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Artículos El día del batracio
El día del batracio
Lluís Rabell 7/05/2020
En política, resulta peligroso guiarse por ensoñaciones y no por el análisis de la realidad. Hace tiempo que la izquierda alternativa – y, concretamente, el espacio de los comunes – vive cautiva de la ilusión de devenir fuerza de gobierno en Catalunya de la mano de ERC. La hipótesis, que se antojaba verosímil hace unos meses, se basaba en una serie de premisas, más o menos ciertas. Las tensiones iban in crescendo en el campo soberanista: ERC deseaba emanciparse de la tutela convergente y los sondeos le permitían acariciar la esperanza del sorpasso. En Madrid, había ahora un gobierno de izquierdas que se sostenía sobre un frágil abanico de apoyos parlamentarios, entre los que destacaban los escaños republicanos. No parecía descabellado pensar que aritmética y política pudiesen darse la mano, logrando una carambola a tres bandas. La bola blanca de los presupuestos empezaba a rodar sobre un tapiz de verde esperanza: primero, salían adelante las cuentas del Ayuntamiento de Barcelona, con apoyo de ERC; luego, el presupuesto de la Generalitat, aprobado con la recatada abstención de los comunes; a partir de ahí, el rebote alcanzaría la banda de la gobernabilidad en la capital… El remate final serían unas elecciones autonómicas y formación de un gobierno de ERC con participación de los comunes, fuerza empática con el independentismo. Según ese esquema, el PSC, sin duda necesario para componer una nueva mayoría, debería resignarse a brindar su apoyo desde fuera, sacrificándose en aras de la gobernabilidad de España. Las referencias federalistas y sus agrias disputas con el independentismo hacían difícil imaginar la participación de los socialistas catalanes en la nueva Generalitat. El reconocimiento del liderazgo nacional de ERC sería, pues, el precio a pagar por una legislatura completa de Pedro Sánchez. Los comunes, levadura de semejante pastel, recibirían como recompensa alguna que otra conselleria.
Alguien podría pensar que ese papel de Celestina es poco exaltante para una izquierda que había venido para comerse el mundo. Sin embargo, hace tiempo que el espacio de los comunes ha encallado en la definición de una estrategia transformadora. Hoy por hoy, es dudoso que su núcleo dirigente contemple cualquier posibilidad de crecimiento, ni tenga más ambición que encontrar acomodo vital en las instituciones, en esa política profesional otrora denostada. En cualquier caso, la secuencia imaginaria de acontecimientos antes descrita ha determinado la actuación de Catalunya en Comú durante el último período. Y, por lo que parece, a pesar de los reveses de la realidad, sigue aferrándose a ella. De otro modo, no sería explicable su asunción militante de los presupuestos de la Generalitat. Esas cuentas eran ya engañosas y continuistas cuando se presentaron – ni revertían recortes, ni suponían un incremento real de recursos… ni, a pesar de algunas mejoras en materia de fiscalidad autonómica, atendían realmente a las urgencias sociales. Pero es que, tras el impacto de la pandemia, con la previsión de una caída brutal de ingresos como consecuencia del parón de la economía y la aparición de nuevas y acuciantes necesidades, cualquier parecido con la realidad devenía impensable. La defensa de esos presupuestos inanes y obsoletos – realizada, en el caso de algún diputado de En Comú Podem, con tono y línea argumental propios de un miembro del Govern – da la medida de cuan arraigada estaba esa ilusión de un feliz enlace con ERC.
