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¿Será Syriza la nueva cara de la socialdemocracia? Acerca de su Congreso fundacional

SYRIZA«…La decisiones tomadas pueden transformar a Syriza en , un partido electoralista, de vida interna atrofiada, principalmente soldado alrededor de su líder y de un discurso que viene de arriba, principalmente dirigido -vía los medios- a una “audiencia nacional”, pero siempre modulado de forma que guste a los diversos “públicos” (más “radical” y “lírico” cuando se dirige a la militancia, más “sobrio” y “pragmático” cuando se trata de reunirse con Schaüble o el FMI)…»

El siguiente documento está escrito por Stathis Kouvélakis profesor de filosofía política y miembro del Comité Central de Syriza.

9+1Notas sobre Syriza tras su congreso fundacional

 

1. El congreso de Syriza se ha desarrollado en un contexto de inestabilidad política creciente como consecuencia de la crisis que ha seguido al cierre de la radio-televisión pública (ERT) por el gobierno de Antonis Samaras y la salida de ese gobierno de una de sus tres componentes (el partido de la Izquierda Democrática -DIMAR).

El nuevo gobierno bipartito de la Nueva Democracia y el PASOK ya no puede contar más que con una mayoría parlamentaria muy estrecha (153 votos de 300), como ha mostrado la votación en el Parlamento del 17 de julio sobre el nuevo paquete de recortes presupuestarios en la función pública.

Hay más: la amplitud de la reacción popular al cierre de ERT ha marcado el fin de la relativa apatía que reinaba en el frente social desde la votación del precedente Memorándum en noviembre pasado.

El bloque en el poder sale indudablemente debilitado de esta prueba de fuerzas. La caída del gobierno actual bajo la presión popular aparece como un objetivo más realista que hace algunos meses. Sin embargo, falta cruelmente una estrategia y una táctica que aborden frontalmente la cuestión.

La posición de Syriza sigue estando desde este punto de vista a un nivel declarativo, marcado por la distancia entre una retórica de conflicto, pero vaga, y la línea concretamente seguida en momentos claves del enfrentamiento social del último período (huelgas abortadas o rotas en el metro, los estibadores y la enseñanza secundaria debido a medidas requisitorias adoptadas por el gobierno).

En cada una de estas ocasiones, la dirección de Syriza ha dado pruebas de una gran prudencia, evitando todo objetivo de desarrollo de la protesta y culminando con la retirada del apoyo a la huelga de los enseñantes que sin embargo estaba aprobada por más del 90% en Asambleas excepcionalmente masivas.

2. Al anunciar el congreso del partido en mayo, la dirección buscaba un único objetivo: hacer de la constitución de Syriza como partido unificado la ocasión para “tomar las riendas”, con el objetivo de marginar a la oposición interna y estabilizar una forma partidaria en ruptura con aspectos decisivos de la cultura política y organizativa de la izquierda radical.

Por decirlo de otra forma, el objetivo era llegar muy rápidamente a una “forma partido” tallada a medida para anclar en las realidad organizativa una línea de “recentramiento” que la dirección prosigue encarnizadamente desde el otoño de 2012 -línea que se ha traducido en la confusión creciente de las posiciones de Syriza ( y de su percepción por los sectores sociales que le conceden su confianza) sobre las cuestiones clave (anulación de los Memorándum, deuda, salida del euro, rechazo a las privatizaciones) /1.

Para hacerlo, la dirección del partido ha impuesto un congreso a marchas forzadas (con un plazo de menos de un mes entre la publicación de los textos preparatorios y la votación en las secciones) y una agenda enteramente volcada hacia cuestiones internas, lejos de las preocupaciones estratégicas y de los imperativos de elaboración programática que una coyuntura tan volátil como ésta exigen.

Esta agenda “introvertida” se ha estructurado alrededor de tres puntos claves:

– la llamada cuestión de las “componentes”, con un ultimátum de dos o tres meses máximo para su disolución en el marco del proceso de “unificación” de Syriza /2.- un derecho de tendencia vaciado de contenido, con la supresión de las llamadas “listas separadas”, forma desviada de designar la representación proporcional de las minorías en las instancias.

– la modalidad de elección del presidente del partido, por el congreso y no por las instancias de dirección (el comité central).

3.- Esta agenda interna solo tiene sentido a condición de ser situada en el contexto más amplio de la percepción de Syriza por los representantes del bloque en el poder y de la evolución interna que conoce este partido desde hace un año.

Para los medios y las fuerzas políticas sistémicas, las “componentes” y las “tendencias” de Syriza, su famosa “cacofonía”, son la forma codificada de designar el radicalismo de Syriza, que esas “tendencias” encarnan frente a una dirección (encarnada por Tsipras) que representa el “realismo” y la línea del recentramiento.

La dirección, y más en particular Tsipras, está por tanto sometida a una presión constante proveniente del sistema para que “haga limpieza” en el partido y afirme su autoridad (“Tsipras, corta cabezas” es una de las exigencias preferidas de los comentaristas mediáticos autorizados…) librándose de las voces discordantes. Son blanco particular las voces que le critican por su izquierda y que son presentadas como otros tantos obstáculos a la “imagen” de Syriza como “partido responsable de gobierno”.

En el seno mismo de Syriza, los extraordinarios éxitos electorales de la primavera de 2012 se han traducido en una dinámica contradictoria. De un lado, una ola significativa de afiliación (el número de afiliados se ha duplicado más o menos en algunos meses y ha alcanzado actualmente los 35.000), así como éxitos en ciertos sectores, más en particular en el movimiento sindical, punto débil tradicional de Syriza -éxitos relativos sin embargo en la medida en que la influencia sindical sigue siendo significativamente inferior a la del PC griego (KKE), que solo ha conseguido menos del 5% de los votos -alrededor la sexta parte que Syriza.

Pero esta ola tiene también otro aspecto, bastante más ambiguo. En una sociedad traumatizada por la depresión económica y formada por decenios de “partitocracia” (el “sistema” forjado por Nueva Democracia y el PASOK que se han alternado en el poder desde la caída de los coroneles en 1974), la adhesión a un partido que aparece como a las puertas del poder puede también tener la significación de la reconstitución de una relación clientelista, a la que se añade una relación de obediencia al líder carismático.

Si este fenómeno está aún lejos de ser mayoritario, no deja de alterar de forma ya significativa la composición del partido y alimenta de forma esencial la proliferación de “afiliados pasivos”, que no se manifiestan más que el día de las votaciones para el congreso y cuyos lazos con la organización se basan principalmente en las relaciones personales que mantienen con uno o varios cuadros locales.

4. Este fenómeno, en parte espontáneo y perfectamente previsible para quien esté al tanto de las realidades griegas, ha sido sin embargo claramente impulsado, en nombre de la necesaria “ampliación”, por la dirección del partido a partir del otoño de 2012.

Las decisiones tomadas a partir de ese momento -ausencia de toda verdadera estrategia de intervención militante y de construcción del partido, decisión de congreso o de conferencias nacionales organizadas a toda prisa, con un número de delegados enorme, semejante al de las instancias nacionales o federales, constitución de poderosas redes de tipo personal alrededor de ciertos cuadros dirigentes (en general también parlamentarios) -conducen inevitablemente a un partido de tipo “recogelo todo”, un catch-all party como dicen los politólogos que siguen a Kirchheimer.

En otros términos, un partido electoralista, de vida interna atrofiada, principalmente soldado alrededor de su líder y de un discurso que viene de arriba, principalmente dirigido -vía los medios- a una “audiencia nacional”, pero siempre modulado de forma que guste a los diversos “públicos” (más “radical” y “lírico” cuando se dirige a la militancia, más “sobrio” y “pragmático” cuando se trata de reunirse con Schaüble o el FMI).

5. Los aspectos más problemáticos del congreso fundador de este “nuevo Syriza”, partido ya unificado, derivan de estas tendencias profundas, que conducen a su mutación en “partido de gobierno” de tipo gestionario: un número de votantes desproporcionado en relación al de los participantes en las discusiones internas, un cuerpo ingestionable de 3.500 delegados, ausencia de discusión estructurada en las dos primeras jornadas (en las que los delegados podían tomar la palabra), ausencia de informe de actividad de las instancias salientes, discurso de apertura de Tsipras adaptado a las exigencias de un mitin electoral y no a las de la instancia deliberativa del partido.

A esto se ha venido a añadir el clima particularmente agresivo respecto a la oposición interna (reagrupada en la Plataforma de Izquierdas /3) que culminó la noche de la última sesión del congreso, en las votaciones sobre la representación sobre los tres puntos que afectaban al funcionamiento interno sobre los que se había focalizado la discusión (disolución de las componentes, representación de las tendencias y modo de elección del presidente del partido).

Hubo escenas chocantes para un congreso de la izquierda radical (representantes de la Plataforma de Izquierdas abucheados, “peinetas”, insultos, con Tsipras aplaudido cada vez que subía a la tribuna antes incluso del comienzo de sus intervenciones), que llevaron a la salida de la sala de los delegados de la Plataforma de Izquierdas y de un número significativo de delegados de la mayoría.

6. ¿Cuál es el balance del congreso? Desde el punto de vista del contenido programático y de la elaboración estratégica, muy escaso, incluso inexistente. Los documentos adoptados se limitan a repetir, a menudo al pie de la letra, las formulaciones adoptadas (ahí también de forma más bien expeditiva) en la conferencia nacional del pasado noviembre.

De todas formas, esos textos de compromiso, trufados de formulaciones alambicadas y ambiguas, no han sido verdaderamente difundidos o apoyados públicamente por la fracción mayoritaria de la dirección, que se ha apresurado a proporcionar “interpretaciones” de acuerdo con la línea del “recentramiento” y del “realismo”.

Así, en diciembre pasado, apenas algunos días después de la conferencia nacional que había confirmado la posición de Syriza en cuanto a la anulación inmediata de los Memorándum por votación parlamentaria en caso de victoria electoral, los responsables de la cuestiones económicas, y principales figuras de la dirección después de Tsipras, se descolgaron con declaraciones en los medios para precisar que Syriza “no actuaría de forma unilateral”, evitando sistemáticamente utilizar los términos de “anulación” o de “derogación”, reemplazados por referencias tranquilizadoras a la “negociación” con “nuestros socios europeos”.

El propio Tsipras ha multiplicado las declaraciones “conciliadoras” de este tipo, en particular en sus desplazamientos al extranjero, más en particular a Alemania, donde se reunió con Schaüble, y a los Estados Unidos, donde se entrevistó con representantes del Departamento de Estado y del FMI.

7. La Plataforma de Izquierdas ha intentado dar un contenido político a un debate programático casi inexistente y ha presentado cuatro enmiendas que afectaban a los puntos estratégicos más sensibles: deuda (puesta en cuestión de la legitimidad de la deuda como tal, denuncia de los acuerdos existentes y recurso si fuera necesario al cese del pago para obtener su anulación); eventualidad de salida de la zona euro (opción válida que se trata de preparar seriamente si, o más bien cuando, un gobierno Syriza se encuentre, como el de Chipre, confrontado al chantaje de la UE y del BCE); nacionalización del sector bancario en su totalidad, compromiso claro de anular el conjunto de las privatizaciones en curso y renacionalización bajo control popular de sectores estratégicos de la economía (telecomunicaciones, energía, infraestructuras viarias y aeroportuarias); estrategia de alianzas reafirmando la línea de un gobierno de izquierdas antiausteridad, con exclusión de apertura al “centro” o a las fuerzas de la derecha soberanista.

El conjunto de estas enmiendas ha sido rechazado, pero ha recogido entre un tercio y un 40% de los votos, siendo las enmiendas sobre la deuda y el euro las que han recibido el apoyo más amplio. En este sentido, se puede decir que, sobre la cuestión de la línea política, la dirección ha podido imponer su punto de vista.

8. Sin embargo, respecto a los objetivos que se había fijado, este congreso representa un serio revés. La agenda en tres puntos evocada anteriormente y focalizada en la “puesta en orden” del interior del partido, ha salido malparada en este momento fundador del “nuevo Syriza”.

