Por Alex Callinicos, Profesor de Teoría Social en el King’s College de Londres
Sin duda, la crisis económica y política ha acelerado un proceso general de radicalización política, visible, por ejemplo, en el impacto de Occupy Wall Street durante el invierno de 2011-2012. Pero estos acontecimientos no han dejado atrás la cuestión de cómo la izquierda radical organizada ha respondido a la crisis.
Pocas veces ha sido más relevante la famosa cita de Marx: «La gente crea su propia historia, pero no lo hace como quisiera; no bajo una circunstancias elegidas por ella misma, sino bajo unas circunstancias que existían previamente, heredadas del pasado.
La tradición de todas las generaciones muertas pesa como una losa sobre los cerebros de las vivas»1. En otras palabras, la izquierda revolucionaria y radical ha entrado en la crisis marcada por su pasado, un pasado de derrota y decadencia sólo parcialmente aliviada por el resurgir desde finales de los ’90. Por supuesto, este pasado no determina el futuro. Tal como explica Panos Garganas en una entrevista reciente, Grecia, que está sufriendo la mayor severidad de la crisis, ha visto una radicalización de la lucha contra la austeridad y un reforzamiento de las fuerzas a la izquierda del social-liberal Pasok, incluyendo la coalición anticapitalista Antarsya.
En Gran Bretaña, el Socialist Workers Party (SWP) ha sido capaz de liberarse del hundimiento de Respect y de jugar un papel importante en la construcción del movimiento de huelgas contra la coalición conservadora-liberal gobernante. Los Socialistas Revolucionarios de Egipto, a pesar de su mediano tamaño, están teniendo un impacto muy remarcable en la revolución egipcia.
Pero estaríamos burlándonos de nosotros mismos si pensáramos que la imagen es uniformemente positiva. Lo más serio es la gravísima crisis que sufre el Nouveau Parti Anticapitaliste (NPA)en Francia. No es casualidad que esto esté ocurriendo cuando Francia tiene sus elecciones presidenciales. Los comicios de 2002 y 2007 estuvieron marcados por excelentes campañas donde Olivier Besancenot lideraba la Ligue Communiste Révolutionnaire (LCR). Fue en la resaca de la campaña de 2007 cuando se formó el NPA, a comienzos de 2009. La LCR, organización cuyo núcleo histórico jugó un papel decisivo en el Mayo del 68, se disolvió dentro del NPA, que inicialmente atrajo a unos 10.000 miembros; más o menos el triple de lo que era la LCR. Con el popular y carismático Besancenot como su portavoz, el NPA parecía preparado para convertirse en la fuerza dominante a la izquierda del Partido Socialista y el Partido Comunista (PS y PCF, respectivamente).
La situación hoy no podría ser más distinta. Externamente, el NPA ha quedado marginado por el Front de Gauche (Frente de Izquierdas), una coalición entre el PCF y el Parti de Gauche, una escisión del PS liderada por Jean-Luc Mélenchon. El candidato presidencial del NPA, Philippe Poutou, ha asegurado suficientes apoyos para estar en las papeletas, pero la campaña de Mélenchon está arrastrando a una gran parte de la izquierda del PS. Internamente, el NPA está paralizado por su faccionalismo. Aunque depende de cómo gestione el NPA la ronda de elecciones (tanto en la primera como en la segunda vuelta), es bastante probable que finalmente una minoría considerable rompa con la organización para unirse al Front de Gauche (un pequeño grupo ya tomó este camino tras el congreso del NPA en febrero de 2011). En cualquier caso, ya ha habido una hemorragia de miembros que han dejado el partido.
Es difícil exagerar el revés que representa la crisis del NPA para la izquierda revolucionaria internacional. La LCR llevó consigo al NPA la orgullosa herencia de 1968, representada por figuras como Alain Krivine o Daniel Bensaïd. En virtud de todo esto, y siendo la sección clave de la Cuarta Internacional, la LCR tenía una influencia bastante más allá de Francia, incluso más allá de Europa. Además, el éxito inicial del NPA levantó enormes esperanzas sobre el reforzamiento de la izquierda revolucionaria. En el SWP compartimos estas esperanzas. En el apéndice de un muy amistoso debate con François Sabado, uno de los arquitectos del NPA, escribí: «Su éxito será el nuestro también»2. Igualmente, su caída nos golpearía del mismo modo.