Una vez más, hay que reivindicar el pensamiento crítico. La lucha de clases genera unas condensaciones políticas y unos comportamientos algo más complejos que las intrigas palaciegas de los juegos de tronos. Toda esa quimera en torno a ERC ignora su naturaleza de partido de la pequeña burguesía nacionalista, así como la psicología política de sus dirigentes. Éstos viven irritados por la prepotencia de la derecha “de toda la vida”, pero son incapaces de enfrentarse a ella. Se muestran arrogantes y desleales ante la izquierda cuando se creen fuertes; aventureros en ocasiones, inconsistentes a la hora del verdadero peligro… Poner la suerte de la gente trabajadora en manos de semejante dirección constituye un desatino mayúsculo. Esta misma semana hemos podido comprobarlo. A los pocos días de lograr el apoyo de los comunes a sus presupuestos – toda una bocanada de aire para Torra -, he aquí que ERC da la campanada en el Congreso de los Diputados votando contra la prórroga del Estado de Alarma. Imagen patética: hemos podido ver a todos los matices del nacionalismo catalán, desde la última mutación de su derecha hasta la CUP, pasando por ERC, sumar sus votos a los de Vox. Por supuesto, por razones muy distintas. Pero confluyendo en un mismo interés por desestabilizar al gobierno de izquierdas… o tratando de “presionarlo” del modo más frívolo e irresponsable. Asusta imaginar la caótica situación sanitaria, social y política que hubiese provocado la abrupta suspensión del Estado de Alarma. Ha bastado con que se vislumbrase la posibilidad de derribar a Sánchez – con unas elecciones catalanas tal vez a la vuelta de la esquina -, para que ERC se lanzase a competir denodadamente con sus socios de JxCat, tratando de aparecer como la fuerza independentista más determinada. La acusación de “traición” es moneda corriente en estos lares. Ante el riesgo de ser percibida como amiga de la izquierda española en un momento crítico, ERC se ha achantado. Como de costumbre. La derechona catalana ha tocado a rebato… y ERC han corrido a formar en el somatén. No deja de ser cómico el lenguaje maximalista de sus dirigentes cuando se refieren a España y su gobierno “al servicio del Ibex 35 y los oligopolios”… a tenor de las políticas neoliberales y privatizadoras de ERC en Catalunya, donde gestionan áreas de poder. ¿Cabe imaginar mayor doblez política y moral?
Ya volveremos en otros artículos sobre una de las derivadas de la “espantada” de ERC: el retorno de Ciudadanos a la centralidad política, merced a su acuerdo con Pedro Sánchez. Un acuerdo episódico; pero que no deja de sentar un precedente y permite imaginar geometrías parlamentarias distintas de la que hizo posible la investidura. Affaire à suivre. Lo llamativo, sin embargo, es que, a pesar de todo lo sucedido, la dirección de los comunes se resista a sacar conclusiones sobre los peligros de su flirteo con ERC. Hemos podido oír invocaciones a la memoria de Companys y a la bonhomía de Joan Tardà… y disculpas contritas ante Torra por haber incurrido, parece ser, en algún exceso retórico hacia el President – quizás el más sectario e inepto de la historia de Catalunya. ¡Vivir para ver! Un buen amigo dice que los comunes se han alejado del independentismo, pero aún no se atreven a decírselo a nadie. Tal vez. De lo que no parecen querer alejarse es de sus fantasías. Inevitablemente, la relación entre ERC y los comunes trae a la memoria la manida fábula de la rana y el escorpión. Pero, a diferencia del tedioso – aunque inocuo – “día de la marmota”, es difícil admitir que a uno vayan a clavarle reiteradamente un aguijón venenoso en la espalda. “El día del batracio” podría ser el último de este confiado vertebrado de sangre fría. El vacío de estrategia se llena rápidamente de oportunismo. Urge abrir una discusión sincera, so pena de dar al traste con el proyecto de la izquierda alternativa en Catalunya y poner en peligro el futuro de una nueva mayoría de progreso.
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Artículos Lo que la trama trama: el escudo de los poderes económicos
Lo que la trama trama: el escudo de los poderes económicos
Manolo Monereo´. es politólogo y fue diputado de Unidos Podemos (UP) por Córdoba martes, 5 de mayo de 2020 «
*Los que mandan saben que las crisis tienen diversas posibilidades de salida, temen perder sus privilegios, su influencia sobre la clase política y su control sobre el Estado»
*»Por ahora el verdadero poder de UP es el veto, es decir, impedir medidas anti sociales e intentar ir más allá con propuestas que refuercen nuestro debilitado Estado Social»
*»La UE es, hoy por hoy, la garantía última de que los intereses de las clases económicamente dominantes prevalecerán»Para Susana López camarada y amiga
“Saben que las alternativas realistas, cuando un partido toma posesión del gobierno son: a) una implementación continua del programa prometido, o, b) una pronta transición a lo que se ha llamado “administración de la crisis”, o c) una mezcla, en proporciones críticamente variables, de a y b.” Raymond Williams (1983)
La tarea del momento es pensar estratégicamente. Los miles de infectados y de muertos se acumulan en nuestra mente; el dolor, el sufrimiento masivo y el miedo al futuro nos dificulta pensar, sobre todo a largo plazo. Los que mandan y no se presentan a las elecciones están acostumbrados a operar desde un planteamiento global. La clave es anticiparse y sacar ventaja. Da la sensación de que el Gobierno vive al día, carece de un análisis solvente de la realidad y no es capaz de definir sus grandes prioridades.
