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La constitución de lo común y las razones de la izquierda

Artículos Debates Internacional

peonesMichael Hard y Antonio Negri

                       

«Los partidos de izquierda se han convertido en partidos de las lamentaciones. En Europa lamentan la incapacidad capitalista para dar trabajo, la destrucción del Estado de bienestar, las intervenciones militares imperiales, y eventualmente lamentan también la corrupción de sus propios representantes y la ineficacia de la propia legitimidad representativa».

¿Puede devenir la izquierda en un poder constituyente? 

Probablemente nuestra discusión debe comenzar con esta pregunta, reflexionando si la izquierda tiene la capacidad de comprender la radicalidad de los problemas a los que actualmente una política democrática debe enfrentarse. Son los problemas de un poder constituyente sobre los que hay que introducir el debate público.

Estamos convencidos de que solo abrir una discusión constituyente puede encontrar nuevamente «razones para  la izquierda.” Comencemos entonces a enumerar los grandes problemas de un dispositivo constituyente en la actualidad.

 1. ¿Qué ha sido la izquierda?

Érase una vez el neoiluminismo académico (Norberto Bobbio por ejemplo) que definía la izquierda como portadora de los valores de la igualdad, mientras la derecha lo sería de la libertad… aunque lo ideal sería tenerlos juntos. Dejemos estas fábulas a Habermas, el único ideólogo a seguir todavía. De todos modos este proyecto de igualdad-libertad ha acabado en nada cuando la  reforma blairiana del Labour lo ha hecho propio. Mejor dicho, en catástrofe.

En este momento, en efecto, nos encontramos frente a una serie de autocriticas generalizadas de las que no sorprende que sean portavoces Pierre Rosanvallon y Anthony Giddens. De hecho, en el neoliberalismo triunfante la distinción entre izquierda y derecha es sutil y flexible. La izquierda defiende el Estado de bienestar hasta que su coste no incida demasiado sobre la deuda pública, es decir, sobre la voluntad de mantener el orden jerárquico de la sociedad; y la derecha lo desmantela mientras el orden público y la seguridad no estén en peligro.

Bajo la máscara de la igualdad-libertad la dimensión monetaria ha devenido fundamental en la gestión de la desigualdad social. En lo militar la distinción entre izquierda y derecha ha llegado a ser todavía más hipócrita: donde la derecha conduce guerras imperiales y ocupaciones, la izquierda contribuye a estas guerras a través de bombardeos humanitarios.

En todo caso, también estas distinciones son superficiales: al trascendentalismo ideológico de la propaganda de la derecha y de la izquierda corresponde una práctica brutal que no hace distinciones. Este conformismo de la izquierda sobre las prácticas de la derecha no es caricaturesco, al contrario, nada más lejos de la realidad.

De cualquier modo el concepto de izquierda no parece tener mucho espacio en la gobernanza imperial. El proyecto de un movimiento “de lucha y de gobierno”, viejo paradigma de la izquierda, no funciona ya porque, cuando nos confrontamos con la gobernanza imperial, el poder de captura de las instituciones es más fuerte que cualquier tentativa de renovar el orden  de la sociedad y de democratizar la administración.

No creemos, sin embargo, que el concepto de izquierda sea inútil e insensato. Al contrario, puede llegar a ser importante cuando es concebido como potencia constituyente.

2. Obama y las ilusiones de la reforma

¿Por qué nos agradaba Obama? Porque tanto en las primarias como en las elecciones presidenciales, había expresado la intención constituyente -no solo como “forma” de su proyecto sino como “fuerza” de su política- de transformar desde el ejecutivo la sociedad americana.

Todo esto se revelado una ilusión. Enfrentado a los problemas de la crisis, Obama no ha sabido responder sino renovando la confianza a los organismos financieros que dominan la política mundial y que han provocado la propia crisis; enfrentado a las guerras desencadenadas por Bush, Obama no ha conseguido desmarcarse sino que incluso ha renovado la agresividad militar y policial; en cuanto respecta a la política social, y en particular a la reforma sanitaria, Obama solo ha complicado las primeras medidas reformistas con retrocesos y compromisos paralizantes.

Pero el problema no es Obama –incluso si lo es. El problema es la incapacidad de la izquierda de mantener sus promesas una vez que ha sido envilecida por el poder. ¿Dónde está el límite? La izquierda no consigue reabrir las luchas mientras gobierna. ¿Podemos pensar que las estructuras del poder han llegado en la actualidad a tal nivel de complejidad que no se corresponden ya los plazos electorales con los tiempos de cualquier reforma? ¿O hay otras razones -no solo institucionales- que hacen ilusoria toda propuesta de reforma por parte de la izquierda?

Para responder a esta pregunta, debemos recordar que, tanto en EE.UU. como en Europa, ha habido una fuerte expansión del poder ejecutivo en los últimos treinta años. Por todas partes la burocracia ejecutiva ha desarrollado estructuras que duplican y/o rivalizan con los otros dos poderes: en EE.UU. el ejecutivo domina el poder judicial. La Office of Legal Counsel ha llegado a ser más importante que Attorney General y los expertos económicos de la presidencia dominan sobre el poder legislativo.

En Europa, de un tiempo a esta parte, los gobiernos vacían el poder parlamentario a través de una legislación por decreto y los ministerios del interior escapan a todo control.

La guerra y la gestión del ejército presentan posiblemente el momento más dramático de esta transformación. ¿Por qué dada esta desproporción del poder ejecutivo en contraposición con los otros poderes, Obama no ha sido capaz de desarrollar sus proyectos de reforma? Obama no ha acabado con el uso de los poderes que en la epoca de Bush habían sido identificados como excepcionales ¿Por qué entonces no ha sido capaz de utilizarlos efectivamente? ¿En qué medida el propio Obama es prisionero de la estructura ejecutiva de la que debería ser el padrone? Es cierto que Obama no es un revolucionario pero había llegado al poder con la intención de hacer  algunas modestas y significativas reformas. Lo mismo se podría decir  de la izquierda en Europa: el último ejemplo de fuerte reforma de la izquierda se remonta al primer bienio de François Mitterrand. Después de 1983 la izquierda en el poder no ha conseguido ya renovar la sociedad a través de proyectos reformistas.

Para responder a estos interrogantes, creemos que es necesario subrayar la diferencia entre la eficacia y la éxito de las reformas de la derecha (Reagan por ejemplo) y la ineficacia y el fracaso de las reformas de la izquierda. Creemos que la derecha puede hacer sus reformas porque las constituciones democráticas prefiguran esta posibilidad solo para ella.

Las constituciones democráticas, ya sea las antiguas, ya sea las construidas tras la postguerra, son fundadas dentro un marco liberal. El único ejemplo opuesto, la única reforma radical de izquierda, el New Deal de Roosevelt, no vale para demostrar lo contrario, así como no valen las socialdemocracias triunfantes de la inmediata postguerra europea. En estos casos el desastre de la economía capitalista y la guerra apenas terminada han sido los que impusieron esas reformas, que no eran reformas sino compromisos transitorios y reversibles.

Al contrario, se puede ver que las transformaciones y expansiones del poder ejecutivo de EE.UU. comienzan bajo la administración Reagan, no han sido llevadas a cabo solamente por los republicanos sino incluso perfeccionadas por las administraciones demócratas. Las políticas de la Casa Blanca bajo Clinton y Obama han proseguido en esa concentración del poder en el ejecutivo referida. Tampoco en Europa los movimientos de izquierda han conseguido imponer sobre el poder ejecutivo una fuerza detonante en el sentido de la reforma.

3. Los tres poderes en crisis

Ha habido intentos, y en Italia está uno en curso, de determinar nuevos equilibrios  constitucionales y aperturas reformistas a través del uso y la movilización del poder judicial. También en EE.UU. se han perseguido estos intentos a veces con éxito: la jurisprudencia de la Corte Suprema en los años treinta y en los sesenta ha contribuido a las reformas sociales y a la modificación libertaria y antirracista de la propia Constitución.

Pero, como decíamos antes, esto se debió a condiciones excepcionales de crisis económica o conflictos que ponían radicalmente en peligro el orden social. Las cosas han cambiado actualmente, el poder judicial es nuevamente, y banalmente, reconocido como conservador. Sin recordar el papel crucial de la Corte Suprema estadounidense en la elección de Bush en el 2000, baste insistir sobre la reciente decisión de permitir contribuciones ilimitadas a la campaña electoral por parte de las empresas, estimándolas como protección del derecho constitucional “free speech”.

También en Europa, hay intentos  de considerar a la magistratura como maquina constituyente. Aquí se renueva una antigua utopía jacobina, nunca eficaz y siempre ambigua. En Italia en particular, el poder reformador de los jueces produce una deformación del lugar constitucional atribuido a la magistratura: cuando los jueces funcionan de manera no conservadora, lo hacen en función sub rogatoria del poder político, lo que produce desastres sin fin.

Es terrible después subrayar cómo el lugar designado para las reformas, el parlamento, el poder legislativo, ha sido paulatinamente vaciado de sus funciones. La crisis de la representación democrática parece hoy constituir el punto de mayor debilidad de los sistemas occidentales de la organización del poder.

La capacidad del poder legislativo es ya muy débil, casi inexistente, para proponer proyectos sociales, presupuestarios, y especialmente, para ser eficaz en el control de los asuntos militares. Su rol primario, de hecho, se ha convertido en el de construir apoyos o crear obstáculos a las propuestas del ejecutivo. La mayor actividad de la que el congreso estadounidense es capaz es la de bloquear las iniciativas del ejecutivo y obstaculizar al gobierno. Desde este punto de vista la izquierda, cuando se confía en el poder legislativo -y es el único espacio donde a menudo está presente-, o nos embrolla o nos engaña sobre su eficacia.

Como siempre en estos casos, el sentido de alienación que los ciudadanos sienten ante los partidos políticos, que son la columna vertebral de la representación parlamentaria. sigue creciendo. Sobre todo porque esta desconfianza se centra en los partidos de la izquierda. Algunos se quejan de que el rol de los partidos es extraordinariamente complicado entre los siglos XX y XXI: además de los problemas clásicos de la representación de la sociedad civil, los partidos se enfrentan a la deuda pública, las migraciones, los cambios climáticos, la política energética, etc… de modo que dentro de esta complejidad su capacidad de representación debería extenderse y especializarse. En realidad, se anula.

En este marco, el sistema parlamentario, asediado por los lobbies, parece ser del todo insuficiente. Pero, ¿cómo reformarlo? ¿cómo renovarlo? Serían necesarias nuevas formas de representación, un nuevo terreno civil de discusión y de propuesta, nuevos sujetos constituidos en un proceso constituyente desde abajo, pero ¿cómo abrir este proceso? La izquierda, a la que compete esta tarea, no nos dice nada sobre ello. Los debates sobre las cifras electorales de la representación parlamentaria son incomprensibles e inútiles. En Europa, cuando se afronta el tema de las leyes electorales, ya no se distingue entre la ironía y el cinismo.

En todo caso parece olvidarse que el dinero juega un papel determinante en la política electoral, ya sea a través de las contribuciones de los poderes económicos o a través de sus medios de comunicación. La pretensión de la representación social desaparece dentro del poder del dinero. Y, por tanto, de la corrupción que paradójicamente se convierte, sobre todo para la izquierda, en casi inevitable. En resumen, los partidos de la izquierda se muestran particularmente incapaces de estructurar correctamente la relación con la sociedad civil. Así que de nuevo nos preguntamos, ¿por qué?

4. Conservadurismo de la izquierda, reformismo de la derecha

Los partidos de izquierda se han convertido en partidos de las lamentaciones. En Europa lamentan la incapacidad capitalista para dar trabajo, la destrucción del Estado de bienestar, las intervenciones militares imperiales, y eventualmente lamentan también la corrupción de sus propios representantes y la ineficacia de la propia legitimidad representativa. La única posición que saben tomar agresivamente es la defensa de la Constitución: protegen un pasado imaginario consagrado al antifascismo y un compromiso constitucional con los poderes capitalistas.

