Para Albert Escofet de Julio Anguita
Julio Anguita Gonzalez 25 de abril 2020
La racionalidad, la filosófica asunción de la inevitable muerte como la otra cara de la vida y también como el peaje que indefectiblemente debemos pagar los vivos, no sirven como lenitivo del dolor, ni tampoco como bálsamo para las heridas de los desgarros emocionales que ella produce. En esos momentos sólo caben una actitud y una respuesta que le den a la desaparición de una persona querida, el sentido que nuestra aflicción rechaza: mantenerlo vivo en el recuerdo mientras -simultáneamente- cerramos filas para seguir en la lucha que Albert nunca dejó.
Albert, el camarada Escofet, es -sigues siendo- una de esas personas con las que me siento cercano. Más allá de nuestras muchas coincidencias a la hora de valorar, desarrollar y vivir las líneas fundamentales de nuestra política, encuentro en Albert algo que sin lo cual la teoría más acabada y precisa queda incompleta a la hora de extenderla y aplicarla. Y ese algo, tan valioso que Albert posee, está desarrollado en los versos con los que Antonio Machado se describe a sí mismo:
Y, más que un hombre al uso
que sabe su doctrina, soy, en el
buen sentido de la palabra, bueno.
Cuando con un camarada se establece una conexión más allá de la afinidad política, ésta se enriquece en la medida en que la palabra camarada significa también amigo. Ese es el caso de Albert y yo. Por eso cuando me enteré de su ausencia solamente pude decirle a Neus que estaba -y estoy- conmocionado.
Estamos viviendo una situación que, no por menos sabida, es excepcional. Tendremos que organizarnos para que la salida de la misma, se construya el andamiaje de una sociedad justa, en la plenitud de los Derechos Humanos y en una nueva relación Humanidad–Naturaleza. El camarada Escofet, el amigo Albert nos espera en la lucha organizada.
Julio Anguita Gonzalez 25 de abril 2020