Hace ya muchos años Raymond Williams habló del “plan X”. Hacía referencia a un modo específico de pensar de las élites dominantes caracterizado por: a) un análisis despiadado de la realidad, inclusive más duro de lo que suelen pronosticar los catastrofistas; b) el convencimiento de que las tendencias básicas son difícilmente reversibles; y c) lo decisivo es sacar ventaja, adelantarse en la propuesta y dirigir los procesos. Por eso he hablado antes de la importancia de un pensamiento estratégico.
Frente a lo que se suele pensar, la realidad es un complejo donde se entrecruzan tendencias que apuntan y posibilitan estrategias diferenciadas. Es bueno partir de aquí. Cuando llega la crisis, los poderes tienen miedo, se organizan, se movilizan y se dotan de un plan X. En esas estamos desde hace meses. Mientras que el Gobierno, las administraciones públicas y los funcionarios hacen enormes esfuerzos para controlar la pandemia, ellos están definiendo los escenarios futuros e intentan anticiparse. La política es algo más grande que lo político; quedarse solo en esto último es equivocarse. Lo peor es el silencio atronador de la izquierda social y cultural.
Atendiendo lo que los tertulianos dicen, los periodistas confirman y las encuestadoras analizan, parecería que estamos en una guerra, ante un conflicto de difícil salida. Muchos hablan de un escenario parecido al de la II República y otros anuncian golpes palaciegos en un momento nada bueno para la Casa de los Borbones. Esto es” lo político” pero” la política” va mucho más allá. Lo que hay en el trasfondo es una lucha descarnada por y en el poder. Los que mandan saben que las crisis tienen diversas posibilidades de salida, temen perder sus privilegios, su enorme influencia sobre la clase política y, sobre todo, su control sobre el Estado. Se están moviendo hacia un horizonte que sitúe al gobierno y a la sociedad en un estado tal de necesidad que les obliguen a aceptar la dirección económica de la Unión Europea y nuevos planes de austeridad. Este estado de excepción económico –esto lo sabemos ya- estará acompañado de nuevos mecanismos de control sobre las poblaciones que impidan la movilización, la lucha social y salir, de una vez por todas, del neoliberalismo.
Su problema está en el Gobierno. Las clases dirigentes nunca han tenido dificultades con el PSOE, pero no se fían de Pedro Sánchez; temen que se crea lo que dice, que tome medidas inadecuadas y que no afronte bien los escenarios que cuidadosamente están preparando. Conocen al dedillo lo que pasa en el Consejo de Ministros, manejan información de primera mano y expresan una preocupación creciente sobre lo que se decide y lo que se puede decidir. Sobredimensionar la figura de Pablo Iglesias, acentuar la importancia de las ministras de UP, tiene como objetivo golpear a Pedro Sánchez. Si consiguieran romper el Gobierno, sería una señal inequívoca que la sensatez se impone y que tienen controlada la situación. Por ahora el verdadero poder de UP es el veto, es decir, impedir medidas anti sociales e intentar ir más allá con propuestas que refuercen nuestro debilitado Estado Social.
Se ha hablado mucho del escudo social; es decir, de fortalecer las redes que protegen a los asalariados, a las personas mayores y, en general, a los sectores más débiles. Lo que nunca somos capaces de ver del todo es el escudo social que protege a los que mandan y no se presentan a las elecciones, a los grandes poderes económicos. Siempre hay que partir de que en la sociedad capitalista, las clases económicamente dominantes tienen un poder estructural y que, por consiguiente, hay una desigualdad básica, sustancial. Habría que afinar más. ¿Cuáles son los elementos que configuran el escudo social de los poderosos?
