El actual contexto global está supeditado por la tentativa de los centros históricos del imperialismo (los EE.UU., Europa Occidental y Central, Japón – de aquí en adelante denominada «la Triada») para mantener el control exclusivo sobre el planeta a través de una combinación de:
a. Las llamado políticas de globalización económica neoliberal que permiten al capital financiero de la Tríada decidir por sí solo, sobre todas las cuestiones, para sus exclusivos intereses,
b. El control militar del planeta por los EE.UU. y sus aliados subordinados (la OTAN y Japón) con el fin de aniquilar cualquier intento, de cualquier país, que pretenda eludir el dominio que impone la Triada.
En este sentido todos los países del mundo que no son parte de la Tríada son sus enemigos o sus potenciales enemigos, excepto aquellos que aceptan una completa sumisión a la estrategia económica y política de la Tríada – como las dos nuevas «repúblicas democráticas» de Arabia Saudita y Qatar.
La llamada «comunidad internacional», a la que los medios de comunicación occidentales se refieren continuamente, se reduce, en efecto, al G7 más Arabia Saudí y Qatar. Cualquier otro país, aun cuando su gobierno está en sintonía con la Tríada, es un enemigo potencial ya que los pueblos de esos países pueden llegar a rechazar la sumisión.
2. En este marco Rusia es «un enemigo».
Cualquiera que sea nuestra evaluación de lo que era la Unión Soviética («socialismo» o algo parecido), la Tríada combatió contra ella simplemente porque fue un intento de desarrollo independiente del capitalismo / imperialismo dominante.
Después de la desintegración del sistema soviético, algunas personas (en Rusia en particular) pensaban que «Occidente» no iba antagonizar con una » Rusia capitalista » – y que al igual que Alemania y Japón habían «perdido la guerra pero habían ganado la paz.»
Aquellas personas se olvidaron que las potencias occidentales apuntalaron la reconstrucción de los países ex fascistas, precisamente para hacer frente al reto de las políticas independientes de la Unión Soviética. Ahora bien, este desafío no ha desaparecido, el objetivo de la Tríada es la sumisión completa, destruyendo la capacidad de Rusia para resistir.
3. El desarrollo actual de la tragedia en Ucrania ilustra la meta estratégica de la Tríada.
La Tríada organizo en Kiev lo que debería llamarse un «Euro / putsch nazi.» Para lograr su objetivo (separar dos naciones históricamente hermanas – el ruso y el ucraniano), necesitaban el apoyo de los nazis locales.
La retórica de los medios de comunicación occidentales, afirmando que las políticas de la Tríada tienen por objeto promover la democracia, no es más que una mentira. En ninguna parte del mundo la Tríada ha promovido la democracia.
Por el contrario sus políticas, de manera sistemática, han estado apoyando la fuerzas locales más antidemocráticas (en algunos casos «fascistas»). Tanto en el caso de los cuasi-fascistas de la ex Yugoslavia – Croacia y Kosovo -, como en los casos de los países bálticos y Europa del Este, Hungría, por ejemplo.
Europa del Este se ha «integrado» en la Unión Europea no como socios iguales, sino como «semi-colonias» de las grandes potencias capitalistas / imperialistas occidentales y de Europa Central. La relación entre Occidente y Oriente en el sistema europeo es, en cierta medida similar a la que rige las relaciones entre los EE.UU. y América Latina.
En los países del Sur la Tríada ha respaldado a fuerzas extremistas, anti-democráticas y a fracciones ultra-reaccionarias del Islam político. Irak, Siria, Egipto, Libia ilustran las metas del proyecto imperialista de la Triada.
4. Por lo tanto, la política de Rusia (desarrollado por la administración de Putin) de oponerse al proyecto de colonización de Ucrania (y de otros países de la antigua Unión Soviética, en Transcaucasia y Asia Central) debe ser apoyada. La experiencia de los países bálticos no debe repetirse. El objetivo de construir una comunidad con una «Eurasia» independiente de la Tríada ,también debe ser defendida.
Sin embargo esta «política internacional” positiva de Rusia está condenada al fracaso si no se apoya en el pueblo ruso. No se puede triunfar sobre la base exclusiva de «nacionalismo», incluso en su versión más progresista. El fascismo en Ucrania no puede ser impugnada por un fascismo ruso. Rusia solo podrá conquistar el apoyo popular con una política económica y social interna que promueve los intereses de las personas y de los trabajadores.
