación de la negociación colectiva… Su objetivo es elevar la tasa de beneficio incrementando la tasa de explotación de los trabajadores. Pretende rentabilizar al máximo el uso de la fuerza de trabajo flexibilizando el empleo y eliminando controles administrativos y sindicales. Se trata, en definitiva, de una violenta devaluación salarial que se encuentra reflejada en los diferentes datos estadísticos y que supone la consolidación del mercado de trabajo típico de los países subdesarrollados.

Pues bien, la LOMCE se explica y cobra sentido en este contexto económico y laboral. Recordemos que, entre otros aspectos, la Ley reduce el número de asignaturas y limita la carga lectiva a unos contenidos mínimos, orientando el sistema educativo hacia la preparación de mano de obra barata, futuros trabajadores precarios provistos de los conocimientos indispensables para desenvolverse adecuadamente en el mercado laboral basura que les brinda el capitalismo.

Ignorando las verdaderas necesidades del alumnado, la reforma alumbra un sistema educativo que se basa en la realización de exámenes continuos, convirtiendo la educación en una carrera de obstáculos en la que las condiciones económicas y familiares serán determinantes para el éxito o el fracaso escolar. En una economía periférica, el mercado laboral reclama mano de obra masiva y no cualificada, como corresponde a una sociedad clasista que descarta la igualdad de oportunidades. No es aventurado suponer que, tras la aprobación de la LOMCE, los hijos de una familia trabajadora verán disminuidas sus posibilidades de progresar socialmente y sufrirán las consecuencias de la nueva división europea del trabajo.

En coherencia con ello, la reforma apuesta decididamente por la segregación clasista del alumnado, delineando un abanico de itinerarios formativos que se inician a edad muy temprana y que pretenden eliminar de manera progresiva la educación común durante la etapa obligatoria. Como ha denunciado la comunidad científica, esta opción legislativa ignora y vulnera las necesidades y motivaciones del alumnado, convirtiendo el sistema educativo en una gigantesca agencia de formación y selección de personal para satisfacer las necesidades de las empresas.

Por si hubiera alguna duda sobre la intención del legislador, el segundo borrador de la Ley establecía que los alumnos que presenten una “situación socioeconómica desfavorable” serían desviados a diversos programas de formación profesional, evidenciando el futuro que el Ministro tiene reservado a aquellos estudiantes que proceden de familias con menos recursos.

Hace meses que la comunidad educativa viene alzando la voz para desenmascarar las verdaderas intenciones de esta bárbara reforma. Las masivas movilizaciones y protestas de la marea verde ponen de relieve que este colectivo está unido en la defensa de la educación pública. Pero más allá de la comunidad educativa, es la sociedad en su conjunto la que debe rechazar esta reforma de manera contundente y reclamar con toda firmeza la construcción de una alternativa, con protestas por las vías tradicionales, con la reinvención de la movilización y la acción social, desde estructuras ya establecidas y con la creación de otras nuevas. No nos queda otra opción que reconquistar nuestra independencia para detener el empobrecimiento de la población. De lo contrario, la transición hacia el subdesarrollo se consolidará e institucionalizará, convirtiendo a nuestro país en una reserva de mano de obra barata condenada a vender su fuerza de trabajo por salarios de miseria.

La clave es una movilización de carácter general y sostenida en el tiempo contra una nueva colonización dirigida por la Troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional) y consentida por régimen bipartidista. Todas las resistencias deben confluir en un objetivo común, de mayor alcance, construyendo una amplia alianza político-social alrededor de la propuesta de impago de la deuda, la recuperación de la soberanía y el rechazo a las reformas alevosamente impuestas a nuestro país.

Las recientes movilizaciones, protestas y malestar compartido demuestran que no se trata de un brindis al sol: esta alianza existe de manera potencial en nuestra sociedad y acabar de conformarla está en manos de las personas que salimos a la calle en defensa de nuestra educación pública, las que hemos salido y saldremos en defensa de nuestros derechos. Pero ya no basta con repetir el ritual de protesta, hace falta avanzar en los distintos caminos de organización y confluencia. La transición está en marcha y el tiempo no corre a nuestro favor.