En primer lugar, la Unión Europea. Da un poco de vergüenza hablar de estas cosas después de lo que pasó en el 2008 y de lo que está pasando ahora, los prejuicios ideológicos siguen siendo muy fuertes. Las clases dirigentes del sur de Europa apostaron claramente por el proyecto europeo definido en Maastricht porque tenían miedo a la democracia, al conflicto social, al pluralismo político. Engarzarse con la Europa del euro era un mecanismo decisivo para disciplinar a las economías, someterlas a un ajuste permanente y debilitar la capacidad contractual de las clases trabajadoras. Ningún gobierno (en Italia, Francia, España) hubiese durado mucho aplicando las políticas neoliberales y las férreas reglas de la estabilidad financiera si realmente hubiese soberanía política. La UE es, hoy por hoy, la garantía última de que los intereses de las clases económicamente dominantes prevalecerán. Por eso, a la hora de la verdad, no hay grandes diferencias entre los gobiernos del Sur singularmente considerados y las instituciones europeas; es un “juego” que siempre gana Alemania.
En segundo lugar, el fuerte control de los medios de comunicación por parte del capital financiero. Esto se acentuó mucho en la crisis anterior y ahora será todavía más relevante. Tampoco en esto hay que engañarse. La pluralidad tiene que ver con los distintos modos y formas de aplicar el neoliberalismo; se puede hablar de una derecha y de una izquierda neoliberal. El pensamiento único devino en política económica única. Al final se aceptarán las directrices que vengan de la UE y se dirá, una y mil veces, que no hay alternativa o que esta sería peor; es decir, salir del euro y poner en cuestión la UE. Es un chantaje discursivo que se empleó y que se empleará en el futuro.
En tercer lugar, las derechas y una parte significativa del Partido Socialista. El coronavirus ha puesto de manifiesto con mucha claridad la verdadera cara de las derechas y su unidad de acción. El material con el que trabajan es muy simple: criminalizar al gobierno de los muertos -y hasta del virus- para restarle legitimidad y obligarle a la convocatoria de elecciones lo antes posible. Vox ha dado de sí todo lo esperable, neoliberalismo, autoritarismo y una carencia absoluta de proyecto de país. Conviene no perderse mucho en esto. PP, Vox y Ciudadanos representan con mucha fuerza los intereses de las clases económicamente dominantes. Antes hablé de la UE. Ahora se puede ver la otra cara: nuestra histórica burguesía patrimonialista no tiene ningún problema en enajenar la soberanía y la independencia nacionales siempre que puedan seguir controlando a la ciudadanía e imponer sus criterios económicos y políticos. Su nacionalismo es perfectamente compatible con su subordinación a intereses extranjeros y a proyectos que nos convierten en país económicamente dependiente y políticamente sometido.
En cuarto lugar, la dirección de la economía en sentido estricto. No hay ninguna duda del dominio que ejerce el capitalismo financiero sobre los grupos empresariales, los medios de comunicación y sobre el gobierno económico del país. Es la “mano visible” de una hegemonía basada en específicas y tradicionales relaciones con el poder político de una plutocracia dependiente del gasto público y con infinitas capacidades para generar corrupción en todo el sistema. Los poderes fácticos, hay que insistir, optaron hace décadas por ser la periferia de una Europa alemana. Este es su verdadero proyecto político. Las políticas neoliberales significan para España aceptar la división del trabajo imperante en la UE, renunciar a una industria propia y diversificada, a la soberanía alimentaria, a un sector energético potente y crecientemente autónomo, al pleno empleo y a un trabajo digno. En fin, ir debilitando progresivamente a un Estado Social que nunca alcanzó el nivel requerido.
Pensar estratégicamente significa prepararse activamente para el enfrentamiento que está por venir, analizar con precisión la correlación de fuerzas imperante y organizar un bloque alternativo. Lo que pase en el futuro va a depender en gran parte del Gobierno, de su coherencia política, de su coraje; de su capacidad para definir un proyecto de reconstrucción económica, social y política al servicio de las mayorías sociales, de subordinar el mercado capitalista a las necesidades básicas de las personas. La señal de que se va en serio es sencilla: buscar el apoyo del pueblo y propiciar su movilización, saliendo del Palacio y pasando a la ofensiva político-cultural.
Hay que anticiparse y evitar el escenario que se está preparando para los próximos meses, a saber, situarnos ante la disyuntiva de ser rescatados o abandonar la Unión Europea, en medio de una gravísima crisis económica, con un desempleo brutal y con problemas fiscales de gran calada. Es el momento para enfrentarse a las políticas neoliberales de las instituciones de la UE, poniendo en cuestión las reglas de los Tratados y exigiendo monetizar y mutualizar la deuda.