Pero siempre es necesario entender qué ha fallado. Uno de los principales problemas que las organizaciones revolucionarias como la LCR y el SWP enfrentan es cómo escapar del «guetto» de la extrema izquierda y rodearse de una mayor audiencia que, inevitablemente, tiene tendencia a ser influenciada por políticas reformistas. Hemos tenido nuestras propias dificultades con esto3. Durante un corto pero intenso periodo parecía que el NPA había tenido éxito en rodearse de este círculo, ya que ha sido un partido mucho más amplio que la LCR pero aun basado esencialmente en un programa revolucionario.
Es evidente ahora que el NPA ha fallado en escapar de esa «fuerza de gravedad» política. Cuanto más crecía su crisis interna, más se ha reducido el partido a, en efecto, la LCR, pero con facciones de ultraizquierda sectaria haciendo que el funcionamiento interno se haya truncado como nunca antes. La raíz de este fracaso tiene varias causas, pero es posible identificar tres debilidades que se arrastraban desde la LCR al NPA. La primera es una tendencia a disminuir el potencial del espacio político entre la LCR/NPA y el PS. Esto era ya evidente antes de la formación del NPA, durante los fallidos intentos de crear un «frente antineoliberal» con un candidato único para las presidenciales de 2007, basándose en la exitosa campaña de 2005 contra la Constitución Europea, y más recientemente, en la reticencia del NPA a unirse con el Front de Gauche.
Esta actitud no estaba motivada tanto por un triunfalismo sectario (a pesar de que haya tenido su peso gracias al éxito de Besancenot en 2002 y 2007) como por el miedo a enredarse con el PS. Los y las estrategas más importantes NPA estaban muy influenciadas por la experiencia de los gobiernos de centro-izquierda en Brasil e Italia la pasada década. Concretamente, la LCR se vio forzada a romper con su sección brasileña, Democracia Socialista, por su participación en el gobierno social-liberal de Lula. Este golpe, comprensiblemente, hizo que las camaradas de la LCR fueran muy reticentes a alinearse con fuerzas políticas que se definen opuestas al neoliberalismo pero mantienen conexiones con los grandes partidos socialdemócratas. En el caso del Front de Gauche, el PCF tiene una historia de coaliciones con el PS tanto a nivel local como nacional (en el caso más reciente, con el desastroso gobierno de «izquierda plural» de Lionel Jospin entre 1997 y 2002). Haber llegado a un acuerdo con el Front de Gauche, se argumentaba, habría atado el NPA al PS.
Este temor no es infundado: si el candidato del PS, François Hollande, gana las elecciones presidenciales, el PCF estaría seriamente tentado en participar en cualquier gobierno que él nombre. Pero el problema con esta precaución que el NPA ha mostrado en sus relaciones con el resto de la izquierda es que no hace frente a la cuestión de cómo debe tener lugar el reagrupamiento de la izquierda. La continuidad de la dominancia del reformismo en el movimiento obrero (y por extensión en otras bases de resistencia al neoliberalismo) significa que cualquier desafío real a los partidos social-liberales requiere una división en sus bases, y, donde sea posible, de sus organizaciones. Pero romper con la cúpula socialdemócrata no significa abandonar ideológicamente el reformismo. Esto significa que las revolucionarias deben encontrar la forma de trabajar con gente que es, en efecto, socialdemócrata, y que pueden estar abiertos a alianzas con los social-liberales. Por poner el ejemplo más importante, el proyecto de Oskar Lafontaine para Die Linke es reconstruir la izquierda de la socialdemocracia en Alemania, y entonces formar una coalición con los social liberales del SPD en términos de izquierdas.
Aliarse con fuerzas así claramente implica enormes riesgos. Pero los mismos implica ignorarlas. Más aun, la izquierda revolucionaria puede explotar las tensiones dentro de las fuerzas reformistas a la izquierda de las cúpulas del social-liberalismo. En el caso de Francia, el PCF podría ver bien formar una coalición con el PS, pero no es obvio que Mélenchon, que tiene su propia versión del proyecto de Lafontaine, lo haría. Una izquierda revolucionaria que vea su proyecto como una refundación activa de la izquierda podría explotar este tipo de fracturas. Así las cosas, el rechazo del NPA a colaborar con el Front de Gauche, más allá de una llamada de Besancenot a una candidatura anticapitalista unitaria que no fue apoyada por el partido, ha permitido a Melénchon y el PCF tomar las riendas y presentarse como los exponentes de la unidad de la izquierda; algo que, como recordamos del apogeo de Respect a mitad de la década, es enormemente atractivo.