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Exclusivo: Introducción al libro “El gobierno del hombre endeudado”

descargaMaurizio Lazzarato, filósofo y sociólogo italiano.

«El New Deal es imposible en el capitalismo neoliberal. El único reformismo que el capital ha practicado alguna vez, y que ha supuesto auténticos cambios, fue el utilizado para hacer frente a la crisis de 1929, medidas que son exactamente las contrarias a las reformas neoliberales».  

Austeridad

«Los 500 más ricos de Francia han aumentado en un año su fortuna un 25%. En diez años su riqueza se ha cuadruplicado y representa a día de hoy el 16% del PIB del país. Equivale al 10% del patrimonio financiero de los franceses, esto es una décima parte de la riqueza está en manos de una cien milésima parte de la población» («Le Monde», 11 de julio de 2013).

Mientras a los medios de comunicación, a los expertos, a los políticos se les llena la boca de balances presupuestarios, asistimos a una segunda gran expropiación de la riqueza social, tras la llevada a cabo desde las finanzas a partir de los años ochenta. La particularidad de la crisis de la deuda es que sus causas se asumen como un remedio. Un círculo vicioso que no es un síntoma de la incompetencia de nuestras oligarquías, sino de su cinismo de clase, porque persigue un fin político preciso: destruir la resistencia residual (salarios, rentas, servicios) a la lógica neoliberal.

Deuda pública

Con la austeridad las deudas públicas han alcanzado cifras record, lo que significa que las rentas de los acreedores también han alcanzado cifras record.

Impuesto

El impuesto es el principal instrumento de gobierno sobre el hombre endeudado. El impuesto no viene después de la producción y no tiene una función meramente distributiva. Al igual que la moneda, que no tiene un origen comercial, sino directamente político. Cuando, en la crisis de la deuda, la moneda no circula ya como instrumento de pago ni como capital; cuando el mercado no garantiza ya funciones de medida ni de asignación de recursos, entonces interviene el impuesto como instrumento de gubernamentalidad política. El impuesto garantiza la continuidad y la reproducción del beneficio y de la renta bloqueados por la crisis; ejerce un control económico-disciplinar sobre la población; mide la eficacia de las políticas de austeridad sobre el hombre endeudado.

Crecimiento

Hoy Estados Unidos está en punto muerto. El motor de su maquinaria gira, pero no avanza. Y el motor gira únicamente porque la Reserva Federal compra cada mes 85 mil millones de títulos del Tesoro y de obligaciones inmobiliarias y desde 2008 garantiza dinero a coste cero. Estados Unidos no está en recesión sólo porque recibe una continua transfusión monetaria y, a pesar de esto, es incapaz de sacar al resto del mundo de una crisis  que ellos mismos han provocado.

La enorme cantidad de dinero inyectado cada mes por la Reserva Federal se limita a producir un ligerísimo aumento de puestos de trabajo, la mayoría en el sector servicios, con sueldos bajísimos y a tiempo parcial. De este modo continúan reproduciendo las causas de la crisis y no sólo porque la brecha entre las diferencias salariales entre la población no cesa de aumentar, sino porque se perpetua el fortalecimiento de las finanzas.

Mientras la política monetaria fracasa en reactivar la economía y el empleo, con el riesgo de alimentar otra burbuja financiera, favorece el boom económico de sólo un sector, el financiero. La enorme disponibilidad  de dinero puesta a disposición de la economía va a parar principalmente a los bancos que, de paso, no dejan de enriquecerse. A pesar del débil crecimiento de los otros sectores, los mercados financieros han alcanzado niveles record.

Todos están esperando el crecimiento, pero otra cosa se entrevé en el horizonte: supremacía de la renta, desigualdadades abismales entre trabajadores dependientes y sus jefes, gigantescas diferencias patrimoniales entre los más ricos y los más pobres (en Francia la relación es 900 a 1), clases sociales cristalizadas en su reproducción, bloqueo de la ya débil movilidad social (sobre todo en los Estados Unidos donde el «sueño americano» es ya sólo un sueño), todo esto, más que en la creatividad destructiva del capitalismo, hace pensar en el Ancien Régime.