La Comisión está ante su estrategia favorita: ganar tiempo para que lo más duro de la pandemia haya pasado y volver a las inexorables leyes del ordo liberalismo alemán. Es ahora o mañana será demasiado tarde. La Europa alemana del euro no es viable sin Italia y España. Esto debe ser situado con claridad en la negociación. Al final, seguramente, habrá que elegir entre defender los intereses nacionales y populares o aceptar las políticas de austericidas. La clave, como siempre, tomar la iniciativa, marcar el territorio y saber a dónde se quiere ir. Las batallas que no se dan se pierden siempre.
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Artículos Ante el batacazo económico o el capitalismo en crisis
Ante el batacazo económico o el capitalismo en crisis
Carlos Martinez es politólogo y secretario general del Partido Socialista Libre Federación
Cuando un partido que se reclama de izquierda renuncia a hacer políticas de izquierda, ya no tiene sentido práctico más que para los adversarios del progreso social. Pablo Iglesias funda el PSOE, funda el partido obrero y el PSOE es durante décadas el único y tras la ruptura comunista, el principal partido obrero en España. Cuando de la mano de Felipe González y Alfonso Guerra el PSOE sufre una escisión que ellos encabezan, el objetivo es que deje de ser el partido obrero y que abandone su fidelidad republicana. De esa situación viene el miedo de la escisión del PSOE, reafirmo, llamada PSOE en la actualidad, a aplicar políticas claras no ya de izquierdas, sino de progreso. Como socialista, no voy a hablar de su socio gubernamental, a mí me preocupa la acción que se ejerce en nombre del “socialismo” y esa es nuestra responsabilidad como socialistas.
En primer lugar estamos ante la crisis económica mundial del capitalismo, que ya estaba en marcha y el coronavirus, solo la ha profundizado. Esto ya está más que explicado por economistas de casi todo el espectro ideológico.
Con la pandemia y las duras medidas de confinamiento -que como no soy ni médico ni investigador virológico no voy a entrar en plan cuñado-, en el Reino de España se incrementa de forma dura también su crisis politica. La derecha al objeto de atacar a un gobierno con evidentes debilidades parlamentarias, trata de lanzar la idea de que la crisis es local y no es capitalista, ni fruto del desastre económico global, sino culpa de Pedro Sánchez, el cual se lo pone fácil con una extraña mezcla de cesarisimo autosuficiente y llamadas al pacto con las derechas, más que con quienes le apoyaron en la moción de censura lo que le obliga a poner la otra mejilla y olvidar a “su gente”. Él verá, pero ojo, si fracasa lo pagará la clase trabajadora. De hecho es sabido que las derechas tienen en marcha una amplia y profunda operación de desestabilización que en realidad encabezan los altos aparatos del estado y sus magistraturas más elevadas y coronadas, como ya hemos denunciado.
Eso precisamente es lo que nos lleva a muchos a realizar críticas y propuestas alternativas al gobierno y exigirle valentía. Por defender a las clases populares y trabajadoras y exigir a quien dice gobernar por nosotros, porque él y sus socios son los que están en el gobierno. Dicen escuchar, pues veamos, porqué lo que voy a escribir no solo es fruto de la reflexión del socialismo obrero independiente, que también, sino de muchas personas, asociaciones y sindicatos:
Si hemos de defender lo público y aupar lo público, las nacionalizaciones no son solo imprescindibles, son de sentido común y necesarias, comenzando por toda la sanidad, los cuidados, residencias y la industria farmacéutica que se va a lucrar de millones euros invertidos por el estado en investigaciones e investigadores públicos, de centros y universidades públicas y que por tanto deben ser de uso público e industria pública, porqué si hay alguien ganado billones a costa de nuestra salud y de forma oligopólica son las farmacéuticas.
Plantear que en 2021 esto va a ser como antes no solo es incierto, es volver a repetir los errores que han favorecido está pandemia e invitar a la naturaleza a crear otras. No podemos volver a un modelo que destruye el planeta con miles de aviones, buques, vehículos privados, asfalto y ladrillo destruyendo la tierra. Pero es que además el miedo frenará tomar vuelos y el turismo de masas tal y como ahora se concibe.