También aprendimos de la experiencia en Gran Bretaña (a ambos lados de la frontera) que el terreno electoral es particularmente difícil para las revolucionarias (sin contar con que el sistema está diseñado contra los partidos pequeños y «extremistas»). Así que posiblemente la caída electoral del NPA habría ocurrido de cualquier manera, pero ha sido exacerbada por una segunda debilidad heredada de la LCR: el hecho de que el partido es visible como una fuerza colectiva sólo en periodo electoral. La LCR fue capaz de sobrevivir a la caída general de la izquierda radical en los 80 y 90, en parte, gracias a las excepcionales cualidades de sus militantes, quienes estaban profundamente arraigados en muchos sindicatos, lugares de trabajo y movimientos sociales. La aparición del NPA conllevó muchas más redes de activistas.
La fuerza de estos activistas de base podría haber permitido al NPA liderar las iniciativas de frentes unitarios, junto al Front du Gauche y el PS, sobre luchas sociales y antirracistas, un terreno mucho más favorable para debatir con reformistas que en las elecciones. También habría ayudado a evitar la inactividad del partido entre periodos electorales a través de la construcción de movimientos reales. Así es esencialmente como el SWP escapó del agujero que supuso el colapso de Respect en 2007-2008. Aunque en Francia aun no se han visto luchas contra las medidas de austeridad a la escala de otros países, sí hubo la gran explosión de huelgas contra la reforma de las pensiones en el otoño de 2010, y el repunte electoral del Front National de Marine Le Pen podría ser también un foco importante para una campaña antifascista.
El problema es que la vida política del NPA está centrada en las elecciones. Esto viene de mucho antes de la formación del NPA. Recuerdo a un activista de la LCR involucrado en el movimiento álter-globalización quejándose sobre la falta de interés de sus líderes en el movimiento, pese a que Francia era uno de los principales focos. «Sólo se preocupan de las elecciones», me decía. El problema no es tanto una caída en el electoralismo sino un retroceso en la concepción leninista de un partido intervencionista. La LCR fue muy intervencionista tras su formación (como la Ligue Communiste) en 1968: fue de hecho ilegalizada por su papel en un ataque a un mitin fascista en 1973. Pero en respuesta a la crisis de la izquierda revolucionaria a finales de los ’70, la LCR derivó en una postura bastante más pasiva respecto a las luchas.
Esta postura (una reacción exagerada a los errores sustitucionistas en los que la Ligue cayó varias veces a finales de los ’60 y principios de los ’70) estaba justificada por la idea de que las organizaciones políticas debían respetar la «autonomía de los movimientos sociales», como si los sindicatos y organizaciones sociales estuvieran libres de contradicciones ideológicas y tendencias políticas. Algunas activistas individuales de la LCR, y después del NPA, pudieron jugar un rol muy importante en las huelgas, sindicatos y coaliciones antiglobalización como ATTAC. Pero la organización política raramente llevaba a estas activistas a seguir una línea conjunta en un determinado momento, y menos para apoyar con toda la organización sus intervenciones. Esto tuvo dos consecuencias negativas: primero, limitó la habilidad de la LCR/NPA para intervenir en diferentes luchas y movimientos; segundo, significa que, en la práctica, las elecciones (que hay en gran número en Francia: municipales, regionales, presidenciales, parlamentarias y europeas) se convierten en el centro de la existencia de la organización.
Entonces, esto ayudó también a crear una división permanente entre una «mayoría» que estaba de acuerdo al menos en apoyar la actitud de enfrentamiento con el resto de la izquierda radical, y una minoría que tendía a reducir el papel de la LCR/NPA al reagrupamiento de la izquierda radical y reformista (incluyendo en algunos casos el PCF y el PS). Esto llevó a una ruptura durante la formación del NPA, cuando Christian Picquet, tradicional portavoz del ala derecha de la LCR, lideró una ruptura, Gauche Unitaire, que acabó integrada en el Front de Gauche. Los éxitos posteriores de éste último han atraído constantemente a miembros del NPA, que ha llevado a escisiones como la mencionada o a un grupo mayor que posiblemente termine saliendo también, y que de hecho funciona abiertamente como una facción, Gauche Anticapitaliste (GA).