Crisis

Cuando hablamos de crisis, obviamente nos referimos a la crisis  que estalla en el 2007 tras el colapso del mercado inmobiliario estadounidense. En realidad se trata de una definición restrictiva y limitada, ya que desde 1973 estamos en crisis.

La crisis es permanente: sólo cambia su intensidad y el nombre que se le da. La gubernamentalidad liberal y neoliberal se ejerce en el pasaje que va de la crisis económica a la crisis climática, a la crisis demográfica, energética, alimentaria y así sucesivamente. Variando el nombre, sólo varía el tipo de miedo. Miedo y crisis constituyen el horizonte insuperable de la gubernamentalidad del capitalismo neoliberal. No saldremos de la crisis (como mucho cambiará de intensidad), simplemente porque la crisis es la modalidad de gobierno del capitalismo contemporáneo.

Capitalismo de Estado

«El capitalismo no ha sido nunca liberal», ha sido siempre capitalismo de Estado». La crisis de la deuda soberana muestra sin ninguna duda la pertinencia de esta afirmación de Deleuze y Guattari. El liberalismo es sólo una de las posibles formas de subjetivación del capitalismo de Estado: soberanía y gubernamentalidad van siempre de la mano y en concierto. En la crisis los neoliberales no buscan en absoluto gobernar lo menos posible, pretenden al contrario gobernar todo hasta el último detalle.

No producen «libertad», sino su continua limitación. No proponen la articulación entre libertad de mercado y Estado de derecho, sino que ponen en práctica la suspensión de la ya debilitada democracia. La gestión neoliberal de la crisis no duda en diseñar un «Estado máximo», que, una vez perdida toda autonomía en relación al capital, expresa su propia soberanía únicamente como control sobre la población.

Gubernamentalidad

La crisis saca a la luz los límites de una de las categorías más importantes de Michel Foucault, la de gubernamentalidad, y nos empuja a desarrollarla. Gobernar, según Foucault, no significa someter, comandar, dirigir, ordenar, normalizar. Ni fuerza física, ni prohibición, ni norma de comportamiento, la gubernamentalidad se limitaría a organizar, a través de una serie de reglamentaciones flexibles y adaptables, un ambiente que empuje, incite al individuo a actuar de un modo más que de otro. La crisis, en cambio, nos revela que las técnicas de gubernamentalidad son imposición, prohibición, norma, dirección, comando, orden y normalización. La gubernamentalidad deviene, de manera irreversible, autoritaria.

La privatización de la gubernamentalidad nos obliga a tomar en consideración dispositivos biopolíticos no estatales. Desde los años veinte se desarrollan tecnologías de governance basadas en el consumo, que progresivamente se han visto perfeccionadas con marketing, sondeos, televisión, internet, redes sociales. Estos dispositivos biopolíticos son contemporáneamente dispositivos de valorización, de producción de subjetividad y de control policial.

Lucha de clase

El capitalismo neoliberal ha instaurado y lidera una lucha de clases asimétrica porque sólo hay una clase: recompuesta en torno a las finanzas, en torno al poder de la moneda como crédito o al dinero como capital.

La clase obrera ya no es una clase. Desde los años setenta el número total de trabajadores en el mundo ha aumentado enormemente, pero los obreros ya no representan una clase política y no la representarán nunca más. Los obreros tienen ciertamente una existencia sociológica, económica, pero la centralidad de la relación acreedor/deudor le ha confinado definitivamente a la marginalidad política. Partiendo de las finanzas y del crédito, el capital pasa continuamente al ataque. Partiendo de la relación capital/trabajo lo que queda del movimiento obrero está continuamente a la defensiva y asiduamente derrotado.

La nueva composición de clase surgida en los últimos decenios no ha pasado por la fábrica, constituida por una multiplicidad de situaciones de empleo, de no empleo, de empleo precario, de pobreza más o menos grande, está dispersa, fragmentada, precarizada y se encuentra todavía muy lejos de constituirse como «clase» política, incluso representando la mayoría de la población.

Como los bárbaros a la caída del Imperio romano, perpetran incursiones rápidas e intensas, para replegarse rápidamente a sus territorios, desconocidos para la mayoría y, sobre todo, para los partidos y sindicatos. No toma posesión. Da la impresión de sondear su propia fuerza (demasiado débil todavía) y la del «Impero» (todavía demasiado fuerte), para después retirarse.