Un estado no puede sostener su economía sobre el turismo, los bares y los apartamentos. Los bares, con todo respeto, siempre han sido fundamentales en nuestra cultura mediterránea pero si deben vivir de los alemanes ya hemos pinchado en hueso. Me preocupa seriamente lo lerdos que son la mayoría de los presidentes autonómicos o incluso ministros pensando en el turismo y la hostelería para levantar la economía o la estupidez del gobierno andaluz hablando otra vez de potenciar el ladrillo y por supuesto las terrazas para turistas. No se han enterado de nada. Un gobierno de progreso debe pensar en aprovechar la situación para cambiar el modelo económico neoliberal impuesto por eurocracia de Bruselas, que obligó al reino de España a dedicarse al turismo y el ladrillo y a actividades de poco valor añadido al objeto de que consumamos los productos industriales del centro-norte de Europa y claro al margen de sus designios, los de Asia preferentemente.
Un partido obrero en estos momentos debe explicar que la crisis capitalista mundial que atravesamos es más importante de lo que se dice y va a tener unas consecuencias muy graves y que por tanto se debe empoderar a las clases populares hacía las ideas del socialismo como única posibilidad de lograr el reparto, la justicia y enfrentarse a la mundialización de la pobreza.
Un partido obrero en lo concreto y hoy en España debe exigir la reindustrialización, que no solo no haya más deslocalizaciones sino nuevas implantaciones industriales.
En esto momentos la soberanía alimentaria, no solo es una exigencia, es una emergencia. Se ha maltratado la agricultura y la ganadería al igual que a la pesca hasta límites histéricos de obediencia perruna a los eurócratas de la UE y a las multinacionales de la alimentación. Pero en cuanto a comercio de alimentos vegetales, resulta que donde más baratas son las frutas y verduras, no es en las grandes superficies, sino en los mercadillos. Hemos de exigir, reivindicar y promover más mercadillos. Así de simple. Es decir buscar nuevas alternativas de consumo que acerquen la producción al consumo. Claro cuando un gobierno o los ministerios más importantes los controlan los “TECOS” un alto cuerpo muy elitista de la administración del estado que por razón de clase y estatus nunca han comprado sandías en un mercadillo pasa lo que pasa y se hacen los planes que se hacen, pero sobre todo se ignora que hay hambre y un serio riesgo de hambre. También incluso en esto se nota cuando hablamos del partido obrero.
Por ejemplo un partido obrero, el que Pablo Iglesias fundó y en el que por cierto desde sus inicios había médicos o catedráticos, sabría que hoy la principal preocupación de las personas es que desean que quien les cura les atienda con eficacia y desde el servicio público, no el negocio; tener salario ya sea del trabajo o de rentas públicas sociales y no pasar hambre. Porque en muchos barrios y pueblos la necesidad extrema ha vuelto a reaparecer. Las clases populares no tienen otro amparo y protección que el estado con sanidad pública y universal, educación y pensiones para todas/todos; pan, trabajo y techo garantizado, que dicho sea de paso son una avanzada hacía el socialismo. De ahí los furibundos ataques de la derecha trumpista española y sus planes golpistas.
¿Las derechas que dicen? Que hay que volver a lo de antes del confinamiento añadiendo hay que dejar de pagar impuestos para que se cree empleo y despido libre es decir una vuelta de tuerca con las “soluciones” de 2008. Pero nada sobre la deuda, nada de los derechos del Trabajo. Nada con respecto a la grave crisis politica que es la crisis del desprestigio de la monarquía, aunque en esto les acompaña al menos la cúpula del PSOE y más.
Si algo ha demostrado esta crisis es que sin clase trabajadora no hay sociedad, no hay alimentos, nadie te cura, nadie lleva las patatas a las tiendas ni el paracetamol a las farmacias, ni nadie fabrica mascarillas ni descarga aviones o barcos… Sin clase obrera no funciona nada. Por eso, para que no nos ninguneen a las clases trabajadoras, el partido obrero es necesario, pero independiente. Independiente de la banca, la patronal, los poderes del estado y la corona.
La crisis que está ya aquí. Puede haber millones de personas paradas, bajadas salariales, de pensiones, incremento abismal de la desigualdad y mucha más pobreza. De ser conducida la crisis según la reglas de mercado vamos a sufrir mucho.
Por tanto pagar la deuda es un terrible entorpecimiento de las políticas sociales y la lucha contra la desigualdad, además es imposible. La banca pública, nacionalizada debe existir, de hecho nacionalizando BANKIA y fusionándola con el ICO ya la tenemos. De esta forma apoyar a autónomos, cooperativas, pequeños agricultores y a la industria. En estos momentos los avales del ICO los bancos no los conceden o exigen garantías y compensaciones, lo cual es incluso lógico pues el dinero lo ponen ellos. Encima se prima a las grandes empresas.