Esta situación se ha visto agravada por una tercera carencia arrastrada al NPA desde la LCR: el régimen interno de faccionalismo institucionalizado. Hay, por supuesto, diferencias desde hace mucho tiempo sobre cuál es la mejor manera de organizar el centralismo democrático. El SWP, durante más de 40 años, ha insistido en que se debe permitir que las diferencias políticas cristalicen en facciones organizadas solamente durante el periodo de debate interno previo a un congreso. La LCR y sus secciones hermanas de la Cuarta Internacional, por el contrario, han mantenido el derecho a organizar facciones permanentes. En la Ligue esto ha significado que las discusiones internas han girado durante un largo periodo de tiempo en torno a las diferencias entre la «mayoría» de la que hablaba antes y el grupo alrededor de Picquet.
Antes de la creación del NPA, esta relativamente simple polarización comenzó a dividirse, en parte porque quienes apoyaban a la vieja «mayoría» quedaron defraudados por lo que pensaban que era una actitud demasiado rígida con quienes apoyaban una candidatura «antiliberal» en las elecciones presidenciales de 2007. Este proceso de disgregación continuó en el NPA, tanto por parte de una creciente minoría que apuntaba al Front de Gauche como por la paralización interna que reforzó las facciones más sectarias y ultraizquierdistas. Así, en el último congreso del NPA, en febrero de 2011, había cuatro plataformas: la ex-mayoría, la parte que ahora ha formado GA, y dos grupos sectarios.
Fui invitado a este congreso. La cultura política es diferente en toda izquierda revolucionaria, pero aun así fue una experiencia extraña. El poder de las distintas facciones significa que los debates internos son vistos siempre a través de esos prismas. En muchos sentidos, la fase más importante de todo el proceso son las votaciones locales para las plataformas, antes del congreso. Esto es determinante en el balance de fuerzas. Muchos camaradas de la Cuarta Internacional critican a veces al régimen interno del SWP por ser demasiado homogéneo y estar dominado por el comité central, pero, sobre todo en los últimos años, ha habido habitualmente muy poca certeza sobre el resultado de las votaciones en las conferencias del SWP. Un discurso potente puede influenciar muchos votos. Por el contrario, los debates en los congresos del NPA y la LCR tienen, de alguna manera, una calidad ritual, con el resultado conocido de antemano. En el congreso de 2011, el Conseil National Politique, el comité central del NPA, fue seleccionado por representantes de las diferentes plataformas leyendo las listas de sus seguidores para ocupar las plazas asignadas gracias a su proporción de votos de miembros.
En el mejor de los casos, este tipo de configuración coarta los debates reales, donde las perspectivas pueden cambiar gracias a las argumentaciones. Pero no ha sido en el mejor de los casos para el NPA. Sin ninguna facción mayoritaria, el campo está libre para maniobras y tratos. No ha habido una mayoría coherente con la cuestión más importante de las elecciones de 2012, así que las ofertas han sido entre la antigua mayoría y las facciones sectarias para permitir que Poutou se convirtiera en el candidato del NPA (Besancenot se negó a presentarse por tercera vez). Además de toda esta parálisis, está todo el tema de los argumentos endémicos sobre qué postura tomar hacia la sustancial minoría musulmana francesa. Lo cierto es que una parte importante del NPA ha tomado una postura reaccionaria islamófoba en cuestiones como el velo. Estos activistas se encuentran en las facciones mayoritarias, lo que hace las diferencias incluso más difíciles de resolver. El congreso de 2011 estuvo paralizado por la incapacidad de tomar una decisión sobre las condiciones en las que el NPA apoyaría a candidatas que vistieran con velo.
Esta deriva ha provocado un proceso de desintegración. La vieja «mayoría», que mantenía el apoyo de lo mejor de las activistas de la LCR, en realidad ha colapsado. Muchos de sus miembros más destacados se han unido a GA, con la mirada puesta en una escisión. El vacío que ha quedado en el centro del NPA ha dado a los ultraizquierdistas más poder, lo que a su vez hace que unirse al Front de Gauche sea una opción más atractiva. Pero abandonar el NPA no es ninguna panacea. El Front de Gauche está dominado por el PCF, un partido decrépito y completamente oportunista, y Mélenchon, un socialdemócrata del tipo republicano tradicional, fuertemente nacionalista, con posiciones islamófobas sobre el velo, y que apoya la intervención militar en Libia. Difícilmente va a ser un terreno confortable para las y los revolucionarios.
Este triste cuadro no debería agradar a ninguna organización de la izquierda fuera del NPA y la Cuarta Internacional. En el SWP hemos tenido nuestras propias crisis internas durante los cinco últimos años; una de ellas nos forzó a reevaluar y reconstruir parcialmente nuestros procedimientos democráticos. Así que no estamos en posiciones de establecer un juicio retrospectivo sobre nadie. Los puntos críticos que se han establecido aquí son temas con los que hemos tratado muchas veces en amistosos diálogos con nuestras camaradas de la LCR y ahora el NPA. En este texto he mantenido siempre un espíritu constructivo, para facilitar el tipo de debate que pueda prevenir futuras crisis del tipo la que sufre el NPA.