Finanzas

Periodistas, expertos, economistas y políticos están enfrascados en una multiplicidad de inútiles debates: ¿las finanzas son parasitarias, especulativas o productivas? Controversias ociosas, dado que las finanzas (y las políticas monetarias y fiscales que las acompañan) son la política del capital.

La relación acreedor/deudor introduce una fuerte discontinuidad en la historia del capitalismo. Es la primera vez desde que existe el capitalismo que la relación capital/trabajo ya no está en el centro de la vida económica, social y política. En treinta años de financiarización, el salario, de variable independiente del sistema, se ha convertido en variable de ajuste (siempre a la baja respecto al sueldo y al alza respecto a la flexibilidad y el tiempo de trabajo).

Trasversalidad

Lo que hay que subrayar no es tanto la potencia económica de las finanzas, sus innovaciones técnicas, sino el hecho de su funcionamiento como un dispositivo de governance transversal en la sociedad y en todo el planeta. Las finanzas operan transversalmente en la producción, en el sistema político, en el Welfare, en el consumo.

La crisis de la deuda soberana confirma, profundiza, radicaliza en sentido autoritario las tecnologías de gobierno transversales, puesto que «estamos todos endeudados». Una organización de las luchas basada sobre una base nacional y sobre una división entre trabajadores a tiempo completo y precarios, entre sociedad y economía, entre economía y sistema político, es incapaz de resistir a la transversalidad de las finanzas.

Capital humano (o el emprendedor de sí mismo)

La crisis no sólo es económica, social y política. Es ante todo una crisis del modelo subjetivo neoliberal encarnado en elcapital humano. El proyecto de sustituir al trabajador asalariado del fordismo con el emprendedor, transformando al individuo en empresa individual que gestione sus propias capacidades como recursos económicos que capitalizar, se ha derrumbado con la crisis de las subprime. Desde este punto de vista, la situación de los países ricos y la de los países emergentes, en lugar de divergir –con el estancamiento y el declive de los primeros y el crecimiento y el progreso de los segundos– converge en la producción de un mismo modelo de subjetividad, repetido a pesar de su fracaso: el capital humano (el neoliberalismo no tiene nada que ofrecer).

El capital humano implica un máximo de privatización económica y un máximo de individualización. Las políticas sociales, por el contrario, introducen siempre un mínimo (un salario mínimo, una renta mínima, servicios mínimos) para que el emprendedor se vea obligado a competir. Tal resultado puede lograrse también de manera diferente, como en Alemania, donde el salario mínimo no existe, pero existen ocho millones de trabajadores pobres.

La globalización capitalista ha hecho salir a de millones de pobres de la extrema miseria en el «sur» del mundo. En realidad, estas políticas no son en absoluto incompatibles con el neoliberalismo. Cuando se llevan a gran escala, como en Brasil, llegan incluso a configurarse como una experimentación capaz de proporcionar una fuerza de trabajo adecuada al capitalismo de los países emergentes. En Brasil, entre las muchas causas de la movilización de este verano de 2013, también está ésta.

Tanto la minoría que ha salido de la pobreza extrema como la nueva composición de clase metropolitana en vías de empobrecimiento se encuentran no sólo frente a una macroeconomía organizada según los más clásicos principios neoliberales, sino también ante un Estado de bienestar de doble velocidad: por una parte, servicios sociales de mediocre calidad (mínimo de servicios) y por otra, buenas escuelas, un sistema sanitario que funciona, servicios de calidad, pero todo de pago. Para acceder a ellos hay que «movilizarse» y participar del darwinismo social en salsa «socialista».

Sin embargo, se han movilizado con gran realismo por la justicia social y contra la versión «sur» del capital humano. En Europa el proceso es inverso (aquí el problema es el desmantelamiento de los servicios públicos gratuitos), si bien se llega al mismo resultado: la construcción de un Welfare de doble velocidad se ha acelerado con la crisis de la deuda..

Reformismo

El New Deal es imposible en el capitalismo neoliberal. El único reformismo que el capital ha practicado alguna vez, y que ha supuesto auténticos cambios, fue el utilizado para hacer frente a la crisis de 1929, medidas que son exactamente las contrarias a las reformas neoliberales. Neutralizó las finanzas (lo que J. M. Keynes denominó la eutanasia del rentier), distribuyó renta a través del consumo y los servicios sociales, atacó, tímidamente, la propiedad.