Sufren de un “extremismo de centro” que recuerdan como un pasado idílico. Y los intelectuales de izquierda -si es que en Europa todavía existen- lamentan la corrupción  de la Constitución y cómo se han vaciado las estructuras de la representación. Lo mismo ocurre en EE.UU., donde a Bruce Ackerman, por ejemplo, le preocupa que la expansión del poder ejecutivo dé lugar a peligros dictatoriales y Sheldon Wolin sostiene que la capacidad democrática de la constitución americana ha sido vaciada hasta el punto  de crear un “totalitarismo invertido”: donde el estado totalitario controla las estructuras capitalistas, en el “totalitarismo invertido” las estructuras capitalistas controlan directamente las estructuras del estado.

En Europa Rosanvallon, uno de los padres de la “tercera vía”, admite ahora la imposibilidad de control del poder financiero por parte del Estado. Y el mismo Giddens lamenta el exceso de poder de los monstruos mediáticos denunciando sus efectos totalitarios.

Hemos llegado al punto, un tanto paradójico, que solo los movimientos populistas como Tea Party, Lega Nord u otros, plantean el problema de la trasformación o de la reforma de la Constitución. Por lo que respecta al Tea Party, en particular, si una parte ha asumido indudablemente la retórica standard del partido republicano en defensa de la Constitución -interpretaciones literales y retorno a la voluntad de los Padres Fundadores-, la base reconoce que la representación ha dejado de funcionar y que el parlamento ya no la representa, por lo que piden una asamblea constituyente. Los contenidos programáticos del Tea Party son en gran parte reaccionarios y explícitamente racistas, pero sus planteamientos políticos básicos son correctos.

Tal vez podría decirse lo mismo de los principios que sostiene el populismo de la Lega Nord, también a menudo reaccionarios y racistas, pero sin duda eficaces cuando insisten sobre la crisis del sistema constitucional representativo. En cambio, la izquierda institucional no consigue hoy comprender la profundidad de la crisis de la representación, no consigue concebir la necesidad de una reforma constitucional.

La izquierda italiana ni siquiera ha sido capaz de comprender que los recientes referéndums no han sido defensivos sino innovadores en materia constitucional. En fin, uno de las grandes contribuciones de la “revolución española” del 15 de mayo es haber encontrado la energía crítica sobre la crisis de la representación, no para restaurar la ilusoria legitimidad del sistema sino para experimentar nuevas formas de expresión democrática –democracia real ya.

El movimiento Occupy Wall Street lleva adelante esta crítica de la representación y esta demanda de democracia. Los acampados en la Puerta del Sol y Wall Street quieren un proceso constituyente.

5. ¿Puede devenir la izquierda en un poder constituyente?

Probablemente nuestra discusión debe comenzar con esta pregunta, desde la reflexión, es decir, si la izquierda tiene la capacidad de comprender la radicalidad de los problemas a los que actualmente una política democrática debe enfrentarse.

Son los problemas de un poder constituyente sobre los que hay que introducir el debate público. Estamos convencidos de que solo abrir una discusión constituyente puede encontrar nuevamente las “razones de la izquierda.” Comencemos entonces a enumerar los grandes problemas de un dispositivo constituyente en la actualidad.

El primer problema surge cuando nos damos cuenta que las constituciones liberal-democráticas están basadas en la propiedad privada mientras que hoy la producción se da cada vez más común. La innovación y la expansión de las fuerzas productivas se basan cada vez más en el acceso libre y abierto a los bienes comunes, conocimiento e información, mientras que su cierre en manos privadas reduce y obstaculiza su productividad.

La acumulación capitalista está hoy organizada en términos financieros, el capital explota una riqueza socialmente producida y la capta principalmente en forma de renta financiera. Así, cada vez más dramáticamente, la naturaleza social de la producción choca con la naturaleza privada de la acumulación capitalista. Este es el primer marco de referencia de la política constituyente de una izquierda alternativa, la que se determina en relación a la expresión de lo común e intenta fijar de tal modo los criterios de una “producción del hombre por el hombre”.

En este marco, el primer obstáculo objetivo lo constituye la propiedad privada y la renta. El poder constituyente debe organizar la apertura de los bienes comunes a la productividad social y la reapropiación de la estructura financiera de la producción para destinarla a los fines comunes. La reproducción de la vida prevalece sobre la acumulación del capital, el Estado de bienestar sobre la renta financiera.

El segundo problema a abordar por el poder costituente de una izquierda alternativa es hoy el del valor cognitivo del trabajo. Se trata de desarrollar, constitucionalmente, políticas de autoformación y de formación común que invistan todo el marco productivo. Las políticas universitarias y las de comunicación deben superar no solo la actual condición de  miseria privada sino el nivel de organización pública de enseñanza para convertirse en motores de la construcción de lo común y la integración social.

Sobre este terreno la izquierda debe demostrar su presencia y su voluntad política. El populismo de derecha puede ser abatido aquí a través de la expropiación de los instrumentos de producción y de comunicación actualmente en manos del capital privado y público. La libertad de expresión se mide en la capacidad de compartir  la verdad y la libertad de producir compartiendo la vida.

El tercer punto en torno al que una izquierda debe organizar su capacidad constituyente consiste en la superación de la representación política como profesión. Esta es una de las pocas consignas de la tradición socialista que puede mantenerse en el centro de nuestra condición civil.

La ampliación de los instrumentos de la democracia directa es fundamental y no puede sino extenderse a los temas de la seguridad de la vida en común y a las funciones de tutela y control de la privacidad o de las relaciones sociales. Está claro que las funciones de la justicia están relacionadas con la democracia directa, eliminando las ilusiones que una magistratura profesional pueda tener garantizadas, por el privilegio económico y la superioridad social, independencia y prudencia.

Un cuarto punto se refiere al programa federalista, es decir, a la difusión del poder territorial. La crisis del Estado-nación puede resolverse a través de una profundización de las instancias federales de gobierno, cercanas a la base, difusas geográficamente, capaces de intervenir sobre el conjunto de las figuras sociales y productivas, en suma en la gobernanza de la vida común. La soberanía moderna se ha acabado.

La izquierda, como figura interna en la lucha por el poder en la modernidad, simétrica y cómplice de la derecha, también se ha acabado. Si todavía hay “razones para la izquierda”, no tienen que ver a las aspiraciones al poder de grupos dirigentes, elites seleccionadas, sino con la participación democrática de base a partir de un  proceso constituyente siempre abierto.

Un último punto a abordar -para la definición de una izquierda alternativa- es la capacidad hacer corresponder de manera permanente, la gobernanza con las modificaciones del sistema social.

Un sistema de reglas constitucionales debe poder modificarse con urgencia y velocidad. Su problema es seguir las variaciones de la productividad en un sistema económico que asuma como finalidad “la producción del hombre por el hombre” y de estimular y profundizar la participación de los ciudadanos en las funciones de gobernanza.

6. La reapropiación social del común

La fase actual se caracteriza por la crisis de todas las izquierdas que  no son constituyentes. Vivimos en un periodo de luchas contra la crisis económica y política del capitalismo –luchas que revelan ampliamente un espíritu revolucionario. Los movimientos insurreccionales  tanto en los países árabes como en los países europeos se rebelan contra la dictadura política de elites corruptas o contra las dictaduras político-económicas de nuestras falsas democracia.

Ciertamente no pretendemos confundir unas con otras pero  lo cierto es que existe un deseo de democracia radical que traza un “común de lucha” desde varios frentes. Las luchas hoy se presentan de modo diverso pero se unifican por el hecho de recomponer a las gentes contra la nueva pobreza y la antigua corrupción. Luchas que, desde la indignación moral y las jacqueries multitudinarias, avanzan hacia la organización de una resistencia permanente y la expresión de poder constituyente.

Luchas que no atacan simplemente las constituciones liberales ni sus estructuras gubernamentales y estatales, sino que también proponen consignas  positivas como la renta garantizada, la ciudadanía global, la reapropiación social de la producción común. En muchos sentidos la experiencia de América Latina en el último decenio del siglo XX puede considerarse un preámbulo a estos objetivos, también para los países centrales capitalistas altamente desarrollados.

¿Pude la izquierda ir más allá de lo moderno? Pero, ¿qué significa ir más de lo moderno? Lo moderno ha sido acumulación capitalista bajo el signo de la soberanía del Estado-nación. La izquierda ha sido demasiado dependiente de este desarrollo y por tanto corporativa y corrupta. Sin embargo, también ha habido una izquierda enfrentada al desarrollo capitalista, a la soberanía, a la modernidad. Y son las razones de esta izquierda las que nos interesan, al menos las que no se han quedado obsoletas.

Si la modernidad capitalista sufre un estado de crisis irreversible, también las prácticas anti modernas, progresistas del pasado, han perdido su razón de ser. Si todavía queremos hablar de las razones de la izquierda, hoy solo vale hacerlo desde una “razón altermoderna”, capaz de revitalizar radicalmente el espíritu antagonista del antiguo socialismo.

Ni los instrumentos reguladores de la propiedad privada ni los del dominio público pueden interpretar las necesidades de esta alternativa a lo moderno. Lo común es el único terreno sobre el que activar hoy el proceso constituyente  –“lo común” concebido como la tierra y los otros recursos que compartimos , y también, y especialmente, como el producto común del trabajo social. Pero este común debe construirse y organizarse.

Así como el agua no se hace común totalmente hasta que no se instala toda una red de instrumentos y dispositivos para asegurar su uso y su distribución, así la vida social basada en lo común no se presenta inmediata y necesariamente por la libertad y la igualdad. No solo el acceso al común sino su gestión deben organizarse y asegurarse por la participación democrática.

Por tanto, lo común no corta el nudo gordiano de las razones de la izquierda sino que revela el terreno sobre el que debe reconstituirse. La izquierda tiene que entender que solo una nuevaConstitución de lo común –y nunca más la defensa de las constituciones decimonónicas y de postguerra- puede devolverla la presencia y el poder.

Las constituciones existentes, como habíamos ya recordado, son constituciones de compromiso, inspiradas más en Yalta que en los deseos de los combatientes antifascistas, que no han dado justicia y libertad sino que simplemente han consolidado, con el derecho público de la modernidad, las estructuras capitalistas de la sociedad. También en EE.UU. la izquierda sufre el mismo chantaje constitucional que debe superar para ir más allá de la trágica periódica repetición de una izquierda en el gobierno que refinancia a los bancos que han provocado la crisis, continua pagando guerras imperiales y es incapaz de construir un Estado de bienestar digno de un gran proletariado como el estadounidense.

Se exige hoy una constitución de lo común, y esta fábrica de lo común exige un Príncipe. Que nadie piense en un principio ontológico ni en un dispositivo dinámico como lo pensaron Gramsci o los padres fundadores del socialismo. Este Príncipe solo podrá surgir de las nuevas luchas por la constitución de lo común y solo mostrarlo una Asamblea Constituyente dominada por una izquierda más allá de la modernidad.

 

 

 

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En el Reino de la corrupción y la exclusión social. España monarquía bananera

Carlos_Martinez_presidente_Attac_EspanaCarlos Martínez

«Vivimos ya en una perfecta dictadura monárquica, pues tiene la apariencia de una democracia. Con reyes con queridas y negocios familiares la mayor parte de ellos ocultos. Un heredero cuarentón, alto y ultra-conservador en la reserva del poder y en medio de un golpe de salón preparado. Un heredero militar y militarista, pro-imperio yanqui y educado para despreciar al pueblo soberano. Pero cerrando el circulo, el poder de la banca y los grandes empresarios controlándonos a todos y todo».

La Constitución de 1978 fue violada con la reforma exprés que la convirtió en un texto neoliberal y que sitúa los derechos de los bancos y el pago de la deuda ilegitima, por encima de las personas, recortando otros derechos constitucionales para ello.