Sobre la cuestión de la disolución de las componentes, y del ultimátum que les estaba dirigido, la dirección ha tenido que resignarse a un compromiso (la formulación adoptada habla de “disolución en un plazo razonable y tras un acuerdo”) como consecuencia de la actitud extremadamente firme de Manolis Glezos.

Figura emblemática de la Resistencia, que goza de un prestigio inmenso y de una estatura de héroe nacional, Glezos no se ha contentado con defender el derecho de las componentes a preservar su autonomía. Ha atacado a Tsipras de forma directa y personal, rechazado con fuerza el modelo de un partido “presidencialista”, minando así la autoridad moral y simbólica de la dirección y de su líder.

Sobre la cuestión de la representación de las minorías, la mayoría puso todo su peso en la balanza, ejerciendo lo que puede ser calificado de un golpe de fuerza, llevado a cabo por Tsipras en persona: tras haber propuesto un sistema que concedía, mediante un subterfugio “técnico”, una ventaja automática a la lista mayoritaria, el bloque mayoritario impuso a las tendencias (minoritarias) que querrían presentarse como tales la obligación de constituir listas separadas, figurando en papeletas diferentes.

Fue suprimida la posibilidad existente hasta ahora de elegir, en una misma papeleta, una lista y luego añadir, con ciertos límites, candidatos presentados en las diferentes listas.

En cuanto a la lista mayoritaria, no se presentó como una lista de tendencia, o de un acuerdo entre tendencias (lo que sin embargo es), sino como la “lista unificada”, simple adición de candidaturas individuales representando a la “diversidad del partido” como tal. Se trataba de forma evidente de hacer aparecer a las minorías como un “cuerpo extranjero”, simplemente tolerado, y dar a la lista mayoritaria un estatuto simbólico de detentador único de la legitimidad partidaria.

La operación, sin embargo, se volvió contra sus inspiradores. En lugar de debilitarse, la Plataforma de Izquierdas se reforzaron sensiblemente (ver más adelante) y, ayudada por la presencia de pequeñas listas “independientes”, hicieron que la lista mayoritaria quedara en el 67,5%, es decir, siete puntos menos que en la conferencia nacional de diciembre pasado.

En fin, sobre la cuestión de la elección del presidente por el congreso, la dirección ha salido ganando, pero al precio de adoptar en los estatutos una disposición “flexible” que autoriza a cada congreso a decidir libremente sobre el modo de elección del presidente. Sin sorpresas, este congreso se ha pronunciado a continuación a favor de la elección directa del presidente.

Pero en la votación mediante escrutinio secreto, Tsipras ha realizado lo que puede ser considerado como lo contrario de un éxito, totalizando el 72% de los votos (74% de las papeletas válidas, expresando los votos nulos en su casi totalidad diversas formas de rechazo del procedimiento y/o de la persona de Tsipras).

9. Sin embargo, se puede considerar que la principal contrariedad de la dirección se encuentra en el refuerzo de la Plataforma de Izquierdas, que ha franqueado el umbral simbólico del 30%, es decir un progreso de cerca de 5 puntos en relación a la conferencia nacional de noviembre pasado (30,16% vs 25,6%), y esto en un marco altamente conflictivo, enteramente preparado con el objetivo de obtener su marginación. No hay duda alguna de que el clima de intimidación ha suscitado una fuerte resistencia entre una parte de los delegados, más allá de las filas de quienes habían apoyado de entrada las posiciones de la Plataforma.

El resultado ha causado un verdadero choque en el seno de la dirección, que ha evitado cualquier comentario oficial (sus representantes se han vuelto invisibles desde el anuncio de los primeros resultados). La prensa y los medios muestran un nerviosismo manifiesto en las filas mayoritarias, si bien, de una forma general, intentan tratar bien a Tsipras.

Los interrogantes se vuelven cada vez más apremiantes en cuanto a la línea que seguirá en el período que se abre, búsqueda de compromisos o continuidad del enfrentamiento interno, a riesgo esta vez de provocar una crisis interna prolongada.

Por su parte, la Plataforma de Izquierdas ha hecho público por primera vez un comunicado diferenciado precisando que su esfuerzo por obtener la “radicalización y el anclaje en la izquierda de Syriza y por la unidad del conjunto de la izquierda radical proseguía en mejores condiciones”. Signo de que su éxito es comprendido como un impulso para desplegar su intervención de forma aún más visible en el seno del partido e incluso más allá.

En conclusión, se puede decir que este congreso fundacional ha creado, sin duda, más problemas de los que ha resuelto o ha intentado resolver. Constituido ya en partido unificado, dotado de estatutos, de documentos de carácter programático y de una dirección elegida, Syriza continua apareciendo, sin embargo, como un partido profundamente dividido sobre cuestiones estratégicas fundamentales, que están en el centro del debate nacional y europeo.

Es evidente que la confrontación entre los partidarios de un planteamiento “realista”, preocupados por acceder al poder “en frío”, de no romper con el marco europeo y de tener buenas relaciones con los sectores estratégicos de las fuerzas dominantes, y los que plantean el enfrentamiento abierto y la ruptura con el marco actual de la UE, afecta al corazón de las cuestiones que se plantean hoy a la izquierda radical del Viejo Continente.

La aportación esencial de Syriza, y de la dinámica que ha sabido crear en la primavera pasada, es haber sabido plantear en el seno de la izquierda radical la cuestión de una alternativa de poder en términos concretos.

Queda por saber si lograr este objetivo se hará a costa de la radicalidad o si se sumará a la larga lista de experiencias de la izquierda de gobierno que se ha atascado rápidamente en las arenas de la gestión del sistema.

Sin duda, el congreso de Syriza habrá sido útil en que al menos habrá permitido formular los términos del problema de una forma más clara y más fácilmente perceptible por las fuerzas sociales y políticas comprometidas con un proyecto emancipador.

 

NOTAS:

[1] Sobre la evolución de Syriza es interesante el artículo de Baptiste Derickebourg, “Tomar el poder sin perder su alma”en la entrega de junio pasado de Le Monde Diplomatique así como el texto de Philippe Merlière, “Alexis Tsipras entre radicalisme et réalisme” en http://blogs.mediapart.fr/blog/philippe-marliere/220313/alexis-tsipras-entre-radicalisme-et-realisme.

[2] Desde 2004, fecha de su creación, hasta la conferencia nacional del pasado noviembre, Syriza existía como alianza entre una docena de componentes distintas, que cubrían la casi totalidad del espectro de la izquierda radical. La más importante de sus componentes era Synaspismos, el partido de Alexis Tsipras, él mismo constituido de corrientes distintas, que iban de la social democracia moderada (la actual Izquierda Democrática salió de ahí, pero una parte significativa de esa corriente ha permanecido en Synaspismos) al neocomunismo de Corriente de Izquierdas (ver nota 3).

[3] La Plataforma de Izquierdas se constituyó bajo su forma actual en la conferencia nacional de noviembre de 2012 por la convergencia de dos principales componentes, que cuentan con más de un decenio de existencia bajo diferentes configuraciones:

1) la Corriente de Izquierdas de Synaspismos, esencialmente formada de militantes que abandonaron el PC griego (KKE) en la escisión de 1991. Controla la mayor parte de las secciones de empresa, el sector sindical, y conserva una fuerte presencia en ciertas secciones y federaciones regionales, esencialmente en el norte de Grecia.

2) las tres componentes de origen trotskysta de Syriza (Kokkino, DEA y APO), ya reagrupadas bajo el paraguas deRprojetc/Red Roja. En el congreso se han sumado a la Plataforma una componente salida del PASOK, DIKKI, así como una organización de cuadros sindicales que abandonó el KKE en 1995 (KEDA).

Alrededor de una docena de parlamentarios de Syriza de un total de 70 se reconocen en la Plataforma, entre ellos uno de los portavoces del grupo parlamentario, Panayiotis Lafazanis, antiguo dirigente del KKE y diputado desde hace mucho de la emblemática segunda circunscripción de El Pireo, la más obrera del país, de la que es igualmente su figura pública más conocida.

Stathis Kouvélakis 

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El reto de las elecciones europeas en la estrategia del proceso constituyente.

01_013-300x168«En un marco de colapso institucional, debemos comprender que lo más importante es la regeneración de un vínculo subjetivo colectivo, y por tanto emocional, de identidad de pueblo que aspira y tiene proyecto para sustituir el marco institucional quebrado por uno nuevo reconstituido. Este es el potencial discursivo de ubicar en el medio plazo un proceso destituyente/constituyente que diseña y construye un nuevo pacto social sobre el que volver a trabajar la política al por menor».

Antonio Antón, Jorge García Castaño, José Manuel Martín Médem, Israél Mogroviejo, Manolo Monereo y Tania Sánchez. / Militantes de Izquierda Unida.

La X Asamblea de Izquierda Unida posicionó, al menos en las tesis políticas, una clara visión del momento político actual como una profunda crisis de régimen.

La crisis económica y las políticas de austeridad impuestas por la troika para afrontar la misma, han situado a amplios sectores de la sociedad ante la realidad cotidiana de una honda fractura entre las reglas de juego democrático y la realidad de su vida cotidiana. Las condiciones materiales de una cada vez más amplia mayoría social, son percibidas como incompatibles con el cumplimiento de los principios democráticos que han estructurado nuestra sociedad.

A esta realidad, se han venido a sumar como elemento de fractura de los consensos constitucionales en el seno de la sociedad,  los sucesivos escándalos de corrupción política no sólo del bipartidismo, sino del conjunto de las élites políticas e institucionales del país.

El remate de estas condiciones de ruptura del discurso hegemónico, lo aporta los dictados del poder europeo. La idea de integración de España en Europa como condición básica para la consecución de la sociedad moderna y desarrollada que aspirábamos a ser, se ha transformado en la pesadilla de un poder supranacional que nos impone un duro presente y augura un nada alentador futuro.

En este marco, IU ha venido reclamando, y lanzando como eje central de su discurso una apuesta inequívoca por una rebelión democrática que señala con claridad el problema sistémico de esta crisis, y la urgencia de la construcción de un contrapoder popular que aspire a reconducir la recomposición de las reglas del juego rotas en esta fase de crisis, hacia un nuevo escenario constituyente en el que situar a las mayorías sociales como poder soberano sobre el que recomponer una nueva institucionalidad que ponga a las personas por delante de los intereses financieros.

Este posicionamiento, junto a una más que digna, a pesar de sus sombras, trayectoria de cuestionamiento de los consensos bipartidistas, especialmente en el marco de la construcción de la Europa que hoy tenemos, abre una ventana de oportunidad con gran potencialidad para involucrar, en un proceso de honda transformación, a una ciudadanía cada vez más desafecta con la política y los políticos.

Las encuestas reflejan esta realidad, el reconocimiento de los movimientos sociales nos acompaña, ha llegado el momento de traducir las consignas de nuestros documentos en un programa de acción.

La ventana de oportunidad que  la crisis de desafección institucional nos brinda, no permanecerá abierta para siempre, los peligros de recomposición del bipartidismo para perpetuar el gobierno de los que no se presentan a las elecciones, sobre la base de una profundización del sufrimiento  de la gente común son grandes, de nosotros depende, en gran medida, el resultado final de la lucha entre restauración y ruptura democrática.

A la vuelta del verano la urgencia de la agenda electoral puede precipitar un camino de acción política que deje en segundo plano el conflicto social que empieza a sufrir cierto límite político por el cansancio, la intransigencia del poder ante sus demandas, y el agotamiento de la propia dinámica organizativa del movimiento.

No queda otra que afrontar la próxima cita electoral como lo que es; el inicio del ciclo político que culminará en las elecciones generales, y por tanto la primera prueba de fuego para una fuerza política que aspira a ser no solo una alternativa de gobierno, sino fundamentalmente una alternativa de poder, con un programa de profunda transformación social con la novedosa (para este país) concurrencia del soberano en un futuro proyecto constituyente.

Las elecciones europeas deben ser planteadas como un ejercicio democrático, como un verdadero referéndum contra el bipartidismo y contra la troika, en el que predomine una agenda y temas nacionales, que tienen una deriva secundaria sobre la política europea

Para afrontar en estos términos la cita electoral europea, hemos de diseñar una estrategia que convierta  nuestra agenda en una apuesta no exclusivamente electoralista sino de impulso y profundización del conflicto y la organización política del mismo.