Impuso la centralidad política de la relación capital/trabajo llegando a un compromiso con las organizaciones del movimiento obrero que dieron su consentimiento a cambio de empleo y los servicios indexados al trabajo.

Construyó un «capital de subjetividad» en la figura del trabajador asalariado a tiempo completo, cosa que hoy ningún gobierno del planeta ha hecho, ha pretendido hacer ni hará. Incluso las recientes y heterogéneas experiencias de los gobiernos de izquierda en América Latina están lejos, muy lejos, de aproximarse a las condiciones del reformismo.

Ciertamente no es culpa suya: en ausencia de relaciones de fuerza no existe ninguna posibilidad de imponer nada al capital financiero. Las revueltas brasileñas se apresuraron a recordar esta realidad al mundo entero y, en primer lugar, a los dirigentes del Partido de los Trabajadores, así como a aquellos que en Europa apuestan por las experiencias de los gobiernos de «izquierda» en América Latina (y en otros lugares).

Rechazo del trabajo

El ciclo de luchas iniciado en el 2008 y que ha atravesado tanto el Sur como el Norte del planeta se opone a la globalización de una forma más específica y menos «ideológica» que el ciclo de luchas precedente, iniciado en Seattle en 1999; poniendo en práctica el rechazo de la representación sindical y política, la autorganización, la utilización de lo que se llama red social, que no pocos confunden alegremente con la organización política. Pero, ¿«qué hacer» tras la espontaneidad de las revueltas? Asumiendo algún riesgo lanzamos varias hipótesis inevitablemente todavía abstractas.

Entender la acción política como una ruptura puede abrir perspectivas a las modalidades de expresión y de organización de los movimientos contemporáneos, haciendo emerger lo impensado de las revoluciones de los siglos XIX y XX. Las increíbles movilizaciones de este nuevo ciclo de luchas (Brasil, Turquía, Grecia, España, Egipto) son también, y al mismo tiempo, unadesmovilización general, un rechazo del trabajo a la altura de la valorización capitalista contemporánea y de sus procesos de subjetivación, al igual que la huelga obrera era una acción que tenía su propio motor en la inactividad radical, en el bloqueo, en la inmovilización de la producción.

El movimiento obrero ha existido sólo porque la huelga fue al mismo tiempo un no movimiento, capaz de suspender los roles, las funciones y las jerarquías de la división del trabajo. Problematizar un único aspecto de la lucha, el aspecto delmovimiento, ha sido un gran hándicap que hizo del movimiento obrero un acelerador del productivismo, de la industrialización, un propulsor del trabajo, de la creencia cientifista en la neutralidad de la ciencia y de la técnica. La otra dimensión de la lucha, aquella que implicaba el no movimiento del rechazo al trabajo, ha sido descuidada (excepción hecha del operaismo italiano) o problematizada de modo muy insuficiente por el postoperaismo, que la ha abandonado.

La imaginación política comunista, después de producir el «derecho a la pereza» de Paul Lafargue, yerno de Marx, polemizando con el «derecho al trabajo» de Louis Blanc, se ha limitado a leer este texto como un folleto para escandalizar a los burgueses, evitando enfrentarse a las implicaciones ontológicas y políticas que el rechazo del trabajo, la suspensión de la actividad y del mando abrían como posibilidad de escapatoria del modelo del homo faber, del orgullo de los productores y de su promesa prometeica de dominio sobre la naturaleza.

Ruptura

En todo acontecimiento político tienen que estar presentes diversas líneas que coexisten y pueden recomponerse u oponerse y luchar. Una línea (del interés) que se instala en las relaciones de poder, de significación y de dominio, para combatirlo; y una línea (del deseo o de lo posible) que suspende las relaciones de fuerza y de poder, neutraliza las significaciones dominantes, rechaza las funciones y los roles de mando y de obediencia implícitos en la división social del trabajo y crea un nuevo bloque posible.