Pero la Constitución monárquica del 78, es incumplida sistemáticamente de igual forma, otorgándole a la familia reinante y digo familia y no solo el jefe del estado, pues tal y como se está demostrando no son iguales ante la ley, no solo el irresponsable del rey, sino sus vástagos e incluso cortesanos próximos. Una censura fascistoide les protege y una adulación mediática ridícula e inculta, pues los medios le otorgan a los herederos de Franco, prerrogativas que la Constitución no les confiere, les hacen una propaganda vergonzosa.

Las corrupciones, regalos de yates por parte de empresarios, operaciones en clínicas siempre privadas, cacerías de osos borrachos y elefantes, las amantes y queridas con derecho a hacer negocios a costa de la horterada esa de la “marca España” e incluso las múltiples operaciones de cirugía estética de la heredera Leticia Ortiz, son sufragadas a nuestra costa o bien realizadas con total impunidad ante nuestras narices.

Mientras tanto el Gobierno, el rey y los partidos dinásticos del turno o sus colaboradores necesarios como CiU o UPyD, toman medidas de recorte social y empobrecimiento ciudadano para a costa de pensionistas, personas paradas y excluidas, pagar la deuda de forma indiscriminada.

Hace pocos días casi todo el arco parlamentario, PSOE incluido, votó contra una moción de las izquierdas plurales, al objeto de auditar la deuda ¡¡Ha pasado desapercibida semejante traición a los pueblos de España!! Resulta además que solo el 30% del total de la deuda es pública, con lo que esta votación refleja el verdadero cariz del PP,PSOE, CiU, UPyD y otros. Claro que no de todos. El rey, siempre ha apoyado las medidas de recorte y a las grandes empresas.

Ya el colmo, es que los medios corporativos y los empresarios, pero también las instituciones del poder, son felices porqué los sueldos y salarios de las clases trabajadoras en el estado bananero español, están bajando como nunca. Se está produciendo una bestial rebaja salarial y en derechos sociolaborales como nunca y todos tan felices.

Vivimos ya en una perfecta dictadura monárquica, pues tiene la apariencia de una democracia. Con reyes con queridas y negocios familiares la mayor parte de ellos ocultos. Un heredero cuarentón, alto y ultra-conservador en la reserva del poder y en medio de un golpe de salón preparado. Un heredero militar y militarista, pro-imperio yanqui y educado para despreciar al pueblo soberano. Pero cerrando el circulo, el poder de la banca y los grandes empresarios controlándonos a todos y todo.

Hay que reaccionar. Pero sobre todo hay que conectar con los estafados, arruinados, engañados y burlados. Mientras en los barrios la gente siga tan solo paseando sus perritos y quejándose en las barras de los bares, pero no en las calles, ellos, los de arriba, nos dominarán.

Tienen preparado un plan diabólico. Van a por nosotros y nosotras. Es la guerra de clases. A pesar de ello, todavía hay ilusos o traidores que piensan que es posible la marcha atrás, el volver a 1999. No. No será posible.

Las respuestas y las propuestas ya están hechas. Por lo pronto, sería muy bueno que este 14 de Abril, fuera unitario, nada simbólico y muy activo. Un 14 de Abril contra la corrupción y por la soberanía popular. Un 14 de Abril sonado.

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El legado de Chávez: reflexión mirando a la izquierda española

MonederoJuan Carlos Monedero

«El populismo es el ejercicio de la política que media entre unas estructuras caducas que no terminan de marcharse y una estructuras prometedoras que no terminan de venir (sobre todo, porque son teoría y aún no práctica). Criticarlas desde lo que existe, como hace con frecuencia la izquierda europea (y, en concreto, la española), es una señal más del agotamiento y la falta de ideas de nuestro continente».

Chávez: un espejo para la decadencia de Europa

Un mes antes de la muerte del Presidente Chávez, la oposición peleaba por ver quién iba a ser el candidato que contendiera contra Nicolás Maduro, el Vicepresidente en quien Chávez había depositado su confianza política. Para esa oposición, Maduro no pasaba de ser un “autobusero”, un despreciable trabajador a quien no iban a permitir acceder al Palacio de Miraflores.

Los millones de venezolanos que asistieron a la capilla ardiente cambiaron las tornas del debate. La discusión pasó a protagonizarla una vergonzante huida: todos, en esa oposición que se las prometía felices con Chávez enfermo, leyeron ese masivo apoyo de un pueblo en la calle a su desaparecido comandante como la garantía de una sonora derrota anunciada. Maduro iba a ganar aún más votos que su mentor.

Sólo “in extremis”, Capriles aceptó volver a presentarse, aunque dejando una puerta abierta para retirarse si las encuestas del último momento confirmaban un nuevo revolcón. Como algunos medios recogieron, Chávez, como un Mío Cid caribeño, ganaba una nueva batalla ahora en ausencia.

Uno de los lemas de la oposición en la campaña de octubre en la que Capriles perdió por 11 puntos (“El autobús del progreso”), dejaba paso a un irónico comentario del pueblo de rojo: “Ellos tendrán el autobús, pero el conductor es nuestro”. Como planteó el profesor Iglesias, si Chávez vivo era peligros, muerto era invencible.

En un mundo saturado audiovisualmente, no es sencillo explicar por qué la figura de Hugo Chávez logró abrirse un hueco y generar tanta discusión fuera de Venezuela. Es indudable que el país caribeño, antes conocido solamente por las “misses”, las telenovelas y el “está-barato-dame-dos” de los funcionarios de la petrolera que viajaban por el mundo con aires de nuevo rico, pasó a ser conocido por otro tipo de asuntos sobre los que, sólo con esfuerzo, la izquierda podía abstenerse.

Mientras Europa abrazaba con vergüenza la Tercera Vía, Venezuela se atrevía a resucitar el socialismo; mientras Europa se sometía sumisamente al doble mandato de Alemania y de los EEUU, Venezuela elevaba el tono del discurso antiimperialista y le decía al Bush de la guerra de Irak que iba dejando un pestilente olor a azufre allí donde se paraba; mientras Europa veía declinar su papel en el mundo, una América Latina cada vez más integrada dejaba de ser ese patio trasero que la condenó a la soledad durante doscientos años; mientras Europa veía languidecer su democracia, y sus políticos se convertían en un problema para la población, Venezuela confiaba en su pueblo para hacer una nueva Constitución, crear estructuras participativas e, incluso, inventar una nueva forma de Estado (el Estado comunal) para ir superando los cuellos de botella de las caducas formas políticas estatales liberales.

Mientras Europa se resignaba a votar entre dos opciones políticas cuasi idénticas, cada elección en Venezuela tenía la confrontación que expresa la pugna entre modelos realmente diferentes. Mientras Europa caía bajo el abrazo neoliberal como si de unfaktum divino se tratara, Venezuela convencía a América Latina en el Mar del Plata para acabar con el tratado de libre comercio (ALCA) y comenzar una reinvención postneoliberal y nacional-popular de sus países. Chávez, además, predicaba con el ejemplo. La Europa que hoy clama a Alemania por su favor está bien lejos de la Venezuela que no dudó en ayudar a los países latinoamericanos con problemas (Argentina, Bolivia, Ecuador, Cuba, Nicaragua, el Caribe de habla inglesa). América Latina, hoy, crece. Europa se hunde. Merkel no es Chávez.

Noticia de unos medios todavía libres de toda sospecha

Sólo con la desaparición física de Chávez, parecen haberse volado algunos velos acerca de su persona y de los logros alcanzados durante la última década. La Puerta del Sol de Madrid llena de gente dándole su adiós es una imagen difícil de pensar hace tan sólo 5 años. Igualmente es difícil encontrar una figura pública más insultada, tergiversada y estigmatizada en la historia reciente. Si hubiera que escoger un asunto en el cual los medios de comunicación demostraron por excelencia su condición mercenaria, Chávez sería el ejemplo perfecto. Así fue cuando los medios celebraron el golpe que le dio la patronal en 2002 (y que impidió su pueblo saliendo a la calle a rescatarlo). También cuando se descontextualizaban sus intervenciones para hacerle parecer un excéntrico, o cuando se ninguneaban sus éxitos sociales o políticos (como lograr reunir a todos los Presidentes y Jefes de Estado latinoamericanos en la CELAC o reducir a la mitad la pobreza o alfabetizar a su pueblo).

No menos relevante cuando se presentó la impertinencia de un rey en plena digestión postalmuerzo (tuteando al Presidente de otro país a la borbónica manera y mandándole callar con maneras propias de su formación en el entorno directo del dictador Franco) como una hazaña bélica heroica. Sin olvidar el diario que escribió el más exitoso manual de estilo de los periodistas llevando a portada un falso Chávez entubado, o la decena de veces que el diario monárquico por excelencia mató a Chávez, lo enterró en La Habana o anunció la guerra civil que estaba al caer cada semana y a la que todavía, en esos salones, se la espera cierto es que sin mucha prisa.

La lectura socialdemócrata de Chávez

La Venezuela bolivariano no interesó inicialmente a la izquierda española. Principalmente porque no la entendió. El alzamiento de Chávez en 1992 contra Carlos Andrés Pérez fue interpretado en España desde el prisma de un PSOE que había recibido ayuda del corrupto Presidente venezolano (terminaría huido tras ser juzgado en el gobierno de Caldera). Felipe González, que ya estaba preparando su futuro como agente económico de las grandes fortunas latinoamericanas, presentó a Chávez como un “carapintada” y a CAP como una víctima del tradicional golpismo militar latinoamericano.

Aunque -esta era la verdad- su amigo de la Internacional Socialista mandara al ejército disparar contra el pueblo que bajó de los cerros en 1989 en protesta por un ajuste del FMI parecido a los que ahora sufrimos en el Sur de Europa. Además, la mirada española sobre América Latina, incluida la de la izquierda, siempre ha tenido ese sesgo eurocéntrico de quien se ha creído país central y piensa que los países del sur no pasan de repúblicas bananeras. Las que nos recibieron con los brazos abiertos cuando la democracia perdió la guerra civil en 1939. Una forma poco sutil de intentar ocultar nuestra condición, en verdad, de reino bananero.

Chávez comienza cuando la historia se termina

Chávez gana las elecciones de 1998. Las ganas de cambio eran grandes, pero la desconfianza también. Chávez sacó un enorme margen al candidato de la derecha pero la abstención superó el 50%. Al salir de la cárcel por el levantamiento de 1992 –cumplió dos años de prisión que, unido a un famoso “por ahora”,  lo convirtieron en el referente del cambio- convenció a la izquierda venezolana de que la salida era electoral (había una fuerte inclinación todavía hacia la lucha armada).

La transición paradigmática propia de la época también afectó a la Venezuela que encuentra Chávez. Es el momento de la desaparición de la URSS, del fracaso de la lucha armada en casi todo el mundo, de la hegemonía neoliberal, del fin de la historia, de la entrega de la socialdemocracia a los brazos del neoliberalismo bajo la fórmula de la tercera vía, de la crisis del mundo del trabajo y de la constatación de la crisis ecológica.

Sin modelo a imitar y sin hoja de ruta clara, Chávez, a diferencia de Lenin, no va conducir su proceso de cambio sobre los hombres de un teórico. Bolívar -un libertador-, Zamora -un campesino a caballo- y Simón Rodríguez -un pensador comprometido con la transformación social- son las referencias intelectuales de un proceso que, desde el primer momento, va a ir perfilándose más por sus enemigos que por sus teóricos.

El chavismo: un pensamiento nacido de la práctica

Lo que se define como “chavismo” tiene como fondo la identidad nacional-popular leída en Bolívar, el compromiso con los de abajo que define Ezequiel Zamora, el experimentalismo de Rodríguez (“Inventamos o erramos”) y el internacionalismo de Miranda, todo bajo el aire de familia de la emancipación propia de la izquierda clásica. Pero estas lecturas siempre fueron confrontadas con hechos concretos que fueron marcando el pensamiento de Chávez. Del levantamiento de 1992 (y de su fracaso), Chávez sacaría la necesidad de una nueva forma de partido diferente a los que combatía (AD y COPEI).

