Monserrat Galcerán ,Catedrática Emérita de la Complutense y Activista Social.
Para tener posibilidades de ganar, la propia gestación de la alternativa tiene que ser ya amplia y democrática. Si no, los partidos o grupos que surjan no serán más que un remedo de lo que ya hay y, por consiguiente, serán incapaces de propulsar la revolución democrática que necesitamos
Desde los primeros días del 15M, la pregunta por si nos convertiríamos en partido y nos presentaríamos a las elecciones ha sido una constante. Mientras que en todas las plazas se repetía el “No nos representan” y se buscaban otras formas de hacer política, los medios repetían una y otra vez esta cuestión, sin advertir que la capacidad de sorpresa del movimiento recaía en su fuerza para unir y tejer encuentros en un ambiente de interpelación directa.
Han pasado dos años desde entonces. En el movimiento han ganado peso las personas ya organizadas políticamente y se ha debilitado la presencia de las no previamente politizadas. Está surgiendo una nueva generación política, empeñada en mil proyectos y capaz de combinar política institucional y política en la calle.El objetivo debería ser abrir un proceso de innovación y democratización política que institucionalice formas de democracia directa y participación activa como formas normales de gestión
Y sin embargo de nuevo surge la pregunta por las elecciones; surgen sectores activamente interesados en pasar por la prueba de las elecciones. Sus razones pueden sintetizarse en tres argumentos:
Primero. Tras dos años de movilizaciones, no hemos encontrado el más mínimo eco en las autoridades gobernantes y poca acogida en las filas de los políticos profesionales. El PP está cerrado en banda a cualquier propuesta que venga de la calle. Los partidos del centro escuchan e incorporan algunas demandas de forma totalmente oportunista. Y sólo algunos partidos pequeños se muestran receptivos a los movimientos.
IU tiene una actitud más que ambivalente. Como mucho se plantean posiciones ‘regeneracionistas’ que hay que leer como intentos de cooptación de las personas más destacadas, pero poco más. ¿Es esto suficiente? No, puesto que la crítica tiene mucho más recorrido que estas tímidas propuestas.
Segundo. El bloqueo por parte del Gobierno y la falta de interacción suponen un rechazo tajante hacia cualquier incremento de la democracia en nuestro país. En un momento en que se exigen continuamente sacrificios, a la población se le niega cualquier atisbo de participación en las decisiones políticas. Eso genera una situación insostenible y llama a gritos a la desobediencia civil.
Tercero. En este contexto algunas voces nos urgen a repensar la vía electoral. Parece que no baste seguir movilizándonos en la calle, sino que tenemos que dar el salto a las instituciones con una forma de organización política que se presente a las elecciones intentando ganarlas.
Hasta aquí el relato resulta relativamente coherente pero me plantea varios interrogantes. El objetivo de una formación política es presentarse a las elecciones y ganarlas. Luego, al menos en una primera fase, no va a intentar cambiar la legislación sino adaptarse a ella y, lo que es más importante, no pone en cuestión el propio sistema de representación.
Por consiguiente, en el caso de que optáramos por adecuarnos a esta vía debería haber un compromiso formal de que el objetivo no es ganar las elecciones para ganar el poder y/o posicionarse en el Parlamento, sino que el objetivo es abrir un proceso de innovación y democratización política que institucionalice formas de democracia directa y participación activa como formas normales de gestión.
A su vez esta formación debe ser radicalmente nueva, formada por personas integrantes de los movimientos. Su constitución debe ser abierta y no secretista, debe ser refrendada en las plazas y espacios del movimiento y, si se llegara a ello, la decisión debe ser tomada como resultado de una amplia deliberación.
Habrá quien considere estas puntualizaciones innecesarias. Quien
siga pensando en crear un nuevo partido al viejo estilo, centralizado y organizado verticalmente, cuya capacidad de acción se base en la confianza hacia los dirigentes.
Creo que es un error. Por muy bienintencionados que sean estos y por mucho modelo de Estado que tengan en su cabeza, la reapropiación de la política por los/as ciudadanos/as movilizados/as es una novedad demasiado importante para que la menospreciemos.
Para tener posibilidades de ganar, la propia gestación de la alternativa tiene que ser ya amplia y democrática. Si no, los partidos o grupos que surjan no serán más que un remedo de lo que ya hay y, por consiguiente, serán incapaces de propulsar la revolución democrática que necesitamos