Si asumimos que la disputa del poder no parte de un buen resultado electoral, sino de la articulación de la mayoría social afectada por la crisis en mayoría de acción política, pero a la vez entendemos que no hay más camino para demostrar la fuerza de ese bloque que las urnas, no podemos perder el tiempo debatiendo en qué ámbito centrar las fuerzas.

Debemos combinar la construcción de contra hegemonía  en la sociedad civil, que cambie la institucionalidad en crisis, con el trabajo electoral que lo traduzca en un resultado que nos sitúe en el imaginario popular como una fuerza con opción de poder.

1.- Un análisis del significado político de las previsiones electorales.

Todas las encuestas, con mayor o menor precisión reflejan tres hechos incuestionables;

a) La pérdida paulatina de respaldo social de las fuerzas del régimen, quedándose por debajo del 50% de apoyo electoral al bipartidismo

b)  Un progresivo y constante aumento de respaldo de las fuerzas hasta ahora minoritarias del arco parlamentario, IU y UPyD en el ámbito nacional, y fuerzas soberanistas de izquierdas en territorios como Cataluña.

C) Un amplísimo porcentaje de declarados abstencionistas o no posicionados.

La interpretación clásica del posicionamiento del electorado con respecto a su opción de voto, se ha ubicado en la línea continua de identidad ideológica, en este marco, con los cuatro partidos ahora en liza, podríamos hablar de:

  • Un centro-derecha (PP) en rápido (pero no definitivo) declive que se agrava por la gestión de un gobierno incapaz de dar respuesta a ninguna de las demandas políticas, sociales, éticas o económicas de su base electoral; ya sea la del votante tradicional del PP  o la que prestó su apoyo confiando en su capacidad de dar soluciones inmediatas a la crisis económica.
  • Un centro-progresista, que podría representar UPyD, al que su voluntaria indefinición en un  buen número de temas hace difícil, para el electorado, la atribución de una identidad ideológica definida. Más allá de nuestra percepción de su marcado carácter liberal y tecnocrático, éste no coincide con la percepción mayoritaria del electorado
  • Un centro-izquierda (PSOE), que está siendo el más castigado por las encuestas. El periodo de gobierno gestor de la crisis, y la opción adoptada en favor del consenso bipartidismo para salvar el sistema, aún a costa del sufrimiento de la mayoría social,  le ha situado como incapaz de mantener ni el imaginario claro de sus postulados ideológicos, ni el imaginario de partido de gobierno-gestor “eficiente” de los problemas del país.
  •  Por último, la posición izquierda encarnada por IU, cuyo mejor dato no es tanto la perspectiva de subida en votos y por tanto representatividad, sino las valoraciones positivas recogidas por algunas encuestas en cuanto a la capacidad de cada uno de los partidos para afrontar los retos de la crisis. A las tradicionales posiciones de ventaja de IU en cuanto a ser el mejor posicionado para la mejora de la igualdad, y el combate de la pobreza, o la defensa de los servicios públicos, comienzan a reflejarse valoraciones muy altas, en cuestiones en las que IU jamás había sido percibida como garantía de gestión. Elementos como la gestión económica que necesita el país, la ética y la honestidad pública e incluso, la política territorial que más le conviene a España, sitúa a Izquierda Unida como el partido  mejor valorado de los cuatro en disputa.

Si nos quedáramos exclusivamente con la interpretación clásica del posicionamiento del electorado, y la cruzamos con los movimientos de voto entre diversas fuerzas políticas, podríamos pensar que la clave del éxito electoral (siempre que las condiciones de la crisis no varíen),  se centran en consolidar esa imagen de fuerza política capaz de gestionar un país, y centrar nuestros esfuerzos en que a través de esa imagen consolidaríamos a los votantes desafectos del PSOE.

Pero las encuestas reflejan exclusivamente tendencias, debemos ser prudentes ante ellas, y sobre todo, analizar el conjunto de la realidad que reflejan y no exclusivamente la intención de voto declarada, y la traducción de ese apoyo en escaños que auguran las cocinas demoscópicas.

Cobra importancia, por tanto,  el  tercer elemento que reflejan las encuestas;  cerca de un 50% de abstencionistas.

Si ponemos este dato en relación con  la realidad diagnosticada en nuestras tesis políticas de la situación de ruptura del “espíritu consensual de la transición”, estamos obligados a introducir elementos de análisis que diagnostiquen esa abstención, que podría ser crucial tanto en el éxito electoral, como para la preparación de la estrategia en clave de acumulación de fuerzas para un ideal de proceso constituyente futuro.

Entendemos que las encuestas, tanto las puramente electorales, como aquellas que reflejan la opinión sobre la situación general del país y la valoración de las instituciones políticas y sociales heredadas de la transición, nos sitúan en un nuevo escenario de percepción en el que se da la triada entre:

  • Los representantes del modelo actualmente en crisis (PP, PSOE y nacionalismo liberal)
  • Los que podrían constituir una alternativa a ese modelo (UPyD, IU y nacionalismos de izquierda soberanista)
  • La desafección/negación (abstención/voto en blanco)

Manteniendo esta tesis de las tres sensibilidades, a saber la del modelo vigente, la del modelo alternativo y la del desafecto/negación, nos obliga a realizarnos tres preguntas:

  • ¿A dónde va a parar la cantidad de apoyos que ha salido del modelo vigente, y que hará este para recuperarlos?
  • ¿Qué factores tienen la capacidad de resultar atrayentes en el modelo alternativo?
  • ¿Qué opción terminarán adoptando la parte del hoy identificado como desafecto que previsiblemente acudirá a las urnas?

Analizamos cada uno de estas cuestiones en los siguientes tres apartados:

1.1.   El impreciso comportamiento del abstencionismo.

Resulta complicado dibujar un perfil preciso de abstencionistas pero, teniendo en cuenta los últimos resultados del CIS con respeto a la opinión de la ciudadanía en temas de corrupción, clase política, periodistas y medios de comunicación, justicia, y las altas instituciones del Estado, empezando por la monarquía, es previsible que mucha de la abstención declarada signifique, más que desinterés por participar en una supuesta cita electoral, la manifestación de un enfado grande que encuentra en el “no a todo” su mejor expresión. Aún más en situaciones percibidas como de “urgencia social”, es muy factible que se incrementen los niveles medios de participación.

Los actuales niveles de abstención, con los que trabajan las encuestas, en torno al 48%, si nada sustancial cambiara, es previsible que regresen a los niveles usuales en torno al 30% pudiendo llegar a ser inferior si aparecieran factores nuevos e ilusionantes en la/las opciones alternativas (liderazgos, procesos unitarios de confluencia, planes de gobierno creíbles, claros, explícitos, transparentes, adopción de formas no tradicionales de acción política institucional etc.)

Podemos diferenciar dos clases de abstencionistas:

  • Los que tradicionalmente no acuden a las urnas, que sería el sector más proclive a cambiar como consecuencia de un impulso novedoso desde el bloque político alternativo que le anime a ello. Sus características son similares a lo que originalmente fue el 15M, mayoritariamente jóvenes, apartidistas, de extracción social acomodada, de formación media universitaria, muy descreídos del bipartidismo, creyentes en la capacidad de gestión más que en la ideología y con buen manejo de internet y redes sociales. En su mayoría no son susceptibles de votar a los partidos del modelo tradicional.
  • Los que han huido del bipartidismo; ciudadanos que, previsiblemente, aunque hoy se declaren desafectos ante un comicios electoral sólo están ahí como etapa de tránsito para regresar nuevamente al modelo o migrar a la alternativa. Mientras que las salidas del PSOE son proclives a recalar en IU y las salidas del PP, en menor medida, pueden ir a UPyD, una buena parte volverá a su voto habitual y algunos quedarán en la abstención y el voto en blanco, aunque será algo residual. Son sensibles y temerosos de la inestabilidad y la incertidumbre política y económica, de edades medias y avanzadas y con cierto patrimonio; podrían identificarse con el conservadurismo propio de las clases medias familiares creadas en el franquismo de los años sesenta, verdadero puntal sociodemográfico de la España de la Transición, que ahora empieza a flaquear.

1.2.  Las oportunidades del modelo alternativo

Básicamente, las vergüenzas del bipartidismo español han aflorado con el estallido de la burbuja inmobiliaria y el agotamiento de un modelo de crecimiento (a crédito) diseñado desde Bruselas con el acuerdo tácito de las élites locales españolas. Ello tiene, como primera consecuencia, el ascenso de las dos fuerzas estatales minoritarias y la irrupción de fuerzas soberanistas de izquierda que, hasta ahora, no tenían representación institucional.

En este proceso han aparecido innumerables casos de corrupción política, institucional y empresarial, a la vez que, en el marco europeo, el mecanismo democrático ha ido quedando vacío de contenido para cada vez más sectores de la población, llegando a ser el concepto de “soberanía popular”, casi un recuerdo del S.XX, sensaciones creciente que los fascismos europeos se apresuran a capitalizar. Se puede decir que estamos en un momento histórico multi-crisis de graves consecuencias sociales/materiales

En este escenario, fijándonos en las valoraciones sociales recogidas en las encuestas y en el ruido de la calle, PP y PSOE se funden en características como:

  • Amplia penetración de la corrupción institucional
  • Confusión de sus cuadros políticos con las élites económicas  locales.
  • Estructuras partidarias rígidas hermanadas con sectores empresariales.
  • Alineamiento con las políticas europeas de la Troika
  • Ausencia de propuestas alternativas para la superación de los efectos de la crisis.
  • Insensibilidad a los reclamos de amplios sectores de la población más castigada.

Las oportunidades del modelo alternativo, a parte de las características de la propuesta política concreta, está en la diferenciación profunda y el mayor distanciamiento de las características mencionadas del modelo tradicional, esta línea de trabajo debe centrarse en abanderar con la palabra y la acción conceptos amplios como:

  • Lucha anticorrupción y reforma institucional
  • Independencia política y mantenimiento de la distancia de los cuadros respecto a las élites económicas tradicionales.
  • Democracia interna y transparencia.
  • Soberanía popular y profundización democrática frente a la Troika.
  • Medidas concretas frente a la urgencia social y contundencia en la defensa del sector público y la política impositiva que garantice el reparto de la riqueza.
  • Contacto permanente y apego a los movimientos sociales y a los reclamos de la sociedad civil organizada como masa crítica de los cambios.

1.3. Las Esperanzas del Modelo tradicional.

El bipartidismo, no es un modo de funcionamiento de un sistema específico de partidos, es la forma en que se organiza el poder para que los que no se presentan a las elecciones manden.

No es casual que se busque recuperar los consensos perdidos entre los grandes partidos en los llamados temas Europeos, como si éstos fueran  distintos a las cuestiones españolas. Recuperar la idea de consenso, para retener al sector del electorado descrito como susceptible de regreso a las posiciones del modelo tradicional, será el primer paso de la estrategia que el bipartidismo tratará de imponer de cara a las elecciones generales próximas. Si mantienen una sangría moderada de apoyo electoral en la  cita Europea, reforzaran su negativa al adelanto electoral que les permitan confiar en factores de cambio que permitan recuperar su electorado tradicional, sus esperanzas se centran en:

  • Una moderación de los niveles de desempleo hasta alcanzar, al menos los niveles de noviembre de 2011.
  • La mejora de las cuentas macroeconómicas del Estado (balanza comercial, inflación, prima de riesgo, índice de confianza-país etc.)
  • La flexibilización de las directrices europeas en austeridad y recortes sociales para implementar medidas de urgencia asistencial y proceder a una rebaja de impuestos.
  • La previsible ayuda de los medios de comunicación comerciales, que buscará afianzar el debate político en los términos propios del modelo tradicional (excluyendo a la alternativa)
  • La inexperiencia, o contradicciones de las fuerzas políticas de la alternativa en labores de gobierno, poniendo en juego el factor de inestabilidad e incertidumbre que eso genera.

En definitiva, la viabilidad discursiva de una idea marco en los términos de “gracias a esta dura pero responsable gestión, por fin hemos salido de la crisis, se ha acabado la pesadilla y ahora trabajaremos para que todo vuelva a ser como antes”.