¿Qué quiero decir por una política «orientado a las personas» que favorezca a las clases trabajadoras?
¿Quiero decir «socialismo», o alguna nostalgia del sistema soviético? No.
Pienso que no es el momento para volver a evaluar la experiencia soviética, y menos en pocas líneas. Por tanto, solo me limitare, a resumir mis puntos de vista en unas cuantas frases. La auténtica revolución socialista rusa produjo un socialismo de Estado que fue el único primer paso posible hacia el socialismo; después de Stalin convirtió este socialismo de Estado en capitalismo de Estado (explicar la diferencia entre los dos conceptos es importante, pero no es objeto de este breve artículo).
A partir de 1991 el capitalismo de Estado fue desmantelado y reemplazado por un capitalismo «normalizado», basado en la propiedad privada, al igual que en todos los países del capitalismo contemporáneo. Esto es , básicamente, el predominio de monopolios financieros, controlados por una oligarquía (no muy diferente de las oligarquías que ejecutan el capitalismo en la Tríada), surgidos de la antigua nomenclatura, más algunos recién llegados.
La explosión de las auténticas prácticas democráticas creativas iniciadas por la revolución rusa (octubre) fueron posteriormente sometidas y sustituidas por un modelo autocrático de gestión de la sociedad, aunque se respetaron derechos y conquistas sociales de las clases trabajadoras. Este sistema llevó a la despolitización masiva y permitió desviaciones despóticas, inclusive criminales. El nuevo modelo de capitalismo salvaje ruso se basa en la continuación de esta despolitización y en la falta de respeto por los derechos democráticos.
Este sistema rige no sólo Rusia, sino todas las ex repúblicas soviéticas. Sin embargo, este modelo no es la «democracia», sino una farsa en comparación con la democracia burguesa, ya que funciona en las etapas anteriores del desarrollo capitalista, de las «democracias tradicionales» de Occidente, en la practica el poder real está restringido a los monopolios y opera en su beneficio.
Por tanto, una política orientada a las personas implica alejarse, lo más posible, de la receta «liberal» y las mascaradas electorales asociadas a un sistema, que pretende dar legitimidad a políticas sociales regresivas.
Me permito sugerir la creación en su lugar una nueva marca de capitalismo de Estado con una dimensión social ( digo social, no socialista). Ese sistema abriría el camino a eventuales avances hacia una socialización en la gestión de la economía y, a auténticos avances hacia una re-invención de la democracia que haga frente a los retos de una economía moderna.
Sólo si Rusia se mueve a lo largo de estas líneas en el actual conflicto entre, por un lado, la política internacional independiente prevista de Moscú y, por otro lado, la búsqueda de una política social interna se puede lograr un resultado positivo.
Para hacer posible esta política es necesario que parte de la clase política dirigente este dispuesta a sumarse a un programa de este tipo que este impulsado por la acción y la movilización popular En la medida que avances similares se llevan también a cabo en Ucrania, Transcaucasia y Asia Central, una auténtica comunidad de naciones de Eurasia puede llegar a convertirse en un poderoso actor en la reconstrucción del sistema mundial.
5. Un Estado ruso solo que actué en los estrictos límites de la receta neoliberal aniquila las posibilidades de éxito de una política exterior independiente y echa abajo las posibilidades que Rusia se convierta en un país realmente emergente con un importante rol internacional.
El neoliberalismo sólo puede producir para Rusia una regresión económica y social trágica, un modelo de «desarrollo lumpen» y una creciente subordinación al orden imperialista mundial. Rusia proporciona a la Triada petróleo, gas, y otros recursos naturales; a hora sino cambia su política económico-social sus industrias, con el tiempo, serán reducidas a la condición de sub-contratación en beneficio de los monopolios financieros occidentales.
En tal posición, no muy lejos de la Rusia de hoy , actuar de manera independiente en el ámbito internacional seguirá siendo extremadamente frágil. La amenaza de «sanciones» tiene como objetivo fortalecer la desastrosa alineación de la oligarquía económica rusa con las demandas de los monopolios dominantes de la Tríada. El actual flujo del «capital financiero ruso» asociado a la crisis de Ucrania ilustra el peligro. Restablecer el control estatal sobre los movimientos de capitales es la única respuesta eficaz a ese peligro.