Igualmente viene de ahí la necesidad de cambiar las estructuras políticas, convocando para ello a un nuevo constitucionalismo (superador del constitucionalismo neoliberal de las últimas décadas). De la confrontación electoral de 1998 vendría la necesidad de nuevas leyes que cambiaran la composición económica de clase del país. El golpe de Estado de 2002 terminó de alentar acerca del imperialismo y de la necesidad de armar alianzas que impidieran agresiones auspiciadas por los EEUU (y en aquél caso, por la España de Aznar).

La constatación de que con el aparato del Estado heredado era imposible pagar la deuda social trajo consigo la creación de las misiones, unas políticas públicas participadas popularmente. Un proceso de cambio radical que se postula pacífico (aunque armado, como exigencia debida al comportamiento secular de EEUU en la región) necesita un pueblo con consciencia. De ahí viene el enorme gasto social en educación, en la construcción de escuelas y universidades, en libros y en informática.

En 2005, Chávez entendió que el dibujo de todos los problemas anteriores se llamaba capitalismo. Y ahí perfiló su propuesta, que no fue el “chavismo” sino el “socialismo”, trascendiendo a su persona y evitando, en un gesto de enorme generosidad, que, como ocurriera con el peronismo, hubiera seguidores de todos los colores: aunque hubieran podido existir chavistas de derechas, no puede haber socialistas de derechas. Esta condición vivencial del “chavismo”, es decir, el no depender de ninguna teoría o de la interpretación de la misma, es también un elemento que refuerza el mantenimiento del proceso aún en ausencia del líder.

Chávez: mito, realidad e identidad de Nuestramérica

Es evidente que Chávez siempre ha sido mito. En un país roto por las medidas de ajuste (multipliquen los tres años de crisis que lleva España y Portugal por seis y sabrán el estado de Venezuela cuando Chávez llegó al poder), el pueblo sólo estaba dispuesto a creer en alguien que pudiera prometer y, por alguna cualidad extraordinaria (por ejemplo, haber participado en un levantamiento y haber asumido toda la responsabilidad), cumplir.

Si la España actual presenta a los políticos como el principal problema del país, ¿no es entonces normal que los líderes alternativos salgan de la necesidad de superar esa política? Eso explica la mala prensa de Chávez ante los políticos tradicionales (Chávez representa la promesa de que tendrán pronto que buscar trabajo), pero no explica por qué el pueblo cansado de las mentiras ha comprado las que hacen referencia a Chávez.

La racionalidad, tan europea, es una reflexión sobre la muerte, sobre la tragedia de nuestra finitud, sobre el devenir del ser hacia la desaparición. La racionalidad no suele convocar políticamente (recordemos el fracaso del patriotismo constitucional que quiso popularizar Habermas) porque morir por adelantado no convoca. El mito, por el contrario, invita a superar la muerte, incorpora los superpoderes de la trascendencia, niega el final de la vida y abre todos los horizontes.

El mito es el combustible por excelencia de la esperanza, especialmente para los que habían perdido toda esperanza. Europa sigue sin entender a la América mestiza, golpeada por el saqueo de dos continentes -el indio y el negro-, construida sobre la cercanía del hermano y el amigo y no sobre la condición abstracta e impersonal del funcionario. Una América barroca y mágica, turbulenta, apasionada, excesiva, traviesa y sensual, que vive al día –sin futuro- porque se le despojó de la posibilidad de la previsión social. Europa no entiende la otredad del continente y, por eso, siempre lo ha despreciado con la autosuficiencia del que siempre ha puesto nombres y no se ha dado cuenta de que también ha sido nombrado (ahí están, en nuestro país, los “hispanistas”, junto a los problemas de España para encontrar su propio nombre).

Chávez, poeta popular (de joven ejerció de rapsoda en los llanos, una suerte de versolari en el campo venezolano), puso nombre a muchas cosas. Por ejemplo, cambió el nombre a Venezuela y pasó a denominarla República Bolivariana de Venezuela (Nada muy distinto hizo la república española cambiando la condición de reino del país en 1931). Nominó el ALBA, la CELAC, la UNASUR.

También a Mr. Danger o al azufre de la tribuna de Naciones Unidas. Construyó igualmente una identidad incluyente para un pueblo que había renunciado a la identidad del país para abrazar una identidad local propia de las nuevas comunidades (producto del desarrollismo petrolero de los sesenta). Los barrios pobres que rodean Caracas armaron una práctica política y social parecida a la de los movimientos chabolistas de España en las postrimerías del franquismo.

La diferencia está en que en la transición española, esos movimientos fueron incorporados a los ayuntamientos democráticos, olvidando su lógica comunitaria y su identidad barrial, asumiendo finalmente la lógica vertical y autoritaria del Estado posfranquista. En la Venezuela de Chávez, esos barrios no perderían su identidad local, sino que influyeron en la propuesta de Estado comunal que está definiéndose  en el país.

Así, la participación propia de los barrios se configuró en la reconstrucción de la política chavista frente a la representación propia de la política institucional. La formación popular –el saber nacido de la vida comunitaria- se confrontó con la universidad elitista que, de tanto creerse “superiores”, se alejaron del pueblo y vivieron, como los falsos sabios de Swift, en las nubes.

La propiedad social se defendió frente a la propiedad privada e, incluso, frente a la propiedad estatal. Por último, el control social, en forma de “contraloría social”, se haría valer frente a las formas tradicionales de delegación política. En definitiva, fueron las organizaciones comunitarias las que emplazaron al Estado para que la identidad de la nueva Venezuela coincidiera con la identidad de los barrios: la lucha por la desigualdad, la apelación a la patria grande de Bolívar y el socialismo, cementos de ese encuentro que crece de abajo a arriba. ¿Puede entender la izquierda española que lo que desprecia como “populismo” es, en verdad, la posibilidad de reinventar la política entre un momento destituyente que no termina de triunfar y un momento constituyente que no termina de llegar?

El legado de Chávez y los retos de Nicolás Maduro: la reinvención de la izquierda en América latina

¿Qué pasó para que la democratización iniciada en Venezuela y propagada por el resto de América Latina no fracasara? ¿Qué elementos actuaron para que la suerte del continente y de los líderes alternativos no se repitiera? ¿Por qué en esta ocasión ganaron los indios?

Es indudable que el azar tiene su parte en esta historia. Porque es una historia impulsada por una persona capaz de poner detrás de él a todo un pueblo. Si algo le hubiera ocurrido a Chávez en algún momento de estos 14 años, la historia se habría escrito de otra manera. Mientras España sigue anhelando convertir en política el extraordinario impulso del 15M, Venezuela se rearmó políticamente con un referente claro.

En el proceso venezolano se dieron los tres elementos lógicos que señala Maquiavelo para el cambio social: condiciones objetivas, liderazgo y consciencia popular de la necesidad del cambio. Las condiciones objetivas estaban maduras hacía tiempo. La consciencia popular era un malestar prepolítico. El líder Chávez referenció al país y terminó de politizar al pueblo para que adquiriera la conciencia necesaria.

Pero al lado de lo azaroso y de la figura del líder, hay otros elementos ausentes en otros momentos de la historia y que marcan la pauta. En primer lugar, el cambio político se ha hecho con redistribución de la renta, lo que ha ampliado considerablemente la base social. En segundo lugar, la transformación, lejos de prescindir de la democracia, la ampliaba, tanto en términos electorales (terminaba con el fraude, una constante hoy en México o Colombia, pero también en la España que incumple los programas electorales), como en participación popular horizontal. En tercer lugar, los cambios venían acompañados por cambios similares en otros países del entorno.

Hasta la fecha, la connivencia sólo se había dado entre fuerzas de la derecha o dictatoriales (recuérdese el Plan Cóndor). En cuarto lugar, el cambio de régimen se ha hecho sin la existencia simbólica de un enemigo que radicalice a las clases medias, como hizo el comunismo y la URSS en los años treinta. Por último, el cambio ha venido acompañado de la entrega de una nueva identidad que, al tiempo que ha sumado las existentes con arraigo popular, ha engarzado a los nuevos sujetos en una aventura política de mayor calado que, de momento, ha contaminado a todo el continente latinoamericano.

Conclusión: Chávez como poder constituyente

La mirada displicente de la izquierda española a Chávez se ha armado desde la ignorancia. El “Chávez no me gusta” ha sido construido con frivolidad, como si los medios tradicionales merecieran esa influencia. La izquierda española no ha podido debatir el proceso venezolano, llena de prejuicios históricos trasladados y demasiado rehén de la arrogancia eurocéntrica propia del pensamiento colonial que cree que lo que vale para su entorno es directamente exportable y universalizable.

Esto no significa, en modo alguno, que Venezuela deba ser un modelo para la Europa en crisis. Sería repetir, ahora en la dirección contraria, el error que cometió la izquierda latinoamericana en el siglo XX. Copiar las respuestas es, cuando menos, perezoso.

Pero ignorar las preguntas es aún más descabellado. Venezuela ha salido del neoliberalismo, ha inaugurado un nuevo constitucionalismo, ha sacado a la mitad del país de la pobreza, ha logrado la menor desigualdad del continente, ha construido en el último año 200.000 viviendas, ha incorporado al derecho de pensión a dos millones de ancianos, ha llevado médicos a donde nunca estuvieron, ha colocado al país en la franja de alto nivel del Índice de desarrollo humano del PNUD, es el quinto país del mundo en estudiantes universitarios, ha incorporado a las mujeres a la vida social y política (y ha dejado de promover que sean simplemente misses), ha impulsado una integración regional basada en la complementariedad y no en la competencia, ha ayudado a los países del entorno a superar problemas económicos puntuales (lo que hoy, como decíamos, le pide Europa a Merkel)… Chávez ha sido un Presidente con una espectacular capacidad para desarrollar el pensamiento crítico y la práctica alternativa, para superar el abandono histórico de las diferentes culturas latinoamericanas, para avanzar hacia la superación del colonialismo, para alejar el peligro de la guerra y para ayudar en la lucha contra el cambio climático (es un país exportador de petróleo que, a diferencia de EEUU, ha firmado y cumple con los Protocolos internacionales).

El populismo es el ejercicio de la política que media entre unas estructuras caducas que no terminan de marcharse y una estructuras prometedoras que no terminan de venir (sobre todo, porque son teoría y aún no práctica). Criticarlas desde lo que existe, como hace con frecuencia la izquierda europea (y, en concreto, la española), es una señal más del agotamiento y la falta de ideas de nuestro continente.

No hay mayor hipocresía que la acusación a Chávez de haber polarizado el país –de haber politizado a los pobres- ignorando que también estaba polarizado cuando casi siete de cada diez carecían de futuro. Hipócritas que sólo ven la lucha de clases cuando es el pueblo el que muestra su fuerza.

El equilibrio entre el “hiperliderazgo” –necesario para reinventar al pueblo fragmentado y salir del modelo neoliberal- y la devolución del poder al pueblo consciente y organizado era la tarea central de Chávez. A veces caía del lado del poder personal (y así se lo criticamos desde el Centro Internacional Miranda). Pero, por lo general, la apuesta que se consolidaba era del pueblo. Si otras revoluciones fracasaron por acallar las críticas, la revolución bolivariana apostó por la crítica y la autocrítica. Por eso es una revolución alegre.

Chávez impulsó a su país a las puertas de algo nuevo. No le dio tiempo. Ahora es el momento de Nicolás Maduro y de todo un pueblo al cual le dijo su Presidente antes de despedirse: “Ya todos son Chávez”. Durante un cuarto de siglo, dijimos, desde la derrota, que la última utopía la había construido Thatcher haciendo posible lo imposible. Hoy España vive la utopía neoliberal de la contrarrevolución. Chávez, por su parte, ha roto todos los conjuros que condenaban a América Latina y ha construido otra utopía: salir del neoliberalismo en nombre de un socialismo diferente. Va siendo hora de que la izquierda española mire con humildad lo que ha construido la Venezuela bolivariana.