Un intento más de que el bipartidismo, núcleo duro del régimen y los grupos de poder económico, se perpetúe sobre nuevas bases que bloquearían las posibilidades de la alternativa.

1.4. Concluyendo el análisis

Ante este análisis, IU no puede desligar las elecciones próximas del problema central, la lucha entre restauración o ruptura democrática.

Estas elecciones son singulares, y debemos interpretarlas como la posibilidad de convertir las tendencias que reflejan las encuestas, en la apertura cierta de un nuevo escenario político.

Comenzar el ciclo político-electoral, que se abre el próximo año y culminará con las elecciones generales, con un avance significativo electoralmente, resultado de un proceso de preparación del mismo, de articulación social e ilusión popular,  sería la señal de que las cosas están cambiando y que se puede pensar, con fundamento y realismo, en una alternativa democrática y ciudadana.

Es la hora, con prudencia y radicalismo, de la audacia y el compromiso con el proyecto aprobado en la última Asamblea; de resolver mediante la acción política el problema de fondo de IU, la elección estratégica entre alternancia y alternativa, entre proyecto autónomo con vocación de mayoría y poder o proyecto aliado del poder de otros.

Esta dicotomía, no se resuelve en documentos escritos,  debe resolverse en la conversión de IU en fuerza organizada que conquiste la hegemonía social y cultural construyendo frentes políticos y electorales solventes e ilusionantes, y no tenemos todo el tiempo del mundo, hay que hacerlo ahora.

2.- Algunas ideas para emprender el camino

           2.1 Nuevas identidades por construir

En el modelo planteado de análisis de la tendencia reflejada en encuestas, del triángulo entre modelo, alternativa y desafección, debemos recalcar que hay una conexión íntima entre modelo y desafección, que no sólo afecta a las instituciones actualmente existentes como tal, sino que implica una crisis de la propia institucionalidad (entendida como el modelo de relación del individuo con las instituciones de la sociedad en la que se integra), y las consecuencias de esta ruptura en las identidades colectivas.

La descomposición del régimen implica el derrumbe de un sistema de reparto de identidades.  A diferencia del canovismo, el régimen del bipartidismo se ha sustentado sobre un reparto de los imaginarios políticos y sociales de la gran mayoría de una sociedad  que se sabía poseedora de derechos sociales y políticos, los ejerciera en la práctica o no.

El bipartidismo, por tanto, no es la mera alternancia en el poder de aquellas opciones partidistas que han defendido los intereses de las élites de la sociedad, sino que también ha sido un reparto binario de identidades socio-políticas de aquellos que, sin ser élite, formaban parte de una mayoría social consentidora del modelo de reparto de poder, mientras éste no amenazara sus condiciones materiales.

Ante esta identidad colectiva en crisis, la alternativa no romperá la tónica de la desafección reinante mientras no sea capaz de crear referentes subjetivos nuevos, o al menos, el ideal de una perspectiva futura de recuperación de las condiciones materiales y los derechos sociopolíticos que han de sustentar un nuevo escenario de consentimiento social, desde luego la perspectiva subjetiva del discurso no puede basarse en la perpetuación del conflicto, sino que ha de referenciar un ideal de salida del mismo que garantice una paz social con bases nuevas de reparto del poder.

En un marco de colapso institucional, debemos comprender que lo más importante es la regeneración de un vínculo subjetivo colectivo, y por tanto emocional, de identidad de pueblo que aspira y tiene proyecto para sustituir el marco institucional quebrado por uno nuevo reconstituido. Este es el potencial discursivo de ubicar en el medio plazo un proceso destituyente/constituyente que diseña y construye un nuevo pacto social sobre el que volver a trabajar la política al por menor.

Mientras que no haya un nuevo discurso que instituya un nuevo vínculo, un espacio donde los antiguos votantes del bipartidismo puedan colocarse a la hora de juzgar la situación de excepcionalidad, y le permita visualizar las  opciones alternativas como una opción con la capacidad de devolverle una imagen coherente y completa del modo en que vive su posición en la sociedad, sólo se podrá conseguir un breve viaje de ida y vuelta al modelo de desafección o a la senda del bipartidismo.

2.2 Alianzas y dificultades

Las ideas fuerzas a construir, no pueden establecerse como meras cuestiones programáticas que pueden ser alcanzadas con modelos de pactos, reformas, diálogos y apelaciones a instituciones ya en quiebra, si así lo hiciéramos nos estaríamos posicionando como si la crisis tuviera una opción de vuelta hacia atrás que en realidad no tiene, ni en España, ni en el modelo de construcción de Europa.

No es momento de poner en duda el valor que tiene y ha tenido esta visión del programa y las alianzas políticas, sino de comprender que éstas han formado parte del mismo marco bipartidista, que son experiencias que remiten al reparto sociopolítico del régimen y que por tanto, están irremediablemente conectados a él discursiva y emocionalmente.

Referenciarnos sobre ellos como modelos posibles, en un escenario político que niega esa opción, sabotearía el propio proyecto de alternativo antes de poner las bases del mismo.

No es un prejuicio de un sector de IU, ni un posicionamiento inamovible para el futuro, es un prejuicio del sujeto político que está germinando sobre el cadáver del régimen y que nos demanda que no nos abracemos a él, que no planteemos como expectativa la subalternidad política al modelo hoy en quiebra.

Los resultados electorales determinarán si hemos sido capaces de la sentar las bases para la ruptura democrática y la apertura de un tiempo constituyente, pero el punto de partida debe ser de la máxima aspiración a crear ese escenario.

En la conquista de ese sujeto político que germina en oposición y desafección del modelo tradicional, no podemos ignorar que también UPyD está ubicada en el marco del modelo alternativo, ambas fuerzas políticas somos consideradas ajenas al modelo bipartidista en crisis, pero mientras IU se enmarca ideológicamente con claridad y tiene un público objetivo específico, UPyD es una formación con menos historia, con menos tiempo de exposición pública y que se ubica, conscientemente, en la ambigüedad ideológica.

No parece necesario, ni aconsejable confrontar políticamente con esta opción, sino trabajar por diferenciarse de las características del modelo tradicional de manera más inteligente, consecuente y coherente de lo que puedan hacer sus cuadros políticos, lo que no quita que se siga trabajando por identificar las debilidades de su discurso, así como los resortes e intereses que hay detrás de su maquillaje y doble o triple discurso.

IU cuenta con una trayectoria que nos acerca más a las posturas de cambio profundo que ya ha calado en los movimientos sociales, el movimiento obrero, los trabajadores del sector público movilizado, la izquierda soberanista, y en definitiva, las clases más duramente castigadas por las reformas, lo que nos posiciona muy cerca de las grandes mayorías silenciosas.

2.3 Ruptura vs restauración; traduciendo la idea en proyecto

Si aceptamos nuestras propias tesis, el elemento crucial de disputa política sobre el que construir nuestra estrategia, no puede ser otro que la lucha entre la ruptura democrática y la  restauración de las bases sobre las que se constituyó la transición política del 78 (un proceso constituyente al margen del soberano).

El objetivo estratégico es la superación del bipartidismo; las elecciones europeas deben ser planteadas como un ejercicio democrático, como un verdadero referéndum contra el bipartidismo y contra la troika, en el que predomine una agenda y temas nacionales, que tienen una deriva secundaria sobre la política europea. Tácticamente partir del temario nacional, conectándolo con la realidad de la Periferia del Sur de la Unión  Europea, para abordar medidas generales que implican, como ideario, la unión del sur para la transformación de Europa y sus realidades nacionales.

Planteémonos el reto de preparar las elecciones de un modo no electoralista, impulsando el conflicto y la organización política del mismo, a pesar de la sensación de agotamiento de la movilización, el contenido de negación a las imposiciones europeas no dejan de potenciarse y crecer, entendamos que el movimiento, más que agotado, se encuentra buscando sus formas de construcción de alternativas futuras, por tanto, nuestro papel no es rescatar y revitalizar la protesta existente, sino incorporarnos a la propuesta de futuro que proyecten una percepción alternativa de lo que supone ejercer una ciudadanía con plenos derechos.

La cuestión de la Renta de Ciudadanía, como base material de la verdadera democracia que distribuye la riqueza, y por tanto el poder, puede ser ejemplo de un dispositivo que tendrá valor como ideal de sociedad futura asentada en nuevas bases.

Para ello, será crucial la alianza con los movimientos y el trabajo colectivo y participado desde abajo en la construcción de la propuesta electoral, y esa apuesta, no puede desligarse de la construcción de una candidatura que de imagen real de que nosotros somos los primeros que estamos dispuestos a cambiar las reglas del juego.

Apertura de las candidaturas, y referentes de liderazgos que transmitan por si mismos unidad para la alternativa, pluralismo, solvencia y juventud serán claves en la credibilidad de la apuesta.

Con todo lo dicho, no podemos obviar que las condiciones subjetivas no están maduras, poner en tensión a toda la organización (especialmente a los cuadros medios y cargos públicos) mediante la definición de objetivos claros y medibles, y el desarrollo de un plan de  capacitación en la tarea de organización desde las bases de proyectos de acción que cuenten con los recursos y herramientas apropiados, y que se orienten discursiva y efectivamente sobre la estrategia marcada es la tarea inmediata y urgente de la construcción progresiva de una cotidianidad alternativa.

Ya lo hemos dicho, no tendremos todo el tiempo del mundo, hay que ser audaces, y hay que serlo ahora.

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O nos metemos en política o esto no cambia

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Carlos Martínez, Politólogo

«En el estado español hoy en día hay demasiadas personas grises mandando -porque mandan, y mucho- es decir se sustituye al líder conocido, reconocido y por tanto “derribable” por el dirigente oscuro, burócrata y, como mucho, fruto del compromiso de grupos de notables».

Viendo el panorama mejor no delegar. En demasiadas ocasiones la política se convierte en el refugio de personas que desean un rápido ascenso social. Esto ha comenzado a cambiar dado el desprestigio de la profesión. Precisamente ese es el problema, cuando una vocación por cambiar las cosas y el servicio público -o bien la noble lucha por unas ideas y por construir una sociedad nueva- se convierte en una profesión, pero endogámica.

Veamos más claramente: Cuando el garantizarse pertenecer al grupo gestor de la res-pública necesita superar un filtro de personas ya instaladas en el poder, y que estas a su vez eligen o reclutan equipos que han de ayudarles en su trabajo, y que a su vez van a adquirir las claves de cómo controlar o mantener el mando y a quienes recurrir o con que métodos mantenerse, se está designando ya a los candidatos y candidatas a la sucesión, sin participación de nadie más.

Cuando además estas situaciones se dan en medio de la actual política espectáculo y con total ausencia de control y transparencia, solo los cooptados y cooptadas están en la foto y son conocidos o conocidas.

Además hacen favores, promueven ascensos o ceses y en consecuencia van tejiendo su propia red clientelar que, sumada a la del jefe o la jefa, terminan fabricando un controlador, que no un o una líder. En el estado español hoy hay muy pocos líderes que en ciencia política y sociología política merezcan tal nombre, y todos y todas ellas se encuentran o bien en el mundo local y circunscritos a él, o bien en organizaciones, movimientos y plataformas periféricas de las opciones de poder político de carácter general.

Uno de los problemas a la hora de articular una resistencia seria, una convergencia política importante es precisamente la ausencia de liderazgos, y los liderazgos no son negativos excepto si son excluyentes y autoritarios. Esta fase -la de negar cualquier tipo de liderazgo- ya la tiene superada una de las pocas izquierdas reales e influyentes del mundo, la latinoamericana. Pero ojo, sus líderes son revocables -como en Venezuela, por ejemplo- y por imperativo constitucional.

En el estado español hoy en día hay demasiadas personas grises mandando -porque mandan, y mucho- es decir se sustituye al líder conocido, reconocido y por tanto “derribable” por el dirigente oscuro, burócrata y, como mucho, fruto del compromiso de grupos de notables. Nadie expuesto a la crítica y a ser el reflejo de amplias voluntades populares.

Cuando en sociología se habla de liderazgos no se está hablando de dictadores. En cualquier caso, hablaremos de carisma y de reflejo en ciertas personas u organizaciones de la voluntad colectiva de superar situaciones o construir una nueva sociedad.