Es muy importante también entender que la crisis del NPA es simplemente una versión específica de un patrón más general. Espoleada por el auge del movimiento anticapitalista tras Seattle y Génova, la izquierda radical europea tuvo un gran avance a principios de la década. Hoy, aunque con excepciones (sobre todo en Dinamarca y Grecia), el cuadro es más bien de estancamiento o retroceso. A veces por factores locales (por ejemplo, el crecimiento de Los Verdes en Alemania sobre Die Linke gracias a la crisis de la energía nuclear desatada por el accidente de Fukushima). Pero un problema recurrente es cómo las revolucionarias, que normalmente se encuentran en el núcleo de los partidos de izquierda radical, pueden romper con su pasado de pequeño grupo opositor sin capitular ante el reformismo y el oportunismo. El NPA, como el resto de nosotros y nosotras, ha estado luchando contra este problema4.
Como se ha dicho, el colapso del NPA sería un desastre para la izquierda revolucionaria a nivel internacional. Debemos esperar que aun pueda evitarse. El NPA sigue teniendo recursos considerables en sus cúpulas (en las ejemplares activistas de las principales corrientes, en la gran tradición de lo mejor de la LCR, y en la posición de Besancenot como un líder único en la política anticapitalista en Francia). A todo esto debemos añadir la enorme fuerza del movimiento obrero francés, uno de los más combativos de Europa. Es en interés de todas las que luchamos contra el capitalismo en todo el mundo que estas fuerzas ayuden al NPA a evitar lo peor.
Notas
1: Marx, 1979.
2: Callinicos, 2009, p184. Para otras contribuciones a este debate, ver Callinicos, 2008, Garganas, 2009, Godard, 2009, and Sabado, 2009.
3: Harman, 2008.
4: Para un análisis más extenso de la evolución de la izquierda radical, ver Callinicos, 2008.
2: Callinicos, 2009, p184. Para otras contribuciones a este debate, ver Callinicos, 2008, Garganas, 2009, Godard, 2009, and Sabado, 2009.
3: Harman, 2008.
4: Para un análisis más extenso de la evolución de la izquierda radical, ver Callinicos, 2008.
Referencias
Callinicos, Alex, 2008, Where is the Radical Left Going?, International Socialism 120 (autumn).
Callinicos, Alex, 2009, Revolutionary Paths: A Reply to Panos Garganas and François Sabado, International Socialism 122 (spring)
Garganas, Panos, 2009, The Radical Left: A Richer Mix, International Socialism 121 (winter)
Godard, Denis, 2009, www.isj.org.uk/index.php4?id=561&issue=123
«>“The NPA: A Space for Rebuilding”, International Socialism 123 (summer)
Harman, Chris, 2008, The Crisis in Respect, International Socialism 117 (winter),
Marx, Karl, 1979 [1852], The Eighteenth Brumaire of Louis Bonaparte,
Sabado, François, 2009, Building the New Anti-capitalist Party, International Socialism 121 (winter)
Callinicos, Alex, 2009, Revolutionary Paths: A Reply to Panos Garganas and François Sabado, International Socialism 122 (spring)
Garganas, Panos, 2009, The Radical Left: A Richer Mix, International Socialism 121 (winter)
Godard, Denis, 2009, www.isj.org.uk/index.php4?id=561&issue=123
«>“The NPA: A Space for Rebuilding”, International Socialism 123 (summer)
Harman, Chris, 2008, The Crisis in Respect, International Socialism 117 (winter),
Marx, Karl, 1979 [1852], The Eighteenth Brumaire of Louis Bonaparte,
Sabado, François, 2009, Building the New Anti-capitalist Party, International Socialism 121 (winter)
Puedes leer la mayoría de las citadas, en castellano, en el folleto de En lucha: Debate en torno a la nueva izquierda anticapitalista europea
Alex Callinicos es profesor de teoría social en el King’s College de Londres, y autor de libros como “Los nuevos mandarines del poder americano” o “Un manifiesto anticapitalista”
Extraído de International Socialism, revista del Socialist Workers Party, organización hermana de En lucha en Gran Bretaña.
Extraído de International Socialism, revista del Socialist Workers Party, organización hermana de En lucha en Gran Bretaña.