La politica de intervención económica del estado debe imponerse y de una vez, esto también es imprescindible. Quien no tiene claro que el estado debe controlar la economía no es socialista, es liberal y es legítimo ser liberal, pero no usurpando unas siglas que no lo son y además atreverse a penalizar duramente a los defraudadores que se amparan en los paraísos fiscales y suprimir las SICAV. Sabemos que estas propuestas al PP le parecen delictivas y “anticonstitucionales “y está dispuesto a todo para evitarlas, pero a las ministras “TECO” les dan el mismo pánico que a las derechas.
Por eso en esta crisis internacional hemos de coordinarnos con muchas fuerzas obreras del estado y del mundo. Ante una crisis internacional debe haber respuestas internacionales también, pero desde el socialismo y las organizaciones obreras. Pablo Iglesias y el PSOE de la época eran profundamente internacionalistas. Esto nos lleva a tener que pensar que solo Europa no es la solución, máxime cuando la UE es el enfermo del mundo gracias al fracaso de sus políticas neoliberales y sus nacionalismos burgueses reaccionarios, tornados en instrumentos de Trump.
Carlos Martinez es politólogo y secretario general del Partido Socialista Libre Federación
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Artículos Hablemos del TURISMO o la fatal dependencia
Hablemos del TURISMO o la fatal dependencia
Carlos Martinez *
La primera vez que viaje a Marruecos, hace ya algo más de treinta años, los niños no te dejaban andar por la calle ofreciéndose como “guías turísticos” y llevarte a visitar las medinas o comprar y cualquiera era representante de un puestecillo de artesanía. Personas más mayores y con la dignidad bereber, te pedían que no se hiciera pues miles de adolescentes dejaban de ir a la escuela para ganar unas fáciles monedas con los turistas. Toda una parábola aplicable al turismo español, solo que aquí los niños pedigüeños que dejan de estudiar son las Comunidades Autónomas, los ayuntamientos supuestamente turísticos y las patronales del sector.
En el franquismo, Manuel Fraga Iribarne inicio la cruzada del turismo e inventó a órdenes de Franco la industria turística ofreciendo un país muy pobre y muy barato pero con hermosas playas dispuestas a ser construidas y destruidas. Sol, camareros baratos, albañiles sin derechos sociales y menos sindicales, fueron puestos manos a la obra y junto con el clima mediterráneo se convirtieron en la base de la nueva riqueza nacional. Fraga incluso trató de conseguir la destrucción de la Dehesa del Saler en Valencia (la lengua de tierra que separa la Albufera del mar) al objeto de llenarla de ladrillo y hoteles, pero en pleno franquismo una fuerte oposición del pueblo valenciano se lo impidió. Fue un caso paradigmático de defensa popular de una joya de la naturaleza, pero ya con la democracia la comunidad valenciana ha sido ejemplo de lo contrario y de hecho revueltas como la de la defensa del Saler con la democracia incluso no solo no se han producido, sino que hemos asistido a multitud de casos de corrupción social generalizada que ha afectado a poblaciones enteras dispuestas a degradar su territorio a cambio de un desarrollo mal entendido que luego tan solo ha beneficiado a muy pocos, como siempre.
La crisis desatada a raíz del coronavirus ha vuelto a poner al turismo en su sitio. Durante años se ha apostado por un crecimiento fácil, especulativo, con muy poco valor añadido y que no necesita mano de obra excesivamente cualificada a la que se paga mal y se le trata peor, si a esto le añadimos la crisis capitalista de 2008 y que el turismo como pasó con Franco ha sido lo que ha salvado por la campana a un país rentista y que no invierte en investigación todo ha llegado rodado.
El turismo no puede volver a ser lo que fue. Ni lo debe ser. Las instituciones políticas españolas, todas y sea cual sea su color deben dejar de engañarnos a todas y todos. El turismo es muy temeroso y volátil. Es pan para hoy (ayer) y hambre para mañana (hoy) el turismo es el desarrollo imprescindible para unas sociedades que han destruido su industria, despreciado su agricultura y olvidado la investigación, la sanidad y la enseñanza, como se ha hecho en el reino de España durante las últimas décadas de forma muy especial.
Seguir insistiendo con el turismo, solo indica falta de ideas, economía rentista y no innovadora y buscar lo fácil renunciando a la soberanía alimentaria y la producción sostenible y verde.