La línea del movimiento tiene causas, persigue objetivos y abre a la lucha un espacio previsible, calculable, probable dentro de las relaciones de poder dadas. La línea de la desmovilización, a partir de la suspensión de las leyes del capital, se aventura a lo largo de un recorrido no calculable, impredecible, incierto, que un filósofo como Félix Guattari cree poder describir únicamente a través de un paradigma estético, porque la subjetividad y las instituciones, no están ya dadas, sino que son producidas según una lógica diferente de la económico-política.

Un acontecimiento político como el brasileño o turco de 2013 no cambia inmediatamente el mundo, ni la sociedad, se limita a operar un vuelco de perspectiva de la subjetividad y a abrir la posibilidad del paso de un modo de existencia a otro. La ruptura sólo representa un comienzo, un esbozo cuya realización es indeterminada, improbable, por no decir «imposible», según los principios del poder establecido.

Una lucha política no puede sino articular los dos momentos de la ruptura determinada por el acontecimiento político, pasando continuamente del uno al otro (de lo posible a su realización, y viceversa). Sin embargo, la línea del no movimiento, del rechazo de los roles y de las funciones, permanece estratégica y, para desarrollarse, para tomar consistencia, debe transformar la línea de los intereses y de las instituciones.

La ruptura política viene de la historia y, a partir del momento no histórico –como diría Nietzsche, «intempestivo»– que determina, debe retornar a la historia, transformando las relaciones de poder y la subjetividad.

Esta doble dinámica, la existencia y las relaciones entre estas líneas, constituye el problema de la organización política contemporánea. Las posibilidades surgidas de la ruptura política son la puesta en juego en torno a las cuales se desencadena la batalla, para su realización o para su neutralización. Derrotarlas sobre la línea de las relaciones de poder preestablecidas, reprimir la subjetividad en formación a las funciones y a los roles fijados por la división del trabajo, separar la línea del movimiento de la línea del non movimiento y jugar la una contra la otra, es el objetivo de la institución capitalista y de la «izquierda».

Destitución/institución

Las dos líneas de acción política creadas por la ruptura proceden por vías diferentes. La línea del movimiento, reconociendo las relaciones de fuerza, las invierte para destituir las instituciones del capitalismo. Los dualismos del capital no son dialécticos, son reales y hay que deshacerlos seriamente. Sin la eliminación de los tres significados del término nomos(tomar, dividir, producir) tomado prestado de Carl Schmitt y capaz de definir todo orden político– el desarrollo de la línea de no-movilización sigue siendo una quimera.

Sin la expropiación de los expropiadores («recuperar» no sólo las inmensas riquezas capturadas por financiarización y por la austeridad, sino también los conocimientos, los territorios existenciales, etc… ), sin una radical puesta en tela de juicio del individualismo propietario («dividir»), sin deshacerse del concepto de «producción», desde del origen mismo de la acción, la inacción del rechazo del trabajo no hace posible ningún proceso de nueva institución.

La línea del no movimiento, reconociendo el potencial creado por la ruptura, no se limita a enfrentarse a la lógica del capital, sino que se esfuerza en hacer la multiplicidad de los procesos de subjetividad (y de sus instituciones), que no son únicamente políticas sino también existenciales.

Las modalidades de expresión, de luchas y de organización no son las mismas a lo largo de las dos líneas. De ahí la dificultad para pensar el después de los «tumultos», porque ni el modelo del partido ni el modelo del sindicato son de gran ayuda para pensar y para tener juntas esta nueva y doble dinámica.

Representación

El rechazo de la representación está profundamente radicado en la nueva composición de clase y tiene sus propias razones (raíces) en las condiciones de la acción política contemporánea. La representación política presupone la identidad del representado, mientras que la línea de la desmovilización produce una suspensión de las identidades establecidas.

La representación implica funciones, roles, identidades que son las categorías socio-económicas de la división del trabajo. El rechazo del trabajo (metropolitano) pone en marcha, aunque sea por poco tiempo, una suspensión de las jerarquías y afirma la igualdad, más allá de la división de la sociedad en intereses. Jerarquía e intereses pueden ser representados porque remiten a la subjetividad ya instituida, pero no la realización de nuevas subjetividades y de nuevas instituciones.