Pero como en el estado español hace ya tiempo que se sustituyó el liderazgo por el profesional o la profesional cooptado por un grupo de personas grises pero muy autoritarias, pues claro, nadie quiere liderazgos al identificarlos como tales, por culpa de los “media” masivos y desinformadores. Pero surgen. Por nombrar solo dos: Ada Colau y Sánchez Gordillo. También lo fueron Felipe González y Julio Anguita, o Nicolás Redondo y el inolvidable Marcelino Camacho.

Bien, la pregunta será ¿Qué propone esta persona? En primer lugar no permitir que las profesionales y los profesionales nos aparten de la política. Que personas grises no brillantes y poco inteligentes y preparadas -aunque muy marrulleras- nos usurpen el derecho a pensar, proponer y decidir políticamente. Si al menos fueran capaces de arrastrar con su verbo y su acción, pero claro entonces no serían grises y si serían líderes verdaderos no fabricados ni inventados por la prensa corporativa o los gabinetes de imagen de ciertos grandes o ex grandes partidos.

Es terrible comprobar cómo en estos graves momentos de una durísima crisis económica, social y política, la democracia representativa entra merecidamente en barrena de credibilidad, pero la falta de visión, inteligencia y valor -valentía- de muchas y muchos dirigentes impide que se conformen las estructuras sociales que nos permitan avanzar hacia movilizaciones generalizadas destituyentes.

Si bien el poder, el poder verdadero que emana de la oligarquía bancaria y especulativa a través de múltiples medios a su disposición -pues son de su propiedad- han logrado generar una desconfianza suicida pero generalizada entre las clases populares y las víctimas de la crisis en su propia capacidad de movilización y de auto-organización, y esa sería la clave de la revuelta imprescindible. Esto provoca que solo en ámbitos muy concretos o sectores laborales muy identificados estallen las luchas, y además con éxito de movilización en asuntos sectoriales, pero con escaso éxito en los generales.

El caso es que la solución a esta crisis es política. Hemos de construir nuevos sujetos políticos no identificados ni identificables con el régimen caduco del 78. Eso exige la voluntad de permitir la construcción de ese ente socio-político unitario y acompañarlo por parte de los ya instituidos. Además la lucha institucional, aún siendo importante, no puede ser el eje vertebrador de una resistencia popular capaz de articular una ofensiva política.

Pero en eso estamos y no olvidemos que hay ya varias iniciativas en marcha. Sé que escribir lo que a continuación voy a expresar me resta amigos y no voy en contra de ellos, pero IU no es SYRIZA. Por tanto, hacen falta más voluntades como en SYRIZA. También hace falta construir algo nuevo y diferente como SYRIZA. O como el MVR o la Alianza PAIS o el Movimiento al Socialismo. Tampoco en este estado nadie habla de un Txipras con posibilidades muy importantes de gobernar, y eso solo ya debiera hacer pensar a muchas y muchos. No lo disfracemos.

Quien no sea capaz de reconocerlo y de promoverlo no permitirá que salgamos del actual impasse político y movilizador. Por tanto y mientras tanto, creo, hemos de construir un liderazgo colectivo. Potenciar y crear nuevas iniciativas no comprometidas que nos hagan recuperar soluciones ocultas por el momento como el reparto. El reparto de la riqueza y el incremento del sector público. Socializar la banca, nacionalizarla, crear la banca pública y de esa forma tomar la única medida que puede cercenar el poder de la oligarquía y la plutocracia del estado español, que sigue siendo la misma que nos dominó durante la dictadura franquista.

Pero de cara a las estructuras políticas y partidos ¿Qué? Pues que los cargos sean revocables. Cada persona un voto también en las organizaciones políticas y selección publica, democrática y participativa de las y los candidatos en cualquier instancia institucional.

Para recuperar el crédito de la política y la voluntad del pueblo de hacer política hay que tomar medidas muy diferentes y transparentes de seleccionar a las personas que nos puedan representar en política. Porque hacer política es cosa de todas y todos.

Termino diciendo que creo en la capacidad de organizarse las personas. Creo en la posibilidad de importantes movilizaciones populares. Creo en la capacidad colectiva. De la misma forma que creo en Evo Morales, Rafael Correa, Pepe Múgica, Jean Luc Mélenchon o Alexis Txipras.

Por cierto, como sé historia y ahora que recordamos el golpe de estado fascista que dio lugar a una guerra por defender la República, podemos recordar a líderes anarcosindicalistas -y repito, líderes- como Federica Montseny, Buenaventura Durruti, García Oliver, Cipriano Mera, o Marianet R. Vazquez. Si pensamos en socialistas, Francisco Largo Caballero, Indalecio Prieto, Juan Negrín o Ramón Lamoneda. Los comunistas Juan Modesto y Dolores Ibarruri o los repúblicanos Manuel Azaña y Casares Quiroga, o tantas personas que en sus respectivas ocupaciones fueron capaces de resistir, en condiciones desiguales y plagadas de dificultades, durante tres años. Si bien papeles centrales como los de Largo Caballero, Azaña o Juan Negrín según las circunstancias y avatares de cada momento, fueron claros.

Aunque todas y todos ellos como personas cometieron errores. En estos momentos también necesitamos, partiendo de un liderazgo social colectivo, construir nuestros referentes sin imposiciones y sin publicidad.

Pero sobre todo necesitamos articular un amplio frente social unitario y por el cambio de la situación que vivimos. Para lograr el cambio y la regeneración hemos de meternos en política
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Más allá de la democracia

mas-alla-de-la-democracia_dEl filósofo Pablo Bustinduy escribe el prólogo del libro de Dauve y Nesic

Tratar de la democracia implica a abordar, de manera indirecta, el comunismo“.

Gilles Dauvé y Karl Nesic, Más allá de la democracia, 2009.

Para nosotros, el comunismo no es un estado que debe implantarse, un ideal al que haya que sujetar la realidad. Nosotros llamamos comunismo al movimiento real que anula y supera el estado de cosas actual

Karl Marx y Friedrich Engels, La ideología alemana, 1846.

No trataremos de engalanar las derrotas sufridas con el oro de las falsas ilusiones. El partido democrático ha sufrido algunas derrotas; los principios proclamados tras la victoria son cuestionados mientras le disputan palmo a palmo el terreno realmente conquistado; ya ha perdido mucho y pronto se planteará la cuestión de saber qué le queda“.

Heinrich Burgers y Karl Marx, Nueva gaceta renana, 1 de julio de 1848.

El movimiento proletario es el movimiento espontáneo de la inmensa mayoría en provecho de la inmensa mayoría. Las proposiciones teóricas de los comunistas no se fundan de ningún modo en ideas y principios inventados o descubiertos por tal o cual reformador del mundo. No son sino la expresión de conjunto de las condiciones reales de una lucha de clases existente, de un movimiento histórico en constante evolución

Karl Marx y Friedrich Engels, Manifiesto comunista, febrero de 1849

La democracia desdoblada y la potencia comunista.Derrotas, muertos, traiciones, el peso indescriptible de todos los fracasos. Tantos futuros pasados, porvenires que nunca llegaron y que se dejó de esperar. Una melancolía que tizna el afecto ya de por sí opaco de la esperanza. Es la conciencia de cargar con palabras desgarradas, que en su afán de nombrar las cosas se quedaron siempre tan lejos y tan cerca de conseguirlo.

En el último texto que escribió en vida, Daniel Bensaïd las llama  palabras heridas. Pero es sintomático que ese mismo texto lleve el título de “puissances du communisme”, potencias del comunismo.

La palabra comunista, quizá la más golpeada por el cierre en falso del largo siglo XX, una palabra agredida en igual medida por enemigos fanáticos y apóstoles autoproclamados, es pese a todo el nombre de una potencia. Bensaïd enumera sus valencias: lo común compartido, lo común como igualdad, lo común como poder. La solidaridad que se opone al cálculo egoísta de la competencia. El derecho a la existencia sobre el de la propiedad; contra la privatización y la mercantilización del mundo, el nombre de otra medida, de otro espacio y otro tiempo, de una afirmación común.

Es el reverso exacto de esta hora desquiciada en la que queda cada vez menos terreno que defender, cuando toca plantearse la amarga cuestión de qué nos queda y la experiencia se disuelve en varias formas de pobreza. Ahí, dice Bensaïd evocando a Benjamin, es donde surge la “actualidad de un comunismo radical”, la actualidad de ese movimiento permanente que anula y supera el estado de cosas vigente. Eso dice hoy la palabra comunista: que su actualidad sigue siendo la nuestra.

Lo dice, eso sí, de otra manera. Trabajar con palabras heridas significa que hay cosas que ya no se pueden hacer, errores que ya no están permitidos. No se puede, por ejemplo, sublimar la incertidumbre y la ansiedad en los mismos fantasmas políticos del pasado. El comunismo no trae la promesa de una redención. No es, decía Marx, un ideal al que sujetar la realidad.

Es hora de reconocerlo: no sabemos de antemano dónde conduce el movimiento comunista, y ya no se puede aparentar que bastará con estudiar su dirección y sus principios (una dinámica de la historia, un hombre transparente a sí mismo) para fundir por fin idea y realidad. Un filósofo al que los autores de este libro no guardan en gran estima lo ha expresado en una fórmula enigmática: el futuro del comunismo ha sido siempre un presente. Es una manera de señalar que la idea comunista no es una relación de medios a fines, que su fuente de sentido y su justificación nunca pueden estar en otra parte, en otro lugar y en otro tiempo.

Cuando Marx decía que el comunismo no es un estado que deba implantarse, sino el movimiento real que anula y supera lo actual, ya estaba afirmando que su fuerza y su necesidad no están en el fin o en el destino del movimiento, sino que son el movimiento mismo. Gilles Dauvé y Karl Nesic trabajan en este libro desde una hipótesis parecida. El comunismo, dicen, no se puede imaginar o definir como otro modo de producción o distribución; no es la misma sociedad de ahora desembarazada de la mercancía y del beneficio.

El comunismo es ante todo actividad; es un movimiento de emancipación que avanza de forma dialéctica, discontinua, contradictoria, pero que muere si se convierte en institución, en objeto, en economía (cualquier definición económica del comunismo, dicen, “mantiene los momentos productivos separados del resto de la vida”; la cuantificación y el productivismo sin freno implican “separar los medios de los fines, someter los segundos a los primeros, y por tanto crear o recrear una economía, y por tanto el trabajo como medio de relación para todas esas necesidades recíprocas”).

Por eso todo su afán consiste en desterrar el pensamiento del comunismo como forma de administración, y más en concreto, como forma de organizar, gestionar y repartir el poder. El movimiento comunista, concluyen, se ahoga en esa lógica de los objetos y las necesidades.

El eje de este libro consiste en darle a este mismo problema el nombre atrevido de democracia, entendida como un conjunto de formas -formas obligatorias, formas de garantía, formas que demarcan, codifican y limitan- incapaces de modificar su propio contenido. El gesto no está libre de provocación, y los autores son los primeros en reconocer que las palabras a menudo nos tienden trampas de todo tipo (tal vez, diría un optimista, esa sea una de las grandes ventajas de las palabras heridas: que nos engañan cada vez menos). Dauvé y Nesic son perfectamente conscientes de lo que suele suceder cuando uno hace una hoguera con el tótem de la tribu, y ellos mismos lo señalan más de una vez: el problema de la democracia no está en lo que se quiere decir al invocar su nombre, sino en lo que se dice sin querer, sin darse cuenta a través de él.

Una sociedad sin capital, sin relación salarial, sin Estado, afirman, solo se creará por medio del movimiento auto-determinado y auto-organizado de la mayoría. En sus propias palabras, una revolución comunista es la “expresión de la capacidad de cualquiera para actuar como un sujeto y para constituirse en una colectividad que se define por sus actos y no por una identidad preestablecida, una colectividad que se inventa a sí misma en la práctica y produce su propia dirección”.

Pero estas certezas, esta suerte de autonomía comunista, no sabría reconocerse en el mismo nombre que, desde la Grecia antigua, ha absorbido la aspiración del pueblo a determinarse a sí mismo. La democracia, de hecho, queda siempre en este libro más acá del movimiento comunista, como la efigie y el símbolo de tantas formas de separación, alejamiento e impotencia que han de ser superadas y anuladas.