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Construir la alternativa

am1Agustín Moreno

«Para que esta alternativa política ciudadana cristalice, tienen que participar los ciudadanos comunes. Pero el mayor riesgo no es la radicalidad del proyecto sino los sectarismos y contra ellos hay que  vacunarse».

“La democracia, toda democracia es un proceso
en construcción” (
Paco Fernández Buey)

                                                                  Realmente vivimos tiempos sombríos, que diría Brecht. Aquellos que todavía ríen ignoran el posible despido que les puede afectar, los recortes que sufrirán, las nuevas subidas de impuestos, el deterioro de los servicios públicos, los años que tendrán que seguir trabajando más allá de lo razonable y la merma futura de su pensión. Ya no hay muchos jóvenes que rían porque sufren el brutal paro, conocen la inseguridad laboral y quizá estén haciendo las maletas. Los griegos han sido empobrecidos un 40%; en España vamos, de momento, por el 22% y el paro es mayor, la desprotección aumenta y se convierte en humillante en muchos casos.

El problema de España es sobre todo político. Las crisis económicas y financieras se repiten periódicamente, pero son la consecuencia de las equivocadas políticas que se han aplicado durante mucho tiempo: modelo especulativo, dependencia tecnológica, subvenciones a los empresarios, mercado de trabajo degradado y con bajos salarios, excesivo gasto militar… Y la rampante corrupción: se repartieron comisiones delincuentes metidos a concejales y políticos, se financiaron los grandes partidos, se enriquecieron los sinvergüenzas. Acabó la fiesta del ladrillo, nadie pagó la cuenta y ahora nos la pasan a todos nosotros.

La crisis tiene un carácter político que presenta rasgos más importantes incluso que la crisis económica. Desafección política y electoral, desconfianza hacia partidos, instituciones y casta política. Deslegitimación que se resume en  el “No nos representan” como metáfora del alejamiento de los ciudadanos de lo que consideran  un simulacro de democracia.

Cuánto vamos a aguantar, se preguntan muchos, conscientes de que la política de ajuste nos lleva al abismo, a levantarnos cada día con un nuevo recorte de derechos. En Grecia resisten, y algún día de huelga y de protestas ardieron bancos y edificios en Atenas. En algunos barrios sublevados contra la injusticia como la Exarchia los vecinos y los jóvenes anarquistas se autoorganizan en la solidaridad y en la lucha: no entra allí la policía. Aquí se han quemado cuatro papeleras con un alto coste de detenciones y el Ministerio de Gobernación, dirigido por un tipo del Opus Dei, quiere criminalizar a la PAH por los escraches, porque consideran que no entra en el sueldo de los políticos que actúan contra el pueblo que les llamen sinvergüenzas y ladrones. La vía para cambiar las cosas no es la violencia. La violencia suele ser el recurso que ejerce el poder para mantener inmutable la injusticia y en ese terreno llevamos las de perder.

Si tras la Transición había quien hablaba del desencanto por la quiebra de expectativas, hoy podríamos hablar del tiempo de la desesperanza.  O de la simple espera a que llegue algún día el final de esta pesadilla. Y esto es lo peor. El desánimo y la pasividad son los aliados cruciales para que el poder imponga sus políticas. Aquí nada va a cambiar a mejor por sí solo. Cuando una parte importante de la sociedad no es capaz de armarse de esperanza y juntar un volumen importante de optimismo y de energía transformadora, el horizonte se nos cierra más a todos y la vida se vuelve más angustiosa.

Ha empezado a haber un importante proceso de movilización. Pero la pregunta que se hace todo el mundo es si va a servir para algo. O si al final, a pesar de tanta calle y huelgas, acaba ganando de nuevo las elecciones la derecha, un gobierno que se protege de los ciudadanos, o los que también harían políticas económicas liberales. Por todo lo anterior, los ciudadanos tenemos la responsabilidad de cambiar las cosas. De lo contario, la movilización sin expectativas de cambio se convierte en una rutina de manifestaciones. Y acabarían teniendo razón los que dicen que cada pueblo tiene el gobierno que se merece, por odioso que nos pueda parecer. Y, en este caso, estaremos más cerca de ser súbditos políticos y esclavos del mercado, que ciudadanos libres.

Como parece que Rajoy no va a dimitir voluntariamente, ni se vislumbra siquiera una moción de censura, hay que mantener la movilización sostenida y toda la desobediencia civil susceptible de generalizarse. También hay que crear y desarrollar espacios de autonomía ciudadana y formular propuestas alternativas para influir en las instituciones y fuerzas políticas. Pero no hay por qué renunciar al espacio político-electoral, el reto es recuperarlo para la ciudadanía. Y para ello es fundamental trabajar de cara a las primeras elecciones políticas que se celebren. No importa de qué sean las elecciones. Hay que convertirlas en un profundo rechazo de la política de saqueo de derechos que se está practicando.

Y en algo más importante si fuéramos capaces: un profundo cambio político que conllevaría un proceso constituyente hacia una democracia real. “La cuestión clave estriba en cómo conseguir que las reivindicaciones aisladas o sobre temas concretos (…) confluyan en un proceso constituyente protagonizado por las mayorías sociales, por las clases populares, por lo que se ha dado en llamar el 99%”, como dice Gerardo Pisarello en un interesante artículo sobre el tema.

Si estamos a un año de las elecciones europeas, no hay tiempo que perder. Hay que seguir en la calle deslegitimando un poder ilegítimo que actúa al servicio de los mercados, que arruina al país, que incumple por completo su programa electoral. La lucha es importante, pero hace falta una alternativa que sea palanca de cambio. Josep Fontana lo expone muy crudamenteQue salgan en manifestación los jóvenes no importa a nadie. Mientras vayan a la Puerta del Sol o la plaza de Catalunya y sus padres voten al PP o a CiU, no hay nada que hacer.

En este país ha habido ejemplos históricos que conviene tener presente. Siempre que se ha producido un cambio político en profundidad: la “Gloriosa” de 1868 (que acabó con el trono de Isabel II), las elecciones municipales de 1931 (que permitieron la proclamación de la II República), hubo previamente un acuerdo amplio y muy plural de las fuerzas políticas de la oposición. El Pacto de Ostende o el Pacto de San Sebastián permitieron que el pueblo español visualizara la alternativa de cambio y se volcara en los levantamientos populares que apoyaron a Prim y  a Serrano, o fueran a votar masivamente por las candidaturas republicanas en una elección de concejales.

Hay que ponerse manos a la obra, a allanar el camino para dar con una alternativa política esperanzadora y viable. Y en este proceso deben de participar todos y todas las personas, movimientos ciudadanos, miembros de organizaciones y sindicatos, partidos políticos que sientan la urgencia de cambiar la situación política, económica y social en España. Hay que arremangarse para la tarea, teniendo en cuenta que, como decía Paco Fernández Buey, la política sin ética es politiqueo y la ética sin política puede ser narcisismo.

No nos sirve el PSOE, si no cambia de programa de forma radical, ya que practica una política que les hace ser parte del problema y no una solución. Lo que podríamos llamar el “socialismo de derechas” que implantó González y que consiste en  una impostura de izquierda para hacer políticas económicas neoliberales que apenas se diferencian de la derecha; no olvidemos el cambio constitucional del artículo  135 para que el pago de la deuda sea la gran prioridad, es decir, la rendición del Estado Social a la deudocracia. Por otro lado, practica la “política de la fruta madura”, esperando que el desgaste del PP por la crisis le permita recuperar el poder y seguir jugando al eterno juego del bipartidismo cómplice. Es decir, esperando no ganar las elecciones, sino que las pierda el gobierno; y para ello no necesitan renovación ni cambio programático de fondo.

No es suficiente el avance que pueda experimentar IU. Las encuestas le pronostican hasta un 15% y es importante y merecido, pero hace falta más presencia política y electoral para cambiar las cosas de raíz. Y se necesita generosidad política para entender que los intereses generales deben de estar por encima de los de la formación, después de tantos años de travesía del desierto.

Habría que crear algo así como “el partido de los honrados”, “el frente por la decencia”, donde se sientan representados esa amplísima mayoría que padece las políticas actuales y que necesita un referente político electoral. Que necesita recuperar la ilusión de que es posible acabar con la falsa política de apaciguamiento de los mercados que conduce al recorte si fin.Para que no se quede la indignación en casa y llegue a las urnas, porque la abstención es un regalo para el poder que seguiría gobernando tan deslegitimado como ahora. Para salir de la actitud de espera, para romper el miedo.

Para ello, haría falta avanzar en una serie de líneas de acuerdo: un programa de mínimos que cuestione la política de ajuste, se plantee la recuperación de derechos expoliados y los objetivos del empleo, la protección social y los servicios públicos; una orientación hacia un proceso constituyente que cambie las bases del modelo político, que resignifique el concepto de democracia y cambie la ley electoral; una elección de candidatos con criterios muy participativos, representativos y plurales (mujeres, jóvenes, afectados, personas con la formación necesaria…); un código ético muy riguroso en el ejercicio de los cargos públicos, la limitación de mandatos y la revocación; así como todas aquellas propuestas de interés que se consensuen. En resumen, un programa alternativo y una bandera ética.

Cómo se llame el movimiento de alternativa (unidad popular, bloque progresista, frente amplio, océano de mareas…) no es lo más importante, aunque debería no tener connotaciones excluyentes ni que produzcan rechazo y que sirva para sumar y construir. Que dispute el poder institucional y combine ésta presencia con la organización en las bases y la movilización social.

Para que esta alternativa política ciudadana cristalice, tienen que participar los ciudadanos comunes. Pero el mayor riesgo no es la radicalidad del proyecto sino los sectarismos y contra ellos hay que  vacunarse. Como decía Paulo Freire, “la radicalidad es tolerante, mientras que el sectarismo es ciego y antidemocrático, aferrado a sus certezas. El radical está al servicio de la verdad, mientras que el sectario está al servicio de su verdad, que además pretende imponer”.  De ahí que el sin duda difícil debate sobre proyecto y propuestas no debe de estar reñida con un funcionamiento amable que permita confluir a muchos y desmontar de forma paciente los sectarismos  bloqueadores.

Si falta la inteligencia necesaria para construir la alternativa, el futuro nos deparará más desigualdad, menos derechos y más represión para imponerlo. Estamos ante la ocasión histórica de acabar con el bipartidismo de esta segunda restauración borbónica, de cambiar de base esta sociedad y abrir un nuevo proceso constituyente. No va a ser fácil, seguro. Pero el 23-F demostró con un gran éxito en la movilización que es posible la unidad de muchas mareas o movimientos sociales, ciudadanos y políticos. Quiero mantener la esperanza de que seamos capaces, pero no tengo la certeza. Si lo conseguimos y luchamos tendremos esperanza, por ello estamos obligados a intentarlo.

(*) Agustín Moreno es profesor de Enseñanza Secundaria en Vallecas (Madrid) y miembro de la Marea Verde.
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El ejemplo gallego

Carlos_Martinez_presidente_Attac_EspanaCarlos Martínez

El ejemplo gallego o Alternativa Galega de Esquerda AGE ¡¡ Vamos a seguirlo!!

Constantemente se nos llena la boca diciendo que cada caso, es diferente y cada territorio algo así como Marte. El pueblo de al lado, es lo menos parecido al nuestro e incluso nuestros cuñados, un mundo aparte. Todo menos aprender de los éxitos del vecino. Mientras las empresas intercambian experiencias y se copian, las personas buscamos nuestro ego y sobre todo inventamos diferencias para encontrar razonamientos divergentes. Si esto se traslada a la acción política, como dice el refrán “apaga y vámonos”.

Conozco a personas que por ejemplo les buscas quien les explique que es SYRIZA-EKM o AGE y con tal de demostrar su razón, te dicen que no, que el griego miembro de SIRYZA que nos lo ha expuesto, no se entera. Que SYRIZA es lo que alguien desde un pueblo de la Andalucía profunda,- por ejemplo- (yo soy andaluz y doy ese ejemplo, por no molestar), dice lo que realmente es y que los de Syriza, no tienen ni idea, aunque sean de El Pyreo. Si no fuera disolvente, arrogante y preocupante, sería cómico.