La representación viene a colmar la ruptura y a cerrar la brecha abierta del acontecimiento político, aplastando las subjetividades y las instituciones futuras sobre las identidades y las relaciones de poder establecidas. Esta es la razón por la cual los movimientos desaparecen, por el momento, tan rápidamente del espacio público. Todavía no se dan las condiciones para imponer la autonomía política de su procesualidad constituyente (no sólo en términos político-jurídicos).

Lo posible

Como alternativa a las definiciones economicistas del capitalismo (cognitivo, cultural, inmaterial), Guattari propone definirlo como «una economía de lo posible». El capitalismo (y su poder) se define antes que nada como un control absoluto sobre lo que es posible y lo que no.

La primera consigna del neoliberismo fue «no hay alternativa», es decir, no existe otra posibilidad sino aquella formulada por el mercado y por las finanzas. Y la crisis de la deuda soberana repite la misma cantilena: el hombre endeudado debe pagar, no tiene otra alternativa. No sólo es expropiada por la política del crédito/deuda la riqueza, los conocimientos o el futuro, sino lo posible mismo.

Y es a lo posible que se dirige el deseo, no simplemente a la libido o a la pulsión. Hay deseo sólo cuando, tras la ruptura de equilibrios precedentes, aparecen relaciones que antes eran imposibles. El deseo siempre es localizable a través de lo imposible que abre y a través de lo posible que crea.

Máquinas y signos

Las máquinas están en todas partes menos en la teoría crítica. Forman una especie de «capital constante social» constituido en gran parte por tecnologías numéricas. Los signos son los motores semióticos de tales máquinas y constituyen el lenguaje a-significante a través del que se comunican entre sí, con otros no humanos y con los humanos.

La trasversalidad de las finanzas sólo es eficaz porque hay un funcionamiento transversal a la sociedad en el conjunto de las máquinas y los signos. Las nanomáquinas numéricas y sus motores semióticos si instalan en la materia, en los cuerpos y en los objetos que ahora ya son animados, no sólo metafóricamente como en la teoría del fetichismo marxiano, sino también realmente, porque perciben, reciben y transmiten informaciones. Máquinas y signos entran así en nuestra vida cotidiana, produciendo nuevos tipos de sometimiento y servidumbre.

El capital es una relación social, que sin embargo no podemos reducir a la intersubjetividad. Las relaciones son inmediatamente maquínicas, en el sentido que están compuestas de humanos y de series cada vez más amplias de no humanos. El capital es una máquina social desde la que derivan las máquinas técnicas.

El capital es un operador semiótico

El capital es un operador semiótico y no lingüístico, y la diferencia es relevante. En el capitalismo los flujos de signos (la moneda, los algoritmos, los diagramas, las ecuaciones) actúan directamente sobre los flujos materiales, sin pasar por la significación, la referencia, la denotación, categorías de la lingüística insuficientes para dar cuenta del funcionamiento de la máquina capitalista. La semiótica a-significante de la moneda, de los algoritmos, funcionan independientemente del hecho que signifiquen algo para alguien.

No están encerrados en el dualismo significante/significado. Son signos-operadores, signos-potencia, cuya acción no pasa a través de la conciencia y la representación (acción diagramática). El capitalismo es maquinocéntrico y no logocéntrico, razón por la que necesitamos una semiótica y no simplemente una lingüística.

Fuerza

Hay una última y fundamental condición para empezar a instituir lo que surge de la ruptura del acontecimiento, para poder aunque sólo sea imaginar darse una modalidad de organización macro-política: la capacidad de bloquear la valorización capitalista, la posibilidad de establecer las relaciones de fuerza y mantenerlas.

En una lucha de clases con fuerzas asimétricas, es inútil actuar como mediadores, embajadores, diplomáticos. El capital no tiene necesidad de ninguna mediación, porque, no sintiéndose amenazado, no precisa llegar a acuerdos con nadie. La relación de fuerza está a su favor y puede hacer, más o menos, lo que quiera.

La lucha de clases sigue adelante con determinación y con toda la violencia necesaria exclusivamente por parte de la clase que se recompone alrededor de la financiarización. Lo real está siempre y una vez más dominado por las leyes del capital, entre las cuales la más temible es la introducción del infinito en la producción y en el consumo. Es imposible definir una política sin un análisis del capital, por un lado, y una práctica de la lucha de clases y del contrapoder, por otro.