Ese es el gesto central del libro: frente al falso dilema del mal menor (¡la democracia es el menos malo de los gobiernos!) y la proyección resolutiva del deseo (¡la democracia no es esto: es otra cosa! ¡vendrá una democracia real!), Nesic y Dauvé pretenden pensar la democracia como problema, y su crítica como una premisa necesaria de la actualidad comunista.

Ese problema, dicen Nesic y Dauvé, queda ilustrado por su propia historia. Hace mucho tiempo que el ideal clásico de la democracia, el del poder del demos o el gobierno por el demos, cedió bajo el peso de la lógica representativa.

El demos, explican, no tiene más realidad que la de una ficción colectiva; salvo muy raras excepciones, todo el mundo sabe que el principio de “gobernar y ser gobernado” no vale más que para una fracción mínima de la población, hasta el punto de que la democracia se ha terminado por asociar con poco más que la sustitución pacífica de las élites por medio de elecciones y el disfrute pasivo de los derechos individuales. Claro que no se trata simplemente de un hecho proporcional o numérico.

El problema es anterior, y es que ese demos ficcional mezcla en un todo de supuestos iguales a gentes muy diferentes: la democracia hace como si la igualdad política consistiera en que el voto de un oligarca y el de un vagabundo valgan exactamente lo mismo. Es algo que explica Marx en Sobre la cuestión judía: en el capitalismo moderno, una ilusoria igualdad política recubre, desagua y sostiene la desigualdad social.

La política se constituye como una esfera separada de la vida en la que el poder político puede circular, renovarse y hasta ponerse en entredicho sin que se incida por ello en la constitución material de la sociedad: entre la jerarquía socio-económica y la esfera política apenas existen puntos de contacto.

Dentro de ese espacio separado, los ciudadanos pueden actuar la ficción de la igualdad a condición de hacer como si no fueran diferentes: para ser iguales en lo jurídico y lo político, han de disociarse de todo lo que marca su vida cotidiana, sus ingresos, su trabajo, sus relaciones, las jerarquías y las fuerzas que hacen pesar sobre otros o que otros hacen pesar sobre ellos.

Así los grandes conflictos y los intereses enfrentados que resultan de su desigualdad social quedan suspendidos, olvidados o diluidos en los lugares estancos de la política. El resultado es conocido: un demos capado, gigantesco pero pasivo, con capacidades limitadas y circunscritas, repartidas por igual entre todos los sujetos con la condición de que no las usen (casi) nunca para (casi) nada.

La tesis de Nesic y Dauvé consiste en afirmar que ese desplazamiento, por el que seres desiguales aceptan o son obligados a tratarse como iguales, no es ni mucho menos exclusivo de la democracia, sino que es el presupuesto ideológico mismo del intercambio mercantil y la relación salarial.

El capitalismo, explican, también se basa en la supuesta igualdad de lo que reúne, en el intercambio “libre” y “voluntario” de bienes y servicios, dinero y mercancías, tiempo y trabajo, y en la escenificación constante de la competencia entre partes que se relacionan en condiciones de una igualdad supuesta, abstracta, falaz.

Esa es la continuidad entre el capitalismo como lógica de equivalencias y la democracia como mecanismo capaz de sublimar la diferencia social para repartir el poder, una y otra vez, de forma pacífica y simbólicamente efectiva.

La democracia aparece así como la forma ideal del capitalismo, como el suplemento político que lo completa y refuerza, organizando la gestión y el aplacamiento de sus conflictos y diluyendo en la imagen del pueblo las desigualdades y la división política de los sujetos que supuestamente lo forman. Así funciona el argumento: un silogismo por el que la democracia se identifica con la esfera política, la política con la representación y la representación con la lógica capitalista de la separación entre política y economía, vida y trabajo, medios y fines, formas y contenidos.

La democracia aparece entonces como el nombre propio de esa escisión fundamental, y significa a la vez un estado de cosas y el orden que las rige, una forma de gobierno y una lógica social. Ese es el nudo democrático que la crítica comunista se plantea deshacer.

El problema, sin embargo, que el gesto que cierra de esta manera el nombre propio de la democracia tal vez corra el riesgo de caer en la misma falla que pretendía evitar: detener el movimiento real de emancipación en lugar de darle más fuerza. Es algo que podría formularse a partir del título de un libro excelente escrito por Ellen Meiksins Wood: la posibilidad de pensar “La democracia contra el capitalismo”.

El relato encaja en principio con la tesis de Nesic y Dauvé: Wood explica que la presuposición histórica de la democracia moderna fue la devaluación de la esfera política y el traspaso de lo sustancial del poder al terreno de la propiedad privada y el mercado, donde la desigualdad y la ventaja material asumen las funciones de expropiación y acumulación que antes se ejercían por medio del privilegio jurídico y del monopolio de la decisión y la palabra política.

Como Nesic y Dauvé, Meiksins Wood entiende que en el capitalismo los mecanismos de apropiación ya no dependen directamente de esas jerarquías políticas, y que por tanto la democracia formal puede coexistir perfectamente con la dominación social –siempre y cuando no se desborde los lindes de su propia esfera separada.

Pero a diferencia de ellos, Wood deja espacio para pensar la democracia también como algo distinto. Para ella, la democracia no es solo el nombre de la separación y el blindaje político capitalista; es también, de hecho, una capacidad histórica de resistencia, es el nombre de la emancipación material del trabajo y de la lucha inmanente entre las “dos ciudades”, de la división social entre ricos y pobres que desgarra el todo social desde dentro e impide que el poder se cierre sobre sí mismo en una representación perfecta.

En las paredes de la representación suena así el eco de la democracia como poder popular, como resistencia, roce y disrupción, como expresión de un demos que es a la vez el nombre de las clases bajas y de la comunidad política en su conjunto, el nombre común de la parte y el todo, de la parte enfrentada al todo, de su ecuación y su adecuación imposibles.

Frente al nombre propio de la democracia surge entonces su nombre común, un nombre impropio y desgarrado que se expresa a través de otro movimiento dialéctico, igualmente entrecortado y contradictorio, igualmente cargado de potencias que no se dejan reducir del todo.

Negar ese otro movimiento sería hoy en día insensato. Las palabras, como decía el texto de Bensaïd, no son inmunes al tiempo histórico del que se nutren y que ayudan a articular. Ese tiempo, hoy, es el de un paisaje en transformación: el capitalismo occidental ya no está en medida de asegurar el crecimiento y una mejora sostenida, por tenue o marginal que resultara, de las condiciones de vida de la mayoría.

Por el contrario, se ha desatado una ofensiva radical para nutrir la reproducción financiera del capital a partir de la desposesión pura y dura, y para una parte creciente de quienes sufren esa ofensiva el conflicto asume la apariencia de un enfrentamiento irreconciliable entre capitalismo y democracia. Así se vuelve a descubrir la valencia silenciada de los desiguales, de quienes no se dejan representar pero reclaman decididamente la voz y el cuerpo material que se les ha hurtado.

La movilización del demos que renuncia a su propia pasividad es el sabotaje de las fronteras mismas de lo político, y la galvanización de esa base material que, ante el asedio y la ofensiva incesante de las fuerzas del mercado, ya no puede mantenerse apartada de la escena. La democracia es hoy el nombre desdoblado de la potencia constituyente frente a la representación constituída, de una lucha de clases en acto.

Eso no quiere decir que haya que apresurarse a levantar sin más la bandera democrática: sabemos que no será suficiente. Pero hay algo que no se puede negar: la democracia nombra la herida por la que hoy sangra el cuerpo político del soberano, y una línea de fuerza para su posible superación.

Aquí es donde la oposición de democracia y comunismo, de sus dos trayectorias sinuosas y mil veces interrumpidas, adquiere otra relevancia y un interés creciente. Tal vez vivamos hoy en día un momento parecido al que media entre las dos últimas citas que abren este prólogo, entre el mes de julio del 48, cuando Marx habla de las derrotas del partido democrático, y el de enero del 49, cuando convoca a las fuerzas del movimiento comunista.

Si escuchamos lo que dice en el Manifiesto, la diferencia entre un texto y otro no puede deberse simplemente a “ideas y principios inventados o descubiertos por tal o cual reformador del mundo” en el trascurso de esos pocos meses.

Más bien cabría pensar que las fuerzas de los comunistas y las del partido democrático (que no era, recordémoslo, un Partido, sino la suma heterogénea y compleja de elementos unidos en su lucha contra el absolutismo y la reacción) cruzaron en ese momento sus trayectorias materiales para después volverse a alejar, a enfrentarse, a cruzarse de nuevo.

Tal vez otra historia política de esos cruces y alejamientos (en las calles de París unos años más tarde, y después en las de San Petersburgo, Berlín, Barcelona o La Habana) permitiera pensar la democracia y el comunismo no como dos palabras que se oponen entre sí, como si una expresara negativamente lo que la otra manipula y mistifica, sino como dos polos, dos valencias, dos órdenes de un mismo movimiento dialéctico, contradictorio y desdoblado, que avanzara o retrocediera hacia la abolición de lo actual a través de las prolongaciones, composiciones y disgregaciones entre uno y otro, sin llegar a desembocar nunca en ninguna parte.

Esa historia estaría a la vez cerca y muy lejos de la que desarrolla este libro. En buena lógica de la culminación, Dauvé y Nesic piensan la superación de la democracia en el comunismo, pero hoy sabemos que esas trascendencias nunca suceden sin dejar restos, rastros, huellas de su propia incompletud que vuelven para perturbar el sueño de los supuestos vencedores.

No; democracia es hoy una palabra tan herida como comunismo, y solo en el salto dialéctico e indirecto entre una y otra, en la reapropiación democrática de los medios de producción y en la socialización efectiva de las trayectorias y las capacidades, puede rearmarse la resistencia ante el ataque incesante, voraz y suicida de la reacción capitalista.

La democracia como nombre común, el comunismo como nombre democrático: sin la simbiósis herida entre los dos, sin el roce productivo de sus relevos e interrupciones, es difícil que la resistencia pueda estar a la altura de su tarea.

En su movimiento conjunto, sin embargo, surge de nuevo el espectro que hiela la sangre a la vieja Europa: el de una potencia comunista integral, libre, empeñada en afirmar su fuerza, cuyo futuro sigue siendo un presente, a la vez efecto y condición de las capacidades de todos y de cualquiera.

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Rajoy cae, la democracia no ha llegado todavía

indignados_n-365xXx80-1«Más organización social, más presión del abajo hacia el arriba, más conexiones entre los espacios, más desborde, han sido los elementos de toda esta fase destituyente. Lo que viene ahora es el desafío de la revolución democrática hecha por la gente, desde la gente, sin mediadores, sin tutelas».

Ya hemos demostrado que podemos. Se acercan tiempos interesantes.»

De http://madrilonia.org/

Dos imágenes pueden servirnos para anunciar el actual cambio de fase institucional. Las sucesivas portadas de el periódico El Mundo sobre Baácenas que culminan en la colección de SMS enviados por Mariano Rajoy; y la declaración de Rubalcaba en la que declara la ruptura con el gobierno y pide a Rajoy que dimita, todo ello acompañado con una posible (si bien apenas anunciada) moción de censura.

En este momento es transparente para cualquiera que el gobierno, si no todo el aparato del Estado, es una institución-mafia que sostiene no sólo al Partido Popular, amén del resto del arco electoral, sino también todo un modelo económico ligado directamente al boom inmobiliario y sus intereses.

Si abrimos un poco la mirada y atendemos al caso de los EREs andaluces vemos este modelo de institución-mafia sostenido en este caso sobre las ayudas públicas y las redes clientelares vinculadas al sindicato UGT. Algo similar podríamos hacer con el caso Palau, etc.

Hablar de corrupción como un fenómeno particular, aislado, sin conexión con las formas de gobierno de los últimos 35 años y en concreto de la expansión del ciclo inmobiliario es, simplemente, falso. En todos los casos, se trata de formas de gobernabilidad apuntaladas en el territorio y que hoy están sometidas a la implosión interna y el acoso externo.