El 2 de Marzo un grupo de personas inquietas y organizadas, procedentes de las izquierdas plurales y de forma especial de la tradición socialista de clase y antineoliberal, potenciamos un encentro de las izquierdas europeas. Vino Oskar Lafontaine de la Linke y Dimitris Touskalas de SYRIZA y ex PASOK, pero también Yolanda Diaz de AGE, puesto que en el estado español, hay un ejemplo a seguir y un personaje clave como es Xosé Manuel Beiras, con mucho que aportar y que al igual que Lafontaine ha entrado ya en la categoría de maestro político.

El fenómeno gallego de AGE, que incluye  ANOVA, Izquierda Unida, Ecosocialistas Gallegos y Equo, pero también el apoyo de destacados socialistas de dichas tierras, es singular, exitoso y no exento de dificultades, como ninguna obra humana, pero digno de imitar y sobre todo estudiar su trayectoria, no solo parlamentaria, sino social que es lo importante. Como muestra reproduzco una parte de un artículo de Crónica Popular un digital que nos apoyó a organizar el evento CONSTRUYENDO LA IZQUIERDA: LA ALTERNATIVA SOCIALISTA.

 Dijo Yolanda de AGE “Yolanda Díaz: las diferencias nos enriquecen. Meses atrás, cuando se constituyó AGE, un diario dijo de ella que “había mamado  izquierda y sindicalismo desde la cuna”. Hija menor del comunista  Xuso Díaz, sindicalista de ASTANO y ex secretario general de CC.OO. de Galicia, la abogada Yolanda Díaz, es viceportavoz en el Parlamento gallego de la coalición formada,  como dijo en su momento, para descabalgar de la Xunta a “a la troika de Feijóo que nos está expropiando el país”, una alianza integrada por Esquerda Unida (EU-IU) y ANOVA (Irmandade Nacionalista, Espazo Ecosocialista Galego y Equo-Galicia).Nada más tomar la palabra, envió a los asistentes al acto un saludo del veterano Xosé Manuel Beiras, del que valoró muy positivamente que, como nacionalista, hubiera instado al BNG a priorizar “lo social” frente a las reivindicaciones nacionalistas e  hizo un resumen de la experiencia de “la Syriza gallega” como instrumento aglutinador de la izquierda, afirmando que “más allá de las diferencias partidarias, debemos sumarnos a un proyecto común desde la convicción de que estamos asistiendo a la más grave grieta del sistema”, y subrayó que “las diferencias nos enriquecen” y que “el enemigo no está entre las distintas familias de la izquierda, el enemigo está fuera de nosotros y contra él debemos luchar colectivamente”.

 

Y añadió: ”Tenemos que encontrar un acuerdo de mínimos, en el que todos nos sintamos cómodos. Tenemos que organizar a los ciudadanos y recuperar, democráticamente, derechos que son nuestros. Si no lo hacemos, advirtió, la abstención va a seguir creciendo”.Dimitrys Touskalas: lo que dijo Yolanda podría ser un discurso griego. Dimtrys, salió del Pasok en 2009, poco antes de que el entonces primer ministro de Grecia, el socialista Yorgos Papandreu, firmase con “la troika” el memorándum por el que se impuso al pueblo griego los drásticos recortes que, desde entonces, está padeciendo. Rechazó ser cómplice del gobierno formado por el partido al que había entregado muchos años. De este modo, este secretario del sindicato de Banca dejó atrás sus treinta y cinco años de militancia en la socialdemocracia griega y se integró en SYRIZAEKM, “una fuerza política que comprende miembros de diversos orígenes a los que une la necesidad de expresar el deseo de la gente de salir de una crisis y revertir la desastrosa corriente de la sociedad griega”.- Finalizo la reproducción.

Ahora que estamos todas las personas inquietas y activistas comprometidas buscando un lugar de encuentro efectivo, al objeto de enfrentarnos al neoliberlaismo y al genocidio social que la Troika, el gobierno de España y los poderes capitalistas ejercen contra nosotros y nosotras, se hace imprescindible, encontrar un punto de encuentro y de equilibrio, que nos permita construir un AGE a nivel del estado español, tanto para enfrentarnos con éxito a las elecciones europeas ya inminentes en tiempo político, como las elecciones municipales y generales.

Hay personas que desde posiciones personalistas pequeño-burguesas, nacionalistas burguesas o aldeanas, pero también de aparato acartonado, no lo entenderán, es humano. Pero explicado, debatido y puesto en marcha el proyecto, enfrentarse al mismo será no solo estéril, sino ridículo. Harán reír, porque la historia lo que exige ahora es una conjunción de fuerzas y de personas –incluidos los nacionalismos progresistas- . También de ideas ¿O es que acaso el capitalismo, su expresión neoliberal, el ultra conservadurismo, el fundamentalismo religioso occidental, el desarrollismo depredador o el patriarcado no son ideas y por cierto de derechas?

No se puede vender democracia como si fuera una marca de refrescos. Ni corruptos, ni ladrones, ni bromistas profesionales, ni marketing comercial, para lo que son ilusiones y esperanzas de cambio social y de superación de las clases. Ideas, convergencia, organización y auto-organización, todo participado, sí, pero responsabilidad y seriedad también. Son muy serios 6.000.000 millones de paradas, cientos de miles de desahuciados, suicidios por desespero, incremento exponencial de la pobreza y la exclusión social y ataques a las libertades, autoritarismo  e incremento del estado policial.

Algunas ideas para ponernos de acuerdo:

 .Propiciar Frentes amplios y populares locales y provinciales.

.Entrar en contacto en cada localidad con las fuerzas políticas, sociales y sindicales.

.Emprender y/o proponer acciones locales y manifestaciones de desobediencia civil.

.Proponer la creación de una convergencia electoral conjunta y ciudadana.

.Saber que no estamos solos, es decir acompañar propuestas colectivas con generosidad.

.Defender el fin del régimen caduco y corrupto del 78 y acompañar un proceso constituyente.

.Otra Europa es imprescindible. Alianza con los pueblos del Sur de Europa.

.Moratoria, auditoria e impago de la deuda.

. Defensa de la soberanía del Estado Español frente a la injerencia de los poderes financieros y políticos conservadores europeos y de las potencias centrales. Independencia, pero con respeto a la capacidad de decidir de los pueblos del Estado.

.Recuperación de la PATRIA REPÚBLICANA FEDERAL.

.Defensa de la libertad sindical. Derogación de la reforma laboral.

.Cambio de paradigma económico del estado español, con sistema financiero público y una reindustrialización sostenible, basada en las nuevas energías limpias. Soberanía alimentaria.

.Potenciación de un polo socialista antineoliberal, de clase y enfrentado a los socioliberales monárquicos y pro-capitalistas. Socialistas por un frente amplio y de clase, que rescaten millones de votos de la abstención.

.Nuevas alianzas mundiales y fin de la sumisión a los imperios decadentes, egoístas y depredadores.

 

Vamos a trabajar por encontrarnos y también por implementar la AGE del estado español, con otras fuerzas sociales, políticas y sindicales.

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La Europa inservible

markelRafael Poch de La Vanguardia

«Su necesaria refundación no vendrá del “más Europa” que se pregona desde Bruselas y Berlín, sino de una rebelión popular cuyo marco solo puede ser nacional,»

 

Vamos a hablar del proyecto europeo, de porqué esta Unión Europea, tal como está diseñada, es inviable e inútil para afrontar los retos del siglo. Por “retos del siglo” entiendo el calentamiento global, el auge demográfico, el “pico” petrolero y los problemas globales de dominio de unos países sobre otros, de pobreza y de desigualdad, combinados con una mentalidad caduca que tiende a seguir “resolviendo” todas esas cuestiones con métodos militares en un mundo atiborrado de armas de destrucción masiva capaces de anular toda vida en el planeta. Esos retos claman una “nueva civilización” y una Europa como la que tenemos es un claro impedimento a ella.

Así que vamos a hablar primero de las razones que hacen inviable desde ese punto de vista a la actual Unión Europea, luego, de la respuesta ciudadana que habría que dar a esa realidad y acabaremos con una reflexión sobre la violencia y los riesgos que tal respuesta comporta para quienes la asumen. Pero antes de entrar en esa crítica, quisiera subrayar la importancia de que haya en Europa algún tipo de pacto y estrecho vínculo internacional.

El motivo es que, desde el punto de vista de la historia universal de la guerra y la paz, Europa es la parte más guerrera y violenta del mundo. En los últimos quinientos años la historia europea salta de una guerra a otra, especialmente en los dos siglos que van de 1615 al fin de las guerras napoleónicas en 1815. En ese periodo las naciones europeas estuvieron en guerra una media de sesenta o setenta años por siglo.

Luego hubo un poco más de paz hasta 1914, si olvidamos la guerra de Crimea o la franco-prusiana, pero en ese periodo Europa continuó culminando la exportación de guerra y genocidio hacia fuera de sus fronteras con el holocausto colonial- imperial que fue la conquista del mundo no europeo.

Además, en ese periodo de relativa paz interna Europa inventó la industrialización y con ella industrializó la guerra lo que la convirtió en algo mucho mas destructivo. Dos guerras mundiales de inusitada mortandad e incubadas en y por Europa, fueron el resultado.

La Unión Europea se creó, precisamente, para remediar la crónica pelea continental, que después de la Segunda Guerra Mundial ha dado lugar a 67 años de paz, una paz, sin embargo, tutelada por dos superpotencias en tensión nuclear, es decir una paz bajo vigilancia y presidida por un factor, el de la destrucción masiva, que representa el escalón superior de la estupidez humana.

Así que tengamos bien presente este dato sobre la Europa guerrera violenta y dominante a la hora de criticar el actual proyecto europeo.

I)   Todavía en 2003 Jürgen Habermas, el principal filósofo alemán vivo, pudo escribir un libro titulado “El occidente dividido” y ser tomado en serio. Su contexto era la desavenencia entre una parte de la Unión Europea, su matriz franco-alemana, y la administración Bush durante la segunda guerra de Irak. Y su fundamento era la exaltación de los “valores diferentes” –y por supuesto mejores– que Europa decía representar comparada con Estados Unidos.

En esa comparación, Europa era un continente de paz y de cultura, con apego a la nivelación social y al estado asistencial, regido por el derecho internacional y no por la ley del mas fuerte, es decir centrado en la diplomacia y no en la guerra, y tolerante y no fundamentalista en materia religiosa.

En países como China, esa desavenencia de 2003 estuvo en el centro de la discusión internacional de los dirigentes de Zhongnanhai, el Kremlin de Pekín. La posibilidad de que Occidente, aquel bloque que crucificó a China en el XIX, pudiera partirse en dos y se convirtiera en dos polos con intereses globales y recetas diferentes, es decir en algo más débilque lo anterior, era sumamente interesante por las mayores posibilidades y márgenes de acción que podía reportar en la multipolaridad a los países emergentes.

Ahora sabemos que aquella desavenencia, con su discurso narcisista y embellecedor de la Unión Europea sobre sí misma, es un fraude y que las esperanzas de una divergencia trasatlántica que tanto interesaron en China fueron un espejismo. La actual crisis nos ofrece una perspectiva mucho más real y un espejo mucho más fiel de la realidad europea.

Constatamos que esa Europa “autónoma y mejor” y preconizadora de “otros valores”, ha apoyado, colaborado y participado en casi todo lo que reprochaba a su pariente histórico de ultramar. Es decir Europa sigue siendo imperialista y sus debilitadas naciones se unen, precisamente, para poder seguir siéndolo. Veamos la lista:

-Durante veinte años se ha excluido a Rusia de cualquier esquema de seguridad continental. Es decir se ha impedido cerrar la relación de guerra fría con el extremo oriente de Europa, tal como quería el malogrado proyecto de Gorbachov. La ampliación al Este de la UE se hizo sobre un guión supervisado en Washington, según el cual el ingreso en la  OTAN era la antesala de la Unión Europea.