El turismo ha traído el ladrillo, la especulación de la vivienda y ha encarecido terriblemente las grandes ciudades vaciando sus centros e instalando la economía casi siempre en negro de los apartamentos y pisos turísticos. Ha destruido territorio, provocado incendios forestales por la voracidad de construir urbanizaciones cerca o en los propios bosques. Ha corrompido a poblaciones enteras. El turismo de estos últimos años ha destruido valores y conciencias.
El turismo llenó el cielo de aviones que han contribuido a destruir la capa de ozono. El turismo ha provocado la miseria y mercantilización cultural y banalizado tradiciones y fiestas populares.
La patronal turística y hostelera es la peor socialmente hablando y la que peor trata a sus trabajadoras y trabajadores, a los que ni podemos ni debemos engañar más. Las cosas van a cambiar mucho y cuando la patronal turística dice estar muy preocupada es por sacar dinero del presupuesto público, porque por ahora el modelo conocido va entrar en barrena.Con la crisis del Covid-19 el miedo también va a influir y es lógico. El turismo es miedoso y cualquier crisis lo ahuyenta y si no miremos a Egipto o varios destinas más del mundo árabe, recientemente y a causa de varios atentados, lo cual por cierto ha beneficiado mucho al negocio europeo del sector.
Pero es que las ansias de algunas autonomías de iniciar ya la actividad y forzar como sea los viajes y llegadas de turistas, puede ser criminal. El Covid-19 ha viajado tan rápido porque lo ha hecho en avión ¿O no? No solo, pero veamos sino. Además en España los primeros casos detectados eran de turistas o personas que habían tenido contacto con viajeros. De hecho aunque los gobiernos, occidentales tan solo, no han dicho el porqué, pero entre sus primeras medidas las de cerrar vuelos han ido por delante.
Es el turismo es bueno, claro, pero mientras no destruya territorio, cemente playas, vacíe centros urbanos, encarezca la vivienda o sus trabajadoras y trabajadores sean precarios mal pagados en su mayoría. También el turismo interior puede provocar estos efectos negativos y de hecho los provoca, e incluso extender el coronavirus como de hecho así ha ocurrido en territorios donde la pandemia tenía poca incidencia a causa de las tristemente famosas segundas residencias.
Hay vida más allá del turismo. La sanidad pública necesita miles de nuevos empleos, las residencias de mayores que deben pasar a ser públicas necesitarán nuevos empleos, la educación requiere de más empleos. Hay que reindustrializar a este desierto industrial llamado España, que en estas últimas décadas se ha dedicado a deslocalizar su industria y abandonar su agricultura. La patronal privada ha destruido la industria textil, por ejemplo, no han sido los chinos, han sido los propios empresarios españoles ¿O caso miento? La misma patronal que ahora exige más ayudas para una actividad como la turística, muy tocada, pero que apoyó las deslocalizaciones o se convirtió de productora en importadora porqué así obtenían más beneficios sin tener que emplear a nadie o casi nadie, exige ahora ayudas y no pagar impuestos. Solo por poner el ejemplo de un sector y por no hablar de la metalurgia o la electrónica.
Ahora es la hora de buscar otro modelo de vida y que la soberanía alimentaria sea una prioridad y buscar nuevas industrias y nuevas energías. Nuevos modelos de transporte público más numeroso, efectivo y seguro, con más frecuencias, potenciando la bicicleta con carriles propios. Nuevas formas de vida y de consumo.
Pero aquí para muchos políticos catetos aunque sean de “Madriz” lo importante es abrir las tabernas, los apartamentos y más terrazas, terrazas por todas partes ocupando suelo público creado para andar y disfrutar la ciudad. Con estas personas al frente de las instituciones el hambre se va a extender en el Reino de España. Millones de paradas y parados sin esperanza en una suerte de país de “master chef” sin futuro.
Lo público, lo nacionalizado, el pequeño comercio, pymes y cooperativas, agricultura y ganadería, pesca y nuevas producciones más sostenibles son el futuro al menos inmediato y renta básica en lugar de tanto proteger la especulación, lo fácil y la destrucción de entornos urbanos, ruarles y marítimos. Lo que necesitamos la clase trabajadora es dejar de ser cobardes y depender de un capitalismo rentista y sus representantes.
*es politólogo, urbanista, secretario general del PSLF y del Consejo Científico de Attac
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