 

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La «Obra Social de la PAH» . Menos electoralismo y más acción

descarga (1)¡ LA PAH LLAMA A OCUPAR LAS VIVIENDAS VACIAS !

OTRO LLAMADO DE ATENCIÓN A LA IZQUIERDA INSTITUCIONALIZADA

Ante nuevos escenarios, nuevas y mejores estrategias. La PAH lanza su nueva campaña. Una campaña que estamos convencidos marcará un punto de inflexión. Una campaña que persigue la reapropiación ciudadana de aquellas viviendas vacías en manos de entidades financieras fruto de ejecuciones hipotecarias. De manera que en aquellos casos en que las concentraciones ciudadanas no consigan paralizar los desalojos la PAH apoyará y dará cobertura a las familias para que no se queden en la calle. 

El objetivo es triple :

  1. Recuperar la función social de una vivienda vacía  para garantizar que la familia no quede en la calle.
  2. Agudizar la presión sobre las entidades financieras para que acepten la dación en pago.
  3. Forzar a las administraciones públicas a que adopten de una vez por todas las medidas necesarias para garantizar el derecho a una vivienda.

Durante los más de dos años y medio de existencia de la PAH hemos hecho todo lo posible para frenar los desahucios.

Frente a una ley injusta que permite a las entidades financieras echar a las familias de sus casas al mismo tiempo que les sigue reclamando buena parte de la deuda de por vida, hemos agotado las vías judiciales y administrativas para defender los derechos más básicos:

  • Hemos intentado negociar con cajas y bancos para que aplicaran la dación en pago y dejaran permanecer a las familias en régimen de alquiler social.
  • Hemos intentado lograr justicia a través de los tribunales.
  • Hemos intentado cambiar la ley en el Congreso.
  • Hemos intentado que los ayuntamientos defiendan a sus ciudadanos impidiendo los desahucios por motivos económicos.

No ha sido en balde. Hemos puesto el problema en la agenda política y en algunas ocasiones hemos logrado pequeñas grandes victorias: daciones en pago, posponer decenas de desahucios, familias realojadas en régimen de alquiler asequible, decenas de mociones de ayuntamientos que se han sumado a la exigencia de cambiar la ley.

Sin embargo, en demasiadas ocasiones una y otra vez hemos topado con la arrogancia de las entidades financieras, con la injusticia de una ley que sobreprotege a los bancos y con la cobardía de unas administraciones que no se atreven a poner límites a la avaricia del sector financiero.

Así que: Ante la creciente oleada de desahucios. Ante la dramática situación en la que se encuentran centenares de miles de familias. Ante unas administraciones públicas sin voluntad política para dar respuesta a una  situación de auténtica emergencia habitacional. Ante un Estado fallido incapaz de garantizar los derechos más elementales  y de atajar la sangría de desalojos que se producen cada día (más de 240 en todo el Estado). Ante unos poderes públicos que anteponen los beneficios de la banca a la solvencia y supervivencia de las personas. Ante la actuación antidemocrática y caciquil de PSOE y PP que  bloquean  en la mesa del Congreso la ILP sobre dación en pago retroactiva, moratoria de desahucios y  alquiler social promovida entre otras organizaciones por la PAH. Ante a los nuevos dispositivos que pretenden desactivar las concentraciones ciudadanas contra los desahucios,

la PAH quiere gritar alto y fuerte que:  Ni las multas, ni las sanciones administrativas, ni el intento de criminizalización del movimiento, ni las fechas abiertas emitidas por algunos jueces con el objetivo de impedir las concentraciones, ni las actuaciones policiales que a traición se presentan horas antes de la establecida por el juez para hacer efectivo el desahucio, lograrán detener el movimiento ni acallar nuestras voces.

La Campaña “Obra Social la PAH” nace para hacer efectivo el Derecho a una vivienda digna recogido en el artículo 47 de la C.E., en el artículo 25 de la Declaración Universal de los DDHH así como en el artículo 11 del PIDESC (Pacto Internacional de Derechos Económicos Sociales y Culturales) y sistemáticamente vulnerado por el Estado Español.

 

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