Esta aceleración de la crisis institucional es fruto de, al menos, cuatro factores. En primer lugar, la creciente preocupación en las élites del país para encontrar recambios y nuevas narrativas que sean capaces de servir a la recomposición de los consensos sociales; una capacidad hoy por hoy arruinada.

El segundo es el enfrentamiento entre dichas élites por ocupar un lugar en ese nuevo marco narrativo de la “regeneración democrática”.

El tercero tiene que ver con la «independencia», siempre parcial, de la magistratura, en relación con las acusaciones populares o partidistas así como el papel de determinados jueces y juezas.

Y el cuarto y más importante, es la presión constante, creativa y desbordante de la gente en las redes y en la calle sea en forma de «Rodea el Congreso», sea mediante toma de viviendas o escraches, Mareas, etc.

De esos cuatro factores sólo el que se desarrolla en las calles, las redes y las plazas tiene capacidad real de impulsar la discusión sobre un nuevo marco democrático capaz de superar del régimen del 78. Dicho de otra forma, los elementos de «regeneración democrática» que hoy se colocan encima de la mesa apuntan más bien a un intercambio de caras dentro de una misma élite.

Nos proponen un escenario de control interno de la corrupción dónde habrá, es probable, más transparencia, pero no vivienda; dónde los políticos responderán por sus casos de corrupción, pero sin un sistema de sanidad o una educación realmente universales y públicos; y, sobre todo, dónde los avances en términos de democracia real directa y participada seguirán siendo subsidiarios al pago de la deuda.

La caída de Rajoy, que políticamente puede conjugarse ya en tiempo pasado, es una buena noticia, como lo son todos los momentos en los que el régimen político expone abiertamente su fragilidad, pero la democracia no está aquí todavía. Sus enemigos, el actual bloque de poder, van a tratar de esquivarla, una vez más, acelerando los tiempos de la recomposición.

Más organización social, más presión del abajo hacia el arriba, más conexiones entre los espacios, más desborde, han sido los elementos de toda esta fase destituyente. Lo que viene ahora es el desafío de la revolución democrática hecha por la gente, desde la gente, sin mediadores, sin tutelas.

Ya hemos demostrado que podemos. Se acercan tiempos interesantes.

16/07/2013

Madrilonia

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JUEVES 18J : BARBACOA DE CHORIZOS EN LAS SEDES DEL PP

2013_7_15_PHOTO-7c24bf0fca445fc7c7da21a03dacab4b-1373898105-13LLAMAMIENTO

Este jueves 18 tendrá lugar una acción de protesta frente a sedes del PP y edificios gubernamentales de diversas ciudades (*). Las concentraciones están convocadas por personas que participan en colectivos surgidos antes, durante y después del 15 de mayo de 2011 y pretenden señalar la corrupción de altos cargos políticos y élites financieras y empresariales, la inexistencia de una verdadera democracia y la consiguiente pérdida de derechos de la inmensa mayoría de la sociedad.

La convocatoria, nacida una vez más en las redes sociales y que se define como independiente de partidos o sindicatos, está abierta a la adhesión de personas y colectivos (mareas, asociaciones vecinales, asambleas…).

La protesta pretende poner de manifiesto la gravedad de una situación endémica en el actual régimen político y económico, que vulnera sistemáticamente los principios elementales de la democracia mientras recorta derechos colectivos y prestaciones públicas. Paralelamente, van saliendo a la luz las conexiones evidentes entre las donaciones de empresas y concesiones públicas o decisiones políticas que les benefician.

La falta de ética de los poderes públicos ante el incumplimiento de sus compromisos y la utilización de su estatus en beneficio propio, sin que exista posibilidad de exigir responsabilidades ante esas actividades, está claramente conectada con una élite empresarial que los financia y con la que están en total connivencia.

La solución debe pasar por la convergencia en un proceso verdaderamente democrático y transparente, donde los protagonistas no sean los poderes económicos, sino las personas y el respeto a los Derechos Humanos y a una vida digna. Desde esta premisa, no es suficiente con un cambio superficial o una nueva alternancia dentro del bipartidismo, totalmente insertado en las dinámicas de corrupción. La solución tampoco pasa por un gobierno de tecnócratas impuesto por el FMI, el Banco Mundial o la Comisión Europea.

Es necesario un proceso constituyente con la participación de toda la sociedad para construir desde abajo un sistema democrático, con representantes políticos sometidos a un verdadero control y revocación ciudadana cuando incumplan sus compromisos; es la única salida para que los intereses partidistas no se sitúen por encima del bienestar de todas las personas.

Por todo ello, el jueves 18 de julio se invita a la ciudadanía a salir de nuevo juntas a la calle paraseñalar a la mafia que nos gobierna, exigir su dimisión inmediata y la apertura de un proceso constituyente para reiniciar la democracia desde abajo.

(*) En el momento de enviar este comunicado, son 12 ciudades que convocan a las 19 o a las 20h. La lista actualizada se puede consultar en http://www.facebook.com/events/522514887802107/

En esta convocatoria participan personas vinculadas a los siguientes colectivos y asambleas: Democracia Real Ya! Madrid, Asamblea de Vivienda de Madrid, Comisión de Difusión en Red, Asamblea Popular de Majadahonda, Asamblea Popular de Alcobendas y San Sebastián de los Reyes, Madrilonia, Patio Maravillas, enRed, Marea Blanca, otras asambleas populares, grupos de trabajo surgidos en torno al 15M y mareas por la defensa de lo público.

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El fin del fin de la historia y por qué la era de las revoluciones está sobre nosotros.

bini.jpg.pagespeed.ce.03MeeP6QM-«Las actuales revoluciones se caracterizan por una organización democrática radical, que suele excluir a las instituciones jerarquizadas y centralizadas como los partidos políticos tradicionales, a la vez que incluyen la demanda de desarrollo social – es decir políticas económicas y democratización del sistema».

Por BINI ADAMCZAK, escritora alemana

Traducción: Enrique Prudencio 

Dos años después del comienzo de la primavera árabe, mientras que las luchas de 2011 continúan aún en diferentes formas, una nueva serie de protestas aparece en el mundo: Turquía y Brasil.

Los que pensaban que los nuevos movimientos democráticos desaparecerían con la rapidez que habían surgido, pueden ver que se está demostrando lo contrario: su Yer Taksim, su Yer Direnis. Taksim está en todas partes, en todas partes está la resistencia, es la consigna que nos recuerda que no hemos vuelto a la “normalidad” todavía. Lo que por otra parte no ocurrirá. Hemos entrado en una nueva situación histórica que tiene poco que ver con lo que la generación de los que ahora tienen entre 15 y 45 años de edad han tenido que aceptar hasta hace poco, en la vida política y cotidiana “normal.”

El fin de la historia ha llegado a su fin. Cuando Francis Fukuyama anunció el “fin de la historia” en 1992, se limitó a decir que no habría alternativa al capitalismo liberal, nunca más. En este relato no tenemos que poner en cuestión ese “nunca más” característico de la ideología burguesa. Lo hicieron los zapatistas en 1994, los movimientos contra la globalización lo hicieron en Seattle en 1999 y en Génova en 2001.

Al mismo tiempo, el final de la historia caracteriza una realidad innegable. Y fue precisamente en su crítica donde esta realidad se confirmó. En ningún otro momento de la historia un lema como “otro mundo es posible” habría sacado tanta gente a la calle. Mientras que en otros momentos históricos la pregunta hubiese sido ¿Cuál de los mundos posibles es más necesario y deseable?, la pregunta durante este tiempo era si había alguna alternativa en absoluto al mundo existente.

El fin de la historia marcó la realidad en la historia del mundo que surgió después de la caída del bloque socialista, y fue validada 10 años después, con el 11/9. Esta realidad ha cambiado los motivos principales con los que trató de justificarse la política de la competitividad. La esperanza de un futuro mejor fue reemplazada por el temor de que el futuro fuera aún peor que el presente. Y este presente, que progresivamente ha ido degradando las vidas de la mayoría, sería al parecer, para siempre.

Ahora bien, el fin de la historia es la historia misma. Visto desde el futuro que ya ha comenzado, esta époc histórica habrá comenzado en 1991 y habrá durado exactamente 20 años, hasta la primavera árabe. Como si la historia estuviese astutamente tratando de encontrar la fase más eficaz para su regreso, este regreso ha tenido su principio – entre todos los lugares posibles – en esa región del mundo que tanto el colonialismo como el nuevo orden mundial han considerado ahistórica o caminando hacia atrás en el mejor de los caso.

Periodistas de televisión del noroeste del mundo miraban los fotogramas, acelerados por la tecnología de la comunicación, de las revoluciones de Túnez y Egipto y se reconocían a sí mismos en los activistas de la pantalla: “ellos” parecíamos “nosotros”.

Al igual que en los grandes ciclos revolucionarios del siglo XX – 1917, 1968 y en menor grado 1989 – en 2011 las revoluciones se expanden de ciudad en ciudad y de región en región, cruzando las fronteras estatales.

Y lo mismo que en los ciclos anteriores en este ciclo también se inician en la periferia del orden global y avanzan con más o menos éxito de Sidi Bouzid a El Cairo y más adelante a Deraa, a Al-Manama y Sanaa, “corazón de la bestia”; a Atenas, Madrid, Tel Aviv, Londres, Santiago de Chile y de ahí a Wisconsin, Nueva York, Frankfurt, Oakland, Moscú, Estambul, Ankara, Sao Paulo y Río de Janeiro.

En algunos lugares, como por ejemplo Túnez, Grecia y Turquía (aquí sobre todo con la lucha de los kurdos), muchos años de huelgas y protestas precedieron a los acontecimientos actuales. No obstante, cada una de las insurrecciones actuales fue inesperada, aunque algunas más que otras, sobre todo en los países árabes, donde en la última década se ha dado la tendencia a implantar la democracia por medio de la guerra.

Lo cual se puede aplicar también a Israel, donde cada cuestión política y social se ha sobredimensionado y siempre ha quedado zanjada por medio de la guerra persistente. Y lo mismo ocurre respecto de EE.UU., que no ha visto esas grandes protestas y amotinamientos por la emancipación desde la década de 1960. Y también es de aplicación a Rusia que es prácticamente la patria del periodo posterior al fin de la historia, donde la tradición autocrática del zarismo ha hecho que cualquier intento de emancipación parezca tan fútil como azaroso.

Incluso después de dos años de rebeliones por todo el mundo, nos sorprendimos de nuevo con la ocupación del Parque Gezi en Turquía y con un movimiento de masas brasileño en lucha por el cambio social. Ninguno de estos levantamientos fue predecible, o por lo menos nadie se jactó a posterior de haberlo previsto. Pero, en general las revoluciones plantean no solo la cuestión de su imprevisibilidad sino también la de su reconocibilidad una vez que han empezado a caminar.

La incertidumbre de muchos espectadores acerca de si los procesos que estaban viendo en la televisión, calificados de revoluciones, tenían realmente o no antecedentes históricos. A menudo, y probablemente debido a que resulta más agradable de esta manera, se han identificado revoluciones donde nunca han ocurrido, aunque la desilusión al descubrir el engaño también queda registrada.

Un mes antes de la Revolución Rusa de Febrero, Lenin predijo: “Nosotros los viejos, probablemente no viviremos para ver las batallas decisivas de esta próxima revolución.” Y Shlyapnikov, el líder bolchevique de Petrogrado, dijo incluso después de producirse “esta próxima revolución”, el 27 de febrero de 1917: “No hay revolución y no tendremos revolución a corto plazo. Tenemos que adaptarnos a un largo periodo de reacción.”

Es precisamente en su improbabilidad en lo primero que coinciden los diversos movimientos rebeldes de 2011. Generalizando solo este criterio de improbabilidad, podría resultar paradójicamente probable que se diera un movimiento revolucionario incluso en Alemania.

El antagonismo y la diferencia.

La diversidad de probabilidades históricas inherentes a las situaciones revolucionaras hace que resulte difícil interpretarlas. El curso ambiguo de una revolución suele emerger solo retrospectivamente. Sin embargo, esta ambigüedad es también el efecto de una historiografía homogeneizadora que se fabrica sobre todo por parte de los revolucionarios que fueron capaces de institucionalizarse como victoriosos.