– En cuanto la URSS dejó de ser percibida como amenaza, Europa se lanzó a la guerra. Doce días después del ingreso de Polonia, Hungría y Chequia en la OTAN, comenzó la campaña de Kosovo para acabar con Serbia como estado regional anómalo para la nueva disciplina continental. El belicismo y la manipulación mediática adquirieron en Europa niveles que se creían exclusivos de Estados Unidos. Por primera vez desde Hitler, tropas alemanas participaron, en los Balcanes, en un conflicto, y nada menos que en nombre de la prevención de nuevos Auschwitz y “genocidios”.

-En Irak la divergencia franco-alemana con Bush no impidió una colaboración en toda regla a nivel de logística, servicios secretos, torturas y centros secretos de detención de la  “guerra contra el terror” que impide considerar como exclusivamente americanos asuntos como el de Guantánamo: los vuelos de la CIA atravesaron Europa desde Polonia hasta Rota, las cárceles secretas, las torturas y los secuestros implicaron complicidades de todo el mundo. Francia cedió su espacio aéreo para la campaña iraquí, los servicios secretos alemanes identificaron sobre el terreno en Bagdad los objetivos de los misiles del Pentágono y las bases alemanas fueron el principal nudo logístico de la guerra.

-En Palestina, la UE ha sido incapaz de trabajar para la creación de un Estado Palestino, sin duda la medida más eficaz contra el radicalismo islámico en todo el mundo y un imperativo moral incontestable. Por el contrario, ha ido incrementando unas relaciones privilegiadas con Israel y ha incrementado su complicidad con esa comedia que llaman “proceso de paz” en Oriente Medio, basada  en el apoyo al país ocupante y agresor.

– En Afganistán, la misma Europa que durante la guerra fría protestó y se negó a participar en Vietnam, se ha volcado con decenas de miles de soldados europeos metidos allá once años en esta guerra infame de treinta que no registra protestas. Aún más: los despliegues en el cuerno de África, la intervención militar en Libia y ahora en Mali, demuestran que el intervencionismo militar europeo no es una excepción puntual sino una tendencia consolidada.

-En Oriente Medio vivimos ahora las sanciones y amenazas contra Irán. Un intervencionismo creciente en la guerra civil de Siria que contribuye claramente a hacerla más sangrienta, que usa a fondo la habitual manipulación mediática y que da por completo la espalda a toda acción diplomática. El horizonte estratégico de este intervencionismo va más allá de Siria: complicar la vida a su aliado, Irán –objeto de sanciones por la sospecha de una ambición nuclear que, convertida en hecho conocido en el caso israelí se tolera sin problemas- y de paso complicar también el aprovisionamiento energético de China.

-Y todo esto está perfectamente interiorizado en el discurso europeo de la política exterior y de seguridad. En Alemania imponer el “acceso” (Zugriff) a los recursos energéticos globales es lo que da sentido a las misiones internacionales del Bundeswehr, afirma el discurso oficial. Hoy día no hay experto y analista de cualquier “centro de estudios estratégicos” delestáblishment, de Bruselas, Berlín o Londres, que no mencione el tema como algo rutinario, dando por supuesto que el militarismo es la respuesta a los retos del siglo. Lo llaman “nuevos desafíos” y la doctrina de la OTAN los quiere contrarrestar con acciones militares “preventivas” y “proactivas”, es decir agresiones, en todo el mundo.

Es decir, y concluyendo esta lista: en su relación con EE.UU, la Unión Europea desempeña en el mundo el papel que un primer ministro australiano definió para su país en Asia: el del “ayudante del Sheriff”.

Siendo imperialista y practicando un manifiesto vasallaje hacia Estados Unidos, la actual Europa no puede ser un polo de poder independiente y autónomo en el mundo multipolar y muchos menos un polo benévolo por otras razones.

En primer lugar, como ha apuntado Samir Amin, porque Europa no puede ser unos Estados Unidos de Europa. Por un lado carece de recursos naturales comparables a los de grandes países como Estados Unidos o Rusia.

Por el otro,  a causa de su manifiesta falta de unidad interna, porque en Europa están presentes las tensiones y conflictos de intereses centro-periferia propios del desarrollo desigual. Europa contiene  zonas y países que son Norte -Alemania y compañía- otros que son Sur -España, Italia, Portugal- y otros que son patio trasero y tercera categoría: la Europa oriental y balcánica con Grecia incluida. (1)

En segundo lugar Europa no puede ser ni siquiera una federación unitaria porque no existe un “pueblo europeo”. La identidad europea no existe ni se la espera. Haciendo un gran esfuerzo, españoles, italianos, griegos y franceses, pueden alcanzar cierta afinidad identitaria apelando a aspectos de su común tradición (ibérica, católica, la herencia latina-románica, o al mediterráneo).

A partir de ahí, y como dicen los chinos, “con la perspectiva de varias generaciones”, quizá pudieran embarcarse en algo juntos hasta el punto de borrar sus diferencias. Es una cuestión de imaginación. Pero imaginar eso mismo conjuntamente con los finlandeses, los alemanes, los húngaros o los británicos, es decir metiendo juntos a mediterráneos, vikingos y hunos, es superar los límites de la fantasía más atrevida.

Y en tercer lugar, la Unión Europea no puede funcionar como proyecto que valga la pena por el motivo que todos percibimos: porque su burocracia ha tenido la osadía de pretender que un billete de banco, asistido por un sistema sanguíneo-circulatorio compuesto por intereses empresariales multinacionales generalmente dominados por países del Norte europeo, podía ser el corazón de esa identidad de fantasía.

El resultado de esa osadía ha sido una especie de monstruo del Profesor Frankestein que ha acelerado la gran desposesión de soberanía que toda Europa siente hoy.

Si la democracia en las naciones europeas, en el sentido genuino de “poder del pueblo”, ya era caricatura -en unas naciones más que en otras-, ahora resulta que nuestros imperfectos parlamentos ni siquiera tienen soberanía para decidir sobre presupuestos, o que las sacrosantas constituciones deben reformarse en veinticuatro horas por dictámenes que vienen precocinados desde Bruselas o Berlín y que son decididos por instituciones, como el BCE o la Comisión, que ni siquiera son electas.

Casi todas las propuestas que no parten de la propia burocracia de Bruselas para dar un aspecto humano a este monstruo son alemanas: la canciller Merkel desde la Alemania institucional y otros con pretensiones democratizantes e incluso rebeldes proponen lo mismo:más Europa, más integración europea para superar estos defectos.

Habermas y otros quieren una Europa federal que resuelva internacionalmente esa devaluación de soberanía y democracia. Quieren convocar una “Asamblea constituyente europea” de hunos, vikingos y mediterráneos. El diputado verde Daniel Cohn-Bendit propone una Europa totalmente integrada compuesta por estados nacionales reducidos a la insignificancia.

Es la única manera, dice, de afrontar el pulso mundial con las potencias emergentes. De lo contrario, advierte, “la influencia de nuestra civilización de dos milenios corre el riesgo de esfumarse”. El ex ministro de exteriores, Joshka Fischer, propone dar poderes dictatoriales a la Unión Europea… Los únicos que insisten en “más Europa” como fórmula para salir del hoyo son los alemanes.

Hay que recordar que históricamente el discurso europeo de Alemania ha sido siempre entendido como el de una Europa germánica con los alemanes en el papel de dominante “Herrenvolk”. Una quimera hoy manifiestamente imposible.

Así que por todas estas razones (imperialismo, falta de autonomía y recursos, desigualdad interna, ausencia de un pueblo europeo y de identidad común, y por ser un androide empresarial) esta Europa es, a la vez, imposible e inservible para los retos del siglo.

Una vez constatado esto, y recordando aquello que hace importante y necesario un proyecto europeo común (impedir la pelea secular de sus miembros), no hay más remedio que plantearse la pregunta del qué hacer.

II) De lo que se trata es de realizar una refundación ciudadana del proyecto europeo.

De puertas afuera, esa refundación debe impedir la pelea europea. El proyecto europeo no debe tener más ambición mundial que una negación: la de no contribuir al imperio. Si el proyecto europeo ha de ser imperialista, no lo queremos.

De puertas adentro el marco de esta refundación no debe ser “más Europa”,  sino más soberanía popular-nacional.

Hay que dejar bien claro que el de la refundación ciudadana no es el único escenario de la actual crisis. De lo que aquí se habla es de lo que “habría que…”, no de algo que vaya a ocurrir inexorablemente.

Presentimos que en Europa se está incubando una revuelta social mucho más importante de lo que hemos visto hasta ahora, pero nos encontramos en plena divisoria y tenemos datos que pesan tanto en la balanza de lo positivo y emancipatorio como de lo negativo y regresivo.

Por un lado tenemos el avance, en toda Europa, del chovinismo, la xenofobia y el desprecio por el débil y el emigrante, la ridiculización de la solidaridad y el afán de justicia (resumido en ese miserable concepto neocon que es el buenismo). Una perspectiva de la Europa parda de 1930, podríamos decir.

Por el otro lado tenemos el progreso de la protesta social y solidaria: Cuarenta  sindicatos en 23 países participaron el 14 de noviembre en una “Jornada de acción y solidaridad” sin precedentes en Europa. Cotejado con el tamaño y la virulencia de la enorme involución socio-laboral que sufre el continente aquello fue poco y desigual, muy poco. Pero eso ya no es Europa 1930, sino una perspectiva 1848.

La “primavera de los pueblos” de 1848 tambaleó el orden de la restauración absolutista del Congreso de Viena. Un orden absolutista en quiebra es aquel en el que una pequeña casta que acapara el grueso del poder la riqueza y los privilegios adopta decisiones que son vistas como injustas y erradas por la gran mayoría.

No se trata del popular 1% contra el 99%, pero sí de algo muy polarizado como sugiere la creciente concentración desigual de la riqueza en Europa. Eso es lo que tenemos ahora.

¿Qué quiere decir una refundación ciudadana? Quiere decir una reconquista de la esfera económica y financiera que la política ha ido cediendo al capital en las últimas décadas. La UE ha sido diseñada como una autopista de la mundialización neoliberal. Pues bien, ahora se trata de combatirla con una desmundialización ciudadana que devuelva todo eso arrebatado a la política en los últimos treinta años, como dice Bernard Cassen.

Evidentemente todo esto plantea la pregunta del cómo.

Para eso es necesario crear un Frente Popular. Una gran unión, una gran alianza y un gran encuentro entre el mundo sindical, los subproletarios emigrantes y parados, la generación sin futuro y deshauciada, la gente mayor estafada tras una vida de trabajo, los sectores religiosos e intelectuales para los que la actual involución es intolerable desde el punto de vista de los principios éticos y morales.

Es fundamental la creación de nuevas fuerzas políticas y de programas. Hacen falta líderes, personas de todos estos ámbitos que representen y sean portavoces de esta refundación – de momento por ejemplo en Catalunya no tenemos líderes obreros ni sindicales dignos de tal nombre, pero curiosamente ha aparecido una de esas personas en el ámbito más inesperado: una hermana benedictina….

Esta refundación solo puede ser (en Europa y en el mundo) internacional e internacionalista, pero, a menos que queramos disolvernos en un sueño idealista de hermandad universal, su marco solo puede ser nacional.

Esa reconquista no puede hacerse en Bruselas, con su burocracia mucho más dominada por el lobbysmo empresarial que la de los estados nacionales, ni en el irrelevante Parlamento Europeo.

El ágora, el punto de encuentro y la articulación de ese Frente Popular debe lograrse desde los respectivos marcos nacionales: entre comunidades de gente cercana unida por su marco geográfico y socio-laboral, su lengua su cultura y su común identidad integradora.

La experiencia de los foros mundiales, tan interesante pero al mismo tiempo tan etérea e indeterminada, da mucho que pensar. Como ha dicho hace poco Oskar Lafontaine, “La Europa democrática empieza en casa”. Este marco nacional no es sustituto ni alternativa a lo internacional, sino mas bien su condición primera. (2)

Para acabar, una reflexión sobre la violencia.