Incluso la primera revolución socialista victoriosa (1917 en Rusia) no pudo cumplir con la repetida afirmación de una trayectoria franca y directa, o que al menos tuviera un programa claramente definido.

Los bolcheviques, por ejemplo, gracias a los cuales la revolución se hizo inmortal con el nombre de la “revolución de octubre”, eran una facción poco conocida al comienzo de la revolución. Incluso sus consignas más básicas, como “Tierra y Libertas”, se interpretan de formas muy diferentes. Los campesinos, por ejemplo, terminaron aplicándolas de formas inesperadas y no deseadas por los “autores” de la consigna: sencillamente se apoderaron de las tierras feudales por la fuerza – sin intervención del Estado – y establecieron las comunas rurales.

Tales irregularidades se produjeron a pesar de que el partido comunista, que surgió de la revolución como aparente vencedor, tenía el corazón puesto en la eliminación de la ambigüedad política y a favor de una línea política clara, con métodos expeditivos y efectos contrarrevolucionarios.

Tal vez hay un reduccionismo leninista específico de la revolución encarnada en una creencia: que la polifonía del órgano de la revolución debe ser silenciada en favor de la lógica de la decisión y debe tener una sola voz encarnada por una la línea del partido, un comité central y un líder.

Por tanto, la ambigüedad de las revoluciones actuales no es una novedad postmoderna ni algo que debamos desear que desaparezca precipitadamente, aunque pueda resultar confuso y potencialmente amenazador ver las banderas de los ultranacionalistas rusos junto a las banderas del arco iris LGBT y las pancartas anarquistas, en las manifestaciones contra Putin o nacionalistas turcos marchando junto a izquierdistas, feministas, kurdos y “anticapitalistas musulmanes” en Estambul.

Tal vez la tarea asignada a una política revolucionaria no sea la de ver un antagonismo en cada diferencia, ni meras diferencias entre antagonismos reales.

Revolución y reacción.

Los revolucionarios rusos de 1917 estaban convencidos de que sólo podían tener éxito si la revolución se extendía a todo el mundo capitalista. Pusieron todas sus esperanzas en Alemania y esta les decepcionó. Hoy Alemania desempeña un importante papel una vez más: el papel de centro contrarrevolucionario (el que ha interpretado con maestría históricamente).

Con su política deflacionaria, bajos salarios, divisas y exportaciones baratas, Alemania ha contribuido en grandísima medida a la crisis – que ahora se agrava por la aplicación de las medidas de austeridad – y al mismo tiempo se lucra con ella (que es por lo que “Blockupy Frankfurt es tan importante. Para demostrar que la exportación alemana de la crisis también conduce la importación de protesta mundial).

Hoy en día, una vez más, el éxito de las revoluciones dependerá de su capacidad para dinamizarse y radicalizarse entre sí. A pesar de las diferencias entre los movimientos de distintos países, resultan obvias las similitudes entre ellos, evidentemente: la movilización digital, ocupación de plazas públicas – Plaza Tahrir, Puerta del Sol, Plaza Syntagma, Plaza de la Libertad, Plaza de Taksim – protestas no violentas, si es posible, y posicionamiento contra el Estado.

Por encima de todo, estas revoluciones se caracterizan por una organización democrática radical, que suele excluir a las instituciones jerarquizadas y centralizadas como los partidos políticos tradicionales, a la vez que incluyen la demanda de desarrollo social – es decir políticas económicas y democratización del sistema.

El carácter global de los movimientos revolucionarios se ha hecho visible cuando los manifestantes de Egipto han salido con pancartas que muestran su solidaridad con los trabajadores en huelga de Wisconsin, cuando las manifestaciones de solidaridad con los turcos concentrados en Taksim y hasta campamentos similares a los suyos, aparecieron en Nueva York, así como en Atenas y Berlín.

Un grupo enseña al otro grupo nuevas formas de protesta y organización. Al mismo tiempo el grupo puede aprender precisamente del hecho de que otro grupo adopte su estrategia, y que el derrocamiento de un dictador o de un consejo militar no conduce directamente a una democracia digna de este nombre. Justo cuando los manifestantes egipcios conquistaron la libertad de prensa, los periódicos y la radio-televisión pública de Grecia se cerraron porque ya no eran rentables.

Esta limitación de la democracia capitalista se demuestra más claramente cuando el ex presidente griego George Papandreou anunció un referéndum sobre el paquete de rescate impuesto por el Banco Central Europeo, la Comisión Europea y El FMI. A pesar de que el referendo ya era extorsivo porque preguntaba si Grecia deseaba permanecer en la Unión Europea o no, fue cancelado dos días más tarde, después de que intervinieran los primeros ministros de las potencias económicas más fuertes de Europa, Angela Merkel y Nicolas Sarakozy.

Algunos meses más tarde, los políticos alemanes recomendaron aplazar las elecciones en Grecia o, mejor aún, nombraron comisario del presupuesto que podría anular al parlamento griego. La posibilidad de un Gauleiter fue rechazada. Pero las condiciones impuestas por las medidas de austeridad, no eran muy diferentes al final. Al gobierno griego se le controla férreamente por el Grupo de expertos de la Comisión Europea y el FMI y debe transferir regularmente una suma de dinero para el rescate de la deuda a una cuenta especial, en la que puede ingresar pero no sacar dinero.

La democracia – tal es la lección de esta demostración de poder – queda limitada bajo las condiciones del capitalismo y totalmente anulada en el momento en que puede causar problemas al sistema. Por ello los gobiernos electos pueden ser sustituidos por expertos cuya “experiencia” consiste en que se les otorga competencia para ejecutar los requisitos impuestos por el capital. ¿Para qué queremos sufragio universal, si no tenemos nada que votar?

La Crisis y el Capital

El carácter explosivo de los movimientos revolucionarios deriva de esta situación, por inofensivos que todavía puedan parecer. La crisis financiera mundial que explotó en 2008/2010 es la peor desde la Gran Depresión de 1929 y la crisis de 1974, y sigue en expansión. Aquí el capitalismo presenta su sinsentido absoluto, su disparate como sistema económico.

En EE.UU. y España hay personas se ven obligadas a vivir en tiendas de campaña. Aunque se construyeron decenas de millones de viviendas de más y la mayoría están vacías, los vecinos son desahuciados por no poder pagar los plazos de la hipoteca. En España, Grecia e Italia se lamenta la escandalosa tasa de desempleo juvenil y al mismo tiempo se retrasa la edad de jubilación.

En Alemania se incrementa la tasa de productividad del trabajo (las misms mercancías se producen en menos tiempo) y la vez se aumentan las horas de trabajo. En Grecia, con el fin de evitar la bancarrota que produciría un empobrecimiento social, se incrementa el empobrecimiento social (a pesar de que puede provocar la bancarrota).

Sin embargo, las clases dominantes no pueden o no desean encontrar una salida a la tragedia (algo que suele ser un indicador de una inminente situación revolucionaria). Mientras que los intelectuales burgueses de Europa, como Charles Moore o Frank Schirrmacher, lloran por la izquierda para salvar el capitalismo, la derecha norteamericana sostienen a través de su canal de propaganda FOX NEWS que el coste de los rescates no deben pagarlos los multimillonarios, sino más bien el 50% de los pobres. “Estos pobres, se dice, no son pobres, después de todo, ya poseen frigorífico”.

Lo nuevo de esto no es el escándalo moral, sino la ineptitud del capital para trascender sus intereses particulares. De esta manera, ni el imperio estadounidense puede ser rescatado, ni se reproduce el modo de producción capitalista.

No obstante, hay que resolver la crisis. Los movimientos revolucionarios actuales, al igual que sus antecesores, se ven amenazados por la misma corrupción, no menos antisistémica. Y al mismo tiempo, movimientos fascistas, reaccionarios o islamistas radicales, están listos y a mano en todo el mundo.

En Hungría, por ejemplo, esas fuerzas reaccionarias han adquirido gran poder con el gobierno de Fidesz y el movimiento Jobbik. En Grecia, como resultado de la crisis, los fascistas se han convertido en solo dos años el tercer partido del país, como si la historia quisiera repetirse. Consecuencias reaccionarias a la crisis son, entre otras, la segregación sexista y la exclusión racista. Por otra parte, está el keynesianismo militar, históricamente exitoso, la supresión de la competencia y la destrucción productiva del capital: esto significa la guerra.

Las revoluciones democráticas por lo tanto, deben poner fin al mal y evitar lo peor. En su intento histórico mundial para abolir la explotación, el socialismo ha caído en desgracia lamentablemente y con efectos duraderos. Pero ahora el modelo liberal democrático también pierde gran parte de los atractivos que, comparado con los países del Pacto de Varsovia, tenía hace veinte años. El eterno presente del capital ha terminado por ahora. Por primera vez en nuestro tiempo, la historia está abierta de nuevo a las sugerencias.

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Un “cambio cosmético” no es la solución

descargaComunicado de prensa de Construyendo La Izquierda- La alternativa Socialista

 La Coordinadora de CLI-AS ante la grave situación social, política y económica que vive el estado español, manifiesta una vez más la necesidad de construir y ya un amplio frente o bloque social y político de clase y de todos y todas las víctimas de la crisis.

Un programa sencillo y claro con propuestas sociales, democratizadoras y consecuentemente socialdemócratas como la defensa del sector público o la nacionalización de la banca y la intervención del estado en la economía. Un programa que sirva de punto de inicio del camino que nos debe llevar hacia un proceso constituyente que ponga punto final al régimen caduco del 78 que, como vemos estos días, tiene todos sus estamentos corrompidos y en estado de descomposición.

Este proceso debe finalizar con el alumbramiento de una nueva constitución que garantice de forma plena la igualdad de derechos, la justicia social, el reparto justo de la riqueza, la democracia participativa y directa, y la búsqueda del bien común y la felicidad de la ciudadanía.

CLI-AS entiende que no es posible enfrentarse con éxito a esta situación únicamente desde la acción institucional y por tanto desea arrimar su brazo en favor de la movilización social y junto con los movimientos sociales convocar contra la corrupción y gritar a los cuatro vientos: Sí hay dinero, pero está en manos de los poderosos y sus tramas negras de evasión y especulación financiera.

Para ello, convocamos a todos los partidos de izquierdas y sindicatos a la unidad de acción, abandonando todo cálculo electoral y siendo conscientes que el tiempo del dialogo social está superado ante el ataque que los poderes económicos están infringiendo al 99% de la sociedad, los de abajo.

Debemos poner toda nuestra capacidad movilizadora así como la presencia institucional y mediática al servicio del objetivo común que no debe ser otro que el de, junto a las organizaciones sociales, devolver el poder a su legitimo dueño, el pueblo.

Por tanto solo es cuestión de voluntad política, acabar con un gobierno corrupto e ilegitimo y lograr alcanzar un acuerdo democrático alternativo, transformador, solidario, profundamente social y por la justicia. No es momento de cambios cosméticos que sirvan para cambiar todo sin que nada cambie. No vale un cambio de nombres en la jefatura del gobierno y del estado.

Desde CLI-AS manifestamos toda nuestra disposición a andar este camino con todas aquellas organizaciones que deseen la transformación de esta sociedad, desde el respeto y reconocimiento a las organizaciones, la coherencia en las ideas y programas, y la honradez en las acciones, y siendo conscientes que en el camino encontraremos dificultades que sabremos superar por el bien común y la responsabilidad que tenemos con la sociedad.

Nacimos como un movimiento que en su ADN lleva grabado la búsqueda de la unidad acción de la izquierda y no para ser uno más en la sopa de letras electoral y dividir más si cabe el voto de la izquierda real y transformadora. Nacimos para sumar y con la convicción de que no debemos buscar presencia institucional si esa no sirve para transformar la sociedad.

Por ello, desde la consciencia que es fundamental conformar una mayoría electoral que ocupe las instituciones para arrancar el poder a la oligarquía económica y política, CLI-AS llama a la construcción urgente de un amplio frente o bloque socio-político, de las personas y movimientos que piensan que ante tanto recorte y hurto masivamente organizado por quienes nos gobiernan es imprescindible un profundo cambio en el estado español.

 

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