III)   La Europa de hoy no es la del XIX, cuando cualquier avance social pagaba el precio de enormes cantidades de sangre y de violencia. En este continente mucho más rico, mucho más culto y demográficamente mucho más envejecido que el del siglo XIX, quien más quien menos tiene algo que perder. Eso sugiere que la no violencia popular tiene un nuevo sentido y grandes espacios a su favor.

Al mismo tiempo, la rebelión civíl y pacifica, el movimiento social transformador, no es ninguna broma postmoderna y on-line. Exige lo de siempre: compromiso, voluntad, organización y sacrificio. Y recoge represión y reacción. Es decir: hay que ser consciente de lo que significa decir no a una oligarquía absolutista.

La experiencia histórica más reciente nos avisa del enorme potencial de violencia y provocación que tiene el estáblishment. Los dos principales líderes antibelicistas del 1968 en Estados Unidos, Martin Luther King y Robert Kennedy, fueron asesinados. También lo fue el líder estudiantil más notable del 68 alemán, Rudi Dutschke, muerto de las secuelas de un atentado.

Hay que recordar también que la dictadura no es imposible ni una lejana reliquia histórica. Hace menos de cuarenta años la Europa del Sur, desde Portugal a Grecia pasando por España, estaba gobernada por dictaduras. Hace poco más de veinte toda la Europa del Este estaba gobernada por dictaduras comunistoides. Es decir: la mayor parte de Europa eran dictaduras hasta hace muy poco.

Y hay que volver a leer todo lo que expone el Profesor suizo Daniele Ganser en su libro de 2005 sobre Gladio, la cada vez más documentada evidencia de la manipulación directa del terrorismo de los años setenta y ochenta por grupos vinculados a la OTAN -los peores atentados en Italia, Bélgica y Alemania lo fueron.

Volver a escuchar la opinión de algunos antiguos miembros de grupos alemanes violentos que hoy confiesan que seguramente su labor estuvo policialmente manipulada desde el principio. Analizar lo que sabemos de las protestas antiglobalización de julio de 2001 en Génova.  Lo que está ocurriendo ante nuestros ojos con los apoyos policiales y empresariales a la extrema derecha griega, o lo que se ha visto en España con los indignados… (3)

Hay que tener claro que cualquier presión hacia esa necesaria desmundialización ciudadana chocará, está chocando ya, con las habituales reacciones, tramas negras, represiones, manipulaciones mediáticas y juegos sucios. Repito: hay que ser consciente de lo que significa decir no a una oligarquía.

(*) Este texto sigue las notas de una conferencia pronunciada el 30 de noviembre en el Centre d´estudis Cristianisme i Justicia de Barcelona.

Notas

(1) Para la exposición de Samir Amin en castellano consultar Europa vista desde el exterior (en www.mientrastanto.org)

(2) El concepto desmundialización lo emplea Bernard Cassen. En L´heure de la démondialisation est venue,  Mémoire des Luttes  agosto 2011.

(3) El libro de Daniele Ganser,  La Operación Gladio y el terrorismo  en Europa Occidental,2005. Sobre el brutal aplastamiento de la protesta contra la cumbre de julio de 2001 en Génova ver El atropello de Génova en este Diario de Berlín.

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¿Que está haciendo la izquierda mientras la derecha prepara el cambio cosmético del régimen?

mediocridadEmilio Pizocaro, Periodista

 

«Está claro que la actual dirigencia de la izquierda no da la talla para la emergencia. Una vez más los de abajo tenemos el problema del poder puesto sobre la mesa. Esta vez no podremos eludirlo con falsas transiciones manejadas desde arriba».

Tal como hemos denunciado, desde hace meses, la más gran maniobra política desde la transición esta en pleno desarrollo y hoy acelera sus propios tiempos. Basta con rastrear las opiniones de los medios comunicación, de la derecha española, para apreciar como ya está en pleno despliegue la estrategia para salvar el régimen y el sistema.

La última indicación nos la brinda el conocido periodista Jesús Cacho , hablando como vocero del lobby de las grandes compañías del Ibex. En su periódico digital Vox Populi , acaba de escribir ; “la alianza entre la clase política y la elite financiera ha funcionado a la perfección en España, bajo los auspicios de la Corona, desde la muerte de Franco, pero la continuidad de ese statu quo se antoja imposible tras los síntomas de agotamiento del modelo y, sobre todo, tras los traumas sociales provocados por la crisis”.

El periodista interpreta acertadamente lo que no dijo explícitamente, o dijo con la boca chica, el capo de Telefónica , Mister Cesar Alierta . El  Lobby del Ibex en su tercer informe de coyuntura llega a la conclusión que “tras los síntomas de agotamiento del modelo” ha llegado la hora del cambio del actual modelo representado por el llamado Juan-Carlismo.

O que es lo mismo, los poderes “realmente existentes” han dado por amortizado al Rey y los dos grandes partidos del sistema (PP y PSOE) . Lo dice explícitamente Jesús Cacho ; Ni los políticos van a poder seguir en la poltrona, ni los empresarios van a poder seguir haciendo empresa…seguir viviendo con el actual grado de insoportable corrupción sin abordar el saneamiento integral del sistema sería tan peligroso como jugar con fuego…”

Hay que reconocer que el diagnostico del “think thank” del poder es acertado. En realidad los políticos del régimen ya no merecen la confianza de los grandes de la banca y las finanzas. La movida estratégica tiene nombre; Príncipe Felipe y renovación total de los viejos cuadros de la transición. Como ya hemos avisado la maniobra política es de calado , pasa por cambios cosméticos pero importantes como la “monarquía federal”.

Extrañamente la Sexta se acaba de prestar a la maniobra el sábado pasado llevando, sin motivo aparente, a su plató de televisión a otro pájaro de cuentas ; el monárquico Luis María Anson. ¿Objetivo? Preparar al personal para el recambio de las elites del poder con un discurso lleno de subentendidos. El nunca bien ponderado Anson  se hace entrevistar para hacer un reconocimiento público por los servicios prestados por el Rey y las cúpulas partidarias del PP y PSOE . Eso sí pero, las trata ya, como jubilados. Fue a decir con elegancia ;“les llego la hora del retiro”.

¿Y que pasa a la izquierda del panorama?

En los próximos días veremos como la derecha financiera y mediática pasan aún más a la ofensiva. Los tiempos urgen para el poder y la profunda crisis del euro los tiene sin dormir tranquilos.

Mientras las elites complotan en palacio el magma de la rebelión aumenta de manera persistente pero lamentablemente lo hace sin dirección, sin pensamiento estratégico y sin una alternativa verosímil.

Desde ya, el caso de los Eres de Andalucía advierten a la militancia de la  izquierda que sus cúpulas institucionalizadas (IU) y los dos grandes sindicatos mayoritarios no están al margen de la corrupción generalizada del régimen.

Es tan cierto que habrá que prestar mucha atención a denuncias de Tafalla y Miras dos intelectuales Comunistas:

En el caso de IU y de CCOO, el dinero de la corrupción ha servido para ganar congresos, mediante el expediente de pagar cuotas de militantes ficticios –“almas muertas” como las de Gogol-  que permitían arreglar mayorías en los congresos etc., y ganar siempre, a la clase política. Como ejemplos paradigmáticos de estos comportamientos, en el marco  de la izquierda de la que procedemos (IU y CCOO) podemos citar los nombres de José Antonio Moral Santín y de sus colegas de la federación madrileña de IU, de José María Fidalgo o de María Jesús Paredes. La lista sería bastante más larga”.

Desde la “era Llamazares” la dirigencia de la izquierda institucional ha jugado a una subalternidad frente al PSOE que ya se torna insoportable. que hoy empieza a traerle serias complicaciones.  De aquel rebélate de la última campaña electoral de IU no queda nada , solo un mal co-gobierno en Andalucía con los social-liberales que han usufructuado del poder por más de 30 años.

Antes este escenario habrá que hacer una “enmienda a la totalidad “ a las actuales políticas de la izquierda institucional. Hoy más que nunca se hace necesaria ponerse a trabajar en serio para desencadenar una revolución democrática en todas las estructuras del poder. Tal como lo expresa el filósofo Juan Ramón Capella; No sólo hay que jubilar o poner a la sombra al personal político incapaz que ha venido gobernando el sistema: hay que abrir paso a gentes nuevas no infectadas por la corrupción. Hay que ingeniar un sistema político que quede en manos del pueblo. Que éste pueda controlar y que cuente con mecanismos sólidos de exigencia de responsabilidades”.

Querámoslo o no viviremos momentos convulsos, llenos de “novedades” políticas. Ahora, sí las cosas siguen tal como están, una vez más el pueblo verá como sus anhelos de cambio son traicionados por las maniobras de las élites y los pusilánimes de todos los signos que nunca faltan.

Está claro que la actual dirigencia de la izquierda no da la talla para la emergencia. Una vez más los de abajo tenemos el problema del poder puesto sobre la mesa. Esta vez no podremos eludirlo con falsas transiciones manejadas desde arriba.

La auto-organización social deberá pasar a una nueva etapa que nos permita bosquejar políticamente una verdadera rebelión popular para que los pueblos de España sean los verdaderos protagonistas de un poder constituyente originado en la base social.

Si no llegar a ocurrir así, los costes humanos para la gran mayoría de la población se tornarán en insoportables y la historia demandará la responsabilidad a una izquierda que en la práctica ha servido para dar legitimidad a un régimen en plena decadencia.

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Andalucía a la deriva ¿Que queda del rebélate de IU?

SEDANO-150x150Marcos González Sedano

De aquella llamada Andalucía imparable y de aquel rebélate, solo queda el llanto y la excusa del imperativo legal que es un arma arrojadiza contra el PP a la espera del asalto electoral a la Moncloa.  En el maridaje  PSOE/ IU, se le deja a esta última el papel de “sidol” que quita las manchas amarillas del sumidero de más de treinta años de gobierno social-liberal en nuestra tierra

Sin lugar a dudas, el estado español entregado en cuerpo y alma a los mercaderes y en particular al bloque dominante alemán, se deja llevar como barco que una vez rotas las amarras se dirige a los escollos. En su deriva la flotilla de goletas que le acompañaban van siendo engullidas por el temporal. Sólo las más fuertes, las que se pusieron a resguardo del buque insignia van sobreviviendo. Entre ellas se encuentra Andalucía, cuyo peso específico es tan importante que dejarla zozobrar pondría al propio estado, ya sin rumbo previsible, en una situación de alarma general.

Los miembros del gobierno andaluz, la mayoría dirigentes históricos  de los partidos que dieron paso al nuevo régimen español, concretado en la constitución hoy caduca de 1978, no se  salen del guión dictado desde Madrid, Brúselas, el Fondo Monetario Internacional  o el Banco Mundial.

De aquella llamada Andalucía imparable y de aquel rebélate, solo queda el llanto y la excusa del imperativo legal que es un arma arrojadiza contra el PP a la espera del asalto electoral a la Moncloa.  En el maridaje  PSOE/ IU, se le deja a esta última el papel de “sidol” que quita las manchas amarillas del sumidero de más de treinta años de gobierno social-liberal en nuestra tierra. Y así, sin estrategia económica, política, cultural o social que no sea otra que la de esperar a que amaine el temporal, Andalucía está condenada a ser un pecio más, donde los piratas de dentro y de fuera de España seguirán robándonos todo lo que puedan y un poco más.

Ante esta situación es imprescindible que la sociedad andaluza, no metida en la nómina de la Junta, se planteé una alternativa que vaya más allá de lo meramente electoral y se ponga manos a la obra en la construcción de otra Andalucía. Lejos de los que por la mañana firman leyes andaluzas que dejan en la calle a miles de trabajadores, y por la tarde se ponen detrás de las pancartas contra los despidos. Que cada palo aguante su vela y, sin ningún temor a equivocarme, decir que la única batalla que se pierde de antemano es aquella que no se da.

 

 

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